- El caso del temor al castigo corporal:
El caso de Nino - Reflexionemos acerca del castigo
físico contra el niño - El uso de la
fuerza… - Las agresiones
conyugales y el maltrato de los niños - Hablemos del
Síndrome de Asperger, de lo que Nino sufriera y para lo
que se viera en la terapia… - Los Trastornos
de la ansiedad generalizada (TAG) - Dos casos
finales - De clausura
dediquemos un espacio a la vejez
El caso del temor al castigo
corporal: El caso de Nino
Nino, joven preadolescente, estaba en medio de su terapia,
cuando preguntara lo siguiente: "¿Usted le pega a sus
gatas?"
Le expliqué, que a nadie se le pega, especialmente, a
nadie se le castiga si no puede entender la naturaleza del
escarmiento. Entonces, le indiqué que era necesario
explorar el significado de su pregunta… ya que
estábamos en terapia.
Nino relató que, aunque él prefiriera no hablar
de su padre, tan distante como ausente, que nuestras gatas
gozaban de "más consideración" que la que él
y sus hermanas recibieran del papá.
Para Nino, las cosas serían diferentes, porque desde
muy pequeño, su progenitor lo humillaba por ser
"retardado" y le pegaba con una correa — como pegaba a los
perros de la
casa y a sus hermanas.
Nino creía que como fuera víctima de un
trastorno del desarrollo, su
padre resentía que no tuviera la coordinación necesaria para destacarse en
el campo de los deportes. Nino, a menudo se
sentía malentendido y se sumía en depresiones
profundas, en medio de las cuales sus sueños se tornaban
en pesadillas desagradables y aterrorizadoras.
Reflexionemos acerca del
castigo físico contra el niño
Algunos investigadores afirman que todo acto de violencia por
parte de un adulto hacia un niño, sin tener en cuenta lo
breve o leve que sea, deja una cicatriz emocional que puede
persistir para toda la vida. Podemos demostrar esto hasta cierto
punto mediante nuestra experiencia personal. La
mayoría de nosotros admite que los recuerdos más
vívidos y más desagradables de la niñez son
aquellos en los que fuimos lastimados y decepcionados por
nuestros padres. Para algunas personas el recuerdo es tan
desagradable que lo explican como si fuera algo trivial o hasta
divertido. Éste es el fenómeno de la
Negación. Advertirán que sonríen cuando
describen lo que les pasara, por dolor, y no por placer, que lo
hacen, sino como un medio de protección contra el malestar
que sienten en el presente, disfrazando el recuerdo de los
sentimientos del pasado.
En un intento por negar o restarle importancia a los peligros
inherentes a dar nalgadas, muchas personas que lo practican
razonan que: "Dar nalgadas es muy distinto al abuso físico
de un menor," o "Una palmadita en las nalgas nunca le hizo mal a
nadie."
… La criatura que llora bajo la vara
al reino de la muerte su
venganza declara…
William Blake (1757-1827)
Auguries of Innocence
Líneas 73, 74
Pero se equivocan.
Una buena comparación con las nalgadas es cuando
alguien se envenena con la comida. En la mayoría de los
casos las víctimas de la intoxicación se recuperan
aparentemente sin ningún tipo de daño
permanente. Pero ¿quién quiere pasar por ello? El
simple hecho de que es posible que la persona sobreviva
no es prueba de que la experiencia haya sido grata.
Los padres de familia que son
bien informados, reconocen que darle nalgadas a los niños
es como rociarles la comida con una sustancia tóxica: no
tiene ningún resultado positivo y el riesgo es muy
alto.
Pero algunos padres de familia preguntan: "¿Cómo
puede decir que un padre de familia es responsable si no agarra
al niño que está a punto de salir corriendo a
cruzar la calle y no le da una buena paliza para que recuerde su
advertencia sobre los peligros de la calle?"
En realidad, darles nalgadas a los niños los pone en un
estado de
confusión emocional abrumador, lo cual les hace
difícil aprender las lecciones que los adultos dicen que
están tratando de enseñar. El darles lo que se
llama una "buena paliza" en verdad puede servir al adulto para
descargar su enojo, pero a expensas de que sea el niño
quien sienta el enfado. Mientras que el alivio del adulto es
temporal, el efecto causado en el joven puede ser permanente. Las
palizas no enseñan a los niños que los
automóviles y los camiones son peligrosos sino que les
enseña que son los adultos, de quienes ellos
dependen, los que son peligrosos.
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