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La paz del mundo no sólo es posible, sino también inevitable (página 3)




Enviado por jesus gonzalez garcia



Partes: 1, 2, 3, 4

4.
Selección de los escritos de
Abdul-Bahá sobre la paz

SELECCIÓN DE LOS ESCRITOS DE 'ABDU'L-BAHÁ
SOBRE LA PAZ
Has de saber que todos los poderes combinados de la tierra no
tienen el poder de
establecer la paz universal, ni de oponerse al dominio superior
de estas guerras sin
fin, en todo tiempo y
época. Sin embargo, dentro de poco, el poder del cielo, el
dominio del Espíritu
Santo, enarbolará las banderas del amor y la paz
sobre las altas cumbres, y allí, por encima de los
castillos de majestad y potencia,
ondearán esas banderas con los fuertes vientos que soplan
desde la tierna misericordia de Dios.18

Ten la seguridad de que
en esta era del espíritu el Reino de la Paz
levantará su tabernáculo sobre las cumbres del
mundo y los mandamientos del Príncipe de la Paz
dominarán de tal manera las arterias y los nervios de
todos los pueblos como para atraer bajo su protección a
todas las naciones de la tierra. El
verdadero Pastor dará de beber a sus ovejas de las
fuentes de la
verdad, de la unidad y del amor.
Oh sierva de Dios, la paz se tiene que establecer primero entre
los individuos, hasta que conduzca finalmente a la paz entre las
naciones. Por ello, oh bahá'ís, esforzaos con todo
vuestro empeño para crear, mediante el poder de la Palabra
de Dios, auténtico amor, comunión espiritual y
lazos duraderos entre los individuos. Ésta es vuestra
tarea.19

Mientras duren estos prejuicios (religiosos, raciales,
nacionales, políticos), habrá guerras continuas y
espantosas.

Para remediar esta condición debe haber paz
universal. Para conseguir esto se tiene que establecer un
Tribunal Supremo, representativo de todos los Gobiernos y
pueblos; a él se le deben referir los asuntos nacionales e
internacionales, y todos deben cumplir los decretos de este
Tribunal. Si algún Gobierno o pueblo
desobedeciera, que todo el mundo se levante contra ese Gobierno o
pueblo.20
Actualmente la paz universal es un asunto de gran importancia,
pero la unidad de conciencia es
esencial para que la base de este asunto esté segura, su
establecimiento sea firme y su edificio sea fuerte.
Por ello Bahá'u'lláh, hace cincuenta años,
expuso este tema de la paz universal en una época en la
que estaba confinado en la fortaleza de 'Akká, agraviado y
encarcelado…

Entre sus enseñanzas estaba la declaración
de la paz universal… las enseñanzas de
Bahá'u'lláh no se limitaban al establecimiento de
la paz universal. Abarcaban muchas enseñanzas que
complementaban y apoyaban la de la paz universal…

En conclusión, tales enseñanzas son
numerosas. Estos múltiples principios, que
constituyen la mayor base de la felicidad de la humanidad y son
los dones del Misericordioso, deben añadirse a la
cuestión de la paz universal y combinarse con él
para que produzcan resultados. De lo contrario la
realización de la paz universal por sí sola en el
mundo de la humanidad es difícil. Como las
enseñanzas de Bahá'u'lláh están
combinadas con la paz universal, son como una mesa provista de
todo tipo de comida fresca y deliciosa. Cada alma puede
encontrar lo que desea en esa mesa de dones infinitos. Si se
limita el tema solamente a la paz universal, no se
alcanzarán los resultados extraordinarios que se esperan.
El alcance de dicha paz universal debe ser tal que todas las
comunidades y religiones encuentre
realizados en ella sus más elevados deseos. Las
enseñanzas de Bahá'u'lláh son tales que
todas las comunidades del mundo, sean religiosas, políticas
o éticas, antiguas o modernas, encuentran en ellas sus
más elevados deseos…
Por ejemplo, el tema de la paz universal, sobre el cual dice
Bahá'u'lláh que se tiene que establecer el Tribunal
Supremo: Aunque se ha creado la Liga de las Naciones, es incapaz
de establecer la paz universal. Pero el Tribunal Supremo que
Bahá'u'lláh ha descrito cumplirá esta
sagrada tarea con la mayor fuerza y
poder. Y su plan es
éste: que las asambleas nacionales de cada país y
nación
(es decir, los Parlamentos) deben elegir dos o tres personas que
sean las más selectas de esa nación
y estén bien informadas de las leyes
internacionales y las relaciones entre los Gobiernos y sean
conscientes de las necesidades esenciales del mundo de la
humanidad en este día. El número de estos
representantes debe ser proporcional al número de
habitantes de este país. La elección de esas almas
escogidas por la asamblea nacional, es decir, el Parlamento, debe
ser confirmada por la cámara alta, el congreso y el
gabinete, y también por el presidente o monarca, de modo
que estas personas sean las elegidas de toda la nación y
el Gobierno. El Tribunal Supremo estará compuesto por
estas personas, y toda la humanidad estará representada en
ella, pues cada uno de esos delegados es plenamente
representativo de su nación. Cuando el Tribunal Supremo
pronuncie su fallo sobre cualquier tema internacional, ya sea por
unanimidad o por mayoría, ya no habrá pretexto
alguno para el demandante ni base de objeción para el
defensor. En caso de que alguno de los Gobiernos y naciones sea
negligente o ande con dilatorias en la ejecución de la
decisión irrefutablemente del Tribunal Supremo, las
demás naciones se levantarán contra él,
porque los defensores de este Tribunal Supremo son todos los
Gobiernos y naciones del mundo. ¡Considerad lo firme que es
esta base! Pero mediante una Liga limitada y restringida no se
cumplirá el propósito como debiera. Ésta es
la verdad de la situación que ha sido
enunciada…21

La verdadera civilización desplegará su
bandera en el mismísimo corazón
del mundo cuando cierto número de sus distinguidos
soberanos de mentalidad elevada (los brillantes ejemplos de la
devoción y la determinación) se levanten para
establecer la Causa de la Paz Universal con firme
resolución y clara visión. Deben hacer de la Causa
de la Paz el objeto de consulta general y buscar, por todos los
medios a su
alcance, establecer una Unión de las naciones del mundo.
Deben concertar un tratado de obligado cumplimiento y establecer
un convenio cuyas provisiones sean sólidas, inviolables y
definitivas. Deben proclamarlo a todo el mundo y obtener para
él la sanción de toda la raza humana. Esta suprema
y noble empresa (la
verdadera fuente de paz y bienestar de todo el mundo) se ha de
considerar como sagrada por todos los moradores de la tierra.
Todas las fuerzas de la humanidad deben ser movilizadas para
asegurar la estabilidad y permanencia de este Convenio. En este
Pacto Supremo universal se deben fijar claramente los límites y
fronteras de cada una de las naciones, establecer definitivamente
los principios subyacentes en las relaciones entre los Gobiernos
y determinar todos los acuerdos y obligaciones
internacionales. De la misma manera, se debe limitar
estrictamente la cantidad de armamentos de cada Gobierno, pues si
se permitiera incrementar los preparativos para la guerra y las
fuerzas militares de cualquier nación, se
provocaría la desconfianza de las otras. El principio
fundamental subyacente en este Pacto solemne se debe fijar de tal
manera que si algún Gobierno más adelante violara
alguna de sus disposiciones, todos los Gobiernos de la tierra
deberán levantarse para reducirlo a completa
sumisión; incluso la raza humana entera debería
tomar resolución de destruir ese Gobierno con todos los
poderes a su alcance. Si se aplica este el mayor de los remedios
al cuerpo enfermo del mundo, con seguridad se recobrará de
sus enfermedades y
permanecerá eternamente a salvo y seguro.

Observad que si se alcanza tan feliz situación,
ningún Gobierno necesita acumular continuamente armas de guerra,
ni sentirse obligado a producir armas militares cada vez
más actuales con las que conquistar a la raza humana. Se
requerirá solamente una pequeña fuerza para
propósitos de seguridad interna, la corrección de
elementos criminales y alborotadores y la prevención de
los disturbios locales, nada más. De esta manera, en
primer lugar, toda la población se aliviará de la
agobiante carga del gasto que actualmente se impone para
propósitos militares, y, en segundo lugar, grandes
cantidades de personas dejarían de dedicar su tiempo a
inventar continuamente nuevas armas de destrucción (esos
testimonios de codicia sanguinaria, tan inconsistentes con el don
de la vida) y en su lugar dirigirían sus esfuerzos hacia
la producción de todo lo que fomentara la
existencia humana, la paz y el bienestar, y se
convertirían en la causa de la prosperidad y el desarrollo
universal. Entonces todas las naciones de la tierra
reinarán con honor y todo pueblo se mecerá en
tranquilidad y satisfacción.

Algunos, inconscientes del poder latente en el esfuerzo
humano, consideran este asunto casi impracticable, incluso por
encima del alcance de los mayores esfuerzos del hombre. Sin
embargo, éste no es el caso. Por el contrario, gracias a
la indefectible gracia de Dios, la amorosa bondad de sus
favorecidos, los esfuerzos incomparables de almas sabias y
capaces y los pensamientos e ideas de líderes sin par de
esta edad, nada en absoluto se puede considerar inalcanzable. Se
requiere esfuerzo, esfuerzo sin pausas. Nada que no sea una
determinación indomable puede lograrlo jamás.
Muchas causas que edades pasadas han considerado puramente
visionarias, se han convertido en fáciles y practicables
en este día. ¿Por qué esta Causa, la
más grande y exaltada (la estrella del firmamento de la
verdadera civilización y la causa de la gloria, el avance,
el bienestar y el éxito
de toda la humanidad) se ha de considerar imposible de alcanzar?
Sin duda llegará el día en que su bella luz
iluminará a la asamblea de los hombres.

A medida que los preparativos sigan por su curso actual,
los aparatos de conflicto
alcanzarán un punto en que la guerra se convertirá
en algo intolerable para la humanidad.

Por lo que se ha dicho, está claro que la gloria
y grandeza del hombre no consiste en el hecho de que esté
ansioso de sangre ni tenga
las uñas afiladas, no consiste en derrumbar ciudades y
extender la destrucción, en liquidar fuerzas armadas y
civiles. Lo que sería un brillante futuro para él
sería su reputación de justicia, su
amabilidad hacia la población entera, sea de alta o baja
condición, su dedicación a construir países
y ciudades, pueblos y distritos, a hacer la vida más
fácil, pacífica y feliz para sus congéneres,
a establecer los principios fundamentales para el progreso, a
elevar los niveles y aumentar la riqueza de toda la
población…
Ningún poder en la tierra puede imponerse a los
ejércitos de la justicia y toda ciudadela debe sucumbir
ante ellos; pues los hombres se someten gustosamente a los golpes
triunfales de esta espada decisiva, y los lugares desolados
florecen bajo la marcha de este ejército. Hay dos potentes
estandartes que, al proyectar su sombra sobre la corona de
cualquier rey, harán que la influencia de su gobierno se
extienda rápida y fácilmente por toda la tierra,
igual que si fuera la luz del sol: el primero de estos dos
estandartes es la sabiduría; el segundo es la justicia.
Contra estas dos potentísimas fuerzas no pueden prevalecer
ni siquiera las colinas de hierro, y la
muralla de Alejandro se rompería ante ellos. Está
claro que la vida en este mundo que se desvanece
rápidamente es tan efímera e inconstante como el
viento de la mañana, y siendo esto así, qué
afortunados son los grandes que dejan tras de sí un buen
nombre y la memoria de
una vida dedicada al camino del beneplácito de
Dios…

Una conquista puede ser algo digno de alabanza, y hay
ocasiones en que la guerra resulta ser la base poderosa de la paz
y la ruina el mismísimo medio de la construcción. Por ejemplo, si un soberano
de mentalidad elevada ordena a sus ejércitos bloquear el
ataque del insurgente y el agresor, o también si sale a la
palestra y se distingue en una lucha para unificar un Estado o
pueblo dividido, en pocas palabras, si libra una batalla por un
propósito recto, entonces esta aparente ira es la
misericordia misma y esta aparente tiranía es la
mismísima esencia de la justicia y esta guerra la piedra
angular de la paz. Hoy día, la tarea digna de los grandes
dirigentes es la de establecer la paz universal, pues en ello se
encuentra la libertad de
todos los pueblos.22

En siglos pasados, aunque se había establecido la
armonía, sin embargo, debido a la falta de medios, no
podría haberse logrado la unidad de toda la humanidad. Los
continentes permanecían ampliamente separados y, es
más, entre los pueblos de un mismo continente era poco
menos que imposible la asociación y el intercambio de
ideas. Por consiguiente, las relaciones, el entendimiento y la
unidad entre las naciones, pueblos y tribus de la tierra eran
inalcanzables. En este día, sin embargo, los medios de
comunicación se han multiplicado y los
cinco continentes de la tierra se han convertido
prácticamente en uno… De igual manera, todos los
miembros de la familia
humana, ya sean pueblos o Gobiernos, ciudades o aldeas, han
llegado a ser cada vez más dependientes unos de otros.
Ninguno puede ya bastarse por sí mismo, por cuanto los
lazos políticos unen a todas las naciones y pueblos y cada
día se fortalecen más los vínculos del
comercio y la
industria, de
la agricultura y
la
educación. Por tanto, la unidad de toda la humanidad
puede lograrse en este día.

En verdad, ésta no es más que una de las
maravillas de esta maravillosa época, este glorioso siglo.
De esto han sido privadas las épocas pasadas, pues este
siglo -el siglo de la luz- ha sido dotado de gloria, poder e
iluminación únicos y sin
precedentes. De ahí el milagroso desarrollo de una nueva
maravilla cada día. Con el tiempo se verá
cuán luminosas brillarán sus luces en el conjunto
de los hombres.
Contemplad cómo amanece su luz en el oscuro horizonte del
mundo. La primera luz es la unidad en el dominio político,
cuyos destellos iniciales pueden ya percibirse. La segunda luz es
la unidad de pensamiento en
las tareas mundiales, cuya consumación será
presenciada pronto. La tercera luz es la unidad en libertad, la
cual sin duda ha de venir. La cuarta luz es la unidad de religión, la cual es
la piedra angular de la base misma y, mediante el poder de Dios,
será revelada en todo su esplendor. La quinta luz es la
unidad de las naciones, unidad que será seguramente
establecida en este siglo, haciendo que todos los pueblos del
mundo se consideren como ciudadanos de una sola patria
común. La sexta luz es la unidad de las razas, que
hará que todos los que habitan la tierra sean pueblos y
tribus de una sola raza. La séptima luz es la unidad de
lenguaje, es
decir, la elección de una lengua
universal en que serán instruidos y conversarán
todos los pueblos. Todas y cada una de ellas han de venir
inevitablemente, por cuanto el poder del Reino de Dios
ayudará y contribuirá a su
realización.23

… Toda gran Causa en este mundo de existencia alcanza
expresión visible por tres medios: primero, la
intención; segundo, la confirmación; tercero, la
acción.
Hoy día en esta tierra hay muchas almas que son promotoras
de la paz y la reconciliación y anhelan la unidad y la
unión del mundo de la humanidad; pero esta
intención necesita un poder dinámico para que se
pueda manifestar en el mundo del ser. En este día las
instrucciones divinas y exhortaciones del Señor promulgan
este máximo propósito, y las confirmaciones del
Reino también ayudan y apoyan la realización de
esta intención. En consecuencia, a pesar de que las
fuerzas combinadas y los pensamientos de las naciones del mundo
no pueden conseguir por sí solos este propósito,
los poderes del mundo de Dios penetran todas las cosas y la
asistencia del Reino divino es continua. Así pues, dentro
de poco se hará evidente y claro que la insignia de la Paz
Mayor consiste en las enseñanzas de
Bahá'u'lláh, y que la tienda de la unión y
la armonía entre las naciones es el tabernáculo del
Reino divino, pues en ella confluyen a la vez las intenciones, el
poder y la acción. La realización de todo en el
mundo del ser depende de estos tres elementos.24

En la medida de lo posible, no descanses ni un momento,
viaja al norte y al sur del país y convoca a todos los
hombres a la unidad del mundo de la humanidad y a la paz
universal, diciendo: ¡Oh pueblo! Bahá'u'lláh
colocó la base de la paz universal hace cincuenta
años. Incluso dirigió epístolas a los reyes
en las que declaraba que la guerra destruiría los
cimientos del mundo de la humanidad, que la paz conduce a la vida
eterna y que a la humanidad le espera un horrendo peligro.
También, tres años antes del estallido de la
guerra
mundial, 'Abdu'l-Bahá viajó a América
y a gran parte de Europa, donde
elevó su voz ante todas las reuniones, sociedades e
iglesias, apelando así: ¡Oh asamblea de los hombres!
El continente de Europa se ha convertido prácticamente en
un arsenal lleno de explosivos. Hay vastos depósitos de
material destructivo escondido bajo tierra, que pueden estallar
con la más mínima chispa, haciendo temblar a toda
la tierra. ¡Oh hombres de entendimiento! Moveos, para que
quizás no explote esta acumulación de material
volátil. Pero el llamado fue desatendido y en consecuencia
estalló esa guerra asesina.

Ahora la mayor parte de la humanidad se da cuenta de la
gran calamidad que supone la guerra y de cómo la guerra
transforma al hombre en un animal feroz, convirtiendo los pueblos
y ciudades prósperas en ruinas y desmoronando los
cimientos del edificio humano. Ahora que se han despertado todos
los hombres y sus oídos están atentos, es la hora
de la promulgación de la paz universal, una paz basada en
la rectitud y la justicia, para que la humanidad no se exponga a
mayores peligros en el futuro. Éste es el amanecer de la
paz universal, los primeros destellos de cuya luz están
comenzando a aparecer. Sinceramente esperamos que su esfera
refulgente brille y se extienda sobre el oriente y el occidente
con su irradiación. El establecimiento de la paz universal
no es posible por otro medio que el poder de la Palabra de
Dios…25
El caos y la confusión aumentan día a día en
el mundo. Alcanzarán tal intensidad que la estructura de
la humanidad será incapaz de soportarlos. Entonces se
despertarán los hombres y tomarán consciencia de
que la religión es la fortaleza inexpugnable y la luz
manifiesta del mundo, y que sus leyes, exhortaciones y
enseñanzas son la fuente de la vida en la
tierra.26

5.
Selección de las charlas de Abdul-Bahá sobre la
paz

SELECCIÓN DE LAS CHARLAS DE 'ABDU'L-BAHÁ
SOBRE LA PAZ
Hoy día el mundo de la humanidad se encuentra necesitado
de unidad y reconciliación internacionales. Para
establecer estos grandes principios fundamentales se necesita una
fuerza propulsora. Es evidente que la unidad del mundo humano y
la Paz Mayor no se pueden conseguir a través de medios
materiales. No
se pueden establecer mediante el poder político, pues los
intereses políticos de las naciones son múltiples y
las políticas de los pueblos son divergentes y
están en conflicto. No se pueden conseguir mediante el
poder racial o patriótico, pues éstos son poderes
humanos, egoístas y débiles. La naturaleza
misma de las diferencias raciales y los prejuicios
patrióticos impide la realización de esta unidad y
acuerdo. En consecuencia, es evidente que la promoción de la unidad del reino de la
humanidad, que es la esencia de las enseñanzas de todas
las Manifestaciones de Dios, es imposible excepto a través
del poder divino y el aliento del Espíritu Santo. Los
otros poderes son demasiado débiles y no pueden
conseguirlo.27

Rezaremos para que se pueda izar la bandera de la paz
internacional y se consiga y realice la unidad del mundo de la
humanidad. Todo esto se hace posible y practicable mediante
vuestros esfuerzos. Que esta democracia
americana sea la primera nación en establecer la base del
acuerdo internacional. Que sea la primera nación en
proclamar la universalidad de la humanidad. Que sea la primera en
elevar el estandarte de la Paz Mayor y, mediante esta
nación de democracia, que estas instituciones
e intenciones filantrópicas se extiendan por todo el
mundo. En verdad, ésta es una gran nación
respetada. Aquí la libertad ha alcanzado su más
alto grado. Las intenciones de sus pueblos son dignas de la
máxima alabanza. Efectivamente, son dignos de ser los
primeros en construir el Tabernáculo de la Paz Mayor y
proclamar la unidad de la humanidad. Suplicaré a Dios
pidiendo asistencia y confirmación para
vosotros.28

Hoy la mayor necesidad del mundo de la humanidad es el
cese de los malentendidos existentes entre las naciones. Esto se
puede conseguir mediante la unidad de lenguaje. A menos que se
consiga la unidad de lenguas, no se puede establecer y organizar
eficazmente la Paz Mayor y la unidad del mundo humano, porque la
función
de la lengua es comunicar los misterios y secretos de los
corazones humanos. El corazón es como una caja y la lengua
es la llave. Solamente usando la llave podemos abrir la caja y
observar las gemas que contiene. Por ello, el tema de un idioma
internacional auxiliar es de máxima importancia… Es mi
esperanza que se pueda perfeccionar mediante los dones de Dios y
que se seleccionen hombres inteligentes de los diversos
países del mundo para organizar un congreso internacional
cuyo propósito principal sea la promoción de este
medio de comunicación universal.29

… Debido a que encuentro a la nación americana
tan capacitada y a este Gobierno el más justo de los
Gobiernos occidentales, a sus instituciones superiores a las
demás, mi deseo y esperanza es que se ice en este
continente primero la bandera de la reconciliación
internacional y se despliegue aquí el estandarte de la Paz
Mayor. Que el pueblo americano y su Gobierno se unan en sus
esfuerzos con el fin de que amanezca esta luz desde este punto y
se extienda a todas las regiones, pues ésta es una de las
mayores dádivas de Dios. Con el fin de que América
aproveche esta oportunidad, ruego que os esforcéis y
recéis con alma y corazón, dedicando todas vuestras
energías a este objetivo: que
la bandera de la paz internacional se eleve aquí y que
esta democracia sea la causa del cese de la guerra en todos los
demás países.30

En edades pasadas de la humanidad ha sido defectuosa e
ineficaz porque ha estado incompleta. La guerra y sus estragos
han arruinado al mundo; la educación de la mujer
será un potente paso hacia su abolición y cese,
pues ella empleará toda su influencia contra la guerra. La
mujer cría
al niño y educa al joven hasta la madurez. Ella
rehusará entregar sus hijos para ser sacrificados en el
campo de batalla. En verdad, ella será el mayor factor en
el establecimiento de la paz universal y el arbitraje
internacional. Sin duda, la mujer abolirá la guerra de la
humanidad.31

Todos sabemos que la paz internacional es buena, que
conduce al bienestar de la humanidad y a la gloria del hombre,
pero son necesarias la voluntad y la acción antes de poder
establecerla. La acción es esencial. Debido a que este
siglo es un siglo de luz, le ha sido conferida la capacidad de
acción a la humanidad. Necesariamente se esparcirán
los principios divinos entre los hombres hasta que llegue la hora
de la acción. Sin duda esto ha sido así, y
verdaderamente la hora y las condiciones están maduras
para la acción ahora.32

Esto ha ocurrido. Los poderes de la tierra no pueden
resistir los privilegios y dádivas que Dios ha ordenado
para este siglo grande y glorioso. Es una necesidad y una
exigencia de la época… Que este siglo sea el sol de los
siglos anteriores y su resplandor dure para siempre, para que en
los tiempos venideros glorifiquen el siglo veinte diciendo que el
siglo veinte fue el siglo de las luces, el siglo veinte fue el
siglo de la vida, el siglo veinte fue el siglo de la paz
internacional, el siglo veinte fue el siglo de las dádivas
divinas, y el siglo veinte ha dejado huellas que durarán
para siempre.33

El tema más importante de este día es la
paz y el arbitraje internacionales, y la paz universal es
imposible sin el sufragio
universal. Los niños
son educados por las mujeres. La madre soporta las preocupaciones
y problemas de
criar al niño, sufre la dificultad de su nacimiento y
formación. En consecuencia, es muy difícil que las
madres envíen a los campos de batalla a aquellos sobre los
que han derrochado tanto amor y cuidado. Considerad un hijo
criado y formado durante veinte años por una madre devota.
¡Cuántas noches en vela y días de angustia
sin descanso ha pasado! Habiéndole llevado con
éxito a través de peligros y dificultades a la edad
de la madurez, ¡qué angustioso entonces sacrificarlo
en el campo de batalla! En consecuencia, las madres no
darán su aprobación a la guerra ni estarán
satisfechas con ella. Así ocurrirá que cuando las
mujeres participen plena e igualmente en los asuntos del mundo,
cuando entren con confianza y capacidad en el gran campo de las
leyes y la política,
cesará la guerra; pues la mujer será su
obstáculo e impedimento. Esto es indudablemente
verdad.34

Acaba de amanecer el siglo veinte, brillante y glorioso,
y la dádiva divina se irradia universalmente…
… En verdad, éste se puede llamar el milagro de los
siglos, pues está repleto de manifestaciones de lo
milagroso. Ha llegado la hora en que toda la humanidad
será unificada, en que todas las razas serán leales
a una misma patria, todas las religiones se
convertirán en una religión y desaparecerá
el prejuicio
racial y religioso. Éste es el día en que la unidad
de la humanidad elevará su estandarte y la paz universal,
como una verdadera mañana, inundará al mundo con su
luz.35

Él promulgó la adopción
del mismo programa
educativo para el hombre y la
mujer. Las hijas y los hijos deben seguir el mismo programa de
estudios, promoviéndose así la unidad de los sexos.
Cuando toda la humanidad reciba la misma oportunidad de
educación y se alcance la igualdad de
hombres y mujeres, las bases de la guerra quedarán
completamente destruidas. Sin igualdad esto será
imposible, porque toda distinción y diferencia conduce a
la discordia y la lucha. La igualdad entre los hombres y mujeres
conduce a la abolición de la guerra debido a que las
mujeres nunca estarán dispuestas a autorizarla. Las madres
no sacrificarán a sus hijos en el campo de batalla
después de veinte años de angustia y
cariñosa devoción dedicados a formarlos desde la
infancia, no
importa qué causa se les llame a defender. No hay duda de
que cuando las mujeres obtengan la igualdad de derechos, cesará por
completo la guerra entre la humanidad.36

El mundo se encuentra desesperadamente necesitado de paz
internacional. Hasta que se establezca, la humanidad no
alcanzará la calma y la tranquilidad. Es necesario que las
naciones y los Gobiernos organicen un tribunal internacional al
que referir todas sus disputas y diferencias. La decisión
de este tribunal será final. La controversia individual
será juzgada por un tribunal local. Las cuestiones
internacionales se llevarán ante el tribunal internacional
y así desaparecerá la causa de la
guerra.37

Encuentro a estas dos grandes naciones americanas (los
Estados Unidos
y Canadá) muy capaces y avanzadas… es mi deseo que estas
naciones respetadas se conviertan en factores decisivos del
establecimiento de la paz internacional y la unidad del género
humano…38

El mundo de la humanidad posee dos alas: el varón
y la mujer. Mientras estas dos alas no sean equivalentes en
fuerza, no volará el pájaro. No se
conseguirán logros extraordinarios para la humanidad hasta
que el mundo de la mujer alcance el mismo grado que el hombre,
hasta que tenga el mismo campo de actividad; la humanidad no
puede remontar su vuelo hacia las alturas de verdaderos logros.
Cuando las dos alas o partes tengan fuerza equivalente y
disfruten de las mismas prerrogativas, el vuelo del hombre
será sumamente elevado y extraordinario. De esta manera,
imbuidas de las mismas virtudes que el hombre, elevándose
por todos los grados de los hombres, las mujeres llegarán
al mismo nivel que los hombres; mientras no se establezca esta
igualdad, no se facilitará el verdadero progreso y logro
de la raza humana.
Las razones evidentes que subyacen en esto son las siguientes: la
mujer se opone a la guerra por naturaleza; es una defensora de la
paz. Las que crían y educan a sus hijos son las madres,
quienes les dan los primeros principios de educación y
trabajan asiduamente por ellos. Considerad, por ejemplo, una
madre que ha formado a su hijo durante veinte años hasta
la edad de la madurez. Sin duda ella no dará su
consentimiento para que lo despedacen y lo maten en el campo de
batalla. En consecuencia, a medida que la mujer avance hacia el
grado del hombre en poder y privilegio, con derecho al voto y
control en el
Gobierno humano, sin duda cesará la guerra; pues la mujer
es naturalmente la más devota y firme defensora de la paz
internacional.39

Un Tribunal Supremo deberá ser elegido por los
pueblos y los Gobiernos de cada nación, donde los miembros
de cada país y Gobierno se reunirán en perfecta
unidad. Todos los conflictos
deberán ser presentados ante este Tribunal, cuya misión
será evitar la guerra.40

Deberá establecerse un Tribunal Supremo por los
pueblos y Gobiernos de todas las naciones, compuesto por miembros
de cada país y de cada Gobierno. Los miembros de este Gran
Consejo deberán congregarse en unidad. Todas las disputas
de carácter internacional deberán ser
presentadas ante esta Corte, siendo su trabajo el de
resolver por arbitraje todo lo que pudiera ocasionar la guerra.
La misión de este Tribunal sería la de evitar la
guerra.41

"En cuanto a la cuestión del desarme, todas las
naciones deben desarmarse al mismo tiempo. No servirá en
absoluto (y no es lo que se propone) que algunas naciones
abandonen sus armas, mientras que otras, sus vecinas, permanezcan
armadas. La paz del mundo se tiene que establecer mediante el
acuerdo internacional. Todas las naciones deben ponerse de
acuerdo para desarmarse simultáneamente… Ninguna
nación puede seguir una política de paz mientras
que su país vecino siga siendo guerrero… No hay ninguna
justicia en eso. Nadie soñaría con sugerir que se
pudiera conseguir la paz del mundo mediante una línea de
acción semejante. Se tiene que conseguir mediante un
acuerdo global e internacional y de ninguna otra
manera"…

"Es necesario", continuó, "que haya una
acción continua en cualquier proyecto de
desarme. Todos los Gobiernos del mundo deben transformar sus
buques de guerra y maquinaria bélica en barcos mercantes.
Pero ninguna nación puede comenzar por sí sola una
política semejante, y sería una locura si una
potencia intentara hacerlo… simplemente atraería la
destrucción"…

"¿Existen signos de que
se establecerá la paz permanente del mundo en un
período de tiempo más o menos razonable?", le
preguntaron a 'Abdu'l-Bahá.

"Se establecerá en este siglo", contestó.
"Será universal en el siglo veinte. Todas las naciones
serán forzadas hacia ello".

"¿Provocado por presiones
económicas?"

"Sí; las naciones serán forzadas a firmar
la paz y a ponerse de acuerdo sobre la abolición de la
guerra. Las terribles cargas de impuestos para la
guerra llegarán a superar lo que el hombre puede
soportar"…
"No", dijo 'Abdu'l-Bahá en conclusión; "repito,
ninguna nación puede desarmarse en estas circunstancias".
El desarme llegará sin duda, pero tiene que venir, y
vendrá, por el consentimiento universal de las naciones de
la tierra. Mediante el acuerdo internacional abandonarán
sus armas y se inaugurará la gran era de la
paz".

"De ésta y de ninguna otra manera puede
establecerse la paz en la tierra".42

Una vez que se establezca el Parlamento del Hombre y se
organicen sus partes constituyentes, los Gobiernos del mundo,
habiendo firmado un convenio de amistad eterna,
no tendrán ninguna necesidad de mantener en activo grandes
ejércitos y marina de guerra. Todo lo necesario
serán algunos batallones para preservar el orden interno,
y una Policía Internacional para mantener libres las
vías marinas. Entonces estas grandes sumas de dinero se
desviarán a otros canales más útiles,
desaparecerá la pobreza,
aumentará el
conocimiento, los poetas y compositores cantarán las
victorias de la Paz, el conocimiento
mejorará las condiciones y la humanidad se mecerá
en la cuna de la felicidad y bendición. Entonces, sea el
Gobierno constitucional o republicano, monarquía hereditaria o democracia, los
líderes dedicarán su tiempo a la prosperidad de sus
naciones, a la legislación de leyes justas y sensatas y a
fomentar relaciones más estrechas y amistosas con sus
vecinos de esta manera el mundo de la humanidad se
convertirá en un espejo que reflejará las virtudes
y atributos del Reino de Dios.

… Mediante un acuerdo general, todos los Gobiernos del
mundo deben desarmarse simultáneamente… No
servirá si uno abandona las armas y otro se niega a
hacerlo. Las naciones del mundo deben ponerse de acuerdo sobre
este tema de suprema importancia, de manera que puedan abandonar
juntos las armas mortales de matanza humana. Mientras una
nación siga aumentando su presupuesto
militar y naval, otra nación se verá forzada hacia
esta loca competición debido a sus supuestos intereses
naturales…

Ahora bien, el tema del desarme tiene que ser puesto en
práctica por todas las naciones, no sólo por una o
dos. En consecuencia, los defensores de la paz deben esforzarse
día y noche para que la opinión
pública alcance una posición firme y permanente
y aumente cada día el ejército de la Paz
Internacional, se consiga el desarme completo y ondee la Bandera
de la Reconciliación Universal en la cima de las
montañas de la tierra.

… Los ideales de la paz se tienen que nutrir y
extender por los habitantes del mundo; debe instruirse en la
escuela sobre la
Paz y los males de la guerra. Primero: Las financieras y los
bancos deben
desistir de prestar dinero a cualquier Gobierno que proyecte
librar una guerra injusta contra una nación inocente.
Segundo: Los presidentes y directivos de los ferrocarriles y
compañías navales deben negarse a transportar
municiones de guerra, máquinas
infernales, rifles, cañones y pólvora de un
país a otro. Tercero: Los soldados, mediante sus
representantes, deben solicitar a los ministros de Guerra, los
políticos, los congresistas y los generales que expongan
en lenguaje claro e inteligible las razones y las causas que les
han llevado al borde de semejante calamidad nacional. Los
soldados deben exigir esto como una de sus prerrogativas.
"Demuéstrennos", deben decir, "que ésta es una
guerra justa y entonces acudiremos al campo de batalla, de lo
contrario no daremos ni un solo paso… Salgan de sus
escondrijos, entren en el campo de batalla si les gusta atacarse
el uno al otro, y despedácense si desean alarde de sus
supuestas contiendas. La discordia y el odio son entre ustedes;
¿por qué nos hacen a nosotros, que somos inocentes,
partícipes de ella? Si la lucha y el derramamiento de
sangre son cosas buenas, entonces ¡condúzcannos al
combate con su presencia!"

En resumen, hay que bloquear todo camino que produzca
guerra y hacer avanzar las causas que la impiden para que el
conflicto físico se convierta en una imposibilidad. Por
otra parte, hay que delimitar cada país adecuadamente,
marcar sus fronteras exactas, asegurar su integridad nacional,
proteger su independencia
permanente, y sus intereses vitales deben ser respetados por la
familia de
naciones. Estos servicios
deberían ser realizados por una Comisión
internacional imparcial. De esta manera desaparecerán
todas las causas de fricción y diferencias. Y, en caso de
que surjan algunas disputas entre ellos, podrían
someterlas al arbitraje del Parlamento del Hombre, cuyos
representantes deben ser elegidos de entre los hombres más
prudentes y sensatos de todas las naciones de la
tierra.43

Cada siglo tiene la solución de un problema
predominante. A pesar de que haya muchos problemas, uno de los
innumerables problemas será preponderante y se
convertirá en el más importante de todos. (…) en
este luminoso siglo la mayor dádiva del mundo de la
humanidad es la Paz Universal, que se debe inaugurar, para que el
reino de la creación alcance la calma, para que el Oriente
y el Occidente (que abarcan los cinco continentes del globo) se
puedan abrazar, para que la humanidad pueda descansar bajo la
tienda de la unidad del mundo de la humanidad y ondee la bandera
de la paz universal sobre todas las regiones…
Hoy día el verdadero deber de un rey poderoso es
establecer una paz universal; pues verdaderamente significa la
libertad de todos los pueblos del mundo. Algunas personas que son
ignorantes del mundo de la verdadera humanidad y sus elevadas
ambiciones para el bien general, consideran que tal gloriosa
condición de vida es muy difícil, más bien
imposible de conseguir. Pero no es así, en
absoluto.44

¡Oh individuos de la humanidad!, encontrad medios
para detener este derramamiento de sangre y matanza general.
¡Ésta es la hora designada! ¡Ahora es el
momento oportuno! Levantaos, mostrad un esfuerzo, poned fuerza
extraordinaria para enarbolar la Bandera de la Paz Universal y
poner fin a la furia irresistible de este torrente violento que
está provocando estragos y ruina por todas
partes.45

"¿Mediante qué proceso",
continuó el interlocutor, "se establecerá esta paz
en la tierra? ¿Vendrá en seguida después de
una declaración universal de la Verdad?"
"No, se establecerá gradualmente", dijo
'Abdu'l-Bahá. "Una planta que crece demasiado
rápidamente sólo dura poco tiempo. ¡Vosotros
sois mi familia", y miró a su alrededor con una sonrisa,
"mis nuevos hijos! Si una familia vive en armonía, se
obtienen grandes resultados. Ampliad el círculo; cuando
una ciudad vive en íntimo acuerdo, seguirán mayores
resultados, y un continente que está plenamente unido
unirá de la misma manera a otros continentes. Entonces
será el tiempo de los mayores resultados, pues todos los
habitantes del mundo son nativos de una misma
tierra".46

6.
Selección de los escritos de Shoghi Effendi sobre la
paz

SELECCIÓN DE LOS ESCRITOS DE SHOGHI EFFENDI SOBRE
LA PAZ
¡Muy amados amigos! La humanidad, ya sea considerada a la
luz de la conducta
individual del hombre o de las relaciones existentes entre
comunidades organizadas y naciones, lamentablemente se ha
desviado muchísimo y ha sufrido una declinación
demasiado grande como para ser redimida mediante los esfuerzos
aislados de sus mejores gobernantes y estadistas, por muy
desinteresados que sean sus motivos, por muy coordinada que sea
su acción, por muy fervorosos que sean en su celo y
devoción a su causa. Ningún esquema que
todavía puedan diseñar los cálculos de los
mayores estadistas; ninguna doctrina que se propongan desarrollar
los más distinguidos exponentes de la teoría
económica; ningún principio que puedan esforzarse
por inculcar los más fervientes moralistas
suministrarán, en última instancia, los cimientos
adecuados sobre los que ha de erigirse el futuro de un mundo
aturdido.
Ninguna apelación a la tolerancia mutua
que puedan hacer los que entienden las condiciones del mundo, no
importa lo apremiante e insistente que sea, podrá calmar
las pasiones o contribuir a restaurar el vigor. Ni tampoco
ningún esquema general de mera cooperación
internacional organizada, en cualquier sector de la actividad
humana y por muy ingeniosa que sea su concepción o muy
amplio su alcance, logrará erradicar la causa primera del
mal que ha perturbado tan bruscamente el equilibrio de
la sociedad
actual. Ni siquiera, me atrevo a afirmar, la acción misma
de inventar el mecanismo requerido para la unificación
política y económica del mundo -principio sostenido
cada vez más en los últimos tiempos- podrá
por sí sola proveer el antídoto contra el veneno que
progresivamente va minando el vigor de pueblos y naciones
organizados.
¿Qué otra cosa podemos afirmar confiadamente que no
sea la abierta aceptación del Programa Divino enunciado
por Bahá'u'lláh con tanta simpleza y fuerza hace
sesenta años, el cual encarna en sus principios esenciales
el esquema ordenado por Dios para la unificación de la
humanidad en esta era, al que se agrega una férrea
convicción de la infalible eficacia de todas
y cada una de sus disposiciones; aceptación y
convicción, las cuales serán finalmente capaces de
resistir las fuerzas de desintegración internas; fuerzas
que, de no ser frenadas, seguirán necesariamente
carcomiendo las partes vitales de una sociedad desesperada? Es
hacia esta meta –la meta de un
nuevo Orden Mundial, Divino en su origen, universal en sus
alcances, equitativo en sus principios y desafiante en sus
rasgos- por la que ha de bregar una humanidad hostigada.
Sería presuntuoso, aun por parte de los que se declaran
adeptos de su Fe, sostener que se han captado todas las
inferencias del prodigioso esquema de Bahá'u'lláh
para la solidaridad
humana mundial, o que se ha comprendido su significación.
Sería prematuro, aun en una etapa tan avanzada de la
evolución de la humanidad, pretender
vislumbrarlo en todas sus posibilidades, estimar sus beneficios
futuros e imaginar su gloria.
Todo lo que razonablemente podemos intentar es esforzarnos por
lograr una vislumbre de los primeros rayos del Alba prometida
que, en la plenitud del tiempo, habrá de ahuyentar las
tinieblas que han rodeado a la humanidad. Todo lo que podemos
hacer es señalar los que, en sus más amplios
contornos, parecen ser los principios rectores que subyacen en el
Orden Mundial de Bahá'u'lláh, desarrollados y
enunciados por 'Abdu'l-Bahá, el Centro de su Convenio con
toda la humanidad, y quien fuera designado Intérprete y
Expositor de su Palabra.

Que el desasosiego y sufrimiento que afectan a toda la
humanidad son, en gran medida, consecuencias directas de la
Guerra Mundial y atribuibles a la falta de discernimiento y a la
miopía de los responsables de los Tratados de Paz,
es un hecho que sólo una mente predispuesta
rehusaría admitir…

Sin embargo, sería inútil sostener que la
guerra, con todas las pérdidas que involucró, con
las pasiones que despertó y con las injusticias que
dejó tras de sí, ha sido la única
responsable de la confusión sin precedentes en que se
hallan inmersos en la actualidad casi todos los sectores del
mundo civilizado. ¿No es un hecho -y ésta es la
idea central que deseo destacar- que la causa fundamental de esta
inquietud mundial es atribuible no tanto a las consecuencias de
lo que tarde o temprano habrá de ser considerado el
disloque transitorio de un mundo en continuo cambio, sino
antes bien al fracaso de aquellos en cuyas manos se ha depositado
el destino inmediato de pueblos y naciones, al no adaptar su
sistema de
instituciones económicas y políticas a las
imperiosas necesidades de una era en rápida
evolución? Estas crisis
intermitentes que convulsionan a la sociedad actual ¿acaso
no se deben principalmente a la lamentable incapacidad de los
líderes reconocidos del mundo para comprender
correctamente los signos de la época, para librarse de una
vez por todas de sus ideas preconcebidas y credos encadenadores,
para remodelar la maquinaria de sus respectivos Gobiernos de
acuerdo con las pautas implícitas en la suprema
declaración de Bahá'u'lláh de la Unidad de
la Humanidad, rasgo principal y distintivo de la Fe por Él
proclamada?…

Muy patéticos son, por cierto, los esfuerzos de
esos líderes de las instituciones humanas quienes, con
total desprecio por el espíritu de la época, bregan
por adaptar los procesos
nacionales, apropiados a los antiguos días de naciones
aisladas, a una época que debe lograr la unidad del mundo,
tal como la esbozara Bahá'u'lláh, o perecer. En una
hora tan crítica
para la historia de la
civilización corresponde a los líderes de todas las
naciones del mundo, grandes o pequeñas, de Oriente o de
Occidente, vencedoras o vencidas, prestar atención al toque de clarín de
Bahá'u'lláh, e imbuidos por completo de un
sentimiento de solidaridad mundial, condición sine qua non
de lealtad a su Causa, alzarse valientemente para lograr en su
totalidad el único esquema reparador que Él, el
Médico Divino, ha recetado para la humanidad doliente. Que
descarten de una vez para siempre toda idea preconcebida, todo
prejuicio nacional, y que presten atención al sublime
consejo de 'Abdu'l-Bahá, autorizado Expositor de sus
enseñanzas. "Podrá usted servir mejor a su
país", fue la respuesta de 'Abdu'l-Bahá a un alto
funcionario en ejercicio del Gobierno federal de los Estados
Unidos, quien le había interrogado acerca de la mejor
manera de estimular los intereses de su Gobierno y de su pueblo,
"si, en condición de ciudadano del mundo, trata de
colaborar en la definitiva aplicación del principio de
federalismo
que subyace en el Gobierno de su propio país a las
relaciones existentes ahora entre los pueblos y naciones del
mundo".

Es necesario desarrollar cierta forma de súper
estado mundial, a favor del cual todas las naciones del mundo
habrán de ceder voluntariamente todo derecho de hacer la
guerra, ciertos derechos de gravar impuestos y todos los derechos
de poseer armamentos, salvo con el propósito de mantener
el orden interno dentro de sus respectivos dominios. Dicho Estado
habrá de incluir en su órbita un Poder
Ejecutivo Internacional con capacidad para hacer valer su
autoridad
suprema e indiscutible sobre todo miembro recalcitrante de la
Mancomunidad; un Parlamento Mundial cuyos miembros serán
elegidos por los habitantes de sus respectivos países y
cuya elección será confirmada por sus respectivos
Gobiernos; y un Tribunal Supremo cuyos dictámenes
tendrán carácter obligatorio aun en los casos en
que las partes interesadas no hayan acordado voluntariamente
someter el litigio a su consideración.

"Una comunidad mundial
en la que todas las barreras económicas habrán
quedado totalmente derribadas y en la que se reconocerá
definitivamente la interdependencia del capital y
el trabajo; en
la que el clamor del fanatismo y del conflicto religioso
habrá sido acallado para siempre; en la que estará
definitivamente extinguida la llama de la animosidad racial; en
la que un código
único de derecho
internacional –producto de un
juicioso análisis de los representantes federados
del mundo- será sancionado por la intervención
instantánea y coercitiva de las fuerzas combinadas de las
unidades federadas; y, finalmente, una comunidad mundial en la
que el furor de un nacionalismo
caprichoso y militante será trocado por una perdurable
conciencia de ciudadanía mundial; así es como se
presenta, a grandes rasgos, el Orden anunciado por
Bahá'u'lláh, un Orden que habrá de ser
considerado el más hermoso fruto de una época que
madura lentamente…

Que no quede ningún recelo en cuanto al
propósito que anima a la Ley mundial de
Bahá'u'lláh. Lejos de tender a la subversión
de los fundamentos actuales de la sociedad, trata de ampliar su
base, de amoldar sus instituciones en consonancia con las
necesidades de un mundo en constante cambio. No está en
conflicto con compromisos legítimos ni socava lealtades
esenciales. Su propósito no es ni sofocar la llama de un
sano e inteligente patriotismo en el corazón del hombre,
ni abolir el sistema de autonomía nacional, tan esencial
cuando se busca evitar los males de un excesivo centralismo. No
ignora ni intenta suprimir la diversidad de orígenes
étnicos, de climas, de historia, de idioma y de
tradición, de pensamiento y de costumbres que distinguen a
los pueblos y naciones del mundo. Insta a una lealtad más
amplia, a un anhelo mayor que cualquiera de los que la raza
humana haya sentido. Insiste en la subordinación de
móviles e intereses nacionales a las imperativas
exigencias de un mundo unificado. Repudia el centralismo excesivo
por una parte y rechaza todo intento de uniformidad por otra. Su
consigna es la unidad en diversidad, como el mismo
'Abdu'l-Bahá ha aclarado…

Sus implicaciones del principio de la Unidad de la
Humanidad son más profundas, sus aspiraciones son mayores
que las que pudieron adelantar los Profetas del pasado. Su
mensaje es aplicable no sólo al individuo,
sino que atañe principalmente a la naturaleza de aquellas
relaciones esenciales que han de ligar a todos los Estados y
naciones como a miembros de una familia humana. No constituye
simplemente el enunciado de un ideal, sino que está
inseparablemente vinculado a una institución apropiada
para encarnar su verdad, para demostrar su validez y para
perpetuar su influencia. Implica un cambio orgánico en la
estructura de la sociedad actual, un cambio que todavía el
mundo no ha experimentado. Constituye un desafío, audaz y
universal a la vez, a las gastadas consignas de los credos
nacionales, credos que han tenido su día y que, en el
transcurso normal de los sucesos, modelado y controlado por la
providencia, deberán abrir paso a un nuevo evangelio,
fundamentalmente diferente e infinitamente superior a lo que el
mundo ha concebido hasta ahora. Requiere nada menos que la
reconstrucción y la desmilitarización de todo el
mundo civilizado, un mundo orgánicamente unificado en
todos los aspectos esenciales de su vida, de su maquinaria
política, de su anhelo espiritual, de su comercio y de sus
finanzas, de
su escritura y de
su idioma, y aun así, infinito en la diversidad de las
características nacionales de sus unidades federadas.
Representa la consumación de la evolución
humana, evolución que ha tenido sus orígenes en
el nacimiento de la vida familiar, su subsiguiente desarrollo en
el logro de la solidaridad tribal, que llevó a su vez a la
constitución de la ciudad-estado y que
posteriormente se expandió en la institución de la
nación independiente y soberana…

Pongamos un ejemplo. ¡Qué confiadas eran
las afirmaciones emitidas antes de la unificación de los
Estados del continente norteamericano cuando se referían a
las barreras infranqueables que cerraban el paso hacia su
federación final! ¿No se declaraba amplia y
enfáticamente que los intereses en conflicto, la
desconfianza mutua y las diferencias de Gobiernos y costumbres
que dividían a los Estados eran tales que ninguna fuerza,
ya fuere espiritual o temporal, podía jamás lograr
su armonía y su control? Y, aun así,
¡cuán diferentes eran las condiciones reinantes hace
ciento cincuenta años de las que caracterizan a la
sociedad actual! En realidad, no sería exagerado decir que
la ausencia de esas facilidades que el progreso científico
moderno ha puesto al servicio de la
humanidad de nuestro tiempo ha convertido al problema de la
fusión
de los Estados norteamericanos en una federación
única, por similares que fueran algunas de sus
tradiciones, en una tarea muchísimo más compleja
que la que afronta una humanidad dividida en sus esfuerzos para
lograr su unificación.

¿Quién sabe si, para que una
concepción tan elevada tome cuerpo, no haya que infligir a
la humanidad un sufrimiento más intenso que cualquiera de
los que ya ha padecido? ¿Acaso algo menor que el fuego de
una guerra civil con toda su violencia y
sus vicisitudes -una guerra que casi desgarró a la gran
república norteamericana- podría haber fusionado a
los Estados, no en una unión de partes independientes,
sino en una nación, a pesar de todas las diferencias
étnicas que caracterizaban a los componentes? Parece muy
poco probable que una revolución
tan fundamental, que implica cambios de tan grande alcance en la
estructura de la sociedad, pueda lograrse mediante el proceso
ordinario de la diplomacia y de la educación. Sólo
tenemos que volver nuestra mirada hacia la sangrienta historia de
la humanidad para advertir que tan sólo una intensa
agonía mental y física ha sido capaz
de precipitar esos cambios trascendentales que constituyen los
más grandes hitos en la historia de la civilización
humana.

Aunque esos cambios del pasado fueron grandiosos y de
mucho alcance, no parecen ser, al contemplarlos en la perspectiva
apropiada, sino ajustes subsidiarios que anticipan esa
transformación de incomparable majestuosidad y
trascendencia que ha de sufrir la humanidad en esta época.
Lamentablemente, se evidencia cada vez más que sólo
las fuerzas de una catástrofe mundial pueden precipitar
esa nueva fase del pensamiento humano. Los hechos futuros
demostrarán cada día más la verdad de que
tan sólo el fuego de una severa aflicción, de
intensidad inigualada, puede fusionar y unir las entidades
discordantes que constituyen los elementos de la
civilización actual en los componentes de la comunidad
mundial del futuro.

La profética voz de Bahá'u'lláh
advirtiendo, en los pasajes finales de Las Palabras Ocultas, "a
los pueblos del mundo" que "una calamidad imprevista los sigue y
que un penoso castigo les espera", arroja una lóbrega luz
sobre los destinos inmediatos de la humanidad afligida.
Sólo una agobiante prueba, de la cual la humanidad
surgirá purificada y preparada, logrará implantar
ese sentido de responsabilidad que los líderes de una era
naciente deberán asumir.

Dirijo nuevamente vuestra atención a las ominosas
palabras que ya he citado: "Y cuando llegue la hora
señalada, aparecerá súbitamente aquello que
hará temblar a los miembros del cuerpo de la
humanidad".
¿Acaso el mismo 'Abdu'l-Bahá no afirmó en
lenguaje inequívoco que "otra guerra, más cruenta
que la anterior, indudablemente estallará"?

De la consumación de esta empresa colosal e
inefablemente gloriosa -empresa que frustró los recursos de los
estadistas romanos y que los desesperados esfuerzos de Napoleón no pudieron lograr-
dependerá la realización final de ese milenio al
que los poetas de todos los tiempos han cantado y con el cual los
profetas han soñado tanto. De ella dependerá el
cumplimiento de las profecías anunciadas por los antiguos
Profetas en el sentido de que las espadas se convertirán
en rejas de arado y el león y el cordero yacerán
juntos. Sólo ella puede introducir el Reino del Padre
Celestial presagiado por la Fe de Jesucristo. Sólo ella
puede echar los cimientos del Nuevo Orden Mundial vislumbrado por
Bahá'u'lláh. Orden Mundial que habrá de
reflejar, aunque débilmente, el inefable esplendor del
Reino de Abhá sobre la tierra.

Una palabra más como conclusión. La
proclamación de la Unidad de la Humanidad -piedra
fundamental del dominio de Bahá'u'lláh- no debe ser
comparada bajo ninguna circunstancia con algunas expresiones de
piadosa esperanza pronunciadas en el pasado. El suyo no es un
nuevo llamamiento proferido por Él, solo y sin ayuda,
frente a la oposición implacable y combinada de dos de los
más poderosos potentados orientales de su época,
siendo Él un exiliado y prisionero en sus manos. Significa
a la vez una advertencia y una promesa de que en ello reside el
único medio de salvación de un mundo en gran
sufrimiento; una promesa de que su concreción está
cercana.

Pronunciado en una época en que sus posibilidades
todavía no habían sido seriamente contempladas en
ningún lugar del mundo, mediante esa potencia celestial
que le ha insuflado el Espíritu de
Bahá'u'lláh, ha pasado a ser considerado
finalmente, por un creciente número de hombres reflexivos,
no sólo como una posibilidad cercana sino como resultado
necesario de las fuerzas que hoy actúan en el
mundo.

Este mundo, reducido y transformado en un único
organismo altamente complejo por el maravilloso progreso
alcanzado en el ámbito de las ciencias
físicas, por la expansión mundial del comercio y la
industria, y luchando bajo la presión de
fuerzas económicas mundiales, entre los peligros de una
civilización materialista, se encuentra sin duda en la
urgente necesidad de un replanteo de la Verdad que subyace en
todas las Revelaciones del pasado en un idioma acorde con sus
requisitos esenciales. ¿Y qué otra voz que la de
Bahá'u'lláh -el Portavoz de Dios en esta era- es
capaz de efectuar una transformación tan radical de la
sociedad como la que Él ya ha logrado en los corazones de
esos hombres y mujeres, tan diversos y aparentemente
irreconciliables, que constituyen el conjunto de sus seguidores
declarados en todo el mundo?
Pocos pueden poner en duda que una concepción tan
majestuosa brota con rapidez en la mente del hombre, que se alzan
voces en su apoyo, y que sus rasgos más sobresalientes han
de cristalizar pronto en la conciencia de quienes tienen
autoridad. Que sus modestos comienzos ya han tomado cuerpo en
la
Administración mundial, en la que están
reunidos los adherentes a la Fe de Bahá'u'lláh, es
un hecho que sólo quienes tengan el corazón
corrompido por el prejuicio dejarán de
advertir.47

Ningún mecanismo que se aparte de las normas
establecidas por la Revelación Bahá'í, que
esté en desacuerdo con el sublime modelo
ordenado en sus escritos, y que los esfuerzos colectivos de la
humanidad podrían todavía idear, puede esperar
alcanzar nada más allá de esa "Paz Menor" a la cual
el Autor de nuestra Fe ha aludido en sus escritos. "Ya que
habéis rechazado la Paz Más Grande", ha escrito
amonestando a los reyes y gobernantes de la tierra, "aferraos a
esta la Paz Menor, que quizá podáis en cierto grado
mejorar vuestra propia condición y la de quienes dependen
de vosotros". Explayándose sobre esta Paz Menor, Él
se dirige así en esa misma Tabla a los gobernantes de la
tierra: "Estad reconciliados entre vosotros, para que no
necesitéis más armamentos, salvo en la medida de
salvaguardar vuestros territorios y dominios… Estad unidos,
¡oh reyes de la tierra!, pues con ello la tempestad de la
discordia será acallada entre vosotros, y vuestro pueblo
encontrará descanso, si sois de aquellos que comprenden.
Si alguno de entre vosotros tomase armas contra otro, levantaos
todos contra él, pues esto no es sino justicia
manifiesta".

Por otra parte, la Paz Más Grande, tal como la
concibe Bahá'u'lláh -paz que deberá ocurrir
inevitablemente como consecuencia práctica de la
espiritualización del mundo y la fusión de todas
sus razas, credos, clases y naciones- no puede residir en otras
bases y no puede ser preservada a través de otra cosa que
no sean los preceptos divinos que están inscritos en el
Orden Mundial vinculado a su Santo Nombre…
La Revelación de Bahá'u'lláh, cuya
misión suprema no es otra que el logro de esta unidad
orgánica y espiritual del conjunto de naciones, debe ser
considerada, si somos fieles a sus implicaciones, como la
señal del advenimiento de la madurez de toda la raza
humana. No debe tomársela como si fuera sólo otro
renacimiento
espiritual dentro de la siempre cambiante suerte de la humanidad,
ni como una etapa más en una serie de Revelaciones
progresivas; no como la culminación de una serie de
repetidos ciclos proféticos, sino como la señal de
la última y más elevada etapa en la estupenda
evolución de la vida colectiva del hombre en este planeta.
El surgimiento de una comunidad mundial, la conciencia de una
ciudadanía mundial, el establecimiento de una
civilización y una cultura
mundiales -todo esto sincronizado con las etapas iniciales del
desenvolvimiento de la Edad de Oro de la Era
Bahá'í- deben ser considerados, por su propia
naturaleza y en lo que a esta vida planetaria se refiere, como
los límites finales en la
organización de la sociedad humana, aunque el hombre
como individuo continuará indefinidamente su progreso y
desarrollo; y es más, deberá hacerlo como resultado
de tal consumación…

La humanidad toda está gimiendo, ansiosa de ser
conducida a la unidad y de terminar con su largo martirio. Y, sin
embargo, se resiste tercamente a abrazar la luz y a reconocer la
soberana autoridad del único Poder que puede arrancarla de
sus complicaciones y conjurar la funesta calamidad que amenaza
devorarla.

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