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Ensayo acerca de una teoría objetiva más allá del realismo y el idealismo y sus consecuencias (página 2)



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EL SER
COMO VERDAD INDUBITABLE

A partir de la existencia de una verdad formal -la que
servirá como herramienta para poder razonar-
se puede demostrar la existencia del ser, o sea el yo de cada uno
de nosotros.

Para lograr esta convicción supongamos por un
instante que ese ser "yo", no es, o sea, dudemos de él, lo
que obviamente significará dudar de uno mismo.

Es cierto que suena ilógico dudar de algo
–cada uno de nosotros- cuya inexistencia como entes nos
impediría razonar tal como lo hemos estado
haciendo.

Sin embargo ello puede intentarse por medio de lo que
Husserl denominaba "epoje".

O sea no será dudar de uno mismo en el sentido
estricto de la palabra, sino que lo que debemos hacer es
desconectar a ese yo de toda realidad y mirarlo como desde fuera
de la realidad –como si fuéramos espectadores en un
teatro y nuestro
yo el protagonista- y recién entonces proceder a dudar de
él.

Entonces veremos al yo como si fuera un objeto de
nuestro razonamiento, sin importar si efectivamente la
inexistencia de uno mismo, de la que estamos dudando,
permitiría este tipo de razonamiento.

Si ponemos en duda al yo de tal manera que todo lo que
este "yo" signifique sea desconocido de él, no se
podría evitar llegar finalmente a una última
conexión de la cual no se pudiera dudar o
prescindir…

Este último pensamiento o
conexión del yo con su entorno sería la duda como
objeto del pensamiento de ese yo.

En efecto, en el mundo racional se puede dudar de todo
pero no se puede dudar de la duda como objeto del pensamiento, ya
que si no se creyera en la duda es porque en algo distinto a la
duda se cree –ergo no se duda-.

Pero la duda, como juicio analítico, presupone al
pensamiento. En el mundo racional no se puede tener una duda si
previamente no se piensa, (por el principio de
contradicción ya admitido la duda no puede ser al mismo
tiempo y bajo
la misma circunstancia objeto del pensamiento y no
serlo).

Pero el pensamiento presupone al ser, no piensa sino
quien es, más allá de la esencia o límite de
tal ser (otro juicio analítico indubitable por el
principio de contradicción).

En el mundo racional quedaría probada la
existencia del ser aún cuando se pretendiera dudar de su
existencia. Consecuentemente está probado racionalmente
que el ser "yo" es, verdad a la que se ha arribado prescindiendo
de la realidad, o sea prescindiendo de los juicios de experiencia
o sintéticos.

No podríamos a esta altura dejar de mencionar a
Descartes que
fuera criticado por Kant
cuándo sostuviera que como pensaba
existía.

Kant sostuvo acertadamente que era imposible que un
pensamiento se haga objeto de sí mismo, en tanto el
pensamiento como tal es acto y no objeto, no pudiendo, por el
principio de contradicción ser y no ser pensamiento al
mismo tiempo y bajo la misma circunstancia.

Sin embargo la afirmación que realizáramos
no se refiere a que el pensamiento (acto) del yo se haga objeto
del pensamiento, sino que es la duda (objeto) la que es objeto
del pensamiento (acto), siendo el acto (pensamiento) el que
presupone el yo, todo lo que resulta indubitable por su carácter de juicio analítico y la
veracidad del principio de contradicción.

A su vez, por ser todos juicios analíticos, se
extrae analíticamente sin necesidad de experiencia alguna
que el objeto (pensado) presupone el acto (pensamiento) y este al
ser (pensador).

Hemos descubierto una segunda verdad objetiva: el ser de
cada uno de nosotros.

LA NECESARIEDAD DE
DIOS A PARTIR DE LA CONVICCIÓN RACIONAL EN LA EXISTENCIA
DEL YO

El principio de contradicción es un juicio
analítico que enseña que en la racionalidad algo no
puede ser verdadero y falso al mismo tiempo y bajo la misma
circunstancia.

La indubitabilidad del ser (yo) surge como consecuencia
de otros juicios analíticos a partir de la necesariedad
del ser y la duda conforme ya analizáramos.

Relacionando estos juicios analíticos entre
sí tenemos que aceptar racionalmente que el ser es
verdadero y que no puede al mismo y bajo la misma circunstancia
no ser.

También ha surgido racionalmente y debe ser
aceptado que, en la racionalidad todo objeto pensado (entre ellos
la duda), es presupuesto del
pensamiento y el pensamiento presupuesto del ser.

Consecuentemente todo objeto pensado es presupuesto del
pensamiento y éste del ser, todo lo que son juicios
analíticos.

Así todo ser se manifestaría en los
objetos que son consecuencia de sus actos (objetos del
pensamiento) de la misma forma que uno mismo (yo) se manifestara
en la duda (objeto de su pensamiento).

Sin embargo, todo esto se logró en un estado de
"epoje", o sea de desconexión de la realidad.

Volvamos ahora a conectarnos la realidad… En ella
se vislumbran objetos que no pueden evitarse considerarse
"existentes" más allá de que uno efectivamente
piense en ellos.

Las conclusiones que hasta ahora nos guiaran parecen
tornarse absurdas en el mundo real. Si efectivamente fueran
absurdas tampoco podrían ser utilizadas en el mundo
abstracto, desde que no podemos concluir con justeza el
límite entre uno y otro.

¿Será acaso la realidad algo irracional en
tanto contiene objetos para cuya existencia no se requiere de ser
alguno que los sustente y que como tal contagie de irracionalidad
a todo?

Concluímos que todo objeto requiere de un ser que
lo piense y sostuvimos que ello era un juicio
analítico.

Así, la duda, era la manifestación
más primaria del ser, pero ahora en la realidad aceptamos
que existan objetos que pese a ser pensados aparentan existir por
sí mismos, más allá de todo ser que piense
en ellos…

Y si eso fuera cierto… ¿Cómo puedo
afirmar que mi duda no existe independientemente de ese "yo" (uno
mismo) que la piensa? Si ello fuere así
¿Cómo sostener que yo efectivamente existo si los
objetos que pienso (únicos a los que racionalmente puedo
acceder) no son necesariamente una manifestación de mi
ser, en tanto podrían existir independientemente de
mí como la realidad –con sus objetos- parece
indicar?

¿Debemos entonces dudar de nosotros y aceptar que
podemos ser y no ser al mismo tiempo, lo que significa dudar del
principio de contradicción?

¡No!

Existe una alternativa racional que deja a salvo toda la
construcción analítica y que nos
permite estar seguros de
nuestra esencia, pero que requiere la admisión de la
existencia de un Ser Superior y que sería Quien piensa
aquellos objetos que sin ser pensados por nosotros "vemos" en la
realidad. Esta admisión acerca de la existencia de Dios es
la que permite rescatar al ser de cada uno de nosotros y al
principio de contradicción dentro de un mundo
racional.

En esta alternativa, la realidad, y como objeto del
Pensamiento de un Ser Superior, no sería nada en sí
tal como correctamente afirmara Kant. La cosa en sí no
sería cognosible, ni existiría –agregamos
nosotros-.

Tampoco habría necesidad de recurrir a conceptos
"a priori" que relacionen los juicios sintéticos entre
sí para salvar a la teoría
de la causalidad de las heridas causadas por Hume al
señalar la inexistencia de una causalidad más
allá de una vivencia psíquica.

La causalidad no sería nada en sí
–tal como señalara Hume-, sólo el objeto de
un Pensamiento –agregamos nosotros-, como así
tampoco sería nada en sí las matemáticas, meras reglas a las que el
Pensamiento voluntariamente decide seguir y que nosotros
consideramos pétreas como consecuencia de la experiencia
psicológica.

No existirían relaciones necesarias entre ellas
más allá de la voluntad del Ser. No
formarían las matemáticas ni las reglas
físicas parte de los juicios analíticos y la
convicción que ellas generan serían cuestiones
psicológicas que se producen en nosotros como consecuencia
de nuestras vivencias, que por obra y gracia de este Ser se
condicen con los resultados matemáticos
esperados.

Por ello sería absolutamente racional que el Ser
que piensa tales reglas como objeto de su pensamiento dejara de
respetar las mismas, generando así excepciones que no
serían ni más ni menos que otros objetos de su
pensamiento y que en nuestra experiencia llamaríamos
"milagros".

Paradójicamente, el denominado "milagro"
debería considerarse un suceso absolutamente racional, en
tanto la supuesta causalidad, tal como nosotros la consideramos,
no existe y el milagro sería la prueba más acabada
de ello. El milagro es una manifestación más del
pensamiento del Ser caracterizado por que no respeta el
lineamiento al que hasta ahora ese mismo Ser nos tenía
acostumbrados. En realidad el verdadero milagro es la vivencia de
la causalidad y las matemáticas como reglas, desde que un
Ser Superior, que pudiendo no respetarlas, las respete
rutinariamente como para generar una convicción en
nosotros acerca de sus supuestos caracteres
pétreos.

Resumiendo: Si creemos en el principio de
contradicción y en nosotros no podemos dudar de ese Ser.
Tampoco podríamos dudar de él si desconfiamos del
principio de contradicción desde que todo será
verdadero y falso al mismo tiempo y bajo la misma
circunstancia.

En definitiva, Dios, como verdad objetiva, resulta
indubitable.

EL FIN DEL MUNDO REAL Y
EL DESCUBRIMIENTO DE UN PRINCIPIO DE ÉTICA OBJETIVA: NO
MENTIR

Aceptemos o no la veracidad del principio de
contradicción tenemos que aceptarnos pues a nosotros y a
Dios, como así también aceptar que la realidad, tal
como la conocemos, es consecuencia de Su pensamiento.

Esto significa que la cosa en sí no sería
real, a menos que la manifestación de un Pensamiento
Superior sea considerada como realidad para nosotros (Kant
decía que la cosa en sí no podía conocerse,
y tenía razón, pero ello porque la cosa no existe
más allá del ser que la piensa).

Consecuentemente la manifestación de las cosas
(lo que denominamos realidad) no es ni más ni menos que la
manifestación del pensamiento de ese Ser.

Así, los objetos, incluyendo nuestro cuerpo, no
serian "reales", sino imaginarios, o mejor dicho imaginados, en
tanto son fruto del pensamiento de ese Ser más allá
de que ese ser nos permita participar de alguna manera en su
Pensamiento (moviendo nuestro cuerpo, modificando la
realidad).

El mundo como tal, es decir, como cosa en sí, no
existe. Dios es la verdadera causa presente y actual del mundo
por ser éste un objeto de su Pensamiento y que como ya
dijimos, nos permite participar con nuestro
pensamiento.

Vivimos una especie de hipnosis en la que participamos
activamente y de la que posiblemente despertemos el día
que morimos, o cuando logremos ver más allá de la
materialidad del mundo.

Ahora bien, si toda la realidad es efectivamente la
manifestación de un Ser, en el mundo racional sería
imposible mentir si no fuera por que ese Ser Superior lo permite.
Y lo permite –más allá del motivo- al
materializar en palabras y signos (que
son su pensamiento) el pensamiento falso esbozado en la mentira y
guiado por nuestro pensamiento. Solo por que Él lo
permite, de la misma forma que nos permite participar activamente
en su Pensamiento, mentir es posible…

Por eso, si el hombre
quisiera asemejarse a Dios en el mundo racional, no podría
mentir, en tanto sus objetos pensados no podrían ser
distintos a sí mismos.

No podrían ser falsos y verdaderos al mismo
tiempo por el ya mentado principio de
contradicción.

Si consideramos a la perfección como una virtud y
la imperfección como defecto de ella, tal como afirmara
Aristóteles, no queda más que
concluir que mentir, como acto imperfecto es solamente posible
por la existencia de un Ser superior, que por razones que no
analizaremos ahora, la permite, pero que debería
considerarse un acto no virtuoso.

CONCLUSIONES

Hemos partido del principio de contradicción,
demostrando su veracidad para luego descubrir al ser de cada uno
de nosotros y luego a Dios.

Avanzando más hemos descubierto que la realidad
es fruto de su Pensamiento y que El nos permite actuar en
ella.

Finalmente concluímos que la mentira es un acto
no virtuoso, y que el mandato de no mentir no sería una
regla caprichosa, ni teológica, sino un presupuesto
objetivo de
racionalidad.

Es cierto que en la irracionalidad, dando por supuesto
la inexistencia de cada uno de nosotros, la mentira no
sería cuestionable ya que todo podría ser verdadero
y falso al mismo tiempo y bajo la misma circunstancia.

Por otro lado tampoco en la irracionalidad sería
necesario demostrar la objetividad de ética
alguna, en tanto todo podría ser verdadero y falso al
mismo tiempo y bajo la misma circunstancia.

Sin embargo, dentro del mundo racional, o sea de
aquél que podemos comprender, Dios y la ética
teológica no son meras creencias subjetivas sino verdades
objetivas racionalmente demostrables.

 

 

 

Autor:

Carlos V. Castrillo

Buenos Aires, 1/12/2002

Nacido el 1/1/1964 en Buenos
Aires.

Casado con Valeria Martinez Seeber y padre de cuatro
hijos, Maximo, Delfina, Nicolas y Agustina.

Abogado, recibido en la UBA en 1988.

Otros Estudios

2002-2003 EMBA «Executive Master in Business
Administration».

« Magna Cum Laudae». IAE –
Universidad Austral.

2001-2002 MDE « Master en Derecho Empresario
».

Universidad Austral – Promedio
A-.

1991-1992 MDA « Master en Derecho
Administrativo ».

Universidad Austral.- Promedio B+

1998-1999 « Especialista en Derechos Intelectuales
».

Universidad Palermo.- Promedio A-

1995Curso de Derecho
Tributario, Universidad Austral.

1993Curso de Derecho Tributario, Universidad
Austral.

1988 Abogado, Facultad de Derecho – Universidad de
Buenos Aires.

1982 Ingeniería, Primer año aprobado.
Facultad de Ingeniería – Universidad de Buenos
Aires

IDIOMAS

Inglés, dominio oral y
escrito

Francés, dominio oral y escrito

Alemán, Nivel Intermedio (7 años de
estudios).

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