La independencia personal madura: de la influencia y control, ejercido en nosotros, por nuestros gobernantes
El pueblo dominicano es un pueblo prejuiciado y racista.
Lo es y todos los dominicanos sabemos que es así. Para ser
gentil, aquí lo digo con el debido respeto que, como
lectores de estas columnas, todos merecen. Porque para muchos de
mis amigos más cercanos si uno no es blanco, y no lo es de
pura cepa — en este país, uno es malo —
muy malo.
Siendo uno dominicano, en nuestras
características raciales, como la mayoría de
nosotros los dominicanos somos, no tenemos que sentirnos
sobrecogidos con su presencia asombrosa… como tantos se
sienten cuando se juntan con los blancos.
Leonel, nuestro actual presidente no es blanco, Leonel
es mulato. Hipólito era diferente… por lo menos,
así pensaba.
iEl Guapo!
¿Por qué hablo del racismo cuando
pienso en los dominicanos? Hablo del racismo, porque sus
influencias provocan sentimientos paranoicos en casi todo ser
humano.
Quien se percata, que, como persona,
sólo sirve para ser usado, y no para poder casarse
con los parientes, o hijas de a quienes sirve — se siente
dolido. Como se siente dolido quienquiera que sea, cuando la
gente se pregunta, ¿por qué se casó con ese
negrazo?
Porque el negro es malo… Que no sea verdad, nada
cambia. Así es como aquí se miran las
cosas.
¡Píntame angelitos negros!
Psicológicamente, la blancura y la negrura son
arcanos y metáforas a la vez.
Deseo desglosárselas, porque, nadie, ni
aún nuestros lectores, lo saben
todo…
Nadie lo sabe todo — nuestros economistas no saben ni
de economía,
ni de nada más. Axioma estante, permanente y
fijo.
Uno puede decir con circunspección, que ser
estúpido garantiza el éxito
en la política.
Ser estúpido y ladino.
¡Aplauso!
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