Ensayo acerca de una teoría objetiva más allá del realismo y el idealismo y sus consecuencias
- La herramienta formal para
razonar - El ser como
verdad indubitable - La
necesariedad de dios a partir de la convicción racional
en la existencia del yo - El fin del
mundo real y el descubrimiento de un principio de ética
objetiva: no mentir - Conclusiones
INTRODUCCIÓN
El análisis de las distintas corrientes
filosóficas impide una conclusión común,
asertiva e indiscutible, respecto de diversos temas
básicos de metafísica
como son los relativos a la existencia de Dios, el ser y las
reglas morales. Argumentos como la fe, la intuición, o
bien la evidencia, más allá de su convicción
para quienes los aceptan, no dejan de ser fundamentos subjetivos,
y –como tales- son un blanco fácil de ataque
racional para sus contradictores.
Es nuestro propósito intentar superar estas
barreras y lograr la demostración racional de algunos de
estos temas. Nuestro esfuerzo intentará lograr una
teoría
objetiva que supere todo subjetivismo existente en las distintas
corrientes del pensamiento.
La primera parte del trabajo se
ocupará de la herramienta formal para razonar, la que para
servir al objetivo
propuesto deberá reputarse indubitable. Con ella
intentaremos lograr el acceso a una verdad sustancial -el ser de
cada uno de nosotros- que nuevamente deberá ser
indubitable.
Con estos elementos lograremos argumentar
–también en forma indubitable- acerca de la
existencia de Dios, y con él, obtendremos una primera
regla moral
también indubitable, a saber, no mentir.
La herramienta
formal para razonar
Para poder
discurrir en la metafísica y tener objetividad en las
conclusiones no podemos obviar los planteos escépticos de
Hume. Éste denunció la inexistencia de toda
teoría de causalidad más allá de de un
psicologismo en los hombres, producto de la
repetición de ciertos acontecimientos naturales en forma
reiterada a lo largo de la historia.
Tampoco podríamos obviar la inteligente
división de Kant en juicios
analíticos y sintéticos, cuyo autor utilizara como
medio para superar el escepticismo de Hume y salvar a la
teoría de la causalidad de la aparente herida de muerte que se
le provocara.
Respetando pues los límites
impuestos por
estos filósofos reconocemos que ninguna verdad
-aún aquellas meramente formales y sin perjuicio que
sólo se requieran como herramienta para razonar-
podría surgir de un juicio sintético, o sea de la
experiencia, en tanto el objeto de conocimiento
que está buscando -la metafísica- va más
allá de toda experiencia posible.
Tampoco la verdad podrá fundarse en la evidencia,
en tanto que como tal reconocerá su último
fundamento en un subjetivismo (evidente para mí) y que
como tal –aún cuando fuere evidente- no sería
objetivo para el que no le sea evidente.
Solamente un juicio podría superar todo estos
obstáculos y este es el principio de contradicción
– o sea, aquél que enseña que algo no puede
ser y no ser al mismo tiempo y bajo
la misma circunstancia-.
En efecto, este principio es verdadero no porque la
experiencia así lo enseñe (ya que ello lo
haría un juicio sintético), tampoco lo es por su
evidencia (lo que lo tornaría subjetivo), sino que es
objetivamente verdadero por serlo desde una óptica
racional. Kant diría, porque es un juicio
analítico…
Su negación o pretensión de falsedad
dejaría al principio de contradicción como un
concepto fuera
del mundo racional, mundo que si bien no se podría negar
racionalmente, -por ser irracional- impediría todo
análisis racional respecto de su esencia. Por otra parte,
la supuesta existencia del mundo irracional, lejos de destruir el
fundamento de los temas que cuya veracidad queremos demostrar,
los confirmaría plenamente, toda vez que permitiría
la existencia de teorías
incompatibles entre sí al mismo tiempo y bajo la misma
circunstancia. Ya veremos a qué nos
referimos…
En efecto, si dudáramos de la veracidad del
principio de contradicción tendríamos que aceptar
la posibilidad de que el principio sea falso, o sea de que algo
pueda al mismo tiempo ser verdadero y falso bajo la misma
circunstancia.
Esta afirmación necesariamente debería
incluir al principio de contradicción en sí mismo,
que como objeto en sí (algo) no podría sustraerse a
esta argumentación propuesta.
Como consecuencia de este razonamiento, o sea de la
puesta en duda de la veracidad del principio de
contradicción, éste podría ser verdadero y
falso al mismo tiempo y bajo la misma circunstancia.
Esto que intuitivamente parece absurdo será
demostrado en su absurdidad racionalmente…
Partimos de la alternativa que reconoce como verdadero
al principio de contradicción, y teniendo en cuenta que
admite una única solución lógica
–algo no puede ser y no ser al mismo tiempo bajo la misma
circunstancia- su utilización en cualquier razonamiento
arroja una única solución posible –lo que es,
es, ya que lo que no es, no es-.
Sin embargo, si suponemos la posibilidad de que el
principio de contradicción sea falso advertimos enseguida
que éste admite dos soluciones,
ambas incompatibles y verdaderas y que como tales dejarían
abierta la posibilidad de nuevos razonamientos que se
podrían llevar hasta el infinito sin soluciones
conciliables.
Cuando analizamos al principio de contradicción
como falso surge una dicotomía –el principio es
verdadero y falso al mismo tiempo y bajo la misma circunstancia-.
Una alternativa de esta dicotomía, la que lo reputa
verdadero, tiene, como ya vimos, una única
solución. Pero la alternativa que lo reputa falso genera
nuevamente dos soluciones posibles e incompatibles entre
sí -algo podría ser verdadero y falso al mismo
tiempo-.
Esta existencia de dos soluciones posibles toda vez que
se pretenda sostener la falsedad del principio de
contradicción es un típico razonamiento circular
que puede llevarse hasta el infinito sin lograr jamás una
conclusión única.
Es, por lo tanto, de imposible solución racional
ya que admite dos verdades contrapuestas e imposibles de sostener
como válidas al mismo tiempo y bajo la misma
circunstancia.
Por ello, si de seguir razonando se trata, sólo
se puede admitir la veracidad del principio de
contradicción. Su falsedad sólo puede ser admitida
en un mundo irracional en el que es imposible razonar y en el que
todo puede ser y no ser verdadero al mismo tiempo y bajo la misma
circunstancia, supuesto en el que todo lo que pretendemos
demostrar será válido al mismo tiempo que
falso.
Hemos conseguido la herramienta formal indubitable para
razonar. Si dudáramos de ella aún así las
conclusiones a las que arribemos serán verdaderas al mismo
tiempo que falsas.
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