"Hacer aparecer la unidad divina
oculta bajo la diversidad del mundo es la obra de la naturaleza.
Incorporar el espíritu más elevado al cuerpo
más bajo y llevarlos a la perfección absoluta es la
obra del arte".
No creo que ningún materialista darwiniano aprobase estas
arbitrarias y esotéricas definiciones de Cattiaux.
Establecer una separación radical entre naturaleza y
arte implica admitir que hay algo no natural en la
naturaleza, a saber: lo artístico y -en tanto que la causa
eficiente contiene al efecto- el artista. El subjetivismo
romántico casa muy mal con el realismo
descarnado, marmóreamente monista.
Pero esto es sólo en apariencia. El fiel seguidor de
Darwin, ateo a
fuer de fiel, está seguro de haber
probado que no puede haber diseño
en la naturaleza. Y la razón es que
¡diseño y naturaleza se oponen!
¿Cómo -se pregunta- podría ser
natural el objeto de una creación
consciente? Deduce por añadidura que, dado que
Dios, el sujeto, no lo es, aquél tampoco puede serlo. Como
si todas las obras del hombre
tuvieran que ser hombres, y todas las de Dios, dioses.
Sin embargo, está escrito que Dios sólo
creó al ser humano a su semejanza. Hay más buen
sentido en estas sencillas palabras que en todos los teatrales
"desafíos ateos" que últimamente
proliferan.
Dawkins cree explicar el éxito
de lo irracional por la virtualidad aglutinante de las religiones, capaces de unir
a los hombres en estrategias
cooperativas
más allá de las impuestas por las necesidades
inmediatas de supervivencia. Sin embargo, al estar
aquéllas fundamentadas sobre principios
falsos, conducirían al conflicto
global y finalmente la catástrofe.
No aclara Dawkins sobre qué principios universales
deberíamos edificar, ni parece que la evolución, que él estima
ateleológica y localista, pueda proporcionarnos
indicaciones a tales efectos. Tampoco se molesta en detallar la
razón de ser (evolutiva, se entiende) de lo que con gran
pompa ha venido llamando "raíz de todo mal". Raíz
que no es la religión -si acaso un
fruto tardío-, sino la pulsión genuinamente humana
de gozar con el perjuicio ajeno y regocijarse en el vicio.
Así, el campo de la biología queda
seriamente amputado en el objeto de estudio llamado HOMBRE hasta
que no se pruebe que la malicia se puede extinguir, dando lugar
por tanto a seres humanos a quienes repela todo lo que tiende a
destruir los lazos que nos convierten en seres sociables, esto
es, razonables.
Grave dilema: demostrar que existen o existirán con
probabilidad
personas libres del pecado original (como el dogma
católico afirma de Jesucristo), o bien admitir que hay
conductas ordinarias en cierto tipo vivientes que no pueden ser
explicadas "a la luz de la
evolución".
Por otro lado, si los hombres son aproximadamente
iguales entre sí y, como los ateos admiten, las religiones
también lo son, ¿por qué los niveles de
civilización e incivilización no comparten ni han
compartido jamás esa misma homogeneidad en todo el mundo?
Dos opciones: 1) la religión influye
positiva o negativamente en el progreso humano;
2) la religión no influye de ninguna
manera en el progreso humano. Las dos me
favorecen.
Estimo, en primer lugar, que los porcentajes de genios y
mediocres andan bastante parejos en todas partes. En segundo
lugar, está la velocidad de
transmisión del conocimiento,
que hace que todos puedan aprovecharse de él si no hay en
la sociedad
receptora condicionantes culturales o económicos que lo
impidan.
Digo, pues, que dada la gran diversidad religiosa del mundo, y
considerando también lo variado de sus sociedades en
lo tocante a los niveles de progreso, puede deducirse que la
religión en abstracto no es necesariamente un impedimento
para el desarrollo.
Sí, en cambio, esta o
aquella religión.
El progresismo atribuye todas las virtudes del progreso al
factor ideológico, esto es, a la paulatina derrota
política
de las religiones. Sin embargo, achaca todas sus vergüenzas
y atrocidades al factor técnico, a la mayor
capacidad operativa del hombre. Los reaccionarios -pesimistas
antropológicos- pensamos del modo opuesto y nos
aproximamos más a la verdad (sin barrer para casa con esa
desfachatez sectaria que caracteriza a los "progres" de
izquierdas y de derechas).
* * *
¿Qué utilidad tiene el
ensañamiento humano? ¿Por qué se transmite y
se conserva aparentemente invariable esta característica,
siendo el hombre un
animal social desde hace muchos miles de años?
Se me responderá con Goethe y Nietzsche: la
virtud y el vicio encuentran en la voluntad de poder la misma
raíz. No me basta. ¿Acaso no es la evolución
lo bastante poderosa como para disociar los dos brotes
antagonistas de dicha raíz común, seleccionando al
más competitivo? ¿No es contradictorio decir que
los comportamientos sociales y los antisociales son igualmente
ventajosos para la supervivencia del individuo? Y
si no lo son, ¿por qué se mantienen parejos de
forma tan regular y uniforme en el espacio y en el tiempo?
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