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La verdad como eterno problema filosófico (página 2)




Enviado por Rigoberto Pupo



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Sin embargo, el instrumentalismo de Dewey, no define la
verdad como utilidad, sino
sólo la convicción del carácter instrumental (válido), pero
no verdadero de las proposiciones.

El devenir histórico de la verdad ha estado
permeado de vicisitudes, acercamientos, distorsiones, etc , pero
ha recorrido un camino que no podemos desechar, en su eterna
búsqueda. Por su puesto no podemos estar de acuerdo con
algunos postmodernos que han hecho de la verdad y su
búsqueda una quimera de la razón.

En fin, el tema de la verdad históricamente ha
sido recurrente y no deja de serlo en la actualidad. Sin embargo,
como en muchos problemas
filosóficos complejos ha primado la unilateralidad de
enfoques en su tratamiento. Lo más común ha sido la
reducción del saber al conocimiento y
con ello, las interpretaciones logicistas y gnoseologistas
abstractas. Se ha pensado la verdad como forma de
adecuación o identidad del
pensamiento
con la realidad que el sujeto convierte en objeto.

A pesar de los múltiples intentos valiosos de
acercamiento al problema, en mi criterio, aún no se ha
logrado un enfoque integrador de la verdad, donde conocimiento,
valor,
praxis y
comunicación sean considerados, como
mediaciones centrales en su construcción y despliegue. Las relaciones
sujeto- objeto, y sujeto- sujeto y su eslabón primario en
la conversión recíproca de lo ideal y lo material:
la actividad humana, prácticamente han sido inadvertidas.
Igualmente ha prevalecido el reduccionismo en el reconocimiento
lingüístico de la verdad.

En algunos casos absolutizando en grado extremo el papel
del lenguaje en
general y en otros, reduciéndolo sólo al lenguaje
científico, sea de nivel empírico o de nivel
teórico. Las otras formas del lenguaje, incluyendo por
supuesto, el tropológico ha quedado marginado del proceso
aprehensivo de la realidad por el hombre en
la búsqueda de la verdad. No ha faltado tampoco la
tendencia acuciante de identificar la verdad sólo con la
verdad científica. ¿ Y las otras verdades que el
hombre
afanosamente busca apremiado por las necesidades, los intereses y
los objetivos y
fines propuestos? En los paradigmas de
la verdad y sus respectivos diseños ha predominado el
sentido de exclusión, tanto en su interior como al
exterior de él. Se hace necesario los enfoques
integradores de inclusión, que sin agotar la riqueza de
mediaciones de la realidad – imposible
históricamente – abarque la mayor cantidad posible,
en tanto proceso subjetivo – objetivo,
mediado por la praxis de asimilación constructiva de la
verdad. Con razón Marx, en sus
Tesis sobre
Feuerbach, al criticar la especulación filosófica,
en la consideración de la verdad, exige concreción
en los análisis y aconseja abordar la realidad
subjetivamente.

En su concepción, la teoría
de la verdad, adquiere terrenalidad sustantiva, si se funda en la
praxis, como su criterio valorativo. Entendida la praxis como
esencial relación sujeto – objeto y sujeto –
sujeto, donde lo ideal y lo material se convierten
recíprocamente.

La verdad es proceso y resultado del devenir humano. Un
producto de la
actividad del hombre (sujeto) en relación con la realidad
que convierte en objeto de conocimiento, de la praxis y de
valores que
intercambia con otros sujetos. En tanto proceso histórico
es absoluto y relativo. Cada generación construye verdades
limitadas por la historia y la cultura y al
mismo tiempo
participa de lo absoluto. Lo absoluto y lo relativo son momentos
inseparables constitutivos de la verdad, en su unidad y
diferencia.

Si ciertamente la verdad se construye en la actividad
humana, y esta representa el modo de ser del hombre, a
través de la praxis, el
conocimiento, los valores y
la
comunicación, fundados en las necesidades, los
intereses y los fines del hombre, su revelación ( de la
verdad) no es sólo un producto cognoscitivo,
desentrañador de esencias, sino además de la
actuación práctica transformadora del hombre, en
correspondencia con el significado que adquiere la realidad y los
deseos de satisfacción humana. Al hombre no sólo le
interesa qué son las cosas, cuál es su esencia,
sino ante todo, para qué le sirve, qué necesidad
satisface o qué interés
resuelve. Por eso, praxis, conocimiento y valor, son inmanente al
proceso mismo de develación de la verdad.

Son momentos de su propio proceso. Al igual que los
resultados de su actividad resultan estériles al margen de
la comunicación, en tanto intercambio de actividad y de
sus resultados.

La verdad se revela y descubre en las relaciones
intersubjetivas, en espacios comunicativos, donde por supuesto,
el consenso desempeña un lugar especial. Una verdad, fuera
de la práctica del consenso, no encuentra legitimación y por tanto resulta
estéril. Lo mismo que se enriquece espiritual no hay
acceso posible a ella. La creación subjetiva, humana,
plena de sensibilidad, abre camino a la verdad.

Las vías poéticas del lenguaje,
sustantivan las potencias del pensamiento. El hombre con riqueza
espiritual e imaginativa en estrecha comunión con la
naturaleza y
la sociedad, se
aproxima con más facilidad al conocimiento, a la verdad.
Sencillamente, "las ciencias
escribe Martí
confirman lo que el espíritu posee (…). Así,
son una la verdad, que es la hermosura en el juicio; la bondad,
que es la hermosura en los afectos; y la mera belleza, que es la
hermosura en el arte (…).
La naturaleza se postra ante el hombre y le da sus diferencias,
para que perfeccione su juicio; sus maravillas, para que avive su
voluntad a imitarlas; sus exigencias, para que eduque su
espíritu en el trabajo, en
las contrariedades, y en la virtud que las vence. La naturaleza
da al hombre sus objetos, que se reflejan en su mente, la cual
gobierna su habla, en la que cada objeto va a transformarse en un
sonido. Los
astros son mensajeros de hermosuras, y lo sublime perpetuo. El
bosque vuelve al hombre a la razón y a la fe, y es la
juventud
perpetua (…). La aparición de la verdad ilumina
súbitamente el alma, como
el sol ilumina
la naturaleza" .

Los caminos poéticos del lenguaje son
iluminadores porque alumbran con luz de estrellas
el proceso constructivo de la verdad. Sus posibilidades son
infinitas no sólo por lo que informan, sino por lo que
proponen y suscitan a la creación del hombre incluyendo a
sus dimensiones gnoseológica y cosmovisiva.

Debe destacarse además que el lenguaje
tropológico no sólo es propio del lenguaje
literario, pues está presente en todas las acciones
humanas. ¿Quién puede negar que la educación, la
cultura, la ciencia no
son metáforas de la vida? En fin el lenguaje
tropológico no puede aislarse del proceso constructivo de
la verdad, como también es imposible negar la existencia
de una verdad tropológica, que por ser
representación figurada por excelencia tampoco debe
absolutizarse sus excelsas posibilidades creativas. Debe
evitarse, reproducir los vicios de otros paradigmas que han
quebrado por su elitismo excluyente. La misión del
discurso que
busca la verdad, debe ser su vocación incluyente, abierta,
tolerante, crítica, en resumen con sentido
ecuménico e integrador.

La tropología y en particular la metáfora,
por sus infinitas excelencias creativas, transita en unidad
indisoluble con la teoría del
conocimiento, en la representación del cosmos humano y
el Universo
que le sirve de claustro materno, y viceversa, la
gnoseología imprime cauces nuevos expresivos a la sintaxis
tropológica. "Pero creo que la intensificación de
la "sintaxis figurada"en el marco de la poesía
contemporánea tiene también sus razones
contemporáneas, razones que atañen al desarrollo del
conocimiento en nuestro tiempo.La diversidad tropológica
se afina y se precisa, se hace necesaria al amparo de la
noción de que. el Universo es un
infinito de fenómenos interconectados, en movimiento,
unitario en su diversidad ;al amparo de esa noción, y por
la necesidad de reflejarla"

Unido a esta valiosa idea de cómo la
tropología se enriquece siguiendo el cauce
contemporáneo del desarrollo de la gnoseología, se
destacan algunas ideas importantes de la tropología para
la gnoseología en la revelación de principios
sustantivos de carácter
epitesmológico-cosmovisivo,tales como:

  • el fundar la analogía en las esencias y no en
    las apariencias.
  • el mostrar los opuestos, los contrarios, como
    unitarios.
  • desarrollar el principio de concatenación
    universal de los fenómenos.
  • afirmar la unidad del mundo en su
    diversidad.
  • desarrollar la idea de totalidad como criterio de
    verdad.

Esta idea última, en mi criterio, resulta
interesante y coincide en parte con una tesis, que no por vieja,
deja de ser sugerente, a pesar de que sobrevalora las
posibilidades de la estética y por tanto, puede repetir
enfoques reduccionistas. Me refiero al filósofo mexicano
José Vasconcelo. En su criterio "(..) llegamos a ella
después de agotar las posibilidades del Logos, y enseguida
la verdad se nos revela como armonía, en vez de la verdad
como identidad" . Propone como método la
coordinación y la existencia de un a priori
estético, extremadamente idealizante que opera
según ritmo, melodía y armonía.
Además de hiperbolizar una arista del problema objeto de
análisis, su interpretación está permeada de
artificios eclécticos que no conducen a presentar la
armonía como integralidad incluyente.

En mi criterio el acceso a la verdad, requiere de una
concepción compleja y flexible que priorice un enfoque de
integralidad incluyente en la aprehensión de la realidad
asumida. Creo que el concepto de
saber, con un nuevo sentido hermenéutico, al margen de su
significado histórico tradicional – como
conocimiento en general, de algún modo garantizado en su
verdad, por su objetividad lógico-cognoscitiva, la
identidad y la adecuación- resulta una alternativa
posible. La intelección del saber con un nuevo sentido
hermenéutico, cuya interpretación se dirija no
sólo al conocimiento, sino que incluya el valor, la praxis
y la comunicación, abre perspectivas heurísticas
inagotables. Propicia ante todo que no se absolutice la
razón, entendida como único juez legitimador, y se
incluyan los sentimientos y otras formas aprehensivas humanas en
la construcción de la verdad. Esto posibilita que el
logicismo abstracto, ceda paso a otras formas discursivas
lingüísticas de carácter tropológico,
es decir, otros modos, también discursivos que no operan
sólo con las clásicas estructuras
categóricas, que por su objetivismo impersonal, devienen
unilaterales y abstractas. Un enfoque subjetivo- no subjetivista,
porque no rechaza la objetividad- puede asumir la realidad con
sentido histórico cultural y garantizar la integralidad
sin a priori absolutos y al margen de la actividad
práctica, que en última instancia condiciona el
proceso mismo de la verdad.

La asunción del concepto de saber- y no el de
conocimiento como ha sido tradicional, comprendido (el saber)
como forma integral humana que incluye todos los medios que
emplea el lenguaje para designar y penetrar en la realidad
permite vincular estrechamente conocimiento y valor, sobre la
base de las necesidades, los intereses, y los fines
humanos.

Al mismo tiempo, ayuda a comprender que la verdad no se
descubre espontáneamente, a través de una
relación abstracta sujeto- objeto, sino que se revela en
procesos
intersubjetivos, en espacios comunicativos, que integran en su
síntesis: conocimiento, valor y praxis.
Todo en los marcos de la subjetividad humana, donde el hombre
piensa, siente, desea, actúa e intercambia los productos de
su actividad en una relación dialéctica sujeto-
objeto, mediada por infinitos atributos cualificadores de su ser
esencial, de la cultura, la historia y por el consenso
legitimador.

Esto significa que si el saber del hombre se propone
acceder a la verdad, en su concreción, no puede soslayar
el papel importante de la actividad humana y su estructura
compleja, así como la cultura y como parte de ella, los
caminos del lenguaje, en toda su diversidad, y sentidos,
incluyendo la vía poética que tanto influye en la
creación del hombre, así también como
desechar por ineficaces y estériles las imposiciones
"teóricas" y los autoritarismos intolerantes y
excluyentes, expresados como convenciones gnoseologistas.
Simplemente "(..) urge devolver los hombres a sí mismos;
urge sacarlos del mal gobierno de la
convención que sofoca o envenena sus sentimientos
(…) y recarga su inteligencia
con un caudal pernicioso, ajeno, frío y falso. Sólo
lo genuino es fructífero".

Busquemos la verdad con sentido histórico-
cultural humano, imaginación, razón utópica
y vocación ecuménica incluyente. Una
concepción del saber, como integralidad abierta al
diálogo, a la crítica y a la
comunicación puede ser una alternativa posible de
construcción de la verdad, incluyendo por supuesto, la
propiamente de las ciencias
naturales.

En la apropiación de la realidad por el hombre,
su pensamiento sigue el cauce de la ascensión de lo
abstracto a lo concreto y
este proceso es en sí mismo incluyente. Para descubrir la
realidad en su mayor concreción tiene que asumirla en sus
varias mediaciones. En caso contrario, el saber resulta
unilateral y abstracto, por seguir un cauce excluyente que
absolutiza algunos momentos y pierde el sentido de totalidad y de
unidad en lo diverso y complejo. Con ello, se incapacita para
apropiarse de lo concreto en sus diversas mediaciones y
condicionamientos.

La concepción de la verdad como saber integral no
puede soslayar tampoco la importancia cognitiva del lenguaje
metafórico, capaz de lograr la unidad de la diferencia,
como certeramente señalan Ricoeur y Jakobson. Igualmente
no se puede negar la independencia
relativa del conocimiento
científico y otras formas de aprehensión humana
de la realidad. Pero en los marcos de una perspectiva o enfoque
cultural que vincule razón, sentimiento, ciencia y
conciencia. No se
debe olvidar, que la cultura como producción humana en su proceso y resultado
no se cualifica sólo por su dimensión cognoscitiva,
sino particularmente por la sensibilidad que incita y activa el
saber en su búsqueda integradora de lo que llamamos
verdad.

Nadie con sentido común, puede obviar los
resultados de la tecno-ciencia en la época de la
globalización contemporánea. Pero sin sentido
cultural, devienen estériles para el hombre, pues enajenan
y deshumanizan. Resulta perjudicial, porque la verdad es
vacía de contenido, cuando se separa de la belleza y la
bondad, cuya armonía la funda e introduce
Pitágoras, a partir del sentido de medida, y es continuada
por muchos filósofos y pensadores, incluyendo a
José Martí.

No es posible hacer del conocimiento científico
el núcleo arquetípico del pensamiento y convertir a
éste en un modelo
impersonal que condiciona de modo a priori y teleológico
la realidad existente para hacer una unidad o identidad con ella,
llamada verdad. La verdad, sea de cualquier naturaleza, es
proceso y resultado aprehensivo humano, como saber profundo,
construido por la actividad del hombre en relación con el
mundo o la parte de él hacia la cual dirige su acción.
Se trata de un proceso humanizador de la realidad y del hombre
mismo en espacios intersubjetivos.

Una verdad que separe la esencia humana de la existencia
y los espacios histórico- culturales en que realmente se
aprehende, resulta ficticia y no resiste la prueba de la praxis
social.

La educación, como gran
metáfora de la vida tiene mucho que hacer en el logro de
un saber integral incluyente en la búsqueda de la verdad.
Una educación que renuncie a los métodos
transmisionistas y al discurso teorizante y abstracto, y asuma la
intersubjetividad como modo idóneo de formación
humana, desarrolla sensibilidad, actitudes
cognoscitivas creadoras, razón utópica y propicia
que el lenguaje genere acciones creativas. Al mismo tiempo
estará en mejores condiciones de vincular estrechamente
los mundos de la vida, de la escuela y del
trabajo, sin
autoritarismos, intolerancias y cientificismos
excluyentes.

 

Dr. Rigoberto Pupo

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