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La calidad, el control y la eficiencia económica



Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. Importancia económica de
      la calidad
    3. El control
      de calidad
    4. Ejemplo
    5. Conclusiones
    6. Bibliografía

    RESUMEN:

    Siempre me ha resultado difícil explicar a mis
    alumnos lo que es la calidad, entre
    otras, porque tengo la convicción de que en ocasiones
    existe una dicotomía entre lo que conciben los productores
    y los consumidores al respecto. Uno de los problemas -o
    dificultad- de la calidad es que no siempre es tangible, sobre
    todo cuando no hay un producto
    físico de por medio, o existiendo el producto el consumidor no
    siempre dispone de los conocimientos técnicos necesarios
    para evaluarlo en su justa dimensión. Los gustos, los
    hábitos, las costumbres, la cultura, la
    formación, el nivel de vida, la marca, son
    factores que pueden influir en la percepción
    que se tenga respecto a la "calidad" de un determinado servicio o
    producto. Qué decir del poder
    adquisitivo. ¿Pueden acaso los pobres de los países
    del denominado tercer mundo detenerse a evaluar la calidad de un
    producto? ¿Son necesariamente de peor calidad los productos
    más baratos o menos caros? Mucha tela por donde cortar. Lo
    que sí parece evidente, es que las empresas en
    competencia deben
    luchar por la calidad, sobre todo en mercados
    estructurados y exigentes, dedicando cuantiosos recursos al tema
    en cuestión. Y siempre que hay recursos involucrados
    deberá pensarse en su repercusión económica,
    porque las empresas cada vez deberán gastar más si
    desean producir con calidad, mientras se intenta elevar la
    eficiencia y
    los beneficios, tanto en cuanto que la calidad también ha
    pasado a ser un concepto
    dinámico.

    I.-
    Introducción
    :

    En una clase le
    pregunté a mis alumnos qué consideraban más
    conveniente desde el punto de vista económico: invertir o
    reparar. No les brindé más detalles,
    obligándolos a encontrar una respuesta que fuese
    más allá de seleccionar de manera simplista una de
    las dos posibilidades. Tenían necesariamente que
    fundamentar su selección.
    Es una de las tantas preguntas utilizadas por los profesores en
    el imprescindible intento de motivar una clase y de paso, hacer
    que los alumnos piensen un poco. Por lo general los alumnos no
    gustan mucho de las preguntas en que deben aplicar los
    conocimientos que han adquirido para dar respuesta o
    solución a una determinada situación. No sé
    por qué siempre es más fácil optar por
    reproducir conceptos y conocimientos.

    Las respuestas estuvieron divididas, unos optaron por la
    inversión, mientras otros se decantaron por
    la reparación. Los que pensaron en la inversión
    asumieron con buena lógica
    que no siempre es posible y conveniente reparar. La
    reparación tiene sus propios límites,
    no solo desde el punto de vista técnico-productivo, sino
    también desde el punto de vista económico; sin
    embargo, los que optaron por esta vía debieron aceptar la
    posición expresada por una parte de los defensores de la
    reparación en cuanto a que para invertir hacen falta
    cuantiosos recursos, recursos que en ocasiones son escasos y por
    ende caros, además de los riesgos que
    siempre lleva implícito un proceso
    inversionista, por simple y expedito que pueda ser o parecer.
    El dinero,
    como parte de los recursos a emplear en una inversión,
    permanece durante cierto tiempo
    "congelado", porque no producirá hasta tanto la
    inversión no se concluya y comience a generar resultados.
    Algunos de los proclives a invertir no supieron replicar de forma
    efectiva, haciéndose presas de la duda. En ese momento
    consideré que había logrado la
    motivación necesaria para la clase de ese día y
    entonces decidí solicitar a mis estudiantes una tregua.
    Reclamé su atención para exponerles un ejemplo
    sencillo con el cual intentaría demostrarles una vez
    más que al no ser la economía una ciencia
    exacta, las soluciones
    dependerán de la situación concreta de la que se
    trate.

    Comencé a hablarles de la importancia del
    control como
    una función de
    la gestión, imprescindible desde el punto de
    vista estratégico, función que no siempre se
    realiza de la mejor manera, no por falta de reconocer su
    importancia, sino por la carencia de los mecanismos adecuados o
    las falencias de los existentes. Con sorpresa he conocido que no
    son pocos los empresarios que asumen que controlar significa
    incurrir en más gastos y por ende
    reduce sus beneficios, minimizando o coartando el importante
    papel del control. De a poco encaminé a los alumnos hasta
    el control de la calidad e intentaría hacerles comprender
    que el control es tan importante como cualquier otra actividad o
    función.

    En la actualidad nada escapa, o dicho de una mejor
    manera, nada deberá escapar al proceso de dirección estratégica. Las empresas
    luchan cada vez de forma más agresiva por los mercados y
    solo las que empleen las mejores armas, combinadas
    con la mejor estrategia,
    serán las triunfadoras. No cabe duda de que la calidad es
    una condición indispensable para que las empresas puedan
    aspirar a consolidarse en el mercado. Los
    ejemplos abundan.

    II.- Importancia económica de la
    calidad:

    Resultado de lo mucho que se ha escrito respecto a este
    tema, es perfectamente posible encontrar varias definiciones de
    calidad, diferenciándose por lo general en la forma de
    expresar o abordar el concepto, unas veces con mayor
    énfasis en el aspecto técnico, otras en el aspecto
    económico o incluso en su connotación social, sin
    embargo, básicamente todas coincidirán en definirla
    como el conjunto de características y atributos que
    definen la utilidad de un
    artículo, producto o incluso servicio. Esta
    definición general es válida desde el punto de
    vista del producto o servicio de cara al productor, pero no se
    puede olvidar el lado del consumidor, siendo éste en
    última instancia quien juzgará el grado en que
    satisface sus necesidades, gustos o deseos.

    Partiendo del principio que el productor u oferente
    deberá producir en función del consumidor, sobre
    todo en mercados competitivos donde la ley de la
    oferta y la
    demanda
    adquiere su máxima connotación, centraremos el
    análisis de la calidad en base a los
    parámetros definidos previamente por el
    productor.

    Antes de proseguir me parece importante repasar el
    significado económico de la calidad. No por manido se hace
    ocioso repasar su repercusión, sobre todo, para las
    empresas y los empresarios. Me permito entonces la licencia de
    dedicarle un espacio, eso sí, breve para no ser
    reiterativo, a este asunto.

    A mi modo de ver, el aspecto que mejor define la
    repercusión económica de la calidad es la
    relación que tiene con el nivel de realización de
    la producción o servicio, cuestión
    ésta que incidirá directamente en el volumen de
    ingresos de
    la empresa;
    esto sin considerar la afectación que generan los
    productos defectuosos o rechazados por los clientes por no
    cumplir con los parámetros exigidos o pactados.

    Asociado o derivado de lo anterior se encuentra el nivel
    de eficiencia, representado por el nivel de Rentabilidad.
    Económicamente solo existen dos vías a
    través de la cual una empresa puede
    obtener una mayor eficiencia (Rentabilidad): aumentando las
    ventas
    (ingresos) o reduciendo los costos y gastos
    (por unidad de producción). Válido es
    señalar que descontando algunas reservas en gastos
    (superfluos o necesarios, pero no imprescindibles) que puedan ser
    explotadas como vía de reducir el costo (unitario),
    lo que viene a continuación es el aumento del nivel de
    explotación de la capacidad disponible. De todos es
    conocido el efecto colateral que esto ocasiona en el costo por
    unidad de producción, a partir de la existencia de los
    Costos Fijos. Pero de nada servirá producir más si
    no se vende más. Entonces, condición indispensable
    para en principio aumentar la venta,
    será producir con calidad.

    La falta de, o el incumplimiento de los
    estándares de calidad establecidos, conducirá a la
    pérdida de prestigio de la marca o empresa, con la
    consiguiente reducción de la cuota de mercado. La empresa
    puede dejar escapar fácilmente una parte del "pastel" que
    siempre le vendrá bien al resto de los competidores. Las
    grandes empresas pueden en ocasiones sortear favorablemente
    problemas con la calidad de sus productos, al disponer de los
    medios
    necesarios para enmendar la situación y neutralizar la
    reacción de los consumidores, pero no sucede igual en el
    caso de las empresas medianas y pequeñas, sometidas la
    mayor de las veces a una fuerte presión
    por parte de sus congéneres más fuertes y
    poderosos.

    La mala calidad no solo repercute negativamente en la
    economía de una empresa, sino que también genera
    pérdida de recursos materiales,
    algunos de ellos escasos. En estos tiempos en que cada vez se
    insiste más en la necesidad de cuidar los recursos
    disponibles y el medio
    ambiente, el empleo
    ineficaz de recursos adquiere una dimensión que sobrepasa
    el aspecto puramente económico. Las empresas y los
    empresarios no pueden estar ajenos a esta realidad y mucho menos
    no sentirse partícipes de ella.

    La apuesta por la calidad es una carta de triunfo,
    aunque vale decir que no necesariamente lo asegura, porque
    existen otros factores que se asocian al éxito
    de una marca o empresa. No se puede dejar de considerar que una
    parte de los consumidores se mueven más en función
    del precio que de
    la calidad, sobre todo por el problema de la capacidad de compra.
    Lo verdaderamente importante es saber definir cada uno de los
    factores y establecer la estrategia adecuada, en función
    del tipo de producto(s), las características del sector de
    actividad, la composición del mercado, los intereses de
    los consumidores, etcétera. Ahora bien, apostar por la
    calidad implicará incurrir en gastos, dirigidos a mejorar
    los productos en su composición o en la
    presentación y el diseño;
    en realizar estudios y evaluaciones; en Investigación y Desarrollo; en
    mejoras del sistema
    productivo; en calificación de la fuerza de
    trabajo; y
    también, en sistemas de
    planificación, control y evaluación
    de la calidad. Quiere esto decir, que la atractiva y necesaria
    apuesta por la calidad no pocas veces demanda el uso y empleo de
    recursos. En definitivas habrá que invertir.

    En resumen, las múltiples aristas que bordean la
    calidad tienen una relación directa o indirecta con el
    aspecto económico, porque cuando una marca o empresa
    obtiene buenos resultados en su gestión, avalados estos
    por una buena calidad, se está solo ante el efecto, porque
    son muchas las causas que intervienen en el
    resultado.

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