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Belleza (página 3)



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La expresión es una síntesis de contenidos,
todos ellos son mediaciones que explican la presencia de lo
psíquico, lo social, lo subjetivo, lo natural y todas sus
contradicciones. Pero estos momentos no sólo expresan
dispersos y en forma intermitente, son más que una mera
disposición fenoménica de las obras que se
articulan en un lenguaje distinto que no parte de la identidad de
realidad y concepto. Por ello Adorno dice: <<solamente
por mediación y expresión las obras logran
trascender lo antagónico
>>; gracias a
éstas se pone al hombre en una posición diferente a
la del craso dominio de la naturaleza por parte de la
racionalidad, al menos en el aspecto comunicativo entre sujeto-
objeto. La posibilidad de la mediación está en
incluir lo no familiar al objeto y la posibilidad de expresar
está gracias a la tensión primigenia entre mimesis
y racionalidad.

Para Adorno la interacción de mimesis y racionalidad, como
actividad práctica del hombre, desmitifica y domina
gradualmente a la naturaleza. El hombre
conserva la conducta
mimética, establece semejanzas con la naturaleza, pero el
dominio de la racionalidad devela conceptualmente sus secretos.
En ese proceso que Adorno llama "iluminista", la mimesis,
como reflejo de una pobre asimilación de la
realidad, se ve obligada a refugiarse en el lenguaje del
arte, participando lúdicamente en el contexto social. La
experiencia estética del arte incluye la percepción
de lo mimético, se expresa como negatividad la naturaleza.
En la expresión afloran mediaciones, contenidos que se
hacen tangibles al intelecto porque son producto de la
tensión mimesis y racionalidad como asimilación de
lo indeterminado. En esa tensión habla la expresión
del arte moderno y su denuncia de no integración, por la
expresión comunica el carácter equivoco del objeto
estético.

La tensión mimesis y racionalidad deja la posibilidad
de otro lenguaje. No sólo el de la expresión de lo
mimético, también de la expresión de su
tensión con lo racional. Los contenidos contradictorios se
hacen tangibles al intelecto como asimilación de lo
indeterminado o lo natural. Al vincularse tales antagonías
en lo comunicable tenemos otro paso para reconciliar ho la
naturalezaimila la realidad en la tensi� la razón con
la naturaleza. La expresión no radica en la
antagónica relación de lo mimético y lo
racional, es la comunicabilidad de cosas que no podrían
ser contenidas en un concepto. Al comunicar lo contradictorio
parece conciliadora. Así, explicita la
indeterminación que el idealismo quería velar,
porque en forma negativa y como un no lenguaje, el arte
–como la belleza natural- trasciende lo establecido. Por
ser para la
comunicación de lo indeterminado ese no lenguaje tiene
su modelo en la belleza de la naturaleza, expresa todo aquello
que de una u otra forma hace parte de la realidad negada e
indeterminada. Para Adorno <<la expresión es
mimética como la expresión de lo viviente es el
dolor
>>. La expresión es dolor histórico,
conciencia de padecimiento; ese es el contenido que tiende a
hacerse racional. Lo que se fuerza para ser racional es
expresable como dolor o anhelo de lo natural. Por eso hoy, la
obra de arte aparece se concibe como "dolor acumulado en la
historia" dado en la naturaleza. Arte y naturaleza no
están distanciadas mientras son conciencia de
padecimiento.

Sin embargo la síntesis de la expresión no es
conciliadora, lo no integrado en ella aparece así, como lo
no integrado, como una especifica disonancia. El objeto
estético, declara su extrañamiento de la naturaleza
en tanto expresión y disonancia. Al intelecto se le
presenta conocimiento, una síntesis o discurso
irracional que muestra algo concreto, algo
que se hace enemigo del mundo dominado o conciencia de
padecimiento. Para decir que algo es un objeto estético
debe poder establecer en su experiencia una comunicabilidad que
obedece a la necesidad de expresión, que en tanto mediada
no es la expresión del sujeto o la sociedad etc. sino un
discurso autónomo que tiene diferentes tensiones
explicitadas en lo que Adorno denominó "disonancia". La
expresión tiene tanto de síntesis como de
disonancia, como algo objetivo es la objetivación de lo no
objetivable, en términos idealistas, es
objetivación en segundo grado. Disonancia es la
forma de la expresión en su carácter denunciador,
para Adorno es lo contrario a la reconciliación.

III.
BELLEZA NATURAL Y BELLEZA ARTÍSTICA.

Belleza natural y el ser en sí de la naturaleza.

La espiritualización tiene un sentido histórico
e ilustra la inclusión en el arte del elemento
natural y de lo que en cierta forma es para el idealismo
inconsciente. Siendo este elemento lo disonante y lo no
idéntico al concepto,
la
razón lo concibe en el arte como la belleza de la
naturaleza, en la mediación o alternancia de sujeto y
objeto; pero este elemento de la experiencia estética viene integrado en una unidad. Por
ello podría decirse que la razón, sin ser
subjetivista ni objetivista, recibe contenidos de conocimiento
en la experiencia de la belleza natural y luego en la del arte.
La racionalidad al desplegarse sobre la experiencia
estética desde la aparición, no alcanza a unificar
la alternancia de todos sus momentos; aunque la razón
sí conciba cierta unidad contradictoria desde la
expresión generada de la tensión mimesis y
racionalidad.

Para Adorno y todo
el idealismo la experiencia de la belleza tiene un carácter cognoscible; pero el idealismo
preeminencia el de la belleza artística, ya que
ésta, como todo artefacto, representa a una realidad
articulada con el mundo, mientras lo indeterminado o la
experiencia de lo bello de la naturaleza no. Lo cognoscible en la
naturaleza es algo para determinarse, por eso Hegel integra la
naturaleza al espíritu; porque ésta sólo es
un ser para otro o la idea en su ser otro, para el
espíritu que la conoce proyectándose sobre ella en
tanto la domina. La belleza de la naturaleza él la ve tan
vacía en si misma que su indeterminabilidad para el
espíritu está generada en el sujeto. Si el sujeto
concibe a la belleza natural como un para sí, lo
extraño de la misma no deja de ser subjetividad. Lo
indeterminado no es para el espíritu, belleza natural
sólo puede "ser algo" determinable, concebible como la
idea, algo que siempre se toma como un ser para otro y no
algo en sí mismo; se conoce en tanto su
exterioridad por mediación total del espíritu que
la hace conciente poniéndola en orden del sujeto. Lo
indeterminado lo no idéntico, lo errático que se
manifiesta también como sensibilidad en su carácter
efímero, lo que no está gobernado por la conciencia y es
para la razón algo irracional e irreal debe estar por
fuera del concepto de belleza natural suprimiéndosele
algo, la expresión del ser en sí de la misma.

El arte como realización efectiva del espíritu
es su autoconciencia, una unidad y expresión de su ser en
sí. La naturaleza es espíritu si se le excluye lo
turbio al espíritu, y podemos ver esa exclusión de
lo que es diverso en la comparación de la expresión
de la naturaleza y el arte. Para Schelling, la naturaleza (lo no
creado) tiene dignidad pues
es capaz de ser expresión para el espíritu que la
adapta; en Hegel la naturaleza es la idea en su exterioridad, es
ser para otro; no tiene expresión en
misma pero puede ser reflejo imperfecto de la
expresión del espíritu. Lo creado (artefacto)
expresa de forma en que coincide o se identifica con la
razón en la medida en que es sometible a categorías
de la racionalidad estética; pero para Adorno ambos se
equivocan pues la naturaleza no es susceptible a ser sometida por
esa formas ni como expresión creada por el trabajo social
(la técnica). No toda experiencia de ella es categorizable
como ser para otro pues no carece de la expresión de
sí misma << si en algún sitio hay que
buscar una diferencia cualitativa de la belleza natural
será en el grado en el que lo no hecho por los hombres es
capaz de hablar en su expresión>>.

La desviación o deformación histórica de
la experiencia naturaleza en el idealismo tiene como causa
fundamental la indeterminación <<tanto del objeto
como del concepto>>
de lo que es belleza
natural. Adorno cree que la sustancia de la belleza
natural reside en su carácter indeterminado. La belleza
natural, al ser algo no dominable como copia o concepto, se torna
ambigua; <<la ambigüedad de la belleza natural
tiene su génesis en la ambigüedad de los mitos>>
. No se puede determinar por
categorías al contenido de las experiencias pues la
belleza natural no es susceptible a ser tratada por apriorismos
como forma, armonía, expresión etc. La
ambigüedad no le roba a la belleza natural su objetividad ya
que como experiencia estética tiende a proporcionar
conocimiento del ser en sí de la naturaleza que la produce
y que no es totalmente mediado por el espíritu.

Para Adorno un ser en sí de la belleza de la naturaleza
o ser en sí de la naturaleza se comunica con la
razón en el lenguaje
tanto de la belleza natural como la artística. El arte es
en cierta forma imitación del lenguaje de la
naturaleza y la belleza natural un lenguaje hecho arte. El
arte-facto representa a lo natural, se hace tangible para
la razón evocando su lenguaje efímero. Así
mismo, en la experiencia de la belleza natural la razón
evidencia el momento en que lo no creado se clarifica como el
objeto creado. La razón busca determinar el lenguaje para
lograr la permanencia de eso que es pasajero en la
naturaleza y que no es para el sujeto. Lo creado y lo increado
sugieren a la razón en el momento expresivo algo
más, un ente en sí mismo que no consiste en ser
para otro, un ser en sí de la naturaleza que
alegoriza en el lenguaje que <<la experiencia de la
belleza natural no representa ni al espíritu libre ni al
sujeto>>
que la adapta a su necesidad como
útil.

La mediación hace de la experiencia de belleza natural
una alegoría donde se combinan lo natural y lo
histórico sin llegar a objetivarse. Alegoría que no
sólo se expresa, podría no expresar nada o no ser
expresión y estar ahí en tanto aparece. Por ello es
la aparición y la expresión quienes alegorizan el
ser en sí de la naturaleza en su distancia. El ejemplo lo
tenemos en que por su expresión y aparición la
belleza natural no es paisaje natural. Éste es resultado
del dominio o de la
conversión de la belleza de la naturaleza en
cuestión creada que expresa por y para otro; pues,
despojado de la expresión del ser en sí de la
naturaleza y su contenido, el paisaje se torna en algo que ignora
lo que en la naturaleza aparece como lo otro, se convierte en
ideología: "paisaje natural", aquello
totalmente mediado, espiritualizado o creado para el sujeto,
luego para la sociedad,
donde <<lo mediato se apodera de lo
inmediato>>
. Pero la idea de belleza natural no puede
ser fijada por el espíritu en un concepto, él no
incluye en los contenidos del concepto lo propio de la
alegoría de un ser en sí en tanto aparece y que
dirige su expresión a la razón como contenido no
mancillado por la conciencia.

La belleza natural y la belleza artística no se oponen
radicalmente según hizo creer el idealismo, entre otras
cosas ambas incluyen lo que puede aparecer y expresar algo de un
ser en sí de los fenómenos por el que trascienden.
La trascendencia es la aparición y expresión en
lenguaje larvado de un ser en sí que no es para otro. No
es ser para la conciencia que lo enfrenta al sujeto como si fuera
cualquier objeto. En este sentido ambas, tanto belleza natural
como artística se contraponen al dominio de la filosofía de la conciencia, no son -ser
para el sujeto, en su trascendencia está la
alegoría del ser en sí de la naturaleza.

La apariencia que evidencia la aparición y la
expresión en la belleza natural y la belleza
artística hace que ambas se invoquen por cierto
carácter de trascendencia. En la belleza natural y
artística la comunicación entre razón y realidad
se genera de tal apariencia, la de un ser en sí que
se objetiva con disonancias. Según Adorno la
trascendencia del objeto estético es contradictoria:
<<toda expresión que es lo más cercano a
la trascendencia está cerca del enmudecer>>,
su
aparición muestra algo que
no existe, algo que es irreal. Por eso la trascendencia, tanto la
de la belleza natural como de la artistica es negativa y no puede
copiarse. <La belleza natural parece decir más de lo
que es y este más es el que pretende objetivar el arte
para negarlo como irrealidad>>
. Arte y naturaleza bella
dependen de ese más para ser aparición e imagen, pero ese
más requiere no sólo de un lenguaje para hacerse
comunicable, ese más requiere de un ser en
sí al que alegoríza; algo que no sólo queda
en expresión. Además porque no puede
copiarse la expresión de la naturaleza sino objetivarla
negativamente en su indeterminación. La belleza natural no
se puede objetivar, no como contenido conciente o para el sujeto,
su copia la destruye: <<el arte no imita a la
naturaleza, tampoco a una concreta belleza natural, sino a la
belleza natural en sí misma>>.

La belleza natural y la artística trascienden en el
más que sobrepasa la existencia de un objeto, es lo
que se da objetivamente sin tener que ser dado en contenidos de
conciencia pues la trascendencia también es percepción
inconsciente. Contra el idealismo, Adorno cree que la objetividad
incluye lo inconsciente; <<el análisis de la belleza sería
inútil si no latiese en él la inconciencia
espontánea, la percepción inconsciente>>
.
Por eso quien de veras llega a la belleza -de la naturaleza- es
la percepción inconsciente y no la contemplación
que Kant
defendió. El idealismo representa un movimiento
contra la inconciencia, acierta en que el papel de la conciencia
tenga que marcar la diferencia entre lo bello y lo no bello; es
la conciencia la que se sumerge tal experiencia. Pero eso no
puede marcar la diferencia entre belleza natural y belleza
artística pues el más requiere de conciencia
e inconciencia. Así como sucede en el arte en el que unas
obras son mejores o más bellas que otras, Adorno
diría que la manifestación de la belleza natural no
es igualmente bella en todos sus trozos o fragmentos, hay cosas
más bellas que otras y eso es cuestión de la
acción
de la conciencia mediata, pero el hecho de que sean bellas
requiere del más que incluye la inconciencia y lo
inmediato. En la experiencia de la belleza natural y la belleza
artística es necesaria la participación de la
conciencia y la inconciencia.

La inconsciencia está relacionada a la evocación
de un estado
diferente al establecido por la oposición sujeto –
objeto; según Adorno es la provocación en el sujeto
de una anamnesia que evoca el ser en sí de la naturaleza
sin ser para el sujeto. La mediación de la naturaleza deja
al sujeto en un estado anterior o libre de dominio que repercute
en su anamnesia, en el recuerdo de una situación en la que
no se encontraba enfrentado con los objetos. La experiencia del
arte y la belleza natural conllevan a la percepción
inconsciente o del ser en sí de la naturaleza, son una
distensión de los principios de
auto conservación gracias a la disolución de la
conciencia del sujeto o de su enfrentamiento con el objeto. Para
que la razón conciba la trascendencia se requiere de la
disolución del sujeto, de la inconsciencia. Para Adorno,
en la belleza natural se renuncia como en la experiencia del
arte, al menos en lo subjetivo, a los fines de
autoconservación; así se libera el sujeto de su
ser en si y a la naturaleza de ser para otro.

El arte imita a la belleza natural en sí, no a la
naturaleza, imita su dolor y la nostalgia de que fue
posible superar diversas tensiones: <<el dolor que se
experimenta ante la belleza, nunca tan vivo como en la
experiencia de la naturaleza, es a la vez la nostalgia de la
promesa que hay en ella sin que llegue a desvelarse y el
sufrimiento ante lo insuficiente de su manifestación que
está renunciando al belleza a la vez que trata de
igualarse a ella>>.
Por eso la belleza natural y la
artística hacen una promesa que sobrepuja todo lo
infrahumano. Ellas en su aparición presentan lo que no
existe, y al presentarlo, lo hacen como esperanza de algo
posible
, como una promesa que sustenta su posibilidad en la
anámnesis de lo natural, en un estado de felicidad donde
se presenta a la razón un ser en sí no dominado
como ser para otro y a un sujeto libre en su relación con
ese ser. En esto consiste la promesa de felicidad que hace la
naturaleza y la alegoría del arte a lo natural, en una
salvación de lo negado. Como la subjetividad interpreta a
partir de sus propias estructuras y
la objetividad a partir de categorías, hay una
imposibilidad que parece suplirse en esa promesa: es posible
conocer de otra manera sin hacer prevalecer los contenidos que
son propios de la conciencia, esto es a partir de la
trascendencia, de una retención de lo negado de la
experiencia de la belleza que permita salvarlo en su
negación.

Redención en la belleza natural y la belleza
artística.

La idea de redención estética del arte
recibió gran parte de su contenido de la reflexión
hegeliana: como la verdad del arte consiste en expresar las
más ricas intuiciones
del espíritu, la imperfección del mundo
podría ser salvada por medio del arte. Con la certeza de
la verdad del arte surge para el sujeto racional la esperanza de
verse emancipado y reconciliado mas con la sociedad que con la
naturaleza. Pero la emancipación del sujeto racional en
esa verdad del arte representa un tipo de esclavitud, una
conformidad que afirma una falsa conciliación de la
razón con lo indeterminado de la naturaleza. Las obras de
arte clasicista y romántica afirman los valores de
la teología, aún cuando expresan dolor, representan
un consuelo para compensar a la sociedad en una totalidad
conforme a la ideología dominante. En la filosofía
de Hegel el espíritu tiene las características de
un ente totalizador que es capaz de proporcionar felicidad y
emancipar a nivel universal, pero que parte de un nivel
individual. Suponemos que con la belleza del arte se llega a
creer en la esperanza de que todo tenga un orden universal por
encima de la azarosa felicidad de los individuos sumergidos en la
experiencia de la naturaleza indeterminable.

En Hegel la obra de arte se hace objetivable porque surge
básicamente como dolor acumulado en la historia y es imagen de la
producción humana. Como tal representa algo
que va más allá de la manifestación sensible
porque detenta verdad, << es un intento por darle al
sujeto libertad y
conciencia en una aparente armonía>>.
Esa
armonía que es teórica, es falaz, se encuentra
llena de sentido sin ni siquiera salvar lo que aparece como
disonante, no alcanza la reflexión sobre lo negado que se
evidencia en la espiritualización, ni a una
reflexión de la racionalidad sobre lo negado y sobre
sí misma ya que<<la superación de las
contradicciones que surgen del espíritu absoluto no se
logra desde las manifestaciones del
espíritu…>>
.

En Teoría estética la belleza debe contar
con el hecho de que en el objeto estético se salvan unas
contradicciones, que se formulan y adquieren un statu de
cognoscibles para la razón. En tanto ese objeto aparece y
se expresa negativamente abre el camino en el que la
racionalidad que determina el objeto estético se
amplía
para concebir la experiencia de la belleza
también en términos negativos, como naturaleza
indeterminada. En la experiencia del objeto estético se
dirigen a la razón contradicciones, disonancias que para
Adorno rechazan el dominio de la naturaleza. Las contradicciones
salvadas se evidencian en la trascendencia de la experiencia
estética pues también son reflejo de la
producción humana; por ello se convierten en una promesa
de felicidad, según Adorno, en la experiencia del objeto
estético esas contradicciones tienden a suavizarse.
Tácitamente se postula en tal experiencia una promesa que
busca salvar las negaciones y explicitar las disonancias.
Teológicamente eso que se llama redención, es la
posibilidad de establecer nuevas relaciones a las previamente
establecidas. Así, esas contradicciones son salvadoras de
lo negado y aspiran a serlo de la realidad, ya que también
median con lo empírico.

Con la promesa de felicidad tomada en un sentido
empírico, la felicidad que se lograría es la
inversión del orden existente o una vida
redimida, aunque esto aún no tenga ninguna
verificación en la praxis.
Pensamos que, como intento de salvación de lo dominado la
anamnesia de la naturaleza se convierte en la reflexión y
se configura como futuro prometido: lo "anamnético"
es la ruptura del orden existente y la razón sabe de su
propia imposibilidad de aprehenderlo en términos
conceptuales pero se fuerza a
hacerlo. El arte al prolongar esa promesa, al hacer aparecer la
existencia de algo no existente, según Adorno como
anamnesia de lo natural, se hace sustituto de la felicidad negada
y se convierte en utopía; por eso Adorno llama a la obra
de arte "promesa quebrada de felicidad". Como posibilidad en el
arte, la idea de redención, está en la anamnesia
del ser en sí de la naturaleza, en el sentimiento de
comunicar las tensiones que aparecen.

La redención es la muestra del carácter
histórico de la experiencia de la belleza natural, lo que
se quiere salvar está en contenidos de lenguaje no
determinable y salvar lo oprimido en ese lenguaje es una idea que
no proviene de la naturaleza sino de la mediación social
del sujeto con ella. La promesa de felicidad y la
redención son contenidos históricos y subjetivos en
la experiencia de la belleza, no alcanzan un nivel positivo de
realización, ni son condición para la belleza
misma: <<el consuelo y la redención son un eco de
la belleza>>.

IV.
SUPERACIÓN DEL DOMINIO COMO RECONCILIACIÓN CON LA
NATURALEZA EN TEORÍA ESTÉTICA.

"…si fuese permitido especular sobre
el estado de
reconciliación, no cabría representarse en
él ni la indiferenciada unidad de sujeto objeto ni su
hostil antítesis; antes
bien, la
comunicación de lo diferente. Sólo entonces
encontraría su justo sitio, como algo objetivo, el
concepto de comunicación…"

(Adorno, T.W; "Crítica
cultural y sociedad", Ed. Ariel, Barcelona, pg 145)

De la idea de reconciliación.

Para Hegel la reconciliación propia del arte es
verificable como la unidad en la conciencia subjetiva del
espíritu que concilia para la razón como certeza o
verdad objetiva, la oposición sujeto- objeto
llevándola a una mediación espiritual para
trascender la mera subjetividad. En Hegel la certeza tiene sus
momentos; el primero es la mediación, que luego se torna
concreta <<a saber reconciliación o realidad
efectiva del espíritu>>. Para él la primera
figura del saber inmediato que representa la existencia
común del sujeto y el espíritu es el arte. La
belleza natural Hegel no la concibe como el arte, en una
intuición concreta y representación en sí
del espíritu; si la naturaleza se aparece como algo que
concilia sujeto y espíritu es por proyecciones del sujeto.
Contra esto, Adorno sigue a Schelling, pues éste en contra
de Hegel, sostiene que la naturaleza no es inmediatamente
espíritu por su ser otro. Aunque sólo el
arte postule al espíritu y a la naturaleza como algo
reconciliado a su antagonismo la naturaleza debe ser
reconciliadora. Adorno añade que la idea de que la
naturaleza se reconcilia con el espíritu proviene de la
experiencia de la belleza natural, por eso reconciliación
se sitúa alrededor de cierta unificación de
contradicciones para la razón como las dadas en la
experiencia de la belleza natural.

De la visión idealista, Adorno retoma la
condición misma de la belleza natural, el dolor kantiano
que se ha transformado en una promesa de felicidad. Adorno cree
como Kant que la experiencia de lo sublime de la belleza natural
hace que la razón se esfuerce por llevar la
indeterminación de ella al alcance conceptual; aunque por
otro lado se alejaría de éste pues tal unidad no es
racional, ni es para el sujeto, ni es exclusiva de la belleza
natural. La experiencia de la belleza natural es indispensable
para revocar la oposición arte – naturaleza mientras
esa experiencia la evoque el verdadero arte. El lenguaje
del dolor y la promesa de felicidad es la reminiscencia del
sujeto de la belleza natural en el arte. Adorno se refiere a
reminiscencia en el sentido que la experiencia evoca un estado
donde sujeto y objeto no están enfrentados, pero tal vez
ese estado nunca existió aunque la historia del dominio de
la racionalidad permite suponerlo. La reminiscencia de la
naturaleza indeterminable no es para el sujeto, es lo distinto de
él, es su participar de un estado libre de dominio que
aparece para la razón como algo realizable, un estado
diferente de las cosas donde se concibe la unidad integradora de
lo diverso al espíritu. Ésta es la experiencia de
la belleza natural, algo reconciliador de contradicciones en la
escisión de la razón con la naturaleza.

Aunque Adorno contradiga a Hegel aseverando que la
indeterminación de la belleza natural no es del sujeto y
que ella no es susceptible a ser integrada (totalizada) por el
espíritu, lo sigue en el punto en el que se supone posible
para la razón una totalización de lo diverso del
espíritu. La totalización supone la
reconciliación con lo dominado no sólo en un
concepto indeterminable sino en una apariencia que salva lo
negado y por lo mismo amplia lo que se considera objetivo de la
experiencia estética. La reconciliación entra a
jugar un papel activo dentro del proceso de
conocimiento, su importancia radica en que se ilumina a la
racionalidad superando su dominio de la naturaleza. Tal
superación se basa en que la razón produce unidad,
así sea como renuncia del dominio de la naturaleza . Pero
la unidad a la que nos referimos es aparente, es puro
conocimiento, una unidad contradictoria en la que se verifica que
ella es mediada por lo sensible, lo intelectual, la sociedad, por
sujeto y el objeto y todas sus negaciones. Tal apariencia de
unidad rebasa cualquier apariencia de unidad u objetividad de la
reflexión estética idealista, pues, integradas
todas las mediaciones en la unidad, todo lo negado por la
ley de
identidad, la
razón comienza a redimir lo negado de los conceptos y
proseguir a hacerlos "tangibles", reconciliándose
con el espíritu, emprendiendo la comunicación de
él con lo natural.

Reconciliación no es objetividad sino que lo objetivo
de la experiencia es para la razón apariencia de unidad
que retiene lo diferente a ella. Así tal apariencia de
unidad afirma lo reconciliable, es decir la división
palpable en la filosofía hegeliana entre naturaleza y
espíritu o razón. La reconciliación es
utópica, no la objetividad. Aquella aparece en la
experiencia de la belleza natural y la belleza artística
como una apariencia de síntesis
suprema, como la señal de que es posible conocer lo que
tiene contradicciones reconstruido algo dispar en la unidad. La
reconciliación es por eso mismo una utopía
contraria a la objetividad; si la reconciliación con la
naturaleza radica en que sean efectivamente salvadas las
negaciones y conciliadas las contradicciones, se nos está
refiriendo a lo que la razón debe comprender de la
experiencia estética en tanto conocimiento de lo
contrapuesto; pero eso sería irracional, por ello pensamos
que la reconciliación se refiere en primera instancia a
hallar una manera de complementar a la racionalidad pero que
utópicamente tal complemento sólo se hace tangible
a la razón en la experiencia estética y no en una
dialéctica abstracta entre razón y naturaleza.

El trascender del objeto estético proporciona medios para la
racionalidad, en la que se relaciona con la realidad de otra
manera diferente a la identificación. Lo que se ve como
reconciliable en la unidad es esa nueva forma de entender las
cosas. No es la expresión reconciliada ni la
aparición de lo reconciliado. Es reconciliación de
la razón y la naturaleza, puede ser una especie de mimesis
de los conceptos, algo que se vincula a ellos como su
contraparte, tornándose en la aparición de un
discurso de lo
mimético, corrigiendo para beneficio de la razón, a
una racionalidad funcional, ya que el pensamiento no
es sólo identificante.

La reconciliación de la razón y la naturaleza
estaría demarcada en el campo epistemológico de la
forma en que se supera el dominio por parte de la racionalidad,
su verdadera legalidad se
la proporciona el hecho de que eso podría ser el fin del
método
dialéctico clásico diluido en una
comunicación; como la razón concibe la experiencia
de la belleza natural como una relación libre y no
coactiva donde (lo uno) sujeto no determina (lo otro) objeto por
la identidad del concepto, la reconciliación sería
una comunicación con los objetos estéticos sin
ningún tipo de dominio. Podría decirse que la
perspectiva de reconciliación está basada en las
condiciones de una relación comunicativa, ésta se
permite conciliar lo diverso desde una unidad que posee la
objetividad aunque establezca una relación diferente de la
razón con la realidad, es una relación comunicativa
con el ser en sí de la naturaleza donde se engendran
diversos momentos en la experiencia estética de la
naturaleza y el arte.

El arte debería reconciliar como la belleza de la
naturaleza imitando a la belleza natural en sí,
debería instar a lograr esa comunicación como
belleza creada. Pero el arte presenta una reconciliación
simbólica, la cual se ubica la en anamnesia de lo natural:
<<las autenticas obras de arte guiadas por una idea de
reconciliación propia de la naturaleza, al convertirse
plenamente en segunda naturaleza
(algo objetivo), han
sentido siempre el impulso a salir de sí mismas…al
no ser la identidad su última palabra han buscado el apoyo
de la primera naturaleza>>.
Es a partir de la belleza
de la naturaleza que la belleza artística busca la
comunicación como lenguaje para la razón,
suavizando las contradicciones, sin alcanzar significación
absoluta sino relativa que hace ficción el concepto de
verdad pues lo que se hace objetivo en la experiencia carece en
cierto grado de significado aunque aparezca como
reconciliador.

La reconciliación es apariencia, no puede ser algo
objetivo del mundo. Si la belleza natural es ya reconciliada no
es bella, por eso Adorno la llama "cifra de lo reconciliado", la
seña de algo que se experiencia superando su ser
contradictorio. La belleza natural no es la reconciliación
en sí sino que la experiencia de ella es
comunicación, un estado libre de dominio.
Reconciliación con la naturaleza es en primera instancia,
comunicación libre de dominio, luego no sería, una
modificación de la realidad o del mundo. Por eso, la
superación del dominio como una reconciliación con
la naturaleza desde la percepción de la belleza natural y
la del arte no se ha dado en términos prácticos. En
la belleza misma no pueden interpretarse las cosas reconciliadas
porque o si no la belleza no existe, << la
belleza es posible sólo en lo que aún está
sin reconciliar>>
.

La manifestación de la belleza de la naturaleza
renuncia a la belleza a la vez que trata de igualarse a ella, en
su lenguaje participa la disonancia, cosa que repite el arte, si
la belleza del arte está ya reconciliada, su
expresión ya no sería disonancia sino
revocación de lo separado, ya no sería conciencia
de padecimiento sino felicidad y la felicidad es inexpresiva. La
posibilidad de la reconciliación desde el arte y la
belleza de la naturaleza como una superación del dominio
es una utopía tangible en el lenguaje, debe ser lenguaje
de una separación por el que aparece el ser en sí
de la naturaleza. Su carácter de utopía se
enraíza en su tono teológico liberación de
lo oprimido por la racionalidad, en algo aparente, en una
comunicación sin bloqueo.

Reconciliación con la naturaleza
dominada.

El concepto es para la racionalidad una herramienta y lo
negativo es fuerza iluminadora de la razón. La
reconciliación se alcanzaría si esa relación
entre concepto y su negatividad posibilita a la razón un
entendimiento mas allá de lo que concibe el sujeto, un
entendimiento intersubjetivo, como un puente comunicativo
entre sujetos y objetos no enfrentados sino interrelacionados que
no se proyectan los unos sobre los otros. Por ello la
reconciliación con la naturaleza también encuentra
contenidos dentro de la dialéctica de sujeto y objeto ya
que en ella se evidencia la comprensión de lo no
idéntico en lenguaje no coactivo. En una
comunicación sin dominio, el sujeto no determina al objeto
y viceversa, pues si en la experiencia estética se
equiparan sujeto y objeto, la comunicación entre ellos
queda como algo libre de indeterminaciones.

Aunque Hegel y su época supongan al arte como un objeto
reconciliado lo conciben yuxtaponiéndole al sujeto. Pero
la idea de reconciliación con la naturaleza no puede
radicar en el sujeto o el objeto o su identidad porque eso
recalcaría sobre su dicotomía y no en su integración en la experiencia
estética para la comprensión de lo diverso. En la
experiencia de la belleza sujeto y objeto median, se alternan
como momentos indispensables de la experiencia misma, pero no
como los únicos. La reconciliación de las
contradicciones se ubica equidistante en el espacio entre ellos,
no es reconciliación de sujeto y objeto en sí
misma, ella obedece a la superación del dominio sobre la
naturaleza determinada desde una unificación diferente de
todas sus contradicciones en una unidad no coactiva.

La reconciliación con el dominio de la naturaleza no
debería ser la disolución del sujeto y el objeto
sino que parte de que queda establecida en el libre
reconocimiento de ambos. En la experiencia estética el
sujeto no se niega a si mismo para doblegarse a ser dominado por
el ser en sí la naturaleza: bajo la coacción de la
naturaleza tampoco puede experimentarse la belleza natural. La
racionalidad, forjadora del sujeto frente a lo natural, lo hizo
superarse de su debilidad ante la naturaleza, en su progresivo
dominio y la satisfacción de sus necesidades él se
impuso a ella; pero la belleza natural no se puede apreciar ni
como terrorífica ni como objeto, ya que ni doblega al
sujeto ni es doblegada por éste. No se trata de que el
sujeto se entregue para ponerse bajo coacción del
objeto sino reconocer para la razón la experiencia del
objeto estético en una dimensión más
adecuada, así como sucedería con la belleza
natural. La reconciliación se posibilita porque en la
experiencia de la belleza, primero, el sujeto renuncia a los
fines de auto conservación, hace un abandono de
sípara que luego, la razón se "comunique" con el
ser en sí de la naturaleza. Ese límite sujeto /
objeto que era marcado para la razón por la conciencia se
borra en vista de que la percepción de la belleza requiere
de la inconciencia del sujeto, gracias a ésta los objetos
estéticos presentan a la razón un ser en
. En tal inconsciencia del sujeto, que ya no se
delimita frente al objeto, él renuncia a sí mismo
para mediar con el objeto estético, que tampoco es para la
conciencia.

La belleza de la naturaleza es según Adorno, lo
más parecido a la reconciliación porque en su
intuición lo interpretado no alcanza a ser una forma
acabada, no hay dualidad sujeto-objeto, conciencia- inconciencia,
realidad y concepto sino captación de la razón, de
forma inmediata y continua del objeto bello. La
reconciliación en la belleza de la naturaleza es la libre
comunicación entre la razón de los hombres y ella.
La belleza de la naturaleza comunica los defectos del mundo al
tiempo que a
fuerza va siendo integrada en él por la racionalidad. No
por estar tan alejada de la razón como la cosa en
sí tiene sólo contenidos ideales, también
histórico materiales y
por eso asimila su reconciliación con la que
debería darse en el arte, aunque su apariencia no es la
misma. La reconciliación para la belleza artística
se limita en ser lenguaje reconciliado. En su expresión
las obras deben renunciar a la reconciliación para
aparecer como reconciliadoras;<<las cosas del arte no
reconcilian, deben ser reconciliadoras renunciando a toda
apariencia de reconciliación>>
así imitan
a la belleza de la naturaleza y su lenguaje de la
separación, deben ser disonantes para ser en apariencia
reconciliadoras.

Para Adorno la belleza de la naturaleza se presenta unificada,
es cifra de lo reconciliado por su apariencia de unidad; esa
apariencia le otorga su sentido al igual que lo hace con el
arte:<<las obras de arte se arrogan la calidad de ser-
en- sí por su sentido que es el instrumento de su
apariencia>>.
Ambas, belleza natural y artística
tienen la apariencia de un equilibrio
entre lo fugaz y lo estable. En la belleza natural el
carácter apariencial es lo que repiten las obras de arte,
ellas manifiestan tal apariencia a partir del momento natural en
que se integra lo disonante en el lenguaje.

La apariencia es la totalidad que se sabe irrealizable pero
que la razón aspira a aprehender como unidad realizable,
como reconciliación con la naturaleza contenida en la
experiencia de la belleza natural. Por eso mismo
reconciliación no es algo objetivo, sino que puede surgir
de la misma objetividad: la reconciliación es una
apariencia de cómo debe ser el mundo. En el arte, la
apariencia es lo que unifica y muestra a la razón la
experiencia del objeto estético como algo vinculado al
mundo, <<la apariencia es lo orientado a lo
empírico>>.
Por ello las obras tienen como copia
imperfecta la reconciliación en su apariencia, pues desde
ellas se establecen todos los estadios para efectuar una
relación comunicativa no coactiva como la
superación del dominio de la naturaleza, pero como mera
copia de una reconciliación que proviene de la naturaleza,
mera apariencia que no puede reconciliarnos con el mundo
real.

Conclusiones.

I.

La tensión belleza artística belleza natural
puede haber sido generada en términos resumidos, por dos
factores. El primero, la racionalización del arte y la
belleza de la naturaleza como constante determinación de
algo objetivo para la razón, sometibles a
categorías y por tanto susceptibles a ser concepto por la
identificación entre sus manifestaciones y la realidad. El
segundo, la glorificación del sujeto auto consciente
resultado del enfrentamiento al objeto y su proyección de
intereses sobre la naturaleza. Adorno como gran parte de su
filosofía nos llevar a concluir que los factores que
contribuyeron a generar la tensión son resultado de formas
de dominio. Por dichos factores en ocasiones se argumentó
sobre unas diferencias entre belleza natural y belleza
artística que básicamente no existen. Lo creado y
lo increado, lo espiritual y lo indeterminado, humanidad y la
dignidad del sujeto, el ser para sí y ser para otro de la
naturaleza y el arte, la conciencia, la inconsciencia, el
contenido y la forma, etc. son contraposiciones plausibles entre
arte y naturaleza pero que desde el idealismo son evidencia del
dominio de la naturaleza, no corresponden a la experiencia de la
belleza natural ni a la naturaleza, son efectos iluministas por
las que se las puso en polos opuestos. Belleza natural y belleza
artística son diferentes pero la diferencia no corresponde
propiamente a la experiencia estética sino a formas de
dominio de la naturaleza. Las diferenciaciones básicas del
idealismo servían para ilustrar una hegemonía
subjetiva que enaltecía la una sobre la otra. Ya fuese por
su carácter objetivo o por su correspondencia a intereses
del sujeto, belleza natural y artística, como conceptos
develan formas de dominio.

Para Adorno belleza natural y belleza artística no se
excluyen sino que se asimilan la una a la otra: es casi imposible
dar características de la belleza de la una sin tener que
dar las mismas de la otra. Básicamente ellas denuncian el
dominio incluso al ser la falsa reconciliación de lo que
parece armónico. Arte no es más que una forma
artificial de belleza natural y viceversa, pero ambas tienen para
la razón un contenido de conocimiento; son algo que
conocer del ser en si de la naturaleza. Lo no idéntico o
inconsciente, lo diferente del espíritu o la disonancia,
la mediación, el lenguaje, hacen parte de la experiencia
estética y demuestran que belleza natural y belleza
artística son para la razón más que la mera
existencia del objeto que no puede ser abarcado por el
concepto.

La comunicación que se establece en las experiencias de
la belleza natural y la belleza artística no corresponde
tan sólo con el dominio de la naturaleza sino con su
superación, con la aspiración a un estado diferente
de las cosas. Lo paradójico de tal superación
consiste en que, para trascender el dominio, comenzando en la
comunicación, la experiencia de la belleza natural y la
belleza artística deben aparecer como algo que niega el
dominio dominando. La espiritualización puede dejarnos en
claro que la concepción reconciliada de la naturaleza, es
o puede ser, otro paso de la racionalidad para cosificar las
relaciones hombre /
naturaleza. Véase como funciona la expresión, la
mediación y la aparición; comunican, establecen y
presentan lo negado pero son funciones que
establecen la negación como una nueva afirmación a
la razón, al parecer otro tipo de dominio. Sin embargo,
este dominio corresponde a la manera como la estética
determina sus objetos, como una negación concreta de la
realidad y no como una hipóstasis del objeto
estético. Tal vez la hipóstasis que Adorno denuncia
como falsa reconciliación es el carácter de
consuelo que la religión del arte
impuso como integración. Básicamente arte y belleza
natural no se contraponen, ambas son dolor histórico,
rechazo del dominio como no integración de lo negado y
apariencia de reconciliación con eso mismo, aunque con el
riesgo de
recaer en un nuevo dominio.

La belleza natural y la belleza artística se
contraponen como formas de dominio. Se puede decir que para
Adorno la concepción de la estética de corte
fetichista y sensualista sobre el arte y la naturaleza da
señas de cosificación y por tanto propone una falsa
reconciliación con la naturaleza y un arte falaz, es
dominio de la naturaleza con hipostasiaciones del objeto
estético que mantienen al arte y la belleza natural
distanciadas. La reconciliación tal vez no disuelva por
completo la diferenciación entre belleza natural y belleza
artística pues al ser la reconciliación lo
más parecido a la experiencia de la belleza natural, es ya
diferente de la reconciliación que proporciona la belleza
del arte, pues, aunque ésta imite a la belleza natural en
sí misma, no es ella, sino una evocación que
está articulada en uno de sus momentos. Podría
parecer que aunque para Adorno la belleza artística y la
belleza natural no se contraponen, la segunda si tiene cierta
preeminencia sobre la primera: la reconciliación del arte
es una reconciliación en segundo grado pues la belleza del
arte no es precisamente lo más parecido a la
reconciliación, es imitación de la belleza natural
en sí, de su trascender. La reconciliación juega su
papel en la belleza natural antes que en el arte pues es en la
experiencia de la belleza natural que se concibe la
integración del elemento disonante repetida por el
arte.

II.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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