Técnicas Argumentativas en el Discurso Político Boliviano (página 3)
La acertada concepción que describe el enfoque en
torno al
publico-receptor, en lo referente a sus necesidades, debe
ceñirse a lo que denominaremos necesidades informativas
o de información, que dejarán de lado otras de
diverso tipo (alimentación,
salud, etc.), y
permitirán considerar un abanico de posibilidades desde
las necesidades informativas de diversión, hasta las
necesidades informativas de formación
académica.
Se perfilan para una reflexión más
detallada, la idea de necesidades expresivas pensadas como
parte del mecanismo de feed-back comunicativo puesto en marcha
por emisores y receptores, así como también, el
aspecto mencionado respecto al uso relevante de la
información asimilada por los sujetos
participantes del intercambio comunicativo.
Asimismo, cabe aclarar que el receptor no sólo
optará por un mensaje u otro, él también
elaborará con estos insumos significados socio-culturales
útiles para su actividad cotidiana.
En ésta actividad de configuración de
nuevos significados, es definitivamente relevante el debate de
ideas pensado a manera de disputa argumentativa cotidiana
que permite valorar, positiva o negativamente, nuestras ideas
sobre la realidad en base a otros criterios vertidos y su
aparente validez; a partir de este proceso, se
puede suponer una construcción significativa de sistemas de ideas
desarrollada únicamente en un contexto social.
Sucintamente, si nos preguntamos ¿qué es
aquello que hace un receptor en el proceso comunicativo?,
podemos pensar en dos cosas básicas: la primera es que
él selecciona la información que va a buscar para
satisfacer sus necesidades de información y, en segundo
lugar, él configura significados complejos de tipo
socio-cultural a partir de los insumos semánticos que ha
preseleccionado y asimilado.
El establecimiento de las características
generales del proceso comunicativo y la dinámica presente en la instancia de
recepción del mismo desarrolladas previamente,
permitirán resaltar la importancia que reviste el
auditorio-receptor en el intercambio argumentativo y en la
construcción de la argumentación del
discurso.Inicialmente, se puede manifestar que el discurso
con fines argumentativos, entendido como aquel cuya
intención manifiesta y conciente es la de orientar las
formas de pensar un auditorio, no puede comprenderse sino
relacionado a esta instancia de recepción que se
constituye en un elemento ineludible del proceso
comunicativo; entonces, argumentamos constantemente en
función de alguien.Este alguien a quien le presentamos un discurso
argumentativo –nuestro auditorio, que es el conjunto de
aquellos sobre quienes el orador quiere influir por medio de
su argumentación (Perelman, citado por Amossy 2000)-,
puede asumir diferentes características.Así, el auditorio puede estar constituido por
un grupo
reducido o un vasto público que no necesariamente
puede participar del intercambio comunicativo, pero al cual
se debe tomar invariablemente en cuenta, dado que cada
situación determinará una lógica propia de interacción verbal del tipo
dialógico o dialogal.La siguiente tabla, basada en la
diferenciación de cuatro clases de receptores que
establece Kebrat-Orecchini (citado por Marafioti 2002: 88)
nos muestra como
pueden modificarse los atributos de interactividad en nuestro
auditorio:REALIDAD
EMPÍRICALOCUACIDAD
INTERACCIÓN
VERBALMANIFESTACIONES
Presente
Locuente
DIALOGAL
e.g.
ConversaciónPresente
No-locuente
DIALÓGICA
e.g. Conferencias
Ausente
Locuente
DIALOGAL
e.g. Conversación
TelefónicaAusente
No-locuente
DIALÓGICA
e.g. Comunicación Escrita
En el proceso de producción de Discursos
Argumentativos orientados a nuestro auditorio, se debe
recalcar la importancia de los significados sociales que el
destinatario ha producido con anterioridad y que forman parte
de la visión de mundo con la que ellos
percibirán nuestro discurso.La consideración de estos significados
sociales presupone la elaboración de hipótesis, por parte del orador, sobre
las creencias compartidas por el auditorio; estas
hipótesis le
servirán de bases para la elaboración del
discurso argumentativo.Consecuentemente, el orador debe preguntarse sobre
la naturaleza
de quienes son sus interlocutores, vale decir, las
características socio-culturales más
importantes que definen a su auditorio, y, de igual manera,
basado en estos rasgos, deberá indagar sobre las
opiniones comunes de mayor relevancia para su interlocutor al
momento de la emisión discursiva.Amossy (2000: 36), se refiere al concepto
retórico de doxa, concebida como la "opinion
commune" del auditorio, que establece el inicio de la
relación argumentativa en función de las ideas
del auditorio ya que el orador tiene, según la autora,
la potestad de construir conceptual y verbalmente a su
interlocutor basándose en el
conocimiento de su doxa.En efecto, podemos construir la imagen de
nuestro auditorio basados en indicios previos a la
elaboración del discurso, cuyos elementos principales
pueden pensarse en función a información
relevante concerniente al lugar en la estructura
socio-cultural donde se inscribe nuestro auditorio, y a sus
necesidades informativas latentes; vale decir, los rasgos que
lo identifican (Ilust. 2.). Esta información
deberá tener consecuencias, inicialmente, en la idea
que nos hacemos de nuestro interlocutor y, posteriormente, en
las características del producto
discursivo-argumentativo elaborado en función a este
auditorio.Ilust. 2. Información
relevante para la producción
argumentativaLa producción del discurso argumentativo, a
partir de estos datos,
buscará la opinión común del auditorio
apoyándose en indicios que le permitirán la
elaboración de hipótesis sobre la doxa
oratoria que, posteriormente, constituirá la
base del discurso argumentativo (Ilust. 3.). Esta base del
discurso estará constituida por la imagen del
auditorio que contribuirá a la eficacia de
nuestra argumentación; en palabras de la autora "la
distancia entre la imagen del auditorio elaborada por el
orador y la realidad del público, determina la
eficacia de la argumentación" (Amossy,
2000).Ilust. 3. Construcción de
la imagen del auditorioSin embargo, se hace necesaria una
consideración más amplía de los indicadores que permitirán conocer con
mayor amplitud la doxa de nuestro auditorio.
Inicialmente, diremos que el planteamiento de la
información social relevante, no será de
utilidad sino
en relación con los discursos emitidos previamente por
nuestro auditorio. Estos discursos constituirán
indicadores más próximos a las opiniones
comunes de nuestros interlocutores, más aún
cuando sean discursos institucionales o tengan interlocutores
válidos que demuestren cierta legitimidad en la
emisión de los mismos.- EL DISCURSO
ARGUMENTATIVO Y EL AUDITORIO - CONSIDERACIONES EN
TORNO AL TEMA
La relevancia que adquieren los estudios realizados
sobre el lenguaje y
sus formas de manifestación en un contexto comunicativo,
se muestra en la importante contribución al conocimiento
que dichos estudios hacen al análisis de otros factores, no forzosamente
inherentes a la naturaleza de un sistema
autónomo abstraído de su ejecución, sino
más bien factores de tipo social y contextual que
también están involucrados en la producción
y recepción de mensajes.
Asimismo, debemos tomar en cuenta que, si bien este
marco comunicacional permitirá ubicar en una perspectiva
más amplia las aproximaciones al conocimiento de los usos
y hechos del lenguaje, no
se trata más que de una visión general sobre el
mismo y sus manifestaciones sociales.
En este sentido, una visión comunicativa del
estudio de los hechos del lenguaje, deberá contemplar en
su análisis, fenómenos concretos y relevantes a los
intereses de la sociedad en su
conjunto, la cual encuentra como una necesidad inaplazable el
estudio del discurso y sus manifestaciones
argumentativas.
Finalmente, se pude señalar que el estudio del
auditorio es sólo una parte del fenómeno de la
argumentación discursiva en una sociedad abigarrada que
nos plantea, diariamente, diálogos interculturales y
disputas por una legitimidad discursivo-ideológica nunca
aplacada entre sus miembros.
- EL DISCURSO POLITICO
El Análisis del Discurso y su variedad de
estudio argumentativo, se presentan propicios para aplicarse
a un corpus lingüístico amplio que comprende
formas del lenguaje de distinto tipo y características
heterogéneas. Así, podemos pensar en un
universo
discursivo, donde se encuentra un tipo particular que
constituye el fenómeno de estudio que concita nuestra
atención: el Discurso
Político.A lo largo del planteamiento que sigue se pretende
caracterizar este tipo de discurso, basándose en las
reflexiones contemporáneas referentes al estudio de la
relación existente entre discurso, política y sociedad. De esta manera, se
buscará la circunscripción del fenómeno
discursivo político en el ámbito del uso del
lenguaje y de la eficacia de este discurso en la
sociedad.- EL DISCURSO
POLÍTICO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA
REALIDAD Existe una característica inherente al
Discurso Político (DP) muchas veces
polémica debido a una idea generalizada que
propone la existencia de una verdad absoluta alejada,
particularmente, de la política. Dicha verdad, al
no poderse concebir por completo por una suerte de
limitación empírica, sino a través
de las diversas versiones de verdad existentes, ocasionan
que el DP, intermediario de relaciones de poder,
proponga una versión de verdad que no
necesariamente es aceptada por grupos
sociales cuya variante de verdad es diferente u
opuesta. Así, para muchos el DP resultará
falso o mendaz pues no se ajusta a las opiniones que
asumen por ciertas.En esta misma línea, Tapia (en
Alarcón 1998) indica que el DP, en su
dimensión pragmática y semántica, es un lenguaje que
intenta definir la realidad, no en un sentido
científico de verdad, sino con fines
prácticos. Así, los políticos
definen las cosas en función a su visión
institucional de partido o movimiento y plantean una guía para
la acción en función a lo que
consideran mejor desde el plano político; al
respecto de este último punto, Tapia considera
como fines prácticos la
organización y el gobierno de la gente. El autor prioriza el
estudio pragmático del DP y nos brinda un ejemplo
de esta manera de organizar la realidad (en base a la
verdad práctica de mayor consenso) cuando menciona
que este tipo de discurso se encarga de construir sujetos
sociales. Igualmente importante es la mención
hecha por el autor sobre la necesidad de entender la
realidad que construye el DP a través de la
interrelación de éste en una red
discursiva.A este tenor, es pertinente mencionar el estudio
sobre el DP que realizan autores como López y
Santiago (2000), quienes coinciden con Tapia en atribuir
a este discurso, una deformación de la
información trasmitida, en virtud de la
subjetividad que las opiniones y sistemas de ideas
políticas conllevan. Sin embargo,
reconocen que esta subjetividad es inevitable dado que
las palabras son improcesables fuera de un contexto
social, donde la supuesta objetividad es orientada por
la
comunicación situada y en función a la
adecuación a valores culturales
específicos.Si el DP construye la realidad y la define, cabe
preguntarse ¿qué parte de la realidad
define?Al respecto, Tapia indica que los discursos de
este tipo definirán políticamente la
sociedad opinando sobre problemas públicos presentes en la
coyuntura o en la historia
nacional; problemas relacionados con la manera de dirigir
del Estado
(1998: 42 y 50). En este sentido, la especificidad
particular del discurso político es la de tratar
temas que tengan que ver con la administración pública del
Estado: a pesar de que las relaciones de poder
prácticamente se pueden percibir en toda
interrelación humana, parece más adecuado,
al considerar discursos institucionales o partidarios,
avocarse a las relaciones de poder que se ejercen a nivel
macro-político en la
administración pública. Igualmente, se
debe entender que el tratamiento de la administración del Estado debe
inscribirse en una coyuntura histórica, poniendo
énfasis en el contexto social de emisión
del DP.La caracterización que Tapia realiza
sobre el DP apunta hacia el diseño de un análisis
semiótico que prioriza su nivel pragmático,
esto al percatarse de la mediación que el DP
moviliza en las relaciones sociales de poder; una
mediación que necesariamente debe establecer nexos
a nivel del uso del lenguaje. Además, el
planteamiento realizado sobre la verdad práctica
de consenso, lleva a pensar la necesidad de analizar del
DP considerando la doxa u opinión
común de los receptores en una red
discursiva más amplia, situada en un contexto
social particular.La persuasión, inicialmente definida como
la incitación a creer en algo, puede considerarse
como una de las características constitutivas del
DP. Así, conviniendo en que el DP no pretende
establecer una verdad científica, resulta que este
discurso busca la verosimilitud o apariencia de verdad en
su planteamiento para persuadir al receptor y, de esta
manera, generar consecuencias favorables al sujeto-emisor
político. Existe, entonces, una estrategia persuasiva verbal que debe
desentrañarse en esta suerte de
teatralización de la realidad que es el DP (Tapia
en Alarcón 1998:41).Asimismo, López y Santiago (2000)
subrayan que las relaciones políticas (de poder y
gobierno, este último entendido como el poder
organizado institucionalmente) en una sociedad
están traspasadas por una comunicación que
orienta al individuo sobre su accionar en el entrono
político; más aún en un entorno
democrático donde la palabra eficaz persuade para
producir el consenso entre ciudadanos. Los autores
consideran que el DP es eficaz dado que intenta, a
través de estrategias persuasivas, generar efectos
cognitivos que permiten construir la realidad
política y social (vale decir, una manera de
entender estos aspectos) de manera que persuadan a su
destinatario sobre una acción favorable al
orador.Para estos autores, el DP es un acto de habla
retórico y es, precisamente la retórica,
concebida como arte
de persuadir a un receptor mediante este tipo de actos,
la que prepara discursos que se constituyen en herramientas de acción
política y cambios en la vida pública del
Estado y el gobierno de un país.Esta acción política se
realizará, con prioridad, a través del uso
instrumental del lenguaje como mediador de las relaciones
de poder en la sociedad. En este entendido, el sistema
democrático se presenta propicio para la
acción del DP, ya que la participación de
representantes del pueblo en asuntos públicos, se
realiza mediante el uso de la palabra que convence y
evita el uso de la violencia ante posiciones
antagónicas.Así, se puede pensar en un DP de
intenciones persuasivas que actúa sobre el
receptor haciéndole adoptar posiciones y
repercutiendo eventualmente en su conducta, de esta forma, el DP
actúa de manera eficaz ya que produce los efectos
esperados en la realidad. Al respecto, Raiter (1999)
concuerda con la idea de que los oyentes del DP son
inducidos a la persuasión a través de
operaciones (transformaciones) que cambian
sus creencias, actitudes y acciones.Al referirse a esta eficacia
discursiva-política, Peña señala
que, al ser las palabras un acto lingüístico,
éstas se convierten en estímulos que
provocan una reacción en el interlocutor (1991:
16). Para el autor, la concepción sofística
que implica un lenguaje práctico en el mundo
político, se entiende como la influencia ejercida
por la palabra en las decisiones públicas que
tocan a los ciudadanos. De esta manera, el lenguaje es un
instrumento para propósitos políticos: el
poder de la palabra se expresa fundamentalmente en el
lenguaje persuasivo que busca inducir al hombre
a ciertas acciones.- LA
PERSUASIÓN Y LA EFICACIA DEL DISCURSO
POLÍTICO - CONSIDERACIONES
EN TORNO AL TEMA
- EL DISCURSO
A partir de la reflexión previa, el DP se
presenta fundamentalmente como una forma de lenguaje que
construye una realidad referida a la administración del Estado, cuyas
intenciones persuasivas buscan repercutir en las acciones de su
interlocutor. La caracterización que antecede,
circunscribe lo político a temas que traten sobre el Estado pues
se debe considerar que las relaciones sociales de poder,
comprenden prácticamente todas las actividades humanas y
el intentar abarcar este conjunto de hechos, sería una
tarea compleja que excede nuestros modestos propósitos
iniciales.
En lo referente a la verosimilitud creada por el DP,
ésta recreará parcialmente la realidad de manera
favorable o desfavorable a los distintos sujetos
políticos. Así, los acontecimientos ocurridos,
sólo pueden entenderse en la interrelación con
otras construcciones de la realidad que ayuden a una
comprensión más amplia de los hechos. Sin embargo,
puede pensarse que la intersección de estas versiones de
la realidad son las opiniones o creencias compartidas por una
sociedad, que servirán como el punto de partida del
trabajo de
persuasión que pone en marcha el DP.
Asimismo, la particularidad persuasiva del DP, permite
pensar en el develamiento de la estrategia argumentativa que
plantea un discurso que, para convencer a su auditorio sobre su
versión de la realidad, utiliza recursos verbales
buscando promover la adhesión a las ideas formuladas en
él.
Para finalizar, se puede mencionar que la eficacia del
DP en un sistema democrático, se expresa notablemente en
la toma de
decisiones, sus consecuencias reales y las acciones
políticas ligadas a la administración
pública; asimismo, se debe entender esta eficacia
discursiva en concordancia con los intereses y expectativas de
los emisores-sujetos políticos. No se puede pensar dicha
eficacia, sino a través de la materialidad discursiva y su
puesta en escena en la sociedad, donde los discursos constituyen
instrumentos y/o armas de lucha
por el poder.
- DISCURSO Y TÉCNICAS
ARGUMENTATIVAS
- ARGUMENTACIÓN Y
PERSUASIÓN Conviene en principio, y antes de ingresar
plenamente al estudio de lo que la presente investigación denomina
técnicas argumentativas del discurso, remarcar
algunas caracterizaciones realizadas por autores que se han
encargado de estudiar dos conceptos clave que se hallan
íntimamente relacionados y permitirán el
adecuado desarrollo
del planteamiento teórico que sigue: la
argumentación y la persuasión.En relación a la argumentación,
Charaudeau y Maingueneau (2002: 66-72), quienes sistematizan
los tratamientos más valiosos dados a este aspecto del
discurso, destacan los trabajos de Perelman y Ducrot (entre
otros) a quienes atribuyen la refundación de la
retórica clásica a través del estudio de
la argumentación en los años
setenta.Estos estudios caracterizan al discurso
argumentativo, de forma intra-discursiva, por sus elementos
estructurales y, de forma extra-discursiva por el efecto
perlocutivo que busca alcanzarse por medio de él: la
persuasión.De esta manera, la argumentación puede
definirse principalmente de dos maneras: a) como un modo
específico de organización de una constelación
de enunciados y b) como la expresión de un punto de
vista en varios enunciados; se observa que el caso de a)
refiere a la caracterización intra-discursiva y el
caso de b) al efecto perlocutivo persuasivo arriba
mencionados.El primer caso de a) entiende la
argumentación de tres maneras: 1) como un discurso
lógico que encadena proposiciones, vale decir, el
desarrollo de un razonamiento; 2) como un discurso natural
monológico que, mediante el proceso de
argumentación, establece un enunciado controversial o
discutible conectándolo a un enunciado
sustraído de la controversia o indiscutible; 3) desde
una perspectiva dialógica-racional donde la
argumentación es una actividad verbal y social cuyo
objetivo
es reforzar o debilitar la aceptabilidad de un punto de vista
controvertido ante un auditorio o juez racional al que expone
proposiciones que lo justifiquen.Estos enunciados y su contenido plausible conducente
a legitimar una conclusión controvertida,
podrán caracterizarse intra-discursivamente como
argumentos, y concebir a la argumentación como el
conjunto de argumentos movilizados hacia un objetivo
particular (Charaudeau y Maingueneau 2002: 64-66). El
argumento será, así, un tipo de enunciado que,
al legitimar conclusiones, busca la aceptación de las
mismas por un interlocutor. Se devela en esta última
apreciación, un objetivo particular o, como se
verá a continuación, una intención
argumentativa que, necesariamente, tiene lugar en la puesta
en marcha de esta actividad verbal contextualizada
socialmente llamada argumentación.Por su parte, en el caso de b), la
argumentación es una tentativa de modificar las
representaciones del interlocutor, entonces, toda
información (descriptiva o narrativa) y sus enunciados
construyen un punto de vista o una esquematización.
Esta información, aquella que pretende intervenir en
la opinión, actitud e
incluso comportamiento de alguien a través del
discurso argumentativo, hace compartir al interlocutor una
visión específica de las cosas. Sin embargo,
sobre el particular cabe mencionar la distinción
realizada por Amossy (2000) entre dimensión e
intención argumentativa de un discurso y,
consecuentemente, de la información que este
transmite, donde, la primera, implica únicamente la
transmisión de un punto de vista sobre las cosas y la
segunda, busca expresamente la modificación de las
posiciones del interlocutor. Así, para el
planteamiento que sigue, no toda información
será considerada con intención persuasiva, sino
aquella que conscientemente pretenda actuar sobre las
opiniones (y eventualmente las acciones) de un
interlocutor.Así, desde el presente trabajo, la
argumentación o discurso argumentativo,
será entendido como un conjunto solidario de
enunciados que, bajo la forma de argumentos, apoyan las
conclusiones e ideas principales planteadas, buscando
intencionalmente su aceptación a través de
mecanismos verbales orientados a conseguir el efecto
perlocutivo persuasivo en un auditorio.En lo que respecta al tratamiento dado a la
persuasión, desde la perspectiva de Perelman, se
contempla a este producto de los procesos
de influencia, entendiéndolo como la obtención
de la adhesión de las mentes a las ideas planteadas
por el discurso (Charaudeau y Maingueneau 2002: 429-430); se
produce así, un estado mental posterior a una
emisión real y discursiva, donde se ha optado por
convenir con las ideas en ella planteadas. El presente
estudio, retoma esta definición considerando
"persuasivos" o con intención argumentativa, a todos
aquellos mecanismos y elementos verbales que puedan o
intenten provocar conscientemente la adhesión y
legitimar un punto de vista expresado en el
discurso.Consideramos que la manifiesta relación
anteriormente expuesta entre uno de los procesos promotores
de la persuasión, como es el discurso argumentativo, y
el estado mental de adhesión que se pretende obtener
(la persuasión), no debe reducirse a un determinismo
discursivo, que contemple estos dos elementos en una
relación causal e inalterable donde no intervengan
otras variables
adyacentes (p.e. elementos económicos o de movilidad
social) que puedan resultar más relevantes en un
proceso persuasivo que el propio discurso argumentativo, cuya
función podría quedar reducida, en ese caso, a
una suerte de envoltura atenuante de un accionar irracional
en la sociedad. El presente trabajo pone de manifiesto,
entonces, desde el análisis argumentativo, la
necesidad de un marco socio-histórico o
situación de discurso que ubique la emisión
discursiva en su contexto de producción; consiguiendo
así, una forma de explicitar, mediante el
análisis de aspectos colaterales, otras variables a
considerar, que permitan la reflexión en torno a la
interacción
discurso-sociedad-persuasión.Al plantearnos el estudio de las técnicas
argumentativas, consideramos necesario aclarar el uso de
términos cuya cercanía, en ocasiones de tipo
sinonímico, puede ocasionar interpretaciones
inadecuadas sobre el planteamiento teórico aquí
presentado.Inicialmente, se dirá que estrategia
se opone a táctica, en el sentido militar de la
palabra, donde la estrategia conduce las operaciones en el
terreno de la acción; entonces, en lo referente al
Análisis del Discurso, la estrategia implica una
opción de escoger operaciones de uso del
lenguaje con un objetivo específico. (Charaudeau y
Maingueneau, 2002: 598-599).Estableciendo el carácter operativo de la estrategia, se
puede pensar en una definición ad hoc de la
táctica como una planificación previa al conjunto de
acciones que la estrategia implica; nos encontramos,
entonces, ante una oposición entre un ámbito
abstracto de planificación (táctica) y un
ámbito concreto
de aplicación o ejecución del plan y
dirección de acciones
(estrategia).En lo referente a "técnica" retomamos el uso
que Perelman hace del término en cuestión,
cuando define a la nueva retórica como:
"…l´étude des techniques discursives
permettant de provoquer ou d´accroître
l´adhésion des esprits aux thèses
qu´on présente a leur assentiment."
(Charaudeau y Maingueneau, 2002: 429).En la misma línea de pensamiento, Camps interpreta que esta
adhesión de las mentes a las ideas planteadas, depende
de una serie de "técnicas retóricas" (1990: 41)
que, en la visión de la autora, son "medios de
argumentación" orientados a conseguir la referida
adhesión.El presente estudio considerará las
técnicas argumentativas en el ámbito concreto
de emisión discursiva anteriormente referido, donde
las operaciones de uso del lenguaje forman parte del conjunto
de acciones de una estrategia orientada, en este caso, a la
persuasión del interlocutor. Así, los
procedimientos u operaciones verbales concretos,
inscritos en una estrategia que intenta conseguir el objetivo
perlocutivo de persuasión, se denominan, en el
planteamiento teórico que sigue, técnicas
argumentativas del discurso cuyo carácter de
elementos lingüísticos en uso, hace necesaria una
aproximación teórica desde dos disciplinas que
priorizan el estudio de la eficacia del lenguaje: la
retórica y la pragmática; ambas complementando,
con sus aportes y elementos teóricos, el
Análisis Argumentativo interdisciplinario planteado
por Amossy (2000: 23).- TÁCTICA, ESTRATEGIA Y TÉCNICAS
ARGUMENTATIVASLa retórica brinda elementos valiosos para el
examen de los discursos argumentativos en nuestra sociedad;
así, la investigación de los mecanismos
verbales orientados a la persuasión, a través
de la teoría retórica,
permitirá acercarnos a un mejor entendimiento del
fenómeno estudiado.Recordemos que la vigencia de la retórica,
gracias a los aportes de las teorías argumentativas que retoman
conceptos aristotélicos clásicos, manifiesta
elementos que habían sido descuidados debido a las
modificaciones que había sufrido a lo largo de su
historia, y que la habían transformado en una
retórica restringida, donde la exhaustiva taxonomía de las figuras ocupa un lugar
cardinal en el estudio retórico de la creación
literaria: la clasificación de formas literarias
constituye el objeto de estudio de la Retórica que,
estableciendo un canon retórico de preceptos, entiende
a la retórica como una gramática para la creación de
obras literarias (Fernández y Gómez, 1962:
7-12). Amossy considera que este tipo de retórica
restringida o limitada, se opone al arte de persuadir de
la Grecia
antigua donde la retórica se concibe como una
"théorie de la parole efficace liée a une
pratique oratoire" (2000: VI).El desarrollo que sigue se limitará, dentro
del amplísimo campo de este arte del discurso eficaz,
al estudio de las figuras retóricas no pretendiendo
realizar una clasificación pormenorizada de las
mismas, tan ampliamente estudiadas por los tratadistas de la
especialidad, sino subrayar los aspectos más
sobresalientes que éstas destacan cuando son puestas
en marcha dentro el discurso argumentativo: se
priorizará el estudio de su funcionamiento discursivo
y su capacidad de actuar o incidir en el
auditorio.- FIGURAS
RETÓRICAS: CARACTERÍSTICAS, FUNCIONES Y
RELACIÓN CON EL SISTEMA
LINGÜÍSTICO
- FIGURAS
- LAS TÉCNICAS ARGUMENTATIVAS DESDE EL
ANÁLISIS RETÓRICO
El estudio de las figuras retóricas como
elementos ligados a la eficacia del discurso, implica definirlas
dentro de su intención argumentativa, vale decir, como
mecanismos verbales orientados a obtener la adhesión de un
auditorio a las ideas propuestas en un discurso
argumentativo.
Así, el discurso como un producto de la
palabra, se caracteriza, entre otras cosas, por su belleza, cuyo
esplendor se consigue a través de "modos de
expresión" (Fernández y Gómez, 1962: 45) o
maneras de hablar que dan realce y agilidad al pensamiento; tales
modos de hablar se denominan figuras y éstas
suscitan la imaginación y la pasión en el discurso.
Asimismo, esta utilización de la palabra bella y
apasionada puede utilizarse para refutar o alabar nobles causas
humanas, perteneciendo, en lo que respecta a la teoría
literaria, al género
secundario denominado Oratoria,
donde destaca la oratoria política encargada del debate de
problemas públicos. La finalidad de este uso de la palabra
es "persuadir o conmover a un auditorio mediante el uso de la
palabra bella" apelando a recursos (figuras) que invocan la
inteligencia,
la voluntad y la emoción del hombre (Ibíd.: 10, 137
y 139).
Las apreciaciones sobre las figuras y la emoción
detalladas arriba, se muestran expresamente relacionadas en
el trabajo
persuasivo. Según Lamy, es mediante las figuras que
tocamos el alma de
nuestro auditorio y exacerbamos sus pasiones, de las cuales nos
servimos para llevar al auditorio hacia donde se desea: la
estética tiene el poder de tocar los
corazones (Amossy, 2001: 184 y 185).
Para Azaustre y Casas (2001), el ornato retórico
dentro de la fase de elocución en la elaboración de
un discurso, está constituido por figuras que son
elementos embellecedores del registro
lingüístico para hacerlo, de esta manera, más
persuasivo. Según los autores, estas figuras son signos
"no-habituales" (2001: 83) distintos del uso
lingüístico ordinario cuyo carácter desusado
les brinda expresividad. Se colige así que esta ausencia
de normalidad, exalta de manera estética, a través
de las figuras, las ideas expresadas en un discurso para cautivar
con su belleza y extrañeza al interlocutor.
Concordando con esta idea, Morales (2001: 129) expresa
que las figuras retóricas son recursos que producen
percepciones sensibles de las ideas transmitidas que pueden
ejercer un impacto y eficacia persuasiva si apelamos a los sentidos del
receptor.
A partir del desarrollo conceptual previo y las
características generales de las figuras retóricas
que se han expresado, podemos pensar, consecuentemente, en
ciertas funciones que puedan cumplir estos elementos
argumentativos en el discurso. Sobre el particular, consideramos
oportuno retomar el criterio de Charaudeau y Maingueneau (2002),
donde se indican dos funciones principales, que bien
podríamos denominar figurativas:
- función ornamental (estética o
embellecedora, desde la perspectiva tradicional), - función persuasiva (al actuar sobre las
pasiones como instrumentos de persuasión).
De esta manera, se observa que el Discurso Argumentativo
(como un producto del uso del lenguaje) comprende, en una
dimensión estética, a las figuras retóricas
como elementos contribuyentes a su eficacia, vale decir, a
obtener el efecto perlocutivo de persuasión mediante el
uso de recursos verbales que apelan a las pasiones del
auditorio:
Estas figuras retóricas (diferenciadas de
las literarias por sus objetivos),
representarán, así, para los fines del presente
estudio, mecanismos verbales de intención
argumentativa -técnicas argumentativas, propiamente
dichas en la medida que apelen a las emociones de un
auditorio para intentar persuadirlo- caracterizados por su
particular belleza y singular expresividad alejada del uso de
lenguaje cotidiano y habitual. Dichas operaciones
estéticas en el uso del lenguaje, reforzarán los
argumentos y conclusiones de la argumentación para
incrementar su eficacia al incidir pasional y emocionalmente en
el auditorio; esto último, identificando la emoción
con un estado mental caracterizado por un afecto o desafecto
exagerado y desproporcionado hacia un objeto o ser.
La incidencia pasional, realizada mediante las figuras
retóricas, consistirá en el desencadenamiento de un
apego excesivo u hostilidad desmedida (en última
instancia, un afecto valorativo bueno o malo) en aquellas ideas
que buscamos hacer admitir al auditorio mediante la
argumentación.
Así definidas las figuras retóricas desde
la perspectiva de la presente investigación, corresponde
establecer una relación de éstas con aquellos
elementos desarrollados por la ciencia
lingüística que permitan su mejor
comprensión, ya que, al ser la lengua el
sistema propiciador del discurso, se hace necesario, por lo
menos, apreciar la manera en que ésta se pone en contacto
con los usos del lenguaje que la argumentación
representa.
Para Azaustre y Casas (2001: 90), las figuras tienen una
relación con su raíz lingüística que
permite hacer una distinción entre "figuras de contenido"
y "figuras de significante" en función a que éstas
puedan apoyarse primariamente en un hecho de "significante" o de
"significado". Sobre este punto, la presente investigación
considera que los autores identifican la denominación
"contenido" con "significado", en el sentido expresado por
Saussure, donde este primer componente del signo
lingüístico se define como su "concepto"; por otra
parte su segundo componente (significante), se identifica con una
"imagen acústica", estando ambos elementos
psíquicos unidos en nuestro cerebro
(Saussure, 1987: 137-139).
Asimismo, creemos conveniente que, al igual que la
distinción hecha sobre aquellas figuras que gravitan
principalmente sobre el significante, o bien, significado
lingüístico, se pueda establecer una relación
de los niveles de la lengua con ciertos tipos de figuras. De esta
manera, y basándonos en la analogía que establece
Manosso entre la clasificación tradicional de figuras
estudiadas por la Retórica y los niveles
lingüísticos estructurales, reelaboramos la siguiente
tabla que permite ver la manera en que podemos relacionar las
formas verbales representadas por las figuras con su sistema
propiciador:
NIVEL LINGÜÍSTICO (Según Manosso) | CLASIFICACIÓN (Según Azaustre y |
Fonológico | Figuras de |
Sintáctico | |
Semántico | Figuras de Significación o |
Figuras de Pensamiento |
Asimismo podría pensarse, según los tres
ámbitos que forman parte de la concepción de
Morris, en el carácter semiótico del
análisis argumentativo desarrollado en el presente estudio
(y en general, de los estudios sobre el discurso), ya que en el
se consideran elementos pragmáticos y operaciones a nivel
de la sintaxis y la semántica (vid. infra).
En este entendido, se presenta a continuación, el
estudio de las características fundamentales de las
técnicas argumentativas en el discurso, limitándose
al análisis de las figuras retóricas de
dicción y de significación más relevantes,
esperando a través de esta restricción
involuntaria, poder alcanzar una comprensión más
completa y adecuada del fenómeno argumentativo.
Para Azaustre-Casas (2001: 90 y ss.), las figuras de
dicción son, en general, procedimientos
especialmente expresivos; cuya particularidad se apoya,
principalmente, en el significante del signo
lingüístico, es decir, afectan la forma de las
palabras; de ahí que estas figuras se puedan detectar por
el procedimiento de
traducción ya que, al pasar de un idioma a
otro (por tanto, de un significante a otro), pierden su esencia
expresiva.
Por su parte, Fernández y Gómez (1979:
38), expresan que las figuras de palabra o de dicción,
consisten en la disposición especial de términos
que realzan el pensamiento.
Como se advierte en las apreciaciones anteriores, el
tratamiento dado a estos procedimientos gravita, esencialmente,
en torno a la articulación del significante
lingüístico y su correspondiente expresión
enunciativa. Así, podemos pensar en definir a las figuras
de dicción como procedimientos argumentativos cuya
singular expresividad se origina en la peculiar
disposición de elementos verbales que forman los
enunciados en el discurso.
Basándonos en las clasificaciones de los autores
anteriormente citados (Azaustre-Casas, 2001; Fernández y
Gómez, 1979), presentamos los siguientes tipos de figuras
de dicción a considerar:
- Figuras de repetición. Estas figuras
consisten en el uso de un elemento verbal que ya había
sido empleado en el discurso. Dicho elemento puede pertenecer
a los distintos sub-componentes del sistema
lingüístico (fonema, morfema, palabra, frase y
oración). Su repetición es flexible pues el
elemento repetido puede sufrir ligeros cambios en sus
apariciones, de manera que se evite la monotonía.
Entre las figuras de repetición que destacamos
están las siguientes:
- Anáfora: Donde se observa una
repetición de una palabra o grupo de palabras al
inicio de una oración (Fernández y Gómez
1979: 40 y ss.; Azaustre-Casas 2001: 97 y ss.). - Epífora: Donde ocurre una repetición
de una palabra o grupo de palabras al final de una
oración (Ibíd.). - Complexión: Combinación de
Anáfora y Epífora (Ibíd.). - Polisíndeton: Es la repetición o
multiplicación de una conjunción coordinante
(entiéndase en un sentido restringido,
partículas copulativas) al inicio de varias frases o
incisos de una enumeración; esta figura se opone a la
asíndeton (Ibíd.). Tiene la función de
"dar más energía a las expresiones y llamar la
atención sobre cada una de las cosas o ideas
representadas" (Fernández y Gómez 1979:
42). - Retruécano: Donde existe una
disposición cruzada de elementos equivalentes o
repetidos en dos grupos de
palabras invirtiendo el orden, los tiempos o las funciones
sintácticas; generalmente el retruécano
refuerza la expresión presentando una antítesis de contenido entre los
términos cruzados (Fernández y Gómez
1979: 42; Azaustre-Casas 2001: 105). - Equívoco: Es la repetición de un
significante léxico o palabra, pero asociada a
distintos significados (Azaustre-Casas 2001:
102).
- Figuras de Omisión. Estas operaciones
consisten en la supresión de un elemento
lingüístico necesario para la
configuración del texto. Su
función es aligerar la expresión de
constituyentes prescindibles gramaticalmente (Azaustre-Casas
2001: 106 y ss.). Entre las figuras de omisión o
supresión, consideramos las siguientes:
- Asíndeton: Donde se percibe una marcada
ausencia de la conjunción coordinante en varias frases
o miembros de una enumeración, esta ausencia cortante
y abrupta otorga más fuerza
expresiva al discurso (Ibíd.). - Elipsis: Es la supresión de palabras (uno o
varios vocablos) necesarias gramaticalmente, pero
prescindibles retóricamente. Cumple la función
de dar vivacidad y rapidez a una oración
(Ibíd.; (Fernández y Gómez 1979: 39 y
ss.) cuando los hablantes sobrentienden los elementos
elididos debido al conocimiento que tienen del sistema
lingüístico. - Zeugma: Consiste en expresar una sola vez un
vocablo en un discurso que lo requiere en más
ocasiones; a diferencia de la elipsis, el elemento elidido en
las frases consecutivas, está presente en la primera.
(Ibíd.).
- Figuras de Sintaxis. También llamadas
figuras de posición, son procedimientos que se fundan
en una alteración del orden sintáctico usual de
los constituyentes de una oración (Azaustre-Casas,
2001: 108). Destacamos, las siguientes figuras de
sintaxis:
- Hipérbaton: En general, designa a cualquier
alteración de la sintaxis normal de la secuencia o
grupo de palabras; sin embargo, particularmente consiste en
la intercalación de elementos entre dos unidades
sintácticamente inseparables
(Ibíd.). - Anástrofe: Donde se expresa una inversión del orden sintáctico
de los elementos de una secuencia o grupo de palabras
(Ibíd.).
La concepción de Azaustre y Casas (2001: 83),
sobre las figuras de significación o tropos, insiste en
que a cada concepto le corresponde una palabra apropiada.
El tropo, a diferencia de las figuras de dicción que se
expresan con palabras apropiadas, será una licencia que
anula esta regla y utiliza una palabra inapropiada para
designar un concepto en función a una relación
establecida entre sus significados.
Este uso inapropiado, en semántica
lingüística, se considera una anomalía
semántica ya que es una transgresión de la norma:
el lenguaje figurado rompe con la coherencia lógica y es
menos frecuente en el uso normal o natural del lenguaje
(Gutiérrez, 1996: 152ss).
Desde la perspectiva de Charaudeau y Maingueneau (2002:
590 y ss.), los tropos son figuras por las cuales se hace tomar a
una palabra, una significación diferente a la que le es
propia, es decir, la expresión se aleja de su sentido
primitivo o literal, acercándose a uno que es derivado,
tropológico o figurado.
El presente estudio concuerda con las definiciones
anteriores, en que el mecanismo de reemplazo de un término
apropiado por uno inapropiado en el tropo, se basa en
desviaciones de un significado original o normativo; asimismo, la
diferenciación y expresividad figurativa, originada por el
reemplazo, se entenderá radicada precisamente, en la
manera en que se suscita tal desviación.
Entonces, puede establecerse una diferenciación
de tropos, por el tipo de relación entre conceptos de las
palabras que lo expresan. En esta línea, tanto
Fernández y Gómez (1979), como Charaudeau y
Maingueneau (2002), concuerdan con la existencia de dos especies
de tropos mayores, en función a la relación entre
conceptos:
- Metáfora (relación por semejanza o
analogía expresiva). - Metonímia (relación por
contigüidad referencial).
Para los fines del presente estudio, desprovisto de un
afán clasificatorio, consideraremos a un tercer tipo de
tropo mayor mencionado por los autores, la sinécdoque
(tropo por relación de inclusión y/o dependencia),
como una variante de la metonimia, dada su cercanía
operativa con esta figura mayor.
- La metáfora.
Son amplios y variados los estudios en torno a la
metáfora. Hoy en día, su estudio mantiene vigencia
debido a las aproximaciones semánticas, interactivas y
pragmáticas a la figura retórica más
importante dentro un marco discursivo (Charaudeau y Maingueneau,
2002: 375 y 376).
Tradicionalmente, es definida como un tropo por
semejanza, donde una palabra "inapropiada" sustituye a una
"apropiada" en virtud a una relación de similitud entre
sus conceptos; vale decir, que una palabra que pertenece a un
objeto es aplicada a otro por un nexo de semejanza
semántica sentida por quien la expresa (Azaustre y Casas,
2001: 83; Fernández y Gómez, 1962: 57).
Otras concepciones usuales la consideran una
traslación de sentido de una palabra a otra, o bien, la
identificación y sustitución de un término
real por uno imaginario en función a una semejanza
claramente perceptible (Mungía, 2000: 48; Morales, 2001:
130).
Las precisiones más importantes sobre la figura
pertenecen a Aristóteles, quien, si bien no formula la
noción de reemplazo, indica que el discurso se compone
"…seleccionando los vocablos…" y dentro de esta selección
se contempla la metáfora que posee "…la claridad, lo
agradable y el giro extraño…" y su expresión
adecuada debe hacerse "…partiendo de la analogía…";
asimismo, el filósofo griego puntualiza que la
cercanía y familiaridad de la metáfora radican en
que ella contempla "…cosas del mismo género y
semejantes…" (Aristóteles, 1964: 233-235).
Así, esta analogía, semejanza o
comparación elíptica (vale decir, expresiva ya que
no es una comparación que busca equivalencia) es el tipo
de relación que particulariza a la metáfora de
otras figuras y sus variantes. El aspecto mencionado sobre la
cercanía y familiaridad de la figura deben entenderse en
función a ideas compartidas con el auditorio a quien se
dirige el discurso; ideas que puedan suscitar pasiones comunes
debido a su apropiada adecuación. En este punto, es
interesante la relación que puede establecerse entre el
concepto de doxa u opinión común del
auditorio (Amossy, 2000: 36); y la efectividad de la
metáfora para incidir en este interlocutor argumentativo:
una suerte de fuerza persuasiva o argumentativa que surge de esta
adecuación al auditorio y de lo que Charaudeau y
Maingueneau (2002: 378) mencionan como una concentración
de una analogía y un juicio de valor en la
metáfora.
De esta manera, la presente investigación destaca
la relación semántica de semejanza, particularmente
bella o expresiva, que origina el reemplazo del término
apropiado por aquel inapropiado en el discurso argumentativo,
caracterizando a la metáfora como este tipo particular de
sustitución de palabras por analogía; la
metáfora se definirá, entonces, como una
técnica argumentativa (u operación verbal con
intensión persuasiva) caracterizada por el reemplazo de
un término apropiado por otro inapropiado en
función de una relación de semejanza expresiva o
elíptica establecida entre sus respectivos
conceptos.
Adicionalmente, mencionaremos que a la particularidad de
la relación de semejanza, se le debe añadir la de
su extrañeza al texto donde se inserta (de ahí la
denominación de "inapropiado"); esta última,
característica que la diferencia de la metonimia
(Charaudeau y Maingueneau, 2002: 376).
Por otra parte, la metáfora se expresará
en las formas que detallan Fernández y Gómez (1979:
48; 1962: 64) y a partir de las cuales clasifican las siguientes
variantes:
- Simple: expresada por un sólo término
metafórico. - Continuada o Alegórica: expresada por dos o
más términos metafóricos
El caso de b) puede también incluir palabras
no-metafóricas (p.e. conjunciones o preposiciones), ya que
este tipo de elemento, al ser semántico, puede exceder los
límites
de una sola forma y ser así contemplada no sólo
como sustantivo, verbo y adjetivo, sino también como
sujetos, predicados y complementos.
Finalmente, se puede atribuir tres funciones principales
a este tropo por semejanza y sus variantes, para ello retomamos
de las apreciaciones realizadas por Charaudeau y Maingueneau
(2002: 377) que detallan las siguientes:
- Estética: constituye un ornamento para los
enunciados. - Cognitiva: permite explicar, instruir y facilitar
conocimientos. - Persuasiva: Permite imponer opiniones sin
demostrarlas.
Se debe remarcar que estas funciones pueden encontrarse
superpuestas e interrelacionadas en la producción del
discurso de fines argumentativos, ya que podemos apelar a la
belleza (o monstruosidad, dependiendo del caso) y, así,
hacerla accesible a la memoria
para aplicarla a un argumento o conclusión de manera que
pueda aumentarse la eficacia argumentativa en el discurso: el
orador, para convencer, desea hacer sentir un afecto exagerado al
auditorio sobre aquello referido por la metáfora,
particularizando su hermosura o fealdad y dando, así, un
juicio de valor condensado que se desea hacer compartir sobre lo
expresado.
- La Metonimia.
La segunda figura mayor del discurso a considerar, es la
metonimia. La misma, es definida tradicionalmente como un tropo
fundado en una relación de contigüidad o dependencia
mutua entre dos conceptos; las variantes de este tropo se
expresan mediante las relaciones específicas como:
continente-contenido, causa-efecto, instrumento-artífice,
símbolo-idea, entre las más importantes
(Fernández-Gómez, 1979: 48-55; Azaustre-Casas,
2001: 86ss).
Definiciones menos elaboradas, sugieren que la metonimia
se define, sólo o principalmente, por algunas o alguna de
las relaciones particulares arriba mencionadas. Así,
Mungía (2000: 49) la define como un tropo que traslada el
efecto a la causa o al autor por la obra y viceversa; hace lo
propio Morales (2001: 130), quien indica que la metonimia es la
utilización del nombre de una parte para designar al todo
y viceversa, así como otros fenómenos
semejantes.
Desde el punto de vista particular del presente estudio,
se entiende que lo que sugieren estas definiciones, son las
formas de relaciones más típicas o
características de la figura en cuestión; p.e. la
definición presentada por Morales sobre la relación
parte-todo, caracteriza a la variante metonímica que, como
se mencionó previamente, incluye a la sinécdoque,
en base a la relación de contigüidad expresada;
criterio compartido también por Manosso (vid. supr.) y
Charaudeau-Maingueneau (2002: 564).
El análisis sémico retomado por
Gutiérrez, permite advertir que la contigüidad
descrita anteriormente hace referencia a una reducción
basada en una "combinación" (1996: 154), donde un
término ausente está, generalmente, combinado con
aquel que está presente. Esta combinación
también es definida como una manera de formar
significados: los semas están ligados por "relaciones
combinatorias" para formar unidades mayores como los sememas (o
lexemas) y aún otras mayores como los sememas construidos.
Estos últimos son resultado de varios signos
léxicos (con sus respectivos significados o sememas) cuya
referencia es única pero su expresión se da en
varios signos (Ibíd.: 92ss).
De esta manera, podemos pensar que los enunciados
manifestarán significados formados por "sememas
construidos" y que las operaciones metonímicas pueden
darse a este nivel, al reducir u ocultar signos léxicos en
la relación combinatoria o de contigüidad establecida
entre estos constituyentes sémicos. Esta
modificación en la relación entre sememas, a decir
de Gutiérrez, se encuentra en una dimensión
sintagmática de posibilidades combinatorias de los signos,
donde el cambio (o
reducción, en el caso metonímico) en la
"isotopía o nivel de coherencia semántica"
(representado por el clasema), origina anomalías
semánticas o figuras (Ibíd.: 90).
Concuerdan con esta última noción de
relacionamiento mutuo Charaudeau y Maingueneau (2002: 379ss),
para quienes la metonimia designa a las operaciones
retóricas (trópicas) de combinación de
términos, diferenciadas de la metáfora por la
homogeneidad semántica (isotopía) que la metonimia
presenta. Sobre este punto, los autores citan a Jakobson quien
también se refiere a la característica combinatoria
ligada a la metonimia, definiendo a la figura
sintagmáticamente como un término que lleva a otro
por contigüidad.
En este sentido, la metonimia, si bien no rompe la
isotopía semántica, como en el caso de la
metáfora, al menos la reduce, suprimiendo algún
término y presentando otro signo que puede, a su vez,
llevarnos sintagmáticamente al término elidido:
diríamos que el término metonímico es
"inapropiado" al elidir términos contiguos que se
complementan mutuamente.
Por lo que respecta a las funciones de esta figura del
discurso, basándonos en Manosso, podemos citar como
principales las siguientes:
- Sintetiza y economiza la forma de la
expresión (una metonimia en que el sustituto es menos
extenso que lo substituido; asimismo, cuando el enunciado
metonímico tiene una significación más
extensa que la del enunciado propio). - Evita la repetición innecesaria del
enunciado propio (variar para no repetir). - Enfatiza (atenúa o agrava) el concepto
expresado por un enunciado.
Planteadas así las conceptualizaciones hechas
sobre la metonimia, nuestra investigación
caracteriza a esta figura por su relación de
contigüidad; relación que será entendida
retomando la noción de combinación
sintagmática entre términos que usualmente se
presentan identificados (isotópicamente) en el nivel
semántico: términos que llevarán los unos a
los otros a través de relaciones combinatorias entre
sememas y sus signos léxicos o palabras. Así
existirá en la metonímia, el reemplazo de un
termino "apropiado"por otro "inapropiado" en función de de
una relación de contigüidad o dependencia mutua entre
dos conceptos cuyos términos llevan el uno al
otro.
- PROCEDIMIENTOS PARA EL ANÁLISIS DE FIGURAS
RETÓRICAS DE SIGNIFICACIÓN ESTUDIADAS
Para los fines del presente estudio, podemos proponer
una manera de identificar los tropos en el análisis
retórico, a partir de los planteamientos de Manosso y
Charaudeau-Maingueneau sobre un algoritmo o cálculo
interpretativo, entendido como los pasos para identificar e
interpretar la figura retórica. Igualmente necesario para
este tipo de interpretación es el aporte del
análisis semántico que se rescata de
Gutiérrez (1996) para el estudio de las figuras
retóricas.
Primeramente, se debe observar que desde el
análisis sémico se considera que los tropos se
originan al transferir rasgos lexémicos (semas) desde un
signo (selector) a otro (base) cuyo resultado semántico es
una imagen. Así la adición de rasgos
semánticos connotativos a un lexema base (denotativo),
creará una figura (Gutiérrez, 1996: 154). El autor
establece así, que las figuras son reducciones (síntesis
de dos signos relacionados) por combinación en el caso
metonímico; para el caso de la metáfora nuestro
planteamiento la considerará un tipo de reducción
por comparación.
De esta manera, se puede pensar en una interferencia
entre semas (Ibíd.: 98) como la base estructural para la
explicación de los tropos; esto quiere decir que un tropo,
establece una relación entre significados o
conceptos a partir de las coincidencias entre sus semas;
así, mediante la adición de los rasgos que gravitan
en torno a la interferencia, el signo base originará el
tropo, con los rasgos expresivos del término comparado, en
la metáfora, y rasgos faltantes del término
elidido, en la metonímia.
En segundo lugar, encontramos que los autores detallan
algunos elementos que componen los denominados algoritmos o
cálculos de tropos: lo comparado, el "comparante", el
atributo explícito y/o el implícito (en el caso de
la metáfora); el sustituto, lo sustituido, la
relación de contigüidad y su interpretación
(en el caso de la metonimia); el sentido primitivo, la
inadecuación contextual, el sentido de la intención
comunicativa (en el estudio pragmático de los
tropos).
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