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Los judíos del Occidente musulmán Al-Ándalus Y Sefarad (página 2)



Partes: 1, 2

SEFARAD
EN AL-ÁNDALUS

El historiador español
Ignacio Olagüe explica en su obra La Revolución
Islámica en Occidente
(Fundación Juan March,
Barcelona, 1974), como los arrianos y judíos
solicitaron la ayuda y el auxilio de los

musulmanes para liberarse del yugo de la monarquía visigoda con sede en Toledo.
Éstos habían consolidado su dominio en la
Ifriqiya (Tunicia) hacia el 670; en 701 alcanzaron el extremo
occidental del Magreb y en 708 entraron en Tánger.

La llegada de los
musulmanes

La historia de la España
musulmana comienza en el año 711/92, a finales de abril en
que Tariq Ibn Ziad (m. 720), a la cabeza de un ejército de
siete mil hombres en el que domina la etnia bereber
de la que él forma parte (los árabes eran menos de
300), cruza el estrecho que llevará a partir de entonces
su nombre para desembarcar en la Península Ibérica.
El contingente islamo-bereber hizo la travesía a bordo de
la flota del conde Don Julián, el antiguo gobernador
bizantino de Ceuta (Septum: por sus siete colinas) que se
había puesto al servicio del
gobernador o walf musulmán de la provincia de
Ifriqiya, Musa Ibn Nusair (640-714), con sede en
Qairauán.

Respecto a Musa Ibn Nusair, el historiador
musulmán almohade Ibn al-Kardabús, del siglo XII,
nos dice que pertenecía a la escuela de
pensamiento
shií(4). Su padre había sido Nusair
al-Bakrí, a quien el fundador de la dinastía omeya,
Mu‘awiya ibn Abu Sufián había conferido el
mando de su guardia, pero él se negó a combatir
contra el cuarto califa, Alí ibn Abi Talib (600-661). Musa
Ibn Nusair haría la alianza con el arriano conde Don
Julián, señor de Tánger y Ceuta. Así,
en 710/91 envió a su lugarteniente Tarif con 500 hombres a
ocupar el saliente sur de la Península donde la ciudad de
Tarifa lleva su nombre y a la cual impuso un pesado tributo, o
sea "la tarifa", para castigar los excesos de la
gobernación visigoda contra los cristianos arrianos de la
región. El profesor
Olagüe en la obra ya citada, muy recomendable por cierto,
brinda pormenorizados detalles de este asunto.

Volviendo a nuestro tema anterior del cruce de Tariq,
éste al frente de sus hombres desembarcó en las
cercanías del famoso peñón al que se
dió su nombre: Ÿábal al-Tariq, "Monte
de Tariq", es decir, Gibraltar. El 19 de julio de ese mismo
año, por las orillas del río Guadalete,
logró una victoria decisiva sobre el rey visigodo Don
Rodrigo. Un mes más tarde, su lugarteniente Mughit
ar-Rumí cercó la ciudad de
Córdoba.

Dice el erudito judeomarroquí y profesor
emérito de la Universidad de
París, Haim Zafrani (Essaouira, 1922): «Durante
el asedio, los judíos se encierran en sus hogares
esperando impacientemente el desenlace. Contrariamente a lo que
sienten por los godos y su clero, no temen en absoluto la llegada
de los musulmanes en los que tienen puestas todas sus esperenzas,
pues no olvidan que los reyes visigodos los han oprimido
despiadadamente. Sirviéndose de estratagemas, los
judíos —según narran los historiadores
musulmanes y cristianos— contribuyeron a facilitar la
entrada del ejército islámico a la ciudad,
celebrando su victoria. Mughit los tomó a su servicio,
confiándoles la guardia de la ciudad. Lo mismo
ocurrió en Toledo, y en Sevilla, donde Musa Ibn Nusair
dejó una guarnición judía para mantener el
orden»
(Haim Zafrani: Los Judíos del
Occidente Musulmán. Al-Ándalus y el Magreb
,
Editorial Mapfre, Madrid, 1994,
pág. 21).

A partir de entonces, España entró en el
seno de Dar al-Islam, "la Casa del Islam", y los
cristianos arrianos y judíos se integraron armoniosamente
en el estado
musulmán que se fue forjando. Así, los
judíos españoles, al convertirse en miembros de un
dominio que se extendía desde el Atlántico hasta la
China, se
reencontraron con sus hermanos de las demás comunidades
judías de Oriente y de Africa del Norte,
reanudando sus lazos socioculturales y económicos. Por
otra parte, los cristianos unitarios visigodos e hispanorromanos
consolidaron y reafirmaron su identidad
monoteísta junto con sus hermanos en la fe, musulmanes y
judíos.

4-Aunque muy poco es lo que sabemos sobre el
alfaquí e historiador andalusí Abu Marwán
Abd al-Malik al-Tawzari Ibn al-Kardabús (vivió
entre la segunda mitad del siglo XII y principios del
XIII), podemos precisar que estudió en Alejandría y
su vida transcurrió prácticamente en la ciudad de
Tawzar (Tozeur) en Ifriqiyya (Tunicia meridional). Su Kitab
al-iktifá fi ajbar al-julafá
("Libro de lo
suficiente relativo a la historia de los califas"), es una
historia general del Islam, desde los tiempos del Profeta (BPD)
hasta la época del califa almohade Abu Yusuf Ya’qub
al-Mansur (que gobernó entre 1184-1199), el constructor de
la torre minarete de la Giralda de Sevilla. Esta obra fue
traducida por el profesor Felipe Maíllo Salgado de la
Universidad de Salamanca con el título Historia de
al-Ándalus
(Akal, Madrid, 1993), y en ella encontramos
datos
interesantes, como el origen shií del general Musa Ibn
Nusair, el primer gobernador de al-Ándalus (ver
págs. 56 y 57).

Las raíces
del antisemitismo

No es antojadiza la tesis del
profesor Allan Harris Cutler, cuando en su obra erudita: The
Jew as Ally of the Muslim: Medieval Roots of Anti-Semitism

(University of Notre Dame Press, Indiana, 1986) afirma que la
unidad política, económica, cultural y
religiosa de judíos y musulmanes en al-Ándalus,
durante las Cruzadas (1099-1291) y a lo largo de la historia del
Imperio otomano (1299-1909), hizo nacer las fobias antisemitas
entre los europeos. «El judío como aliado del
musulmán» era algo inconcebible para la paranoia
que

asolaba la Europa
altomedieval.

El esplendor del
califato de Córdoba

En 863, el emir cordobés Muhammad I (g. 852-886)
convoca un congreso para la unión y fraternidad de
judíos, cristianos y musulmanes. El erudito español
Felipe Torroba Bernaldo de Quirós nos confirma esta
crónica, bastante poco conocida pero históricamente
fidedigna: «… tras la ruina del estado
visigodo, los israelitas irrumpen nuevamente en España de
la mano de los musulmanes. Comenzó entonces la
época dorada de los judíos españoles… Se
instalaron por doquier y prosperaron por todas partes.
Encontraron un ambiente de
tolerancia
—característica de los árabes en sus
conquistas—… A la sombra de la Media Luna, los israelitas
lograron el poderío, el saber, y las riquezas, que
convergían en sus manos… Los hebreos, aparentemente
identificados con los vencedores árabes, ven llegado el
momento del renacer de su raza, en adoptar sus costumbres y su
lenguaje. Los
omnipotentes califas de Córdoba presenciaron el apogeo de
una cultura
—complementaria de la suya— que irradiará un
resplandor cegador frente a las incipientes civilizaciones
europeas»
(F. Torroba Bernaldo de Quirós:
Historia de los sefarditas, Eudeba, Buenos Aires,
1968, págs. 14-15).

«Desde el primer momento los judíos se
pusieron del lado de los invasores, quienes reforzaron las
colonias judías establecidas en ciudades como
Córdoba, Granada, Sevilla, Toledo y otras, con los
contingentes judíos que durante los siglos VIII y IX
inmigraron desde el norte de Africa. En el siglo IX se
tenía a Lucena por ciudad judía y con tal
denominación designaron los geógrafos
árabes de los siglos X al XII a ciudades como Granada y
Zaragoza… Los árabes toleraban a los judíos como
" gentes del Libro", es decir, de la Biblia., y al servicio de
los nuevos señores se convirtieron en eficaces auxiliares
para el comercio y
la
administración. La época más gloriosa
del judaísmo en tierras europeas de todos los tiempos
comenzó con el reinado de Abderrahmán III (912-961)
y se prolongó hasta el siglo XII. En la corte de
Abderrahmán ocupó un lugar de preeminencia el
judío Hasday ibn Shaprut, quien ejerció las
funciones de
médico real y diplomático en las relaciones del
califato con los reyes cristianos peninsulares, y con los
emisarios del emperador alemán Otón I y del de
Bizancio; es notable también su carta a
José, último rey de los jazares. El alto cortesano
ejerció el mecenazgo con los suyos, favoreciendo la
poesía
y la gramática hebreas así como las
traducciones de obras científicas del griego al
árabe. El fue el primer impulsor de la cultura hebrea en
la Península y del renacer del hebreo como lengua
literaria; en su tiempo
recibieron también decisivo impulso los estudios
rabínicos, fundándose academias en Córdoba y
Lucena. Al-Ándalus había de convertirse en el
centro espiritual del pueblo judío, arrebatándole a
Babilonia su prepoderancia.

Con la caída a comienzos del siglo XI del
califato cordobés y su desmembración en los
llamados reinos de taifas
no decayó sino que por el contrario aun alcanzó
mayor esplendor la cultura hebrea, destacando sobre todo las
comunidades de Granada y Zaragoza. La gran figura del reino de
Granada fue Samuel ibn Nagrela, llamado Hanaguid, visir del rey
Badís y hábil político que durante muchos
años fue el organizador de la política granadina y
general de sus ejércitos, a la vez que extraordinario
poeta y erudito rabino. A su muerte en 1056
le sucedió en el cargo su hijo Yosef, quien como su padre
se rodeó de judíos en los altos puestos de la
administración del reino… En el reino de
Zaragoza varios personajes judíos ocuparon destacados
puestos en la corte, al amparo de cuyo
patronazgo alentaron poetas como Salomón ibn Gabirol y
moralistas como Bahiá ibn Paquda.

El tipo de judío andalusí que se plasma
en la poesía hebrea de la época es la del cortesano
culto y refinado, que siendo amante de los placeres del mundo, de
las letras y de las ciencias, se
esfuerza en aunar con todo ello la religiosidad tradicional
judía. Los jóvenes estudiaban junto con el Talmud
otras materias, como poética, filosofía, medicina,
astronomía, etc.»
(Elena Romero
Castelló y Uriel Macía Capón: Los
Judíos de Europa. Un legado de 2000 años
.
"Al-Ándalus", Anaya, Madrid, 1997, págs. 26-29).

La intolerancia
bereber

La irrupción de los musulmanes bereberes
almorávides (1090-1147) y almohades (1147-1232) en
al-Ándalus no sólo no solucionó la amenaza
castellano-aragonesa—vigente desde la
disolución del califato de Córdoba—, sino que
se constituyeron en estados bastantes retrasados si se los
compara con el brillante califato cordobés y, por sobre
todo, estuvieron en las antípodas de ese espíritu de
generosidad, tolerancia y convivencia que caracterizó al
gobierno
musulmán de la ciudad a orillas del Guadalquivir. Los
almorávides no fueron capaces siquiera de reconquistar
Toledo (perdida en 1085), y ellos mismos cedieron a los
cristianos Zaragoza y otros importantes enclaves
andalusíes.

Luego de la derrota del ejército del califa
Muhammad an-Nasir en la batalla de las Navas de Tolosa (16 de
julio de 1212), la España almohade se quebró en las
llamadas «terceras taifas» que fueron conquistadas
por los cristianos una a una: Córdoba en 1236, Valencia en
1238, Sevilla en 1248. La negligencia y quietismo almohades
estuvo a punto de hacer perder al Islam la totalidad de
al-Ándalus.

Las inadmisibles arbitrariedades y persecuciones
almohades contra los judíos y mozárabes a partir de
mediados del siglo XII, se extendieron a los musulmanes
andalusíes. El gran médico, filósofo y
jurisprudente Ibn Rushd (1126-1198), el Averroes de los
escolásticos latinos —máximo exponente del
pensamiento musulmán andalusí—, fue censurado
y padeció confinamiento hasta el fin de sus días;
sus libros fueron
quemados y su nombre execrado.

Su compatriota y colega Maimónides se vio
obligado a buscar refugio en otras regiones del Islam (Marruecos
y Egipto),
debido a la práctica evidentemente anti-profética y
anti-islámica instaurada por los almohades de exigir a
judíos y cristianos la conversión a su credo:
«Cuando por el avance de las conquistas de los reinos
cristianos del norte, los reinos de taifas se derrumabron,
ocupó su lugar el imperio de los almorávides
venidos del norte de Africa, más intransigentes en
materia
religiosa. Muchos judíos huyeron entonces de sus ciudades
hacia los reinos cristianos; sin embargo, poco después
volvieron las aguas a remansarse y es ahora cuando llega a su
máximo esplendor la academia rabínica de Lucena. El
golpe de gracia a la esplendorosa cultura judía de
Al-Ándalus se lo dieron los almohades, fanáticos
religiosos norteafricanos, que llegados a la Península
para ayudar a sus hermanos en su lucha contra los reyes
cristianos, exigieron de todos sus súbditos la
conversión al Islam. La inmensa mayoría de los
judíos andalusíes huyó entonces de sus
tradicionales lugares de asentamiento. Unos escaparon a tierras
musulmanas, como es el caso de la familia de
Maimónides, que recaló finalmente en Egipto. Otro
nutrido grupo
emigró a Provenza, adonde se llevaron su rico bagaje
cultural ayudando decisivamente al desarrollo
intelectual de las comunidades allí asentadas; tal fue el
caso, por ejemplo, de los miembros de las familias
andalusíes de los Qimhí y los Ibn Tibbon que
desarrollaron en Provenza una intensa actividad en diversos
campos del saber judío. Pero la gran mayoría de los
judíos andalusíes se establecieron en los reinos de
Castilla y Aragón, que vieron así aumentar
considerablemente su población judía»
(Elena
Romero Castelló y Uriel Macía Capón: Los
Judíos de Europa. Un legado de 2000 años
. O.
cit., pág. 28).

Sin embargo, debemos ser objetivos en
la evaluación
de esta dos dinastías africanas. Su autoritarismo
más se debía a su rudeza tradicional e incapacidad
para gobernar un territorio tan complejo como al-Ándalus
que a una deliberada mala intención. Nunca consumaron
matanzas ni represiones generalizadas contra los judíos ni
contra ninguna otra minoría. Su grave equivocación
fue tratar de convertir compulsivamente al Islam a éstos y
a los mozárabes.

Sin lugar a dudas, almorávides y almohades
estuvieron en las antípodas de los Reyes Católicos
Isabel I (1451-1504) y Fernando II (1452-1516) y sus sucesores,
los Habsburgo Carlos V (1500-1558), Felipe II (1527-1598) y
Felipe III (1578-1621). Estos monarcas reaccionarios trataron de
erradicar definitivamente el Islam y el Judaísmo de la
Península mediante una sistemática campaña
de asesinatos masivos e individuales, la desaparición de
personas, la institucionalización de la delación y
la tortura, y la destrucción del patrimonio
cultural y religioso de judíos y musulmanes.

Contaron para ello con los recursos de una
organización terrorista como el Santo
Oficio(5) —que lo único que tenía de santo
era el nombre—, y luego con la Inquisición
española (fundada en 1478), encabezada por expertos
verdugos como el fraile dominico Tomás de Torquemada
(Valladolid 1420-Ávila 1498) —confesor de los Reyes
Católicos— y su sucesor, el cardenal Francisco
Jiménez de Cisneros (1436-1517), Inquisidor General, el
mismo que el 18 de diciembre de 1499 hizo quemar en la puerta de
Bib Rambla en Granada las librerías de los moriscos;
más de ochenta mil manuscritos árabes de la
España musulmana se perdieron para siempre.

Más de treinta mil judíos y moriscos
fueron asesinados entre 1498 y 1568. Muchos miles más
fueron torturados y encarcelados. La Inquisición
española sería abolida por Napoléon
Bonaparte en diciembre de 1808 (cfr. Thomas Hope:
Torquemada, Losada, Buenos Aires, 1944; A.S. Turberville:
La Inquisición española, FCE, México,
1971, pág. 126).

5-La Inquisición se constituyó en Roma en 1231, con
los estatutos Excommunicamus de Gregorio IX (papa entre
1227-1241). La razón argumentada por la Iglesia fue
que había que combatir la herejía de los albigenses
o cátaros en el sur de Francia a
través de una organización
jurídico-religiosa con plenos poderes. En 1252 Inocencio
IV (papa entre 1243-1254), bajo la influencia del renacimiento del
Derecho
romano, autorizó la práctica de la tortura para
extraer la verdad de los sospechosos. Hasta entonces este
procedimiento
había sido ajeno a la tradición canónica.

Los judíos
de Castilla y Aragón: entre los mecenazgos y las
persecuciones

En el siglo XII justamente, en esa ciudad a orillas del
Tajo (bajo dominio cristiano desde 1085), comenzó a
funcionar la célebre escuela de traductores, fundada por
el arzobispo don Raimundo de Toledo (1125-1252), que
alcanzará su fama mayor con el mecenazgo de Alfonso X el
Sabio, rey de Castilla y de León (1252-1284). Por primera
vez los cristianos, musulmanes y judíos constituyeron un
lugar destinado a las traducciones de los autores clásicos
grecolatinos, que durante 600 años se habían
conservado en Oriente y fueron rescatadas y llevadas por los
árabes a España.

Cabe mencionar que esta escuela de traducciones atrajo
el peregrinaje de numerosos sabios y estudiosos del mundo
cristiano altomedieval como el inglés
Roberto de Chester, llamado «el Ketenense», que por
encargo del abad de Cluny Pedro el Venerable (1094-1156) hizo la
primera traducción del Corán al latín
hacia 1143 con la ayuda de un erudito musulmán. Un
año después, Platón
Tiburtino de Tívoli (vivió en España entre
1134-1145), tradujo del hebreo al latín el famoso tratado
Hibbur ha-Meshihah del matemático y filósofo
judío barcelonés Abraham Bar Hiyyá Hanassi
(1035-1136).

El lombardo Gerardo de Cremona (1114-1187), miembro de
la escuela de traductores a partir de 1134, tradujo el "Libro
sobre el cálculo,
álgebra
y reducción" (Kitab al-muhtasar fi hisab al-ÿabr
ua-l-muqabala
) del matemático persa al-Juarizmi (m.
863). Hacia 1150, el ya citado Abraham Ibn Daud y el
clérigo Domingo Gundisalvo tradujeron la obra principal
del filósofo y poeta judío malagueño
Salomón Ibn Gabirol (1021-1153/70) escrita en
árabe, Yanbu al-hayat «La fuente de la
vida» (en hebreo Mekor jáim), traducida al
latín con el título de Fons vitae, que
influenció en los cabalistas e inspiró al
filósofo holandés descendiente de judíos
andalusíes, Baruj Spinoza (1632-1677).

«Mientras los reinos cristianos continuaron su
guerra contra
los musulmanes, los judíos siguieron siendo
imprescindibles para la repoblación de las zonas
conquistadas y para la
organización de la vida ciudadana, el comercio y la
administración; de ese modo fueron ocupando
cargos públicos en Castilla, Aragón y
Cataluña. Su presencia en la corte vino también
favorecida por su conocimiento
del árabe —lo que les hacía útiles
para tareas diplomáticas—, y por su saber en
medicina y en otras ciencias. Alfonso VI tuvo a su lado como
médico y consejero a Yosef ibn Ferruziel (Cidiello), quien
sería el precursor de los grandes magnates que
irían apareciendo en los reinos cristianos hasta el
momento mismo de la expulsión. En el siglo XIII reyes como
Alfonso X y Sancho IV en Castilla y Jaime I y Pedro III en
Aragón contaban con judíos en sus cortes como
consejeros, médicos, diplomáticos y
financieros»
(Elena Romero Castelló y Uriel
Macía Capón: Los Judíos de Europa. Un
legado de 2000 años
. O. cit., págs.
41-42)

Sin embargo, el asalto de las juderías de Toledo
y León, en esa misma época, delata que la
tolerancia no era un concepto
extendido en los reinos cristianos.

La Iglesia católica acusaba a los judíos
de haber asesinado a Jesús, el hijo de María (la
Paz sea con él) y les obligaba a la conversión. La
era de los anusím (en hebreo: "conversos forzados")
se había inaugurado. En este contexto se produjeron en
julio de 1263 los enfrentamientos teológicos de Barcelona
entre el apóstata de origen judío Pablo Cristiano y
el gran filósofo judío Moisés Ben
Nahmán (1195-1270), llamado Nahmánides por los
latinos, ante la presencia de Jaime I el Conquistador, rey de
Aragón (1213-1276). Dos años después
Nahmánides fue acusado de blasfemo por los dominicos,
orden que ejercía poderes inquisitoriales, y el sabio
gerundense optó por exilarse en Palestina.

En el siglo XIV se quebró la inestable
convivencia entre judíos y cristianos con un violento
antisemitismo.
En 1348, los judíos fueron acusados de los desastres de la
peste negra y perseguidos. La guerra civil castellana de
1366-1368, entre los partidarios de Pedro I el Justiciero
—protector y benefactor de judíos y
musulmanes— y su hermanastro Enrique de Trastámara,
y la posterior victoria de este último trajeron graves
consecuencias para los judíos castellanos.

«Hacia 1320 empezó asimismo a difundirse
por los reinos hispanos las acusaciones de que los judíos
envenenaban aguas y profanaban hostias, las cuales crecieron
considerablemente durante los años de la peste negra que
asoló a Europa (1348-1350); tales acusaciones tuvieron
mayor virulencia en el reino de Aragón, en donde se
produjeron numerosos alborotos populares contra las
juderías»
(Elena Romero Castelló y Uriel
Macía Capón: Los Judíos de Europa. Un
legado de 2000 años
. O. cit., págs.
44-45)

En 1391, las fanáticas prédicas en Sevilla
del arcediano de Écija, Ferrant Martínez,
desencadenaron terribles matanzas: las aljamas de Castilla y
Aragón fueron asaltadas y miles de judíos perdieron
la vida en medio de una violencia
indiscriminada. El final de los sefaradím, los
judíos españoles, había
comenzado.

En el siglo XV (1412-1418) comenzaron los sermones del
misionero valenciano san Vicente Ferrer (1350-1419), que
produjeron masivas conversiones instigadas por el miedo. Se
aconsejaba a los conversos llevar distintivos en la ropa y
encerrarse en los barrios prefijados para no ser víctimas
de ataques. Algunos judíos se dedicaban al
préstamo, por lo que muchos asaltos a juderías
tenían el propósito de condonar la deuda o
recuperar los documentos de
préstamo. Esta ola de de violencia y desatino tuvo en
realidad su origen en la bula de Benedicto XIII (antipapa entre
1394-1423) contra los judíos en 1415.

La subida al trono de los Reyes Católicos en 1474
puso en marcha la solución final para judíos y
musulmanes. La nueva monarquía estableció la
identidad entre el poder político y el credo. El equilibrio se
lograría cuando todos los súbditos profesasen la
misma religión. Planteado así, el
Judaísmo y el Islam eran un delito contra el
Estado, que debía defender la fe de la mayoría
cristiana y la unidad civil y política.

La Inquisición no sólo era un tribunal
religioso sino también un instrumento del poder estatal
que convenció a los monarcas de la necesidad de expulsar a
los judíos y musulmanes para erradicar los males de
la

sociedad. El 31 de marzo de 1492, a tres meses de la
caída del último baluarte musulmán en la
Península, Isabel y Fernando firmaron el Edicto de de
Expulsión, según el cual los judíos que no
se convirtiesen deberían abandonar España en cuatro
meses dejando todos sus bienes.

Cerca de trescientos mil judíos(el 5% de la
población total del país) se vieron obligados a
emigrar a regiones más seguras: al Mundo Islámico
(Norte de Africa, Imperio otomano, Egipto y Palestina), y a la
Europa cristiana (Sur de Francia, Países Bajos, Italia, y
Alemania).
Unos ciento veinte mil cruzaron el Tajo y se refugiaron en
Portugal bajo la especulativa protección del rey Juan II
el Perfecto (1455-1495), quien la concedía temporalmente a
cambio de
gruesas sumas de dinero.

El ladino

El ladino fue el dialecto castellano del siglo XV
escrito tanto en grafía latina como hebrea por los
judíos sefaradíes expulsados de España en
1492. Distintas comunidades sefaradíes actuales hablan el
ladino, cantan canciones y editan periódicos y revistas en
ese idioma.

El paraíso
de la Granada nazarí (1232-1492)

«En los tiempos del Reino de Granada los
judíos convivían con los árabes en perfecta
armonía. Era la Granada exquisita y tolerante de los reyes
Nazaríes que supieron engalanarla como a una joya
prodigiosa con los torreones espléndidos y las primorosas
taraceas, que tienen por verde marco los jardines maravillosos,
esos jardines árabes cautivos entre patios, muros y
arcadas. Cúpulas y yeserías, columnas y arcos,
mosaicos y artesonados, bordaron la belleza incomparable del
Mirador de Daraxa, de la Torre de Comares, del Patio de los
Leones. Y por doquier, el regalo cristalino del agua. El agua de la
Alhambra, se deshilacha en hilos tenues. Los surtidores brotan
entre las qasidas de Ibn Zamrak
(1333-1393), que
ornamentan los muros y circundan las tazas marmóreas de
las fuentes. En
Granada el sonido del agua
es tenue, susurrante; se diría el desgranar
melódico de un prodigioso collar de perlas.
(…)
Fue aquélla la época dorada de los israelitas,
que estuvieron siempre en pie de igualdad con
los musulmanes»
(F. Torroba Bernaldo de Quirós:
Historia de los sefarditas. O. cit., pág. 189).

La Sefarad de
hoy

Los primeros libros que se imprimieron en hebreo, fueron
publicados en Italia; Joshua Soncino, miembro de una gran
familia de
editores judíos nacidos en Italia, imprimió la
primera Biblia hebrea completa en (1488). Unos veinte años
después, el editor holandés cristiano Daniel
Bomberg fundó una editorial hebrea en Venecia y
publicó las primeras ediciones completas tanto del Talmud
palestino como del babilónico, así como las obras
de Maimónides y otros pensadores sefaradíes. A
partir de la expulsión de los judíos de
España (1492), la brillante cultura sefaradí
verá el ocaso de su esplendor, siendo sustituido por el
florecimiento ashkenazí centroeuropeo, especialmente en el
campo jurídico-religioso.

La comunidad
judía de España cuenta en la actualidad con una
cifra de trece mil miembros. La mayor parte de los
sefaradíes viven hoy en el Mundo Islámico y en
América
Latina —cfr. Eli Barnavi (ed.): A Historical Atlas
of the Jewish People. From the Time of the Patriarchs to the
Present
, Schochen Books, Nueva York, 1992—.

Los sefaradíes representan actualmente el 60% de
la población judía mundial, entre la que destaca la
comunidad establecida en Marruecos.

LOS SABIOS DE
SEFARAD

Los sabios judíos de al-Ándalus, filósofos, científicos y literatos,
hasta el siglo XIII, son araboparlantes y en consecuencia
escriben en el árabe culto de su entorno.

Ibn Shaprut

El polímata Hasdai Ibn Shaprut (hacia 910-970)
fue el médico de la corte de Abderrahmán III y
al-Hakam II. Esta eminente personalidad
judía alcanzó una posición de relevancia
política que ningón otro judío había
logrado hasta entonces en España y es el primer personaje
hispanohebreo cuya vida y obra conocemos con detalle.
Pertenecía a una importante familia judía oriunda
de Jaén y fue su padre Itzhak Ben Ezrá Ben Shaprut,
un hombre al
parecer muy rico y piadoso, quien decidió trasladarse a
Córdoba, la capital de
al-Ándalus, y establecerse allí. Recibió
Hasdai una esmerada educación
judía y musulmana y puso además su empeño en
estudiar medicina, sobresaliendo notablemente en esta ciencia.
También mostró un gran interés
por los estudios lingüísticos y asimismo
dedicó su tiempo al aprendizaje de
las lenguas árabe y latina. Aunque parece que su principal
cargo fue ser médico del califa cordobés,
desempeñó tambin otras importantes funciones. Su
conocimiento de las lenguas le permitió realizar en
ocasiones misiones diplomáticas de éxito
para la corte de Córdoba, de modo que también se
dejó sentir su influencia en la

política exterior del califato.

En el terreno de la medicina colaboró con el
grupo que tradujo al árabe el original griego de la
Materia médica de Dioscórides Pedáneo
de Cilicia (40-90) —el primer tratado serio y libre de
supersticiones sobre botánica y farmacología—, y
que recopiló en dicha obra todo el saber
farmacológico de su tiempo. Este importante texto fue uno
de los regalos que el emperador de Bizancio, Constantino
Porfirogenetos, hizo al califa Abderrahmán III con motivo
de las relaciones diplomáticas existentes entre los dos
países.

Con el fin de llevar a cabo la versión de la obra
al árabe el califa pidió al emperador que le
proporcionara un experto en lengua griega para que tradujera el
original griego al latín. El monje Nicolás fue
enviado a Córdoba para realizar tal misión y
Hasdai colaboró con él, pues debido a sus
conocimientos de la lengua latina y de la ciencia
médica su intervención fue de gran importancia para
que la mencionada versión árabe se llevara a cabo.
Respecto al talento diplomático de Hasdai y sus logros en
este campo destacaremos su intervención en las
negociaciones con la reina Toda de Navarra, que acudió a
Córdoba en el año 958 con su nieto Sancho I el
Craso, rey de León (956-958/960-966), que buscaba el apoyo
de Abderrahmán para recuperar su reino y los servicios
médicos de Hasdai para curarse de su hidropesía. La
actuación de Hasdai en este caso, como médico y
diplomático, dio lugar a una beneficiosa alianza cuya
realización se atribuyó a su habilidad y talento.
Véase David Gonzalo Maeso: Un jaenés, ministro
de dos califas (Hasday ibn Shaprut)
, Boletín del
Instituto de Estudios Jiennenses, Jaén, 1956.

«Mayor interés despertó esa
floreciente cultura árabe entre los embajadores
transpirenaicos que traían misiones diplomáticas
ante los califas cordobeses. Instalados en la capital del
califato, pronto vieron la superioridad científica,
filosófica y cultural del Islam sobre los reinos
cristianos europeos y sintieron enseguida la avidez de llevarse
cuanto podían de libros, de saberes y aún de
intelectuales
y científicos en persona. Es el
caso de los embajadores recibidos por 'Abd al-Rahmán
(912-961) y su amigo íntimo, eminente científico,
el judío Hasday ibn Shaprut (h.910-970), que tanto le
ayudó en misiones diplomáticas, a través de
las cuales la ciencia árabe penetró en Europa.
Tales fueron las que recibió del emperador
germánico Otón (912-973) y del rey franco Hugo
Capeto (938-996)»
(Joaquín Lomba Fuentes: La
raíz semítica de lo europeo
. O. cit.,
pág. 39).

«Los dos grandes logros que hicieron
célebres a Hasday en el campo de la medicina fueron su
traducción del Dioscórides y la invención de
un prodigioso fármaco que venía a ser como una
especie de penicilina de su tiempo.
(…) El otro logro de
Hasday en el campo de la medicina fue la invención de un
fármaco "triaca" (theriaca), llamado en árabe
furuq, de extraordinarias propiedades curativas En el siglo I
antes de la era cristiana, el rey Mitridates Eupator
descubrió el remedio curativo theriaca. Más tarde,
el médico de nerón , Andrómaco de Creta,
había perfeccionado el fármaco, creando una
droga de 61
elementos. Al andar el tiempo, la fórmula se perdió
y constituyó el objeto de la búsqueda de muchos
médicos. Hasday logró dar de nuevo con la
fórmula.»
(Carlos del Valle Rodríguez:
La Escuela Hebrea de Córdoba. Los orígenes de la
escuela filológica hebrea de Córdoba
, Editora
Nacional, Madrid, 1981, págs. 60, 63 y 64).

Hasdai fue considerado como nasi
(príncipe) de las comunidades judías de
al-Ándalus. Entre sus protegidos se encuentran, por
ejemplo, los dos primeros poetas hispanohebreos, Dunash ben
Labrat y Menahem ben Saruq, pioneros también de los
estudios gramaticales. Véase Angel Sáenz-Badillos y
Judit Targarona Borrás: Gramáticos hebreos de
al-Ándalus (siglos X-XII)
, Ediciones El Almendro,
Córdoba, 1988; Angeles Navarro Peiró: Literatura
hispanohebrea (siglos X-XIII)
, Ediciones El Almendro,
Córdoba, 1988.

Ibn Gabirol

Salomón Ibn Gabirol (1022-1053/1070), latinizado
Avicenbrón o Abencebrol, fue un renombrado poeta y
filósofo judío andalusí nacido en la ciudad
de Málaga, que durante años estuvo al servicio de
Samuel Ibn Nagrila (993-1055), visir (ministro) de los soberanos
bereberes ziríes de Granada Habús Ibn Maksán
(1025-1038) y Badís Ibn Habús (1038-1077).
Neoplatónico, mantuvo fuertes controversias con los
sectores opuestos al pensamiento filosófico. Su trabajo
poético más destacado es «Corona Real»
(en hebreo Kéter Maljút). Allí afirma
su profunda convicción monoteísta, tan cara a
judíos y musulmanes:

«Eres Uno, el principio de toda
enumeración,

y la base de todo
edificio.

Eres uno, y, por el misterio de tu
Unidad,

la razón de los sabios queda
estupefacta,

porque de ello no conocen
nada…

En efecto, no se concibe en

ni multiplicación ni
modificación…

Eres Uno. Tu sublimidad y tu
trascendencia

no pueden disminuir ni
descender.

¿Podría existir el Uno que
decae?».

Su obra por excelencia, escrita en árabe, es
Yanbu al-hayat «La fuente de la vida» (en
hebreo Mekor jáim), traducida al latín con
el título de Fons vitae por el clérigo
español Domingo Gundisalvo en 1150, influenció en
los cabalistas e inspiró al filósofo
holandés descendiente de judíos andalusíes,
Baruj Spinoza (1632-1677).

Véase Shlomó Ibn Gabirol: La Fuente de
la Vida. Corona Real
, Editorial S. Sigal, Buenos Aires, 1961;
J. Schlanger: La philosophie de Salomon ibn Gabirol. Etude
d’un néoplatonisme
, Brill, Leiden, 1968;
Salomón Ibn Gabirol: Selección de perlas, mibhar
hap nimin (Máximas morales , sentencias e
historietas)
, Versión española, con introducción y notas por David Gonzalo
Maeso, Ameller, Barcelona, 1977; Ibn Gabirol: La
corrección de los caracteres
. Introducción,
traducción y notas de Joaquín Lomba Fuentes,
Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1990; María José
Cano: Ibn Gabirol: poesía religiosa, Ed.
Universidad de Granada, Granada, 1992; José María
Millás Vallicrosa: Selomoh Ibn Gabirol. Como poeta y
filósofo
. Ed. Universidad de Granada, Granada,
1993.

Bar Hiyya

Abraham Bar Hiyya Savasorda ha-bargeloní "el
Barcelonés" (1065-1136) fue un filósofo y
matemático sefaradí, uno de los primeros
expositores del álgebra árabe en Occidente. Sus
obras principales han sido traducidas al castellano y otros
idiomas: Abraham Bar Hiyya: Llibre revelador, Meguil.lat
hamegal.lè
, Segons l'edició del text revisat i
prologat pel Dr. Juli Guttmann/Abraam bar Hiia; Versió de
l'hebreu per J. Millàs i Vallicrosa, Alpha, Barcelona,
1929; Abraham Bar Hiyya: Llibre de geometria, Hibbur
hameixihà uehatixbòret
, Segons el text editat i
prologat pel Dr. Miquel Gutmann/Abraam bar Hiia; Versió de
l'hebreu per J. Millàs i Vallicrosa, Alpha, Barcelona,
1931; Abraham Bar Hiyya: La obra enciclopédica Yesode
hatebuná u migdal ha-emuná de Rabí Abraham
bar Hiyya Ha-bargeloní
/ Edición
crítica
con traducción, prólogo y notas por José
Mª Millás Vallicrosa, Instituto Arias Montano (CSIC),
Madrid/Barcelona, 1952; Abraham Bar Hiyya: La obra Forma de
la tierra de
Rabí Abraham bar Hiyya Ha-bargeloní
/
Traducción del hebreo, con prólogo y notas por
José Mª Millás Vallicrosa, Instituto Arias
Montano (CSIC), Madrid/Barcelona, 1956; Abraham Bar Hiyya: La
obra Séfer Hesbón mahlekot ha-kokabim (Libro del
cálculo del movimiento de
los astros) del Rabí Abraham bar Hiyya
Ha-bargeloní
/ Edición crítica, con
traducción, introducción y notas por José
Mª Millás Vallicrosa, Instituto Arias Montano (CSIC),
Madrid/Barcelona, 1959.

Yehudá ha-Leví

El apologista hebraico-andalusí Yehudá
ha-Leví (1075-1141) escribió el Libro de la prueba
y de la demostración en defensa de la religión
menospreciada, más conocido con el título de
«El Cuzarí». Los argumentos de esta obra
apologética partían del hecho histórico de
la conversión al judaísmo del Jan de los jazares
turcos (instalados en las estepas de Rusia
meridional) en el siglo VII. Conviene subrayar que una obra como
«El Cuzarí» jamás habría visto
la luz si no
hubieran servido de ejemplo otros tratados
polémicos surgidos en el seno de la religión
musulmana (cfr. El Cuzarí, Editorial S. Sigal,
Buenos Aires, 1961; Arthur Koestler: El imperio kazaro y su
herencia
, Aymá, Barcelona, 1980).

Abraham Ibn Ezrá

Tras la colosal figura de Abraham Bar Hiyya, tan
importante para la educación de
Europa, hay que citar otra de igual relieve, la
del tudelano Abraham Ibn Ezrá (1089-1164).

De él dice el hebraísta sefaradí
David Romano: «Es el más influyente de los
científicos judíos que vivieron en la Alta Edad Media
cristiana y lo es en su doble faceta de creador — realmente
es el único de su época— y trasmisor, no
sólo a los intelectuales judíos, sino
también a los cristianos. Fue autor prolífico en
muy variados campos. Gramático, teólogo, exegeta
bíblico
(…) Asimismo se ocupó mucho y bien
de temas científicos: cultivó sobre todo el campo
matemático, en especial el astronómico y su
aplicación astrológica; en cambio, nada sabemos de
que se interesara por cuestiones médicas»
(David
Romano: La ciencia hispanojudía, Mapfre, Madrid,
1992, págs. 104-105).

Véase Abraham Ibn Ezra: El libro de los
fundamentos de las tablas astronómicas de Rabí
Abraham ibn Ezra
/ Edición crítica, con
introducción y notas por José Mª Millás
Vallicrosa, Instituto Arias Montano (CSIC), Madrid/Barcelona,
1947; Abraham Ibn Ezra: Séfer Sahot de Abraham ibn
Ezra
/ Edición crítica y versión
castellana/Carlosd del Valle Rodríguez, Universidad
Pontificia, Salamanca, 1977.

Yehudá al-Harizí

En el siglo XII el escritor Yehudá
al-Harizí (h. 1170-1235), nacido cerca de Barcelona, de
una familia oriunda probablemente de Granada, vivió, sobre
todo, en Toledo, Cataluña y Sur de Francia. Adoptó
en la literatura
judeoandalusí las reglas y las imágenes
de la poesía islámica, y fue autor de una
colección de Maqamat(6)

titulada «Tahkemoni».

«Su labor traductora del árabe al hebreo
se centra, por ejemplo, en "Los dichos de los filósofos",
de Hunayn ibn Ishaq, en una carta atribuida a Aristóteles, en varios tratados de
filosofía y medicina, en el "Libro sobre el alma" del
Pseudo Galeno, y, sobre todo, en la "Guía de los
perplejos" de Maimónides»
(Joaquín Lomba
Fuentes: La raíz semítica de lo europeo. O.
cit., pág. 59).

6-Las Maqamat (composiciones de un género
literario caracterizado por su temática ejemplarizante y
humorística) fue un estilo revolucionario desarrollado por
la literatura islámica cuyo principal exponente fue Abu
Muhammad al-Qasim Ibn Alí al-Harirí (1054-1122),
perteneciente a la denominada "Escuela de Bagdad".

Moisés Ibn Ezrá

El granadino Moisés Ibn Ezrá (1060-1139)
escribió el más importante tratado de teoría
poética judía en árabe, llamado Kitab
al-muhadarah ua al-mudhakarah
. Véase Alejandro
Díez-Macho: Moshé ibn Ezra como poeta y
preceptista
, Instituto Arias Montano, Madrid, 1953; Angeles
Navarro Peiró: El tiempo y la muerte. Las
elegías de Moseh ibn Ezra
, Ed. Universidad de Granada,
Granada, 1994; Paul B. Fenton: Philosophie et exégese
dans le jardin de la métaphore de Moïse Ibn Ezra,
philosophe et poète andalou du XIIe Siècle
,
Leiden, 1996).

Ibn Paquda

Siempre en al-Ándalus, el filósofo y
moralista judío zaragozano Bahya Ibn Paquda (segunda mitad
del siglo XI), influenciado por las corrientes gnósticas
islámicas y neoplatónicas, escribió en
árabe la «Doctrina de los deberes de los
corazones» (al-Hidaya ila fara’id al-qulub),
(Editorial S. Sigal, Buenos Aires, 1958) una de las obras
maestras de la literatura ascética.

Conviene resaltar que algunas de estas obras se han
conservado hasta hoy gracias a su traducción en hebreo
(habiéndose perdido la traducción árabe, o
la traducción latina a partir del hebreo).

Dice Ibn Paquda:

«Te he buscado, Dios mío,
a media noche

en el fondo de mi alma entre
tinieblas;

te he recordado en los
atardeceres

y brilló para mí la
gloria de tu nombre

como la luz del sol
esplendorosa».

Maimónides, pensador judío en lengua
árabe

El Rabí Moshé Ben Maimón, en
árabe Abu Imran Musa Ibn Maimún Ibn Abdallah
al-Qurtubí, el Maimónides de los latinos, que
recibió el apodo de RaM-BaM
(ram-bam), nació en la ciudad hispanomusulmana de
Córdoba el 30 de marzo de 1135 y falleció en
Fustat, el viejo Cairo, Egipto, el 13 de diciembre de
1204.

Eminente médico, jurista y filósofo, en
1160 emigró a Fez, en Marruecos, para beneficiarse de las
enseñanzas del sabio Yehudá Ibn Sason. Luego de un
viaje por Palestina (1165), se radicó definitivamente en
Fustat. Allí muy pronto se hizo célebre practicando
la medicina de tal manera que se convirtió en
médico personal del
último califa fatimí al-Adid (g. entre 1160-1171) y
de su sucesor, el sultán Salahuddín al-Ayubí
(1137-1193), el Saladino de los cruzados.

Hacia 1173, su hermano menor David, próspero
comerciante de piedras preciosas, murió ahogado cuando el
navío musulmán que lo transportaba se hundió
en el Océano Indico. Por esa época,
Maimónides se casó por segunda vez —su
primera esposa había fallecido joven, tiempo atrás
en al-Ándalus— con la hermana de Abu-l-Ma'ali Ben
Hibbat Allah, un judío que era escriba de la corte de
Saladino.

Maimónides es el máximo pensador
judío de la Edad Media y el polígrafo por
excelencia del Judaísmo. Sus obras, todas escritas en
árabe, abarcan las disciplinas más importantes y
fueron redactadas en su mayoría durante su residencia en
Egipto.

Sobre astronomía escribió el
«Tratado sobre el calendario (judío)» (1158),
las «Reglas de la consagración de la neomenia»
(antes de 1180) y una «Carta a los rabinos de Marsella
sobre la astrología» (1194). Sobre
filosofía, destacan su «Guía de los
descarriados (o de los perplejos vacilantes)» (realizada
entre 1185 y 1190), titulada en árabe Dalalat
al-ha'irín
y llamada en hebreo Moré
nevujím
. Sus obras médicas principales son
«Aforismo médico de Moshé» (1187-1190),
«Tratado sobre el asma»
(1190), «Sobre el coito» (1191), «Sobre
higiene»
(1198) y «Explicación de las particularidades (de
los accidentes)» (1200). De sus obras
rabínicas sobresale la «Segunda Ley»
(1180), en hebreo Mishné Torá.

Maimónides es el paradigma de
la hermandad judíomusulmana y de la tradición
abrahámica monoteísta. Su principal esfuerzo fue
conciliar la religión revelada con la razón en base
a la vía abierta por la filosofía islámica
(falsafa), afirmando que la adquisición de la
ciencia es una de las formas más elevadas de la
fe.

Influenciado por Razes, al-Farabí, Avicena,
Avempace, Avenzoar, y particularmente por su compatriota y
vecino, el cordobés Averroes, su pensamiento
penetró en los ámbitos escolásticos
cristianos e iluminó el camino de San Alberto Magno y
Santo Tomás de
Aquino.

Sus obras fueron vertidas al hebreo por traductores como
Samuel Ben Yehudá Ibn Tibbón (1150-1230) y
Moshé Ben Samuel Ibn Tibbón (m. 1283), y al
latín, algunas por Edward Pococke (1604-1691), el profesor
de árabe de Oxford.

Véase Maimónides: Guía de los
descarriados
, 3 vols., S. Sigal, Buenos Aires, 1955; Meir
Orián: Maimónides. Vida, pensamiento y obra,
Riopiedras, Barcelona, 1984; David Romano, Miguel Cruz
Hernández, Diego Gracia y Juan Vernet:
Maimónides y su época, Ministerio de
Cultura/Junta de Andalucía/Ayuntamiento de Córdoba,
Córdoba, 1986; Maimónides: Guía de los
perplejos
, 3 vols., Cien del mundo, México, 1993;
Maimónides: Guía de perplejos, Trotta,
Madrid, 1994; Abraham Joshua Heschel: Maimónides,
Muchnik Editores, Barcelona, 1995; Maimónides:
Guía de los perplejos, Ramón Llaca y
Cía, México, 1996.

Ben Sahl

El sevillano Abu Ishaq Ibrahim Ben Sahl (1212-1251, de
origen judío, fue un notable poeta que se convirtió
al Islam destacándose en el estudio de las ciencias
coránicas, y llegando a ser secretario del gobernador
musulmán de Ceuta (cfr. Ben Sahl de Sevilla:
Poemas, Hiperión, Madrid, 1984).

Ibn Falaqera

Shem Tov Ibn Yosef Ibn Falaquera o Palquera (1225-1295)
fue un filósofo y traductor sefaradí, defensor
acérrimo de las obras de Maimónides. Véase
Semtob ibn Falaquera: Versos para la sana conducción
del cuerpo. Versos para la sana conducción del alma de Sem
Tob ibn Falaquera
/Traducción, edición
crítica y comentario por Mª Encarnación Varela
Moreno (Universidad de Granada), Universidad Pontificia de
Salamanca, Salamanca, 1986.

Moisés de León

El cabalista sefaradí Moisés de
León (1240-1290) residió una buena parte de su vida
en Guadalajara y publicó el Séfer ha-zohar
("Libro del Esplendor"), obra considerada por los cabalistas como
el auténtico libro sagrado de la Cábala. Escrita en
arameo, la obra redactada a modo de comentario de la Torá,
desarrolla una exposición
doctrinal teosófica que se encuentra a caballo de la
cábala profética, propia de la escuela de Gerona y
una corriente que se inclina hacia el redescubrimiento de la
gnosis originaria.

En Mallorca se
dibuja el mundo

Bajo la égida del rey aragonés Pedro IV el
Ceremonioso varios judíos mallorquines destacaron en la
fabricación de instrumentos de cálculo y
también en el dibujo de
cartas de
navegar y mapasmundi, como Abraham Crescas y su hijo
Yehudá Crescas. Padre e hijo confeccionaron varios
mapamundis, entre ellos el que se encuentra en la Biblioteca
Nacional de París, conocido con el nombre de Atlas
Catalán de 1375.

Este Atlas marca uno de los
hitos más señalados de la cartografía medieval. Se trata de un
portulano que consta de seis hojas de pergamino, de las cuales
cuatro representan regiones costeras situadas entre Gibraltar y
el mar de la China.

«En el reinado de Pedro IV (1336-1387) las casi
mil familias instaladas en Mallorca y Menorca poseían un
alto nivel cultural. Florecían entre ellos las ciencias,
sobre todo lo relacionado con la navegación; muchos
hebreos mallorquines destacaron como constructores de
instrumentos náuticos, y la cartografía estaba por
entero en sus manos. Abraham Crescas, de Palma, y su hijo
Yehudá eran célebres por sus mapamundis (le
llamaron "el judío de los mapas"); otros
cartógrafos fueon Haim Ibn Rish, Gabriel de Valsecha
(quien en 1439 diseñó el mapa que debía
orientar a Américo Vespucio) y Mecia de
Viladestes»
(F. Torroba Bernaldo de Quirós:
Historia de los sefarditas. O. cit., pág.
179).

Hasdai Crescas

Hasdai Crescas (1340-1410), fue un filósofo
hispanojudío, de origen mallorquín, nacido en
Barcelona. Fue un defensor de la tradición espiritual
judía, y se opuso a Maimónides y otros autores
judíos, a los que consideraba excesivamente racionalistas.
Muchos de sus argumentos se basaban en las obras de
Aristóteles, autor que conocía bien, y
empleó argumentos racionales en su defensa de la
tradición espiritual frente a cualquier tipo de
intelectualismo.

En oposición a Maimónides, Crescas
defiende la idea de la existencia de un ser infinito que se
encuentra más allá y fuera del mundo (que
identifica con Dios), así como la posibilidad de otorgar a
Dios atributos positivos como la unidad y la simplicidad. Su obra
fundamental es Or Adonai (La luz del Señor),
que se

publicó en Ferrara (Italia) en 1596 y tuvo una
gran influencia en la tradición de la filosofía
judía. Hasai Crescas llevó a cabo la crítica
de la física
aristotélica, influyendo en Pico della Mirandola y en
Spinoza.

 Abraham Zacuto

El último exponente de la riquísima
tradición astronómica andalusí fue el
rabí Abraham Zacuto bar Samuel bar Abraham Zacut
(1450-1522?), nacido en Salamanca. En la universidad de esa
ciudad estudió medicina, astrología y matemáticas. Luego de vivir algún
tiempo en Zaragoza donde enseñó diversas
disciplinas, retornó a su ciudad natal y en la universidad
salmantina desempeñó la cátedra de
astronomía.

En 1492, debido al edicto de expulsión contra los
miembros de su confesión, Abraham Zacuto fue uno de los
120 mil judíos que buscaron refugio en Portugal.
Allí, entre 1496 y 1497, asistiría con sus
conocimientos astronómicos y náuticos a la
preparación de la expedición de Vasco da Gama
(1469-1524) —incluso con el suministro de uno de sus
astrolabios—, contribuciones que serían exaltadas
por Luiz Vaz de Camoes (1524-1580) en sus
«Luisíadas» (Canto V).

Sin embargo, debido a las persecuciones ordenadas por
Manuel I el Afortunado (rey de Portugal entre 1495-1521) a partir
de fines de diciembre de 1496 contra los judíos, Abraham
Zacuto se vio obligado a emigrar en forma definitiva de la
Península. Con su hijo Samuel se dirigió a
Túnez donde fijó residencia. Allí
florecía una próspera y docta comunidad
judía bajo los auspicios de la dinastía musulmana
de los Hafsíes (1228-1534). Algunos años
después, cuando la conquista española
amenazó aquella costa africana, marchó a
Turquía, pasando el final de sus días en Damasco
(Siria). Su bisnieto fue el célebre médico llamado
«Zacuto lusitano».

Las obras principales de Abraham Zacuto son una obra
histórica compuesta entre 1480 y 1510: el Séfer
Yuhasin
("Libro de las genealogías o de los linajes"),
y dos tratados astronómicos: el Hajibbur Hagadol
("Compilación magna" o "Gran obra"), redactado hacia 1478,
y el Almanach perpetuum ("Almanaque perpetuo"), publicado
en Leria (Portugal) en 1496. Abraham Zacuto cita elogiosamente en
sus trabajos a numerosos autores musulmanes como al médico
ar-Razí o Razes (844-926), al astrólogo tunecino
Ibn Raÿal, latinizado Abenragel (940-?), a los
astrónomos Alfraganus (813-882) y Azarquiel (1029-1087), y
a Averroes (1126-1198).

Véase Antonio Barbosa: O Almanach Perpetuum de
Abraham Zacuto e as Tábuas nauticas portuguesas
,
Coimbra, 1929; Francisco Cantera Burgos: El judío
salmantino Abraham Zacut. Notas para la historia de la
astronomía en la España medieval
, Bermejo,
Madrid, 1931; José Luis Lacave: El «Séfer
Yuhasin» de Abraham Zacut
, Facultad de Filosofia y
letras, Madrid, 1970; Abraham Zacut: Almanach Perpetuum
(en castellano), Imprensa Nacional-Casa de Moeda, Lisboa,
1986.

 Cristóbal Colón y el
descubrimiento de América

Fuente de controversias entre los especialistas, la
contribución de judíos y conversos al descubrimiento de
América parece haber sido de suma
trascendencia.

Historiadores como Salvador de Madariaga (La
Coruña 1886-Locarno 1978), sostienen que los Colombo
descendían de judíos mallorquines (xuetas o
chuetas) establecidos en Génova en el siglo XV —cfr.
Salvador de Madariaga: Vida del Muy Magnífico
Señor Don Cristóbal Colón
, Sudamericana,
Buenos Aires, 1991; Ibrahim Husain Hallar: Descubrimiento de
América
por los Árabes
, Cap. III: «Cristóbal
Colón judío», Edición del Autor,
Buenos Aires, 1959,—; y que Cristóbal Colón
(1451-1506) por tanto, era un converso (cfr. Simon
Wiesenthal:

Cuando el almirante llegó a Portugal se
casó con Felipa Moniz, cristiana nueva de origen
judío. En tierra
portuguesa Colón obtiene ayuda de los judíos para
su proyecto,
así como apoyo científico a través de mapas,
tablas de astronomía y los trabajos de Abraham Zacuto (ver
aparte).

En Castilla es acogido por el duque de Medinaceli, nieto
de una judía. En la corte le ayudaron también
Abraham Senior y Ashaq Abravadel, colaboradores de la reina, y en
su favor intervinieron los conversos Juan Cabrero, Alfonso de la
Caballería y Luis de Santángel. Este último
adelantó 70.000 ducados para financiar la
empresa.

Entre los tripulantes de las naves figuran un
intérprete de hebreo y varios hombres de origen
judío. Entre los 120 navegantes del primer viaje no
había ningún sacerdote católico.

Es bien conocida la historia de Colón y del
marinero morisco Rodrigo de Triana(7); ésta se
constituyó en la primera de la larga serie de injusticias
que caracterizaron a la colonización de las
Américas (cfr. Georg Friederici: El carácter del descubrimiento y de la
conquista de América
, 3 vols., FCE, México,
1987).

7-Rodrigo de Triana (fl. finales s. XV principios s.
XVI), fue un marinero de origen musulmán, miembro del
primer viaje americano de Cristóbal Colón. Conocido
como Rodrigo de Triana, su verdadero nombre, al parecer, era el
de Juan Rodríguez Bermejo, un morisco procedente de Los
Molinos (Sevilla). Formó parte de la tripulación
del primer viaje colombino a América, y su nombre ha
pasado a la historia por ser el primero

en divisar tierra desde su puesto de vigía en
La Pinta, en la madrugada del 12 de octubre de 1492. Lo
que Rodrigo había avistado era una pequeña isla del
archipiélago de las Lucayas (Bahamas), cuyo nombre
indígena era Guanahaní, a la que Colón
llamó San Salvador Rodrigo de Triana no pudo cobrar los
10.000 maravedíes de recompensa que habían
prometido los Reyes Católicos al primero que divisara
tierra, ya que Colón adujo haberla visto antes que
él y se embolsó la suma. En 1525, Rodrigo de Triana
participó en la expedición del fraile dominico
García Jofre de Loaisa (1480-1546) a las Molucas. El
triste episodio que protagonizó Colón nada tiene
que ver con la fe judía de sus padres y amigos.
Éste se caracterizó por no ser precisamente un
creyente y si más bien un individuo
materialista, inescrupuloso y ambicioso que no trepidó en
conducir un cargamento de esclavos al continente americano en su
segundo viaje (1493) —cfr. Jean Meyer: Esclavos y
negreros
, Aguilar, Madrid, 1989, pág.
23—-.

 León Hebreo

Yehudá León Abravanel (1460-1521),
más conocido por León Hebreo, fue un famoso
filósofo, médico y poeta sefaradí.
Vivió en Toledo y emigró a Italia tras la
expulsión de los judíos españoles.
Escribió (en italiano) entre 1501 y 1502 unos
Diálogos de amor (Espasa-Calpe, colección
Austral, Buenos Aires, 1947) que alcanzaron gran notoriedad. Para
León Hebreo, el amor es el
principio universal que domina todos los seres del universo; es la
idea de las ideas, tiene un origen divino y es la finalidad de
toda forma de movimiento. La realidad de cada ser no es sino su
grado de amor. En su
obra se funden las influencias de la filosofía
neoplatónica con otras ideas procedentes de
Aristóteles, Ibn Gabirol, así como de las
tradiciones judía, cristiana y musulmana. Los
Diálogos fueron traducidos al español por
Garcilaso de la Vega en 1590, y tuvieron influencia en el
pensamiento de Baruj Spinoza.

EL MISTICISMO
SEFARDÍ

La Cábala (en hebreo, "tradición
recibida"), en sentido genérico, misticismo judío
en todas sus variantes; en su sentido específico designa
dos escuelas cabalísticas: la escuela alemana, centrada en
la oración y meditación, y la hispana, que
derivó hacia la especulación y la teosofía
esotérica que cristalizó en el siglo XIII en la
península Ibérica y Provenza alrededor del
Séfer ha-zohar ("Libro del Esplendor"), conocida
como el Zohar, y de donde derivan todos los movimientos
religiosos posteriores en el judaísmo.

La forma más antigua conocida del misticismo
judío data de los primeros siglos y es una variante del
misticismo helenístico astral de la era cristiana, en el
cual el adepto, a través de la meditación y la
utilización de fórmulas mágicas, viajaba en
éxtasis, a través y por encima de las siete esferas
astrales. En la versión judía, el adepto busca una
versión extática del trono de Dios, el carro
(merkava) conducido por el profeta Ezequiel (Ez.:
1).

 El período medieval

La cábala española medieval, la forma
más importante del misticismo judío, está
menos relacionada con la experiencia extática que con
el
conocimiento esotérico de la naturaleza del
mundo divino y sus recónditas conexiones con el Universo. La
cábala medieval es un sistema
teosófico que se basa en el neoplatonismo y el gnosticismo
y se expresa a través de un lenguaje simbólico. El
sistema se articula de una manera más amplia en el
Zohar, escrito entre los años 1280 y 1286 por el
cabalista español Moisés de León, pero
atribuido, según algunos especialistas, al rabí
Simón bar Yohai (siglo II), discípulo del
rabí mártir Akiva ben Yosef (40-135). El
Zohar representa a la divinidad como un dinámico
flujo de fuerza
compuesto por numerosos aspectos. Más allá y por
encima de toda contemplación humana está Dios como
Él es en sí mismo, lo incognoscible y lo inmutable
En Sof (infinito). Otros aspectos o atributos, conocidos,
a través de la relación de Dios con el mundo
creado, son las emanaciones del En Sof en una
configuración de diez sefirot (reinos o planos), a
través de los cuales el poder divino se irradia más
allá para crear el cosmos. La teosofía
zohárica se concentra en la naturaleza e interacción de los diez sefirot como
símbolos de vida interna y procesos de la
naturaleza divina.

Debido a que los sefirot son también
arquetipos de todo lo creado, el entendimiento de sus acciones puede
iluminar las obras internas del cosmos y de la historia. El
Zohar, por esta razón, da una interpretación cósmica y
simbólica del judaísmo y de la historia de Israel en la cual
la Torá y los mandamientos, al igual que la vida de Israel
en el exilio, se convierten en símbolos de los sucesos y
procesos de la vida interna de Dios. Así interpretados,
hasta la observancia de los mandamientos asume un significado
cósmico.

Cábala luriánica

Este aspecto cósmico del Zohar se
desarrolló de forma dramática y con graves
consecuencias en la cábala luriánica del siglo XVI,
denominada así por su fundador, el Rabí Isaac ben
Salomón Luria Ashkenazi de Safed.

El sistema luriánico surge como
respuesta a la experiencia sufrida por los judíos
expulsados de España en

1492 y proyecta esta experiencia al mundo divino.
Según este sistema, el En Sof se ensimisma
(tzimtzum) al principio de la creación, dejando
espacio para el mundo, pero también para el mal. Una
catástrofe cósmica ocurre cuando las emanaciones de
la luz divina estallan y las chispas quedan prisioneras en el
mundo como fragmentos del mal (qelippot). La tarea humana,
a través de la oración y el cumplimiento de los
mandamientos, se convierte en nada menos que la redención
(tiqqun) del mundo y la reunificación con la
esencia de Dios. La cábala se convirtió así
en un movimiento popular mesiánico, que más tarde
desembocó en el mesianismo sabático y, en el siglo
XVIII, en el hasidismo polaco.

La ímproba tarea de los hebraístas
españoles

Desde que Pulido José María Vallicrosa
(1897-1970), traductor del hebreo y del árabe, junto con
Francisco Cantera Burgos fundó el Instituto Arias Montano
en 1939. Ese mismo año salió el primer
número de «Sefarad», revista de la
que fue director hasta 1968.

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R.H. Shamsuddín Elía

Profesor del Instituto Argentino

de Cultura Islámica

Enviado por:

Leonel Chavez

Partes: 1, 2
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