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Docencia: entre el descrédito y la profesión




Enviado por Fernando R. Morro



Partes: 1, 2

    La educación es el punto en el cual
    decidimos si amamos al mundo lo suficiente como para asumir una
    responsabilidad por él y de esa manera
    salvarlo de la ruina inevitable que sobrevendría si no
    apareciera lo nuevo, lo joven.

    (Hannah Arendt)

    Pregunté a mi clase
    secundaria si alguien había pensado estudiar la carrera
    docente. El "no" general como respuesta fue fundamentado abierta
    y directamente. Sin anestesia. Sin reparar siquiera en el que
    preguntaba; que padecía, precisamente, de esa "terrible
    enfermedad vocacional" (de ser docente). "Reciben bajos salarios", tienen
    que hacerse cargo de los problemas de
    los alumnos", "tienen que tomar muchas horas para sobrevivir",
    "tienen que enfrentar la indisciplina de los alumnos", "tienen
    que…". Tantos "tienen" colmaron mi cuota y algo en mi interior
    se desmoronó hasta el abismo del "que hago aquí
    entonces": un precipicio duro de salvar.

    Ese mismo día me puse a investigar.
    Racionalizando conductas podría aliviar mi
    momentánea tendencia a bajar los umbrales de
    frustración. Teorías
    psicológicas mediante intentaba conformarme. Todo en
    vano. ¿Como terminó todo? No estoy muy seguro. Creo que
    escribiendo estos pensamientos desordenados.

    Lo seguro fue esta conclusión: el rol del docente
    esta actualmente muy desvalorizado. Si, ya se que no
    descubrí la pólvora, pero reduccionismo mediante,
    fue la razón más evidente que halle para explicar
    por qué mis alumnos ponían una cara despectiva
    cuando les mencionaba la carrera docente.

    ¿Cómo llegué a esta
    conclusión? Debo admitir que no fue fácil:
    trataré de ser breve. Pero deben tener paciencia porque
    debo ir al principio.

    Existe un estado
    denominado "malestar docente", causado por los factores negativos
    que afectan al docente y son el resultado de las condiciones
    "tipológicas y sociales" en que se ejerce la docencia. La
    relación docente-alumno y docente-directivo, la violencia en
    las instituciones
    educativas, la carga de actividades, sumadas al contexto global,
    al imaginario social sobre los docentes y las
    funciones que
    la sociedad ha
    delegado en el sistema
    educativo aparecen como los factores determinantes del
    malestar docente. Este malestar se evidencia con una gradualidad
    que depende de la manera particular como los factores
    interrelacionan con la
    personalidad y con la historia personal de cada
    docente.

    Una maestra me relataba sus peripecias para lograr
    que sus alumnos no dejaran de asistir a clases. Conseguir algunas
    zapatillas, artículos escolares básicos, escuchar y
    atender problemas familiares o procurar comida para sus alumnos
    eran tareas que realizaba mientras intentaba
    alfabetizarlos.

    Según los investigadores la cantidad de tareas y
    responsabilidades que se le exigen al docente – muchas
    veces sin contar con los recursos
    necesarios – lo "obligan" a realizarlas mal. Profesionalmente el
    inicio del penoso trayecto de descrédito
    progresivo.

    Esta delegación de tareas en el sistema educativo
    – y por ende también en el docente – va concibiendo la
    inespecialización de su rol. En efecto, mientras otras
    profesiones caminan socialmente hacia el prestigio y
    académicamente hacia la especialización, la
    profesión docente se hunde en un mar de confusos y
    desdibujados roles asignados compulsivamente.

    Hace un tiempo, la
    madre de un alumno me pidió que la ayudara como docente a
    averiguar por qué su hijo se mostraba apático, no
    sólo ante el estudio sino también dentro de los
    circuitos
    normales de comunicación familiar. "No se que hacer con
    él, le saqué el club y todo lo que más le
    gusta para que estudie, pero nada" Pretendía que yo le
    diera una receta, desde mi rol docente, para solucionar su
    problema de manera rápida y sencilla.

    Se ha observado en las últimas décadas
    algunos hechos y procesos que
    han contribuido a este estado de cosas. Los agentes que
    tradicionalmente participaban de los procesos de socialización se han transformado y han
    abandonado, en muchos casos, estas tareas en manos de las
    instituciones educativas. Éstas, además, han
    perdido la hegemonía en la transmisión de saberes
    culturales y científicos ante el avance de otros agentes
    asistemáticos como los medios de
    comunicación. En este sentido cabe mencionar la
    caducidad de una necesaria coincidencia axiológica que la
    escuela
    mantenía otrora con la sociedad, dando lugar, actualmente,
    a un "proceso de
    socialización conflictivo y divergente". La escuela y la
    sociedad promueven distintos valores,
    distintos enfoques, distintas normas en la
    formación del mismo sujeto social.

    Preocupado por las actitudes
    agresivas que un alumno demostraba con respecto a sus
    compañeros de clase, cite a sus padres para charlar sobre
    el tema. Después de explicarle con detalles lo que
    ocurría y de ofrecerme a colaborar en un trabajo
    conjunto para tratar el problema fomentando en el alumno
    conductas más humanas, el padre con desparpajo me comenta;
    Ah! ¡Yo siempre le digo que se defienda! Cuando yo era
    chico hacia lo mismo, si me decían algo se las daba" En
    ese punto considere que era oportuno dar por finalizada la
    reunión.

    Ahora bien, ¿cuál debería ser la
    tarea específica de la escuela? Al pensar de F. Savater,
    una doble tarea le corresponde a los docentes y a la escuela:
    procurar la formación básica de de la conciencia
    moral de los
    niños y
    suscitar la disposición anímica para someterse al
    esfuerzo de aprendizaje. Los
    dos aspectos constituyen un serio desafío para la escuela
    sobre todo cuando las aulas parecen botes que viajan en
    contracorriente. El contexto social arrastra a todos directamente
    al mar de la mediocridad y el aula parece una
    isla.

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