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Dimensión filosófico – literaria de la obra de Alejo Carpentier (página 2)




Enviado por Rigoberto Pupo



Partes: 1, 2

Pero una perspectiva lógica
científica coloreada por la sensibilidad del artista, por
la visión estética que hace del lenguaje y de
la imagen
maravillas y prodigios para crear novedades.

La sensibilidad creadora, fundada en la realidad y en la
praxis de la
vida –es el caso de Carpentier- puede lograr la fusión de
la realidad objetiva y del mundo interior (subjetivo) del
creador. Y la creación misma es eso: un resultado, donde
lo objetivo se ha
subjetivado y lo subjetivo se ha objetivado. Su acto mismo da
cuenta que no hay objeto sin sujeto y viceversa, en la
creación humana.

En relación con la teoría
de lo real maravilloso, desarrollada en el prólogo de "El
reino de este mundo" por Carpentier y su revelación en las
obras posteriores se han suscitado varias reflexiones,
particularmente sobre algunos términos donde se nota la
sombra del surrealismo:
"inesperada alteración de la realidad (el milagro),
revelación privilegiada, exaltación del
espíritu que lo conduce a un modo de "estado
límite".

En mi criterio, tan cierta es la idea de Padura, en el
sentido de que el Premio Cervantes,
asumió con más reiteración y fuerza el
término realidad en su obra, como la tesis de
Alexis Márquez, que defendiendo la razón de ser de
los conceptos influenciados por el surrealismo, argumenta que
"(…) es preciso tratar estéticamente esa realidad
maravillosa" que devela Carpentier con su excelsa sensibilidad y
profunda razón. "La percepción
de lo maravilloso –escribe Alexis Márquez- se
plantea como un problema cuya solución depende de dos
factores; uno de ellos reside en la realidad misma, cuyo carácter maravilloso tiene su fundamento en
uno cualquiera de varios fenómenos más o menos
objetivos
(…). Pero este factor no basta. Hace falta un segundo factor
que ya no reside en la realidad externa del hombre, sino
en el hombre mismo: todo ello tiene que ser percibido "con
particular intensidad en virtud de una exaltación del
espíritu que lo conduce a un modo de "estado
límite".

Ahora bien –enfatiza Márquez-
correlativamente con el planteamiento de lo real maravilloso como
un problema perceptivo, se da también un segundo
planteamiento como un problema expresivo y la
comunicación", es decir, como creación. Algo
así –difícil de definir- como el hacerse
transparente lo buscado con ansiedad y delirio sin límites, a
la razón y a la sensibilidad del creador. Es un instante
–por supuesto, con toda una historia anterior- de
máxima concentración del espíritu (estado
límite), donde confluyen muchas mediaciones subjetivas
reveladoras. Ya nadie niega en el hombre
creador los momentos cumbres de ascensión espiritual que
lo conducen a actos de iluminación aprehensivos. Por supuesto no
es esto una intuición esencial que capta los entes
ideatorios de modo espontáneo. La revelación
privilegiada de la realidad por Carpentier se funda en premisas
reales. La historia y la cultura "le
hablan" y se comunican con él, porque posee una profunda
conciencia
estética, forjada en el
conocimiento, los valores,
la praxis y la comunicación. No se funda en a priori, que
no sea una rica cosmovisión humanista, con cauces
culturales.

Carpentier no parte del pensamiento y
de la sensibilidad "puros", sino de la necesidad, para
convertirla en libertad y de
aquí dimana su fino cosmos de sensibilidad para captar la
unidad en lo diverso, lo diverso en la unidad, lo simple en lo
complejo y viceversa. Por supuesto, nadie puede revelar lo real
maravilloso, si no lo lleva dentro. Y llevarlo dentro
también es un ejercicio cultural con historia, trabajo, lucha
y praxis.

En el creador –y Carpentier es un caso particular-
existe un elan estético especial, fundado en una fuerte
base cultural, que le permite "ver" más lejos, abordar el
hombre en su complejidad, como posibilidad de búsqueda
teórica y como imagen de posibilidades varias. Al hombre
en relación con su mundo y su quehacer práctico.
Por eso lo real maravilloso, compendia en síntesis
la rica cosmovisión de Carpentier, y es, al mismo tiempo,
resultado de una cultura con vuelo de altura y concreción
de una elaboración artística secular, que con
bellas palabras revela a nuestra América, en su ser esencial y en su
devenir, para insertarse con voz propia en la
universalidad.

Lo real maravilloso, es también un descubrimiento
de raigal humanismo
centrado en el hombre y los problemas que
lo hacen grande. "Pero la grandeza del hombre – y
Carpentier da rienda suelta a la razón utópica que
es inmanente a los grandes espíritus- está
precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas. En
el Reino de los Cielos no hay grandeza que conquistar, puesto que
allá todo es jerarquía establecida,
incógnita despejada, existir sin término,
imposibilidad de sacrificios, reposo y deleite. Por ello agobiado
de penas y tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en
medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su
grandeza, su máxima medida, en el Reino de este
Mundo."

En el creador humanista, comprometido con el destino del
hombre y el drama humano, no encuentran asidero el pesimismo y el
escepticismo. Es un creador que no hace de su creación un
fin en sí mismo, sino un medio para que emerja con fuerza
la espiritualidad del hombre "natural" de nuestra América
y para que la literatura y el arte se pongan en
función
de ello.

Su rica cosmovisión, devenida ideal
estético encauzador de humanidad, concreta en su
descubrimiento de lo real maravilloso, una cultura de resistencia y de
lucha; y aunque para algunos parezca paradójico, vehicula
un mensaje político de sorprendente valía para
ayer, hoy y mañana. La consagración de la primavera
da cuenta de ello. Por eso introduce su noveno capítulo
con una frase vital y paradigmática del Segundo Fausto de
Goethe: "Solo merece la libertad y la vida aquel que cada
día debe conquistarlas".

UTOPÍA Y REALIDAD DE UNA OBRA
CREADORA

La presencia de la utopía y la realidad es
consustancial a toda obra creadora, y la razón
utópico-realista, un atributo cualificador de todo creador
con vuelo de altura.

Carpentier es un caso de mente privilegiada. Su
pensamiento profundo, escrutador de esencias, fundado en la
realidad histórico-cultural, marcha junto al hombre
sensible que busca sentido y razón de ser a toda obra
humana. Pero razón de ser para proyectar y trascender y no
para quedarse en ella como simple espectador. Su miraje sensible
–siempre cogitativo- busca sentido para acercarse al ser
mediato o transitar y realizar el deber-ser. Por eso afirma:
"(…) Los hombres pueden flaquear, pero las ideas siguen su
camino y encuentran al fin su aplicación (…) Me apasiono
por los temas históricos (…): porque para mí no
existe la modernidad en el
sentido que se le otorga; el hombre es a veces el mismo en
diferentes edades y situarlo en su pasado puede ser
también situarlo en su presente (…) Amo los grandes
temas, los grandes movimientos colectivos. Ellos dan la
más alta riqueza a los personajes y a la
trama".

Es un hombre de ideas grandes y su intelección y
su praxis se dirigen a lo grande y absoluto. Como en Martí
–y Carpentier lo toma de referente en múltiples
ocasiones- el hombre es posibilidad infinita de excelencia y
creación. Un rico cosmos pleno de espiritualidad, capaz de
descubrir grandeza, porque la lleva dentro.

Su rica cosmovisión concibe la historia como
hazaña de la libertad, y al hombre como su protagonista,
que movido por grandes ideas y sentimientos, construye la cultura
y se realiza en ella.

Hay en Carpentier un mundo inagotable, que concreta y
despliega en su obra artístico-literaria. Una obra con
constante presencia del hombre en relación con el
mundo.

Cada obra del gran escritor cubano realiza un proyecto humano o
le abre vías de acceso. Y cada proyecto, un modo
particular de realizar la utopía sin agotarla.

Su método y
su estilo, plenos de raíz identitaria latinoamericana,
como tienen por base al hombre, son al mismo tiempo cauce
desbordante de ansias de ecumenismo, vocación
cósmica y sentido cultural. Y su discurso, un
incesante "viaje a la semilla", como "(…) búsqueda de la
madre o búsqueda del elemento primigenio en la matriz
intelectual o telúrica". Pero una búsqueda que no
termina en lo que encuentra. Lo encontrado es base generatriz de
nuevas aprehensiones, discernimientos, proyectos y
nuevas búsquedas de trascendencia humana. Porque lo humano
en Carpentier es trascendente por esencia. Su huella endeleble lo
marca todo
para vivificar el presente y proyectar el futuro, lo por
venir.

Por eso en Carpentier, tal y como señala Alexis
Márquez, "hay un aspecto (…) que cada día
adquiere mayor importancia y significación, como es el
sentido premonitorio que está presente con harta
frecuencia en sus escritos. Releyendo sus trabajos
periodísticos de hace veinte o treinta años, se
sorprende uno al descubrir la aguda intuición que lo
llevó a señalar hechos futuros que hoy son realidad
plena y tangible. Lo mismo ocurre en sus novelas y
cuentos".

Su sentido premonitorio fundado en todo un quehacer
prático-espiritual, capaz de vehicular pensamiento y
sensibilidad, a través de grandes ideas e imágenes,
da cuenta no sólo de la razón utópica
realista que la encauza, sino además, de una excelsa
capacidad anticipatoria, que algunos llaman "reflejo
anticipado".

El reflejo anticipado o la capacidad anticipatoria es
inmanente a la creación artístico-literaria de
Alejo Carpentier, como le es propio, también a Martí y
a los grandes creadores. Y no es, en modo alguno, una
intuición ideatoria "pura", incondicionada y a priori. Es
un ejercicio creador que traduce la necesidad, los intereses y
los fines humanos, mediados por la praxis, en resultados
culturales para bien del hombre y la sociedad
latinoamericana.

Resultados culturales –la creación en
sí misma- que nucleados en su filosofía humanista
con cauces literarios de expresión, captan la existencia
humana como proceso
complejo, al hombre con sus fuerzas y debilidades, con sus
fisuras psíquicas y sus ansias de afirmación. Al
hombre en el drama humano y sus deseos de ser, para trascender.
Pero no al hombre aislado, sino en sus circunstancias y contextos
que le imponen la historia y la sociedad en que se
desenvuelve.

Al mismo tiempo, el creador humanista, sin "colorear" la
realidad de la vida, sus determinaciones y condicionamientos
histórico-culturales, no impone a ultranza la
sinrazón del vivir y la resistencia y la lucha. No
dispone, ni impone reacciones deterministas trilladas de
comportamientos. Todo lo contrario, propone alternativas de
salida a los sujetos. Crea espacios comunicativos que posibiliten
la elección, es decir, la libertad que cada cual debe
encontrar con sus propios esfuerzos para ser y encontrarse. Cree
en el hombre y sabe que se impone tareas para mejorar, sin
olvidar que no siempre alcanza lo que quiere, pero debe luchar
por lograrlo. Porque la lucha misma acompaña al destino
del hombre y a su sentido de la vida. Lo que el hombre no puede
olvidar es el horizonte que tiene ante sí, es decir, la
utopía que todo lo mueve y los proyectos que dan acceso a
ella.

Es que para Carpentier, el hombre mismo es un proyecto
en pos de la libertad. Un proyecto con necesidades que debe
asumir en la praxis para realizar su ser esencial. Si ciertamente
es hijo de su época, de su tiempo histórico, de su
espacio geográfico, esto no significa que fatalmente el
destino predestine su existencia. Su subjetividad, hacedora de
proyectos, si bien no es una "varita mágica" salvadora,
ella puede abrirle caminos, pero "caminos que se hacen al andar".
Se requiere de la acción
asumida con pasión, fuerza y dolor para vencer
obstáculos y abrirse al porvenir.

La obra de Carpentier es universal por su esencia y
propósitos, y realiza su universalidad en nuestras tierras
de América. También por la conjunción de un
raigal espíritu identitario latinoamericano y su siempre
vocación ecuménica, en su obra, nuestra
América se inserta a la universalidad con status
propio.

Su gran utopía, la realización de nuestra
América, continúa toda una tradición con
sólidos fundamentos en el pensamiento y la obra de
Bolívar, Martí y otros fundadores.
Revelar el ser esencial de América
Latina, las potencialidades creadoras de nuestros hombres y
pueblos devino propósito primario, y su rica y vasta obra
literaria, su determinación concreta. Como en
Martí, su producción literaria penetró con
creces en la realidad latinoamericana e hizo mucho y dijo
más para la contemporaneidad. Consciente de los retos y
acechanzas internos y externos aboga por la unidad de nuestra
América, "Nuestros destinos están ligados ante los
mismos enemigos (…), ante iguales contingencias.
Víctimas podemos ser de un mismo adversario. De ahí
que la historia de nuestra América haya de ser estudiada
como una gran unidad, como la de un conjunto de células
inseparables unas de otras, para acabar de entender realmente lo
que somos, y qué papel es el que habremos de
desempeñar en la realidad que nos circunda y da un sentido
a nuestros destinos. Decía José Martí en
1893, dos años antes de su muerte: "Ni el
libro europeo,
ni el libro yanqui, nos darán la clave del enigma
hispanoamericano", añadiendo más adelante: "Es
preciso ser a la vez el hombre de su época y el de su
pueblo, pero hay que ser ante todo el hombre de su pueblo". Y
para entender ese pueblo –esos pueblos- es preciso conocer
su historia a fondo, añadiría yo".

He ahí, el valor de una
utopía cuando se hace terrenal y dialoga con la realidad.
Impulsado por la utopía de nuestra América,
Carpentier echa mano a la obra. Asume nuestra América con
visión holística. Estudia profundamente sus
raíces, su historia, su cultura. Cada obra suya, con los
recursos
literarios iluminadores que posibilita su oficio como creador,
revela aristas inagotables de aprehensiones del ser
latinoamericano y al mismo tiempo busca y crea conciencia
identitaria, de pertenencia. "Y es, además –refiere
Padura a lo real maravilloso- esencia histórica,
orígenes, literatura comprometida, rostro y alma de
América".

En la gran utopía de nuestro Premio Cervantes, lo
real maravilloso, como síntesis cosmovisiva, como
asunción estética de la realidad o método
creativo, es al mismo tiempo un proyecto que accede a la
utopía, sin culminarla. Lo mismo que junto a él, y
dándole concreción, operan entre otros, tres
invariantes que asoman sin cesar en el discurso: el tiempo, el
hombre y la revolución, avalados por el elan barroco "(…)
que emana de nuestra realidad y se magnifica en su estilo
literario". En fin, una totalidad cosmovisiva capaz de hacer
transparente a la razón y a la sensibilidad la
América nuestra en todas sus concreciones, en la unidad de
lo diverso y en su perenne ímpetu de ser y trascender con
personalidad
propia en el concierto de las naciones.

Utopía y realidad, tematizan un diálogo
perenne en la cosmovisión y en la praxis de Alejo
Carpentier. Y esto no es casual; estamos en presencia de un
creador sensible que hizo de su oficio y la misión una
totalidad unitaria inseparable.

Su oficio, como escritor proteico, todo un artista de la
palabra y la imaginación creadora. Una voluntad de estilo,
con recursos literarios múltiples para recrear la realidad
en relación con el hombre con inusitada originalidad y
elevado espíritu cogitativo.

Su misión, un hombre consagrado al trabajo,
alumbrado por una filosofía humanista que hizo del hombre
y su ascensión, objeto primario de su vida.

Es difícil encontrar a un hombre creador que haga
del oficio y la misión, "las dos caras de una misma
moneda", que no desarrolle en su máxima expresión
la razón utópica.

Carpentier como Martí, Marinello y tantos otros
fundadores, es por naturaleza y
vocación, utópico. Su raigal humanismo le abre
infinitos horizontes. No hay consagración humana al margen
de la utopía, como no hay utopía al margen de la
consagración humana.

Hombres de esta naturaleza creen en el valor de las
ideas, y en su quehacer teórico-práctico, se
guían por ellas y las construyen de nuevo, si las
circunstancias lo exigen.

Carpentier fue un eterno cazador de utopía,
porque creyó en el perfeccionamiento humano y en la
posibilidad real de la reconciliación del hombre consigo
mismo en la cultura. Por eso hizo de su literatura grande, cauce
expresivo de pensamiento alado, con luz de
estrellas.

En él, filosofía y literatura se
complementan recíprocamente, para imprimir al discurso,
vocación cósmica y sentido cultural: todo un cosmos
en búsqueda del hombre y de su creciente humanidad para
realizar la grande utopía de nuestra
América.

 

Dr. Rigoberto Pupo

Partes: 1, 2
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