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Chateando: una cita de amor a ciegas (página 2)



Partes: 1, 2

"-¿Te acordás de mis años de psicoanálisis? Siete, querida, siete
años. Todo bien hasta que yo también terminé
en la cama con mi analista; eso de que primero son profesionales
y luego hombres es un cuento. Ya
sabés…, por una cuestión de transferencia,
todas terminamos por enamorarnos; lo que pasa es que los tipos
priorizan las carnes sobre las neuronas. Eso es todo.
Todavía me río porque en la cama me dijo que ya
tenía el alta; que mi problema se reducía a una
compulsión genética
de la libido sexual; recuerdo que se me puso filósofo
mientras fumaba un cigarrillo después de acabar. Vos sos
del tipo de mujeres que exudan feniletilamina por todos los
poros, me dijo.

-¿Feniletinalima? ¿Y eso que es?

-Yo tampoco sabía de qué me hablaba; pero cuando
llegué a casa lo primero que hice fue buscar el diccionario.
Parece ser que la feniletilamina es la sustancia del amor; una
droga que
secreta el organismo ligada a la libido sexual; si te
enamorás – o te calentás que es lo mismo- como te
puedo decir… el cuerpo se pone como un radiador hirviendo,
a full ¿me entendés?

-Trato…

¿Sabés que me causa gracia, Azu? Algunos de los
hombres con los que me acosté, se ponían a
filosofar después del orgasmo. La mayoría…ya
sabés…se dan vuelta en la cama ¡y si te he
visto no me acuerdo! ¡Dios… he escuchado tantas
boludeces…! Pero el curador de almas la tenía un
poco más clara. Mirá nena, más allá
de la educación y la influencia del entorno, cada uno de
nosotros es lo que los códigos genéticos han
escrito en nuestras neuronas, me dijo convencido.
¿Moraleja? Azu: a mi me gusta encamarme y no tengo
problemas en
hacerlo todos los días. Soy…

-¿Ninfómana?

-Algo de eso debe haber en mí ché. Soy
insaciable. Una verdadera sexópata; pero ninfómana
no, ¿sabés por qué? Porque cuándo
hago el amor si la
pierna es buena me quedo tranqui; es como si me quitara varias
planchas de angustias y ansiedades de encima.

Mira detenidamente a su amiga. Indumentaria costosa y
exclusiva. Se revuelve cuando piensa que tiene cierto aire de
puta de lujo.

Como si leyera sus pensamientos, ella acota:

-Además querida, en el fondo, todas tenemos alma de putas;
sí, no te rías…Si no fuera por los
convencionalismos sociales, nada nos gustaría más
que dar rienda libre a lo que somos: máquinas
perfectas para dar y recibir placer.

Clara Magariños Cervantes
Luro, parte de una familia
patricia que había dado a la patria de los
argentinos, militares, terratenientes, funcionarios de rango y
servidores de
Dios, la ecuación social que detentaba el poder desde
1810.

Extraña relación la que las unía;
ambivalente y conflictiva. Más allá de su rechazo a
la vida disipada y demasiado liberal de su amiga, envidiaba su
seguridad y la
capacidad para hacer todo aquello que le viniera en gana. Tan
diferente a ella…

-En cambio vos,
mí querida… no tenés más que mirarte
al espejo. Te estás apagando lenta pero sostenidamente.
¿Y sabés por qué? Porque desde hace mucho
tiempo, te morís por vivir una aventura de orgasmos
compartidos. ¿Y qué hacés…? Te lo
pasás masturbándote mentalmente. Y no me digas que
no…

Siente un frío sudor, como si un inasible fantasma
lleno de pústulas se deslizara pegajosamente por su
cuerpo.

-Y sí…la verdad que tenés
razón.

Le parece que la frase se descuelga de su boca como si se
hubiera quitado una vieja espina clavada en el paladar.

-¡Aleluya Azu! ¡Aleluya! Hace años que
esperaba que te sinceraras conmigo. ¿Y qué
esperás? Tenés 50 años, querida… Si
podés inflar un poco tu autoestima,
todavía tenés posibilidades de hacerle la cabeza a
más de uno.

-Pero vos sabés cuál es mi problema; los
prejuicios me atan. No tengo ni tu glamour ni esa libertad de
conciencia, ni…No, no; soy incapaz de filtrear como vos
entre las amistades; miedo, miedo a ser descubierta.

-¡Yo tengo la solución Azu! La seguridad absoluta
tiene un nombre mágico: Internet. De eso
quería hablarte.

Su amiga comienza un largo y pormenorizado monólogo a
propósito de ese maravilloso artilugio –enfatiza -,
capaz de hacer realidad los sueños más
descabellados. Le acota cómo – a instancias de una vecina
del country- había sido instruida en el manejo del
chateo.

-¿Chatear?

-Sí, chatear. No vas a decirme…

-Sí, sí; sé lo que es. En casa lo hace
Maria Elena a menudo. Incluso Carlos me explico algunas cosas al
respecto. Sabés que él es un experto…

-¡Tenés razón! Me había olvidado
del trabajo de tu
esposo…

¿Entonces…?

-No, que me quedé pensando… ¡Mirá
que sos loca Clarita! ¿Cómo se te ocurrió
buscar…?

-¿Una cita de amor a ciegas por Internet? Ya te
dije: un desafío. Además, quería vivir algo
nuevo. El caviar es bueno, pero hasta el caviar cansa cuando se
repite siempre. Me harté de los tipos atildados que huelen
a perfume francés, cosa que no sería mala en
sí; el problema es que generalmente suelen tener la cabeza
hueca. En fin, años y años siempre más de lo
mismo: egoísmo, yoísmo, egotismo
exasperante…No te rías. Arrogancia,
pedantería y machismo abierto o encubierto, pero siempre
machismo al fin. Vos sentís permanentemente que los tipos
te cogen como si fueras un trofeo, ¿entendés? Pero
lo peor de todo, son esos pendejos de la City, integrantes de
nuestra devaluada Wall Strett, que buscan a las veteranas con
guita para aprender y ver que le pueden sacar, materialmente
hablando, claro. Los pendex son patéticos; siempre cogen
rápido como si el sexo cotizara en Bolsa. En fin querida
Azu; estoy harta de sentir permanentemente el perfil de los de mi
clase. Para
colmo, cuándo despegás del uniforme, te toca
algún abogado de un Estudio top lleno de ínfulas, o
tenés que encamarte con un insufrible hacendado que nunca
caminó un surco ni jamás se subió a un
tractor. Eso sí, todos cortados por la misma tijera: Rolex
con brillantes, beeme, mercedes o audi; country exclusivo en La
Horqueta o Pilar o piso en Puerto Madero o todo al mismo
tiempo…

-¡Clari…! Yo te sabía liberal pero me
estás anonadando.

El mozo era una estatua frente a la mesa.

-¿Lo de siempre Azu?

-Lo de siempre, sí…

-Ya sabes Freddy. En este, agregame una pizca de fernet.

-Bien señora.

-Hay una cosa que no entiendo, Clari.

El comentario de su amiga había empezado a hacerle
cosquillas por todo el cuerpo. Imposible no sentir las palabras
de Clara como burbujas chispeantes.

-Decime.

-Si lo que haces no puede llenar tu vacío espiritual,
¿por qué continúas haciéndolo?

-Buena pregunta querida. Por ahora no tengo respuesta, salvo,
claro está, la que me dio el analista. Tuve una
época, vos sabés…hace ya más de
veinte años, que la vida me ofrecía una respuesta a
través del amor. Estuve muy enamorada de Pedro
Martín…

-Sí, lo sé; nunca hablamos a fondo del tema.
¿Y que pasó?

– No lo sé muy bien; pero creo que nada es perdurable.
Los sentimientos son como las hojas de los árboles:
están firmes sólo hasta que sopla un fuerte viento.
Entonces, me cansé de todo; me dije que tenía que
mandar mi rutina a la mierda de una vez por todas. Y así
fue como apareció Internet y la magia del chateo. No
sabés querida; me metí en una página
genial: hombres que buscan mujeres; mujeres que buscan
hombres; hombres que buscan hombres- gays claro-; mujeres que
buscan mujeres.

La confesión de su amiga parece un vino virtual
trepando a su cabeza.

Por esa vía, desde cualquier locutorio- nunca
se te ocurra hacerlo desde la computadora
de tu casa- hice contacto con un hombre
super-especial. Un tipo re-original Azu, no
sabés…¡Un caballero español de
novela!
¡Todo un personaje! Un nieto de puta encantador. Tiene
página Web propia. El
arte de
amar
, se llama. ¡Ah!, perdón…me
olvidaba… ¡con subtítulo y todo! Fronn
estaba equivocado.
No me digas que no es
genial…

-¿Fronn? Erich Froonn?

-El mismo, querida. El que decía que el verdadero
amor es el que
tiene el cerebro como
eje.

-Recuerdo el libro; lo
leí. ¿Pero qué hace el tipo ése?
¿Quién es? ¿A qué se dedica?

-¡A coger, Azu! ¡A coger! Hace el amor como
los dioses…

Ambas comparten una larga y sonora carcajada.

De pronto, la cara de su amiga se transforma.

_Bueno…es casi la verdad, literalmente hablando. En
realidad el madrileño éste – me dijo que era
un ex funcionario de Telefónica y que incluso había
participado del equipo que negoció con Mariju la compra de
la mierda de telefonía que teníamos antes- se
dedica a dictar clases amatorias, teóricas y
prácticas eh. Te causa gracia. Más gracia te va a
causar si te digo que lo toma como una verdadera
profesión.

-¿Profesión?

-Sí, sí, profesión. Parece que el tipo
está armando uno de esos libros de
autoayuda y quiere volcar en él todas las experiencias. El
caso es que el madrileño este es un verdadero Casanovas de
la informática. Cien dólares la hora de
teoría
y doscientos dólares la hora de práctica.

¡Un bon vivant…!

-Llamalo como quieras. Pero te puedo asegurar que el tipo se
lo merece. Filosofía oriental, hatha yoga, anatomía humana; y
ojo… con una edición
de lujo del kamasutra como manual de sus
clases prácticas. Incluso tiene un capítulo
teórico cuyo título
es…escuchá…no lo vas a creer : la
influencia negativa del dogma religioso judeo cristiano en la
práctica sexual.

Le parece demasiado.

-¿Sexo con
religión…?

-Sí querida, sí; a mí también me
pareció una locura, algo casi ridículo
cuándo lo escuché. Pero tenés que ver las
cosas que dice. Tengo grabado a fuego una frase : la
tragedia de Occidente está relacionada con el estigma
sexual del judeo-cristianismo
. Te dije, un maestro de
verdad.

-Y todas esas cosas se las explica a cada una de las mujeres
que cita?

-Te asombra, ¿no…? Lo que pasa es que esto no lo
hace con cualquier mujer. Si no
pasás el filtro cultural…

-¿Filtro cultural?

-Como suena. Primero te envía una mail con un cuestionario
de doce preguntas: historia, arte, literatura,
filosofía, ciencias
políticas… ¿No pongas esa
cara! El hombre
exige interlocutoras de amplio nivel cultural. Para él, el
sexo no pasa sólo por la carne.

El entusiasmo de su amiga comenzaba a contagiarla.
Parecía contener todos los colores del arco
iris.

-¿Y a vos como te fue?

-¿Con el cuestionario? Bien…fallé con dos
respuestas pero igual me aceptó. En una tenía que
responder con qué nombre se conocía la guerra que
había acabado con el comunismo y la
Unión Soviética.

-Una pregunta tramposa…No hubo guerra alguna.

-Eso mismo pensé yo y así lo escribí.

-¿Y…?

-Guerra psíquica era la respuesta.

-Guerra qué…

-Psíquica, guerra psíquica, querida. Mientras me
lo explicaba mantuve la boca abierta todo el tiempo como
una estúpida. Mirá…no sé
cuánto habrá de verdad en ese asunto, pero que el
tipo hablaba con seguridad, ni te
cuento. Me dio
una clase
magistral sobre ese asunto de la guerra fría…; y
que el arma psíquica- así lo definió- se
había convertido en el elemento terminal; que ambas
potencias- rusos y yanquis- estaban empeñados en dominarse
mutuamente por ese medio. Parece de locos, pero parece ser que la
cosa pasa por utilizar los poderes extra-sensoriales de personas
con ese don especial para dominar la mente del adversario. Y de
esa forma, claro, manejar su voluntad.

Ciencia
ficción.

-Algo así mi querida. El caso es que los americanos
utilizaron a Gorvachov como una especie de caballo de Troya y
dieron vuelta al comunismo como un panqueque.

Sin duda la calentura hace milagros. De otra forma no se puede
pensar como Clara asume semejantes idioteces. Mejor volver a lo
que le interesa…La resistencia,
respecto a la resistencia física del hombre se
torna inevitable.

  • Hidalguía, querida, condición
    española. El hombre hace un culto al honor. Una sola
    clase nada más que tres veces a la semana. Y ojo: no con
    cualquiera. Ya te dije que el maldito se da el lujo de
    seleccionar a sus alumnas. Después del test, hay
    que enviar una fotografía y entonces el tipo te dice si
    acepta la evaluación mutua en la primera entrevista.
  • ¿Cómo mutua? ¿El no es el que
    decide?
  • No, ambos. No quiere ninguna clase de ventajas; por otra
    parte, suena bastante lógico… Yo te digo la
    verdad, el tipo me puede deslumbrar de entrada con su inteligencia
    pero si voy y me encuentro con un adefesio, no alcanza. No creo
    que el espíritu sea capaz de generar orgasmos sin la
    concupiscencia de la carne…
  • Creo que tenés razón. Y digo yo…
    ¿quien es el que decide el fin de la
    relación?
  • Ambos… o cualquiera por separado si decae el
    interés por el otro. Eso sí, hay
    una regla insobornable: El madrileño no admite transar
    con el egoísmo ni el egotismo.
  • No entiendo…
  • Es clarito, Azu : el tipo dice que cuándo uno
    pretende ingresar en el otro, no lo hace movido por la
    abnegación sino por el espíritu de
    posesión; que es el cochino egoísmo el que te
    induce a apoderarte del hombre o la mujer con
    la falsa idea de la entrega personal. Me
    dijo que el amor humano en conjunto no es más que una
    entelequia; que todo lo que moviliza el supuesto amor hacia el
    otro- puso como paradigma de
    esto a la madre Teresa de Calcuta– es generado por una
    inconfesable actitud
    egoísta o egotista; sólo eso.
  • Pero entonces el estado de
    enamoramiento…?
  • Química, química pura
    querida. A propósito, esperá…- ve que su
    amiga busca algo en la cartera- como yo quedé
    traumatizada con su postura corrosiva al respecto, me
    envió a mi casilla parte de su tesis.
    Tomá, leéla vos misma…

Mira el papel con el sello de Yahoo.

  • ¿Son estos párrafos en negrita…?
  • Esos, sí.
  • " Toda la historia de la llamada civilización
    occidental y cristiana, se apoya sobre la falsa idea del libre
    albedrío. A instancias de nuestros actos volitivos, la
    toma de conciencia
    respecto a la idea del bien y del mal nos convierte en
    hacedores de nuestro propio destino. Nada más falso y
    execrable; la naturaleza
    o si se prefiere el mismísimo Dios- ha fijado nuestra
    condición en cada uno de nuestros malditos
    códigos genéticos. Y estos son muy claros al
    respecto: la especie humana ha sido concebida para la muerte y
    la destrucción de sus propios congéneres. Suena,
    lo sé, demasiado temerario; pero no hay más que
    recurrir a la historia para comprobarlo. Incluso el amor no
    escapa a esta constante. ¿Queréis un ejemplo
    cultural? La misma Biblia -con el antiguo y el nuevo
    testamento-, es sólo una gigantesca estafa de ese
    supuesto amor sublime que nos moviliza. En realidad, no existe
    tal sublimación del espíritu. La finalidad de
    nuestras cochinas acciones
    siempre estarán condicionadas por el egoísmo y la
    glorificación de la muerte y de
    la sangre".

¡Dios…! El gallego era un monstruo…

Terminante. Presiente que la envidia ha comenzado a
desenroscarse perezosamente. Sensación que se hace
aún más ostensible cuándo ella le dice que
ni se le ocurra pensar en compartir semejante experiencia. La
filosofía perversa del madrileño no era para
ella.

-Vos tenés que generar tu propio juego.
Tenés que empezar a chatear con uno y con otro hasta que
encuentres el tipo que pueda volarte la cabeza, ése que
pueda arrancarte el grito del orgasmo visceral, antes que se
convierta en una pústula muda en tu garganta.

……………………………………………………………………………………………….

DIEZ DÍAS DESPUÉS.

Al fin había llegado el gran día. Todo estaba
preparado minuciosamente. Luego de una larga y tediosa
sucesión de chateos con individuos vulgares del tipo
vamos a cogernos todo mamita, o, yo tengo la papa para
vos veterana,
al fin logró contactarse con un hombre
refinado. "Me considero un hombre diferente; un clásico
para quien el Amor debe ser escrito siempre con
mayúscula
. Eso sí…voy a ser muy
frontal: yo descreo de los escarceos espirituales previos.
Son una pérdida de tiempo; por esto te propongo sin rodeos
un contacto físico de entrada. Para mí, lo visceral
hace al espíritu y no al revés como piensa la
mayoría. Claro que no todo pasa por la carne;

necesito vincularme con una mujer sensible, delicada.
Preferentemente casada; una mujer que desee darse una nueva
oportunidad sentimental y que sea capaz de ver el sexo sin
prejuicios de ningún tipo. Ya te dije: Para mí, lo
sexual marca la impronta
del amor. Por eso no quiero una relación con rodeos.
Dejemos que hablen nuestros cuerpos".

Textual. La propuesta estaba acompañada de una
invitación para conocerse personalmente en un hotel alojamiento (una audacia inaudita),
transfiriéndole a ella la elección para concretar
el día y la hora de la cita.

En un impulso, hizo doble clic con el ratón.
Literalmente, saltó de la silla del locutorio. Ofuscada,
apenas alcanzó a cerrar la casilla de su mail antes de
abandonar la sala. Ya en la calle, y luego de caminar como una
autómata durante incontables cuadras, se da cuenta de la
estupidez que ha cometido, producto,
piensa, de su inmadurez emocional.

Ha tomado una decisión fronteriza y no puede quedar a
mitad de camino. ¿Qué pensaría Mariano? Una
colegiala, ni más ni menos. Para colmo, no podía
sacarse de la cabeza esa estupidez de no quiero mostrarme en
público.
Patético.

Tres días después, decide entrar en otro
locutorio. Cuando se sienta frente a la pantalla, imagina que el
corazón
es una boa raptando por su garganta. Ansiedad. Miedo, angustia,
todo parece confabularse antes de pinchar la palabra
enviar. Trata de que su primera frase en el chateo resulte
concisa pero contundente. Mientras le da forma en la pantalla,
tiene la impresión de que cada una de las palabras
implosionan en su mente como diminutas granadas.

"Antes que nada te pido perdón, Mariano. Es la
primera vez que hago algo así, vos ya sabés…
Acepto que nos veamos con dos condiciones : Una: Que sea
en un hotel de una amiga sobre la
Panamericana. Dos: No te aseguro sexo. Necesito conocerte.
Respeto tus ideas
pero yo soy a la antigua. Si estás de acuerdo, contestame.
Si es un rechazo, ni siquiera me escribas.

Controló el reloj; la respuesta tardó casi dos
minutos.

"Acepto feliz. Me has hecho sufrir mucho estos días.
No veo la hora de conocerte. La ansiedad no me dará tregua
hasta mañana a las cinco. Adelantame los detalles. Un
sueño para Mariano".

Los detalles no se hicieron esperar.

"Debo confesarte que mi amiga fue quien me dio la idea;
pero estoy tranquila porque es muy discreta. Es amiga mía,
no de la pareja. Yo voy a estar esperándote en la
recepción. Cuando digas tu nombre, una empleada te
entregará la llave de la habitación. Dame un poco
de tiempo; mientras tanto, podés tomar una ducha y esas
cosas, digo, por el calor

Al pulsar el icono del envío sabe que ya es demasiado
tarde para volverse atrás. ¿Qué era eso de
que podía tomar una ducha mientras tanto? Una
estúpida contradicción.

"O.K. El plan tiene una
buena dosis de adrenalina.Te envío un beso"

Tiene razón Mariano. Adrenalina, ésa era la
conjunción de la ansiedad, los miedos y la angustia. La
misma sensación que ha sentido cuándo en el primer
chateo él le había dicho que no quería
utilizar el Webcom para mostrarse mutuamente. "En el
amor, nada hay más excitante que el misterio",
le
había dicho entonces a modo de colofón.

Pues bien, al fin se había decidido a dar el gran paso.
Después de largas noches de sufrimiento, "monologando" con
el cielorraso en la oscuridad de su habitación, luego de
las inconstantes, gelatinosas e inorgásmicas relaciones
con Carlos- incluso cuándo las excusas de los repetidos
dolores de cabeza ya no podían ser excusa-;
sabiendo
íntimamente que él no se privaba de
sus incontables aventuras amorosas. Ya era hora de ponerle el
merecido y anhelado cuerno sobre su maldita frente.

Desde el punto de vista físico, no le importa si el tal
Luciano es un hombre de ascendencia nórdica –
cabellera rubia y ojos intensamente azules-, o un negro que cava
zanjas. La sola idea de sentirse atrapada por los genitales de
otro hombre ya ha comenzado a generar en su cerebro esa sustancia
de raro nombre como parte activa de su libido sexual.

……………………………………………………………………………………………….

Mira su reloj de pulsera. En pocos minutos, Carlos se
marchará a su trabajo, y
entonces cedería la opresión de portar como una
carga, la suma de todos sus pensamientos pecaminosos.

Mientras le prepara el café
cargado como siempre, oye la voz masculina desde la suite,
solicitándole que le busque la chomba blanca de hilo que
ella misma le bordara con las iniciales de su nombre. "La del
anagrama azul y morado, querida. Es posible que los malayos de
Singapur me inviten a jugar al golf como siempre, y quiero
sentirme liviano de ropa. ¡Ah!, me olvidaba: me
pidieron que quieren ir a cenar a algún lugar de Puerto
Madero, así que volveré tarde Azu. Si tenés
ganas, puedo enviar un remis por vos. ¿Qué
decís?

Las palabras cruzan de oído a
oído su cavidad craneal y se pierden en la nada. Sabe que
la invitación y la pregunta, pertenecen a la
patología enfermiza de guardar las apariencias;
complicidad compartida, claro, aunque por razones diferentes; en
su caso, el repetido stand by obedecía a cuestiones
puramente materiales.

Mientras asciende por la escalera hacia la suite, se imagina
conduciendo su auto por la Panamericana. Abre el sexto
cajón de la izquierda del enorme placard y quita la prenda
reclamada por su esposo.

Como siempre, la fragancia de sándalo, después
de filtrarse entre los intersticios de la puerta del baño,
impregna la habitación. Segundos después, la
estampa imponente de Carlos- cuerpo espléndido, con una
piel tersa
bronceada por la acción
del sol; rostro ligeramente ovoide con un bigote y una mirada
desfachatada a lo Clark Gable– irrumpe en la suite
enfundado en un toallón blanco. Todo en él luce a
pulcro y ordenado.

Cuando le alcanza la prenda con las iniciales bordadas en azul
y morado, lo imagina caminando por los links en
compañía del pequeño hombre de ojos
rasgados.

Más allá de las diferencias matrimoniales,
reconocía en él a un hombre disputado por la
industria
informática de punta, desde el mismo momento en que
terminara de cursar una maestría en el mismísimo
ITT de Massachussets .Sabe incluso que importantes
multinacionales requieren constantemente de sus servicios para
desarrollar los más disímiles programas. En
fin, un experto de primer nivel en informática.

Como siempre también, siente el beso yermo y
ríspido de él sobre su mejilla. Cierra los ojos.
Otra vez la brisa insípida que transporta hasta sus
oídos el nos vemos calcado y repetido como
siempre.

Aborda su 4×4 minutos después de las trece horas. Desde
el náutico, pronto alcanza el camino de cintura rumbo a la
Panamericana. Aún faltan casi dos horas para el anhelado
encuentro con Mariano.

Su amiga sale a su encuentro en el sector VIP del
estacionamiento del lujoso hotel. Abrazos, besos de rigor,
grititos de sorpresa típicamente femeninos y miradas
cómplices que se cruzan, en medio de una atmósfera interna,
condicionada por la adrenalina que no parece darle tregua.

Carolina la invita a pasar a su despacho privado contiguo a la
recepción.

-¿Acordaste todo como te había dicho?

Sí, Carol. Como ya sabés, quería la
mejor suite; obviamente la paga él…
Le dije
que tenía asignada la número siete y que no se
preocupara de ingresar sólo; que se tomara su tiempo para
asearse y que después iría yo por la puerta de
servicio.
Je…parece una película de suspenso.
¡Qué locura, Carol, qué locura!
Ay…estoy tan nerviosa!

Ve que su amiga extrae algo del interior de su cartera.

Vení, vení loca. Tomate esta
pastilla. Es un miorrelajante. Quedate tranquila que no te va a
joder la libido sexual. ¿A qué hora lo
citaste?

-A las tres…

-Bueno…tenés casi tres cuartos de hora para
relajarte. Ahora nos tomamos un whisky y vas a ver que entre el
alcohol y la
pastillita, vas a estar una seda. Ay Azu, todavía no lo
puedo creer. Cuando me lo contaste, recuerdo que lo primero que
me vino a la mente fue como había hecho la pacata y
prejuiciosa de Azucena para dar semejante paso…Siempre tan
moralista; tan afecta al rosario y las misas
dominicales…

Le gustaría liberar la risa pero siente que no puede.
Mueve el vaso en círculos mientras un haz de luz solar hace
brillar el líquido que se mueve entre el cristal tallado.
Bebe un largo sorbo.

-Y querida…lo que no pasa en 20 años, puede
suceder en un día; qué digo…en minutos de
loca decisión cuando fui capaz de hilvanar la primera
frase chateando.

-¡Ay Azu…! La verdad que te envidio. ¡Es
tan excitante! ¡Tan loco todo esto…! ¿Es
cierto que no le conocés la cara?

-Tan cierto como que me llamo Azucena de los Ángeles
Haedo Irurtia. Claro…tampoco él conoce la
mía…

Su amiga suelta una risa entrecortada por alaridos cortos y
chillones.

-¿Pero por qué no hiciste una cita previa?
Digo…en una confitería…

-Sé que es loco pero me aterraba la idea de
exponerme públicamente; ya sabés… que
alguien me viera…

-¿Y no tenés miedo de encontrarte con un
adefesio? No sé… un gordo con una papada
insoportable….; un negro cabeza… ¡Ay, yo me
muero…! Un viejo chocho…; un tipo que le falte una
pierna o un brazo… ¡Vos estás loca
Azu!

-No lo creo.

-…un delincuente…; un sadomasoquista…
¡Un asesino Azu…! ¡No sabés las cosas
que ocurren en un hotel alojamiento!

– No sé porque lo imaginé un tipo apuesto y
profundo.

-Bueno…ojalá que no se te pinche el globo!
Pero yo que vos me aseguraría…

-¿Asegurarme? ¿Cómo?

-Muy fácil querida. Nos ponemos detrás de la
empleada de recepción – fijate, tiene vidrios
azogados-; entonces, cuándo el tipo pide la suite siete,
aunque esté dentro del auto, vos ya sabés lo que te
espera. Si no te gusta, ni aparecés…

-No, no: de ninguna manera Carol. Pactamos encontrarnos en
la habitación y yo no voy a faltar a la palabra.
Después de todo querida…no estoy obligada a nada.
Si el tipo no me mueve un pelo, mala suerte; peor aún, si
lo rechazo… trataré de zafar de la manera
más elegante posible y a otra cosa. Por eso te pido por
favor que nos quedemos aquí. Ni siquiera quiero escuchar
su voz.

-Está bien; pero dejame que le diga a Felisa que me
avise cuando llegue.

Bebe otro largo trago hasta que los bloques de hielo quedan
tintineando entre la pared curva del cristal. Siente un ligero
mareo mientras Carolina vierte una vez más el
líquido ligeramente ámbar sobre su vaso. Toma
conciencia que el nudo estomacal instalado en ella desde la
víspera, comienza a ceder lentamente. No sabe que clase de
pastilla ha ingerido pero ésta y el whisky, parecen
haberse confabulado para aunar esa sensación de laxitud
que baja desde su frente hasta los dedos de sus pies.

Pese al mareo que crece, alcanza a escuchar la voz de su amiga
diciéndole que el hombre de la cita acaba de llegar y va
rumbo a la suite.

De pronto, siente que no está arrepentida. El
temor y la angustia han desaparecido. Ahora la decisión se
aclara más: fuere gordo, de papada sudorosa; flaco
tísico o negro zanjero; chorro, asesino, falso,
hipócrita, tullido o lo que mierda fuere, se
dejaría penetrar de todos modos. Lleva más de 20
años esperando el momento de ponerle los malditos cuernos
a quien la ha hecho cornuda a lo largo de esas largas y
asfixiantes décadas; por nada del mundo piensa renunciar a
esa venganza tan deseada.

Toma la llave de la puerta de servicio que le entrega
Carolina, y lentamente, como si fuera la protagonista de una
película de Hitcohct, comienza a ascender la escalera de
caracol.

Al abrir la puerta, frunce la boca rechazando el aroma que
impregna la habitación. No es lo que esperaba pero a esa
altura, ningún perfume se interpondrá en el camino.
Mariano no ha perdido tiempo. El vaho del agua caliente
ha empañado el cristal del duchador filtrando su inasible
vapor debajo de la puerta. Mientras se quita los zapatos, siente
que el mareo amenaza su vertical. Casi como una autómata,
se desliza en silencio por la pequeña y coqueta antesala.
Moquette azul, sillones de cuero negro y
una enorme mesa ratona de cristal ahumado. Algunas luces de
colores suben y bajan por los anaqueles.

Mira hacia el respaldo de la cama; sobre la pared, lee la
frase en letras góticas: "Entre estas paredes, el
amor es ciego y sordo; ni lee ni escucha prohibiciones"
.

Se sonríe. Oye el rumor de la ducha mientras el vapor se
hace denso. Vuelve a mirar la cama redonda. Sommier doble.
Blanca, inmaculadamente blanca. Observa la colcha primorosa. De
pronto, siente que el paladar comienza a resecarse. Vuelve a
mirar lo que ha visto sobre el borde de la cama. No puede ser.
Imposible. La habitación comienza a dar vueltas delante de
sus ojos. Muebles y anaqueles parecen moverse delante de sus ojos
como inasibles ondas
eléctricas en su cerebro. Piensa en huir pero las sinapsis
de sus neuronas fijan sus piernas sobre la mullida alfombra.
Intenta liberar la frase convertida en un grito silencioso pero
es inútil: tiene la impresión que la
garganta es como un asfixiante bolo de algodón
obstruyendo los decibeles de su voz.

El sonido de la
ducha cesa repentinamente. En un supremo esfuerzo, ha tomado la
prenda tendida en uno de los bordes de la cama, deslizando su
mano derecha sobre las bordadas letras azules y moradas del
anagrama que ella misma ha bordado.

 

José Manuel López Gómez

Hispano-argentino.

Partes: 1, 2
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