Organismos genéticamente modificados (OGMS): detección y cuantificación
- Resumen
- Detección de
OGMs - Flujo
lateral o lateral flow - Ensayo
de inmunodetección ligado a enzima
(ELISA) - Otro
formato para inmunoensayos - Métodos
basados en la detección del ADN
introducido - Comparación
de las técnicas de detección de proteínas
y detección de ADN. - Métodos
cuantitativos utilizando PCR. - ¿Cómo
detectar OGMs en el futuro? - Bibliografía
Resumen
Una gran cantidad de plantas
genéticamente modificadas (GM) han sido aprobadas para su
cultivo en el ámbito mundial, luego de haber pasado por
rigurosos controles de seguridad
alimentaria y ambiental. El establecimiento de una metodología disponible, validada y
económica, para la detección y
cuantificación del contenido de organismos
genéticamente modificados (OGM) en alimentos se ha
convertido en una necesidad evidente. Los métodos
basados en la reacción en cadena de la polimerasa (PCR),
resultan de gran utilidad.
En el presente artículo se describe
el estatus metodológico para la detección de OGM en
la cadena
alimenticia, haciendo énfasis particular en la
utilidad de la reacción en cadena de la
polimerasa.
Introducción
Desde tiempos inmemorables los seres humanos han
modificado el entorno que los rodea y han seleccionado
características valiosas de diferentes plantas y animales. Los
métodos convencionales de mejoramiento de plantas y
animales, a través de la fertilización cruzada y la
selección, han permitido desarrollar
variedades, con grupos de
características particulares (Ortiz, 2002).
En las últimas tres décadas, los
investigadores han descubierto que el ADN puede ser
modificado o intercambiable entre plantas, animales, bacterias y
otros organismos. La llamada tecnología del ADN
recombinante permite combinar fragmentos de la molécula de
ADN de dos o más fuentes
diferentes o de regiones diferentes del genoma. El proceso de
modificar el ADN de un organismo o de transferirlo de un
organismo a otro, mediante la ingeniería
genética, nos lleva a obtener plantas, animales o
microorganismos genéticamente modificados (Ortiz,
2002).
La historia del desarrollo de
la ingeniería genética
en plantas se inicia en 1983 con las primeras modificaciones de
células
vegetales. En 1984 se producen las primeras plantas
transgénicas y en el 1986 se realizan las primeras
pruebas de
campo y se desarrollan plantas resistentes a virus. En 1988 se
desarrollan plantas resistentes a plagas (insectos) y a
herbicidas, en 1989 se trabaja en la maduración de los
frutos y ya para 1990 hay más de 100 pruebas
experimentales en el campo, obteniéndose en 1995 los
primeros productos
comerciales (Ortiz, 2002).
La era de los denominados ¨alimentos
transgénicos¨ para el consumo humano
directo, se inició el 18 de mayo de 1994, cuando la Food
and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos
autorizó la comercialización del primer alimento con un
gen ¨extraño¨, el tomate
¨Flavr-Savr¨, con maduración retardada, obtenido
por la empresa
Calgene (Zamudio, 2005).
Esta tecnología ha generado controversias en
cuanto a como controlar y regular la introducción de los OGM en los diferentes
mercados del
mundo, existiendo los siguientes instrumentos internacionales
relacionados con este tema:
- Convenio sobre Diversidad Biológica: En 1992,
en la Cumbre de la tierra de
Río de Janeiro, se firmó este
convenio. - Protocolo de Cartagena: la elaboración y firma
de este protocolo
estaba prevista desde el origen de la firma del convenio sobre
Diversidad Biológica.
La palabra "transgénico" proviene de "trans"
(cruzar de un lugar a otro) y "génico" (referido a los
genes), o sea, es todo aquel organismo que tiene
incorporado un gen extraño. Es decir, los OGM son
organismos, cuyo material genético ha sido modificado de
una manera que no acaece en el apareamiento o
recombinación natural, por la introducción de genes
de otras especies (Martínez, 2002; Zamudio,
2005).
A grandes rasgos, una planta genéticamente
modificada es aquella a cuyo genoma se han incorporado uno o
más transgenes mediante ingeniería genética.
Estos trasngenes poseen una secuencia nucleótidica
específica y se expresan generando una proteína
nueva en el organismo, lo cual le va a conferir un nuevo fenotipo
a la planta (Ahmed, 2002). En cualquiera de estos tres niveles,
ADN, proteínas
o fenotípico, es posible hacer un análisis para determinar cualitativa o
cuantitativamente la presencia de una modificación
genética (Tozzini, 2004).
Durante el año 2000 los países que
cultivaron mayor cantidad de plantas genéticamente
modificadas fueron: Estados Unidos, Argentina, Canadá, y
China. Otros
países como Sudáfrica, Australia, Rumania, México,
Bulgaria, España,
Alemania,
Francia y
Uruguay,
también lo hicieron, pero en menor escala. Para ese
mismo año, los cultivos que se sembraron en mayor
proporción fueron soya (59%), maíz
(23%), algodón
(12%), y canola (6%). En su gran mayoría los caracteres
insertados en estos cultivos corresponden a tolerancia a
herbicidas y resistencia a
plagas (Ortiz, 2002).
Los Organismos Genéticamente Modificados (OGM),
han sido tema de debate desde
que surgieron. De acuerdo con sus defensores, los OGM prometen
una era de bonanza para los productores al ofrecer nuevas
soluciones, a
más bajo costo, a viejos
problemas como
el control de
plagas, enfermedades o malezas.
Según esta visión, los consumidores se
beneficiarán por la existencia de alimentos con nuevos
atributos de calidad, como
aquellos diseñados para que puedan ser consumidos por
personas que padecen determinadas enfermedades o que enfrentan
carencias crónicas de ciertos tipos de vitaminas.
Los detractores de los OGM, sin embargo, argumentan acerca de su
peligro potencial para el medio
ambiente, para la salud humana y para la
estabilidad de otros seres vivos. De la misma forma,
señalan que estas tecnologías están
diseñadas de tal forma de profundizar la influencia y el
control de las
empresas del
sector biotecnológico sobre la producción mundial de alimentos (http://www.rimisp.cl/boletines/bol19/).
De acuerdo a las estadísticas del Servicio
Internacional para la adquisición de Aplicaciones de la
Agrobiotecnología (ISAAA), el área global de
plantaciones de semillas genéticamente modificadas ha
crecido 47 veces desde 1996, siendo el área global de
estas semillas en el 2004, de 81 millones de hectáreas,
cultivados por 8.25 millones de campesinos en 17 países
(http://www.eximbankagro.com).
Una gran cantidad de plantas genéticamente
modificadas han sido aprobadas para su cultivo en el
ámbito mundial, luego de haber pasado por rigurosos
controles de seguridad alimentaria y ambiental. Sin embargo,
algunos mercados, en particular la Unión
Europea, tienen estrictos requerimientos para su etiquetado.
La normativa de etiquetado que rige desde el 2004, establece el
etiquetado obligatorio de los alimentos derivados de un OGM,
independientemente de la detectabilidad de ADN o proteínas
y sólo admite la presencia accidental de hasta un 0.9% de
OGM aprobado o de un 0.5%, en el caso de eventos
aún no aprobados pero con un dictamen de Bioseguridad
favorable (Tozzini, 2004) y valores de
0.3-0.5-0.7% para semillas. El límite de 0.9% tiene como
objetivo
excluir la presencia accidental de ingredientes
transgénicos en alimentos convencionales debido a una
contaminación involuntaria (http://revista.consumer.es/web/es/20021001/actualidad/analisis1/52487).
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