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El síndrome de Wendy (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2, 3

¿Se trata de un síndrome de la nueva sociedad?
Rotundamente, no. Lo que ocurre es que hace años no se
planteaban estos asuntos. Las cosas eran así, y así
estaban bien. Ahora la mujer sale de
casa a trabajar y es consciente de que existen más cosas,
además del hogar. Se carga con nuevos roles, sin abandonar
los antiguos, se satura de responsabilidades y ni se plantea que
podría negociar con su pareja su nueva situación, y
al final acaba sintiéndose mal, sin identificar
exactamente qué le ocurre. Algunas mujeres, en este punto,
piden ayuda profesional, pero muchas sufren en silencio sin saber
qué hacer. Se trata, según los expertos, de un
cambio en los
roles que cuesta asumir tanto al hombre como a
la mujer.

Come, mi angelito querido…
come…

Lo que tampoco resulta sencillo es su detección. La
mayoría de las mujeres y de los hombres acuden a la
consulta del especialista porque se sienten
‘quemadas’ y ‘quemados’, no están
felices con su vida y siente una insatisfacción total en
sus relaciones de pareja. Solo a través de las sesiones de
terapia van descubriendo la razón del malestar. Una
sensación que también afecta a aquellas madres que
ven que sus hijos no quieren crecer y evitan tomar
responsabilidades acordes con su edad. Es por ello que este
síndrome de Wendy se relaciona con el de Peter Pan, pues
es frecuente que madres ‘Wendy’ generen hijos
‘Peter’. (Véanse mis artículos al
respecto, especialmente el de la Ergofobia).

Sin embargo, no existe una edad definida a la que pueda
aparecer, aunque es en los últimos años de la
adolescencia, cuando están ya formadas las
características de la
personalidad, cuando se pueden observar los primeros signos que
delatan que la persona pueda sufrir este síndrome en
algún momento de su desarrollo
evolutivo.

Cómo
superarlo

En muchas ocasiones son los propios afectados los que acuden
por su propia voluntad a la consulta del profesional capacitado,
aunque no son conscientes de lo que les sucede. No están
preparados para comprender qué les pasa. Para quienes
sufren este trastorno su forma de actuar es una necesidad y no
consideran que lo estén haciendo mal, sino que simplemente
con su actitud cubren
unas necesidades de afecto, pertenencia y seguridad.

Su superación depende en un alto porcentaje de la
capacidad de quien lo sufre y de reconocer que sus conductas son
equivocadas. Deben reconocer sus propios miedos y a partir de
ahí aprender a procurar su propio sitio en la
relación. Transigir pero con cautela, ser flexible,
tolerar al prójimo, pero sin aceptar por ello todo lo que
se le diga.

Siempre necesitarán terapia, pero en manos
expertas…

Se trata, en definitiva, de:

  • Establecer relaciones equitativas con las personas:
    escuchar activamente los problemas de
    los demás, pero sin sentirse obligado por ello a
    resolverlos.
  • Incrementar la autoestima
    personal.
  • Acostumbrarse a decir NO.
  • Aprender a madurar, a pensar que cada uno es responsable de
    su vida.
  • No asumir los deberes y responsabilidades del otro.
  • No soportar la indolencia de quienes prefieren el soporte
    que otros les suministran.
  • Ser consciente de que los cambios de hábitos son
    lentos, no se producen de la noche a la mañana.

Estas pautas sirven como prevención y superación
de este trastorno. La conducta de cualquier ‘Wendy’
está basada en el miedo al rechazo personal, en el
complejo de inferioridad y el impulso por agradar a todos. Por
tanto, si en el proceso educativo se enseña a la personas
conductas asertivas —aquellas que defienden los propios
derechos, sin
agredir a los demás ni dejarse avasallar— se
enseña a desarrollar una sana autoestima, a aprehender
unas adecuadas habilidades sociales que hagan de las relaciones
interpersonales un foco de satisfacción y
gratificación, las personas estarán más
cualificadas para evitar el sufrimiento que a la larga supone
este síndrome.

En otras palabras, el cautiverio emocional que nos destruye
las vidas, como síndrome, puede asistirnos a vivirlas
mejor, si lo sabemos manejar… ¿Quién
sabe?

El pasado emocional y de
cómo afecta las relaciones

Dr. Félix E. F. Larocca

Para nadie es un secreto que las experiencias amorosas
anteriores nos pueden marcar indefinidamente para el resto de
nuestras vidas tanto negativa como positivamente.

Cada persona con la que hemos compartido nos generó un
sentimiento determinado. Amor, aprendizaje,
desilusión, crecimiento. Todos recuerdos inolvidables, por
buenos o por malos que fueran.

"Es mejor haber amado y fracasado, que nunca haberlo hecho";
cada persona con la que hemos mantenido una relación —
duradera o efímera — nos formó en nuestra
personalidad y de alguna manera nos hizo ser lo que hoy ofrecemos
a los demás. Por lo que, entre más personas hayan
estado a
nuestro lado, más pesado y fuerte será ese pasado
amoroso del que hablamos.

Somos, por naturaleza,
criaturas fogosas y apasionadas

Las personas somos dominadas por las emociones, por lo
que siempre tratamos de buscar el equilibrio que
nos permita funcionar dentro de una sociedad, una relación
amorosa, un trabajo; de
otra forma seríamos como animales llevados
por la corriente instintivamente y sin medida provocando el caos
a nuestro alrededor.

Ese equilibrio que todos anhelamos, se ve constantemente
perturbado por personas, momentos, situaciones de tensión
que nos hacen "perder el rumbo"; aunque las experiencias
varían unas de otras, en su mayoría provienen del
hogar y lo que aprendimos desde que éramos muy
pequeños; — pero para nuestra inconveniencia — afloran
cuando somos adultos y sobre todo cuando nos enfrentamos a una
pareja; de ahí que la carga emocional que llevamos todos
dentro sea imposible de negar o ignorar. (Véase el
artículo: Lo que de niños
nuestra mamá decía
).

Percepciones distintas

"Nunca más me vuelvo a enamorar". "Soltero para
siempre". "Casarse es un mal negocio, se pierde más de lo
que se gana" — opiniones como éstas nos verifican el
sentir de muchas personas que fracasaron en sus intentos por
encontrar esa otra persona que los complemente y simplemente no
pueden manejar ese bagaje emocional que cargan por una persona
que ya no está a su lado.

La diferencia entre una persona y otra que ha sufrido de amor,
será la manera con la que percibe la pérdida. Todos
sabemos lo doloroso que es la infidelidad, la traición, la
mentira en una
relación; pero una vez que pasamos el duelo necesario e
importante para neutralizar nuestra pérdida, no podemos
dejar que ese pasado nos nuble la vista y nos impida ver el
camino hacia adelante. (Véanse las lecciones acerca de la
infidelidad).

El proceso es complejo y muchas veces difícil, sentimos
que nos desgastamos en el intento; pero no es así. Lo
irónico del caso es que entre más desapegados
estemos de ese pasado y logremos ver las cosas desde fuera,
más oportunidades vamos a tener de encontrar felicidad en
otro sitio; porque las reflejamos en actitudes,
prioridades y emociones que las personas ajenas a nuestra
historia anterior
perciben.

Cada relación amorosa es un aprendizaje; ya sea de lo
que "no hay que volver a hacer", "de lo que definitivamente hay
que repetir" y de lo que "nos sirvió para crecer". La
reflexión negativa o positiva nos la damos nosotros mismos
y dependerá únicamente de nuestro esfuerzo para
darle un giro al sentimiento.

Amantes, que somos, ¿del dolor?

La misma esencia del ser humano, a veces tornada
autodestructiva, nos impide avanzar porque "el dolor (a algunos)
gusta" de alguna manera. Nos victimizamos y a menudo fantaseamos
con una persona que NO ERA para nosotros, por la costumbre o
soledad que sentimos al ver a esa persona salir de nuestras vidas
y no tener a nadie en perspectiva por un tiempo
determinado. Pero por suerte no es un estado de ánimo
permanente. La ansiedad, la melancolía y el cansancio de
demostrar amor de nuevo se van.

De ahí que tenemos que procurar buscar personas que no
sean "amantes del dolor", es decir con una carga emocional ya
superada o en el mejor de los casos con un pasado ligero que no
afecte el desempeño de la nueva relación.

Muchos se equivocan al pensar que a menor edad menor carga;
pero no tiene nada que ver con ello, más bien se trata del
tipo de persona, de su valentía y autoestima.

Ubicar personas sintonizadas en ese sentido, es la mejor
manera de superar traumas pasados y es ahí donde tenemos
que poner nuestro interés;
porque de lo contrario seguiremos tropezando con el mismo
patrón de conducta que no conviene y obteniendo los mismos
resultados que hasta ahora hemos tolerado.

Olvidemos el miedo a sentir

Es probable que sintamos miedo de querer, de sentir por
alguien de nuevo luego de un pasado amoroso conflictivo. Pero los
rencores y remordimientos sólo nos afectan a nosotros,
pues la persona a la que van dirigidos no se está
enterando, con lo cual lo mejor que podemos hacer es eliminarlos
lo antes posible, si no queremos fracasar en todas nuestras
relaciones. Cada persona es distinta y no tiene porqué
repetirse el mismo episodio dos veces.
Aprendamos a reforzar la seguridad dañada y decidamos: Si
lo que nos provoca es ir de flor en flor, hacerlo sin perjuicios,
si más bien queremos quedarnos solos y disfrutar de la
libertad, que
así sea, o si lo que nos hace felices es tener una pareja
de nuevo, ponerse a trabajar en ello.

Pero nunca olvidemos, que quien se aprecia mucho y se quiere
mucho más será quien gozará de las mejores
relaciones, sean éstas amorosas o no.

Un asunto final, nunca nos dejemos caer en la posición
torturante de ser una Wendy…

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2, 3
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