Cuando el clérigo inglés
Thomas Robert Malthus publicó en el año 1798 su
famoso Ensayo Acerca
de la Explosión Demográfica (Precisamente: An
Essay on the Principle of Population as It Affects the Future
Improvement of Society [Londres, 1798]) (conocido
mejor como The Essay on Population).
En esta contribución, la cual hizo con la
intención de amonestar a la Inglaterra (y al
mundo) de entonces, de las graves consecuencias que
resultarían para la Humanidad, la continuación de
un crecimiento desbocado en la población mundial. El famoso
eclesiástico predijo que "el poder de [el
crecimiento] de la población es infinitamente mayor que la
capacidad de la tierra de
proveer para la subsistencia humana".
Thomas R. Malthus
Que estuviera equivocado en muchos respectos no resta de
la precisión general ni de la importancia de sus
conclusiones.
Malthus, durante su vida, no podría ni
remotamente soñar, que sus ideas serían la base
central acerca del hambre universal, las que en nuestro siglo
pasado fueran observables y que serían contrastadas por un
fenómeno imprevisto, el de la sobrealimentación en
forma de gordura mundial.
En el año 1825, cuando Malthus le estaba haciendo
las últimas revisiones a su tesis, cerca
de mil millones de personas habitaban la Tierra. En los
cien años que siguieron, la población mundial se
duplicó a 2 mil millones, en los próximos cincuenta
años (del 1925 al 1976) se duplicó de nuevo, a 4
mil millones. Para el año 1990 habiendo crecido una vez
más a 5,330 millones.
Se estima, que a esa velocidad de
crecimiento demográfico, que para el año 2,025 —
tiempo durante
el cual por lo menos la mitad de los que lean estas
páginas estarán aún vivos, la
población mundial llegará a unos 9,400 millones de
personas. (Véase mi ponencia: Las Políticas
del Hambre).
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