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Lecciones de innovación




Enviado por jenebral1



Partes: 1, 2

    1. La narración de
      historias
    2. Comentarios
      finales

    El concepto es sin
    duda amplio y multicontextual, y al hablar de innovación pensamos en diferentes cosas. En
    la actividad empresarial, unos apuntamos al avance de la tecnología, otros
    dirigimos la atención sobre las ayudas que la
    Administración ofrece a las iniciativas de investigación (I+D+I), hay asimismo quienes
    imaginamos a los profesionales generando nuevas ideas para
    impactar en el mercado con
    ventaja competitiva…, y también hay desde luego quienes
    visualizamos las propias novedades vividas en nuestro tiempo. Los ya
    maduros y al margen de la andadura profesional, hemos asistido a
    la llegada de los electrodomésticos, la compra con
    carrito, el pago con tarjeta, la energía
    nuclear, solar y eólica, los ordenadores personales,
    los teléfonos móviles…

    Este articulista recuerda su infancia sin
    televisión
    ni calefacción, su veraniega tarea diaria de ir a comprar
    la barra de hielo que debía introducirse en la nevera, las
    camas con sommier y colchón de lana, los camiones
    que arrancaban a golpe de manivela, el impacto de la penicilina y
    las vacunas, la
    llegada del gas butano, la de
    los grandes ordenadores… En verdad se funden los conceptos de
    novedad valiosa y progreso, y al respecto las cosas parecen ir
    más rápido cada día, consecuencia de
    la
    globalización, de la "sociedad de la
    información", del creciente flujo y
    valor del
    conocimiento,
    y de la facilidad para comunicarse.

    En la empresa, la
    innovación ha de apuntar, sí, a los procesos
    operativos, pero también y desde luego a los productos y
    servicios
    ofrecidos tras el inexcusable objetivo de
    incorporar al mercado novedades valiosas y atractivas.

    Estas novedades surgen a veces fruto de orquestados
    esfuerzos de investigación y desarrollo
    (I+D), pero también pueden tener su origen en el pensamiento
    penetrante, crítico, conectivo y creativo de algún
    individuo
    perspicaz; en el salto cuántico que puede suponer
    una idea certera, impulsada o no por alguna subvención o
    motivación
    extrínseca.

    En 1997, leíamos en la revista
    Fortune: "La innovación es la característica
    singular que engrandece a las mejores compañías.
    Las compañías que saben cómo innovar no
    necesariamente invierten grandes sumas en investigación y
    desarrollo; en vez de ello, cultivan un nuevo estilo corporativo
    de conducta que
    admite nuevas ideas, cambios, riesgos e
    incluso errores". Diez años después, el mensaje
    parece seguir vigente: los resultados pueden mostrarse
    espectaculares cuando nos dedicamos a pensar con
    penetración y esmero, y desplegamos conexiones y
    abstracciones valiosas.

    Incluso cuando hablamos de innovaciones aparecidas como
    fruto de la casualidad —el velcro, el teflón, los
    rayos X, la
    penicilina, la aspirina, el Walkman, el caucho
    vulcanizado, el fonendoscopio, el horno de microondas y
    algunos edulcorantes, entre otros muchos ejemplos—, resulta
    evidente que se necesitó una mente sagaz e intuitiva que
    advirtiera las implicaciones, las posibilidades, las
    aplicaciones.

    Hay, sí, historias especialmente significativas;
    experiencias interesantes que apuntan al elemento clave de la
    economía
    del conocimiento: la innovación. A menudo los medios
    económicos destacan nuestro suspenso en esta asignatura,
    pero, contando con la voluntad de hacerlo, ¿podemos
    aprender a innovar? Pensará el lector que primero
    tendríamos que aprender a aprender; que, antes de
    añadir novedad, habríamos de conocer bien lo ya
    existente… Pero sí: en busca del aprobado en esta
    asignatura, también podemos aprender a innovar, e incluso
    hacerlo de forma grata y efectiva, por ejemplo mediante el
    estudio de casos reales y aleccionadores.

    ¿Han analizado los perfiles de las personas
    más creativas? ¿Qué les parece, por ejemplo,
    la capacidad de abstracción que desplegó Genrich
    Altshuller en el conocido método
    TRIZ de solución creativa de problemas?
    ¿Recuerdan cómo descubrió Loewi el primer
    neurotransmisor, la acetilcolina, o cómo surgieron, por
    ejemplo, las vacunas? ¿Son ustedes conscientes del papel
    de la intuición, a veces también en forma de
    sueños reveladores, en numerosos avances técnicos y
    científicos? ¿Quién y cómo
    estableció la trayectoria elíptica de los planetas en
    torno al Sol?
    ¿Qué fuerza lleva a
    los científicos a elegir la hipótesis acertada?

    En la gestión
    empresarial y como referencia, se utilizan casos de acierto
    (como el del Walkman de Sony) y desacierto (como el de la
    New Coke, de Coca Cola) de
    los que podemos aprender todos. En efecto, en la emergente
    economía del saber y el innovar, deberíamos tal vez
    dirigir más específicamente la búsqueda de
    referencias, ejemplos y casos aleccionadores hacia lo relacionado
    —"Lecciones de innovación", hemos titulado estas
    páginas— con el avance del conocimiento en cada
    campo técnico y científico, es decir, hacia lo
    más unido a la inexcusable innovación en procesos,
    productos y servicios, en beneficio de la competitividad.

    La
    narración de historias

    Tendríamos que seleccionar con cuidado las
    referencias a analizar, y obtener de ellas todo el provecho
    posible. Nos gustaba, de niños,
    que nos contaran cuentos, y la
    escucha nos resultaba una actividad autotélica: no nos
    sentíamos obligados a aprender de modo consciente, pero
    nos divertíamos. Yo recuerdo todavía las historias
    que, en verano, nos contaba (hace casi 50 años) el
    religioso salesiano Antonio Sánchez Romo en el colegio de
    María Auxiliadora de Madrid. Ahora,
    adultos ya y profesionales obligados a aprender continuamente,
    podemos concentrar nuestra atención en un relato
    idóneo, pero necesitamos extraer conclusiones valiosas que
    nutran nuestro desarrollo y nos iluminen en el desempeño profesional.

    Sin descartar el "entretenimiento oral para
    públicos selectos", que así identifica su negocio
    una de las agencias de oradores y conferenciantes, yo
    hablaría asimismo de la necesidad de "adiestramiento
    oral para todos los públicos (interesados)", y desde luego
    para "aprendedores permanentes", que es lo que somos todos
    nosotros en la economía actual. La enseñanza acroamática es potente
    como método, pero el aprendizaje se
    extrae del contenido y, para éste, el método no
    parece mucho más que un soporte enriquecedor.

    Por supuesto, al desplegar una experiencia
    aleccionadora, el storyteller puede, consciente o
    inconscientemente, reformular o sintetizar los hechos de modo que
    encajen mejor en el propósito perseguido; pero, si
    éste es recto y no espurio, la enseñanza se
    robustece. Más si, en un escenario idóneo (un
    seminario o
    workshop), el docente utiliza técnicas
    mayéuticas facilitadoras del aprendizaje.

    Desde el plano discente, el del aprendedor permanente
    lifelong learner—, creo que, al analizar
    historias curiosas y valiosas, todos hemos de hacerlo penetrando
    en los detalles más significativos y aleccionadores. Entre
    otros propósitos, por un lado podemos identificar las
    facultades y fortalezas que caracterizan al innovador en cada
    escenario profesional, y enfocar quizá mejor nuestros
    esfuerzos de desarrollo; y por otro lado, podemos tomar conciencia de
    cómo se relacionan o conectan los campos del saber, de
    cómo la experimentación acaba generando resultados,
    de cómo a menudo se han de vencer resistencias y
    se precisan idóneos apoyos,
    etcétera.

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