- Espíritu, alma y
cuerpo - La
bancarrota de la ciencia - Ley divina,
ley natural y ley humana - La
sabiduría, el progreso y las ciencias - La
mecánica, la física y la
metafísica - Los
hombres trinos, dúos y unos; todo es
trinidad - El siglo de
las matemáticas
ELOI, EL ESPÍRITU Y LA VIDA: O,
CREADOR HOMBRE Y
MUNDO
Profundidades tan insondables me envuelven en este instante a
la presencia de esa suprema trinidad, que a pesar que mis alas
quieren cubrir el Universo, son
tan pequeñas en la realidad, que sólo positivamente
cubren el mínimo mundo tierra,
encerrado como está mi espíritu en un cuerpo como
el de todos los hombres.
Es cierto y lo confirmo en lealtad, que mi espíritu
vuela por todo ese Universo infinito
y se satura en el amor de
ELOI, porque hasta su centro llegó; y este pobre cuerpo,
también sintió el escalofrío y
compunción de aquel, terrible momento de la
auscultación atomizadora de Eloí sobre mí
espíritu, que por el extremado amor a la
humanidad de la tierra fue
llevado allí, cubierto por la majestad del Maestro
Espíritu de Verdad (espíritu
santo bíblico).
¿Cómo contarles a mis hermanos aquella escena,
la más sublime a que el espíritu aspira de volver a
su progenitor? Muda es la elocuencia; pobre silabario la riqueza
de todos los idiomas; sombras obscuras todas las luces de los
soles, y las más bellas notas musicales, parecerían
el ronco mugir de la fiera para describir aquel momento sublime y
divino, que sólo puede hacerlos el Padre, el Creador,
Eloí.
Sólo puede decirse, como lo dice el profeta que "ni el
ojo vio ni el oído
oyó cosa igual" Eso es la realidad.
Mas se sacan dos conclusiones, que aquí, en este
estudio os quedan expuestos dos principios en que
se funda todo el ser. En verdad de verdad; nuestra infinita
pequeñez, que es, por eso, nuestra infinita
grandeza.
Sólo en aquella infinita majestad se ve la realidad de
nuestra nonada; pero no quedamos reducidos al no ser, porque el
Padre es y nosotros somos en él una partícula
apenas perceptible que se ve de nosotros ante su ojo; pero
partícula es de su ser y, esto es ser infinitamente
grande por la procedencia y la acción
encomendada por el que todo lo es en sí mismo, a
nuestra individualidad, nonada, pero que es.
Mas es necesario salir de su presencia para ver que somos
algo; ante él, se pierde toda noción de ser, pues
parece que no somos.
Mas cuando ya se sale de delante de su ojo atomizador, ante el
que se descubre toda la consciencia y queda ésta a vista,
transparente como el fino cristal donde ni el más
recóndito pensamiento
queda oculto… ¡Oh hermanos míos!… Entonces
sí que se ve que en hombre no hay más que vanidad y
que es en realidad aquella nonada, aquella partícula
infinitamente pequeña y también infinitamente
grande, porque es el ser de su ser: fuera de eso todo es
ficción si no está en su espíritu la
sabiduría.
Sí, todo es vano y ficticio lo que no sea el
espíritu. Pero si en él está ya la
sabiduría, nada tampoco hay ficticio ni vano; todo es
realidad y aparece pleno de vida porque que todo está
saturado de la real vida, pensamiento y voluntad de aquel
terrible anatomista, cuanto magnánimo, grande y amoroso
Padre, de cuyo ser somos nonada; pero somos su partícula,
su volunta, su acción, sus hijos en fin. Y
¿qué más grande podemos ser que ser una
partícula del que todo lo es, su pensamiento, su voluntad,
su acción, la vida misma de todas las cosas que hay del
espíritu abajo, por el todas existen y sin el cual no
existirían? ¡Hombre, hermano mío! No te se
puede decir más ni más se te dirá en toda la
eternidad, de tu grandeza, que lo que te digo en esa
interrogación: ella encierra todo el Universo y en la
eternidad; no lo habrás acabado de estudiar porque, es
la sabiduría sin fondo en la comprensión, pero
perfectamente perceptible si te quieres conocer a ti
mismo.
Para podértelo decir, hube de llegar a la presencia de
nuestro Padre, introducido por el Espíritu de Verdad: en
su propio centro vibratorio fui atomizado en la
auscultación de mi ser y ví mi procedencia en El y,
como ya vosotros, por quienes sufrí aquella autopsia.
Viéndome atomizado, me ví humilde, más no
pequeño, porque nada de lo que es de Eloí pude ser
pequeño, aunque sea menor hasta el infinito.
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