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¿Por qué (a veces) la gente que come en exceso, no engorda? (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

La
pregunta

¿Qué pasaría si ponemos a Marino en
una dieta para hacerlo engordar?

Para lograr este objetivo,
primero tendríamos que convencer a Marino, de que si
tenemos éxito,
que quizás ganaría algunas libras indeseables, las
que podrían resultarles duras quitarse de
encima.

Para compensarlo, le pagamos un honorario, por la
duración del experimento. "Por el dinero
baila Marino" — sino el mono…

Método

Procedimos con el entendimiento convencional, del
folklore de
los "nutricionistas" que dicen que la ingestión de 1,500
calorías diarias, nos agregan una libra de
peso, cada día. Lo que resulta en matemática
falaz, refutada como sigue: 1,500 calorías = 1 libra
diaria. En un año: 365 libras. En diez años 3,650
— en cien años… Para nuestros propósitos,
decidimos, sencillamente, que por doce meses, que vencieran el
1ero de diciembre pasado. Que Marino consumiría
(en sus colaciones diarias) tres comidas idénticas a lo
que se servía el más comilón de los
empleados, Sergio "el panzón." — Con eso, al fin de un
año, Marino no aumentó ni una onza sobre su peso
inicial.

¡Sorpresa!

Interludio

Mientras que este melodrama tenía lugar; mi amigo
Gustavo pasó a visitarnos y me informó que desde la
fiesta de Thanksgiving, hasta el 31 de diciembre pasado,
había aumentado las 15 libritas "requeridas" para celebrar
las festividades navideñas. De ser cierto, entre Gustavo,
su esposa y tres hijos habían aumentado entre los cinco,
75 libras, "cortesía" de las fiestas conmemorativas de la
llegada de un Mesías, que (dicho sea de paso) almorzaba
con mucha frugalidad.

Pero, "todo se arreglará" comentó Gustavo.
"El día dos de enero, Dinorah (la esposa) y yo tenemos
cita con una dietista…" Esa peregrinación al
dietista es un ritual anual, que culmina, todos los años,
con el abandono temprano del sacrificio forzoso de la dieta. El
abandono de la dieta, comienza unos pocos días desde su
comienzo, y finaliza después de la Semana
Santa.

¡Pobre Cristo! Las secuelas hedonistas que nos
dejaras con tu nacimiento, vida, pasión, muerte y
resurrección…

Historieta

En Monticello Missouri, vivió (hasta su muerte,
en julio del 1958); Robert Earl Hughes, quien, a la edad de
treinta y dos años pesaba 1,069 libras. Así lo
registró el Guiness Book of World Records. Sin
embargo, Hughes consumía menos comida que su
hermana (delgada), con quien éste viviera.

"Tenía problemas
tiroides o glandulares" — algunos dirían.

Pero, no, Hughes era un hombre
"normal" si no fuera por el volumen
extraordinario de su acumulación
adiposa…

"Es la herencia" —
otros dirían.

Esa hubiese sido su esperanza —- todos los
Hughes pesaban lo normal.

"Entonces, es un fenómeno inexplicable" —
Veremos, en los párrafos siguientes que no era,
totalmente inexplicable.

El Minnesota
Experiment

Un día lluvioso del año 1944, 36
voluntarios, objetores de conciencia al
servicio
militar, se alojaron en un dormitorio de la Universidad de
Minnesota. Sus intenciones, la de seguir una dieta muy estricta
por seis meses.

El experimento se conduciría para evaluar, de
antemano y en antelación, a la conclusión de la II
Guerra Mundial
los efectos del hambre forzada a que tantas víctimas
fueran sometidas en los campos de concentración
Nazis.

Antes de la dieta

Los voluntarios habían sido sometidos a pruebas
físicas y psicológicas muy rigorosas y fueron
declarados calificados para someterse a la prueba.

El experimento comenzó el 12 de febrero del 1945.
Desde ese mismo instante, el consumo de
calorías para los voluntarios fue reducido a la mitad de
lo que hasta entonces habían estado
consumiendo. Sus actividades físicas permanecieron
inalteradas.

La dieta consistió de pan de trigo integral,
papas, granos, víveres y repollo. Cantidades modestas de
lacticinios y carne se añadían
ocasionalmente.

Al principio del experimento, los voluntarios mostraban
entusiasmo y evidencia de estar felices. A veces, aún
exhibían signos de
euforia — quizás el sentimiento de trascendencia
descrito por algunas personas que ayunan. Pero, lo que nunca los
abandonara totalmente, fueron los sentimientos de hambre. Una
semana dentro del ayuno, algunos comenzaron a sufrir depresiones
inexplicables.

El peso comenzó a bajar rápidamente,
principalmente en forma de grasa subcutánea acumulada.
Después de tres meses habían perdido más de
la mitad de sus reservas grasas
iniciales; principalmente las que se almacenaban debajo de la
piel y en el
abdomen.

Entonces, muchos de los sujetos sentían
irritación y tendían a riñas con poca
provocación. La tensión creció tan aguda,
que los mítines de grupo se
cancelaron para evitar problemas.

En este estado del experimento, todos decidieron
conservar energía. Porque se sentían
letárgicos, comenzaron a evitar, no sólo las
caminatas acostumbradas, sino que, asimismo, el trabajo
mental.

La higiene personal fue
descuidada y todos lucían mugrientos y
desaliñados.

Hacia la mitad del tiempo
acordado para la duración del experimento, la
mayoría no podía asegurar a los investigadores que
podrían resistir las demandas que la dieta les
imponía. Tres de los voluntarios fueron excluidos por la
presencia de trastornos psicológicos severos.

Los investigadores, nunca preguntaron a los sujetos,
qué los hacía tan miserables, porque la respuesta
parecía ser tan obvia. Todos sentían que se estaban
"muriendo" del hambre. Ellos, realmente, no morían
del hambre. Lo único que se redujeron fueron algunas
calorías. El consumo normal de vitaminas y
minerales
había sido mantenido. Las proteínas
se continuaban ofreciendo en la dieta en cantidades esenciales
para la salud.

Después de la dieta

Pero,
¿qué sucedió?

Algo pudo que estuviera pasando dentro de la
"dialéctica" del cuerpo. Quizás el
hipotálamo cerebral comenzó a sopesar lo que se
comía y concluyera con que: Primero, "esto no es lo
suficiente para sobrevivir". Segundo, la pérdida de
reservas (discretas) de proteínas pudo ser la causa de su
malestar general. Tercero (y la más probable); la
pérdida de grasa corpórea puede que fuera la
razón principal por las penurias por todos
sufridas.

Al final de los seis meses en estado de
semi-inanición todos los hombres lucían
ostensiblemente apáticos. Todos habían perdido todo
el interés
en el sexo. Ninguno
se masturbaba. Todos mostraban indiferencia hacia sus visitantes.
Y, a pesar de que sus facultades intelectuales,
no estaban disminuidas, su pensamiento se
había reducido a pensar solamente en una cosa: la
comida.

Las horas, cuando las comidas se servían, se
convirtieron en el foco de sus vidas. Pero, cuando las comidas se
ponían de por frente, ellos (a menudo) en lugar de comer,
jugaban con la misma por unas dos horas. Para intensificar su
sabor, añadían cantidades enormes de sal y de otros
condimentos innecesarios. (Véanse mis artículos
acerca de esta característica de alimentación en las
anoréxicas).

Al final del período de inanición. La
re-nutrición
progresiva y gradual comenzó.

El fin del
Experimento

Todos los voluntarios habían perdido, por lo
menos, 25% de su peso inicial. Ahora, el peso comenzó a
subir (a pesar de que la dieta básica era reducida). Pero
aún, con un poco más de comida, se sentían
mal… bien mal…

Cuando la dieta suministrada contenía
4,000 calorías diarias, los sujetos se quejaban de
que no se les estaba dando la suficiente cantidad de
comer.

El 20 de octubre del 1945. En el banquete ofrecido para
celebrar el fin de las restricciones dietéticas muchos de
los participantes se enfermaron por ingerir demasiado
comida.

Subsecuentemente, con la libertad
asegurada, ellos comían sin cesar: 2 desayunos, tres
almuerzos, tres cenas — en el mismo día. Muchos
excedían de este modo el consumo diario de las 6,000
calorías. Pero, a pesar de este consumo exagerado de
calorías, todos reportaban que tenían un hambre
implacable que los torturaba. Muchos reportaron, un
fenómeno común entre quienes dietan: Que es, el
retorno del hambre intensa, siguiendo la ingestión de
una cantidad enorme de comida
. Lo que yo he llamado "el
precio de una
hartura" (véase mi artículo que va por ese
título).

Así que a pesar de la restauración de su
estado nutricional, los efectos psicológicos del hambre
forzada, persistían.

Unos tres meses más tarde, la obsesión con
la comida perseveraba y los cambios negativos de la
personalidad seguían inalterados.

A pesar de que para el mes de diciembre, todos
habían recuperado, y algunos excedieron, su peso inicial,
todos seguían dándose atracones, mientras que
reportaban sentimientos implacables e incesantes de estar
hambrientos. (Los libros que
aquí se recomiendan son: The Psychology of Eating and
Drinking
, por A. Logue y The Encyclopedia of Obesity and
Eating Disorders
por D. Cassell y F. E. F.
Larocca).

La
explicación

Personas que han dietado por períodos sostenidos
de tiempo, pueden reconocerse a sí mismos en esta triste
historia.

Lo que sucedió fue, lo que no reconocieran los
investigadores de entonces. Que nuestro organismo posee censores
que responden a la presencia balanceada de la grasa.
Faltándoles grasa, los voluntarios respondieron
negativamente, entrando en un estado de estrés
para lo que el cuerpo no estaba habituado.

El corolario final: Que las dietas, restrictivas, son
una "enfermedad" en sí mismas.

Marino

¿Pero qué pasó con Marino?
¿Por qué no engordó? ¿Por qué
estimularnos en ustedes, el apetito de aprender, presentando este
caso y dejándolo a medias?

Otros experimentos han
sido conducidos en los cuales se proponía lograr lo
opuesto de lo que se deseaba en el Experimento de
Minnesota
.

En el Experimento, lo que se quería
establecer eran patrones de respuestas de los seres humanos,
víctimas de la inanición forzada iguales a las que
los nazis sometieran algunas de sus víctimas en los
aborrecibles campos de concentración.

La razón no era académica, sino que
obedecía a la necesidad de concebir una estrategia para
re-nutrir a los sobrevivientes de la atrocidad genocida del
Tercer Reich.

Marino, representa una muestra de lo que
queremos demostrar, en esta lección inicial: El peso se
gana y se pierde, pero no lo hace siguiendo patrones fiduciarios
establecidos. Los factores involucrados son de complejidades
enormes y desafían la simpleza de: Come más y
trabaja menos = gordura. Come menos, y trabaja más =
flacura… (Véanse mis ponencias al
respecto).

Marino no engordó, porque su hipotálamo
regulaba su peso estable dentro de un nivel estrecho y
"defendido".

No importan lo que los "expertos" digan.

En
resumen

Lo que sabemos es que la regulación del peso es
compleja, se origina en el hipotálamo y no se controla
simplemente dietando.

Si desean saber más de lo mostrado, consulten mi
artículo Las Políticas
de la
Gordura (UD). (Publicado en
monografías.com).

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

 

Partes: 1, 2
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