Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Revolución Industrial (página 2)




Enviado por Milagros Galbiatti



Partes: 1, 2, 3

 

Causas

No fue casualidad que la revolución
industrial comenzara en Gran Bretaña.

Varios factores contribuyeron a hacer de la isla un
país pionero con respeto a los
otros países europeos, como Holanda o Francia.

Los principales factores fueron un acelerado crecimiento
de la población, lo que significaba más
gente para trabajar en la industria,
así como un aumento de la demanda de
productos
manufacturados. Las razones de este crecimiento se debieron
fundamentalmente al descenso de la tasa de mortalidad, gracias a
los avances en la medicina y en
la higiene y en las
mejoras de alimentación. El comienzo de
transformaciones agrícolas en Inglaterra, cuyos
avances y eficacia hicieron
que se necesitara menos gente para las tareas agrícolas.
Esa mano de obra desocupada quedo disponible para el trabajo
industrial, por otra parte, al aumentar la capacidad de producción agrícola fue posible
abastecer de alimentos a la
creciente población. Una serie de avances
tecnológicos. La revolución
industrial consistió en una fuerte aceleración del
proceso de
innovación que se había iniciado en
Europa desde la
edad
media.

En Gran Bretaña en el siglo XVIII la actividad
inventiva se desarrolló mucho más que en cualquiera
de los países del continente europeo. En ella se
patentaron la mayor parte de las máquinas
que revolucionaron la industria y más tarde los
transportes, y la historia de la
revolución industrial es en parte la de los hombres
responsables de esos inventos.

Las segadoras mecánicas de Obed Hussey y Cyrus MC
Cormick fueron el complemento para los granjeros puramente
comerciales y los especuladores de la tierra que
extendieron las fórmulas.

Hubo dos sectores que experimentaron los primeros
cambios revolucionarios en la tecnología y la
organización económica: la industria del
algodón
y la del hierro. La
primera pasó de tener un papel insignificante a ser la
principal actividad manufacturera, fue el primer sector que
utilizó máquinas en gran escala.

Para que se produjera la revolución industrial
eran necesarias máquinas que no solo sustituyeran el
trabajo
manual, sino
que impusieran la concentración de la producción en
las fábricas. Por otro lado era necesaria una gran
industria que produjese una mercancía sujeta una demanda
amplia y elástica, en la cual la mecanización de
cualquiera de sus procesos de
manufactura
creara tensiones entre los otros y en la que el efecto de las
mejoras repercutiese en toda la economía.

Ello se dio en la industria del algodón, se
presentaba mejor a la mecanización por su resistencia,
tenía un mercado de
consumo
más amplio y, la elasticidad de la
oferta de
materia prima
era mayor.

El invento que transformó más radicalmente
a la industria algodonera fue la hiladora hidráulica,
patentada por Arkrwight.

En los primeros tiempos de la revolución
industrial, el sector metalúrgico tubo un crecimiento
mucho menor que el del algodón, pero su peso fue decisivo
porque la creciente oferta de metal barato facilitó la
mecanización de las otras industrias, la
difusión de la máquina a vapor y la
transformación de los medios de
transporte.

El surgimiento de las fábricas fue un cambio
general, paulatino y gradual.

El mercado nacional aumentó, debido al
crecimiento de la población. Fue muy importante el
traslado de los habitantes del campo a la ciudad, quienes
comenzaron a adquirir utensilios metálicos, vestimenta y
productos alimenticios.

El mercado externo se consolidó por el aumento
del comercio de
ultramar, Inglaterra vendió sus manufacturas a América, África y el lejano
Oriente.

Se considera que el papel del comercio de ultramar fue
fundamental como impulsor de la revolución industrial.
Además se requirió capital, con
el cual Inglaterra contaba en abundancia, este provenía de
las ganancias del mercado de ultramar y también del campo.
Comerciantes y propietarios invirtieron sus ganancias en la
industria, compraron maquinaria y abrieron
fábricas.

La nueva industria contó también con el
apoyo del estado, se
dictaron leyes que fijaban
los salarios
máximos, nunca los mínimos; con esto
favorecían la acumulación de capital de los
empresarios industriales. El gobierno apoyo
este crecimiento, a través de una política exterior
expansiva, medidas proteccionistas y un marco jurídico
claro.

La existencia en Gran Bretaña de suficientes
recursos
naturales, de carbón, que fue la principal fuente de
energía durante la revolución industrial. El
desarrollo de
las comunicaciones
terrestres y acústicas, que junto con las mejoras en el
trasporte, permitieron a Inglaterra comerciar con puntos
distantes y lograr el control del
comercio
internacional.

Cambios sociales, culturales,
económicos.

La educación inglesa era
una broma de dudoso gusto, aunque sus deficiencias se compensaban
en parte con las escuelas rurales y las austeras, turbulentas y
democráticas universidades calvinistas de Escocia, que
enviaban a un flujo de jóvenes brillantes, laboriosos y
ambiciosos al país meridional, las dos únicas
universidades, Oxford y Cambridge, eran intelectualmente nulas,
al igual que los institutos o internados privados, excluidos del
sistema
anglicano. Los temores sociales frustraban la educación de los
pobres por fortuna, eran necesarios pocos refinamientos intelectuales
para hacer la revolución industrial. Sus inventos
técnicos fueron sumamente modestos, y no superaron a los
experimentos
de los artesanos inteligentes en sus tareas, o las capacidades
constructivas de los carpinteros, constructores,
etcétera.

Las innovaciones técnicas
de la Revolución Industrial se hicieron realmente a si
mismas, excepto quizá la industria química.

Para fines prácticos la única
solución revolucionaria británica para el problema
agrario ya había sido encontrada. Un puñado de
terratenientes de mentalidad comercial monopolizaba la tierra, que
era cultivada por arrendatarios que a su vez empleaban a gente
sin tierras o propiedades de pequeñas parcelas. Muchos
residuos de la antigua economía aldeana subsistían
para ser barridos por las enclosure acts, y transacciones
privadas, pero difícilmente se puede hablar de un
campesinado británico en el mismo sentido que se habla de
un campesinado francés, alemán o ruso.

Un considerable volumen de
capital social ya estaba siendo constituido, en buques,
instalaciones portuarias y mejoras de caminos y canales. La
política estaba engranada con los beneficios. Las
peticiones de los hombres de negocio podían encontrar
resistencia en otros grupos de
interés; los agricultores iban a alzar una
última barrera para impedir el avance de los industriales
entre 1795 y 1846.Sin embargo, en conjunto se aceptaba que
el dinero no
sólo hablaba, sino que gobernaba, todo lo que un
industrial necesitaba adquirir para ser admitido entre los
regidores de la sociedad, era
bastante dinero.

El hombre de
negocios
estaba en un proceso de ganar más dinero, pues la mayor
parte del siglo XVIII fue para toda Europa un período de
prosperidad y de cómoda
expansión económica.

Las primeras manifestaciones de la revolución
industrial ocurrieron en una situación, en la que el
crecimiento
económico surgía de las decisiones
entrecruzadas de innumerables empresarios privados e inversores,
regidos por el imperativo de la época "comprar en el
mercado más barato para vender en el más
caro".

Gran Bretaña tenía una economía lo
bastante fuerte y un estado lo bastante agresivo para apoderarse
de los mercados de sus
competidores.

La indiferencia religiosa de los señores,
combinada con el cumplimiento de los deberes rituales,
había sido corriente entre los nobles, aunque las damas,
siguieron siendo muy devotas. Los nombres cultos y educados
podían ser creyentes en un ser supremo, sin embargo, su
actitud
respecto a la religión era
despectiva, casi la misma que si hubieran estado dispuestos a
declararse abiertamente ateos.

La descristianización masculina en las clases
cultas y educadas se remontaba a principios del
siglo XVIII, sus efectos públicos habían sido
sorprendentes y beneficiosos y apenas afectaba a los estratos
sociales bajo y medio.

El conocimiento
científico del hombre y su control sobre la naturaleza
aumentaban de día en día. Creían que la
sociedad humana y el individuo
podían perfeccionarse por la misma aplicación de la
razón, y que estaban destinados a su perfeccionamiento en
la historia.

Sobre estos puntos estaban de acuerdo los burgueses
liberales y el proletariado revolucionario.

Filosóficamente se inclinaban al materialismo o
empirismo.
Para el liberalismo
clásico el mundo humano estaba formado por átomos
individuales y con ciertas pasiones y necesidades, cada uno de
los cuales buscaba por encima de todo, las máximas
satisfacciones y las mínimas contrariedades. En su deseo
de satisfacer sus intereses, cada individuo, encontraba
útil o ventajoso entablar relaciones con otros individuos,
y este complejo de útiles tratos constituía la
sociedad y los grupos políticos o sociales.

La felicidad del mayor número era el verdadero
designio de la sociedad.

En forma opuesta a este pensamiento se
encontraba el utilitarismo puro, que reducía las relaciones
humanas que se mostraban en el liberalismo clásico,
limitado en el siglo XVII a algunos filósofos como Thomas Hobbes, cuyas
obras fueron recogidas por los utilitaristas británicos.
Había mostrado que el interés propio, que
justificaba una mayor interferencia de lo que era agradable en la
<natural libertad>
del individuo para hacer lo que quisiera y guardase lo que
ganara. El interés propio impedía cualesquiera
limitaciones a priori sobre el poder del
estado.

Una filosofía que eliminaba la moral y el
deber al reducirlos a cálculo
racional, podía debilitar el sentido de la
disposición eterna de las cosas entre los pobres
ignorantes sobre los cuales descansaba la estabilidad social. Por
razones como estas, el utilitarismo nunca monopolizó la
ideología de la clase media
liberal. John Locke
declaraba a la propiedad
privada un derecho
natural.

La argumentación social de la economía
política de Adam Smith es
elegante y consoladora. Cuando se dejaba producir las actividades
lo más incontrolablemente posible, daban lugar no
sólo a un orden social <natural>, sino
también al más rápido aumento posible de la
<riqueza de las naciones>, es decir, de la comodidad y el
bienestar y por tanto felicidad de todos los hombres. La base de
este orden natural era la división social del
trabajo.

Qué es lo que determina el florecimiento de las
artes en un determinado período, no está aclarado
aún. Sin embargo, es indudable que entre 1789 y 1848, la
respuesta debe buscarse ante todo en el impacto de la doble
revolución. Si una frase puede resumir las relaciones
entre artistas y sociedad en esta época, podemos decir que
la revolución industrial francesa lo inspiró con su
ejemplo y la revolución industrial con su horror, mientras
la sociedad burguesa surgida de ambas transformaba su existencia
y sus modos de creación.

Los artistas de aquel período se inspiraban y
estaban implicados en asuntos públicos.

Trazar un paralelo entre las artes y ciencias es
peligroso, pues las relaciones entre ellas y la sociedad en que
florecen son muy diferentes. La doble revolución
planteó nuevas y específicas exigencias, les
abrió nuevas posibilidades y las enfrentó con
nuevas problemas, en
parte porque su existencia sugería nuevos patrones de
pensamiento. La mayor parte de las actividades humanas tienen su
lógica
interna, que determina al menos una parte del movimiento de
la
ciencia.

El progreso de la ciencia no es
un simple avance lineal, pues cada etapa marca la
solución de problemas previamente implícitos o
explícitos en ella, planteando a su vez nuevos
problemas.

En Inglaterra, las mayores industrias era la textil
algodonera y la del carbón, hierro, el ferrocarril y la
naviera. Los conocimientos que las revolucionaron fueron los de
los hombres empíricos. El héroe de la
revolución del ferrocarril británico fue G.
Stephenson, quien no era un científico culto sino un
hombre intuitivo, un súper artesano más bien que un
técnico.

La ciencia se benefició con la educación
científica y técnica. Aquí fue
clarísima la influencia de la doble
revolución.

La época revolucionaria engrosó el
número de científicos y eruditos y extendió
la ciencia en todos sus aspectos. Vio al universo
geográfico de la ciencia ensancharse en dos direcciones.
En primer lugar, el progreso del comercio y la explotación
abrió nuevos estudios científicos y estimuló
el pensamiento sobre ellas. En segundo lugar, el universo
científico se ensanchó para abarcar poblaciones y
países que hasta entonces sólo le habían
aportado contribuciones insignificantes.

La química fue la más ligada a las
prácticas industriales. Tanto esta ciencia como la
física,
fue una ciencia prominentemente francesa.

La aplicación de los métodos
matemáticos a la sociedad realizó otro gran
avance.

Las ciencias
sociales fueron revolucionarias, lograron algo nuevo y
original, el descubrimiento de la historia como un proceso de
evolución lógica y no sólo
como una sucesión cronológica de
acontecimientos.

Las teorías
evolucionistas habían hecho progresos en el estudio de la
sociedad. El período de la doble revolución
pertenece a la prehistoria de
casi todas las ciencias sociales.

J. S. Mill fue el primero en reclamar la psicología como una
ciencia. Se fundó en Francia y en Inglaterra al mismo
tiempo,
sociedades
etnológicas especiales para estudiar las razas
humanas.

Gran Bretaña se convirtió en el
país geológico por excelencia.

La ciencia se fue desarrollando paralelamente tanto en
Francia como en Inglaterra, es por eso que se las suele estudiar
como a una misma, viendo sus similitudes.

Aparición de la industria

Industrialización: proceso mediante el cual una
formación social caracterizada por unas relaciones de
producciones precapitalista, basada en una economía
agricultora, experimenta un conjunto de transformaciones que se
desembocan en un nuevo modo de producción, capitalista o
de transición al socialismo. Desde
un punto de vista económico, lleva consigo modificaciones
sustanciales en la participación de los diversos sectores
en la formación del PNB (Producto
Nacional Bruto), en la distribución de la mano de obra y en la
participación de diversas industrias en el sector
industrial, ofreciendo trabajo a la mayoría de la
población.

Sus características son el abandono del medio
rural por amplias capas de población en busca de trabajo a
las ciudades; expansión y crecimiento de las urbes en
torno a las
cuales se instalan las grandes empresas
industriales; emergencia de la burguesía como clase social
detentadora de los medios de producción y que
defenderá el liberalismo en la creación de empresas
y el comercio; aparición de la cultura del
proletariado y, con ella, del movimiento obrero que encuentra su
expresión sociológica y filosófica en el
marxismo;
progresiva desaparición de los modelos
ilustrados y de la nobleza como detentadores de la titularidad de
los recursos económicos y del poder
político.

Principios fundamentales de la industria

El desarrollo de nuevas
tecnologías, como ciencias aplicadas, en un receptivo
clima social,
es el momento y el sitio para una revolución industrial de
innovaciones en cadena, como un proceso acumulativo de
tecnología, que crea bienes y
servicios,
mejorando el nivel y la calidad de
vida. Son básicos un capitalismo
incipiente, un sistema
educativo y espíritu emprendedor. La no
adecuación o correspondencia entre unos y otros crea
desequilibrios o injusticias. Parece ser que este desequilibrio
en los procesos de industrialización, siempre socialmente
muy inestables, es en la práctica inevitable, pero
mensurable para poder construir modelos mejorados.

La industria es el conjunto de procesos y actividades
que tienen como finalidad transformar las materias primas en
productos elaborados.

La normalización o estandarización es
la redacción y aprobación de normas que se
establecen para garantizar el acoplamiento de elementos
construidos independientemente, así como garantizar el
repuesto en caso de ser necesario, garantizar la calidad de los
elementos fabricados y la seguridad de
funcionamiento.

La normalización es el proceso de
elaboración, aplicación y mejora de las normas que
se aplican a distintas actividades científicas,
industriales o económicas con el fin de ordenarlas y
mejorarlas.

No era nueva la idea de concentrar en un lugar,
inclusive en un conjunto de edificios, un gran número de
trabajadores dedicados a diferentes operaciones
técnicas. La creación de estas organizaciones
bajo la
administración técnica unificada responsable de
procesos productivos sincronizados y en respuesta a las
condiciones del mercado. Los talleres y casas del sistema
anterior habían operado en un medio parcialmente
inmóvil, con una tecnología estática,
disfrutando de un monopolio.

La llegada de la fábrica fue consecuencia de las
limitaciones del sistema, la cual reunió bajo un mismo
techo tantas fases de trabajo como era posible y provechoso. Esta
concentración reducía los costos de
supervisión y transporte,
características del sistema anterior. Aumentó el
control sobre las fuerzas de trabajo y permitió una
sincronización más eficiente del mismo.

Los nuevos inventos que revolucionaron a la industria,
máquina de hilar, husos mecánicos, poderosos
telares, etcétera, eran relativamente sencillos y baratos
y compensaban enseguida sus gastos de
instalación con una altísima producción.
Podían ser instalados por pequeños empresarios que
empezaban con unas cuantas libras prestadas, pues los hombres que
controlaban las grandes concentraciones de riqueza del siglo
XVIII no eran partidarios de invertir cantidades importantes en
la industria.

Estalló la revolución industrial se
liberó el poder productivo de las sociedades humanas, que
se hicieron capaces de una constante, rápida y hasta el
presente, ilimitada multiplicación de hombres, bienes y
servicios. A la que se denomina despegue take-off. Debemos
agregar que antes de la revolución industrial Gran
Bretaña iba ya muy por delante de su principal competidora
potencial en cuanto a producción per-capita y
comercio.

La revolución industrial producía una
aceleración sin igual en la expansión de sus
mercados, dado a que ya se habían puesto los principales
cimientos sociales de una sociedad industrial, se
requerían dos cosas, primero, una industria que ya
ofrecía retribuciones para el fabricante que pudiera
aumentar rápidamente su producción total, si era
menester, con innovaciones baratas y sencillas; segundo, un
mercado mundial ampliamente monopolizado por la producción
de una sola nación.

Con la revolución se logró la
disminución del tiempo de trabajo necesario para
transformar un recurso en un producto útil, con la
utilización de máquinas. Esto permite reducir los
costes unitarios, y aumentar la productividad, si
bien es necesario incrementar los costes totales, lo que hace
imprescindible la acumulación de capital. Para entonces
está plenamente asentado en modo de producción
capitalista, que pretende la consecución de un beneficio
aumentando los ingresos y
disminuyendo los gastos. Con la revolución industrial el
capitalismo adquiere una nueva dimensión, y la
transformación de la naturaleza alcanza límites
insospechados hasta entonces.

La transición a la nueva economía
creó miseria y descontento, estalló la
revolución social. El descontento no se limitaba a los
trabajadores pobres. Los pequeños e inadaptables
negociantes, pequeños burgueses y otros, resultaron
también victimas de la revolución industrial. Los
trabajadores sencillos e incultos reaccionaron frente al nuevo
sistema destrozando las máquinas que consideraban
responsables de sus dificultades. La explotación del
trabajo que mantenía las rentas del obrero a un nivel de
subsistencia, permitiendo a los ricos acumular los beneficios que
financiaban la industrialización suscitaba el antagonismo
del proletariado.

Los obreros y los pequeños burgueses se
encontraban al borde de un abismo, lo que los uniría en
los movimientos de masas del radicalismo, democracia y
republicanismo.

El impulso para la industrialización, el primer
factor fue el trabajo, pues una economía industrial
significa una violenta y proporcionada disminución de la
población agrícola y un aumento paralelo en la
población urbana, y un rápido aumento general de
toda la población. Lo cual implica una revolución
agrícola.

La primera forma de división del trabajo fue la
asignación de funciones
según la condición sexual y la edad. La creciente
división de trabajo significó la
diferenciación de grupos
sociales, los campesinos y los comerciantes por ejemplo. Esta
nueva manera de organizar el trabajo tuvo consecuencias en la
organización social. Se estableció
así una jerarquía, en la base se encontraban los
que realizaban los trabajos que requerían mayor esfuerzo
físico, los campesinos; en la cúspide, los
guerreros y sacerdotes.

La variedad de actividades humanas se ha multiplicado y
la división y especialización del trabajo se ha
incrementado, surgiendo categorías, por ejemplo en los
gremios de artesanos medievales se establecieron diferencias
entre maestros, oficiales y aprendices; en la moderna empresa
industrial, entre supervisores, empleados y obreros. El taller
artesanal medieval y la moderna empresa industrial fueron dos
formas diferentes de organización del trabajo, pero en
ambas se estableció una división del trabajo basada
en una jerarquía de funciones, unos dirigen y planean el
trabajo, otros lo ejecutan y otros supervisan. Esta ha sido la
división del trabajo más importante.

Durante siglos, el trabajo físico estuvo
reservado a las personas de baja condición social,
esclavos, siervos y mitayos, que eran considerados degradantes
para los miembros privilegiados.

En la época moderna el trabajo fue considerado el
pilar de la riqueza de las naciones, y se concibió
más como un derecho que como un castigo.

Las luchas de los trabajadores obligaron a los gobiernos
a legislar en derecho
laboral.

En las pequeñas ciudades medievales surgieron
asociaciones que reunían a quienes practicaban una misma
actividad artesanal. Los mercaderes se asociaban para enfrentar
los peligros que los acechaban en las rutas. Así surgieron
las asociaciones de ayuda mutua de mercaderes y artesanos, los
gremios o corporaciones gremiales. En su comienzo estos eran
igualitarios y solidarios entre sus miembros, defendían el
derecho de sus miembros a ejercer el oficio y reglamentar cada
detalle del proceso de producción, duración de la
jornada, los precios, la
calidad de los productos. Los gremios ejercían un
monopolio sobre el mercado y la practica profesional.

En los talleres convivían maestros, oficiales y
aprendices, la jornada duraba entre 14 y 16 horas,
interrumpiéndose en días festivos.

Entre los siglos XII y XV se fue diferenciando el
capital del trabajo, los aprendices y oficiales terminaban
trabajando para el maestro. En consecuencia, muchos talleres
pasaron a depender de los mercaderes que comercializaban los
productos. En los siglos siguientes fueron surgiendo los talleres
manufactureros, donde existía una división del
trabajo y cada operario tenía solo una parte de la
responsabilidad de la confección del
producto.

Con la revolución industrial los empresarios
debieron afrontar los problemas de un mercado en constante
ampliación. Producir más a menores costos y tiempo.
El trabajo de varios operarios fue sustituido por la introducción de la máquina. Los
artesanos se convirtieron en trabajadores a sueldo en las
fábricas. Y a su vez la concentración de ellos en
los establecimientos fue acompañada por la
fragmentación del proceso productivo, en la cual cada
trabajador realizaba solo una parte del trabajo empleando
maquinarias. Esto contribuyó a la aceleración del
proceso de la división del trabajo. La reducción de
personal fue
la cara oscura de la producción automatizada.

En las nuevas formas de organización del trabajo
vemos que en el interior de la planta se mueven equipos que
tienen a uno de los obreros como líder y
todos conocen el trabajo de los demás. Se trata de
trabajadores calificados y capaces de realizar distintas
funciones, operar distintas máquinas, hacer registros
estadísticos y controles de calidad, de este modo, los
jefes y supervisores fueron reducidos o eliminados. En este modo
de organizar el proceso de trabajo los obreros son responsables
por la cantidad y calidad de su producción y de la
toma de
decisiones. Los obreros son jóvenes, no tienen
experiencia sindical y se adaptan a los cambios. Sus sugerencias
para reducir costos son tenidas en cuenta, lo cual los hace
sentir protagonistas en el proceso de
producción.

Gracias a revolución industrial las regiones se
pueden especializar, sobre todo, debido a la creación de
medios de transporte eficaces, un mercado nacional y otro
internacional, lo más libre posible de trabas arancelarias
y burocráticas.

Producción
en serie:

Antes de la revolución industrial del siglo XVIII
no existían grandes fábricas. El trabajo manual, la
habilidad y el esfuerzo físico desempeñaban un
papel muy importante. Sin embargo ya había
producción en serie, o sea cantidades importantes de
artículos de forma y calidad uniforme. La
utilización del vapor permitió ampliar la
producción en serie. Aparecieron las grandes
fábricas y paralelamente fue desapareciendo la mayor parte
de los artesanos, que fueron convirtiéndose en
obreros.

Las crisis
periódicas de la economía que conducían al
paro, a la
baja de producción, etcétera, eran bien conocidas.
En el siglo XVIII reflejaban alguna catástrofe
agrícola. Era frecuente en Inglaterra crisis
periódicas en los pequeños sectores fabriles y
financieros. Se atribuían por los hombres de negocios a
errores particulares en las operaciones de la economía
capitalista sin creer que reflejaran alguna dificultad del
sistema.

Como lo ilustra la industria del algodón, esta
industria disfrutaba de inmensas ventajas. La mecanización
aumentó mucho la productividad de los trabajadores, muy
mal pagados y en gran parte mujeres y niños.
Pero por encima de todos, el mayor costo fue
drásticamente rebajado por la rápida
expansión del cultivo de algodón en Estados Unidos
después de inventar Eli Whitney. Los empresarios gozaban
de la bonificación de una inflación, la tendencia
general de los precios a ser más altos cuando
vendían sus productos que cuando los
hacían.

Después de 1815 estas ventajas se vieron
neutralizadas por la reducción del margen de ganancias. La
revolución industrial y la competencia
causaron una constante y dramática caída en el
precio del
artículo terminado, pero no en los diferentes costos de la
producción. En segundo lugar, el ambiente
general de los precios era de deflación, las ganancias
padecían una ligera baja.

La situación general en toda la industria
británica, no era del todo pesimista. < Las ganancias
son todavía suficientes para permitir una gran
acumulación de capital en la manufactura>. Las ventas totales
seguían ascendiendo, el total de ingresos ascendía
también, aunque la unidad de ganancias fuera menos. Se
necesitaba llegar a una expansión astronómica y
sólo podía lograrse reduciendo los costos de los
jornales, el cual era el que más se podía
comprimir.

Comprimirse por una reducción directa de
jornales, por la sustitución de los caros obreros expertos
por mecánicos más baratos, y por la competencia de
la máquina. Redujo el saldo semanal de los trabajadores a
un total de cuatro chelines y penique y medio. Pero había
límite fisiológico a tales reducciones, si no se
quería q los empleados murieran de hambre, como les
ocurrió a quinientos mil tejedores manuales.

Manchester se convirtió en el centro de una
desesperada y creciente oposición militante al
terratenientismo en general.

Así pues, la industria se veía obligada a
mecanizarse, a racionalizarse y a un aumentar sus producciones y
sus ventas.

La legislación bancaria. En razón del
manejo de los grandes capitales y de los transacciones
comerciales realizadas dentro y fuera de Gran Bretaña, fue
necesario crear leyes que permitieran la organización de
los bancos y
transformaciones en sociedades bancarias que participaban
activamente en la vida económica de las empresas
industriales, por medio del manejo de créditos e inversiones.
Los bancos se relacionaban también con la
circulación de la moneda, necesaria para el funcionamiento
de las crecientes actividades económicas.

Transformaciones socio-económicas en Inglaterra,
como resultado de la revolución industrial. Esta fue el
motor que
impulsó al capitalismo, la acumulación de capital
hizo posible, el aumento progresivo de la generación de
capitales.

Nuevas relaciones sociales de producción. El
sistema industrial capitalista, al tener como propósito
esencial el afán de lucro y el constante incremento de
capitales, dio origen a que el trabajo humano se considerara como
una mercancía que podía comprarse con el pago de un
salario. De esta
manera, entre patrones y trabajadores se establecieron unas
relaciones frías e impersonales que contrastaban con el
trato paternal que antes de la revolución industrial se
prodigaba a los trabajadores e incluso a los siervos durante la
época feudal. Estas nuevas relaciones entre los
empresarios y los obreros industriales tendrían por
consecuencia serios conflictos
sociales, al exagerarse el interés egoísta de la
mayoría de los patrones a costa de la explotación
desmedida de los obreros.

Podríamos mencionar como las
características más sobresalientes de la primera
revolución industrial respecto a la economía, los
nuevos inventos tecnológicos en las actividades
productivas, tales como la suplantación del trabajo textil
manual en industrial; la consolidación de la industria
capitalista y el carácter colectivo de la producción.
También podemos destacar el crecimiento acelerado de la
población urbana, los movimientos migratorios y paralelo a
esto el surgimiento de una nueva estructura
social, simultáneamente se produjo un crecimiento de
la agricultura,
como fuente de recursos alimentarios.

Aparecieron nuevos ideales con respecto al
espíritu de empresa que coincidía con las ideas de
libertad proclamadas por los pensadores de la
ilustración francesa. En este período se
sancionaron nuevas leyes que transformaron los bancos de empresa
individuales a sociedades bancarias. El resultado de esta serie
de hechos dio como resultado gran cantidad de transformaciones
socioeconómicas.

La revolución industrial hizo posible como nunca
antes el aumento progresivo de la generación de capitales
contando con nuevas relaciones sociales de producción. El
trabajo humano paso a considerarse como una mercancía que
podía comprarse con un salario.

Como consecuencia de estas modificaciones surgieron
dificultades de los trabajadores para adaptarse a la nueva vida
en las ciudades industriales. Se Difundieron las innovaciones
tecnológicas a los países que reunieron los
requisitos socioeconómicos y políticos para
industrialización: Holanda, Francia, Estados Unidos,
Bélgica y Alemania.

Auge de la
economía

La conducta humana
es dirigida "en forma natural" por seis motivaciones que son el
egoísmo, la conmiseración, el deseo de ser libre,
el sentido de la propiedad, el habito del trabajo y la tendencia
a cambiar un objeto por otro. El mecanismo de estas motivaciones
permite que se de un equilibrio
natural en la conducta humana
de tal modo que cada individuo, al buscar su propio provecho, es
"conducido por una mano invisible a promover un fin que no
entraba en su propósito".

Por lo tanto, cuando se le deja en libertad, el
individuo no sólo obtiene su propio provecho, sino que
también promueve el bien común. La condición
de trabajo se origina en la inclinación natural del hombre
a cambiar una cosa por otra; así, llega a formular una de
las teorías económicas de mayor trascendencia: la
teoría
del valor-trabajo.
El trabajo constituye la medida real del valor de toda
mercancía y la verdadera fuente de la riqueza de las
naciones, porque al comprar un producto se está
adquiriendo en realidad la cantidad de trabajo contenida en
él, y se está cambiando por la cantidad de trabajo
propio del comprador. En torno de este mismo tema se distinguen
dos tipos de valor: el valor en uso, que se refiere a la utilidad que
posee un objeto en particular, y el valor en cambio, referente a
la capacidad que un objeto tenga para comprar otros
bienes.

También se distinguen las siguientes leyes
naturales que regulan la economía capitalista, y que
operan ínter-relacionadas:

El interés egoísta, mueve a la iniciativa
privada para que, ejerciendo la libertad de empresa, produzca los
artículos que la sociedad requiere para satisfacer sus
necesidades y los ponga en venta, con el
interés, limitado por el interés de los
demás, era el medio aumentar sus capitales.

La competencia, es un elemento fundamental en la
economía capitalista: si el productor de un determinado
articulo fuera una sola persona o
empresa, podría elevar sus ganancias sin medida; sin
embargo, surgen otros productores alentados por los beneficios
que el primero obtuvo, y al tratar de conseguir compradores,
ofrecen un producto de mejor calidad y, sobre todo, más
barato. Resulta entonces que el primer productor se ve obligado a
reducir sus precios y utilidades y, obviamente, a tratar de
superar la calidad de los artículos. De esta manera, "en
forma natural" se llega de un nivel razonable de precios, el cual
impide el abuso del producto y beneficia al consumidor.

La oferta de la ley y la demanda
se basa en el postulado de que en ninguna necesidad humana es
absolutamente limitada; esto es, que llegado un punto en que la
necesidad del consumidor se satisface por completo, esta deja de
existir como tal y, por lo tanto, la sociedad no puede requerir
de un volumen limitado de determinado articulo dentro de un
periodo determinado. Es por eso que aun cuando el numero de
productores su hubiera multiplicado excesivamente en u
renglón especifico y pudieran aumentar en forma desmedida
su capacidad de producción, llegará un momento en
el que no habrá quien compre todo lo que producen y se
verán forzados, para que su empresa sobreviva, a reducir
tanto los precios como la producción, hasta dedicarse a
otros campos de actividad productiva, lo cual resulta
benéfico para la sociedad por cuanto contribuye a la
diversificación de la economía.

Esta ley opera asimismo en las relaciones entre el
capital y el trabajo porque la capacidad de trabajo de los
obreros es equivalente a las mercancías en el sentido de
que al igual que estas, el trabajo tiene un valor y puede ser
vendido por los obreros y, por consiguiente, está sometido
también a la ley de la oferta y la demanda. Así,
cuando la demanda permite a los productores elevar los precios de
las mercancías y obtener cuantiosas ganancias, su
"interés natural" los alienta para aumentar la
producción y, en consecuencia, se ven en la necesidad de
contratar un mayor número de obreros, a los que
tendrán que pagar salarios más altos.

Pero una vez que se ha saturado el mercado y la oferta
ha llegado a ser mayor que la demanda, con el propósito de
mantener sus utilidades, los productores se ven obligados a
reducir los salarios y, como últimos recurso, a despedir a
los obreros que se habían contratado de más. Estos
obreros desocupados pasan de inmediata a constituir un nuevo
volumen de oferta de trabajo, entonces más barato que
puede ser aprovechado por los productores de otro tipo de
mercancías para ampliar sus actividades, o puede permitir
la diversificación de la producción, con lo cual
otra vez aumenta la demanda de trabajadores. De esta manera la
ley de la oferta y la demanda opera "automáticamente" para
mantener el equilibrio de la economía capitalista, tanto
en lo que se refiere a los precios de las mercancías, como
al nivel de los salarios de los trabajadores.

Las leyes de la acumulación y de la
población: de acuerdo con la ley de la acumulación,
cuando las utilidades de una empresa
permiten que el productor tenga un gran acervo capital, es decir
que haya acumulado suficiente dinero para destinarlo a nuevas
inversiones en trabajo productivo, buscará expandir su
actividad económica y necesitará entonces contratar
una mayor cantidad de obreros, de lo cual resulta una demanda que
hará subir los salarios. En ese momento cuando entra en
funcionamiento la ley de población, porque al mejorar los
salarios mejoran también las condiciones de vida de los
trabajadores y, en consecuencia, se reduce el índice de
mortalidad infantil, que en aquella época era muy alto. A
su vez, esto permite que aumente la población y haya
más obreros, con lo que, al incrementarse la oferta de
trabajo, el nivel de los salarios vuelve a bajar.

Según la teoría de Adam Smith, "los
gobiernos no deberían de intervenir en la economía
restringiendo las libertades de los empresarios para producir y
comerciar", porque entorpecen el mecanismo de las "leyes
naturales" de la economía. Esta idea habría de ser
primordial para el posterior desarrollo de la economía
capitalista. La población tiende a crecer más
rápidamente que la oferta de alimentos disponible para
satisfacer las necesidades. Por lo tanto, cuando se da un momento
de la reproducción del superior al crecimiento de
la población, se estimula la tasa de crecimiento; en
sentido contrario, si la población aumenta demasiado en
relación a la reproducción de alimentos, el
crecimiento se frena por causa de las hambrunas ocasionadas por
la escasez de
alimentos, con intervención además de las enfermedades y las guerras en el
decrecimiento de la población. Según la cual la
fertilidad de una sociedad contribuye al progreso
económico

Extensión de la revolución industrial a
otros países: la revolución tecnológica, con
los cambios que implicaba en la vida económica y social,
se extendió fuera de la Gran Bretaña,
principalmente a aquellas regiones que se reunían los
requisitos, al menos los indispensables, para la
industrialización. Holanda y el norte de Francia fueron
las primeras regiones en participar de la revolución
industrial, que luego se extendió a otros países
como Estados Unidos, Bélgica, Alemania, Suiza y algunas
regiones de Italia y Rusia. En
estas naciones se dio un progreso continuo aunque mas lento que
en Inglaterra, que se mantenía a la cabeza como
país industrial y marcaba las pautas que habían de
seguirse en la economía del mercado mundial; sin embargo,
la expansión industrial dio origen a una nueva forma de
competencia entre las naciones y un nuevo motivo para luchar por
la supremacía mundial.

En las economías capitalistas se opera un
fenómeno de concentración del capital y de la
producción de manera que el número de empresas
diminuye, en tanto que la producción crece
considerablemente. Esa concentración se debió a dos
factores principales: en primer lugar, la adquisición y el
mantenimiento
de las nuevas maquinas creadas por el progreso técnico
representaban gastos muy grandes que sólo las empresas
más fuertes podían costear; el segundo factor, muy
relacionado con el primero, se refiere a la búsqueda de
máxima rentabilidad,
esto es, de mayores utilidades para el empresario, la
cual solamente podrían lograr las empresas de grandes
dimensiones, capaces de sacar mayor provecho de los recursos,
empleando maquinaria mas moderna que aumenta la productividad del
trabajo y, en consecuencia, disminuyera los costos de
producción.

Esta situación ponía en desventaja a las
empresas pequeñas, que se iban rezagando en la
obtención de utilidades y eran las mas afectadas cuando
ocurrían crisis económicas, incluso llegaban a
desaparecer por no estar en condiciones de competir con las
grandes empresas. Estas fueron absorbiendo los mercados y
controlando la producción, y propiciaron con ello un
elevado nivel de concentración, que condujo al surgimiento
del monopolio capitalista, el cual consiste en una
situación de mercado en la cual la producción y
venta de un artículo específico están
dominadas por una sola empresa cuyo poder económico le
permite absorber a los competidores. Las condiciones que
caracterizan al monopolio puro se consideran completamente
opuestas a las de la competencia
perfecta descrita por Adam Smith. Al no existir competidores,
la empresa
monopolista esta en posibilidades de imponer sus reglas en cuanto
a precios, calidad de los productos y condiciones de venta; en
consecuencia, los consumidores no tendrán mas alternativa
que aceptar esas condiciones de mercado al adquirir los productos
requeridos para satisfacer sus necesidades.

La concentración monopolista se dio
también en el sistema bancario al producirse la función
del capital bancario y el capital industrial. Desde la fase
anterior al proceso de industrialización, si había
operado un cambio en la función de los bancos, que
habían dejado de ser modestos intermediarios de los pagos
para convertirse en socios capitalistas. Al irse incrementando
las operaciones bancarias con el desarrollo industrial de los
países europeos y de Estados Unidos en el ultimo tercio
del siglo XIX, se formaron poderosos consorcios financieros que
manejaban casi todo el capital monetario de los empresarios, y
absorbían a los pequeños banqueros que no tenias la
capacidad requerida para competir con ellos.

Para comienzos del siglo XIX los grandes grupos
financieros de las potencias occidentales controlaban todo el
mecanismo de la economía capitalista al centralizar
capitales e ingresos monetarios, y es en esos momentos cuando
comienza a cobrar mayor importancia la alianza entre los
banqueros y los grandes empresarios, que fusionan ambos
capitales, el bancario y el industrial, mediante la
adquisición de las acciones de
las empresas por parte de los banqueros o bien ocupando algunos
de ellos puestos directivos en la administración de las mismas.

Partes: 1, 2, 3
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter