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Lección 34 – Anorexia y Otros Temas de Importancia




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

    1. El precio de una
      hartura
    2. Le
      presentamos a Carlos: La anorexia nervosa en los
      hombres…
    3. El
      Buzón Universitario
    4. Asuntos de
      salud en breve… Noticias recientes acerca del
      Autismo

    Donde se Presenta a Óscar, el
    Chef francés, se Conoce a Carlos, se Habla de la Anorexia
    Atípica y de la Pica, Mencionamos la Apnea del Dormir,
    Miramos a Otros Asuntos del Comer (por Supuesto), y se
    Aprende de Otros Temas de Importancia…

    "Yo fui a comer a donde Óscar, el chef
    francés", nos decía Denise. El menú, por
    ella descrito, fue una demostración del exceso
    epicúreo de nuestra opulencia
    gastronómica.

    Un almuerzo de ocho cursos con vinos y dulces en
    demasía.

    "Me tomé una siesta. Y ahora me preparo para
    cenar, porque aún tengo hambre…"

    No debe de ser, nos diríamos. ¿Cómo
    puede tener hambre después de un festín
    desenfrenado?

    Lo es, porque es precisamente así, como la
    Naturaleza
    ordenara la función de
    nuestros módulos natos.

    Cuando, hace unos 45 mil años vivíamos en
    las sabanas africanas, la comida en abundancia era escasa. Eso
    significaba, que cuando la encontráramos, ese
    órgano elástico, llamado el estómago se
    dilataba para acomodar toda la que fuera posible. El hambre nos
    acosaba incesantemente, par que comiéramos
    más.

    Lo que ha pasado, es que una función adaptadora
    nos ha dejado de ser de utilidad, ya que
    comida es lo que más nos sobra.

    La sensación persistente de hambre, poco tiempo
    después de una comida copiosa no es extraordinaria ni debe
    de percibirse como inesperada.

    Muchos que no son conscientes de la fisiología de la "actividad de comer",
    cuando comemos, el estómago "envía señales
    al cerebro",
    diciéndole que estamos saciados y que debemos de posponer
    alimentación adicional hasta que hayamos
    dispuesto, propiamente de lo comido.

    No en el plan
    natural…

    El problema no es así, ni es tan simple. Cuando
    comemos opíparamente, como Denise comiera, lo que sucede
    es que los centros del hipotálamo cerebral que regulan
    nuestro apetito, interpretan el exceso, como indicación de
    que no habrá más comida muy pronto —- por eso fue
    que tanto comiéramos, y que debemos apilar lo más
    que se pueda para confrontar la escasez
    inevitable que se avecina.

    Nosotros nos hemos referido a este fenómeno, como
    "El Precio de una
    Hartura
    ".

    El precio de una
    hartura

    A menudo, las personas que comienzan una dieta para
    perder de peso, anhelan, subrepticiamente, el momento oportuno
    cuando se darán una hartura. Este momento, tiene la
    naturaleza de un acto especial, de una iniciación, de una
    celebración u observancia de tipo muy único; la
    antelación de la cual produce salivación expectante
    y, asimismo, los manjares que se proponen consumir se imaginan
    con deleite anticipatorio por mucho tiempo.

    Mientras tanto, en antelación, nuestro organismo
    coordina sus recursos internos
    para el festín inminente, ensayando la respuesta adecuada
    para confrontar ese acto de nuestro futuro exceso. Sistemas
    homeostáticos se programan para entrar en acción
    disponiéndolo para adaptarse a una situación que es
    esencialmente traumática y disruptiva. La razón
    para esto es, que el consumo
    excesivo de comida altamente condimentada, de mucha densidad
    calórica e ingerida en un corto plazo trastorna el
    equilibrio
    metabólico del cuerpo. Porque es un hecho empírico,
    que la dieta con todos sus aspectos perniciosos es mejor tolerada
    que la hartura, o que la llenura, en exceso, de
    comida.

    He aquí el ejemplo de una atractiva señora
    joven, casada, madre de un niño, quien adquiriera las
    "libritas acostumbradas" durante su embarazo. Ella
    nos dice que había empezado una dieta del tipo que se
    publican en casi todas las revistas de índole familiar;
    nos participa, además, que, por medio de esa dieta,
    había logrado perder quince libras, haciendo, en esos
    momentos, un esfuerzo inusitado para lograr su meta final, la de
    perder quince más. Cuando nos contaba, esas cosas tan
    buenas, también nos decía que ella tenía
    planeado un viaje a Nueva York a visitar unos parientes. Y (yo me
    dije), para "celebrar" con una hartura la pérdida de su
    peso.

    Una semanas más adelante, cuando nos
    viéramos de nuevo, el viaje había concluido, y con
    ello las excursiones que ella hiciera a los varios lugares donde
    podía encontrar las comidas que había planeado
    disfrutar. En New York existen museos, jardines, monumentos,
    lugares históricos y otras cosas de aspecto cultural como
    lo es el famoso Cloister, pero estos lugares no estaban en
    el programa de
    nuestra amiga. Lo que sí estaba programado eran las
    visitas a los sitios donde ocurrieran las harturas. Las mismas
    harturas que le borrasen las libras perdidas; libras estas que
    fuesen relegadas al lugar abstracto donde se almacenan las
    memorias de
    logros que nos han evadido. En su lugar solamente quedaba la
    resaca emocional del remordimiento y otra promesa vaga de
    comenzar a dietar de nuevo, para repetir el círculo
    vicioso… pero esta vez la dieta (ella aseguraba) "va a ser
    bajo supervisión médica"… como si
    las previas que fueran bajo supervisión similar no
    hubiesen fallado también.

    La conclusión de una
    dieta…

    Cándidamente, cuando invocamos la imagen de alguna
    persona de
    longevidad saludable, lo que viene a nuestra mente es la imagen
    de una mujer (u hombre)
    delgado, cuyos hábitos de comer son escuetos;
    siéndolo así porque nuestros organismos fueron
    diseñados para adaptar y sobrevivir mejor con una estrategia de
    comer de naturaleza esencialmente parca. Siendo esta la
    razón por la cual, cuando nos hartamos, consignamos
    nuestros cuerpos a un estado de
    desequilibrio caótico.

    En resumen: las harturas nos abarrotan el cuerpo
    mientras que nos acortan la vida.
    Simple. 

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