La igualdad de oportunidades para las personas con discapacidad en la sociedad
dominicana
La igualdad no
debe entenderse desde una óptica
de uniformidad, sino de respeto a las
diferencias. Es decir, una igualdad que se basa en la
búsqueda de puntos en común, de áreas de
coincidencia y que construye a partir de los mismos. Por lo
tanto, un sentido de igualdad que entiende y acepta las
diferencias en calidad de
aportes y no como fuentes de
antagonismo ni, mucho menos, de segregación".
Nos fundamentamos, además, en la convicción de que
la discapacidad se
puede manifestar en cualquier persona, sin
diferencias de posición
social, económica o de nivel educativo. Es causada por
trastornos genéticos, mentales, o bien, adquirida por un
accidente laboral, de
tránsito,
recreativo, doméstico, en la práctica de
algún deporte, por
contaminación
ambiental o desnutrición, y, las más de las
veces por razones no
justificables, le ha limitado a este grupo de
población la capacidad de realizar sus
proyectos
personales, así como su vida en sociedad.
Las personas con discapacidad requieren, más que
compasión, comprensión; más que
comprensión, equiparación de oportunidades;
aún más que
oportunidades, el apoyo efectivo del Estado y de la
Sociedad Civil
para poder hacer
realidad su integración social.
La idea de crear condiciones materiales y
jurídicas que eliminen la discriminación motivó a los miembros
de una Comisión de la Asamblea
Legislativa de mi país a presentar el " Proyecto de
Ley General
Sobre Discapacitados en República Dominicana", cuya
función será colocar un
instrumento facilitado para generar un cambio de
actitud de la
sociedad, con el propósito de contribuir efectivamente en
el logro de la igualdad de las
personas con discapacidad.
Un día en la vida de Moneli Ogando
Moneli Ogando vive esta experiencia cada día, es un joven
de 24 años, quien desde los ocho años tiene como
fiel compañera una silla de
rueda. Aunque padece impedimentos físicos, es una persona como
cualquier otra que necesita ir a la oficinas públicas, que
trabaja, acude al cine, a
las tiendas, comparte con familiares y amigos en restaurantes,
entre otras cosas, pero sus movimientos están muy
limitados. Los arquitectos e
ingenieros en República Dominicana parace que sólo
piensan en las personas que tienen facilidad de locomoción
y han olvidado que los dispacacitados
forman parte de la sociedad y también necesitan ser
tomados encuenta.
Un día normal en la vida de ogando empieza a las seis de
la mañana. De su casa ubicada en Maquiteria se traslada a
la parada de la
guagua de la OMSA, situada justo al frente del Hospital
Darío Contreras, para dirigirse a su lugar de trabajo, la
Sociedad Dominicana de
Rehabilitación, donde se desempeña como oficial de
seguridad.
Entre choferes imprudentes que le niegan el paso y gente curiosa
que se detiene para mirar cómo puede llegar a la parada,
ogando inicia su
ruta en silla de ruedas. Algunos peatones imprudentes no soportan
que estas personas se interpongan en su camino y le vociferan: "
Fuera de mi camino,
tullido". Cuando por fin llega el autobús se monta en
menos de dos minutos, gracias a la agilidad que ha logrado
conseguir debido al constante
entrenamiento.
Este no puede abordar otros vehículos como carros o las
famosas voladoras porque se niegan a transportar a este tipo de
personas.
La guagua lo deja en la esquina de la compañía
caribe tours, donde él tiene que hacer malabares para
subir la acera, ya que no hay ni una sola
rampa. Luego cruza la calle para llegar a su trabajo, ya que no
hay ninguna seguridad para
él y mucho menos un semáforo. Después de varias
horas de
trabajo, ogando advierte que tiene que hacer unas cuantas
diligencia ese mismo día.
Primero tiene que ir al Huacal, donde deber tramitar unos papeles
personales. Cuando llega al lugar se da cuenta que no hay por
donde subir,
pues a pesar de que allí hay ascensores, la mayoría
de veces esta dañado, fuera de servicio o sin
energía. La gente va y viene y nadie pregunta si
desea ayuda, este se decide por pagar su peaje le deja caer unos
50 pesos a un busca vida y de esta forma logra entrar al Huacal.
Para bajar realiza
el mismo movimiento y
es por eso que él dice que no puede salir sin dinero.
Luego se dirige a la Biblioteca
Nacional donde quiere conseguir algunos libros, al
llegar al lugar se da cuenta que no pude subir por que la
edificación no es adecuada para ese tipo de persona. Por
lo tanto no le queda otra opción que dirigirse a otro
lugar. Llega a las demás
instalaciones de la Plaza de la cultura y se
da cuenta que en ninguna de ellas los discapacitados fueron
tomados en cuenta por sus creadores.
Pasada las 6 de la tarde se dirige a la universidad (
uasd ) donde tiene que vivir el mismo viacrusis diario, toma su
guagua y al llegar
a su centro de estudio encuentra las mismas condiciones que en
los otros lugares visitados, pero aquí la visión de
la mayoría de los estudiantes es
muy diferentes, llegando a la facultad de Humanidades encuentra
que no hay posibilidades para que el pueda subir al tercer piso,
se para en el
principio de la escalera y dos jóvenes estudiante lo
ayudan a subir con muchas dificultades ya que la escalera es
bastante estrecha lo que dificulta
su traslado.
Sociedad que Margina
Cuando un niño o una persona con discapacidad sale del
núcleo familia, no todas
las puertas de la sociedad están abiertas de par en
par.
Manolio ogando dice que es " difícil sentir que uno es
parte de una realidad social que se quiebra cuando
llega una persona distinta". Aunque
hay algunas personas que tienen muchas facilidades podemos
asegurar que esa no es la regla. Da lástima cuando uno se
encuentra con amigos que tienen
hijos con alguna discapacidad y se sienten solos por que sus
conocidos, incluso sus familiares, los aíslan. Creemos que
no existe un mundo ideal
pero con la creación de la Ley General sobre
Discapacitados ya se están haciendo esfuerzo, pero
todavía son insuficientes
A través de la historia, se ha considerado
a las personas con discapacidad como seres dignos de
lástima, incapaces de resolver sus propios
problemas,
incapaces de tomar decisiones por sí mismos o de
participar en aquellas que de alguna manera les afectan.
Ideas equivocadas y estigmatizantes, muy arraigadas, tanto en
República Dominicana como en muchos lugares del mundo, han
contribuido a
enfatizar ese halo de lástima y menosprecio que existe
alrededor de las personas con discapacidad.
Estas concepciones se reflejan en actitudes que
lesionan la dignidad, el desarrollo
personal y la vida en sociedad.
Producto
también de estas creencias ha sido los surgimientos de
instituciones
para "albergar" a personas con discapacidad. Hoy en día
esto
se concibe como un acto de segregación porque las aisla
del resto de la sociedad.
Numerosos estudios recientes han demostrado, por ejemplo, que,
para el caso de las personas de la llamada "tercera edad", la
reclusión en
asilos resulta, más que en una solución a sus
problemas
básicos, en una gudización de sus necesidades,
particularmente en el campo afectivo, por
cuanto las separa de su entorno familiar, las segrega y las
desvaloriza en su condición de seres humanos, de personas.
Estos estudios recomiendan la
no-exclusión de los ancianos del mundo que les ha rodeado
a lo largo de sus idas. Más bien apuntan a la necesidad de
estrechar los lazos en un ámbito
tanto familiar como comunitario, es decir, social. Desde nuestro
punto de vista estos mismos criterios son perfectamente
válidos en cuanto se refieren
a las personas con discapacidad.
La actitud social
hacia la persona con discapacidad ha sido predominantemente
sobreprotectora y, en consecuencia, cargada de
infravaloración, con poco o ningún reconocimiento a
sus potencialidades y a sus valores
humanos.
Con este afán de sobreproteger a las personas con
discapacidad se han organizado campañas, actividades y
servicios que,
sin proponérselo,
dañan su imagen e
integridad personal. Por
mucho tiempo ha
prevalecido una interpretación errónea acerca de la
discapacidad, la cual le atribuye a la
persona con discapacidad el ser la causa del "problema".
Aún en nuestros días, se margina y se excluye a la
persona con discapacidad de participar activamente en diversos
procesos de la
sociedad,
lo que en última instancia impide el pleno ejercicio de
sus derechos.
El entorno, definido como la totalidad de los sistemas de la
sociedad, su diseño
y estructuración, así como las actitudes de
la población
en general, se han concebido sin contemplar las necesidades
particulares de las personas con diversas discapacidades.
Nuestro medio es inadecuado para que las personas con
discapacidad puedan desenvolverse con facilidad. Por ejemplo, los
medios de
transporte,
la mayoría de los edificios, las comunicaciones, la información y la cultura en
general son inaccesibles. Construir una familia, trabajar
o incluso
emitir el sufragio como derecho al que tienen acceso todos los
ciudadanos,onstituyen generalmente una verdadera utopía
para las personas con
discapacidad. Todo esto, así como la discriminación en el empleo y en la
prestación de servicios de
educación
y salud, son
algunas manifestaciones de
cómo el entorno no garantiza la igualdad de
oportunidades.
En República Dominicana sé esta considerando que el
tema de la discapacidad no debe seguir tratándose como
algo que concierne
exclusivamente al campo de la salud o de la educación
especial. Esto, entre otras cosas, ha contribuido a que las
personas con discapacidad y sus
familias no hayan asumido un papel
más activo. Es necesario transformar este enfoque para
trascender esa visión reduccionista hacia una
concepción de
desarrollo
humano sostenible.
Sectores técnicos y profesionales, así como algunas
instituciones,
han realizado aportes significativos por el bienestar de las
personas con
discapacidad.Sin embargo, se debe reconocer que la calidad de
vida y la participación de las personas con
discapacidad en la toma de
decisiones, deben alcanzar
niveles de igualdad y de participación plena.
Con el fin de contribuir efectivamente en la aplicación
del nuevo paradigma que
modifique el entorno a las necesidades de todas las personas,
resulta necesario:
1- Ajustar la formación del personal y la
administración de los servicios,
2- Incorporar la variable discapacidad en la planificación nacional,
3- ofrecer a la ciudadanía información actualizada que sea accesible a
todos, y
4- Asegurar la participación de las organizaciones de
las personas con discapacidad.
En otros países, como es el caso de Nicaragua, las
personas con discapacidad han logrado desarrollar un importante
nivel de organización, lo
que les ha permitido luchar por garantizar los derechos que como ciudadanos
poseen. En República Dominicana, las organizaciones
deben alcanzar mayor
nivel de conciencia y
compromiso con respecto a su realidad y a las necesidades de
nuestra sociedad. Esto les permitirá a las personas
con
discapacidad ejercer su autodeterminación y su responsabilidad
social.
República Dominicana se ha destacado por el Inrespeto de
los Derechos Humanos
y es una necesidades sentidas de la mayoría de nuestra
población que se cumplan con ellos. Nuestros gobiernos
deben garantizar a la población en general el pleno
disfrute de todos sus derechos.
Se considera que, en el marco del respeto a los
principios
establecidos en:
1- la Declaración Universal de los Derechos
Humanos,
2- la Convención Interamericana de los Derechos Humanos,
así como,
3- el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales,
4- el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos,
5- la Convención sobre los Derechos del
Niño,
6- la Convención sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación contra laMujer, el Convenio 159
de la
Organización Internacional del Trabajo, el
Programa de
Acción Mundial para los Discapacitados, las Normas Uniforme
de Equiparación de Oportunidades de las Naciones Unidas.
Y enfatizando los
principios de
Paz, democracia,
libertad e
igualdad consagrados en la Constitución y las Leyes de
República Dominicana, se debe cumplir con él
deber de garantizar el ejercicio de esos derechos a todas las
personas, sin diferencias de ningún tipo.
La promulgación de una ley facilitará el proceso de
cambio de
actitud de la sociedad Dominicana y será un instrumento
eficaz para que las
personas con discapacidad y sus familias, por sí mismas,
ejerzan sus derechos ciudadanos.
En la elaboración del cuerpo jurídico debe ser
tomado en cuenta el aporte de las personas con discapacidad y de
los padres y madres de
familia, quienes deben consultados en todo momento, asumiendo un
rol auténticamente protagónico.
Su contenido debe refiere al uso y accesibilidad a todos los
programas y
servicios brindados por instituciones públicas y privadas,
al
espacio físico, a la información y la a comunicación. La provisión de ayudas
técnicas y servicios de apoyo y equiparación de
oportunidades en la
educación,
la salud, el trabajo y
la cultura.
Esta ley debe tener componentes básicos como son:
A- Se busca la creación de condiciones materiales y
jurídicas que eliminen la discriminación basada en
el principio del trato diferente a lo que es
diferente; aspira, pues, al logro de la igualdad sin que por ello
se incurra en la discriminación positiva.
B- Se trata de enlazar los esfuerzos del sector público
con los del sector privado, para crear una conciencia social
sobre el nivel de marginación en
el que se encuentra un gran número de ciudadanos
Dominicanos, a quienes su discapacidad no les ha permitido un
pleno desarrollo
humano.
C- Se busca ir a un plano de mayor integración en múltiples aspectos,
divulgación, motivación, igualdad, trabajo,
educación, salud, seguridad
social, deporte,
recreación, vivienda, barreras arquitectónicas,
transporte,
así como medidas sancionadoras.
D- Se busca equiparar los derechos de las personas con
discapacidad con los de las personas que no padecen de
discapacidad, y así poder
garantizarles
una mejor forma de vida en igualdad de condiciones y
beneficios.
Si agrupáramos por temas los principales contenidos de la
ley, esta marcaría un enfoque en aspecto como son:
1- Educación
Es deber del Estado otorgar
a la población con discapacidad la adecuada
educación en forma obligatoria, gratuita e integrada en
los sistemas
educativos formales. Se debe buscar incluirles y no excluirles de
todos losplanes y programas de
educación presentes y futuros. La norma debe ser
inclusión y no-exclusión. En consecuencia, se debe
incorporar en los planes de estudio de las carreras de
Educación, de las universidades tanto públicas
como privadas, cursos que les
permitan a los futuros educadores del sistema regular
de educación (preescolar,
primaria y secundaria), adquirir el
adiestramiento
necesario para integrar estudiantes con discapacidad en sus
aulas.
2- Salud
Tradicionalmente, a la discapacidad se le ha considerado como un
asunto relativo a la dicotomía salud-enfermedad y a la
persona con discapacidad se
le valora como un enfermo que demanda
atención médica. La preeminencia de este enfoque
médico ha dado paso a uno integral; la discapacidad es
una
situación humana, con implicaciones sociales, culturales,
políticas y económicas, en
consecuencia, su atención debe ser integral, no
enfatizando
su diferencia, sino más bien, rescatando el valor de la
persona como un componente más de la sociedad en su
conjunto, con los mismos derechos,
obligaciones,
necesidades y aspiraciones de sus conciudadanos.
3- Empleo
El Estado debe
comprometerse a incentivar el empleo, como
mecanismo integrador de la población con discapacidad, ya
sea mediante cuota de empleo
adaptado en el sector público y con incentivos para
el sector privado que emplee fuerza
laboral
discapacitada.
4- Seguridad Social
Permitir a las personas con discapacidad ingresar al sistema de
seguridad
social nacional, eliminando la legislación actual que
sea excluyente y tratando a la población con una
discapacidad en forma diferente, como seres diferentes reduciendo
los años de trabajo requeridos para optar por una
pensión o jubilación.
5- Cultura, Deporte y Recreación
Se facilita el acceso de la persona con discapacidad a la
cultura, a la recreación y al deporte, tanto en forma
pasiva como activa. Deben eliminarse
las barreras físicas y de comunicación que, hasta el momento, se
convierten en obstáculos para su plena
participación.
6- Vivienda
Se establecen programas para la construcción de vivienda digna, adaptada a
las necesidades particulares de las personas con
discapacidad.
7- Barreras Arquitectónicas
Se fiscalizará la aplicación de la
legislación existente, para que toda edificación
que brinde servicio al
público cuente con las estructuras
adecuadas para el acceso de personas con movilidad restringida,
(rampas, baños adecuados, ascensores, etc.). En este
sentido, se adoptarán
regulaciones que faciliten el acceso y movilización por
las vías de transporte público
normalizado.
8- Transporte
Se garantiza el transporte público a las personas con
discapacidad, ya sea otorgando concesiones de taxis a
vehículos adecuados para el transporte de
sillas de ruedas, o bien incentivando a los concesionarios de
transporte público masivo a adquirir unidades adecuadas
para el transporte de personas
con discapacidad.
Si bien es cierto las leyes se
consideran un instrumento útil e indispensable para
generar un cambio de actitudes en la sociedad, su
promulgación no significa, necesariamente, la
eliminación de las actitudes discriminatorias, pero
éste cuerpo legal facilitará ese proceso de
cambio de
actitud en nuestra sociedad y hará una contribución
efectiva para mejorar la calidad de
vida del ciudadano con alguna discapacidad.
Porque vincular Igualdad, Discapacidad y Derechos Humanos no
resulta ni arbitrario ni artificial. Los tres se constituyen, a
mi juicio,
como en las patas de un trípode sobre el cual se sostiene
la dignidad de ese amplio sector social conformado por las
personas con discapacidad. Y no se
trata, tampoco, de temas que de ninguna manera sean ajenos a los
intereses de los otros grupos o sectores
que conforman la compleja trama social en
medio de la cual todos nos desenvolvemos.
De hecho, se vinculan, de manera directa, con el modelo de
sociedad que aspiramos a forjar y en cuyo seno aspiramos a que se
integren
nuestros hijos con discapacidad. Por eso abordo este tema, en
primera instancia.
Hace ya un par de años, concretamente en Diciembre de
1993, se produjo un documento que hoy, por sus contenidos, cobra
especial valor, son
personas con discapacidad. La Declaración de Managua, que
fuera suscrita por representantes gubernamentales de 36
países del Continente, por
organizaciones de personas con discapacidad de los mismos y por
técnicos y profesionales que trabajan con personas con
discapacidad. En la Declaración
de Managua, entre otros postulados, claramente se enuncia lo
siguiente:
"Queremos una sociedad basada en la equidad, la justicia, la
igualdad y la interdependencia…
…que asegure una mejor calidad de vida
para todos sin discriminaciones deningún tipo……que
reconozca y acepte la diversidad como fundamento para
la convivencia social……una sociedad donde lo primero sea la
condición de persona de todos sus integrantes……que
garantice su dignidad, sus
derechos, su autodeterminación, su contribución a
la vida comunitaria y su pleno acceso a los bienes
sociales…"
De los contenidos de la Declaración se infiere, como
principal conclusión, que aspiramos a que nuestros hijos
con discapacidad se integren
a una sociedad en la que prive el amor.
Nuestra aspiraciones es ser parte de un entorno social en el que
el ser humano cuente y valga porque es y no por lo que tiene. Es
decir, una
sociedad en la que el ser humano, por su sola condición
como tal, sea poseedor de derechos inalienables que lo amparen y
sea dueño, también, de la
total posibilidad de ejercerlos.
Para el caso específico de la persona con discapacidad, es
de vital importancia que sea, ante todo, socialmente tomada en
cuenta porque
es, porque existe, por su condición de persona, de ser
humano, y no solamente por lo que es, es decir, por cuanto a su
discapacidad.
La diferencia entre una y otra posición no es de matiz ni
se limita a lasemántica. No trato, pues, de hacer
aquí un simple juego de
palabras.
Ludwig Van Beethoven, por ejemplo, pasó a la historia por cuanto
entregó al mundo la belleza de sus obras y no porque era
sordo. De hecho, su
Novena Sinfonía, cuyos acordes forman parte del patrimonio
universal, la compuso sin poder escuchar ni una nota de la misma.
Y Miguel de Cervantes
Saavedra no es recordado como un discapacitado físico,
sino como el pare del Quijote y, por ende, de las letras de la
lengua
castellana. Sólo
necesitó una mano para escribir su obra maestra.
Para ejemplarizar de la mejor manera, diremos que, en una
sociedad más auténticamente humana, un arquitecto,
un médico o un limpiabotas deberán
ser tomados en cuenta, ante todo, porque son seres humanos,
porque existen, porque los asisten iguales derechos,
independientemente de que sean una u
otra cosa.
De igual manera, la aceptación social de una persona con
discapacidad debe tener, como núcleo generador, el
reconocimiento de que, al
igual que cualquiera de nosotros, se trata ante todo de un
miembro del género humano, y, por lo tanto, de un ser
dotado de idénticos derechos que
aquellos que son patrimonio de
los demás congéneres. Se trata, en síntesis,
de una persona que, por su sola condición de persona, es
igual a todos
nosotros. Tiene nuestra misma naturaleza, es de
nuestra misma índole.
Porque la persona con discapacidad es, en primera instancia, una
parte de la Humanidad y, como tal, es igual a cualquier otro.
Dentro de la Humanidad todos somos iguales, a pesar de la inmensa
diversidad que constituimos quienes la conformamos. Significa que
todos
compartimos la misma esencia humana y que, juntos, entonces,
somos uno.
Hombres y mujeres, personas de todas las edades y de todas las
razas, los de diferentes credos religiosos o de distintas
ideologías políticas,
ese
inagotable rosario de pueblos y culturas diferentes, los
discapacitados y los no discapacitados, todos formamos una sola
entidad, un solo cuerpo
social al que hemos llamado Humanidad.
Y, como componentes que somos de esa Humanidad que ha sabido
elevarse como especie dominante en el planeta, a todos nos
asisten iguales
derechos: los Derechos Humanos.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos reposa,
entre otros principios, sobre la firme convicción de que
todos nacemos iguales.
Pero tenemos que entender que en ella se habla de la igualdad que
nace de la unión de todos y cada uno con respecto a los
demás; de la que se gesta en la
defensa colectiva de los derechos de todos; de la que se
multiplica en el cumplimiento conjunto de los deberes comunes.
Esa es la que debería
predominar en las relaciones sociales que nos rigen hoy en
día.
Se refiere a una igualdad activa, brotada del seno de la
acción conjunta, del compromiso colectivo, de manos y
espíritus unidos arando
juntos, construyendo juntos, creando juntos, pensando juntos, y,
además, dentro de la que cada uno es tal cual es y aporta
a los demás en la medida
de sus capacidades.
En consecuencia, se trata de una igualdad concebida como
condición para el desarrollo de
la individualidad, porque con su accionar potencia la
realización del individuo. Le abre espacios para que en
ellos exprese su capacidad de "dar" y, por ende, de amar.
Se trata de una igualdad que se nutre y enriquece de las
infinitas diferencias que la conforman, y que entiende las
diferencias como aportes y
no como fuentes de
antagonismo ni de segregación. Una igualdad basada en la
premisa de que cada uno, al ser un individuo diferente, entrega a
su vez
aportes diferentes, y es a partir de esa realidad que como
Humanidad crecemos.
Se basa, además, en el reconocimiento de que, por encima
de aquellos elementos en los que somos diferentes, existe un
muchísimo mayor
conjunto de factores en los que, como seres humanos, somos
semejantes. De ahí que, en cuanto se refiere a nuestros
hijos con discapacidad, aspiremos a
que se integren a una sociedad que sepa valorar las diferencias y
buscar las semejanzas. Una sociedad, pues, que acepte el hecho de
que todos somos
iguales.
Entendida de esa manera la Igualdad no significa, entonces,
uniformidad. No implica que seamos como una especie de
átomos humanos, todos
idénticos, que debemos de funcionar en masa y sin
fricciones. No es la igualdad de los autómatas ni de seres
humanos que hayan perdido su
individualidad.
Reconocer ese sentido de igualdad al que nos referimos, es decir,
igualdad en la unión, se vincula, de manera directa, con
el modelo de
sociedad al que quisiéramos que nuestros hijos
discapacitados se integraran.
En ese maniquí, en esa caricatura de ser humano que es
parido de las entrañas de una sociedad de consumos, se
pone de manifiesto un concepto
de igualdad que es la negación misma del espíritu
libre y creativo del ser humano.
Puede afirmarse que, de manera equivocada, para amplios sectores
dentro de la sociedad occidental hoy en día igualdad
significa "uniformidad"
antes que "unidad".
No es a esa sociedad de hombres y mujeres máquinas a la
que pretendemos integrar a nuestros hijos. No nos interesa que
devengan en
instrumentos de consumo.
Buscamos, en síntesis, que lleguen a ser parte de una
sociedad que sepa amar, que se ejercite constantemente en el
arte de amar,
que desarrolle
y perfeccione siempre la facultad de amar.
Y no solamente de amar a nuestros hijos, sino en un sentido
más profundo e integral: una sociedad en la que todos
sepamos hacer valedero ese
hermoso e imperecedero mandato formulado dos mil años
atrás, que nos conmina a amarnos los unos a los otros.
Sólo cuando alcancemos esa meta estaremos en capacidad
real de hacer de la sociedad un núcleo dentro del cual el
logro de la plena
felicidad sea factible. Sólo cuando lleguemos a ese
anhelado puerto podremos decir que el respeto a los Derechos
Humanos es parte integral de nuestras
normas de
comportamiento
y de convivencia social.
Porque, por otra parte, habrá que comprender que esa
igualdad, así entendida, solamente será posible si,
paralelamente, abrimos también el
espacio para que valores como
la solidaridad, la
fraternidad, la confianza mutua, el respeto recíproco, la
tolerancia,
entre otros afines, pasan
también a ser parte integral de unas nuevas reglas del
juego, de una
nueva ética que
sirva como rectora del comportamiento
entre los seres humanos.
Alcanzar esa armonía en las relaciones sociales se trata
ciertamente de un sueño, pero quizás no de una
utopía. O, si se quiere, se
trata de una utopía realizable, de una misión a
la cual vale la pena consagrarse y por cuyo logro el tiempo, los
recursos, los
esfuerzos y
sacrificios que destinemos estarán bien invertidos.
Porque, naturalmente, tampoco podemos cruzarnos tranquilamente de
brazos a esperar que, por generación espontánea, un
día cualquiera brote de
la noche a la mañana esa sociedad ideal a la que he hecho
referencia.
A ella tenemos que llegar tarde o temprano, pero alcanzarla
supone la puesta en marcha de un proceso.
Y dentro ese proceso de transformación de los valores,
de la ética
social, cada uno de nosotros puede, si así lo desea,
constituirse en actor,
puede ser sujeto protagónico. A cada uno de nosotros, si
somos conscientes y actuamos en concordancia con los dictados que
emanan de nuestra propia
conciencia, nos compete la misión de
ir desbrozando el camino que conduce hacia ese modelo de sociedad
superior a la precedente y que tenemos que
construir para nuestros hijos, tengan o no discapacidad.
Y, al igual que ocurre con todo proceso, si queremos que tenga
posibilidades de éxito, tiene que partir de la realidad.
Tiene que asumir la
realidad como su punto de partida y el transformarla de manera
positiva debe de ser su punto de llegada, su meta superior. Es
decir, hablo de un proceso
que nace de la realidad para transformarla.
Además, de un proceso que se ejecuta a través de la
acción conjunta de todos los que, por su libre voluntad,
se quieran sumar a sus
filas, dentro de las cuales encontrarán espacios de
auténtica participación, lo que implica que se
participará en un marco de igualdad, de libertad y
de
fraternidad.En síntesis, forjar una sociedad en la que los
Derechos Humanos formen parte natural de las normas de conducta que
rigen nuestro
comportamiento, implica el promover un proceso de cambio en
distintos órdenes que, partiendo de la realidad, fomente
la participación de todos
para construir un mundo cada vez mejor, más digno de
llamarse humano.
La verdadera participación, es decir, aquella que abre
espacios al ámbito de la toma de
decisiones, además que un método,
debemos asumirla como
un principio. Sin el fomento de una participación real
difícilmente podrán alcanzarse las hermosas metas
inherentes a la Declaración Universal de los
Derechos Humanos.
Si no hacemos de la genuina participación una actitud
constante ante la vida, estaremos restándole posibilidades
a la plena integración de
la familia y a
la de ésta en el entorno de la comunidad en la
que se desenvuelve.
El promover la participación en todos los teatros del
quehacer humano, entonces, debemos asumirlo en calidad de algo
superior a una simple
tarea. Tenemos que apropiárnoslo como un valor eterno,
como parte de una ética que, aunque no es nueva por cuanto
tácitamente ha estado presente a
todo lo largo de la Historia de la especie humana, en esta
época actual, en los albores de un nuevo siglo, parece que
la hemos olvidado.
En nuestro mundo occidental, a pesar de la prédica
democrática, el concepto de
participación hemos venido confundiéndolo con el
de
manipulación. En ocasiones hemos llegado a creer que,
porque la gente está allí en donde la
queríamos tener, podemos decir que está
participando. Y eso
es un error de no pocas consecuencias. Para participar, no basta
estar ahí, ni, mucho menos, si estamos ahí
compulsados por alguna razón distinta a la
fuerza que
nace de nuestra conciencia o debido a las necesidades que
determina nuestra realidad particular.
La participación, para que sea real, tiene que ser
voluntaria. El condenado, colocado ante el pelotón de
fusilamiento, de seguro que es
sujeto
protagónico del momento, pero también puede
afirmarse que está allí en contra de su voluntad y
que, en lugar de estar de pie en angustiosa espera
de una segura muerte,
preferiría mil veces estar al lado de los suyos.La
participación, para que sea auténtica, tiene que
responder a lo
que quienes participan piensan y sienten. Aquel que actúa
en contra de su propio pensamiento o
que, con su quehacer, violenta los dictados de su
sentir o de su conciencia, termina constituido en un triste
autómata y jamás se realizará en su
condición de ser humano.
Habrá que partir, entonces, de que la
participación, entendida en términos de cada
individuo, tiene niveles diferenciados. Para cada ser
humano existen diferentes planos en los que puede desarrollar su
participación. Pero todos podemos abrirnos un espacio, una
posibilidad real
de participar si así nos lo proponemos. Las Personas con
Discapacidad, los Padres de Familia, las instituciones estatales,
los organismos
no-gubernamentales, los grupos de amigos
o los individuos amigos de la persona con discapacidad, todos
tenemos cabida, si encontramos las fórmulas
para que se aúnen las distintas voluntades, las distintas
capacidades y las distintas posibilidades. Obviamente, si
logramos, también, un amplio nivel
de coincidencia alrededor de intereses comunes.
Trabajo enviado por:
Amauris Rafael German Polanco
amaurig[arroba]hotmail.com