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Un modelo de personalidad para la formación de valores en la educación superior




Enviado por eortiz






    2. El enfoque teórico sobre la
    personalidad.

    3. La autorregulación de la
    personalidad

    4. La autorregulación moral de la
    personalidad

    5. Un modelo de personalidad en la
    educación superior


    6. Los principios para la
    educación de la
    personalidad

    7. Exigencias de la clase universitaria
    contemporánea

    8.
    Conclusiones

    9. Referencias
    bibliográficas

    1. Introducción

    Un problema acuciante en la educación superior
    contemporánea es la necesidad de estimular el desarrollo de
    un modelo de personalidad que sea a la vez general y particular,
    factible de formar en todos los educandos, sin obviar las
    diferencias individuales que siempre existirán en cada
    alumno, de acuerdo con los contextos socioculturales donde se
    produce el proceso de
    enseñanzaaprendizaje y que
    refleje los valores
    fundamentales sobre los cuales se debe sustentar la sociedad
    contemporánea.

    Precisamente, el objetivo de
    este trabajo es realizar algunas reflexiones de carácter
    teórico y metodológico en el campo de la
    psicopedagogía que contribuyan a la propuesta de un modelo
    de personalidad factible de formar en los estudiantes
    universitarios y que viabilice la labor docente-educativa en las
    universidades, de acuerdo con los valores fundamentales que deben
    caracterizar a un profesional de nivel superior. El análisis parte ante todo de una
    fundamentación de la
    personalidad como categoría psicológica y de su
    educación como problema crucial de la pedagogía.

    2. El enfoque
    teórico sobre la personalidad
    .

    Antes de iniciar cualquier valoración sobre la
    formación de la personalidad es un requisito
    científico indispensable la adopción
    de una posición teórica sobre ella, a partir de las
    múltiples concepciones existentes y desde las posiciones
    de lo más valioso del pensamiento
    psicopedagógico de orientación humanista. En aras
    de la síntesis las ideas principales serán
    expuestas a continuación:

    • La personalidad constituye la expresión
      superior del mundo subjetivo del hombre que
      adquiere un carácter histórico concreto.
    • La determinación social de la personalidad
      nunca será directa ni inmediata, pues las influencias
      ocurren por múltiples vías y a través de
      las características individuales del propio
      sujeto, es decir, a través del prisma de su
      subjetividad.
    • El proceso formativo de la personalidad se expresa
      en el comportamiento del sujeto mediante la
      exteriorización conductual de sus cualidades internas
      (subjetivas). Es pertinente aclarar que la conducta
      es un elemento importante que refleja el nivel de desarrollo
      de la personalidad, pero no de manera absoluta porque se
      puede simular, por lo que es necesario no limitarse solamente
      a ella como indicador de desarrollo, teniendo en cuenta que
      no es la personalidad la que actúa sino el sujeto con
      un carácter intencional.
    • Detrás de esas manifestaciones externas y
      concretas de la personalidad están las regularidades
      cualitativas formadas sistemáticamente aunque no
      siempre habrá una relación directa y
      unívoca entre ellas por lo expresado
      anteriormente.
    • Por su importancia en la vida del hombre la
      personalidad se erige, a la vez, en una categoría y en
      un principio cuya esencia radica en que todo proceso o
      elemento subjetivo está necesariamente implicado en
      síntesis reguladoras más complejas, o sea, que
      nada dentro de la personalidad se encuentra ni funciona
      aisladamente, sino en relación y en dependencia del
      resto de los demás fenómenos
      subjetivos.
    • Como organización estable y sistémica
      de los contenidos y funciones
      psicológicas que caracterizan la expresión
      integral del sujeto, determina la regulación y
      autorregulación del comportamiento.
    • Dentro de la función autorreguladora de la
      personalidad existen diferentes niveles, de los cuales el
      superior es aquel en que el sujeto participa de forma
      consciente y activo en la determinación de su
      comportamiento, mediante sus reflexiones y elaboraciones
      personales, imprimiéndole un sentido personal a
      sus acciones y
      orientada por objetivos
      que trascienden la situación presente.

    3. La
    autorregulación de la personalidad
    .

    De manera que el concepto de
    autorregulación resulta central en esta concepción
    teórica sobre la personalidad, la cual plantea la
    necesidad de concebirla como un sistema
    autorregulado (A. Minujin y R. Avendaño, 1988, 1989 y
    1990), donde todos los elementos funcionan de forma integrada y
    adquiere cualidades específicas en cada persona. Otros
    autores como J. Conil y A. Domingo, 1993, se refieren a la
    autonomía de la personalidad desde una posición
    ética,
    que en esencia es lo mismo.

    La estructura
    sistémica de la personalidad se mantiene a lo largo de la
    vida, pero sufriendo cambios cuantitativos y cualitativos en las
    diferentes etapas de su ontogenia. Las nuevas adquisiciones
    psicológicas se van integrando
    dinámicamente.

    Dentro de esta concepción se revela el complejo
    mundo motivacional del hombre y su afectividad en las diferentes
    facetas de su vida, así como la autorregulación en
    la esfera moral,
    núcleo decisivo en la formación de la personalidad,
    pues la fisonomía moral constituye la base sobre la que se
    erige el resto de la vida psíquica y social de las
    personas.

    4. La
    autorregulación moral de la
    personalidad

    La moral, como forma de la conciencia
    social, no solo es objeto de reflexión filosófica,
    sino psicológica también por la existencia de
    mecanismos subjetivos que determinan la conducta del hombre, de
    acuerdo con las normas sociales
    imperantes, sin pretender establecer una correspondencia
    unívoca entre moral predominante y conducta
    personal.

    Se puede afirmar que en el centro de la personalidad
    están los valores
    morales que ha interiorizado como resultado de la
    educación y traducido en cualidades que regulan su
    conducta. Antes de que en el hombre
    cristalice su posición política e
    ideológica, debe haber una posición
    ético-moral más o menos consciente.

    Por la importancia de este problema, varios autores se
    han dedicado a investigarlo, desde una óptica
    psicológica y con resultados concretos. Por ejemplo, F.
    González (1982a, 1982b, 1982c, 1983 y 1989) ha considerado
    el nexo entre la regulación moral con el desarrollo
    integral de la personalidad, la inserción del ideal moral
    en el sistema regulador de ella, aclarando que el ideal efectivo
    no puede ser una sumatoria de cualidades o atributos referidos a
    un modelo y que este ideal moral constituye una formación
    psicológica significativa en el proceso autoeducativo del
    hombre.

    Aclara este autor que la educación moral (1985)
    no debe estar en la transmisión de contenidos y valores
    estándares, sino en el proceso de configuración
    conjunta con el educando, de un sistema de valores personalizados
    portadores de un sentido moral para él, realmente
    vivenciado y asumido, lo que conduce a la diferenciación
    individual en la apropiación de la moral. Y
    plantea como exigencias a la personalización de los
    valores que:

    1. No se agotan en las conductas ni en las expresiones
      intencionadas del sujeto. No pueden limitarse a la simple
      reflexión del educando sobre problemas
      actuales, cotidianos de orden moral.
    2. Se forma en la
      comunicación interpersonal por su racionalidad y
      afectividad.
    3. Implica la congruencia de los nuevos valores que se
      desean educar con una racionalidad individualmente asumida.
      El cambio
      brusco de valores crea inseguridad, escepticismo e
      incredulidad.

    Además, este autor se ha referido a la
    inexistencia de una relación lineal entre el plano
    valorativo-reflexivo con el comportamiento concreto, existiendo
    al respecto relaciones complejas y mediatizadas por
    múltiples factores, pues la efectividad de la
    regulación moral es sumamente compleja, así como a
    no establecer una falsa contraposición entre
    individualismo y colectivismo en la actuación.

    En cuanto al debate actual
    sobre la formación de valores en la sociedad cubana
    F.González (1996) planteó que la comunicación es sustancial, no como
    instrucción, orientación o transmisión, sino
    como comunicación dialógica real, donde se cree un
    espacio común en las partes que intervienen y compartan
    necesidades, reflexiones, motivaciones y errores.

    Por otra parte, también O. González (1982)
    plantea que regular el comportamiento de acuerdo con las normas
    morales fundamentales constituye el nivel superior de
    regulación, así como que la autorregulación
    necesita de un enfoque ontogenético para comprenderlo
    mejor en la unidad de los componentes cognitivos, afectivos y
    motivacionales.

    Además, otros investigadores han trabajado en
    esta dirección con resultados similares,
    complementarios y con aportes en diferentes edades (O.
    Kraftchenko, 1987 y M. Sorín, 1982; 1987) dentro de las
    condiciones concretas de Cuba.

    Existen dos autores clásicos en los estudios
    psicológicos del desarrollo moral: J. Piaget (1974)
    y L. Kohlberg (1992), los cuales le han conferido un enfoque
    cognitivo estructural al estudio del desarrollo moral del hombre
    y propusieron la idea del tránsito en la ontogenia del
    estadio heterónomo al estadio autónomo, lo cual
    coincide plenamente con el criterio de la autorregulación
    moral como el nivel superior de la autorregulación de la
    personalidad.

    Otro estudioso de este problema L. Pantoja (1993) aborda
    la unidad entre la educación y la autorregulación
    en la relación existente entre la conducta moral y el
    autocontrol. Es precisamente la educación – de
    acuerdo con este autor – lo que permite que la persona
    transite de un heterocontrol a un autocontrol (de una
    heteronomía a una autonomía). Y que la
    autorregulación no debe ser un fin en sí misma,
    pues conduciría al individualismo y al subjetivismo, sino
    un medio para lograr el fin de la educación moral: que no
    se autorregule per se, sino que adquiera los valores o principios
    morales que les sirven de base para autodirigir responsablemente
    su conducta.

    Este mismo autor abunda sobre las diferencias entre el
    autocontrol y la autorregulación, confiriéndole a
    este último un contenido más abarcador, complejo y
    que incluye al otro. Detrás de la autorregulación
    está la potenciación del yo en cuanto a su
    autonomía, libertad,
    independencia,
    autodeterminación y responsabilidad para dirigir la propia vida
    conforma a sus principios personales.

    De esta revisión se constata la existencia de un
    consenso en cuanto al valor de la
    autorregulación y del juicio moral y su importancia en la
    educación de la personalidad, como base para un desarrollo
    óptimo e independiente dentro del entorno social, estando
    la universidad
    responsabilizada con su consolidación de manera organizada
    y sistemática, de acuerdo con el nivel de desarrollo
    precedente del educando. Pero para lograr este empeño se
    requiere partir de un modelo de personalidad que viabilice este
    proceso educativo.

    5. Un modelo de
    personalidad en la educación superior

    De acuerdo con los presupuestos
    anteriores el modelo debe descansar en un conjunto de cualidades
    morales de valor social nacional y universal, acorde con las
    particularidades de la época y de nuestras tradiciones
    más autóctonas. Los valores tienen un
    carácter supraindividual porque adquieren
    significación en el ámbito de toda la sociedad y al
    arraigarse en el educando se convierten en cualidades de la
    personalidad, sin pretender que exista una paridad absoluta entre
    cualidad y valor, pues un valor puede quedar reflejado en una o
    en varias cualidades y viceversa. Aunque los valores poseen un
    contexto histórico y cultural en el cual se desarrollan,
    existe cierto consenso en cuanto a los más importantes,
    por ejemplo, la investigadora A.Delgado (1998) considera que los
    valores deseables en los alumnos universitarios son, entre otros,
    la responsabilidad, la libertad y la independencia, lo que
    refleja coincidencias con otros autores de habla
    hispana.

    Las relaciones entre los valores y las cualidades de la
    personalidad constituye un problema de carácter
    teórico que requiere de un análisis cuidadoso al
    estar muy vinculados sin llegar a identificarlos. Se parte de las
    tres dimensiones de los valores propuesta por R.Favelo (citado
    por R. Sánchez Noda, 1998), específicamente de la
    segunda, referida a la percepción, al significado y a la
    valoración de las condiciones objetivas en cada uno de los
    hombres en la sociedad, en el cual están los elementos
    psicológicos de este fenómeno, pues no basta con
    que el valor sea conocido por las personas, sino que tiene que
    convertirse en objeto de reflexión, vincularlo con su vida
    cotidiana en sus relaciones con los demás y con su
    concepción del mundo para que tome cuerpo como cualidad de
    la personalidad.

    Cuando los valores llegan a regular la conducta de las
    personas, no desde fuera, sino desde dentro
    (autorregulación), se puede afirmar que son cualidades de
    la personalidad, lo que implica un nivel de autoconciencia
    relativamente alto sobre ellos y un sentido personal para el
    sujeto. Cuando esto no ocurre los valores pueden ser conocidos
    por parte de los educandos y llegar a cierto nivel de
    regulación, pero externo, de acuerdo con el contexto
    social inmediato en que se encuentren inmersos, y cuando las
    condiciones varíen, o no exista la presión social
    acostumbrada, cambiará sensiblemente la conducta y se
    demostrará la inexistencia de tales convicciones en la
    personalidad (C.Álvarez, 1998).

    Desde el punto de vista educativo es muy importante
    conocer los criterios íntimos de los educandos, sus
    razonamientos, criterios, dudas, opiniones y temores, pues solo
    sabiendo cómo piensa cada alumno se puede contribuir en su
    formación. El criterio de existencia de determinada
    cualidad de la personalidad nunca será solamente por la
    constatación de una conducta más o menos reiterada,
    por verbalizaciones socialmente aceptadas (repeticiones de frases
    clichés) o por las aceptaciones unánimes de
    propuestas masivas, pues muchas veces están determinadas
    externamente por presiones grupales y no por criterios
    internos.

    Aunque difícil no es imposible la
    constatación de dichas cualidades, pero sobre la base de
    un estudio integral y continuado de la persona, de una
    comunicación íntima, reflexiva y sistematizada con
    ella, así como con la fuerza del
    ejemplo personal, ya que además de la persuasión,
    la imitación como mecanismo y medio
    socio-psicológico de influencia, juega un papel
    educativo importante. Si los profesores no son portadores de esas
    cualidades es imposible que las estimulen en sus alumnos. Los
    educandos necesitan de la concreción de este modelo en
    personas que para ellos signifiquen un paradigma del
    profesional que ellos quisieran ser, de lo contrario se
    quedarían en el vacío de la verbalización
    abstracta e improductiva de un modelo inalcanzable por lo alejado
    de su experiencia vital.

    Entre las cualidades más importantes
    están:

    • El colectivismo.
    • La perseverancia.
    • La honestidad-honradez
      (sinceridad-franqueza).
    • El humanismo
      (sensibilidad-compasión bondad).
    • La dignidad (seriedad-decoro).
    • La austeridad.
    • La solidaridad.
    • La disciplina
      (cumplimiento-organización).
    • La laboriosidad.
    • El patriotismo.
    • La sencillez.
    • La independencia (integridad-autonomía). El
      autocontrol.
    • La delicadeza
      (cortesía-ternura).
    • Entusiasmo (pasión).
    • El activismo (diligencia-dinamismo).
    • El criticismo
      (crítico-autocrítico).
    • La autoestima.

    Cada cualidad puede fomentarse por separado, a partir de
    su conocimiento
    preciso, de la discusión y el debate colectivo en las
    aulas, de manera que se promueva lo que L. Kolhberg (1992)
    denomina el juicio moral. Este autor propone tres niveles del
    desarrollo del juicio moral que posee valor teórico y
    metodológico para la labor educativa:

    1. Nivel preconvencional.
    2. Nivel convencional.

    3. Nivel posconvencional.

    Los investigadores M.Crispín, L.García,
    S.Noguez y H.Patiño (1998) parten de estos niveles para
    estudiar el desarrollo del juicio moral en los estudiantes
    universitarios, y consideran que este se produce de acuerdo con
    un orden lógico (enfoque cognitivo del desarrollo moral)
    en la que las estructuras
    formales poseen carácter universal, aunque en cuanto a su
    contenido es relativo a cada cultura, por
    lo que la moral es un proceso constructivo por parte del sujeto.
    De acuerdo con sus investigaciones
    consideran que la mayoría de los individuos reflejan un
    estado
    más elevado de pensamiento lógico que de
    razonamiento moral.

    Valoran que el juicio moral es un factor decisivo en la
    conducta moral y se desarrolla mediante la provocación de
    conflictos
    cognitivos (problemas morales hipotéticos), por lo que
    consideran necesario general estrategias e
    instrumentos de evaluación
    que promuevan la formación del pensamiento crítico,
    como base para un mayor desarrollo y madurez moral, situaciones
    de aprendizaje en los que el alumno tenga que ejecutar su
    capacidad de juicio y tome decisiones. Los profesores deben
    plantearse objetivos de aprendizaje que procuren el desarrollo de
    habilidades de pensamiento complejo.

    En las condiciones sociales cubanas las investigadoras
    A.Minujin y R. Avendaño (1988 y 1990) demostraron
    experimentalmente la formación y desarrollo de cualidades
    morales, a partir de la definición de cada una en sus
    determinaciones esenciales y su concreción en las
    condiciones singulares del aula. Aunque esta experiencia no fue
    desarrollada en la educación superior, aporta elementos
    valiosos para su posible adecuación a este nivel de
    enseñanza.

    Esta estrategia de
    formar las cualidades por separado constituye un enfoque
    analítico, el cual se sustenta en la relativa
    independencia de cada una, pero limitarse a él en la
    educación de las cualidades morales provocaría la
    violación inmediata y flagrante de la concepción de
    la personalidad como principio, anteriormente analizado, y a no
    buscar la integración de dichas cualidades dentro de
    un sistema autorregulado, por lo que se impone la
    aplicación complementaria del enfoque sistémico que
    busque las relaciones internas entre ellas, al no estar tan
    desvinculadas entre sí, pues la aparición de una
    estimula el desarrollo de otras, y de manera contraria, la
    ausencia o el poco desarrollo de una repercute en la inexistencia
    de otras.

    Es, por tanto, una tarea científica de primer
    orden precisar con certeza la condicionalidad interna entre las
    cualidades de la personalidad y llevarlo a la práctica
    educativa sistemática en las universidades.

    Este modelo de personalidad, basado en cualidades
    morales es el que debe usarse como paradigma en la
    educación desde los primeros grados hasta el tercer nivel
    de enseñanza, con las necesarias adecuaciones de acuerdo
    con el desarrollo ontogenético de la personalidad y
    añadirle, además, aquellas cualidades de
    carácter instructivo, relacionadas con determinados
    conocimientos, hábitos y habilidades que le confieren el
    carácter profesional al modelo en dependencia de la
    carrera. Cuando el estudiante ingresa a la universidad debe
    enriquecerse el modelo con aquellas cualidades específicas
    que tipifican o caracterizan a un profesional universitario, como
    por ejemplo, las cualidades:

    • Comunicativas.
    • Creativas.
    • Amor por la profesión.
    • Observador
    • Perspicaz.
    • Estudioso.
    • Investigador.
    • Optimista.
    • Organizado.

    Dentro del proceso de perfeccionamiento curricular en la
    educación superior estas cualidades han tomado cuerpo de
    una forma u otra en el diseño
    de planes y programas de
    estudio, aunque no siempre con la debida coherencia, en documentos
    estatales con diferentes denominaciones: profesiograma, perfil
    del egresado, diseño de la carrera y en ocasiones sin la
    combinación armónica de los enfoques
    analítico y sintético, y sin un sistema coherente
    de principios para la educación de la personalidad que
    sustente dicho modelo para que facilite el éxito del
    proceso educativo.

    6. Los principios para
    la educación de la personalidad

    La delimitación de principios integradores para
    educar la personalidad constituye un tema controvertido que
    presenta disímiles criterios por parte de los autores sin
    llegar todavía a un consenso. Ante esta situación
    se desarrolló una experiencia interesante al proponer un
    sistema de principios los profesores E. Ortiz y M. Mariño
    (1994), como parte de un trabajo
    científico-metodológico que, sin rechazar los
    principios propuestos por otros autores y tradicionalmente
    aceptados, los reorganizaron y lo enriquecieran para facilitar
    una labor educativa integral, acorde con el modelo de
    personalidad adoptado.

    La propuesta parte de un enfoque personológico,
    al considerar como elemento esencial del proceso
    docente-educativo la personalidad del alumno. Es la persona lo
    decisivo en la educación, por lo que deberá ser
    punto de partida y de llegada. Los tres primeros principios son
    los más generales y lo aporta la psicología porque
    constituyen regularidades subjetivas e incluyen categorías
    psicológicas fundamentales: la personalidad, lo cognitivo,
    lo afectivo, la actividad y la comunicación. A
    continuación le siguen otros principios menos generales
    que se derivan de los anteriores y poseen un carácter
    más pedagógico.

    Estos principios están organizados de manera
    jerárquica de acuerdo con la estrecha relación
    existente entre ellos, pues el cumplimiento de uno favorece y
    coadyuva la aplicación de otros y la violación o el
    desconocimiento de alguno condiciona e influye en el
    incumplimiento del resto. En la realidad educativa todos giran
    alrededor de la personalidad del educando y se concentran
    integralmente a él, de ahí su interdependencia y
    unidad. Aunque no son identificables por su contenido hay que
    considerarlos en un sistema donde cada uno juega una determinada
    función dentro del todo (la personalidad) y a la vez
    interactúan entre sí. El papel rector lo juega el
    principio de la personalidad por ser el de mayor generalidad y
    ser el resto una manifestación peculiar de él en
    diferentes esferas del proceso docente-educativo.

    De manera esquemática pueden ser representados de
    la siguiente manera en un orden jerárquico: objetivo de
    facilitar su aplicación práctica a cada principio
    se le adjuntaron varias recomendaciones concretas para su
    aplicación consecuente en el proceso docente-educativo
    (que se incluyen en un anexo al final), las cuales fueron
    utilizadas por varios profesores encargados de su
    ejecución con resultados alentadores. Sin embargo, la
    realidad demostró la pertinencia de complementar mejor
    dichas recomendaciones desde la clase, por lo que fue necesario
    confeccionar las exigencias que debe tener la clase
    contemporánea en la educación superior.

    7. Exigencias de la clase
    universitaria contemporánea

    Existe amplia unanimidad en el papel determinante de la
    clase para lograr la educación de la personalidad, pues
    constituye la actividad en que se concreta el proceso
    docente-educativo en su esencia, las actividades extraescolares y
    extradocentes poseen un carácter complementario y nunca
    podrán sustituirla. Con este fin se desarrolló un
    trabajo científico-metodológico por E.Ortiz y
    M.Mariño (1995) dirigido a proponen dichas exigencias sin
    negar ni sustituir los propuestos y utilizados de manera
    tradicional, sino reorganizarlas y enriquecerlas para adecuarlas
    a las condiciones contemporáneas, con una relación
    explícita a los principios para la educación de la
    personalidad, prever tanto las acciones de enseñanza del
    profesor como las acciones de aprendizaje del alumno, así
    como contribuir a la preparación metodológica del
    profesor y utilizarlo como indicadores
    por parte de los que controlen clases.

    En toda clase universitaria contemporánea debe
    lograrse:

    .- Un enfoque político-ideológico
    definido, así como un nivel científico actualizado,
    acorde con el contenido que se imparte y con el nivel de
    enseñanza que se trabaje. Se ubica en primer lugar con
    toda intención porque en los momentos actuales no deben
    considerarse como dos realidades dicotomizadas lo
    político-ideológico y lo científico, sino
    dos exigencias que deben complementarse. Cada una de manera
    aislada no permite satisfacer la intención actual de
    reafirmar el carácter socialista y comunista en la
    formación de las nuevas generaciones, donde valores como
    el patriotismo y el antimperialismo ocupan un lugar cimero, junto
    con la laboriosidad, responsabilidad y honestidad, entre
    otros.

    2.- Una comunicación y una actividad conjunta
    profesor-alumno, alumno-alumno, profesor-(sub)grupo y
    alumno-(sub)grupo que estimulen la
    motivación y la cognición durante todo el
    proceso.

    3.- Un aprendizaje participativo que propicie la
    construcción de los conocimientos y el
    desarrollo de hábitos y habilidades en un contexto
    socializador, donde el profesor juegue un papel fundamental de
    mediación pedagógica como dirigente del proceso,
    así como el desarrollo de cualidades y valores en la
    personalidad. El contenido de la clase debe explotarse a partir
    de sus potencialidades reales en función de una didáctica de los valores, pero que no se
    agota en la clase.

    4.- Una estimulación de la inteligencia y
    la creatividad,
    concebidas como un proceso de la personalidad.

    5.- La atención a la diversidad que se produce en
    el proceso de enseñanza y de aprendizaje durante todos los
    momentos de la clase.

    6.- Una incitación a la actuación
    consciente e independiente de los alumnos en la actividad
    cognoscitiva y el deseo de autosuperación.

    7.- Un vínculo con la profesión y con la
    experiencia de los alumnos, a través del trabajo con
    tareas que se derivan de los problemas profesionales que debe
    resolver en su esfera de actuación.

    8.
    Conclusiones

    De manera que para lograr una labor educativa efectiva
    en la formación de valores en la educación superior
    es necesario la determinación de un modelo de personalidad
    que los incluya como cualidades morales y que parta de la
    concepción teórica que concibe a la
    autorregulación moral como el nivel superior de desarrollo
    de la personalidad. Sin embargo, desde el punto de vista
    metodológico es necesario partir de un sistema de
    principios pedagógicos que le brinde coherencia a este
    modelo y que se concreten desde el aula, de acuerdo con
    determinadas exigencias específicas a toda clase
    contemporánea.

    Es obvio que estas reflexiones teóricas y las
    recomendaciones metodológicas que de ellas se derivan
    necesitan de su contextualización y adecuación
    correspondiente a las situaciones irrepetibles de cada aula
    universitaria, por lo que es imprescindible la iniciativa y la
    flexibilidad de cada profesor en su labor docente-educativa
    cotidiana, así como de su enriquecimiento y
    adecuación, pues la práctica educativa
    seguirá siendo el criterio de la verdad en la
    formación de los profesionales que demanda la
    sociedad cubana en esta época.

    Resumen:

    La necesidad de la educación de valores
    éticos constituye un problema de amplia connotación
    en la comunidad
    iberoamericana, lo que se manifiesta en la gran cantidad de
    publicaciones sobre el tema, sin embargo, con frecuencia los
    enfoques quedan en el plano teórico solamente por falta de
    propuestas metodológicas que profundicen en el cómo
    contribuir a formarlos. Precisamente, el objetivo de este trabajo
    es realizar algunas reflexiones de carácter teórico
    y metodológico en el campo de la psicopedagogía que
    contribuyan a la propuesta de un modelo de personalidad factible
    de formar en los estudiantes universitarios y que viabilice la
    labor docente-educativa en las universidades.

    9. Referencias
    bibliográficas

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      II Taller Nacional sobre Trabajo
      Político-Ideológico en la Universidad. MES.
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      autorregulado de influencias educativas,. Revista de
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      Revista Documentación Social, (93), Oct.-Dic., España,
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      desarrollo moral en la sociedad socialista. En Algunas
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      Habana, 1983.
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    • MINUJIN, A. y AVENDAÑO, R. Hacia una escuela
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      1988.
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    • ORTIZ, E. y MARIÑO, M. ¿Cómo
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      Instituto Superior Pedagógico "José de la Luz y
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    • SORÍN, M. Desarrollo de actitudes
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      escolares cubanos. En Algunas cuestiones del desarrollo moral
      de la personalidad. Editorial Pueblo y Educación, La
      Habana, 1982.
    • SORÍN, M. Algunas experiencias
      psicológicas acerca del papel del arte en el
      desarrollo de la personalidad. En Investigaciones de la
      personalidad en Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La
      Habana, 1987.

     

     

    Autor:

    Emilio Ortiz Torres

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