Resumen:
Este trabajo versa
sobre dos cuestiones: el problema de la relación entre la
conciencia
moral
individual y la moral
social objetivamente existente y, en segundo lugar, sobre la
propuesta moral que cada filosofía de la ética hace
en el terreno de lo social. El punto de vista del autor es que la
moral social objetivamente existente determina en última
instancia a la conciencia moral individual y que hay identidad
entre la conciencia moral individual y la moral social
objetivamente existente. En el trabajo se
analiza, además, la propuesta moral de algunas
filosofías y, en especial, la marxista.
Desarrollo:
El término "ética" proviene del griego
"ethos" y significa "modo de ser, carácter, lugar dónde se habita,
etc.". Se utiliza regularmente para designar la disciplina
filosófica que estudia la moral. El término "moral"
proviene del latín "mos" que significa "hábito,
costumbre, comportamiento, carácter, etc.", pero se
utiliza regularmente para designar al fenómeno social en
cuestión, y no al estudio del mismo. El problema estriba
en que a este fenómeno los distintos pueblos lo
denominaron de distintas formas, encontrándonos con que en
las distintas culturas se tienen distintos términos. Y
como la cultura
occidental tiene raíces greco-latinas, entonces utilizamos
hoy día el término griego en una acepción y
el término latino en otra, prefiriéndose la
relación anteriormente señalada. Desde este punto
de vista, la ética no es otra cosa que el estudio de la
moral.
Anteriormente –en la filosofía kantiana
preferentemente- la ética se ocupaba de hacer
deontología. Es decir, se ocupaba de hacer recetas y
proponer normas, esperando
que los hombres las acataran voluntariamente, con el
propósito de modificar a tenor de ello la conducta de
éstos. Aunque la deontología no ha desaparecido
definitivamente en nuestros días –muchos eticistas
insisten en tal forma de hacer ética- ya es común
encontrar otra forma de hacer ética. Se trata del análisis
científico-filosófico del fenómeno moral, y
no de una receta moral al estilo de la
deontología.
Parece que ha habido una toma de conciencia de que es
imposible modificar la conducta de los hombres por medio de la
prédica moral. En esencia la predica moral parte de
éste presupuesto, del
falso presupuesto de que influyendo sobre la conciencia de los
hombres por la vía de la palabra, vía
preferentemente gnoseológica, se puede crear valores
morales. El valor moral
existe plasmado en la relación social, y no es
esencialmente un conocimiento.
Fuera del hombre
individual, existe como concepto
objetivado. A nivel del individuo
particular, existe como concepto somatizado (en lo fundamental).
Por eso es imposible, en lo fundamental, su formación por
medio de la prédica moral. Es más común
encontrar –en nuestros días- una ética basada
en el análisis del fenómeno moral y no una
deontología. Nosotros nos pronunciamos contra la
prédica moral.
La filosofía post kantiana, en lo fundamental, se
pronuncia, también, contra la deontología y la
prédica moral. Desde nuestro punto de vista, el hombre
asume los valores
morales al insertarse en la vida social, en especial en la
vida económica. Es más bien la moral una forma de
realizar su economía. Por eso,
según esta forma de ver las cosas, el hombre no asume
los valores
morales por la simple prédica moral, sino por medio de su
vivencia social. La propuesta racionalista de Kant es todo lo
contrario. El pretende decir a los hombres lo que es su
máxima moral (imperativo categórico) para que el
hombre asuma esa moral de forma conciente.
Toda la ética racionalista (de la cual Kant es su
punto culminante) intenta descubrir por vía del
análisis racional la norma general de conducta, que haga
moral el comportamiento
humano. Esta filosofía comete dos errores. En primer
lugar, pretende hacer pasar por norma moral general lo que es a
lo sumo una norma moral particular. Y en segundo lugar, hace
prédica moral. También la ética antigua, con
su estudio de las virtudes, y la ética de la edad media,
con su decálogo cristiano, hacen prédica moral.
Sólo la ética post kantiana, tanto la marxista como
la utilitarista, pragmatista, etc., intenta salir del paradigma de
la ética predicativa. El consecuencialismo, finalismo,
teleologismo, etc., en ética es una prueba de
ello.
A la norma moral se puede acceder por vía
racional, aunque no es la única vía de acceso ni
siquiera la fundamental. Nada escapa al análisis racional.
Pero el hombre no asume la norma moral por mandato de la
razón. En principio toda norma moral es racional. La norma
moral surge del acto de hacer concurrir conscientemente las
distintas voluntades. Por tanto, es un concepto, de dónde
se deriva que es un acto racional. Pero la norma moral contempla
no sólo su contenido racional, sino también su
adecuación a las condiciones materiales de
vida, de modo que es (más que un acto racional) un acto
social. La norma moral es una relación social. Por eso la
asumo y la modelo en la
cosificación y la descosificación de las relaciones
sociales. En la interacción social con otros hombres, el
individuo se apropia del valor moral y, a su vez, lo proyecta
hacia otros hombres. El valor moral, y con él el resto de
los valores, existe en el hombre individual, en lo fundamental,
como concepto somatizado, como concepto hecho persona, y no
tanto como fenómeno gnoseológico,
epistemológico (aunque no se excluye esta última
existencia). De nada sirve la predica moral si ésta se
basa preferentemente en la palabra para intentar trasmitir el
valor. Es más útil para estos fines, la vivencia
existencial de valor, del ejemplo y, preferentemente, la
experiencia personal e
interpersonal.
La moral no siempre existió, ni incluso
surgió con la sociedad. Hubo
una época histórica, antes que los hombres fueran
civilizados, en que éstos no eran morales ni inmorales;
sino amorales. En esta época del desarrollo
social, cuando se sentaban las bases de la sociedad
gentilicia, la actividad del hombre se regulaba por la fuerza de las
costumbres y las tradiciones. Notemos que por tradición
entendemos la costumbre que se trasmite de generación en
generación, de padres a hijos (1); mientras que por
costumbre debe tomarse el hábito adquirido por la
repetición de un acto, la práctica que ha adquirido
fuerza de ley o que se hace
con frecuencia (2). La moral surge cuando estas fuerzas no son
capaces de mantener la integridad social. Pero a la altura de la
sociedad gentilicia, bastaba con estas fuerzas (la de la
costumbre y tradición) para regular la conducta social de
los hombres.
En este período (a la altura del período
de formación y desarrollo de
la sociedad gentilicia, y también toda la época
anterior) el individuo era idéntico al grupo social
al cual pertenecía. Esto estaba condicionado por el
carácter limitado del sistema de
relaciones sociales. Dado el bajo nivel de desarrollo de la
división social del trabajo, las relaciones sociales
existentes no iban mucho más allá de las propias
relaciones naturales, es decir bióticas, heredadas del
mundo animal y de las simples relaciones de consanguinidad
(familiares). En este período del desarrollo social, en el
período que va desde antes de la sociedad gentilicia (es
decir, el período del salvajismo con la horda) y el
período propio de la sociedad gentilicia (lo que coincide
más o menos con la barbarie) el individuo se apropiaba
todo el sistema de las relaciones sociales,
diferenciándose en lo fundamental por rasgos
biológicos pero no por su esencia social. No importa que
la división del trabajo latente ya en el seno de la
sociedad marcara pequeñas diferencias. Todavía a la
altura de la sociedad gentilicia no hay diferencias sociales
suficientes como para poner en contradicción
(yuxtaposición, etc.) los intereses generales del grupo y
los intereses individuales.
Mientras los intereses del individuo coinciden en lo
fundamental con los del grupo, bastan las fuerzas de las
costumbres y las tradiciones para regular la conducta del
individuo en la sociedad. La moral es también eso: un
mecanismo de regulación de la conducta del individuo en el
grupo social. Pero es un mecanismo que se superpone a la
costumbre y tradición cuando ya éstas no bastan
para lograr los fines propuestos, es decir regular la conducta
del individuo. La costumbre y la tradición, como
mecanismos de regulación, pertenecen a la esfera
acrítica de la sociedad; la moral, en cambio,
pertenece a la esfera crítica.
La costumbre y la tradición se asumen
espontáneamente, sin reflexionar al respecto. Su
asunción es sin crítica (acrítica), sin
análisis, sin procesamiento "racional", etc. La
asunción de la norma moral, en cambio, es crítica,
es decir analítica, es acto racional consecuente y
consciente. Por eso, entre la moral (como mecanismo de
regulación) y la costumbre o tradición
(también como mecanismo en cuestión) media un
salto. Este salto (que es en esencia de calidad) se
corresponde con un salto (también de calidad) en la vida
social.
El desarrollo de la división social del trabajo,
y como consecuencia la ampliación del sistema de las
relaciones sociales, trajo consigo que, llagada una etapa, ya el
individuo no podía apropiarse todo el sistema de las
relaciones sociales. Por una parte, esto sucede porque este
sistema es ya mucho más complejo que lo que un solo
individuo puede personificar; por la otra, porque al ocupar
lugares distintos en el sistema de la división social del
trabajo (suponemos que ésta se ha desarrollado lo
suficiente) el individuo personifica distintas relaciones
sociales. Cada división social del trabajo acarrea sus
propias relaciones sociales, con lo que al ocupar un lugar
específico en la división del trabajo se apropian
relaciones sociales específicas, propias de esta
división del trabajo.
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