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La serendipia revisitada




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

    1. El retorno del
      Beagle
    2. Lo que Darwin
      ignorara
    3. Lo que Darwin
      viera y no advirtiera
    4. Pero, antes de
      proseguir, veamos a los finches mismos para de ellos
      aprender
    5. Ciencia, por
      casualidad
    6. Ahora, veamos la
      serendipia misma, como concepto
    7. La
      pseudoserendipia
    8. En
      resumen
    9. Bibliografía

    Por qué los accidentes no
    existen en teoría,
    y de cómo poder
    responder a los eventos ocurridos
    al azar
    . Así diera como título a una serie de
    lecciones que estudian las razones y causas de ciertos
    fenómenos que son inmanentes para nuestro destino
    colectivo.

    Esta tesis se
    elabora en dos ponencias relacionadas. Una que apareciera
    en monografías.com, bajo el
    título de: El Principio Antrópico como
    Fulcro
    , la otra, Serendipia, Coincidencia y
    Sincronía
    que está en proceso de
    publicación.

    Comencemos nuestra tarea de este día hablando de
    Charles Robert Darwin — el de
    la Teoría de la Evolución.

    Todos conocemos algo de la biografía de este
    genio de impacto científico universal. Todos sabemos que
    viajaría en el Beagle, que visitó la
    Argentina, Chile, las pampas, Tierra del
    Fuego, que se detuvo en las Islas Galápagos y que, tras
    mucho vacilar, publicó sus teorías
    — las que compartiera con Alfred Russel Wallace — de quien
    nada supiera. Antes de que, por serendipia, este último le
    enviara sus manuscritos en los que le informaba — sin saberlo
    — de que ambos habían arribado a conclusiones
    idénticas. Esa coincidencia empujaría a Darwin a
    publicar delante de Russel Wallace.

    Las circunstancias que rodean la publicación
    adelantada, son otra historia

    Un poco de su pasado antes del viaje famoso.

    El joven Darwin estaba indeciso en lo que quisiera hacer
    con el resto de su vida, ya que carecía de dirección y de soporte por un padre que lo
    consideraba desmotivado. No quería ser clérigo y no
    quería ser médico, ambas profesiones de
    tradición para su familia. El
    naturalismo, también aceptable, le atraía, porque
    su abuelo famoso lo fuera.

    La invitación para el viaje de periplo global
    abordo del Beagle fue más función de
    la posición social de este joven y recomendaciones de un
    profesor que
    intuyó sus posibilidades futuras, que de sus conocimientos
    científicos.

    El capitán de la nave, el teniente de
    navío Robert FitzRoy, necesitaba un compañero con
    quien compartir su mesa y sus tiempos de ocio. El joven Darwin
    llenaba los requerimientos, y, así fue.

    Darwin no era hombre
    resoluto y el viaje mismo, que se esperaba duraría, dos
    años, no lo incitaba en lo más mínimo. Su
    papá lo oponía, pero su futuro suegro logró
    convencer al reticente papá.

    Cuando Darwin decidiera aceptar la opción de
    viajar en el Beagle, lo hizo sin saber por qué —
    simplemente, lo hizo. (Véase: Charles Darwin: The
    Voyage of the Beagle
    por Charles Darwin).

    Lo curioso aquí es que aceptara esta
    invitación. Lo que no sería asunto circunstancial,
    ya que el proceso de hacerlo probaría ser tortuoso y lo
    suficientemente difícil para desanimar al joven
    naturalista en ciernes — pero, es que no existen las
    coincidencias como previamente hemos dicho.

    El viaje duraría cinco años, de los cuales
    Darwin pasó dos conduciendo exploraciones
    terrestres.

    Veamos un poco más acerca de su pasado temprano,
    donde hay circunstancias dinámicas que pudieran haber
    afectado el curso de toda su vida.

    Charles Robert Darwin (1809-1882) nació el mismo
    día en que naciera Abraham Lincoln. Charles Robert no debe
    de ser confundido con su ilustre nieto, Sir Charles
    Galton Darwin (1887-1962) hombre igualmente de carrera
    meritoria, distinguido por sus propios logros
    científicos.

    Entre los antepasados notables del joven Charles Robert,
    se encontraban su propio padre, médico de
    reputación merecida — quien a menudo, como ya
    intuyéramos, criticaba al joven, por ser holgazán.
    Y para quien vaticinaba una vida de mediocridades.

    El otro antepasado ilustre, su abuelo paterno, Erasmus
    Darwin.

    Erasmus (1731-1802) fue un genio tan polimorfo como
    asimismo fuera polifacético. Durante su vida se
    distinguió como médico, filósofo,
    naturalista y precursor de ideas acerca de la importancia de la
    selección sexual para las especies — no
    coincidencia.

    Erasmus perteneció a un grupo de
    científicos que, en su época adquiriría una
    reputación extraordinaria por sus talentos muy avanzados
    para sus tiempos. (Véase: The Lunar Men: Five Friends
    Whose Curiosity Changed the World
    por J. Uglow).

    Erasmus también se distinguió por ser muy
    gordo. Hago hincapié en este detalle que, a muchos, pueda
    parecer nimio — simplemente, porque es hecho establecido que
    quien de Erasmo habla, siempre lo señala.

    Volvamos a Darwin

    Cuando era muy joven, y de tan sólo ocho
    años, Darwin sufrió la pérdida de su devota
    madre. Ese fue un evento que marcaría su vida para
    siempre. Impidiendo su adaptación personal a las
    vicisitudes de una existencia que más adelante
    sería visitada nuevamente por el dolor de las muertes de
    sus seres más queridos. (Véanse mis tres ponencias:
    Apego humano, Apego: ¿Servilismo o Amor? y
    Apego y Pérdida).

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