La enfermedad como metáfora de
nuestro tiempo
Escribiendo acerca de las varias enfermedades y brotes
epidémicos que han plagado este mundo durante toda nuestra
Historia, la
humanista norteamericana Susan Sontag, expone en su libro La
Enfermedad como Metáfora (Illness as a
Metaphor) lo que ella plantea son los factores que promueven
la emergencia universal (culturalmente determinada) de ciertas
condiciones médicas que caracterizan cualquier
período histórico sujeto al escrutinio del
investigador.
En su obra celebrada, y muy bien acogida, Sontag
describe como enfermedades que caracterizaran épocas o
períodos históricos: la tuberculosis (la
consunción o la tisis) del famoso Lord Byron (entre tantos
notables de su tiempo), las
disorexias de algunas mujeres santificadas, la histeria de
Charcot y de Freud, las
actitudes
enfermizas, victorianas de la Inglaterra
puritana las que ella mantiene fuesen la causa de las muchas
disfunciones sexuales de la época –– estas todas
representan las metáforas a que, en su obra, se
refiere.
Asimismo Sontag, alude al hecho de que actitudes
patológicas y desviadas de cualquier período pueden
ser interpretadas de un modo similar, si se examinan las fuerzas
que fuesen predominantes durante la misma
época.
En esta categoría puede catalogarse la
persecución trágica de las "brujas" de Salem y de
Essex, muchas de las cuales fuesen víctimas inocentes de
una sociedad
imbuida con valores
morales fanáticos y con un puritanismo mal dirigido.
(Véase: The Salem Witch Trials Reader por F.
Hill).
Las Brujas de Essex…
De las actitudes y de las actividades con que una
sociedad parece adaptar a las exigencias de la vida, pueden
derivarse aspectos del ser humano que podrían ser
utilizados para pronosticar la evolución final de cualquier
padecimiento.
Veremos. El SIDA, se ha
considerado una de las condiciones que ha emergido con la
fuerza mayor
de una metáfora poderosísima de nuestro tiempo.
Sobrepasa las fronteras geográficas y las llamadas
orientaciones sexuales. Desafía en cierto modo la lógica
y la razón, ya que, a pesar de que su modo de
transmisión es a través del contacto sexual, ello
no ha bastado para convencer a tantas víctimas que, en
gestos de omnipotencia infantil, se abandonan a la actividad
sexual promiscua y sin protección, cayendo muchas,
víctimas, tarde o temprano, de esta enfermedad de
transmisión "social".
La obesidad es
otra de las condiciones que pertenece de un modo prominente a
esta categoría de condiciones. Resumiéndola de un
modo sucinto y breve: Dada la campaña intensa con la que
el gobierno
norteamericano la ha atacado en los últimos treinta
años, debería de estar siendo erradicada (como se
dice estar siéndolo el vicio del fumar), sin embargo, la
incidencia de la obesidad sigue aumentando en proporciones
alarmantes en ése y en otros países los cuales se
dice que son "desarrollados". (Véase: Fat History:
Bodies and Beauty in the Modern West por P.
Stearns).
La depresión
(y otros trastornos afectivos), parecen ser, de manera cierta,
algunas más de las otras enfermedades que encarnan las
metáforas de nuestro tiempo. Cuando nosotros evaluamos
pacientes nuevos en las clínicas a donde ofrecemos
nuestros servicios de
voluntarios, o cuando nos reunimos con el grupo de apoyo
mutuo que estamos conduciendo, un tema que corre "como hilo rojo"
a través de las presentaciones de las personas a quienes
escuchamos verbalizar sus historiales, es la de una
sensación de desesperanza resignada. (O de
indefensión aprendida, como ya vimos en mi ponencia
Estrés y los Trastornos del
Comer).
Los pacientes se perciben a sí mismos como si
estuvieran sumidos en las regiones más profundas de la
desesperanza humana — una experiencia que no está
siempre asociada a la sintomatología clásica de la
depresión endógena. Esto lo digo, porque la
expresión de esta actividad psicológica hace su
aparición precisamente cuando el paciente comienza
a sentirse mejor.
Usaré dos ejemplos para ilustrar lo que
aquí deseo comunicar a nuestros devotos
lectores.
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