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Definiciones juzgadas



Partes: 1, 2, 3

    1. Espíritu, alma y
      cuerpo
    2. La
      bancarrota de la ciencia
    3. Ley divina,
      ley natural y ley humana
    4. La
      sabiduría, el progreso y las ciencias
    5. La
      mecánica, la física y la
      metafísica
    6. Los
      hombres trinos, dúos y unos; todo es
      trinidad
    7. El siglo de
      las matemáticas

    ELOI, EL ESPÍRITU Y LA VIDA: O,
    CREADOR HOMBRE Y
    MUNDO

    Profundidades tan insondables me envuelven en este instante a
    la presencia de esa suprema trinidad, que a pesar que mis alas
    quieren cubrir el Universo, son
    tan pequeñas en la realidad, que sólo positivamente
    cubren el mínimo mundo tierra,
    encerrado como está mi espíritu en un cuerpo como
    el de todos los hombres.

    Es cierto y lo confirmo en lealtad, que mi espíritu
    vuela por todo ese Universo infinito
    y se satura en el amor de
    ELOI, porque hasta su centro llegó; y este pobre cuerpo,
    también sintió el escalofrío y
    compunción de aquel, terrible momento de la
    auscultación atomizadora de Eloí sobre mí
    espíritu,
    que por el extremado amor a la
    humanidad de la tierra fue
    llevado allí, cubierto por la majestad del Maestro
    Espíritu de Verdad (espíritu
    santo bíblico).

    ¿Cómo contarles a mis hermanos aquella escena,
    la más sublime a que el espíritu aspira de volver a
    su progenitor? Muda es la elocuencia; pobre silabario la riqueza
    de todos los idiomas; sombras obscuras todas las luces de los
    soles, y las más bellas notas musicales, parecerían
    el ronco mugir de la fiera para describir aquel momento sublime y
    divino, que sólo puede hacerlos el Padre, el Creador,
    Eloí.

    Sólo puede decirse, como lo dice el profeta que "ni el
    ojo vio ni el oído
    oyó cosa igual" Eso es la realidad.

    Mas se sacan dos conclusiones, que aquí, en este
    estudio os quedan expuestos dos principios en que
    se funda todo el ser. En verdad de verdad; nuestra infinita
    pequeñez,
    que es, por eso, nuestra infinita
    grandeza.

    Sólo en aquella infinita majestad se ve la realidad de
    nuestra nonada; pero no quedamos reducidos al no ser, porque el
    Padre es y nosotros somos en él una partícula
    apenas perceptible que se ve de nosotros ante su ojo; pero
    partícula es de su ser y, esto es ser infinitamente
    grande por la procedencia y la acción
    encomendada por el que todo lo es en sí mismo, a
    nuestra
    individualidad, nonada, pero que es.

    Mas es necesario salir de su presencia para ver que somos
    algo; ante él, se pierde toda noción de ser, pues
    parece que no somos.

    Mas cuando ya se sale de delante de su ojo atomizador, ante el
    que se descubre toda la consciencia y queda ésta a vista,
    transparente como el fino cristal donde ni el más
    recóndito pensamiento
    queda oculto… ¡Oh hermanos míos!… Entonces
    sí que se ve que en hombre no hay más que vanidad y
    que es en realidad aquella nonada, aquella partícula
    infinitamente pequeña y también infinitamente
    grande, porque es el ser de su ser: fuera de eso todo es
    ficción si no está en su espíritu la
    sabiduría.

    Sí, todo es vano y ficticio lo que no sea el
    espíritu. Pero si en él está ya la
    sabiduría, nada tampoco hay ficticio ni vano; todo es
    realidad y aparece pleno de vida porque que todo está
    saturado de la real vida, pensamiento y voluntad de aquel
    terrible anatomista, cuanto magnánimo, grande y amoroso
    Padre, de cuyo ser somos nonada; pero somos su partícula,
    su volunta, su acción, sus hijos en fin. Y
    ¿qué más grande podemos ser que ser una
    partícula del que todo lo es, su pensamiento, su voluntad,
    su acción, la vida misma de todas las cosas que hay del
    espíritu abajo, por el todas existen y sin el cual no
    existirían? ¡Hombre, hermano mío! No te se
    puede decir más ni más se te dirá en toda la
    eternidad, de tu grandeza,
    que lo que te digo en esa
    interrogación: ella encierra todo el Universo y en la
    eternidad; no lo habrás acabado de estudiar porque, es
    la sabiduría sin fondo en la comprensión, pero
    perfectamente perceptible si te quieres conocer a ti
    mismo.

    Para podértelo decir, hube de llegar a la presencia de
    nuestro Padre, introducido por el Espíritu de Verdad: en
    su propio centro vibratorio fui atomizado en la
    auscultación de mi ser y ví mi procedencia en El y,
    como ya vosotros, por quienes sufrí aquella autopsia.
    Viéndome atomizado, me ví humilde, más no
    pequeño, porque nada de lo que es de Eloí pude ser
    pequeño, aunque sea menor hasta el infinito.

    Partes: 1, 2, 3

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