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Comentario de Gálatas (página 4)




Enviado por jaimemontoya



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

(3:8)

La justificación a los gentiles fue
un plan de Dios
trazado antes que fueran todas las cosas. La justificación
es un regalo que se ofrece a cada persona sin
ningún tipo de privilegio por la raza a la que alguien
pertenezca. En ese sentido, los judíos
no tienen más oportunidades de justificación que
los gentiles ni viceversa. Romanos 3:30 dice: "Porque Dios es
uno, y él justificará por la fe a los de la
circuncisión, y por medio de la fe a los de la
incircuncisión.

Génesis 12:3 dice: "Bendeciré a los que
te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y
serán benditas en ti todas las familias de la
tierra."
Es a ese versículo al que hace referencia
Pablo en Gálatas 3:8. Génesis 12:3 es una
profecía que incluye a los gentiles. La salvación
de los gentiles no fue ninguna sorpresa para el Antiguo
Testamento, pues los profetas antes de Jesucristo ya
habían profetizado del Mesías y la salvación
que Él traería se habría de derramar sobre
todos los creyentes. Uno de los peores errores que se pueden
cometer al interpretar las Escrituras es posicionar al Antiguo
Testamento como enemigo del Nuevo Testamento o viceversa. Tanto
el Antiguo como el Nuevo Testamento son Palabra de Dios y tienen
perfecta relación, de tal forma que no existe jamás
contradicción sino que sucede todo lo contrario: el Nuevo
Testamento es el cumplimiento del Antiguo Testamento. El Antiguo
Testamento predijo que la salvación vendría a los
gentiles a través del Mesías Jesucristo, es decir
que eso no fue una sorpresa o algo totalmente nuevo, pues ya el
Antiguo Testamento había hablado de ello y lo había
profetizado. El problema fue que los judíos no lo
habían interpretado así y lamentablemente no lo
creyeron cuando sucedió.

La palabra "previendo" se deriva de la palabra
griega prooravw, cuyo significado es "prever, tener delante, ver
antes". El Antiguo Testamento no fue tomado por sorpresa con
respecto a la salvación de los gentiles. Sucedió
todo lo contrario: el Antiguo Testamento había dicho que
los gentiles se salvarían por la fe, al igual que los
judíos.

Moisés había escrito en Génesis que
la salvación llegaría a los judíos y
gentiles por medio de Jesucristo y de la fe (Génesis 12:3;
18:18; 22:18). Fue precisamente Moisés, el profeta
inspirado por Dios a escribir la Ley, quien
escribió también sobre la salvación a los
gentiles y judíos a través de Jesús y de la
fe. Por supuesto que Moisés no se estaba contradiciendo.
La Ley tampoco contradice la doctrina de la gracia y la
salvación por la fe en Jesús. La explicación
es, como se ha venido diciendo, que Jesucristo cumplió la
Ley que ningún hombre pudo
cumplir, y de esa forma da la libertad a los
creyentes de ser salvos mediante Su sacrificio y no por
méritos propios ni por haber sido capaces de obedecer
todos los requerimientos de la Ley de Moisés. La
salvación es un regalo de gracia ofrecido por Dios "a
todo aquel que cree"
(Juan 3:16).

Según Génesis 12:3, Dios nunca
intentó limitar las bendiciones de Su pacto al linaje
judío de la familia de
Abraham. El amor de
Dios se extiende a toda la humanidad, pues cada ser humano o cada
persona independientemente de su lugar de nacimiento, edad, raza,
condición económica, política o social,
todos son importantes para Dios porque Dios ama a la humanidad
entera que ha sido creada a Su imagen y
semejanza (Génesis 1:26). La Biblia expresa en muchas
ocasiones que Dios no hace acepción de personas
(preferencia, sin una razón que lo justifique, por una
persona o varias entre otras), y es una realidad expresada tanto
en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (Deuteronomio 10:17;
Job 34:19; Hechos 10:34; Romanos 2:11; Gálatas 2:6;
Efesios 6:9; Colosenses 3:25).

(3:9)

Aquellos que creen por la fe en las promesas de Dios,
están imitando la fe de Abraham, quien se conoce como "el
padre de la fe". Por tanto, los creyentes son hijos de Abraham al
seguir su ejemplo de fe. La bendición prometida a Abraham
en Génesis 15:6 no es sólo para Abraham y para sus
descendientes físicamente hablando, sino que
también incluye a todos los creyentes de todo el mundo que
depositan su fe en Dios para ser justificados y recibir la
salvación, la cual es un regalo de Dios por gracia
mediante el sacrificio de Jesús en la cruz.

(3:10)

Pablo está haciendo referencia a lo escrito por
Moisés en Deuteronomio 27:26. Basados en esto, la Ley
trajo maldición porque nadie la pudo cumplir. En
Deuteronomio 27:15-26 se pronuncian doce maldiciones sobre el
monte Ebal (situado a 48 kilómetros al norte de
Jerusalén). En Gálatas 3:10, Pablo se está
refiriendo a la maldición número doce pronunciada
sobre el monte Ebal: "Maldito el que no confirmare las
palabras de esta ley para hacerlas. Y dirá todo el pueblo:
Amén."
(Deuteronomio 27:26).

Para que una persona no cayera bajo esta
maldición, tenía que cumplir perfectamente toda la
Ley de Moisés y no haber cometido ni siquiera una
infracción contra la Ley. Un pecado es suficiente para que
una persona obtenga el título de "pecador" o "infractor de
la Ley". Partiendo de lo anterior, el resultado es que la
maldición está sobre todas las personas, "por
cuanto todos pecaron"
(Romanos 3:23). Esto en base a lo que
Dios mismo estableció en la Ley de Moisés. Los que
buscan la justificación por obedecer la Ley, tienen cero
posibilidades de lograrlo. Así, "los que dependen de
las obras de la ley están bajo maldición"
o
basan sus esperanzas de salvación en la ley, no
podrán ser justificados ni recibir la salvación a
menos que pongan su mirada y su fe en Jesucristo, quien es el
único Camino a la vida eterna (Juan 14:6).

(3:11)

Resulta obvio luego de los argumentos presentados
anteriormente que nadie puede justificarse ante Dios por haber
cumplido la Ley porque nadie la ha cumplido ni la podrá
cumplir. Por si eso fuera poco, claramente Dios dijo cómo
se salvaría el hombre:
"mas el justo por su fe vivirá" (Habacuc 2:4). No
es posible decir que el hombre se salva por ambas cosas, por
cumplir la Ley y por tener fe. Si así fuera, Habacuc 2:4
estaría incompleto y se tenía que haber agregado el
complemento que dijera que además de la fe, el hombre se
salva por obedecer la Ley de Moisés. Este versículo
de Gálatas 3:11 no deja lugar a dudas al afirmar que la
justificación viene por la fe y no por cumplir la
Ley.

(3:12)

Siguiendo el argumento del versículo 11, la
justificación no se da como producto la
unión de la fe más las obras de la Ley. Aunque los
judaizantes querían que los cristianos pensaran que la fe
es importante pero que no es suficiente sin la observación de la Ley de Moisés, la
enseñanza de la misma Ley de Moisés
deja muy claro que la justificación se da
únicamente por la fe y que la obediencia de la Ley de
Moisés es definitivamente incapaz de salvar al pecador. Lo
más contundente de la argumentación de Pablo es que
no solamente basa su argumento en la revelación que Dios
le hizo a él, sino que argumenta su posición
tomando como base justamente lo que Moisés escribió
en la Ley. Ese argumento era imposible de refutar para cualquier
judío, ya que ellos jamás negarían la
autoridad de
Moisés como profeta de Dios ni pondrían nunca en
duda lo que Dios le inspiró a escribir en la Ley. Muchos
judíos menospreciaban y no creían en el llamamiento
de Pablo al apostolado, considerando a Pablo como un mentiroso,
por lo cual lo querían matar. Definitivamente que los
judíos que buscaban la justificación en obedecer la
Ley de Moisés no creían que Pablo hubiera recibido
revelación de Dios y por ello despreciaban lo que
decía. Pero cuando Pablo presenta como base de su
argumento lo que escribió Moisés, los judíos
tenían que reconocer la autoridad de Moisés como
profeta de Dios y así Pablo destruye todo argumento
contrario al evangelio, que los judíos quisieran
presentar. Más claro no lo pudo haber dicho Jesús:
"Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a
mí, porque de mí escribió él."

(Juan 5:46). Aunque por la dureza de corazón y
por el velo que tenían, muchos judíos se cerraban
en decir que la Ley era la única manera de ser aceptos a
Dios, y no prestaban atención a los claros argumentos
presentados por Pablo e incluso presentados por la misma Ley de
Moisés. Esa necedad y el velo que tienen los judíos
lo describe Pablo en 2 Corintios 3:14:15: "Pero el
entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el
día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el
mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun
hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el
velo está puesto sobre el corazón de ellos."

Sin embargo los judíos que aceptan el evangelio y
reconocen que su salvación y justificación
solamente puede venir por la fe, son descritos inmediatamente a
continuación de los versículos anteriores, en 2
Corintios 3:16: "Pero cuando se conviertan al Señor, el
velo se quitará."
De esa manera, Dios libra de la
esclavitud de
la Ley al pecador y le da la libertad: "Porque el Señor
es el Espíritu; y donde está el Espíritu del
Señor, allí hay libertad."
(2 Corintios
3:17).

La fe no es lo mismo que obedecer la Ley de
Moisés. Se trata de dos cosas completamente diferentes e
independientes la una de la otra. Si la justificación se
alcanzara por obedecer la Ley de Moisés, sería por
eso y nada más, y si la justificación se alcanza
por la fe, es por eso y nada más. Pablo hace ver que
únicamente hay dos alternativas: o ser justificados por
obedecer perfectamente la Ley de Moisés sin cometer ni
siquiera un error, o ser justificados por la fe y la gracia de
Jesucristo. No se puede decir que alguien se salva por ambas
cosas a la vez o que la fe complementa a las obras de la Ley ni
viceversa. Partiendo de eso, resulta obvio que si nadie ha
cumplido ni nadie puede cumplir la Ley a la perfección,
nadie puede ser justificado por la Ley. La única
opción es entonces la fe, de tal forma que la
justificación es dada a los hombres al creer en Jesucristo
y Su regalo de salvación que se obtiene absolutamente por
gracia y creyendo.

Gálatas 3:12 significa que para tener vida eterna
por medio de la Ley no haría falta la fe, sólo
haría falta obedecer la Ley. Lo que dijo Moisés en
Levítico 18:5 es: "El que obedece la Ley se salvará
por su obediencia" (y aunque la Ley incluye amara a Dios y al
prójimo, no incluye la fe), que en la versión
Reina-Valera 1960 se traduce así: "Por tanto,
guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales
haciendo el hombre, vivirá en ellos. Yo
Jehová."

Este versículo confirma lo que la
justificación no puede ser por la fe y por el cumplimiento
de la Ley de Moisés a la vez. Debe ser por una o por la
otra. La justificación fuera posible por obedecer la Ley
de Moisés únicamente si se obedeciera la Ley
completamente de principio a fin y sin equivocarse ni una sola
vez. Pero como nadie ha podido ni podrá obedecer la Ley de
esa manera, la única alternativa para que las personas
lleguen a alcanzar la justicia y el
perdón delante de Dios es por medio de la fe en el
sacrificio de Jesucristo en la cruz para el perdón de los
pecados. La fe y la Ley de Moisés son dos cosas totalmente
diferentes y la justificación se puede obtener sólo
por uno de los dos métodos y
no por los dos a la vez. Es claro que la única
opción que la humanidad tiene para salvarse y recibir la
justificación es mediante la fe y no mediante las obras de
la Ley, "por cuanto por las obras de la ley nadie será
justificado."
(Gálatas 2:16).

La obra de Cristo como cumplimiento de la promesa
hecha a Abraham (Gálatas 3:13-14)

(3:13)

La palabra "redimir", proveniente del griego
ejxagoravzw, significa "rescatar o liberar". Jesucristo libera o
rescata al hombre de la esclavitud de la Ley y le da la gloriosa
libertad de la gracia y la justificación en Cristo
Jesús.

Tal como se estudió en Gálatas 3:10
respecto a la maldición de la Ley hacia aquellos que no
cumplen todo lo dicho en ella, se observa que esa
maldición está siempre presente mientras el hombre
siga siendo esclavo de la Ley. La única forma de ser
libres de esa maldición es por medio de la fe en Dios y en
el evangelio de Jesucristo. Jesús rescata al creyente de
la maldición y esclavitud de la Ley y lo lleva a la
bendición y libertad de la justificación por
fe.

En este versículo Pablo hace referencia a
Deuteronomio 21:23, donde dice: "maldito por Dios es el
colgado".
En el contexto de Israel en tiempos
de Moisés, aquí se muestra la
ejecución de la pena de
muerte, en la cual se colgaba en un madero o árbol
madero al sentenciado a muerte, de tal
forma que su cuerpo se exhibía así, sirviendo como
una advertencia a la gente de que violar la Ley de Dios costaba
caro. La palabra "madero" se origina del griego xuvlon,
que se puede traducir como "madera, palo,
leño, cepo o árbol". El apóstol Pablo cita
este versículo para presentar una analogía con
Cristo. Al igual que el cuerpo del criminal era maldecido por
Dios, así Cristo, colgado de la cruz, llevaba sobre
sí el castigo divino, la misma vergüenza que todo
criminal condenado. Al tomar sobre sí la maldición
de la Ley, Jesucristo redime al creyente de dicha
maldición. "hecho maldición por nosotros"
significa entonces que Jesús recibió todo el peso
de la maldición promulgada en Deuteronomio
21:23.

(3:14)

Con todo lo que se ha dicho hasta acá, se sabe
que la justificación es por la fe y no por las obras de la
Ley. Ahora bien, es sumamente peligroso equivocarse al pensar que
la fe actúa independientemente y en vez de poner la mirada
en Jesucristo, enfocarse sólo en la fe. Dios ofrece
justificar al hombre pero no a través de una fe en
cualquier cosa, sino que a través de la fe en Dios, y si
la fe es en Dios, es también en Sus promesas, y la promesa
más grande de Dios es Jesucristo y la salvación por
Su gracia. Se ha venido enfocando tanto la salvación por
la fe y no por las obras, que es peligroso olvidarse que la fe
debe dirigirse a Dios y creer en Sus promesas, para que esa fe
sea capaz de justificar. No es creer por creer, ni es por
arte de magia
que la fe justifica. Por ejemplo, muchas personas tienen fe en
ídolos, pero esa "fe" no sirve de nada para ser
justificados. Muchos esperan que los ídolos les hagan
milagros o adoran imágenes
(lo cual no es nada nuevo, pues en tiempos de Moisés ya
existían tales naciones idólatras, y Dios manda a
Israel a permanecer separados de ellos), etc. De la misma manera,
existen muchas falsas religiones que ni siquiera
creen en Jesucristo sino que lo ven sólo como una "persona
ejemplar" o "persona buena", pero no le rinden la
adoración que Jesucristo se merece por ser Dios y Creador
de todas las cosas (Génesis 1:26; Romanos 9:5; Colosenses
1:16; Apocalipsis 1:8). La fe no puede salvar a nadie por
sí sola. Sólo cuando la fe es en Dios y en Sus
promesas, puede justificar al pecador. Para ser justificados, la
fe tiene que ser en Jesús, y por lo tanto en las promesas
de Dios, pues en Jesús se cumplen las profecías del
Antiguo Testamento. Creer en el Padre es creer en el Hijo, y
creer en el Hijo es creer en el Padre (Juan 5:23;
10:30;14:1,10).

Si simplemente la fe por sí sola salvara, no
hubiese sido necesario que Jesucristo muriera en la cruz, sino
que simplemente con creer en Dios automáticamente el
hombre sería salvo. Pero Dios no simplemente se hace
indiferente al pecado, sino que con justicia ofrece el
perdón, y no solamente las cosas se dan "como si nada
hubiera pasado". La fe es útil solamente cuando se cree en
Dios y en Sus promesas, y no se trata de simplemente creer en
cualquier cosa. Por eso hay tantas religiones que
aunque puedan profesar fe, debido a que tienen diferentes dioses,
esa fe jamás podrá justificarlos. Pero cuando una
persona cree sinceramente en Dios y en Sus promesas de todo
corazón, ésta alcanza la salvación y
justificación. La promesa que se le hizo a Abraham tiene
su cumplimiento en Jesucristo, quien es esa Simiente de Abraham.
Es en esa promesa que el creyente tiene fe y así se
alcanza el perdón de los pecados y la salvación. La
fe debe estar fundamentada en Jesucristo para que sea capaz de
justificar a un pecador y convertirlo en una nueva criatura (2
Corintios 5:17).

"la bendición de Abraham" se refiere
directamente a la promesa de bendición que Dios le hace a
Abraham y a su descendencia (Génesis 12:3; 22:18). Hay que
comprender que esa bendición no hubiera podido llegar a
los gentiles ni a nadie si no hubiera sido a través del
sacrificio de Jesucristo en la cruz. Por eso la fe no trabaja
sola, sino que la fe en Jesús es la que tiene validez para
la justificación. Si Jesucristo no hubiera muerto en la
cruz para el perdón de los pecados, la fe no hubiera
podido salvar a nadie. Gracias a que Jesús pagó el
precio de la
salvación de todos los hombres, ahora al tener fe (como la
tuvo Abraham) en Dios y en Sus promesas (cuya promesa fundamental
es Jesucristo, la Simiente de Abraham), el hombre puede ser
plenamente justificado. Si la descendencia de Abraham no
incluyera a Jesucristo, la justificación no sería
posible para el hombre. Como conclusión, la
salvación y justificación es y ha sido siempre por
Jesucristo. Nunca ha habido otro método de
salvación. Desde Génesis 3:15 se hace la primera
promesa mesiánica que aparece en la Biblia, y puede
notarse que la salvación solamente es posible por
Jesucristo en todas las edades. A partir de la caída de
Adán, el hombre perdió la paz con Dios y se hizo
merecedor de la condenación. La necesidad de recuperar la
comunión con Dios y Su perdón es una necesidad de
todos. Pero debe comprenderse que la salvación siempre ha
sido por Jesucristo, y Dios no ha estado
cambiando de parecer respecto a la forma de salvar a los hombres.
Nadie se ha salvado nunca por merecerlo. Todos los hombres que se
han salvado hasta la fecha ha sido por a Jesucristo y la gracia
de Dios. A diferencia de lo que muchos piensan, Jesús se
menciona a lo largo del Antiguo Testamento y es la
profecía principal y más importante de
Moisés y de los profetas. El Nuevo Testamento no le da la
bienvenida a Jesús como Su primera aparición en la
Biblia, pues como ya se dijo, Génesis 3:15 es la primera
referencia directa a Jesucristo en el Antiguo Testamento, y luego
se dan muchas otras referencias más en las que
directamente el Antiguo Testamento habla proféticamente de
Jesús (Génesis 3:15; 12:3; 17:19; 18:18; 49:10;
Éxodo 12:46; Números 24:17; Deuteronomio 18:15;
Salmos 16:10; 22:6-8,16-18; 27:12; 34:20; 41:9; 64:9; 68:18;
69:21; 110:4; 109:3-5; Isaías 7:14; 9:1-2,7; 11:2; 50:6;
52:13-53:12; Daniel 9:25; Oseas 11:1; Miqueas 5:2;
Zacarías 9:9; 11:12-13; 12:10). La justificación
sin Jesucristo es simplemente imposible y no existe. Dios salva
al hombre por medio de Su Hijo.

Debido a que Jesucristo murió por los pecadores,
los gentiles pueden tomar parte en la bendición de
Génesis 12:3 y 22:8 al tener fe como la tuvo Abraham. Si
los gentiles tienen esa fe, son hijos de Abraham en ese sentido y
por lo tanto gozan y participan de la promesa que Dios le hizo al
patriarca Abraham respecto a su descendencia. Los gentiles entran
en esa promesa como descendencia espiritual de Abraham (hijos de
Abraham por imitar su fe) y no por ser descendientes de Abraham
físicamente. Pero en realidad Dios da esa bendición
a los descendientes espirituales de Abraham, pues el ser
descendientes físicos de él no hace que las
personas automáticamente se salven. La
justificación no es algo que se hereda por los padres
terrenales. La salvación y justificación es algo
personal y no
colectivo. Es verdad que grupos personas
se salvan, pero Dios no juzga colectivamente, sino que juzga a
cada individuo en
particular y Su juicio es totalmente justo (Romanos 2:6). Esta
verdad se expresa enfáticamente en Deuteronomio 24:16:
"Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por
los padres; cada uno morirá por su pecado."

(Deuteronomio 24:16).

"la promesa del Espíritu" se refiere a la
profecía del Antiguo Testamento en la que se habla del
futuro derramamiento del Espíritu Santo sobre la iglesia. Esto
aparece en Joel 2:28: "Y después de esto
derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y
profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros
ancianos soñarán sueños, y vuestros
jóvenes verán visiones."
La expresión
"sobre toda carne" incluye a los gentiles, por lo cual al
tener fe en Jesucristo y reconocerle como Señor y Salvador
personal, el Espíritu
Santo es derramado sobre el creyente, garantizando la vida
eterna de todos aquellos que se entregan a Jesús y siendo
un sello de garantía para ellos (Efesios 1:13). El
Espíritu Santo se recibe por fe al haber creído en
Jesucristo de todo corazón. Esto sucede por la fe y no por
las obras de la Ley. Esto es justamente lo que les dijo Pablo a
las iglesias de Galacia en Gálatas 3:2: "Esto solo
quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu
por las obras de la ley, o por el oír con fe?"
. El
Espíritu Santo se recibe por fe.

 

El Testamento (Gálatas
3:15-18)

(3:15)

Pablo presenta una ilustración tan clara que cualquiera la
pueda entender con facilidad. Cuando una persona hace un pacto
con otra y lo firma, nadie puede anularlo ni agregarle nada luego
que ha sido firmado y se ha aceptado el acuerdo por ambas partes.
Si los hombres, siendo imperfectos y pecadores respetan de esa
manera los pactos, cuánto más Dios, siendo perfecto
y que nunca miente, respetará Su pacto y cumplirá
Sus promesas. Dios nunca miente ni cambia de opinión
(Números 23:19).

(3:16)

Lo prometido a Abraham en Génesis 12:3 y 22:18 no
era para todos sus descendientes físicamente hablando.
Esta promesa halló su cumplimiento en Cristo y, por lo
tanto, en aquellos que están unidos a Él (es decir
los hijos espirituales de Abraham o los que tienen fe en
Jesús y creen a las promesas de Dios). En Génesis
12:2-3, las palabras claves de esta promesa divina a Abraham son
"bendecir, bendición y benditas", que aparecen cinco veces
en solo dos versículos. La bendición prometida a
Abram y, a través de él, al pueblo de Israel y a la
humanidad entera, está destinada a destruir la
maldición que el pecado de los seres humanos hizo recaer
sobre la tierra
(Génesis 3:17; 5:29; 8:21).

El uso, en Génesis, de la palabra
"descendencia" (literalmente "simiente"), que es singular
pero de sentido colectivo, permite a Pablo aplicarla
también en singular a Cristo, conforme a un método
de interpretación típico de los
maestros judíos.

La bendición prometida a Abraham fue entonces que
Jesucristo se haría hombre, viniendo del linaje o
descendencia de Abraham, y quitaría la maldición
del pecado para que partiendo de Abraham y continuando con todos
aquellos que creyeran en esa promesa, fueran justificados por la
fe. De esa manera Dios justifica por la fe, pero no una "fe"
vana, sino la fe en Cristo Jesús o la fe en Dios y Sus
promesas (cuya promesa más importante y fundamental, como
ya se ha dicho, es Jesucristo muriendo para redimir a los
pecadores).

(3:17)

La frase "Esto, pues, digo:", es la
continuación del argumento de Pablo, con lo cual, luego de
lo que claramente ha explicado anteriormente, sigue diciendo:
"Este es mi argumento:" o "Esto es lo que estoy tratando de
decir:". Es notable que Pablo escribe a las iglesias de Galacia
con un propósito y necesita dejar su mensaje claro y que
no quede duda alguna en los gálatas para cumplir su
objetivo, por
lo que Pablo tiene que insistir y seguir ensañando que la
salvación viene por la fe en Jesucristo y no por las obras
de la Ley. Pablo utiliza ilustraciones o ejemplos humanos, como
lo dice en el versículo 15, así como también
utiliza como base lo que Moisés mismo escribió en
la Ley.

Se parte de lo dicho por Pablo en el versículo
15, y es que un pacto una vez que ha sido ratificado o firmado,
no se puede anular ni modificar, sino que debe respetarse. En
base a eso, el pacto de Dios con Abraham respecto a la promesa
que Jesucristo sería la Simiente que bendeciría a
todas las familias de la tierra (justificando al pecador), no
puede ser anulado ni modificado porque fue ratificado por Dios en
el momento de hacerle la promesa a Abraham. La Ley vino mucho
después de Abraham, pues el mismo Moisés era un
descendiente del patriarca, y Moisés escribe la Ley. De
acuerdo a todo esto, la promesa de Dios a Abraham no podía
ser anulada ni modificada en ninguna forma, por lo que la Ley no
podía cambiar en nada de lo que ya se había
establecido, debido a que primero fue la promesa y la Ley
llegó hasta después. Si en verdad la
justificación fuera por obedecer la Ley de Moisés,
entonces dejaría de ser la fe y el sacrificio de
Jesucristo lo que justifica, y el pacto de Dios habría
sido anulado o modificado. Eso no puede ser así, entonces
la conclusión es que la justificación no puede
obtenerse por obedecer la Ley de Moisés, sino por creer en
Jesucristo, quien es la Simiente de Abraham y la promesa de Dios,
en quien son benditas todas las familias de la tierra.

La Ley de Moisés no puede cambiar o cancelar la
promesa de Dios (respecto a Jesucristo como Simiente de Abraham)
que fue hecha 430 años antes que la Ley fuera dada. Por
orden cronológico, esto jamás podría ser
así, pues Dios cumple todas Sus promesas y nunca quebranta
Sus pactos. La promesa de Dios no puede ser abolida por la Ley.
Obviamente Jesucristo (la promesa) tampoco vino para abolir la
Ley, sino para cumplirla (Mateo 5:17), siendo así que
ofrece la justificación a los pecadores, mediante la
fe.

Cuando Pablo habla de los "cuatrocientos treinta
años"
, hace alusión a Éxodo 12:40. Esta
cifra pareciera contradecir lo que dice Génesis 15:13 y
Hechos 7:6, pues en estos pasajes la cifra mencionada es de
"cuatrocientos años". Seguramente cuatrocientos
años sería una aproximación o la cifra
redondeada, siendo cuatrocientos treinta años la cifra
exacta. Ahora bien, debe explicarse desde cuándo se
comienzan a contar los cuatrocientos treinta años y
cuándo terminan. Respecto a este punto existen dos
posiciones:

La primera posición afirma que hay 430
años desde el momento en el que Dios le hace la promesa a
Abram respecto a su descendencia (Génesis 12:2-3; 15)
hasta que Moisés recibe la Ley en el monte Sinaí
(Éxodo 20). Para que esto tenga sentido, lo que sostiene
esta posición es que los 430 años no son
sólo el periodo que Israel estuvo en Egipto, sino
que incluye el tiempo que
transcurrió desde que Abram (en Génesis 17:5 el
nombre Abram es cambiado por Abraham) recibe la promesa, contando
el periodo que permanecieron Abraham, Isaac, Jacob, los doce
hijos de Jacob y sus familias, en Canaán. Según
esta interpretación, los 430 años son el tiempo
desde que los israelitas estuvieron en Canaán (desde que
se da la promesa a Abraham) más el tiempo que estuvieron
en Egipto, hasta que le es dada la Ley a Moisés en el
monte Sinaí. Para sostener esto, se dice que hay 215
años desde la promesa de Dios a Abraham hasta la
cautividad de Israel en Egipto, y que luego se dan otros 215
años desde la cautividad hasta que Dios da la Ley a
Moisés en el monte Sinaí, completando así
los 430 años. Pero estas fechas no encajan con la
cronología que históricamente se tiene de los
eventos.
Además de ello, la cautividad fue profetizada como de 400
años en Génesis 15:13, no de 215
años.

La segunda posición, que es la que más se
apega a la cronología histórica y a los relatos
bíblicos, sostiene que los 430 años se dan desde
Génesis 46 hasta Éxodo 20. En Génesis 46:3,
Jacob recibe la confirmación final del pacto
abrahámico y luego va hacia Egipto como uno de los
patriarcas (alrededor del 1870 a.C.), siendo los 430 años
justamente en Egipto y no tomando en cuenta el tiempo que los
israelitas estuvieron en Canaán antes de ir a Egipto.
Génesis 15:13 y Hechos 7:6 describen 400 años de
cautividad en tierra ajena (Egipto), el cual tendría que
ser un periodo aproximado o redondeado, pues Éxodo 12:40
dice que fueron 430 años. Cuando Jehová le entrega
la Ley a Moisés en el monte Sinaí, se calcula que
era aproximadamente el año 1440 a.C. De esa forma, la
profecía de los 430 años de cautiverio en Egipto se
habría cumplido aproximadamente entre los años 1870
a.C. y 1440 a.C.

(3:18)

"la herencia" es
recibir lo que Dios prometió. Se refiere claramente a la
promesa de Dios a Abraham en Génesis 12:2-3 respecto a
Jesucristo como la Simiente. Es entonces que "la herencia"
es la promesa de la justificación por medio de la fe en
Jesucristo.

Tal como lo ha venido explicando el apóstol Pablo
en los versículos anteriores a éste, la
justificación no puede ser por cumplir la Ley de
Moisés y por tener fe en Jesucristo a la vez. O es por un
método o es por el otro. Si la justificación es a
través de obedecer la Ley de Moisés, entonces como
consecuencia de ello, la justificación no sería por
la fe; y de la misma manera, si la justificación viene por
la fe o por creerle a Dios, como consecuencia lógica,
el hombre no se salva por cumplir la Ley de
Moisés.

En este versículo, Pablo afirma nuevamente que la
justificación viene gracias a la promesa que Dios le hizo
a Abraham respecto a la Simiente, que es Cristo. La
justificación nunca podido ser ni nunca será por
obedecer ni cumplir la Ley de Moisés.

El propósito de la Ley (Gálatas
3:19-25)

(3:19)

Luego de todo lo que ha venido diciendo Pablo en su
carta, la
pregunta inmediata que nacería en la mente de sus lectores
es precisamente sobre el significado, sentido, importancia o
utilidad de la
Ley. El apóstol se anticipa a esa pregunta y la formula
él mismo en su escrito. Aunque algunos hubieran podido
pensar que Pablo estaba atacando la Ley de Moisés, esto no
era cierto, pues lo único que Pablo hacía era
enseñar y predicar el evangelio de Jesucristo y decir lo
que Dios mismo había revelado: obedecer la Ley no puede
salvar ni justificar a nadie.

Ahora Pablo se propone explicar el propósito por
el cual Dios da la Ley. Se debe tener siempre en cuenta que la
Ley no es mala y jamás se tiene que pensar que es algo que
viene del mal o que tiene algún tipo de relación
con Satanás. La Ley de Dios es perfecta en cuanto a su
integridad y pureza. No hay mancha en la Ley de Dios. Al examinar
en detalle cada uno de los mandamientos, se puede observar que no
hay mandatos equivocados ni erróneos en la Ley. Todo va
orientado a amar a Dios y al prójimo, a vivir lejos del
pecado y a permanecer en santidad, porque Dios es santo
(Levítico 11:44). La Ley no es mala, quien es mala es la
humanidad, al haberse apartado de Dios y al haberle desobedecido
continua y deliberadamente. La Ley es buena y justa porque
proviene de Dios.

Pablo dice que la Ley fue "añadida" porque
primero fue la promesa de bendición que Dios le hace a
Abraham y fue cuatrocientos treinta años más tarde
que aparece la Ley de Moisés, siendo de esa forma
"añadida".

El propósito o la razón por la que Dios
añade la Ley es por causa de las transgresiones y pecados
del hombre. Para comprender esto, basta recordar cuando Dios
creó a Adán y a Eva en el principio, que para ellos
no había necesidad de Ley porque antes de la caída,
tanto Adán como Eva eran inocentes y el pecado no los
había contaminado, por lo que era innecesario que Dios les
diera una Ley como la de Moisés. Las leyes sirven para
regular el comportamiento
que debe tener alguien, y son exclusivas para seres imperfectos,
pues las leyes limitan el comportamiento del ser imperfecto para
que se mantenga dentro de los límites de
lo correcto. Pero cuando Dios creó a Adán y a Eva,
ellos no tenían imperfecciones y por lo tanto no
necesitaban restricciones de una Ley como la de Moisés,
porque eran libres e inocentes. Lo mismo sucede con las leyes de
las sociedades de
los países, que deben establecer leyes y castigos para los
que las infrinjan, de manera que se mantenga el orden en la
sociedad. Dios
añade la Ley de Moisés a causa del pecado y la
imperfección del hombre, o según lo dice este
versículo: "a causa de las transgresiones". De no
haber sido por la caída del hombre (Génesis 3), la
Ley no hubiera llegado a existir, pero fue por causa de la
inclinación al mal (Génesis 6:5) y del pecado del
hombre, que Dios entrega la Ley a Moisés en el monte
Sinaí, para que luego fuera presentada a todo
Israel.

Algo importante en este versículo es que muestra
que la Ley tenía un periodo estipulado por Dios. La
palabra "hasta" expresa que la Ley de Moisés no iba
a permanecer siempre como la exigencia que se tenía que
cumplir, pues vendría el tiempo en el que Jesús la
cumpliría a favor del hombre y de esa forma se
alcanzaría por parte de los pecadores tanto la
justificación como también la libertad, tomando en
cuenta que la Ley era una esclavitud. La Ley tenía un
"desde" y un "hasta". Se mantuvo como una exigencia que se
debía tratar de cumplir y respetar desde que le es dada a
Moisés en el monte Sinaí, "hasta que viniese la
simiente a quien fue hecha la promesa"
. Esto significa que la
Ley llega hasta Jesucristo, y a partir de ahí, los
judíos ya no tienen la obligación de seguir
sometidos a la Ley, sino que deben enfocar su mirada en ser
seguidores de Jesucristo y deben creer en el evangelio para ser
justificados de la misma manera que los gentiles: por la fe y la
gracia. Esto es una gran bendición porque la Ley es una
esclavitud, y la gracia de Jesucristo es libertad, tal como en
repetidas ocasiones lo expresa el apóstol Pablo en sus
escritos (Romanos 8:15,21; 1 Corintios 8:9; 10:29; 2 Corintios
3:17; Gálatas 2:4; 4:3,24-26; 5:1)

"la descendencia a quien fue hecha la promesa" no
significa que la promesa le fue hecha a Jesucristo, pues
según el Génesis 12:2-3 Dios hace la promesa a
Abraham. El uso de la preposición "a" en este
versículo puede llegar a parecer que se refiere a
Jesucristo, porque antes de la preposición "a" se
encuentra la palabra "simiente", dando lugar a pensar que
la promesa se le hizo a Jesús. Pero no fue así, se
sabe que Jesucristo fue la promesa misma, y no la persona a la
que se le hace dicha promesa. La Biblia Latinoamericana traduce
este versículo así: «Entonces,
¿para qué la Ley? Fue añadida para responder
a las desobediencias; pero solamente valía hasta que
llegara ese "descendiente" del que hablaba la promesa, y fueron
ángeles los que la concertaron, con la intervención
de un mediador»
. Como se puede ver, lo que la
versión Reina-Valera 1960 traduce como "la descendencia
a quien fue hecha la promesa"
se entiende perfectamente como
"el descendiente del que hablaba la promesa", que como se
sabe, es Jesucristo.

¿Es la vigencia de la Ley temporal, o es eterna?
Según este versículo, la Ley tenía un
comienzo y un final, de manera que tuvo una vigencia temporal.
Sin embargo, sabiendo que Jesucristo cumplió la Ley en
lugar de los pecadores, puede verse como una Ley que siempre
está ahí pero que ya fue cumplida por Jesucristo.
Lo cierto es que actualmente nadie está obligado a cumplir
la Ley de Moisés y Dios no exige que nadie lo haga, porque
la vigencia terminó cuando Jesucristo la cumplió.
Al decir "vigencia" se entiende como el estado de
validez o que está en uso algo. En este caso, la Ley
perdió su validez (como requerimiento o como algo que
debía obedecerse y respetarse rigurosamente) cuando
Jesucristo vino y la cumplió en lugar de los pecadores. La
Ley estaría todavía en vigencia si Jesucristo no
hubiera venido todavía a morir por la humanidad. Sucede
igualmente en los países, que hay leyes que ya no son
necesarias, y pierden su vigencia. Respecto a la Ley de
Moisés, ya no es necesaria o ya no hay que seguir siendo
esclavos o estar sometidos a ella, porque Jesucristo ya la
cumplió y ha dado la libertad a todo aquel que tiene fe en
Su obra y recibe el regalo de la justificación que Dios
ofrece. Nunca debe pensarse que Dios cambió de
opinión por el hecho que la Ley perdió su vigencia.
Lo que sucedió fue que desde el principio, Dios ya
tenía el plan trazado de lo que sería la Ley y para
qué serviría. Es por ejemplo como cuando un
país crea una ley temporal que es necesaria solamente para
un periodo específico debido a circunstancias
extraordinarias. Llegará el momento en que las
circunstancias específicas por las que atravesaba el
país lleguen a terminar, y entonces la ley creada
perderá su vigencia porque ya no es necesaria. Eso no
significaría que los gobernantes de dicho país
cometieron una contradicción ni que cambiaron de
opinión o que no permanecieron firmes. Sucedería
todo lo contrario, pues se diría que el gobierno de dicha
nación
actuó inteligentemente al crear una ley que no
tendría vigencia perpetua, sino que tendría un
carácter temporal, mientras fuera
útil para combatir las circunstancias extraordinarias que
se habían presentado en el país. Igualmente Dios no
cometió ningún error ni contradicción al
darle a la Ley un carácter temporal, pues el
propósito era que los hombres se dieran cuenta de su
culpabilidad
delante de Dios y que de esa forma se convencieran de su pecado
completamente y buscaran a Jesucristo como el único medio
de salvación. La Ley tuvo el propósito de llevar a
los pecadores a Jesucristo, y tuvo un carácter
temporal.

La expresión "y fue ordenada por medio de
ángeles"
encuentra referencia en Hechos 7:53, que
dice: "vosotros que recibisteis la ley por disposición
de ángeles, y no la guardasteis."
El otro pasaje que
se refiere directamente a que la Ley fue ordenada por medio de
ángeles es Hebreos 2:2: "Porque si la palabra dicha por
medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión
y desobediencia recibió justa retribución,"
. El
argumento que Pablo presenta es que la Ley es inferior a la
promesa porque la Ley fue promulgada de forma indirecta, por
medio de ángeles y teniendo a Moisés como mediador,
mientras que la promesa se hizo de forma directa, sin
ningún ángel de intermediario y directamente a
Abraham de forma personal. El pueblo de Israel recibió la
Ley con intermediario, porque Dios primero se comunicaba con
Moisés y luego éste tenía que transmitirle
al pueblo todo lo que le había dicho Dios. Con Abraham el
trato fue directo, e igualmente los que son hijos de Abraham por
la fe, pueden tener esa relación directa con Dios sin la
necesidad de personas como intermediarias. El creyente puede
comunicarse directamente con Dios sin estar dependiendo de
ningún ser humano ni de ningún ángel que
sirva de intermediario. En la Ley de Moisés eso
jamás se pudo dar, pues siempre existía la
necesidad de levitas y sacerdotes que funcionaban como
intermediarios al presentar las ofrendas del
pueblo ante Dios. Pero Dios ya había profetizado en el
Antiguo Testamento que esto no seguiría siendo siempre
así (Jeremías 31:34), pues con la venida de
Jesucristo, Dios perdona el pecado de los hombres y los llega a
tratar como a hijos, manteniendo una relación estrecha,
íntima y directa con cada creyente. El trato de Dios con
el hombre en el periodo de la Ley fue indirecto y con los
sacerdotes levitas como mediadores. Pero esto dejó de ser
así cuando Jesús murió en la cruz, y
sucedió algo que abiertamente enseña esta verdad:
"Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos,
de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se
partieron;"
. El hecho que el velo del templo se haya rasgado
en dos tiene una gran enseñanza en relación a la
relación directa y sin intermediarios que ahora Dios tiene
con el creyente. Ningún hombre rasgó el velo en ese
momento, sino que fue Dios quien milagrosamente hizo que eso
sucediera, lo cual tiene un significado poderoso. El velo que se
rompió era el que dividía el lugar santo, donde los
sacerdotes podían ministrar, del lugar santísimo,
al cual sólo el sumo sacerdote tenía el privilegio
de entrar en el día de expiación (Éxodo
26:31; Levítico 16). El rompimiento del velo, que era tipo
del cuerpo de Cristo (Hebreos 10:30), significa que "un camino
nuevo y vivo" se había abierto hacia la presencia de Dios
para todos los creyentes, no siendo ya necesario otro sacrificio
o sacerdocio excepto el de Cristo Jesús (Hebreos 9:1-8;
10:19-22).

Aunque el enfoque de Pablo es mostrar que la promesa es
superior y mucho mejor que la Ley, debe interpretarse
también el significado de la expresión "por
medio de ángeles"
. Esto resulta complicado entenderlo
ya que si se consultan los pasajes relacionados a la entrega de
la Ley a Moisés en Éxodo y Deuteronomio no se
encuentra ninguna indicación de la presencia de
ángeles. Sólo existe un texto en el
Pentateuco (cinco libros de
Moisés), que generalmente es aceptado como referencia a
Gálatas 3:19, y se trata de Deuteronomio 33:2, que dice lo
siguiente: "Dijo: Jehová vino de Sinaí, Y de
Seir les esclareció; Resplandeció desde el monte de
Parán, Y vino de entre diez millares de santos, Con la ley
de fuego a su mano derecha."
A pesar que el texto citado dice
"santos" y no "ángeles", generalmente se acepta
como la referencia a los ángeles de Gálatas 3:19.
También se considera que Salmos 68:17 está hablando
también de esos ángeles. Ese mismo sentido de
"ángeles" es el que aparece en Hebreos 2:2 y Hechos 7:53.
No así en Hechos 7:38, donde se trata del "Ángel de
Jehová", quien es Dios mismo revelado a los hombres en el
Antiguo Testamento. Se considera que existía una fuerte
tradición entre los hebreos en el sentido que Dios
entregó la Ley por medio de ángeles, entonces Pablo
tiene en mente esta idea, pero la expone en sentido negativo,
pues hace entender a través de esto que la Ley es inferior
a la promesa, ya que fue entregada por medio de ángeles a
Moisés y de éste a los hombres (sabiendo que tanto
los ángeles como Moisés son creación de
Dios). La promesa en cambio, fue un
trato hecho cara a cara, personalmente, por el mismo Dios con
Abraham, sin ningún intermediario de carácter
inferior. Es así que la promesa está completamente
por encima y es notablemente mejor y superior a la
Ley.

(3:20)

La palabra "mediador" proviene de la palabra
mesivth" o "mesites". Según el Enhanced
Strong’s Lexicon #3316, se trata de la palabra
"mesites", que proviene de "mesos" (medio), y de "eimi"
(ir); significa un intermediario, árbitro o reconciliador.
En este pasaje la palabra se refiere a Moisés trayendo la
Ley al pueblo, asistido por ángeles. En sus otras
ocurrencias, "mesites" habla de que Jesús
efectúa la salvación mediante Su muerte vicaria (1
Timoteo 2:5), garantizando los términos del nuevo pacto
(Hebreos 8:6; 9:15; 12:24).

No es necesario un mediador cuando solamente una persona
está involucrada en un asunto, pero cuando hay dos o
más partes involucradas, entonces se hace necesaria la
presencia e intervención de un mediador, intermediario o
árbitro. Este mediador es según la traducción de "medites", es el que
interviene activamente entre dos partes, ya sea para hacer o para
restaurar la paz y la amistad. El
mediador es también el que interviene en los pactos o que
ratifica los convenios. Se habla entonces de un árbitro o
de un mediador en la
comunicación.

Otra posible traducción para "Dios es uno"
es "Dios actúa solo". Esto significa que Dios puede actuar
sin necesidad de ningún mediador.

Con este versículo se presenta la superioridad de
la promesa con respecto a la Ley, pues para la Ley fue necesario
un mediador y debido a que era un acuerdo entre dos partes, no
solamente estaba involucrado Dios, sino que también la
gente tenía que cumplir su compromiso de cumplir y
obedecer rigurosamente la Ley que les estaba siendo dada. Los
mediadores fueron los ángeles y Moisés. La promesa
es completamente superior a la Ley porque no había
mediador y no se trataba de un acuerdo entre dos partes, sino que
sólo había una parte: "Dios es uno" o "Dios
actúa solo"
. Esto hizo que la promesa se hiciera
realidad para todos sin ningún problema porque el hombre
no tenía que cumplir con ninguna parte porque no
había mediador y era únicamente Dios quien
hacía la promesa, sin que esta dependiera de nadie
más. Todo llegó a depender totalmente de Dios,
garantizando las cosas iban a salir bien. La Ley fue un contrato entre
dos partes, una de las partes fue Dios, y la otra fue el hombre,
y los mediadores eran Moisés y los ángeles. Para
que las cosas tuvieran éxito,
ambas partes debían cumplir con lo que les
correspondía. Por supuesto que Dios cumplió su
parte (todas Sus promesas que aparecen en la Ley jamás
fueron quebrantadas por Dios), pero el problema fue que el hombre
no cumplió con la parte que le correspondía de
obedecer fielmente toda la Ley. Entonces esto no tuvo
éxito porque una de las partes (el hombre) falló al
acuerdo y no cumplió con lo que le correspondía,
traicionando el acuerdo. La promesa fue mucho mejor porque ya no
hubo necesidad de mediadores ni tampoco actuaban dos partes en el
acuerdo ("Dios es uno"), sino que "Dios actúa
solo"
y eso garantiza el éxito de todo, ya que Dios,
siendo perfecto y fiel, cumple Su promesa y así la
humanidad entera puede ser justificada por la gracia de
Jesucristo. Para comprender bien este punto, basta comprender lo
que son los pactos o tratados
unilaterales y los bilaterales. La Ley fue un pacto bilateral,
mientras que la promesa fue un pacto unilateral. Evidentemente,
la promesa es superior y mucho mejor que la Ley.

(3:21)

Pablo tiene que dejar muy claro que él no
está predicando que la Ley es el opuesto a la fe, como que
se tratara de que la Ley es enemiga de la fe. Pablo enfatiza que
eso no es lo que se encuentra predicando, como seguramente los
judaizantes hubiesen querido hacer ver para que las iglesias de
Galacia restaran credibilidad a las palabras de Pablo. La Ley de
Dios no podía presentar ningún tipo de
contradicción con la promesa de Dios a Abraham porque
tanto la Ley como la promesa vinieron de Dios, y no puede existir
contradicción entre lo que Dios dice. Por eso Pablo dice
contundentemente "En ninguna manera", pues la Ley y la
promesa no son dos cosas opuestas ni mucho menos contradictorias.
Esto se comprueba porque si la Ley hubiese sido capaz de
justificar al hombre (si el hombre no hubiera pecado y hubiera
obedecido completamente toda la Ley), la justificación
hubiese venido entonces por la Ley. Entonces no se hubiera
necesitado ya la promesa, porque el hombre estaría
justificado por medio de la Ley. No hay entonces
contradicción porque la promesa no hubiese entrado en
efecto como medio de justificación si la Ley hubiera
salvado a las personas. A diferencia de ver la Ley y la promesa
como contradictorias, aparecen trabajando juntas hacia un mismo
ideal, pues cuando la Ley no pudo y fue incapaz de justificar al
hombre, entonces llega la promesa para realizar la
justificación. El propósito de la Ley jamás
fue condenar al hombre, pues el que busca eso es Satanás.
Lo que la Ley buscaba era que las personas se dieran cuenta de su
culpabilidad y buscaran a Jesucristo como la única
solución o la única forma de recibir el
perdón de los pecados. Tanto la Ley como la promesa
vinieron de Dios y eran parte del plan de salvación que
Dios había trazado para el hombre, por lo tanto no
podía haber contradicción entre ellas y en efecto,
no hubo nunca contradicción, pues por el contrario, se
encuentra una perfecta armonía entre la Ley y la promesa
dentro del plan de salvación de Dios para el hombre, a tal
grado que lo dicho en el Antiguo Testamento por la Ley es usado
como tipo lo que se realizó posteriormente por Jesucristo
en el Nuevo Testamento. El mejor ejemplo de esto se encuentra en
el libro de
Hebreos, donde se puede comprender que cada parte de la Ley del
Antiguo Testamento, tiene su significado y realización de
una mejor forma en el Nuevo Testamento a través de
Jesucristo. Si la Ley y la promesa fueran contrarias, el libro de
Hebreos no presentaría esa perfecta armonía y
tipología entre lo que decía la Ley, y lo que luego
fue hecho por la obra de Jesucristo, quien es la promesa
prometida a Abraham. Es impresionante la manera en la que
inclusive los más mínimos detalles descritos en la
Ley de Moisés, que parecieran no tener gran relevancia,
tienen una perfecta aplicación y explicación en la
obra de Jesucristo en el Nuevo Testamento. Todo se trata de tipos
y antitipos, donde la Ley es tipo de la promesa, y la promesa es
antitipo de la Ley. Si la Ley y la promesa fueran contrarias, no
sería posible relacionarlas como tipo-antitipo.

Respecto a los tipos y antitipos, son un tema
fundamental a la hora de relacionar las profecías del
Antiguo Testamento con su cumplimiento en el Nuevo Testamento.
Algunas personas, lugares, objetos, eventos e instituciones
de los tiempos antiguos fueron preparados por el Señor
para representar alguna realidad espiritual futura. Aquellos eran
figuras o tipos de estas realidades. El tipo es una figura de
alguna realidad espiritual futura, preparada por
inspiración divina. Todos los tipos son proféticos;
no son simples ilustraciones. Una característica de los
tipos es que representan realidades espirituales futuras, cuyo
significado sería manifestado en su plenitud, solamente
después de la venida de Cristo. Sabiendo que el tipo
prefigura una realidad espiritual, el antitipo es el cumplimiento
del tipo. En los tiempos antiguos, el Mesías era la gran
realidad espiritual futura. En los tiempos antiguos, el
Mesías era la gran realidad espiritual futura. En el Nuevo
Testamento el Mesías es el gran Antitipo que corresponde a
los tiempos antiguos. La más clara presentación que
hace la Biblia de la Ley como tipo y la promesa (Jesucristo) como
Antitipo se encuentra en el libro de Hebreos.

(3:22)

La función de
la Ley fue preparar el camino del evangelio al hacer a la gente
consciente de sus pecados y de su necesidad de un Salvador.
Salmos 14:3 y Romanos 3:10-19 son solamente dos de muchos pasajes
en los que las Escrituras declaran que el hombre es pecador.
"La Escritura lo
encerró todo bajo pecado"
significa que la Ley de
Moisés, por cuanto nadie la pudo cumplir, declaró a
todos como pecadores e injustos delante de Dios. En su carta a
los Romanos, Pablo expresa esta verdad con las siguientes
palabras: "Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a
los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y
todo el mundo quede bajo el juicio de Dios;"
(Romanos 3:19).
Dios no tenía el propósito de justificar a los
pecadores a través de la Ley, sino que la Ley fue
solamente para que el hombre se diera cuenta de su pecado y que
la única manera de obtener la justificación es por
medio de Jesucristo (la promesa). Por eso Romanos 3:20 dice:
"ya que por las obras de la ley ningún ser humano
será justificado delante de él; porque por medio de
la ley es el
conocimiento del pecado."

La Ley serviría entonces para que los hombres
reconocieran que son pecadores y que la Ley no solamente les pone
al descubierto su pecado, pero no les justifica. De esa forma, el
objetivo es el hombre busque ser justificado y salvo por medio de
Jesucristo. La justificación viene entonces por la
promesa, y es dada a los creyentes, es decir a aquellos que
imitan el ejemplo de fe de Abraham, quien es precisamente
conocido como "el padre de la fe". La salvación por lo
tanto es y siempre ha sido por Jesucristo.

(3:23)

"antes que viniese la fe" significa "antes de la
venida de Cristo", y comprende el periodo entre la entrega de la
Ley a Moisés en el monte Sinaí, y la venida de
Cristo al mundo a morir por los pecados de la
humanidad.

"estábamos confinados bajo la ley"
significa "estar presos" o "estar bajo la esclavitud de la Ley".
La palabra frourevw de la cual se deriva la palabra
"confinados", significa "guardar, custodiar o tener
preso". Pablo siempre presenta la Ley como algo que lleva al
hombre a la esclavitud, y presenta contrariamente a Jesucristo
como Aquel que da al hombre la libertad. La Ley de Moisés
estaba custodiando al hombre y no le permitía ser libre,
pues daba órdenes que se tenían que cumplir y que
debido a que nadie lo podía hacer, la libertad nunca era
posible y la justificación no se podía alcanzar.
Por eso la Ley estaba siempre custodiando y mantenía preso
al hombre, o sea esclavo de la Ley y también esclavo del
pecado. La libertad podría ser alcanzada únicamente
por Jesucristo, ya que Jesús cumplió la Ley y lo
hizo a favor del hombre, para proporcionar así la libertad
a los creyentes. Antes de la venida de Jesucristo, Pablo afirma
que los hombres se encontraban "encerrados para aquella fe que
iba a ser revelada."
, lo cual significa que los pecadores
estaban en espera de la promesa que vendría, encerrados y
sin poderse dirigir hacia otro lugar sino solamente con la
posibilidad de esperar el momento en el que la promesa se
cumpliera y Jesucristo fuera revelado al venir a para dar la
libertad y perdonar al hombre de todos sus pecados, concediendo
la justificación a todos los creyentes.

(3:24)

La palabra "ayo" se traduce del griego
paidagwgov", cuyo significado es "maestro, instructor o esclavo
que guarda a los niños".
Esta palabra se refiere por lo tanto a un pedagogo o conductor de
un niño. Entre los griegos, un ayo se refería a un
sirviente que se hacía cargo de los niños
pequeños; les enseñaba los rudimentos de la ciencia, y
cuando alcanzaban la edad conveniente, los llevaba a la escuela y los
traía a la casa. Así, la Ley era el pedagogo de
Israel, que velaba sobre la niñez de la nación,
y al fin la condujo con sus símbolos y profecías a Cristo.
Cuando un judío llega por medio de la fe al conocimiento
de Cristo, cesa este oficio de la Ley. La ilustración de
este versículo es que la Ley fue el ayo y "los
niños" que se encontraban bajo el cuidado de la Ley o del
ayo son los pecadores en espera de la venida del Mesías.
Cuando viene Jesucristo, los pecadores que tenían fe dejan
de ser "los niños" y llegan a convertirse en adultos, por
lo cual, siendo mayores de edad, ya no necesitan de ningún
ayo que les esté cuidando, guardando ni instruyendo. En
esta ilustración el padre "del niño" y
posteriormente "del adulto que ya no necesita más del ayo"
siempre es Dios, y la herencia es la promesa o Jesucristo. La
herencia o promesa solamente puede ser recibida cuando "el
niño" (periodo de la Ley o antes de Jesucristo) llega a la
mayoría de edad y "se convierte en adulto" (periodo de la
Gracia o después de Jesucristo.

La finalidad de todo esto es que la justificación
se reciba por la fe en la obra redentora de Jesucristo a favor de
la humanidad. Nuevamente se confirma que la justificación
no puede venir por la Ley de Moisés, sino por la promesa,
es decir por Jesucristo. La salvación se encuentra
únicamente en Jesús.

(3:25)

"venida la fe" se refiere a la venida de
Jesús al mundo para morir por los pecados de la humanidad.
Tal como se estudió en Gálatas 3:19, la Ley
tenía un "hasta" o un tiempo final. La Ley comienza
"desde" que es entregada a Moisés en el monte Sinaí
"hasta" la venida de Jesucristo a la tierra. Es de esa manera que
cuando Jesucristo vino al mundo, la Ley deja de ser necesaria y
por eso dice Pablo que "ya no estamos bajo ayo".
Según la
ilustración que Pablo viene presentando, cuando viene
Jesús a la tierra es cuando "el niño" se convierte
en adulto y deja de necesitar el ayo porque ya tiene la
mayoría de edad y es capaz de valerse por sí mismo
y de recibir la herencia o la promesa. Así la Ley deja de
ser necesaria cuando Cristo viene.

Los hijos de Dios son el linaje de Abraham
(Gálatas 3:26-29)

(3:26)

Según la ilustración que Pablo ha venido
presentando, la promesa o herencia podía ser dada
únicamente a los hijos del padre de familia, cuando
estos llegaban a la mayoría de edad. El significado es que
la mayoría de edad se alcanzó con la venida de
Cristo al mundo, y por lo tanto el hijo ya estaba en la capacidad
de recibir la promesa o herencia. Es de esa manera que los hijos
de Dios (que lo llegan a ser por la fe en Cristo Jesús
según Juan 1:12) dejan de estar bajo ayo (bajo la Ley) y
llegan a tener la libertad en Cristo Jesús por la fe, y a
la vez reciben el precioso regalo de la justificación.
Así trabaja la fe que justifica, del mismo modo que
sucedió con Abraham, convirtiendo al pecador en un hijo de
Dios.

(3:27)

Para comprender mejor la frase "bautizados en
Cristo"
es importante leer lo que dice Romanos 6:3-5. El
bautismo del agua es un
símbolo de la unión del creyente con Cristo en su
muerte, sepultura y resurrección. El bautismo representa
entonces el hecho por el cual el creyente se incorpora a Cristo y
se une a Su muerte, resurrección y vida nueva (Colosenses
2:12). El bautismo cristiano implica la confesión de
Cristo como Señor, constituyendo la identificación
externa con Su muerte, y por ende el salirse o bien del terreno
judío, culpable del rechazo de Cristo como Su
Mesías (Mateo 27:25), o del terreno gentil, sin Dios ni
esperanza en el mundo (Efesios 2:12).

"de Cristo estáis revestidos" habla de la
nueva vida del creyente luego de haberle entregado su vida y
corazón a Cristo. Haber sido bautizado en Cristo implica
ser una nueva criatura y tener una nueva naturaleza (2
Corintios 5:17; Efesios 4:22-24). "Revestirse de Cristo"
significa que el creyente tiene una conducta y vida
espiritual diferente y mejor a la que tenía antes de
entregarse a Jesucristo, siendo esto un testimonio de la
presencia de Dios en el interior del cristiano (Romanos 13:12-14;
Efesios 4:22-24; Colosenses 3:8-13). Todo creyente bautizado ha
sido revestido de Cristo.

La persona convertida, al haber creído en
Jesucristo, tiene una nueva vida, la cual le ha sido dada por
Jesucristo. El cristiano es diferente a como era antes porque se
encuentra "revestido de Cristo".

(3:28)

Cuando una persona cree en Jesucristo y acepta el regalo
de la salvación que Dios ofrece, es revestida de Cristo y
llega a tener una vida espiritual en la que ya no se encuentran
barreras ni rangos humanos que hagan una diferencia entre una
persona y otra. Humanamente hablando, la sociedad clasifica a las
personas de muchas maneras y las ubica en diferentes
categorías. Dios, por el contrario, no hace
acepción de personas (Deuteronomio 10:17). En Cristo, las
distinciones de raza, rango o sexo no
impiden establecer vínculos fraternales, ni garantizan
privilegios especiales. Cuando una persona es "revestida de
Cristo", lo que importa ya no es lo exterior, sino que la nueva
vida que Dios ha dado al creyente. Fue esto lo que también
dijo Pablo en Colosenses 3:9-11: "No mintáis los unos a
los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus
hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del
que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,
donde no hay griego ni judío, circuncisión ni
incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre,
sino que Cristo es el todo, y en todos."
El deseo del
Señor es la unidad y hermandad de los creyentes (Juan
17:11,20-23). En Cristo son eliminadas las barreras humanas y las
distinciones sociales, y todo creyente goza de la
bendición de tener a Dios como Padre y de tener a todos
los otros creyentes como hermanos.

(3:29)

"Y si vosotros sois de Cristo" significa "Y si
vosotros pertenecéis a Cristo". Relacionando el
versículo 29 con el 27, ser de Cristo y estar unidos a
Él o pertenecerle es lo que se simboliza con el bautismo.
Sin embargo se debe saber que el bautismo no asegura por
sí mismo la unión con Cristo, sino que expresa de
forma visible la unión interior que la fe trae
consigo.

Cuando una persona le entrega su vida a Jesucristo y por
la fe acepta el regalo de la salvación y de la
justificación que Cristo ofrece al pecador, se recibe la
bendición de Génesis 12:3 que Dios le hizo a
Abraham: "y serán benditas en ti todas las familias de
la tierra."
Esa bendición es gracias a Jesucristo y a
Su sacrificio en la cruz, pues la Simiente de Abraham es Cristo:
"En tu simiente serán benditas todas las naciones de la
tierra, por cuanto obedeciste mi voz."
(Génesis
22:18). De la forma que Abraham fue justificado por la fe
(Génesis 15:6), así también son justificados
"los que son de Cristo". Tal como Pablo lo ha explicado ya en los
versículos anteriores, ser "hijos de Abraham" no
necesariamente significa ser descendiente físico de
Abraham o ser judío según la carne, pues todos
aquellos que imitan la fe de Abraham, son declarados por la
Biblia como "hijos de Abraham" (siendo Abraham el "padre de la
fe"), y por lo tanto son herederos de la promesa que se le hizo a
Abraham y a su descendencia. Esa promesa es Jesucristo, quien
justifica al pecador. Toda persona por la fe puede llegar a ser
un hijo de Abraham y a recibir la maravillosa promesa y herencia
dada por Dios.

Situación de los hombres hasta Jesucristo
(Gálatas 4:1-7)

(4:1)

En los primeros versículos del capítulo 4,
Pablo no está comenzando un nuevo tema ni una nueva
sección en su escrito. Pablo continúa con su
argumento de presentar a la Ley como un ayo. Tal como se
decía anteriormente, en esta ilustración Dios es el
padre de familia, la Ley es el ayo y los pecadores en espera del
Mesías son los hijos o herederos de la promesa.

Bajo la Ley los pecadores se encontraban como un
heredero durante su minoría de edad, sujeto a tutores
hasta alcanzar la edad requerida. En este caso el heredero "en
nada difiere del esclavo"
porque en la práctica, el
heredero todavía no puede hacer uso de su herencia porque
no ha llegado a su mayoría de edad; en ese sentido el
heredero está en la misma condición del esclavo, ya
que ninguno de los dos puede hacer uso de la herencia
administrándola por voluntad propia y sin restricciones.
Esto a pesar que el niño, por ser hijo, "es
señor de todo"
.

(4:2)

Mientras el heredero sigue siendo un niño, se
encuentra al cargo de "tutores y curadores". La palabra
"tutor" se traduce del griego ejpivtropo", que significa
justamente "tutor" pero también "mayordomo". Esta misma
palabra griega se utiliza también en Mateo 20:8 y en Lucas
8:3 con el significado de "mayordomo", que aunque en Lucas 8:3 se
traduce en la versión Reina-Valera 1960 como
"intendente", su significado siempre es el mismo,
orientado a la mayordomía. La palabra "curadores"
significa "administradores", y viene del griego oijkonovmo", cuyo
significado es "administrador o
tesorero".

El significado de estar bajo "tutores y
curadores"
es por tanto estar bajo el cuido de personas, que
según el derecho helenístico, se trataba de
personas encargadas de administrar los asuntos de un menor hasta
el día fijado por el padre. La edad señalada
podía ser hasta los veinte años. Los
administradores eran por lo general esclavos.

(4:3)

Cuando Pablo utiliza el pronombre "nosotros", se
refiere a los creyentes o cristianos (hijos de Dios). "cuando
éramos niños"
es el periodo de la Ley, es decir
antes de la venida de Jesucristo.

Pablo presenta a la Ley como algo que hace al hombre
estar en esclavitud, de modo que Cristo saca al pecador de la
esclavitud de la Ley para llevarlo a la libertad de la fe y de la
gracia, recibiendo así la justificación o el
perdón de los pecados.

La palabra "rudimentos", que aparece en algunas
versiones de la Biblia como "elementos", se traduce del griego
stoicei`on, que significa "elemento, rudimento o espíritus
que rigen el mundo". Se refiere a los primeros y más
sencillos principios de una
ciencia o
literatura. La
palabra griega stoicei`on aparece en los siguientes pasajes del
Nuevo Testamento: Gálatas 4:3,9; Colosenses 2:8,20;
Hebreos 5:12; 2 Pedro 3:10,12. El cristiano es advertido en
contra de los rudimentos de este mundo, a los cuales ha muerto
con Cristo (Colosenses 2:8,20). Entre ellos se cuentan la
"filosofía"; las concepciones gnósticas del mundo;
las religiones gentiles, y la permanencia en los rudimentos
primeros de la revelación de Dios, a lo que se refiere
Hebreos 5:12 y 6:1. Al referirse a "los rudimentos del
mundo"
o "las fuerzas elementales del mundo", Pablo se
refiere entonces (tanto aquí en el versículo 3 como
en el 9) a la situación de la humanidad antes de Cristo, y
la caracteriza como sometida a los poderes que dominan el mundo.
Esto incluye la sujeción a la Ley y a ciertas normas sobre el
calendario, que dependen de fenómenos astronómicos
(Gálatas 4:10). Probablemente, se consideraba que estos
fenómenos estaban relacionados con poderes celestiales,
llegando a caer en el espiritismo u ocultismo.

La palabra griega de la que se traduce
"rudimentos" (stoicei`on) originalmente se refería
a un triángulo situado sobre un reloj de sol, para
determinar la hora por medio de la sombra que éste
proyectaba. De ahí comenzó a aplicarse a ir
ordenadamente, a avanzar poco a poco, a comenzar por las cosas
elementales, a aprender las letras del alfabeto. En el Nuevo
Testamento se usa para aludir a las verdades elementales del
Antiguo Testamento (Hebreos 5:12), los rudimentos de las
religiones judía y gentil (aquí en Gálatas
4:3 y en Colosenses 2:8,20), y a los elementos materiales del
universo (2
Pedro 3:10,12). Pablo utiliza la misma palabra en el
versículo 9 ("los débiles y pobres
rudimentos"
), que junto al uso que hace de ella en Colosenses
2, le confiere un significado más amplio a
"rudimentos". El apóstol enseña que ciertas
enseñanzas idólatras y demoníacas
(Gálatas 4:8), se mezclan fácilmente con los
rituales y filosofías de las religiones y costumbres
humanas. De ahí que "los rudimentos del mundo"
puedan identificarse con los espíritus del mal que
habrían llegado a enlazarse inclusive dentro de los
rituales de la Ley (Gálatas 4:10) para esclavizar y
condenar. Cristo ofrece al hombre la liberación de las
supersticiones religiosas y de los errores de los paganos, cosas
que impiden a los hombres conocer al Padre y ser Sus
hijos.

(4:4)

"el cumplimiento del tiempo" alude al momento
señalado por Dios para la venida de Cristo. Jesucristo
mismo afirmó el momento en el que "el cumplimiento del
tiempo había llegado"
, según aparece en Marcos
1:14-15: "Después que Juan fue encarcelado,
Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de
Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se
ha acercado; arrepentíos, y creed en el
evangelio."

Definitivamente que Dios escogió la época
y el tiempo exacto en el que Jesucristo aparecería. Dios
consideró las condiciones mundiales ideales que eran
ideales para el aparecimiento de Jesús y también el
momento exacto en el que convenía que Jesucristo entrara
en acción
haciéndose hombre para regalar el perdón y
salvación a todos los seres humanos que creyeran en
Él. Fue entonces que Dios envió a su hijo"
(Juan 3:16). La afirmación "nacido de mujer" revela
la completa humanidad de Cristo. Resulta muy interesante la
manera en la que en este versículo se pone de manifiesto
tanto la divinidad ("Dios envió a su hijo") como la
humanidad ("nacido de mujer") de Cristo.

Otro aspecto muy interesante revelado en este
versículo es que Jesús fue "nacido bajo la
ley"
. Jesús cumplió la Ley a favor de los
hombres (que no fueron capaces de cumplirla por ellos mismos) y
por lo tanto tuvo que someterse completamente a la Ley y
cumplirla en cada detalle. Esto a pesar de la manera en la que
los fariseos buscaban hacer caer en errores a Jesús y a
pesar también de las críticas que recibió en
más de una ocasión por parte de sus detractores.
Jesucristo sufrió fuertes acusaciones en las que
decían que había quebrantado la Ley y que
consentía a otros el quebrantarla también, en
especial con relación al día de reposo (Mateo
12:2,10; Lucas 6:7; Juan 5:18; 7:23). Nadie podía juzgar
ni condenar a Jesús por incumplimiento de la Ley de
Moisés a no ser por mentiras, engaños o
interpretaciones erróneas y rigoristas de la Ley. Desde su
nacimiento, Jesús fue sometido al judaísmo como
cualquier otro judío. Aunque con Jesús termina el
periodo en el que la Ley se mantuvo vigente como un conjunto de
ordenanzas que debían respetarse, el Señor aclara
que no había venido para abrogar la Ley, sino para
cumplirla (Mateo 5:17). Efectivamente, Jesucristo fue capaz de
cumplir la Ley y es así como los hombres ya no tienen la
obligación de cumplirla, sino que solamente deben confiar
plenamente en Sus promesas y aceptar el regalo de la
salvación y de la vida eterna que Jesucristo
ofrece.

(4:5)

La palabra "redimiese" se deriva del griego
ejxagoravzw, cuyo significado es "rescatar, liberar o redimir".
Este versículo enseña que Jesucristo vino para dar
libertad. Como le enseña continuamente Pablo en sus
cartas, la Ley
llevó al hombre a una esclavitud de la cual no
podía liberarse por sus propios medios,
llegando a ser literalmente "esclavo de la Ley". Jesús
redime, rescata o libera al hombre de la esclavitud de la Ley por
medio de Su sacrificio en la cruz. De esa forma todos los que
"estaban bajo la ley" o que se encontraban bajo la
esclavitud de la Ley, llegan a tener la libertad en Cristo y la
paz con Dios.

Ser libres de la esclavitud de la Ley no es el
único beneficio que Jesucristo ofrece al hombre por medio
de Su sacrificio en la cruz, sino que otra de las maravillas e
inmensos regalos ofrecidos por Dios es "la adopción
de hijos"
. Es difícil para la mente humana comprender
cómo Dios, siendo inmenso y Todopoderoso, puede llegar a
tomar a criaturas tan pequeñas como a Sus hijos. Esta
adopción de la que habla Pablo tiene su trasfondo no en la
ley romana, en la que el fin principal era continuar la
línea del padre adoptivo, sino en la costumbre judaica,
que confería los beneficios de la familia al adoptado. Se
trata de una relación conferida por la acción de la
gracia de Dios, que redime a los que están bajo la Ley. Su
intención y resultado es un cambio de estado, planificado
desde la eternidad y hecho realidad por Jesucristo (Efesios 1:5),
de la esclavitud a la posición de hijo. La
adopción, al igual que la justificación, es posible
al sacrificio de Jesucristo en la cruz y a la fe. Es así
como Cristo vino para convertir a los esclavos en
hijos.

(4:6)

Ser hijos de Dios implica tener las bendiciones y gozar
de los beneficios de pertenecer a la familia de Dios. Esta
adopción llega solamente a través de Jesucristo y
como resultado y beneficio de la adopción, el creyente
recibe el Espíritu Santo en su interior, siendo esta una
bendición exclusiva y permanente para los hijos de Dios.
El Espíritu Santo morando en el interior del creyente
confirma la adopción de éste. No se puede recibir
el Espíritu Santo sin ser hijos de Dios y no hay
ningún hijo de Dios que no tenga el Espíritu Santo
en el corazón o en el interior. El hijo adoptivo de Dios
posee todos los derechos de la familia,
incluyendo el acceso al Padre (Romanos 8:15), y comparte con
Cristo la herencia divina (Romanos 8:17). La presencia del
Espíritu Santo de Dios es la consecuencia de esta
condición de hijo. La adopción está
implícita como una relación de gracia en la
enseñanza de Juan acerca de "ser hechos hijos de Dios"
(Juan 1:12; 1 Juan 3:1-2) y en el título de Dios como
Padre, tan repetido por Jesús (Mateo 5:16; 6:9; Lucas
11:2; 12:32).

"vuestros corazones" se refiere a "vuestro
interior" o "vuestras vidas", pues en la Biblia la palabra
corazón es el asiento de las afecciones, deseos,
esperanzas, motivos y voluntad, así como de las
percepciones intelectuales
y de carácter moral del
hombre. La palabra "corazón" se traduce del griego
kardiva, cuyo significado es: "corazón, interior, mente,
memoria,
voluntad". C. Ryder Smith dice lo siguiente respecto a la palabra
"corazón" según es utilizada en el Nuevo
Testamento: "(El corazón) no pierde enteramente su
referencia física, porque es de
‘carne’ (2 Corintios 3:3), pero es el asiento de la
voluntad (Marcos 3:5), del intelecto (Marcos 2:6,8), y del
sentimiento (Lucas 24:32). Esto significa que
‘corazón’ se acerca más que otros,
entre los términos del Nuevo Testamento, al significado de
‘persona’."

El Espíritu Santo llega al corazón los
hijos de Dios y garantiza la veracidad de la adopción. Es
sólo de esa forma que se da éste clamor hacia Dios:
"¡Abba, Padre!" Esta exclamación, que
también es mencionada en Romanos 8:15, utilizada en el
contexto de la adopción, quizá sea la
exclamación tradicional del esclavo adoptado.
"Abba" es la palabra aramea o siríaca (la lengua hablada
por los antiguos sirios) que significa "padre". Esta palabra
comunicaba un sentido de afectuosa intimidad y también de
respeto filial.
En el Nuevo Testamento, el término "Abba" aparece
tres veces: Marcos 14:36; Romanos 8:15 y Gálatas 4:6. La
palabra "Abba" o "padre" era de fácil
pronunciación para los niños pequeños y
expresaba la peculiar ternura, familiaridad y confianza del
amor que liga
a los padres con los hijos. Martín Lucero tradujo la
expresión "Abba Pater", por "Abba, querido Padre." En el
Antiguo Testamento, Dios buscaba el amor filial y la confianza de
su pueblo (Jeremías 3:4); pero sólo por medio de
Cristo es que se recibe el verdadero espíritu de
adopción, y se puede llamar a Dios "Padre nuestro"
(Mateo 5:16; 6:9; Lucas 11:2; 12:32). Ese clamor es del
Espíritu Santo pero representa el clamor del hijo de Dios,
que ya ha recibido la adopción y puede tener esa preciosa
intimidad con el Padre.

(4:7)

Gracias a la adopción y a la presencia del
Espíritu Santo en el corazón del creyente, se tiene
el privilegio de ser hijos de Dios y salir completamente de la
esclavitud de la Ley para recibir la libertad de Jesucristo, y
ser verdaderamente hijos de Dios y por tanto herederos de todas
Sus promesas. Esto solamente es posible "por medio de
Cristo"
, ya que si no fuera por Su sacrificio en la cruz para
perdonar los pecados de los hombres, no habría manera de
llegar a ser en hijos de Dios ni de recibir el Espíritu
Santo. Debe hacerse una aclaración respecto a la frase
"por medio de Cristo" que aparece en las versiones
Reina-Valera 1960 y 1995; aunque según el contexto y en
conformidad a toda la doctrina predicada por el apóstol
Pablo, es completamente cierto que un hombre llega a ser heredero
de Dios por medio de Jesucristo, debe decirse que originalmente
en el texto del cual se traduce Gálatas 4:7, no aparece la
palabra "Cristo", es decir, no aparece en ninguna parte del
versículo la palabra griega Cristov" (que significa
"ungido, Mesías o Cristo").

Lo que aparece al final de Gálatas 4:7 es: "dia;
qeou`", que es "por medio de Dios" y no "por medio de Cristo".
Aunque cualquiera de las formas puede aparecer sin que la
doctrina sea afectada, es importante saber forma original del
pasaje que se está estudiando. La versión Dios
Habla Hoy o Versión Popular traduce este versículo
de la siguiente forma: "Así pues, tú ya no eres
esclavo, sino hijo de Dios; y por ser hijo suyo, es voluntad de
Dios que también seas heredero."
Como puede observarse
ahí, no aparece la palabra "Cristo". Una forma muy
sencilla de expresarlo es como lo hace La Biblia al Día:
"Ya no somos esclavos, sino hijos de Dios. Y como somos sus
hijos todo lo que tiene nos pertenece."

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