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Qué, cuándo y cómo hablar del sexo (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

¿Pero, porqué hablar de sexo antes del
matrimonio?

Porque confrontamos a una juventud harto
frustrada y dependiente que, en nuestro estado
primitivo y natural hubiese procreado — a la edad
estándar de ingreso universitario — ya muchas
veces.

Una juventud, que en su mayoría no
esperará hasta el matrimonio para volverse sexualmente
activa.

La juventud a la que aquí me refiero es
la misma que goza de libertades enormes y que además de
ello, asimismo disfruta de óptima salud, producto de
cuidados médicos adecuados. Una juventud que, a menos que
las disorexias la obstruyan, está en el cenit de su vida
reproductiva y en medio de una tormenta de hormonas e
impulsos hipotalámicos para que se reproduzca.
(Véase mi artículo:
Adolescencia: Quo
vadis
?).

Antes de hablar del tema, tiene que pensarse primero
cuál es el objetivo de la
conversación que precede la decisión trascendental.
La conversación ésta, con alguien cercano, o con el
enamorado mismo, tiene como objetivo preliminar mirar a la
sexualidad
activa y madura del joven, cara a cara, por la vez primera. Ya
que desde que en los colegios del mundo la enseñan como
parte inerme del currículo, nadie aprendió lo debido
para coartar la epidemia de embarazos prematuros que
continúan sin mermar. Lo que nos deja con la única
salida: hay que aprender buscando otras fuentes de
conocimientos.

Paul Anka

Los siguientes pasos le ayudarán a saber
qué preguntar y responder al respecto:

¿Lo has hecho y por qué ahora lo
deseas?

¿Sabes que una vez lo has consumado no
hay la oportunidad de repetir la idílica "primera
vez"?

Es permitido saber si su futuro compañero o
compañera tuvo experiencias sexuales anteriores, pero
sólo si se contempla una relación íntima.
Hacer un hábito de preguntar cosas personales a quienes
apenas conocemos es una vulgaridad sin par ––
sorprendentemente común entre los dominicanos. Esta
información, si se obtiene, abre la
posibilidad de saber cómo el otro puede intentar hacer
el amor y
qué cosas definitivamente prefiere no probar. Se puede
incluso comentar, qué momentos fueron más
placenteros, desde el punto de vista espiritual, que uno tuvo,
cuando se entregara al amor cuando
decidiera que era su tiempo. Esto,
aunque para algunos resulte incómodo, abre la puerta para
una mayor franqueza entre ambos. Pero, recuerde algo muy
importante, no se trata de hablar de antiguos amores,
únicamente de cómo se sintió con ellos.
Más adelante explicamos porqué.

Decisión
mutua

Para su placer y disfrute personal, usted
puede explicar que el joven puede pedirle cualquier
consideración a su pareja, siempre y cuando lo haga en
forma delicada y agradable, nunca exigirle nada. Utilice la
expresión "me gustaría", pero nunca diga "quiero",
de manera imponente. Las imposiciones en este caso no favorecen,
más bien causan distanciamiento, y confusión, sin
lograr el objetivo que se persigue. Ambos deben estar siempre de
acuerdo y sobretodo sentirse cómodos de apreciar
juntos.

Sin nombres ni apellidos

El hombre y
la mujer que
ronden los 35 años actualmente, han tenido en promedio
entre diez y quince años de vida sexual activa, durante
los cuales pudieron haberse relacionado con uno o varios
compañeros y compañeras durante ese lapso de
tiempo. El joven y la joven de 20 años han vivido, o muy
pronto vivirán una parte de su vida de actividad sexual
que puede ser motivo para enriquecimiento o para malogro de la
misma.

No es recomendable preguntar nombres ni la frecuencia de
dichas relaciones anteriores, del que tiene la experiencia; esto
porque lo íntimo corresponde sólo a la persona y esa
información, escabrosa para un tercero, puede ser
utilizado contra aquél en el futuro, saliendo a relucir en
el momento menos esperado.

Por todo lo anterior, es más aconsejable aceptar
con madurez que esas relaciones solo forman parte del pasado y
que no constituyen obstáculo alguno para el desarrollo
emocional y sexual de la nueva pareja.

¿Cómo hablar del
tema?

Con naturalidad. Conversar de sexo debería de ser
tan simple como hablar de los próximos paseos juntos o de
la nueva obra de arte literario
que se ha publicado. Porque el sexo es así en esta era de
nuestro historial. No hay que tomarlo tan austero; ya que entre
más tensión se genere alrededor del tema,
más difícil será llegar a un acuerdo o
sintonía con el otro. A medida que aumenta la confianza,
la intimidad entre ambos se va afianzando y como consecuencia, el
deseo sexual mutuo se manifestará cada vez de una manera
más clara y se expresará de modo más
juicioso.

¿Cuándo puedo
hacerlo?

Cuando uno esté listo para confrontar los
aspectos subordinados a esta nueva dimensión de la
relación entre "amigos", de la manera que la sociedad
dominicana se estructura en
este período de nuestra historia. Tanto como se
disuelven los matrimonios con frecuencia inusitada, las relaciones
sexuales entre novios seguirán un proceso
similar. Lo que indica que antes del matrimonio una serie de
parejas se habrán conocido, en el sentido bíblico,
con sus repercusiones psicológicas, sociales y aun
éticas añadidas.

Hablar del sexo en esta ponencia, presupone que
se refiere a personas estables, maduras, sin conflictos
emocionales y que son responsables de los efectos
teleológicos de sus acciones.

El lugar y la forma queda a criterio de cada pareja,
pero lo cierto es que hablar de sexo, como proceso y no solo como
función, antes de formalizar una
relación, es un paso importante en el camino de una
unión sana, estable y duradera. Ya que es arriesgado
tomarlo como una circunstancia del ser joven y nada
más.

Ahora hablaremos de los juegos
sexuales que, en adelante forman parte de la serie de los
estudios de las neurociencias acerca de los sentimientos
básicos de nuestra especie.

Caricias,
"relajos" y saludos… un lenguaje muy
valioso: Tenemos que aprenderlo…

Dr. Félix E. F.
Larocca
Cuando somos bebés, no
manipulamos las palabras porque no hemos logrado el desarrollo o
la madurez intelectual de utilizar el lenguaje
verbal, el uso de los símbolos y la expresión articulada.
El lenguaje que utilizamos es el no-verbal: el contacto
físico, la proximidad o distancia, el llanto, la risa, los
gestos… A medida que progresa el tiempo y pasan los
años, aprendemos y usamos el lenguaje verbal, que
acabará predominando en nuestras comunicaciones. Pero las palabras no
deberían sustituir al lenguaje no-verbal, porque
éste aporta beneficios que no están al alcance de
las palabras. Pensemos en ese gesto que nos informa mejor del
estado de ánimo de nuestro interlocutor que cualquier,
como el guiño de un ojo. O en el tono de voz de una
persona deprimida que nos impresiona más que lo que dice.
O en un toque leve, romántico y cadencioso, o en una
mirada socarrona, o en una sonrisa de complicidad o
en…

Sin decirlo

Dentro de los diversos tipos de comunicación no verbal, y a pesar de su
potencial, la
comunicación táctil es una de las que menos se
prodiga. Tocar y que nos toquen, además de un
estímulo placentero, es una deontología, muchos
expertos opinan. Nos vamos construyendo como personas en la
interacción humana, forjando nuestra
autoestima y
sociabilidad, y el vehículo que utilizamos para ello es la
comunicación, tanto verbal como no
verbal.

Las miradas, la expresión facial, la sonrisa, los
gestos, el volumen,
entonación e inflexión de la voz, su velocidad y
claridad… conforman todo en un lenguaje que no sólo
complementa y enriquece el mensaje hablado sino que constituye
toda una panoplia de elementos autónomos y con
significación propia que otorgan credibilidad y fiabilidad
a nuestras palabras, establecen nuestro grado de coherencia y
marcan las relaciones que establecemos con los
demás.

Las manos son uno de los instrumentos comunicadores por
excelencia. La necesidad de que las personas vuelvan a tocarse,
de que los afectos más o menos íntimos utilicen
para su expresión el lenguaje de las caricias, los
abrazos, los saludos, las palmaditas… la están
constatando cada día más los especialistas en
relaciones
humanas, que han comprobado que quienes durante su infancia no
recibieron caricias de sus padres son más proclives a
mostrar dificultades para dar o recibir afecto, a mantener una
postura corporal rígida y a las limitaciones para expresar
su emotividad.

Asimismo, manifiestan una tendencia a evitar el contacto
físico con los demás, a verlo como algo inapropiado
o "sucio". Son vistas como personas distantes, "frías". Al
parecer, estas personas evidencian también una dificultad
mayor de la habitual para sentirse queridas y aceptadas por lo
demás. Esta incapacidad puede conllevar problemas en
el manejo de sus habilidades de comunicación y en la
gestión
de la agresividad que todos llevamos latente.

"Secreto…"

El tabú y los
frenos

Cierto es que el "tocarse", como toda
comunicación, está sujeto a tabúes,
prejuicios y normas, que
entorpecen que la caricia sea un hábito más en
nuestro modo de expresión cotidiano. Hemos interiorizado
que tocarnos el uno al otro forma parte de la comunicación
erótica y que cualquier uso distinto del sexual o
extremadamente afectivo podría ser mal entendido. La
única excepción "consentida" es acariciar a
niños
con los que mantenemos relación de parentesco o gran
afecto, y a los adultos con lo que tenemos una relación
personal muy cercana o íntima.

No son pocos los padres y madres que cuidan mucho
cuánto y dónde tocan a sus hijos, ante el temor de
que sus tocamientos y caricias puedan constituir abuso o algo
similar — Es, sin duda, un tema delicado, y algo que hay que
recordar — y es importante que así sea.

Además, niños y adolescentes
se muestran ariscos o poco receptivos a las caricias de sus
padres y parientes, por entender que "eso es cosa de niños
pequeños" y ellos se sienten ya mayores. Pero, como los
adultos apenas se tocan, pues… El miedo a que se malinterprete
el gesto táctil nos conduce a no usarlo y así, poco
a poco, vamos descartándolo de nuestro repertorio de
conductas.

Por otro lado, funcionan las normas sociales que marcan
tanto el espacio de proximidad que han de mantener las personas
como los "tocamientos" considerados correctos. Todo
dependerá de la zona y modo en que se toca y de la
familiaridad o confianza con las personas a las que se toca. Lo
mismo sucede con las palabras o expresiones que usamos, ya que
éstas a veces transmiten un doble sentido que puede ser
malentendido.

El
"relajo"

Constituye, en una de sus variaciones, una forma de
avance sexual netamente dominicana, como lo es la labia del
hombre. Es un comportamiento
generalmente tentativo entre amigos del sexo opuesto, que se
caracteriza por el uso de locuciones de doble sentido, el chiste
picaresco, o el toque íntimo, pero fugaz y de tanteo. Con
el relajo empiezan muchas relaciones amorosas, ya que existe en
todas sus variedades por todo el mundo.

Así, en lo que respecta al contacto
táctil, nos movemos no desde esa necesidad comunicativa
sino desde pautas impuestas que asumimos como otras tantas
convenciones sociales. Sabemos que tenemos que guardar ciertas
formas pero hemos que asumir que tocar a los demás es un
calibre de nuestra capacidad de amar y mostrar aprecio,
cercanía y compresión a quienes nos rodean — si
es que es apropiado, y nos lo permiten… Aunque creamos que
sea necesario para nuestra salud física y emocional.
Parece, para algunos, que el tocar, es imprescindible para
asentar la propia autoestima porque no sólo desean saber
que son queridos, también necesitan sentirlo, porque ese
estímulo sobre la piel significa
la ratificación de las palabras, los besos, las miradas
— ahí reside su potencial arriesgado.

El arte y la
ciencia

Tocar y ser tocados es un arte que se aprende con la
práctica, que a su vez permitirá distinguir el
toque tierno y cariñoso del curativo, del consolador, del
que transmite seguridad o de
ese otro de carácter abierta o sugerentemente sexual
— como es con el relajo. Diferenciarlos ayudará a
gestionar las reservas y los temores y a pedir o rechazar los
contactos de naturaleza
equívoca. La rigidez facial, la ausencia de sonrisa, la
hostilidad, la falta de apertura y espontaneidad podrían
tener que ver con el "hambre de piel". Es un apetito emocional
que necesita ser moderado, en su medida apropiada, y un deseo que
debemos gestionar — siempre respetando al otro tanto como a
nosotros mismos.

Tocar es invadir, entendámoslo

  • No dejemos que la impulsividad y
    oportunidad del momento nos venzan. El respeto y el sentido de la medida
    siempre acompañarán a la caricia o
    abrazo. Si somos diplomáticos,
    difícilmente el destinatario se sentirá
    agredido o confuso, si procedemos de modo digno y
    respetuoso.
  • Siempre es mejor que, ante la duda de no
    ser aceptados, desistamos, ya que no podemos adivinar
    los sentimientos ajenos. Simplemente, es mejor no
    hacerlo…
  • La estimulación táctil puede
    activar las endorfinas y las hormonas del sexo, esas
    hormonas naturales del organismo que controlan el dolor
    o que están relacionadas con la sensación
    de bienestar, o la estimulación sensual — por
    esa misma razón, las caricias conllevan sus
    riegos –– aun cuando sea con animales
    domésticos.
  • Sepamos que un gesto dice más que
    muchas palabras, de ahí que utilizar el tacto
    pueda contribuir a hacer más fiable, efectiva y
    entrañable nuestra comunicación — pero
    sin exceder los límites de la cortesía y
    el buen gusto. Una manera de expresar afecto, solidaridad, cercanía,
    cariño, es tocando al otro, haciéndole
    saber que nuestro cuerpo siente lo mismo que
    comunicamos con palabras o gestos — siempre y cuando
    a ese "otro" no le ofenda nuestro
    contacto.
  • No olvidemos que tocar y ser tocados es
    una pulsión fisiológica y emocional, pero
    que no debe transgredirse por su uso
    arriesgado.

En
resumen

El adolescente joven debe acatar que en el tocar existen
límites. Con la persona adulta es lo mismo. Ya que el
toque mutuo a veces no es ingenuo, aunque sea "de
relajo".

La realidad es ésta: El cuerpo humano
es sagrado, y existen en su configuración límites
virtuales que delimitan la distancia dentro de la cual pueden
otros aventurarse — el tocar, aun con la palabra, entonces no
es inocuo ya que puede transgredir esas barreras
naturales.

Tocar, sí… siempre cuando sea lo
permitido, por quién, por qué, cuándo,
dónde y no por el placer egoísta de quien
toca.

Una buena regla: Si no sabemos si se espera de
nosotros que toquemos, no lo hagamos — para el bien de todos,
ya que muchas personas inestables "leen" más de lo que los
gestos candorosos de cariño desean comunicar.

El resultado, puede ser, no del todo,
agradable…

Jan Saudek


Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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