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Belleza (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

En la tensión belleza natural y belleza
artística hay algo más que dominio de la
naturaleza, se encuentra también su superación, la
reconciliación entre partes enfrentadas. No es sólo
un tipo de dominio lo que son, belleza natural y belleza
artística también son conceptos que convergen para
aclarar una esperanza que brinda Adorno en todo el curso de su
filosofía, la de una reconciliación de la
razón del hombre y la sociedad con
la naturaleza. Reconciliación para superar distintas
formas de dominio que surge desde un dolor acumulado en la
historia, reconciliación que se sugiere a la razón
como un contenido dentro de las experiencias de belleza natural y
artística.

Y aunque en Teoría estética no se hace
patente, en los conceptos de espiritualización,
mediación
y expresión encontramos en
parte la determinación de los contenidos del concepto de
reconciliación. La espiritualización es vista como
el dominio de la naturaleza desde la perpetuación
idealista de la filosofía de la conciencia, es la
intelectualización del arte y la glorificación del
sujeto que luego hace primar al arte sobre la belleza natural.
Sin embargo, por esa misma razón conlleva al arte a
acercarse a la naturaleza en la negación abstracta de las
categorías de la racionalidad estética. La
mediación es desde Dialéctica negativa la
contraparte negativa de la mediación espiritual hegeliana,
explica la no hegemonía de sujeto y objeto en los momentos
de la experiencia estética; es por ello, la introducción de lo negado en tal
experiencia. La expresión es la formulación en
el lenguaje de
aquello negado e indeterminado en la experiencia estética
de arte y naturaleza, es en ella donde en primera instancia se
sugiere una modificación del dominio de la racionalidad en
la comunicación entre razón y
naturaleza.

En la concepción adorniana,
espiritualización, mediación y
expresión nos dan pauta para decir porqué
belleza natural y belleza artística no se contraponen.
Pero no pretendemos establecer si la tensión entre ellas
se diluye sino establecer cómo se equiparan belleza
natural y artística en tanto reconcilian del dominio de la
naturaleza. En Teoría estética la belleza de
la naturaleza y belleza artística no son tan sólo
lo doblegado por su utilidad
material, también son aquello que se libra del dominio
racional. Ambas son en sí mismas contradictorias, dominio
y reconciliación.

Nuestro trabajo es
básicamente una reconstrucción, también, a
veces una paráfrasis de lo que se considera es el dominio
de la naturaleza en la tensión belleza natural vs. belleza
artística y por lo mismo aspira a llegar a una
interpretación adecuada del concepto de
reconciliación. Pretendemos mostrar la posibilidad
de la reconciliación para establecer luego sus alcances,
por eso, partimos del dominio de la naturaleza en una perspectiva
histórica pues la escisión hombre naturaleza
está dada por el despliegue de la racionalidad. Pero como
no es suficiente con una experiencia estética de la
naturaleza para superar su explotación desmedida, ni una
experiencia estética del arte para reconciliarse con la
sociedad y con la naturaleza, el concepto de
reconciliación requiere de un tratamiento enmarcado en
relación al dominio de la racionalidad que
estableció la tensión belleza artística y
natural en la dialéctica de sus contenidos. Eso da luces
sobre el tipo de reconciliación que Adorno plantea y sus
alcances en teoría estética.

I. DOMINIO DE LA
NATURALEZA Y
BELLEZA ARTÍSTICA.

"El objetivo de
cualquier racionalidad, el fin de los medios para
dominar a la naturaleza, sería precisamente algo que ya no
es medio, que ya no es racional"

(Adorno.
Teoría
estética, pg 77)

Algunos síntomas de dominio.

Gran parte de la reflexión de T. W. Adorno hace
referencia al papel de la racionalidad como ente dominador
de la naturaleza. En textos como "Dialéctica del
Iluminismo"
y "Dialéctica Negativa" la crítica
del dominio de la naturaleza es una teoría contra el papel
de la racionalidad instrumental, no es una defensa de la
naturaleza misma sino que trata sobre cómo la racionalidad
se tornó en instrumento de dominio de la naturaleza y del
hombre mismo.
La naturaleza se define históricamente en relación
con el dominio que la racionalidad ejerce sobre ella. Tal dominio
de la naturaleza puede establecerse dentro de la relación
hombre y sociedad con
la naturaleza explotada como fin para el mercado
productivo; sin embargo, para la racionalidad estética, el
dominio consiste en que la racionalidad se libera a sí
misma y al sujeto, determinando la belleza natural. Para
Teoría estética, en tal proceso de
"liberación" la racionalidad doblega la belleza de la
naturaleza a partir de la identificación entre la
manifestación de la naturaleza y su concepto,
haciendo de los componentes de la experiencia de la belleza
natural contenidos racionales orientados a los intereses del
sujeto, como lo hace con el objeto determinado como arte.

Adorno cree que en el idealismo la
naturaleza pretende explicarse por categorías y que el
dominio de la misma surge desde asimilarla como realidad
conceptuada. El hecho de que la razón tome toda la
realidad como mero concepto evidencia tal proceso de dominio de
la racionalidad explícito en el modelo
dialéctico hegeliano. Para Hegel, la
razón encuentra una identidad
entre realidad y concepto como lo hace en la experiencia del
arte. En su modelo la razón se contrapondría a la
naturaleza, pues ésta es lo que queda por ser determinado.
En el idealismo la belleza natural no radica propiamente en lo
natural porque la racionalidad determina la naturaleza bajo su
proceso de explotación que no concibe lo que queda
por fuera del concepto. Sin embargo, no es la razón sino
su función
racional quien delimita a la naturaleza como idéntica a su
concepto, la razón va más allá de un
conocimiento
formal de contenidos.

El dominio de la naturaleza se constituye en la tensión
belleza natural y belleza artística como dominación
de la belleza natural; primero, desde que se la ha convertido en
algo conceptual y luego en algo para el sujeto,
excluyéndose de ella todo lo demás, lo que no
clarifica intereses. La racionalidad estética se pone de
lado del sujeto escindiéndolo de la naturaleza y
convirtiendo la belleza natural en algo que corresponde a
intereses de todo tipo, sobre todo morales.

En el idealismo La belleza natural es "un campo de batalla de
verdad, hermosura y bondad", palabras de Theodor Adorno haciendo
una denuncia al idealismo alemán. La belleza natural fue
desplazada de la reflexión estética no solo por ser
doblegada por el concepto sino por los intereses del sujeto;
también es dominio de la naturaleza el que la
humanidad, la dignidad
y la realización del sujeto
autónomo
sean concepciones que elevan al sujeto sobre
su propia animalidad. Adorno a esto lo denomina la
"cerrazón del gran arte", se produjo una
desolación estética con epicentro en la
hegemonía del sujeto: el dominio del sujeto que degrada
cuánto no le está sometido <<convierte las
cualidades de la belleza natural en potencialidades
indeterminadas>>.

El concepto de humanidad representaba los intereses morales
del sujeto como proyección del sujeto sobre la naturaleza.
En la diferenciación entre belleza natural y belleza
artística preparó la estética
romántica un terreno donde la concepción de
belleza fue digna de la humanidad, no de las especies en
general y esto podría servir como apoyo de la tesis de que
la concepción de lo natural es en el idealismo, aquello
siempre apto para ser valorado por sus beneficios al sujeto
racional. En cierto momento, lo natural se hace valioso porque es
producto, lo
dominado o lo que está para el sujeto: <<el goce
de la naturaleza se entremezcló con la concepción
del sujeto como un para sí y un infinito virtual:
así se proyectaba sobre la naturaleza y, en cuanto
escindido, se sentía cerca de ella de
ella>>
.

Tal posición que preeminencia el dominio subjetivo es
palpable en la visión kantiana. Desde que la
crítica del juicio estableció que el juicio de
gusto media entre entendimiento e imaginación, que
cualquier experiencia de placer y dolor debe ser valorada por el
sujeto más allá de las propias experiencias, se
entiende que, al menos para lo que es bello, hay algo que no es
enteramente subjetivo: la universalidad. En Kant la belleza
de la naturaleza y del arte tiene un sustento externo al sujeto,
la valoración de ellas como bellezas debe partir de lo
particular a lo general, desde un sujeto a la humanidad en
general. Esto se ilustra en la crítica del juicio.
Aunque el juicio de lo bello, natural o artístico, sea una
hipótesis que parte de un ámbito
subjetivo, el modo de un juicio de gusto es el de una
proposición con la necesidad de fundamentarse en el
sensus comunnis, lo que siente un sujeto se supone
común a todos los sujetos semejantes, así parece
posibilitarse como juicio objetivo, pero esa semejanza de lo
bello en los sujetos es el placer que se produce de la
contemplación.

En la Crítica del juicio la belleza es
para el sujeto desinteresado que no se posee conceptualmente al
objeto sino al placer de representarlo. En vista de que un juicio
puro no se mezcla con elementos que generen complacencia
empírica se dice que lo bello es el placer de
representarse algo en su forma final e inmediata. Forma final que
es apta para proporcionar placer inmediato al contemplador, por
lo cual Adorno dice que el hedonismo deja de lado eso
que no es "algo"
para el sujeto toma por ejemplo, la belleza
natural orientada hacia el interés
del sujeto moral.

En ese primado del sujeto Kant ahonda en la concepción
dicotómica de lo natural y lo artístico ya que el
arte como forma final, es lo determinado para la razón por
conceptos. Si lo sublime es aquello destituido de toda forma con
la que el sujeto representa el infinito, lo sublime se encuentra
en la naturaleza y no en el arte. El arte es concebido en el
reino de la creación, por eso tiene forma final que se
puede juzgar como bella. Lo sublime se niega a tener una
finalidad formal, tanto por no ser concepto determinado ni
objetivable desde el artefacto, como por no tener sino apariencia
subjetiva, ya que lo sublime es el sentimiento de la construcción de la idea de infinito desde
el sujeto. Aquí la belleza natural es dada a partir de la
reflexión que valora cuantitativamente la
in-aprehensión de lo infinito, para la razón del
sujeto se presenta como un concepto indeterminado. El momento de
lo sublime matemático presenta esa idea de lo
grande, incomparable o absoluto. Esa cantidad no está
presente en la naturaleza sino que se manifiesta en la idea
producida por el dolor de aprehender lo ilimitado y del placer
infundido por la posesión de la idea. En Kant la belleza
natural está orientada al sujeto moral pues la
posesión de la idea de absoluto atestigua en el alma la
presencia de algo que sobrepuja el ánimo y los sentidos, es
el momento de lo que llama sublime dinámico. La naturaleza
puede aparecer como terrible pero lo sublime es también lo
que levanta las energías o animo del espíritu.
Adorno podría decir que Kant es alguien para quien la
naturaleza es pensada conforme a fines ya que en su
concepción de lo sublime de la belleza natural hace a
ésta tener cierta primacía sobre la belleza
artística y esa primacía es la concepción de
que ella es para el sujeto moral. Para kant la belleza natural
tiene un fin, el sujeto; el interés inmediato de
éste en la belleza natural parte de que es resultado para
él, por eso Kant, hablando sobre la belleza natural
diría: "todos los hombres que han cultivado sus
sentimientos morales están de acuerdo…"

Para Adorno las concepciones sobre lo bello y lo sublime
tienen la pretensión de conocer y dominar la naturaleza,
son concepciones que benefician al sujeto en su interés
práctico sobre la naturaleza. Por eso Adorno parafraseando
a Kant dice: << la naturaleza, debe poder ser
pensada de tal modo que la legalidad de
su forma sea acorde al menos con la posibilidad de la
realización de sus fines según las leyes de la
libertad>>;
porque son leyes que
están puestas desde la realización del sujeto
autónomo como leyes racionales. A la belleza natural se le
fuerza para
alcanzar el concepto al ser asimilada con un fundamento
práctico o moral: "lo sublime levanta energías
morales". En la filosofía de Kant la naturaleza se hace
acorde a las aspiraciones de libertad como realización del
sujeto pues la belleza natural despierta un interés
inmediato que para él produce una elevación moral
desde una percepción
"que no se interesa por los objetos". El arte, al estar mediado
por un interés en la forma final de su objeto, es inferior
a la belleza natural. La naturaleza es sublime sólo en
tanto que su belleza representa armonía entre lo natural y
lo moral, entonces, lo natural obedece a finalidades sin ser
objeto de la producción del hombre, además de que
también está para su deleite. Las cosas de la
naturaleza son sublimes porque los objetos como tales, no
podían conllevar a esa elevación moral, se toman
por objetos de deleite en tanto alcanzan el concepto y son
producidos como los artefactos, como entretención
mundana.

La critica de Adorno está de acuerdo con Kant en el
punto de que lo que se predica de la belleza natural (de lo
sublime) es algo indeterminado que está fuera de nosotros,
de nuestro alcance conceptual. Sin embargo como experiencia, lo
sublime también es dominio de la naturaleza desde que
está en el ámbito subjetivo de las ideas y no de
los objetos: lo sublime es para la razón del sujeto. En la
historia del
dominio, la naturaleza corre paralela a los fines
prácticos, la belleza del arte kantiana es sólo un
accesorio inferior a la consecución de esos fines; por
ello, posteriores interpretaciones de la belleza natural hicieron
equivalente arte a libertad, elevando la creación del
espíritu –hegeliano- sobre lo que no tuviese
apariencia creada por finalidad subjetiva. Cosa que sigue siendo
síntoma de la senda del dominio de la naturaleza pues la
apología de la belleza artística es un nuevo
esfuerzo de la racionalidad que consiste en mostrar
cómo los objetos sensibles son acordes a los fines:
cómo elevan moralmente las obras o cómo las obras
objetivan la libertad del espíritu con mayor
fidelidad que la naturaleza.

El tratamiento dicotómico que se le dio a la belleza
natural frente a belleza artística es una etapa de
tránsito al arte espiritualizado. En Kant se presenta el
arte como vana sensación, para Kant nada sensible es
sublime, lo bello es el arte y éste no proporciona esa
idea de grandeza o sentimiento de in-aprehensión del
absoluto, pero Hegel concibe la belleza artística
básicamente de forma que la libertad, la dignidad, etc.
dependen del sujeto en la creación de su propia
autonomía, y se realizan en el objeto, acorde al
espíritu absoluto y no un placer vacuo. Para Hegel la
belleza es la manifestación sensible de la idea confundida
con una apariencia material; la belleza es armonía entre
realidad e ideal, es libre en fin y medios pero su
expresión es para el espíritu como una verdad
revelada que se hace real a los sentidos. Por ello, toma al arte
como la más alta realización del espíritu,
cree que sólo en él como objeto sensible, se
manifiesta la idea; pone el acento en ese carácter espiritual en tanto sensible, es
decir, en tomar lo objetivo del arte como conocimiento del
espíritu que se manifiesta sensiblemente. Lo objetivo de
la experiencia de la belleza artística consiste en que es
garantizada desde el sujeto auto consciente, desde el "yo". Como
se toma en contenidos de conciencia, lo
objetivo sería dominio de la naturaleza en tanto excluye
del arte lo no determinable o su elemento natural Por tal
razón, el dominio de la naturaleza está en el
ámbito epistemológico, parte de la forma de conocer
lo natural, tanto en Hegel como en Kant.

La explicación de la forma de conocer en el idealismo
está atravesada por la dialectica sujeto-objeto. Kant nos
limitó a lo subjetivo porque la posible universalidad del
juicio reflexionante depende del sujeto; pero en Hegel; ese
problema fue subsumido por el contenido del objeto como
mediación del espíritu absoluto. Lo absoluto se
presenta en el arte como conjunción de realidad y
concepto, se presenta en el objeto todo lo que podemos saber
objetivamente de la realidad. Hegel con el concepto de
mediación del espíritu presenta su ansia de superar
la limitación del juicio reflexionante kantiano
<<como un paso de la subjetividad a la
objetividad>>
. En su teoría, la mediación
parece consistir en la identidad de partes. Lo que Kant denomina:
"vana sensualidad del arte" es mero placer subjetivo pero lo
subjetivo puede convertirse en objetivo siempre y cuando el
concepto unifique lo ideal – la belleza en términos
subjetivos- con lo real – experiencia de la obra en
términos objetivos o
del espíritu- es decir, en tanto manifestación
sensible de lo ideal. Lo subjetivo puede ser objetivo en el
desarrollo de
los momentos del espíritu por su mediación con los
objetos.

La mediación no es para Hegel una propiedad de
los objetos, no es algo que venga subjetivamente desde los
contempladores del objeto sino que es la acción
o fuerza de la razón que unifica concepto y realidad. Si
la belleza es la manifestación sensible de la idea, la
obra y lo que es bello se explica en términos del objeto y
no desde la subjetividad. Lo ideal de lo bello es del sujeto,
pero en arte, lo ideal hace parte del objeto pues se manifiesta
en él con la mediación del espíritu. Hegel
quiere sobrepasar ese efecto del objeto sobre el contemplador
orientando la dialéctica sujeto y objeto en la cosa misma
de la belleza (idea sensible). En tanto lo bello se
aparece en lo sensible por la actividad humana, se toma
como mediación del espíritu libre o
conciencia subjetiva del espíritu. Mediación en
primera instancia representó una forma de dominar, una
forma de reducir a concepto los fenómenos de las
experiencias estéticas. Los conceptos aparecen como el
en-sí de los objetos y convierten en fundamento para
concebir la belleza natural; Adorno diría que allí
parece manifestarse una "esencia del arte" que excluye todo lo
que es indeterminación para el espíritu; dicha
esencia se tomó como su objetividad.

Espiritualización.

La crítica de los conceptos belleza natural y belleza
artística, presenta la proyección de lo subjetivo
sobre la naturaleza como el factor que fundamentó la
objetividad para la razón. Los conceptos de belleza
natural y belleza artística incluyen sobre todo contenidos
dirigidos a la conciencia o al sujeto conciente, por eso
Teoría estética explica la
glorificación del sujeto racional o cognoscente como
efecto de la filosofía de la conciencia o de una
racionalidad que objetiva el mundo. La
diferenciación entre belleza natural y artística es
teleológica porque al valorar el arte sobre la naturaleza
ambos son en cierta medida, orientados a la conciencia y siempre
a intereses del sujeto. Aunque Hegel haya orientado la
objetividad en algo más allá del sujeto, en el
objeto, esa objetividad se valúa en el "yo", o sea en lo
que tiene conciencia y autoconciencia; gracias al papel de la
conciencia la belleza natural, así como la
artística, son objetivas o para el sujeto racional. El
mundo de la experiencia o real debe hacerse conciente mediante la
acción de la racionalidad, pues el ser auto consciente
toma la idea exteriorizada de sí haciéndola
retornar mediante la acción de la racionalidad que realiza
abstracción, reduciendo la sensibilidad a lo fundamental
-encerrándolo en el concepto-. La racionalidad determina
conceptos que parten de lo real pero éstos se evaluaron en
la estética hegeliana como contenidos de conciencia que
niegan lo inconsciente. En Hegel, hasta lo inconsciente en el
arte –lo más subjetivo- se convierte en
expresión del sujeto y luego en expresión
idéntica a la del espíritu absoluto.

En la mediación de Hegel se pretende explicar el
movimiento
específico de la idea en la dialéctica de
sujeto-objeto pero según Adorno, tal movimiento apenas
comienza cuando se enclaustra en la objetividad subjetiva. Como
el sujeto auto consciente es algo en sí mismo, en la
medida en que se diferencia de lo otro, del objeto, el papel
teórico de la filosofía de la conciencia le permite
tomar a la belleza natural como si fuera algo dado para
él; en la medida en la que el sujeto se afirma a sí
mismo se enfrenta a la belleza natural como lo hace con el
objeto. Para Hegel el contenido de la belleza se dirige al
ámbito conciente porque es la representación
de la idea, generada de la experiencia sensible del ser auto
consciente, por eso, es contenido que refleja el espíritu.
La naturaleza representa algo para la conciencia en su
exterioridad en la mediación del espíritu.

Por eso la belleza artística tiene contenidos como el
de dignidad, ya que por ser producto de la humanidad, su
contenido de conciencia es producto de la actividad concreta de
la racionalidad, lo que la diferencia de la belleza de la
naturaleza, resultado del origen o la creación y de la
mediación del espíritu que la hace conciente. El
espíritu es el que desmitifica lo inconsciente y esto, es
un acto que tiene un valor de
"digno para la humanidad". El idealismo, que llegó a
considerar equivalente el espíritu del artista con el
espíritu de la cultura
occidental, lo identificó con algo "digno", algo
que se dirige por la conciencia; sólo así se
configura el arte, bajo la acción del espíritu que
se manifiesta en el objeto. Si todo se hace consciente, la
racionalidad hace de lo sensible del arte algo igual al concepto,
lo torna espiritual, un contenido suprasensible dirigido a la
conciencia que se manifiesta desde la materialidad, es la propia
belleza del espíritu.

La espiritualización representa movimiento de la
racionalidad estética y no el efecto del espíritu
de las obras; por eso corresponde a la idea de que el arte
pervive para el constante desarrollo de la conciencia –y la
autoconciencia-. No corresponde a la idea de que el
espíritu se tomó el arte como medio de
expresión sino que la belleza, por sus contenidos de
conciencia se tornó espiritual, se la hizo concepto sin
indeterminaciones. La racionalidad estética, que gracias a
unas teleologías subjetivas u objetivas encontró en
abstracto a la belleza natural y a la belleza artística
como reflejo del espíritu y de sus aspiraciones
totalizadoras, racionalizó lo inconsciente hasta
transformarlo en contenido conciente por mediación del
espíritu, y si no, excluirlo como indeterminación
del sujeto, así como sucede en Hegel.

Al racionalizar todo lo artístico la acción del
espíritu en el dominio de la naturaleza se
convirtió en progreso de la conciencia y progreso contra
la incomunicabilidad de lo no conceptual e inconsciente. En
palabras de Albrecht Wellmer: <<para Adorno, los rasgos
experimentales, innovadores, constructivos y reflexivos del arte
moderno son huellas de una espiritualización, en la que el
arte comunica con el progreso social de la conciencia; y sobre
todo comunica con los progresos de la ciencia y
de la técnica y también con el desencantamiento
práctico y moral del mundo…>>
. Esas huellas de
la espiritualización son contenidos concientes que se
hacen conocimiento racional y discursivo del arte, son huellas
del dominio que se transforma tras la caída de los
lineamientos estéticos tradicionales. Gracias al
formalismo racional, las categorías o lo que Adorno llama
in varianzas, se encaminan a que las individualidades
marquen el futuro del arte y los motivos de lo que se hace
objetivo. Siguiendo a Albrecht Wellmer, <<la
espiritualización del arte impone a los artistas un grado
antes desconocido de individualización de su lenguaje…>>
; y añade que
<<…este progreso de la conciencia deja así
mismo en franquía nuevas posibilidades de inhumanidad:
…una destrucción de la naturaleza que no parece verse
estorbada por inhibición alguna>>
.

Tal falta de inhibiciones se ilustra ya en la
concepción de Hegel de la belleza artística.
Ésta es una realización consciente así sea
resultado de la actividad inconsciente del genio.
Sólo así puede ser belleza del espíritu. El
arte usa formas y símbolos que se perfeccionan y para Hegel,
en su contenido puede hacerse un estudio metafísico
de lo bello en el espíritu: el arte refleja intereses
profundos de la vida y algunas de las más ricas intuiciones
del espíritu que por otros medios discursivos desea
develar contenidos ideales que se relacionan con los de la
religión y
la filosofía. En la experiencia del arte habla la verdad
que aparece dirigida a la conciencia y no es para deleitar por
medio de una banal apariencia como supuso Kant; si el arte es
sensación o deleite, también lo es la
manifestación de la naturaleza si se concibe más
allá de su misma realidad sensible. Para Hegel el
carácter sensible del arte es superior al de la naturaleza
ya que no sólo se manifiesta en tanto fenómeno. La
creación artística se hace idea sensible o
contenidos de conciencia y manifestación del
espíritu. Al contrario que Kant, Hegel considera a la
belleza natural limitada ya que si es el espíritu
quién puede concebirla, la naturaleza es inconsciente o
exterior al espíritu; es mera actividad del
espíritu que concibe a la naturaleza como bella
relacionándola a sentimientos del alma, haciéndola
símbolo de su propia belleza. Aunque la naturaleza bella
pueda ser concebida, no es manifestación de ella misma
sino aspiración del espíritu por reflejar su propia
belleza. La belleza natural está condicionada por el
espíritu como sensación-que se hace- concepto desde
ser exterior o inconsciente. Así lo inconsciente es
inferior en dignidad a lo consciente en tanto carece de
manifestaciones del espíritu.

La naturaleza no puede realizar la idea de belleza del
espíritu bajo una forma perfecta al padecer de auto
inconsciencia. Lo natural es manifestación y la belleza
natural es manifestación primera pero imperfecta de la
idea de belleza. El contenido del arte es la idea misma
recuperada desde su exterioridad. Por eso aunque el arte tenga
cierta primacía sobre la belleza natural no quiere decir
que sea la manifestación más perfecta del
espíritu, pues el arte por su carácter sensible se
ancla a lo material menos que a lo abstracto del pensamiento.
El concepto hegeliano del arte muestra lo que
Adorno llama el enfrentamiento entre la naturaleza y el
espíritu. Hegel reconoce que el arte tiene un limitante y
es que no se realiza plenamente en lo ideal pero se encuentra en
camino. La naturaleza tiene la misma limitación, no se
realiza plenamente en lo ideal, pero al ser inconciente o
exterior para el espíritu se integra a él como una
idea inferior a la del arte, como un reflejo de la belleza del
espíritu sin ser nada de su propia elaboración.
Hegel considera que la belleza natural queda integrada al
espíritu al determinarla como su reflejo pero en realidad
allí encuentra su separación.

El mayor efecto de dominio de la naturaleza es la
distinción arte/ naturaleza del idealismo puestas bajo el
orden de la conciencia. Esta distinción les borró
algo esencial al identificarlas para el sujeto, pues el concepto
rechaza en ellas lo diverso del espíritu, lo no mediado
por éste y lo inconsciente. Es en la filosofía de
Schelling donde puede localizarse el impacto de la
división de lo natural frente a lo artístico. El
sistema de
Schelling aspira a que se identifiquen en la intuición
como una unidad la antítesis de lo conciente e inconsciente
subsumida en el concepto de lo absoluto. La belleza es la
intuición en la que lo finito se presenta como infinito,
como absoluto. Es intuición estética sensible y
reflexiva, no sólo intelectual, por lo tanto es la que
resuelve a su modo la contradicción entre fenómeno
y contenido. Pero sólo la belleza del arte resuelve la
contradicción entre conciencia e inconsciencia; en la
realización del producto del arte y en la experiencia
estética del mismo lo inconciente se hace conciente. La
naturaleza no procede de la conciencia y tampoco procede de
resolver una contradicción, es una fuerza original del
mundo creadora y activa. Para Schelling la naturaleza es ser
orgánico, la belleza natural no puede ser sino
accidentalmente bella, no es espíritu sino en su ser otro,
en tanto reflejo.

Para Schelling la naturaleza no es inmediatamente
espíritu como lo sería para Hegel. Aunque el placer
que nos puede producir la naturaleza es el placer que tiene como
fin el arte mismo, ésta no es inmediatamente
espíritu porque es increada, no es contenido auto
consciente como el arte. El producto del arte es el resultado de
un genio que concilia una contradicción infinita en la
intuición, se eleva sobre su fuerza originaria, sobre la
belleza de la naturaleza. Por ello la naturaleza se la muestra
como un estadio anterior al arte, no procede de la conciencia,
como condición de una producción estética.
El arte es espiritual, un absolutismo de
la conciencia que se convierte en único vínculo
entre espíritu y naturaleza. Tal absolutismo es desarrollo
de una forma de dominio en un ámbito epistemológico
en el que los contenidos dirigidos a la conciencia priman para la
razón, gracias a la exclusión racional de los
contenidos no conscientes.

La espiritualización del arte revierte en su despliegue
a la naturaleza, a su indeterminación o a su
carácter inconsciente; es la asimilación de la
naturaleza como una segunda naturaleza, como naturaleza
naturalizada por la acción del hombre o la
racionalidad; sólo puede ser producto de la
escisión hombre naturaleza y su despliegue una
abstracción metódica que eliminó, en la
concepción romántica lo extraño al concepto
de arte, excluyendo de su momento natural mucho de la belleza
natural. Tal exclusión tuvo, entre diversas razones, la de
fundamentar la reflexión del arte alrededor de la
conciencia, luego el interés del sujeto: la moral, la
verdad, la dignidad, etc., como caracteres presentes de forma
inmanente en las obras y de forma, a veces accidental en la
naturaleza.

Para Adorno, la espiritualización del arte es su
constante intelectualización, por eso dice:
<<
la unidad de la historia del
arte es la figura dialéctica de la negación
concreta>>. Históricamente lo excluido es todo
aquello inconsciente en la racionalización o las cosas que
no eran reflejo de la actividad libre del espíritu.
Posteriormente, dentro del anti-tradicionalismo del arte moderno
y la crítica de los contenidos del arte, devienen la
caída de invarianzas o categorías que son
resultado de la espiritualización misma, de la
racionalización del arte; por eso vemos rebelión
contra la forma, la expresión, el contenido etc. El arte
moderno reclama como carácter intelectual del arte un
espacio a la indeterminación presente en la belleza
natural, es negación a esas categorías que el
idealismo utilizó, para Adorno esa negación del
arte se da en su lenguaje reconciliado con la naturaleza.
Así, aunque el arte se halla contrapuesto a la naturaleza,
se acerca a ella. Eso que en el idealismo había sido
negado, lo inconsciente por ejemplo, es, en su misma
negación, la afirmación de su presencia necesaria
en el arte actual ya que generó reflexión sobre lo
negado. El arte se acercó a la naturaleza gracias a la
misma espiritualización. Como la espiritualización
es <<radical dominio de la naturaleza por sí
misma, sirve de corrección del dominio de la naturaleza
por el otro>>

OBJETIVIDAD
E INTEGRACIÓN DE LO INDETERMINADO.

Mediación.

Para Hegel son similares el proceso cognoscitivo de la
razón en la experiencia estética y el proceso
cognoscitivo de la razón en la experiencia de la
naturaleza de mano de la dialéctica. Adorno nos deja
deducir con el concepto de espiritualización que la
naturaleza es asimilada como mediación del
espíritu, en Hegel ella es una idea exteriorizada que
retorna en el concepto. El sistema hegeliano es un sistema de
dominio ya que la mediación del espíritu unifica la
manifestación con el concepto en una identidad que excluye
lo que no entra en el mismo. La racionalidad estética es
instrumento que construye progresivamente objetividad sobre lo
que no nos resulta común de la naturaleza y su
manifestación, ésta queda delimitada en el concepto
en tanto puede ser un contenido de conciencia para el sujeto, su
manifestación estética se reduce a la identidad con
el concepto y se le excluye al arte el resto, según
Adorno, su momento natural.

La estética kantiana basa la objetividad de la
experiencia estética en el sujeto. Pero Hegel proporciona
una salida al subjetivismo en el conocimiento de lo que cree y
anhela el espíritu manifestado en el objeto. A Hegel se le
concede que no todo es lenguaje del sujeto, pero este lenguaje no
deja de ser lenguaje como formas o contenidos de conciencia. Por
ello, tanto en Kant como en Hegel se presenta un formalismo
sujeto / objeto en el que no se comprenden sino relaciones
dicotómicas bajo una oposición que es abstracta
pues la conciencia enfrenta el ser autoconciente al mundo. Una
estética dialéctica como la de Adorno reconoce en
la estética subjetivista de Kant, que no toda experiencia
estética se traduce en concepto y para el agrado del
sujeto contemplador, pero sobre todo, denuncia a la
estética objetualista de Hegel, que debe darse una
participación ambivalente de sujeto y objeto en el arte y
no simplemente una identidad de sujeto y objeto en la belleza del
arte concebida como idea o mediación del
espíritu.

La mediación es la dialéctica de sujeto- objeto
congelada en su carácter conceptual o contenido del
espíritu, pero no todo contenido sensible es racional o
para el sujeto. Adorno ve que la mediación tal como la
plantea Hegel, además de que convierte a sujeto y objeto
en una identidad, confronta sensibilidad (contenido inmediato
para el sujeto) y razón (contenido racional mediato desde
el objeto). Hegel con la mediación explica como el arte
puede unificar la razón con la manifestación, pero
la experiencia de la belleza artística nos coloca en medio
de ambas, de la sensibilidad y la razón, ya que no todo lo
sensible se hace racional o viceversa. Sujeto y objeto no son una
identidad, la dialéctica entre ellos se diluye en tanto
son momentos de la obra. <<En la obra de arte el sujeto
no es ni contemplador ni creador ni espíritu absoluto,
más bien sujeto ligado a la cosa, preformado por ella,
mediado por el mismo objeto>>.
La mediación no
sólo es manifestación de la estructura del
objeto para el sujeto, es más bien una función que
constituye una inestable relación histórica entre
ambos.

Adorno no sólo ve a la mediación como el
resultado de velar lo no idéntico al espíritu;
mediación es además un primer paso para
"reconciliarse" con una naturaleza negada como posible
vinculación de lo no- idéntico. Las
categorías basadas en la conciencia que dan respuesta a la
separación sujeto/objeto resultan insuficientes; tal es el
caso de la concepción artística del impresionismo.
Tal separación sujeto – objeto es ilusoria; para la
razón, la mediación de la naturaleza muestra
intermitentemente que objeto y sujeto son momentos dentro de la
experiencia estética de ella. La mediación de la
reflexión hegeliana aparece desde que se pretende
construir categorías en las que la racionalidad da cuenta
de las estructuras de
las obras. Pero la división sujeto objeto ya no es
invariante del arte moderno; la espiritualización, que en
su despliegue de dominio racional busca proporcionar esquemas
cognitivos para la experiencia muestra lo contrario, el arte se
acerca a la belleza de la naturaleza porque en la experiencia de
ella el sujeto y el objeto se interfieren sus momentos. La
necesidad racional de explicar la experiencia y la estructura del
objeto, convirtió a la mediación en la base para
trascender la inmediatez de lo empírico y convertirlo en
la mediatez del espíritu. Por eso la
dialéctica de dominio sujeto/objeto veló la brecha
entre lo sensible (inmediato) y la idea de lo bello (contenido
mediato); porque en esta dialéctica, si lo bello se
encuentra anclado a la reflexión sobre lo inmediato pierde
su carácter de objetivo, que no es sino
mediación del espíritu.

Para Adorno la mediación es la integración en
momentos de todo aquello que no es idéntico al
concepto, es la inclusión del elemento natural o lo turbio
al espíritu. La muestra de que las estructuras del objeto
y el sujeto son ahora inestables porque generan en la experiencia
la sensación de que son momentos alternantes de la obra,
posibilitan a la mediación como vinculación de
otros momentos diferentes a los que se vislumbran bajo el dominio
de la naturaleza en el orden de sujeto – objeto. Los momentos
sujeto/ objeto no son los únicos en la experiencia del
arte o la naturaleza; la mediación sobrepasa estos
esquemas formalistas ya que hay mediación del objeto en el
momento espiritual, en el cual las cosas se manifiestan
trascendiendo su propia materialidad y hay mediación del
sujeto cuando la obra se hace comunicación o lenguaje larvado;
también hay mediación entre la estructura de la
obra y la estructura social, entre el arte y la naturaleza, hay
mediación intelectual y de la conciencia, se llama
espiritualización, etc.

El arte se hizo participe de la racionalización del
mundo en tanto mediado por el espíritu, así se
superpuso a la naturaleza, pero como participe del mundo
configuró su preeminencia racionalizándose e hizo
así reflexión sobre la racionalidad: vinculó
sus propias contradicciones y se acercó a la belleza
natural. Pero la belleza natural también se acercó
al arte; <<la mediación no es sólo del
arte con respecto a la naturaleza sino también a la
inversa>>.
Una y otra sobrepasan sus propios límites.
Para Adorno la mediación podría verse como una
categoría en tránsito, algo que a pasado a ser otra
cosa mucho más que una simple función que alcanza
la igualdad entre
razón y realidad. En la belleza natural y la belleza
artística mediación es una función donde el
arte y la naturaleza articulan distintos momentos de la
experiencia estética, como el momento del espíritu,
del intelecto, del sujeto, del objeto. En la mediación no
se puede reducir un momento a otro pues eso niega esa alternancia
que según Adorno alcanza a hacer manifiesto un lenguaje.
El hecho de que la mediación establezca una no
hegemonía de sujeto u objeto en la experiencia del arte y
la belleza de la naturaleza, los coloca a un mismo nivel
epistemológico donde el
conocimiento objetivo ya no se centra en la razón
subjetiva o la razón objetiva Eso puede significar la
posibilidad de que la reconciliación con la naturaleza
signifique un retorno a un estado en el
que sujeto y objeto no se encontraban polarizados. La
mediación es un ámbito para que el conocimiento de
la experiencia estética se amplíe; pues la
objetividad no radica en siempre en sujeto y objeto, en uno de
ellos, sino en muchas cosas al tiempo.

Expresión del arte y la naturaleza.

El idealismo interpretó al objeto estético
cómo algo que rebasa la mimesis griega o la
imitación. El arte romántico pasó a ser un
simbolismo fundado en la función comunicativa de la
razón, se legitimó su presencia como la
expresión o revelación metafísica
del espíritu. En lo bello del arte se "expresan" intereses
terrenos, del espíritu o morales, más allá
de lo sensible, es también algo que manifiesta contenidos
y proporciona conocimiento. La expresión no es "el todo"
del arte. La expresión es sólo expresión de
un contenido, refleja la concepción del mundo del sujeto y
proporciona conocimiento acerca del espíritu en la
comunicación establecida entre razón y objeto. Ella
es posible tanto en la experiencia estética de lo creado
por el sujeto, como en la de lo que se manifiesta como la
naturaleza.

La importancia de la belleza artística frente a la
belleza natural se basa también en la
expresión, pues lo objetivo, lo que es mediado por
el espíritu, es en gran parte, lo que es expresado, lo que
es determinado de la naturaleza. Por eso a la naturaleza
kantiana, indeterminada y tomada como una poderosa fuerza
primigenia se la conllevó a su exclusión de la
reflexión estética. Mientras ella sea algo no
conceptual, se supone que su belleza no expresa nada en sí
misma sino lo que se ponga en ella. La naturaleza expresa mediada
por el espíritu, se busca hacerla concepto y encontrarle
carácter objetivo a un contenido que no es del todo
suyo.

En el idealismo la expresión se parece a una síntesis
que se radica en el objeto. Para Adorno es resultado del
establecimiento de una relación comunicativa entre un
objeto estético y el intelecto del sujeto; éste
atestigua el fenómeno y retiene contenidos propios del
objeto. Para él, la razón desde la
percepción en la sensibilidad, supone que existe la
posibilidad del conocimiento del objeto mismo. Lo cognoscible es
un tipo de síntesis porque representa una operación
más allá de la representación sensible. Por
eso la expresión no se ubica sólo de lado del
objeto como sensibilidad, ella también está
configurada desde el sujeto como resultado de una relación
comunicativa.

Adorno se hace eco del concepto de expresión en Kant y
Hegel, la expresión tiene tanto de conocimiento como de
sufrimiento; sin embargo, se aleja de ellos en que la
expresión pueda ser concepto y que radique en el sujeto o
el objeto. Para él la expresión es negación
del dominio de la naturaleza en la línea de que comunica
desde sí cosas antagónicas (lo inconsciente y lo
que no es para el sujeto). La expresión representa
más que una síntesis en términos del
idealismo; debe ser de forma que evidencia una síntesis
negativa y que comunica a la razón sus contenidos en un
lenguaje no comunicable o no conceptual haciendo tangibles
al pensamiento mediaciones con la realidad. La expresión
es la <<contrapartida de expresar algo>>
comunica con un no-lenguaje que al no ser totalmente
conceptualizable, es lenguaje de dolor.

La expresión es lenguaje del dolor del mundo. Por su
contenido conceptual incorpora el arte en lo empírico y
por su contrario, su negatividad, señala lo que en el
mundo debe ser modificado o lo no dominado, es contenido mediado
que consiste ser expresado. El lenguaje de
la expresión en el arte puede ser por tanto, el mismo de
la naturaleza que atestigua para la razón la presencia
negativa de lo que es excluido por la dura ley de la
identidad. Para que las antagonías de la experiencia
logren trascender al campo de lo que se hace objetivo, deben
integrarse en una síntesis más amplia que la que
había postulado el idealismo. No todo contenido es
expresable conceptualmente, así, la expresión
sintetiza la mediación; lo expresable es contradictorio
pues no radica en sujeto u objeto etc, sólo es la forma en
que la razón asimila como dolor el objeto estético.
Cuando el objeto estético tiene una perdida de
naturalidad, esto es, cuando aparece como algo que tiende a ser
concepto, se presenta como lo natural, como un lenguaje del
sufrimiento.

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