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La actividad como categoría filosófica (página 2)




Enviado por Rigoberto Pupo



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Al asumir la tesis
marxista-leninista del carácter creador de la conciencia
generalmente en la literatura filosófica
se reduce a su independencia
relativa, determinada por la continuidad del desarrollo de
las ideas en su nexo históricamente hereditario, por la
posibilidad de retrasarse o adelantarse a la realidad existente y
por el papel activo de la ideología. Sin embargo, hay derivaciones
metodológicas profundas que no se deducen en toda su
concreción, en su fundamento esencial. El problema es
más profundo, pues la conciencia es ante todo ser
consciente de los hombres, donde la subjetividad humana, sus
ideas, sus fines devienen leyes de la
actuación del hombre, que
engendrados en un proceso
práctico-objetivo,
estimulan y dirigen la actividad práctica del
hombre.

Esto no niega el determinismo
dialéctico-materialista. Todo lo contrario, lo presupone.
Se trata de concebir la realidad objetiva como contenido del
mundo espiritual, pero al mismo tiempo, asumir
el reflejo en su mediación práctico-creadora. La
tesis marxista-leninista en torno al
carácter relativo de la contraposición materia-conciencia, fundada en el papel y las
funciones
derivadas de la
práctica social, afirma el principio del monismo
dialéctico-materialista. La conciencia, el mundo
espiritual del hombre no constituye un ente separado de la
realidad sustancial, es su producto
superior, engendrado en el trabajo
creador.

La conciencia del hombre, la posibilidad de aprehender o
reflejar la realidad a través de imágenes
subjetivas, tanto desde el punto de vista histórico
genético, como lógico encuentra su
explicación y su fundamento en la actividad
práctica social. La génesis de lo ideal, concebida
en su proceso, como resultante de la actividad práctica
del hombre, del trabajo
creador, reafirma el principio del desarrollo de la materia en su
transitar evolutivo de formas inferiores a formas superiores.
Proceso regular que en correspondencia con la complicación
estructural de la materia engendra formas nuevas de reflejo,
hasta la aparición de lo ideal, como reflejo social,
propio del hombre y expresión suprema de su actividad
práctica.

Al mismo tiempo, el fundamento práctico de lo
ideal no sólo se explica en su determinación
histórico-genética,
sino también en sus consecuencias lógicas, en su
expresión conceptual. Las categorías, como síntesis-refleja del contenido esencial
aprehendido de la realidad, encarnan la actividad práctica
milenaria de los hombres. En la actividad práctica social
el hombre
transforma la realidad, la convierte en objeto del conocimiento y
de la valoración, y mediante los sistemas
categoriales la fija y concreta en su esencialidad. En este
sentido, las categorías son expresión de las leyes
reveladas por el hombre en su actuación práctica,
es decir, formas lógicas que reflejan y compendian la
propia historia del
conocimiento y la práctica social del hombre.

La actividad humana, en su determinación
esencial, desplegada como práctica, como trabajo, media la
relación sujeto-objeto, y sujeto – sujeto, y al
mismo tiempo deviene como síntesis de lo ideal y lo
material en su transición dialéctica compleja, para
encarnarse en la cultura. Este
proceso no se opera a manera de una negación metafísica
que implique la destrucción de un polo de la
contradicción, sino corno superación
dialéctica que se traduce en una síntesis concreta
rica en determinaciones; expresada como devenir social en el
proceso y los resultados de la actividad práctica del
hombre, cuya revelación efectiva aparece como medida del
conocimiento y la universalidad del hombre, en la
cultura.

De lo expuesto se deduce el lugar preeminente de la
categoría práctica en el sistema
filosófico marxista-leninista, es decir, su
ubicación como categoría que sirve de punto de
partida en el movimiento
lógico-conceptual de la teoría
en la asunción y aprehensión de la
realidad.

Las posibilidades teóricas inherentes a lo
categoría de la práctica en la explicación
de la

teoría marxista se fundan en la naturaleza de
la práctica humana, corno actividad material adecuada a
fines, cuyo proceso deviene síntesis de lo ideal y lo
material, que se traduce y completa en un resultado objetivo.
Esta especificidad, propia de la actividad práctica
determina la singularidad de la producción humana, cuyos resultados,
primero se encauzan en su proyección ideal y
después en su determinación efectiva, real y
objetiva.

Al mismo tiempo, estas posibilidades en su
expresión teórica categorial afirman a la
práctica como eslabón fundamental en el sistema
categorial del marxismo, es
decir, como punto de partida para explicar la génesis el
desarrollo y, en fin, el devenir dialéctico del aparato
categorial con que opera la teoría. La realidad objetiva
es la fuente, el contenido de la teoría y las
categorías que la constituyen. Sin embargo, la actividad
práctica es condición y premisa de su
aprehensión y fijación categorial. Esto determino
el carácter histórico – cultural de las
categorías y su constante renovación y
enriquecimiento.

Las múltiples determinaciones en que se
manifiesta y revela la actividad práctica avalan su
valor
teórico-metodológico en la investigación del sistema filosófico
marxista. El análisis del objeto, funciones y
especificidad del conocimiento filosófico al margen de la
consideración de la actividad humana resulta
estéril. Excluir este aspecto reduciría la
filosofía marxista-leninista a los sistemas tradicionales
ya superados. Marx en las Tesis
sobre Feuerbach, arremete contra la especulación y la
metafísica en sus diversas representaciones, proclamando a
título de exigencia insoslayable, nuevas premisas y
perspectivas de análisis, las cuales revela una nueva
concepción del mundo y el papel del hombre en su acción
transformadora, a partir de una profunda comprensión de la
actividad humana, en sus momentos objetivo y subjetivo. En la
concepción de Marx no basta sólo con reconocer el
carácter primario del ser respecto al pensar- principio
asumido por el materialismo
anterior-, sino además, concebir el pensar como ser
consciente, es decir, como reflejo activo, humano, social,
mediado por la práctica.

Las nuevas premisas que inaugura el marxismo superan
dialécticamente tanto al materialismo como al idealismo. Si
ciertamente Feuerbach comprendió el momento sensorial,
material de la actividad humana desde el punto de vista
antropológico, fue incapaz de fijar el momento subjetivo,
creador, del hombre. Por el contrario, el idealismo concibe el
aspecto subjetivo de la actividad, pero desconoce la actividad
materia, real, concreta, como tal. Sólo el marxismo
resuelve el problema a partir de una comprensión
sistémica de la actividad que penetra en su estructura y
ubica la actividad material práctica como el núcleo
en torno a la cual interaccionan los restantes elementos de la
actividad humana. Por eso el marxismo es ante todo,
filosofía de la praxis, de la
subjetidad.

El marxismo concibe la actividad como modo de existencia
de la realidad social y al mismo tiempo fija la práctica
como esencial relación su jeto-objeto, y sujeto –
sujeto, que posibilita la transición recíproca de
lo ideal y lo material en el devenir social. Este nuevo enfoque
del problema descubierto por la filosofía del proletariado
que fija a la actividad humana, y con ella al hombre en
relación práctica con el mundo, como centro del que
hacer filosófico, revolucionó la filosofía,
y aportó nuevas premisas metodológicas para la
investigación del objeto y funciones de la
filosofía.

La consideración de la actividad práctica
como núcleo de la actividad humana y en calidad de
premisa de partida en el análisis de la filosofía
marxista, se convierte principio metodológico insoslayable
en la intelección y solución del problema. Es
imposible abordar el objeto de la filosofía marxista, la
especificidad del saber filosófico, sin tener en cuenta la
actividad humana. La propia estructura de la actividad
(conocimiento, praxis, valor y comunicación) y las condiciones generales
en que se realizan ( necesidad, interés,
fin, medios,
condiciones, hasta el resultado final), integran a manera de
síntesis concreta lo ideal y o material en su
acción recíproco, aspecto central en el objeto de
la filosofía marxista, y elemento definitorio en la
determinación de la especificidad cualitativa del saber
filosófico – integrador, con elan cosmovisivo
– cultural..

Las leyes más generales de la dinámica y el desarrollo de la naturaleza,
la sociedad y el
pensamiento,
devienen, se fijan, como reproducción teórico –
práctica de la realidad. Su universalidad no se determina
por la suma cuantitativa de la realidad que abarca, sino por el
nivel de concreción y esencialidad con que aprehende la
realidad en relación con el hombre. El saber
filosófico y el universal concreto en
que se funda y refiere su objeto, aparecen corno la
síntesis de lo ideal y lo material, lo cual se fija en la
estructura lógica
de la teoría en calidad de principios, leyes
y categorías. Cada principio, ley,
categoría, resulta una reproducción
teórico-refleja de la realidad, sobre la base de la
actividad práctica.

El reconocimiento de la relación interna de la
filosofía marxista con la actividad humana y, ante todo,
con la actividad práctica, constituye el fundamento
esencial para penetrar en la propia estructura del sistema
teórico marxista y revelar las múltiples
determinaciones que asume en la aprehensión de la
realidad, así como su sentido social, en tanto
autoconciencia teórica de la clase
portadora del progreso, que es al mismo tiempo ciencia e
ideología y núcleo teórico de la
concepción científica del mundo. Estas
determinaciones y funciones se revelan y encuentran su
explicación racional sólo en la medida en que se
asuma la actividad humana, y su núcleo integrador: la
actividad práctica, como momento esencial del objeto de la
filosofía, en tanto expresa el sistema de relaciones
hombre-mundo, sujeto-objeto, sujeto – sujeto, y su
concreción como síntesis de lo material y lo
ideal.

La asunción consciente del lugar de la actividad
humana en el objeto de la filosofía marxista deviene
principio metodológico insoslayable en la
determinación de la especificidad del saber
filosófico. La propia actividad en tanto tal, refiere a la
relación hombre-mundo, y en su modo de existencia social,
aparece corno relación sujeto-objeto, donde el sujeto no
representa a un ente o principio portador de cualidades, sino al
hombre sociohistóricamente determinado, portador de la
práctica social; y el objeto como aquella realidad
humanizada por el hombre, e integrada o su actividad.

La relación intrínseca entre la
filosofía y a actividad humana se hace evidente e
intelegible en todos los dominios del quehacer social, pues el
propio saber filosófico, como expresión
teórica de a realidad está mediado por la
práctica. El saber filosófico y el sistema
categorial que lo integra en la reproducción de la
realidad se manifiestan corno síntesis de la actividad
cognoscitiva, valorativa, práctica y comunicativa, donde
conocimiento y valor se penetran recíprocamente y devienen
desprendimiento de la propia práctica social.

La especificidad cualitativa de la filosofía
marxista se funda en su propio objeto y en el modo como lo
refleja y aprehende. La aprehensión-refleja de la realidad
en la filosofía marxista no refiere sólo al
conocimiento, al aspecto gnoseológico que conduce a
develar la esencia de las cosas, a la verdad científica,
sino además al valor, al momento valorativo que revela la
significación de las cosas para el hombre, en
relación con las necesidades e intereses siempre en
ascenso de los hombres. La reproducción teórico-
práctica de la realidad por el hombre siempre integra de
modo concentrado los momentos cognoscitivo y valorativo de la
actividad humana en su. unidad dialéctica, en su
síntesis.

Ciencia e ideología en la filosofía
marxista-leninista están estrechamente vinculadas, pues
los intereses del proletariado, engendrados en las necesidades
prácticas alcanzan su máxima expresión en
los valores
ideológicos, los cuales coinciden con el curso general de
la ciencia, la
estimulan y aceleran. La ideología científica, como
reflejo teórico de los intereses y necesidades del
proletariado, mediada por la práctica deviene fuerza activa
transformadora y elemento sustancial del proceso social. Por eso
en la filosofía marxista cientificidad y partidismo
coinciden, ciencia e ideología se penetran
recíprocamente, para constituirse como pilares necesarios
de la concepción científica del mundo y fuerza
motriz del progreso social.

La categoría actividad en su determinación
fundamental, como práctica, cumple una función
teórica y metodológica con significación de
principio en la filosofía, en la medida que penetra la
esencia del devenir histórico en estrecha
vinculación con el mundo natural que el hombre convierte
de modo ininterrumpido en realidad social, en naturaleza
humanizada. Todo el mundo social en sus aspectos material y
espiritual encarna la actividad milenaria de los hombres, hasta
concretarse en la cultura. "En el proceso de su actividad
-escribe V. Mezhuiev los hombres producen, ante todo las
condiciones materiales de
su existencia: medios de vida y medios de trabajo.
Simultáneamente producen las formas de relaciones
correspondientes a estas condiciones: económicas, políticas,
etc. Conjuntamente con la producción de la vida material
los hombres producen su conciencia: ideas, representaciones,
conocimientos. En otras palabras, en el proceso de la
producción social los hombres crean toda la
conjunción de premisas materiales y espirituales de su
existencia en la sociedad, crean la propia sociedad y por
consiguiente, su existencia social."

Además, en el devenir práctico –
espiritual del hombre aparecen las grandes ideas que
señalan horizontes y las grandes utopías con
pensamiento alado. Las ideas, su inagotable riqueza, la fuerza y
vitalidad con que operan se fundan en la actividad
práctica y al mismo tiempo recíprocamente las
impulsan y actualizan. El valor de las ideas se revela en la
actuación práctica del hombre y da cuenta del
movimiento direccional en que se despliega la dialéctica
necesidad histórica-actividad consciente de los hombres en
el tránsito de la necesidad a la libertad. La
libertad como posibilidad real del hombre de poner los fines,
deviene como asunción práctica de la necesidad en
el proceso de aprehensión de la realidad.

 

Dr. Rigoberto Pupo

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