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Cómo hacer más natural el acto sexual




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

    1. Hablemos del llamado "juego
      sexual" — Juego éste, que, como pasatiempo, puede ser
      arriesgado
    2. ¿Qué nos impide
      disfrutar del juego sexual?
    3. Factores que
      inhiben o bloquean el deseo
    4. Tres conceptos
      importantes que debemos recordar
    5. En
      resumen
    6. Sexualidad y
      nuestras hormonas


    Cuando, a veces, escuchamos a
    nuestros pacientes, oímos que hablan el lenguaje
    callejero del amor y de las
    relaciones entre los sexos. Hoy no existe nada que sea
    tabú ni conocimiento
    que sea sagrado — especialmente para una juventud
    hedonista. Todo se discute y se comenta sin que sea sujeto al
    escrutinio del "censor moral" en la
    mente de casi nadie.

    Tenemos el deber de educar a nuestros oyentes,
    especialmente a las hembras, siempre las más vulnerables
    por razones obvias.

    Hablemos del
    llamado "juego sexual"
    — Juego éste, que, como pasatiempo, puede ser
    arriesgado

    ¿De qué hablamos exactamente cuando nos
    referimos al "juego sexual?" Al igual que en cualquier acto
    voluntario que busca la diversión, cada paso del juego
    sexual es un juego en sí, desde que se inicia hasta que se
    termina.

    Cada etapa tiene su propósito, y se vive y
    disfruta sin que ninguna parte sea considerada más o menos
    o importante. Así es como entendemos el juego
    sexual.

    En la vernácula local, un "relajito", un piropo,
    una observación picante o sugestiva, un beso
    furtivo, un abrazo apretadito, una reflexión
    íntima, unas caricias que supuestamente no lo son, una
    invitación taimada… y tantas maneras de encontrar el
    placer son en sí "juegos
    sexuales".

    Como en todo, los expertos lo categorizan
    todo…

    De manera errónea las prácticas sexuales
    se han dividido en completas y preliminares. La importancia de
    las primeras frente a la desvalorización de las segundas
    no hace sino que perdamos el goce del juego en pro de una meta
    que puede o no llegar, y que puede o no ser deseada.

    Lo llamamos juego sexual porque implica cierta
    relación o vínculo. El adulto decide ceder terreno
    a la parte más sincera y menos condicionada por su
    madurez, esto es a su parte más infantil. Se trata de
    despojarse de prejuicios, estar ajeno a tabúes y mitos
    limitantes y prohibitivos. Para entonces llegar a este juego por
    el placer de jugar — dando rienda suelta a la curiosidad, la
    exploración, la fantasía y la pasión. Se
    trata aquí de aprender de uno mismo, de conocerse
    más y desarrollar las potencialidades de un encuentro
    interpersonal e íntimo donde se hacen presentes la
    cooperación y el gozo.

    Se abandona la condición de persona cultivada
    y la máscara obligada que exige aparentar, controlar y, en
    definitiva, a conocer — dejando en que en su lugar despliegue
    la
    personalidad más pueril.

    El poder y la
    prepotencia aquí no nos sirven, ya que el placer implica
    libertad,
    concedérsela a uno mismo y procurársela al otro.
    Provocar risa y alejar la seriedad. Se trata de jugar,
    sabiendo que la satisfacción del juego no dependerá
    del amor ni de la habilidad, sino de permitirse uno un código
    que se aleje del autocontrol. Eso entraña cierta
    madurez.

    ¿Qué nos impide disfrutar del juego
    sexual?

    Ser un buen jugador dependerá de nuestra actitud ante
    la vida. Deriva del código de comunicación con el que nos desenvolvemos
    en las relaciones y ante las situaciones. Una actitud positiva al
    placer y una comunicación abierta, serena y de encuentro,
    nos alejará de la competitividad
    y hará ridículas las comparaciones.

    La seguridad y la
    autoestima son
    los resortes seguros que abren
    la puerta del deseo. Admitir el deseo y querer aprender a gozar
    es una opción consciente y educable a cualquier edad,
    sólo se necesita libertad y madurez para poder
    desarrollarla.

    La satisfacción sexual no viene, entonces, de la
    mano de un manual de
    posturas, roces o caricias más o menos habilidosas, como
    pretenden enseñarnos las revistas que encontramos en los
    salones de belleza. Todo esto que ocurre, es materia de
    módulos instintivos que viene después y que no
    tendría ningún efecto si no tenemos bien claro que
    nuestra capacidad de placer, o en otras palabras, nuestra
    sexualidad, es
    un ideal que empieza por aceptarnos, respetarnos y amarnos a
    nosotros mismos, y que sigue por querer aprender a gozar y a
    hacer gozar al que sea nuestra pareja. Sin prisas, sin retos y a
    nuestro ritmo natural.

    Relajando…

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