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El tabernáculo y sus utensilios (sus significados)




Enviado por jusahu



    Indice
    1. El
    Altar de Bronce (Exodo
    27:1-8)

    2. La Fuente de Bronce (Exodo 30:17-21;
    38:8)

    3. La Mesa de los Panes de la Proposición
    (Exodo 25:23-30; Levítico
    24:5-9)

    4. El Candelero (Éxodo 25:31-40;
    Levítico 24:1-4; Números
    8:1-4)


    6. El Arca (Exodo
    25:10-22)

    7. El Propiciatorio (Exodo
    25:17-21

    8. Contenido del Arca (Hebreos
    9:4)

    1. El Altar de Bronce
    (Exodo 27:1-8)

    Es el primer objeto que se encontraba al entrar al
    atrio. Sus dimensiones eran: 5x5x3 codos, de manera que era
    cuadrada, símbolo que recuerda el alcance universal del
    Sacrificio de la Cruz (4 vientos, 4 puntos cardinales, etc.). El
    altar es una figura de Cristo (madera de
    acacia, o de Sittim), pero de Cristo como objeto de juicio de
    Dios sobre el pecado (bronce) (ver Números
    16:36-40).

    La
    finalidad esencial del altar era la de ser el lugar donde se
    ofrecía los sacrificios y se vertía la sangre, la
    única que hacía expiación sobre el altar por
    las almas (Levítico 17:11; ver también Hebreos
    9:22: n2"Sin derramamiento de sangre no se hace remisión).
    El altar nos habla de Cristo; los sacrificios nos hablan de
    Cristo, el sacerdote nos habla de Cristo. El conjunto de lo que
    sucedía en el altar nos presenta la cruz. Dos verdades
    fundamentales se desprenden del altar de bronce y de los
    sacrificios que eran ofrecidos en él.

    1. La necesidad de la sangre para quitar el pecado. Esta
      verdad es puesta en evidencia desde Génesis hasta
      Apocalipsis: "La paga del pecado es muerte"
      (Romanos 6:23); la sangre derramada nos habla de la muerte
      del culpable o de una víctima ofrecida en su lugar. No
      hay otro medio para quitar el pecado de delante de
      Dios;
    2. La doctrina esencial de la sustitución:
      según el pensamiento
      de Dios, una víctima sin defecto puede ser ofrecida en
      lugar del culpable, tal el carnero ofrecido en lugar de Isaac
      (Génesis 22), o el cordero de la Pascua que murió
      en lugar del primogénito (Exodo 12). "Cristo
      padeció una sola vez por los pecados, el justo por los
      injustos" (1 Pedro 3:18); "al que no conoció pecado, por
      nosotros lo hizo pecado" (2 Corintios 5:21).

    La rejilla de bronce del altar, la que soportaba el
    fuego del juicio, nos recuerda también a Cristo, quien
    pasó a través del fuego del juicio de Dios. Al ser
    así sondeado en todo su ser, no manifestó
    más que sus propias perfecciones.

    Los sacrificios eran ofrecidos sobre el altar:
    holocausto, ofrendas
    vegetales, sacrificios de peces,
    sacrificios por el pecado o por la culpa (Levítico Caps. 1
    al 7).

    Detengámonos un momento en el sacrifico por el
    pecado, tal como es presentado en Levítico 4:27-35. He
    aquí un ejemplo de un israelita que, habiendo desobedecido
    uno de los mandamientos de Jehová, "se hiciere culpable"
    (V.M), y que luego consiente de su pecado. Es el Espíritu
    Santo el que convence de pecado por medio de la Palabra. Durante
    mucho tiempo un
    hombre puede
    permanecer indiferente a los pecados que cometió,
    así como también a su estado de
    pecado delante de Dios, pero llega un momento en que, en su
    gracia, Dios interviene por medio de su Espíritu para
    producir en él ese sentimiento de culpabilidad.
    ¿Qué debe hacer entonces? El israelita
    debía: "traer su ofrenda" una cabra o un cordero sin
    defecto (v. 28,32). No bastaba saber como debía proceder
    para que el pecado fuese perdonado, sino que era preciso traer
    efectivamente una ofrenda: Ir a buscar en su rebaño un
    animal sin defecto y atravesar todo el campamento para conducirlo
    hasta la puerta del atrio para llevarlo al altar. Llegado
    ahí, el israelita debía poner su mano sobre la
    cabeza del sacrificio, colocando así sobre esta
    víctima inocente y sin defecto, el pecado del cual se
    había reconocido culpable. Luego, él mismo
    debía degollar la víctima. Es preciso que un o
    personalmente a la cruz, que reconozca su pecado, que acepte que
    este haya sido llevado por la Víctima santa, "sin mancha y
    sin contaminación" (1 Pedro 1:19), castigada
    por el juicio de dios en lugar del pecador.

    El Sacerdote tomaba la sangre de la víctima, la
    ponía sobre los cuernos del altar y vertía el resto
    al pie del altar; luego quemaba la grasa y hacía
    propiciación por el culpable. Este sacerdote nos habla de
    Cristo, quien lo hizo todo por la purificación del
    pecador. La Palabra declara entonces formalmente en dos
    ocasiones: "y será perdonado" (v.31 y 35). El israelita
    podía volver a su tienda con la seguridad de
    haber sido perdonado, no porque sintiera algo en sí mismo,
    sino porque estaba escrito en la Palabra inspirada: "Y
    será perdonado". Igualmente hoy, la obra de Cristo nos da
    la seguridad de la Salvación, pero es la Palabra de Dios
    la que nos da la certidumbre de ello: "El que cree en el Hijo
    tiene vida eterna" (Juan 3:36; ver también Hebreos 10:10 y
    14). Si alguien no esta seguro de su
    salvación, tome su Biblia y bajo la mirada de Dios acepte
    lo que esta escrito y créalo.

    Para los holocaustos (Levítico 1) el israelita
    que se acercaba al altar debía también "poner su
    mano sobre la cabeza del holocausto" (v.4.). En este caso no se
    trataba de ser perdonado; aquel que traía la ofrenda ya
    estaba perdonado, pues precedentemente había tenido que
    traer un sacrificio por el pecado. Ofrecía este holocausto
    como prueba de agradecimiento y de adoración. De alguna
    manera los méritos de aquella. Dios "nos hizo aceptos en
    el Amado" (Efesios 1:6). Dios ve a los suyos en Cristo; a causa
    del holocausto que sube "a Dios en olor fragante"
    (5:2).

    2. La Fuente de Bronce
    (Exodo 30:17-21; 38:8)

    La Fuente de Bronce, cuyas dimensiones no nos han sido
    dadas, estaba situada entre el altar de Bronce y el
    Tabernáculo. No servia para ofrecer sacrificios, sino para
    lavarse en ella, lo que Aarón y sus hijos debían
    hacer cada vez que entraban al altar para ofrecer un
    sacrificio.

    En Juan 13 el Señor Jesús mismo nos
    muestra la
    significación de la Fuente de Bronce. Al celebrar la
    ultima cena con sus discípulos, Él se levanta de la
    mesa y se pone a lavar los pies de ellos. Pedro no quería
    que lo hiciese con él, pero Jesús le dice: "El que
    esta lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues todo esta
    limpio" (v.10).

    Para aquel que tiene todo el cuerpo lavado, es decir,
    que ha pasado por el nuevo nacimiento a la conversión no
    es necesario repetir lo ha sido cumplido una vez para siempre
    (Tito: 3:5); pero ocurre demasiado a menudo que el creyente, a
    causa de la carne que está aun en él, ha pecado, ha
    manchado sus pies en el camino. No se trata entonces de ser
    "convertido" de nuevo, sino de que sus pies sean lavados. El
    Señor muestra por medio de la Palabra en que se ha
    faltado; luego es preciso confesar su falta a Dios (1 Juan 1:9) y
    recordar que por ese pecado Cristo murió (véase
    también la figura de la novilla roja en Números
    19). Una vez que el rescatado lavó así sus pies,
    puede tener parte con el Señor, es decir, gozar de la
    comunión con Él. Pregunto ¿Por qué no
    practicamos en el Templo?.

    En efecto: cuando un creyente ha faltado, la
    comunión con el señor se interrumpe. No hay
    más gozo, ni gusto por la Palabra. La salvación no
    se pierde. La vida eterna está siempre allí, pero
    hay una nube. Es necesario pues, volver al Señor,
    confesarle la falta, discernir sus causas juzgándose a uno
    mismo, recordar la eficacia de sus
    sacrificios, y entonces es cuando uno es restaurado. Pero
    recordemos siempre que todos los recursos
    están a nuestra disposición para no ceder al
    pecado, tal como lo escribe el apóstol Juan: "Estas cosas
    os escribo para que no pequéis" (Juan 2:1).

    Es importante realizar cada día ese juicio de
    nosotros mismos y ese lavamiento de los pies; pero, así
    como los sacerdotes debían hacerlo antes de entrar en el
    santuario o antes de acercase al altar, es particularmente
    importante que lo hagamos, cada uno para sí, antes del
    culto y antes de tomar parte en la cena, según la
    enseñanza de 1 Corintios 11:26-32. En esos
    versículos se nos revela que cualquiera que come el pan o
    bebe la copa del Señor indignamente será culpable
    respecto del cuerpo y de la sangre del Señor. Pero no se
    agrega que a causa de la mancha del camino sea menester para
    abstenerse de la cena; al contrario, se añade:
    "pruébese cada uno así mismo, y coma así".
    Antes de entrar en el santuario, juzgarse a sí mismo,
    pasar por la fuente de bronce, y así comer. Con un
    profundo sentimiento de lo que es la gracia que, a causa
    únicamente de la obra de Cristo, nos permite acercarnos,
    se participará en el memorial de su muerte para responder
    a su último deseo.

    Descuidar el diario juicio a nosotros mismos y
    participar de la cena en tal estado nos expone a juicio del
    Señor. Así muchos en Corinto estaban
    débiles, enfermos o incluso dormían, es decir,
    estaban muertos; pero vemos en ello una enseñanza
    también moral, pues si
    dejamos de enjuiciarnos a nosotros mismos y tomamos la cena con
    ligereza (abstenerse en tal vez aún más grave),
    estaremos espiritualmente débiles, o enfermos (¡Una
    oveja enferma se aparta del rebaño!), o incluso seremos
    vencidos por el sueño espiritual (Efesios 5:14). Si tal es
    el caso, cuan importante es despertarse, "levantarse de los
    muertos" (V.M) para reencontrar la luz de la faz de
    Jesucristo.

    La Fuente de Bronce había sido hecha con los
    espejos de las mujeres que velaban a la puerta del
    tabernáculo de reunión (Exodo 38:8). Ello configura
    una doble enseñanza:

    1. Los espejos nos hablan, según Santiago 1:23,
      de la Palabra de Dios, la cual pone en evidencia nuestras
      faltas, la suciedad de nuestros pies;
    2. Las mujeres que se allegaban al Tabernáculo de
      Reunión con aquellos que buscaban a Jehová (Exodo
      33:7) tenían un corazón
      dispuesto para Él. Como gozaban de su Presencia, les fue
      fácil abandonar gozosamente por el Señor lo que
      precedentemente era objeto de vanidad.

    3. La Mesa de los Panes de
    la Proposición (Exodo 25:23-30; Levítico
    24:5-9)

    La mesa, de pequeñas dimensiones (dos codos de
    largo, un codo de ancho y ½ codo de alto) era de madera de
    acacia (o de Sittim), cubierta con una lámina de oro puro.
    Era, evidentemente, una figura de Cristo llevando a su pueblo
    ante Dios.

    Los panes sobre la mesa, en número de doce
    (Levítico 24:5-9), tienen un doble significado. Hechos de
    flor de harina, recubiertos de incienso, como la ofrenda vegetal
    (Levítico 2), nos hacen pensar:

    1. Primeramente en Cristo, alimento de los sacerdotes en
      el Lugar Santo. Este alimento le es indispensable al Hijo de
      Dios que quiere crecer en un estado de "un varón
      perfecto" (Efesios 4:13) y no permanecer un niño en
      Cristo. Sin alimento, un niño o una planta se marchitan.
      Pero el alimento debe ser sano, sino el niño o la planta
      perecen. Nuestro "hombre interior" está formado por el
      alimento espiritual. El Salmo 144:12 expresa esta
      oración: "Sean nuestros hijos como plantas
      crecidas en su juventud".
      Meditemos a menudo acerca de la persona del
      Señor Jesús, busquémosla en los evangelios
      y en toda la Palabra. Un hermano decía: "¡Si no
      has hallado a Cristo en esta pagina de la Biblia, es que has
      leído mal!". "Escudriñad las Escrituras…
      Ellas son las que dan testimonio de mí" (Juan 5:39).
      Señalemos de paso que Cristo como alimento
      también nos es presentado en la ofrenda vegetal, en el
      sacrificio por el pecado, en el sacrificio de paz, en el
      sacrificio de consagración y en el cordero de la Pascua;
      por otra parte, como maná y trigo del
      país;
    2. En los Santos: Vistos en Cristo, teniendo su naturaleza
      (flor de harina), aceptos a Dios (incienso), en el orden
      establecido por Dios (seis por hilera), tal como los describe
      por ejemplo la epístola a los Colosenses. Son los
      creyentes a la luz del Santuario, en su posición ante
      Dios; una moldura de un palmo alrededor de la mesa
      impedía que los panes pudieran caerse, lo que es emblema
      de la seguridad que los rescatados tienen en
      Cristo;
    3. En las doce tribus de Israel, sea
      en la época del desierto, sea en tiempo futuro, cuando
      la administración en la tierra
      sea confiada a ese pueblo; y, en el santuario, siempre
      presentes en el pensamiento de Dios (Romanos 11).

    4. El Candelero
    (Éxodo 25:31-40; Levítico 24:1-4; Números
    8:1-4)

    Contrariamente a los otros objetos del
    Tabernáculo hechos de madera de Acacia recubierta de oro,
    el candelero era totalmente de oro puro, forjado en una sola
    pieza. Él nos habla de lo que es esencialmente divino. Era
    de oro batido ("labrado a martillo"), recordando que aquel a
    quien representa Cristo pasó por el sufrimiento. El
    becerro de oro, por el contrario, había sido simplemente
    fundido (Exodo 32:34). El propio candelero, pues, es una figura
    de Cristo, mientras que el aceite es, como en toda la Palabra,
    una figura del Espíritu Santo.

    Uno de los elementos del candelero que es mencionado
    varias veces lo constituyen las flores de almendro. Esas flores
    nos hacen pensar en la vara de Aarón que había
    brotado, producido flores y almendras, tal como vemos en
    Números 17:8, lo que es una figura de la
    resurrección de Cristo. El almendro, según
    Jeremías 1:11-12, manifiesta que Dios cumple sus promesas
    en Cristo. Precisamente fue un Cristo resucitado y glorificado el
    que dio el Espíritu Santo a los suyos.

    En el conjunto formado por el candelero, el aceite y las
    siete lamparas ardiendo en el santuario se puede ver
    también a Cristo tal como es presentado por el
    Espíritu Santo por mediación de los vasos humanos
    del ministerio.

    En efecto, bajo este aspecto, había necesidad de
    "despabiladeras" (Exodo 25:38) para quitar todo lo que
    habría impedido el libre curso del aceite para producir la
    luz. Por otra parte, las siete lamparas nos muestran que el
    ministerio de Cristo por el Espíritu se ejerce mediante
    diversos canales.

    Vemos al candelero brillar bajo cinco
    aspectos:

    1. El Señor Jesús, al hablar del
      Espíritu Santo, dice: "Él me
      glorificará; porque tomara de lo mío, y os lo
      hará saber" (Juan 16:14).

    2. Hacia delante de él (Exodo 25:37), pues el
      mayor y primer testimonio que da el Espíritu Santo es
      respecto del mismo Cristo; por eso el primer objeto que
      atraía las miradas al entrar al santuario era el
      candelero totalmente iluminado.
    3. El candelero iluminaba la mesa de los panes (Exodo
      26:35); es el Espíritu Santo que pone evidencia la
      posición de los santos en Cristo en el
      santuario.
    4. El candelero brilla en Números 8 en
      relación con la purificación de los levitas: es
      el Espíritu Santo quien debe dirigir todo servicio
      para Dios y ser su motor.
    5. En Levítico 24 vemos el candelero al comienzo
      de un capitulo en el cual va a manifestarse la oposición
      a Dios en medio de Israel: la apostasía. Frente al mal
      que se introduce en el pueblo de Dios, únicamente el
      Espíritu Santo es el remedio.
    6. En Éxodo 27:21 y 30:8 se ve que el candelero
      ardía toda la noche. (Cabe hacer notar que, en el templo
      de Ezequiel, durante "el día" del milenio, no hay
      candelero). Solo durante la noche del rechazo y la ausencia de
      Cristo el Espíritu Santo ilumina el santuario en la
      tierra y
      produce la oración de intercesión y el
      culto.

    Si bien el alimento es indispensable para crecer, la luz
    no es lo menos. Una planta ubicada en un lugar oscuro, aunque sea
    bien regada, perecerá. Un joven cristiano que no ande en
    la luz no puede hacer progreso alguno. Al contrario, se
    apartará cada vez más del Señor. Y la luz
    del Espíritu Santo generalmente no se apaga en forma
    súbita para nosotros, sino que dejamos poco a poco que una
    cosa primero y luego otra se coloque entre el Señor y
    nosotros como un ligero velo, el cual se va espesando más
    y más hasta privarnos de la comunión con Él,
    del gozo de su Persona y trabar la acción del
    Espíritu Santo en nosotros. Entonces no puede haber ni
    crecimiento, ni gozo. ¿Qué es necesario hacer?
    Volver a Él con oración, buscar su rostro y tomar
    el tiempo necesario para pasar con Él, como María
    (Lucas 10:38-42) si es posible horas que se dejen correr hasta
    que Él nos haya devuelto el gozo de nuestra
    salvación.

    5. El Altar de Oro (Exodo
    30:1-10)

    El Altar de Oro era de dimensiones mucho más
    reducidas que el Altar de Bronce, o sea un codo de ancho, un codo
    de largo (cuadrado) y dos codos de alto. Era de madera de Acacia
    cubierta de oro puro y nos habla esencialmente de Cristo. Ubicado
    frente al velo (v.6), esta legítimamente ligado al Arca y
    al Propiciatorio.

    En el Altar de Oro el sacerdote ofrecía el
    perfume, mientras afuera el pueblo oraba (Lucas 1:9-10). Es una
    hermosa figura del Señor Jesús que presenta a Dios
    las oraciones de su pueblo, ya sea como intercesión, ya
    sea como adoración (Apocalipsis 8:3-4).

    En el Altar de Oro, el Sumo Sacerdote intercede por el
    pueblo, tal como Cristo en Juan 17, Hebreos 7:25 y Romanos
    8:34.

    Pero también al Altar de Oro puede acudir hoy el
    Hijo de Dios para ofrecer el incienso, es decir, las perfecciones
    de Cristo que suben hacia Dios. Tal es el culto, el servicio
    más elevado del cristiano. Es un culto que se ofrece ante
    todo en Asamblea (1 Pedro 2:5), pero cada uno de nosotros
    ¿no puede, mañana y tarde como el sacerdote con el
    incienso, hacer subir a Dios su reconocimiento por el Don
    inefable de su Hijo?.

    El incienso era únicamente para Dios (Exodo
    30:34-38); ni podía ser ofrecido más que en el
    lugar Santo y no debía ser consumido por fuego
    extraño, sino solamente por el tomado del Altar de Bronce
    (véase Nadaba y Hábil en Levítico 30:34-38).
    ¡Cuán importante que estemos recogidos en el
    sentimiento de su Presencia cuando abrimos la Palabra o nos
    acercamos a Dios en oración, o más aun cuando
    estamos reunidos alrededor del Señor en Asamblea!. La
    distracción, los vistazos, las lamentables sonrisas que se
    intercambian entre banco y banco,
    incluso durante el culto, son, sin exageración, una
    iniquidad en el Lugar Santo, nada de la carne debe ser tolerado
    allí. ¡Y que decir de la prisa de ciertas personas
    que antes de finalizar el culto se preparan para
    salir!.

    Por otra parte, sólo a Dios, Padre e Hijo, se
    dirigen nuestras oraciones y nuestra adoración. En ninguna
    parte de la Palabra vemos que las oraciones deban ser dirigidas a
    alguien más. Sólo Él puede ser el objeto del
    culto: ¡"Inclínate a Él, porque Él es
    tu Señor"! (Salmo 45:11).

    6. El Arca (Exodo
    25:10-22)

    En las ordenanzas para el Tabernáculo dadas por
    Dios a Moisés, en los capítulos 25 a 27, el Arca
    ocupa el primer lugar. De igual manera, cuando Dios se nos
    revela, parte del Santuario y sale hacia el Atrio; nos presenta
    primeramente lo que es el objeto supremo de su Corazón; la
    Persona de Cristo. Cuando consideramos el camino por el cual
    nosotros nos acercamos a Dios, acudimos primeramente al Atrio, al
    Altar, luego a la fuente y sólo entonces podemos entrar en
    el Santuario. Por eso en nuestra charla hemos colocado ante
    nuestros ojos en estos capítulos, es sin duda porque la
    Persona de Cristo debe tener el primer lugar en nuestro
    corazón. En el Salmo 132 vemos que importancia
    tenía el Arca para David. Es notable que este Salmo este
    seguido por el 133, en el cual se ve "Cuán bueno y cuan
    delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía". Es
    preciso primeramente el Centro para que la reunión se
    realice.

    No se podía ver el Arca más que en el
    Lugar Santísimo. El acceso a Él esta abierto para
    nosotros hoy en día; pero conviene que al ocuparnos en la
    Persona del Señor lo hagamos siempre con la mayor
    reverencia.

    El Arca tenía 2 ½ codos de largo, 1
    ½ de ancho, 1 ½ de alto, estaba hecha de madera de
    acacia y de oro puro (para las tablas no se dice de oro puro),
    pues una figura de la Persona de Cristo, "el Verbo (La
    Palabra)…hecho carne" (Juan 1:14), "Dios…
    manifestado en carne" (1 Timoteo 3:16). ¡Misterio ante el
    cual adoramos! Pero de ninguna manera nos conviene querer hacer
    la disección de la humanidad perfecta (la madera de
    acacia) de la divinidad (el oro), siempre presentadas en la
    Palabra maravillosamente unidas en una sola Persona, tal como nos
    la revelan los evangelios y otras páginas de la Escritura. Por
    haber querido mirar el Arca, los hombres de Bet-Semes murieron (1
    Samuel 6:19) y, por haber tocado el Arca, Uza fue herido de
    muerte (2 Samuel 6:6-7).

    Una cornisa o coronamiento de oro se encontraba
    alrededor del Arca (Exodo 25:11), hablándose de la excelsa
    gloria de Cristo, pero formando también como una especie
    de protección contra toda irreverencia ante el ministerio
    de su Persona (la misma cornisa se ve en el Altar de Oro y en la
    Mesa de los Panes).

    Como los otros objetos del Tabernáculo, el arca
    estaba unida de varas para llevarla. Estas últimas tienen
    una importancia particular en la relación con el Arca, sea
    que se piense en todas las etapas que ella recorrió desde
    Sinaí hasta su reposo final en el Templo de Salomón
    (1 Reyes 8:8), sea que una vez más haga subrayar la
    santidad de lo que representaba el propio Cristo: el Arca siempre
    debía ser llevada en andas y no puesta en un carro (1
    Crónicas 15:2).

    En Números 4:4-5 vemos el Arca marchando a
    través del desierto, cubierta azul, tal como Cristo en
    este mundo: "el que viene del cielo" (Juan 3:31). Bajo el azul,
    las pieles de tejones cubrían sus glorias diversas: el
    velo (v.5) el cual era el único que podía estar en
    contacto con el Arca misma. "No hay parecer en Él, ni
    hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos"
    (Isaías 53:2). Sólo la fe podía discernir
    las glorias del velo, bajo las pieles de tejones. En cuanto a la
    propia Arca, "nadie conoce al Hijo, sino el Padre" (Mateo 11.27).
    Es el inescrutable misterio.

    En el desierto (pero después de haber pasado el
    Jordán), el Arca es llamada "El Arca del Testimonio"
    (Exodo 25:16). Hubo en el desierto de este mundo un Testigo fiel
    que respondió en todo a la voluntad de Dios (tablas de la
    ley en el
    Arca) y que le glorifico en la tierra.

    En Números 10:33 tenemos "el Arca del Pacto",
    base de las revelaciones de Dios con su pueblo; y por
    último, está "el Arca de Jehová", cuando se
    trata de mostrar su poder, como en
    el Jordán, en Jericó o en la casa de Dagón
    (Josué 4:5; 6:6-13; 1 Samuel 5:3).

    7. El Propiciatorio (Exodo
    25:17-21
    )

    El Arca era un cofre y tenía una tapa llamada
    propiciatorio. El término hebreo traducido por
    propiciatorio deriva "cubrir o cubierta". En el Antiguo
    Testamento, la propiciación (expiación en la
    Reina-Valera 1960) de los pecados significa que estos eran
    "cubiertos", como en el Salmo 32:1; mientras que en el Nuevo
    Testamento, una vez que la obra de Cristo fue cumplida, los
    pecados son "quitados" (Hebreos 9:26; 10:4, 11-18). La palabra
    propiciatorio, traducida en la versión alemana por
    "Gnadenstuhl" y en la versión inglesa por "mercy-seat"
    (sea "el asiento de la gracia")- contiene también la idea
    de gracia, de misericordia.

    El propiciatorio estaba enteramente hecho de oro puro,
    lo que nos habla de la justicia
    inherente a la naturaleza divina. Por otra parte, encima del
    propiciatorio había dos querubines de oro batido, de una
    sola pieza con el propiciatorio. Los querubines, asiento del
    trono de Dios (Salmo 80:1; 89:14), hablan fundamentalmente del
    juicio de Dios; así la justicia divina reclama el juicio
    inexorable de Dios sobre su pueblo pecador; el cual de ninguna
    manera observo la ley (Exodo 32:19).

    Pero los querubines y el propiciatorio estaban colocados
    sobre el Arca, que es como decir sobre Cristo, quien si
    cumplió plenamente la voluntad de Dios y la
    permitió a esta el cumplimiento de amor a favor
    del hombre (el Arca contenía las tablas de la ley); luego,
    sobre el propiciatorio, se encontraba la sangre de la
    víctima que el sacerdote había llevado allí
    el gran día de la expiación (Levítico
    16:14-15). Los querubines no tenían una espada, como en
    Edén, sino, al contrario, alas para proteger, y sus
    rostros uno enfrente del otro – estaban vueltos hacia el
    propiciatorio, es decir, ¡miraban la sangre!.

    El conjunto – el Arca, el Propiciatorio y los
    Querubines – vino a ser así no ya trono de Dios en
    juicio, sino el de la gracia. Todo nos habla de Cristo y de su
    obra; vemos en ello, de una manera sorprendente y profunda,
    cómo Él respondió plenamente a la justicia y
    al amor de Dios (Salmo 85:10), el trono de la gracia esta fundado
    sobre la obediencia de Cristo hasta la muerte.

    El propiciatorio era el lugar de encuentro de Dios con
    el hombre den
    un doble sentido:

    1. Aarón, el sacerdote, representando al pueblo
      ante Dios, acudía con la sangre.
    2. Moisés, el enviado de Dios, el apóstol,
      recibía allí los mensajes de Dios para el pueblo
      (Exodo 25:22).

    El Señor Jesús, en Hebreos 3:1,
    reúne el doble carácter de Moisés y de
    Aarón cuando . . es llamado el "apóstol y sumo
    sacerdote de nuestra profesión".

    8. Contenido del Arca
    (Hebreos 9:4)

    1. Las primeras tablas habían sido quebradas
      ente la idolatría del pueblo (Exodo 32:19). Las
      segundas tablas nos son presentadas en Deutoronomio 10:3-5
      como no hechas hasta después de la construcción del Arca y colocadas
      allí en cuanto a Moisés descendió del
      monte: solo Cristo podía cumplir la ley de Dios (Salmo
      40:8); solo a causa de Él, figurado por el
      pueblo.

    2. Las Tablas de la Ley
    3. La Vasija de Oro (Exodo 16:32-34)

    Esta vasija de oro que contenía el maná
    nos presenta dos pensamientos:

    • La fidelidad de Dios, quien durante cuarenta
      años había alimentado a su pueblo a través
      del desierto; convenía tenerlo presente: "te acordaras
      de todo el camino" (Deuteronomio 8:2).
    • Ella es un memorial de Cristo descendido del cielo,
      pan de vida, alimento de su pueblo en el desierto (Juan
      6:31-38, 58).

    Cabe señalar al respecto que los israelitas
    recogían cada día un omer de maná; tal es
    nuestra parte: alimentarnos de Cristo cada día. Pero el
    último versículo de Exodo 16 nos dice que "un
    gomer (u omer) es la décima parte de un efa", vale decir
    que lo poco que podemos captar de Cristo aquí abajo no
    es más que una débil parte de la plena medida que
    tendremos en la gloria.

    1. La Vara de Aarón (Números
      17)

    Esta Vara, que, había brotado, producido flores y
    almendras, nos habla de la gracia y de la resurrección.
    Así, todo lo que el Arca nos enseña acerca de la
    Persona de Cristo es completado por su contenido: su obediencia
    perfecta, su humillación como descendido del cielo, su
    gracia y su resurrección.

    Notas de Estudio del curso de discipulado en el area
    musical

     

     

    Autor:

    Juan Anca Hurtado

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