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El golpe de Estado de 1930 en Argentina (página 2)




Enviado por Romina Soledad Bada



Partes: 1, 2

CAPÍTULO I

Diferentes conceptualizaciones del Golpe de Estado de
1930

La asunción al poder por el
General Uriburu como Presidente del Gobierno
Provisional en Septiembre de 1930, señaló el
comienzo de un período de diecisiete meses de gobierno de
facto. En esa misma época y posterior a ella, se
ofrecieron diferentes descripciones de su gobierno: un
régimen militar, un gobierno civíl-militar, una
dictadura
personalista o una dictadura totalitaria.

Con respecto a esto, Potash, Sánchez Sorondo y
otros autores describieron al régimen impuesto por
Uriburu como civíl-militar fundamentando que la
revolución
pudo realizarse porque el país reclamaba un cambio, lo que
se podría interpretar como una sincera exigencia del
patriotismo, un cambio que fue logrado por el cuerpo de militares
y por el pueblo que acompañó al "General" hasta el
triunfo. [3]

Claramente, estos autores, manifestaron la gran
popularidad representativa propia de la revolución, que
significó la aceptación de la revolución por
sí misma, obviando otras posibles soluciones
legales. Mas aún, lo que adquirió esta
revolución, a pesar de las expresiones partidarias
característica de la misma, fue una auténtica
plenipotencia representativa, obtenida por el consenso del pueblo
que aplaudió la caída de Hipólito
Yrigoyen: "La ciudad entera acompañó a los
cadetes del Colegio Militar y a la Escuela de
Comunicaciones, desde San Martín hasta
Plaza de Mayo, entre apretadas filas de hombres, mujeres,
ancianos y niños
que los victoreaban y arrojaban flores a su paso.
Irrumpían en la columna revolucionaria, quebrando la
rigidez militar al punto de convertirla en una oleada clamorosa".
[4]

Básicamente fue el pueblo el que hizo la
revolución situándose alrededor de los cadetes del
Colegio Militar y demás tropas sublevadas, un pueblo que
fue escoltado por esas tropas militares, desconociendo lo que
tiempo
después sucedería.

Sin embargo, autores como Rouquié, Casan, Crawley
definieron a este régimen como militar
puntualizando que la revolución fue propia de Uriburu
apoyado por el cuerpo de cadetes del Colegio Militar, cuyo
objetivo del
"General" fue derrocar a su enemigo y tomar el poder para
beneficios propios; además de intentar efectuar reformas
institucionales estableciendo un régimen corporativo y
disolviendo los partidos
políticos. [5]

No obstante ello y siguiendo las descripciones expuestas
por autores como Burchrucker, Friedrich, Storani, se acepta
denominar al Golpe de Estado de 1930 como una
dictadura teniendo en cuenta de que es una forma de
Estado o de gobierno, cuyas características se pueden
identificar: un gobierno no democrático, no
constitucional
y establecido por la fuerza o la
violencia.[6] De esta manera se puede decir que la
dictadura es un gobierno no constitucional en dos sentidos: por
un lado, porque infringe el orden constitucional en el momento en
el que se hace con el poder y por el otro, porque el dictador
ejerce un poder no controlado ni frenado por los límites
constitucionales. Además, el recurso del uso de la
fuerza es una
característica sobresaliente de este tipo de sistema, en donde
el dictador es el que impone la ley.

De hecho, la dictadura manifestó una cierta
incapacidad constitutiva para someterse a normas dirigidas
a disciplinar la sucesión en el poder y por tal
razón, se tornó discontinua e intermitente en donde
ningún principio preestablecido de sucesión fue
considerado como vinculante por sus sucesores, no existiendo, de
esta manera, ninguna garantía de continuidad. Esto es
importante por dos razones: por un lado, porque caracteriza la
noción de poder personalizado y por el otro, permite
caracterizar a la dictadura como fundamentalmente de facto
o de hecho.

Asimismo, Carl J Friedrich y Zbiniew K. Brzezinsk
establecieron que, por su afinidad al fascismo, la
dictadura ejercida por el General Uriburu se la puede
caracterizar como totalitaria, teniendo como
característica:

  • Un partido único de masas, guiado siempre por
    un hombre, el
    dictador y formado por una parte relativamente
    pequeña de la sociedad, es
    decir, un partido organizado jerárquica y
    oligárquicamente, superior a la burocracia
    gubernamental o combinado a ella.
  • Se utiliza un sistema de terror, físico o
    psicológico, a través del control del
    partido y de su policía secreta que apoya, pero
    también supervisa al partido en nombre de sus
    líderes, en donde no sólo son objetos los
    enemigos manifiestos del régimen, sino también
    sectores de la población caprichosamente seleccionados.
    Además, este terror, ya sea ejercido por la
    policía secreta del partido o por presiones sociales
    organizadas por él, busca controlar y neutralizar a la
    sociedad.
  • Un monopolio
    técnicamente establecido y casi completo de poder por el
    partido y el gobierno que comprende todos los medios de
    difusión, como la prensa,
    la radio,
    etc.

De igual forma, estos autores especificaron que el
fascismo se tornó simplemente una forma particular de
régimen de Estado capitalista de excepción,
logrando traspasar a todos los grupos
sociales, tanto es así que ricos industriales y
terratenientes lo apoyaban por alguna razón y la clase media
por otra. Pero en realidad lo que buscaba en estos sectores era
el gran denominador común de la frustración, el
resentimiento y la inseguridad. A
pesar de ello, ningún régimen fascista ha podido
existir sin cierta dosis de apoyo del pueblo.

En el caso de Argentina se aduce fuertemente que la
depresión económica fue una de las
causas del resurgimiento del fascismo. Además la
desorientación, la desilusión y confusión
resultante de los rápidos cambios en áreas tan
vitales como el trabajo, la
familia,
crearon el clima
psicológico y social necesario para su aparición,
cuya finalidad era restaurar en una nación
moderna el espíritu del antiguo sistema de
vida.

CAPÍTULO II

Orden, Vigilancia y
Represión

El aspecto más oscuro del período de
Uriburu fue, sin duda, la represión que descargó
sobre muchos habitantes. Durante su gestión
se inventó y aplicó la picana eléctrica.
Centenares de ciudadanos fueron detenidos, confinados en Ushuaia,
despedidos de sus empleos por el único delito de ser
opositores a la dictadura del "General". Se exoneraron jueces, se
clausuraron diarios y se fusiló a muchos habitantes
anarquistas, políticos partidarios del radicalismo y a
toda persona que
hubiese desprestigiado, desvalorizado y/o difamado cualquier
volante en contra del General Uriburu. Se realizaron numerosas
cesantías de funcionarios y se iniciaron procesos por
corrupción
que terminaron sin sentido ya que no se pudo demostrar las culpas
que le atribuían al Radicalismo.

Más allá de que el General Uriburu no fue
un espíritu destacado ni un gran talento político,
el uso de la mano dura, propia de esta dictadura,
se dio porque el mismo pretendía poner orden en el
país. Pero este objetivo político no fue solamente
una respuesta a la problemática argentina (un país
en caos y arruinado) sino también fue propio de los
principios
establecidos por el pensamiento
uriburista que buscaba la restauración de la
República, la confianza en una Constitución fuerte y en las leyes vigentes,
el orden, la seguridad, entre
otras cosas. Es por eso que dentro del conjunto de reformas
propuestas por el General Uriburu, la más destacable fue
la de implantar una represión intensa a la
oposición. De esta manera, en la Justicia y en
la
Administración se debía eliminar a los
cómplices yrigoyenistas, lo mismo para las Universidades,
la prensa debía ser disciplinada, etc. Esto demuestra
claramente la práctica concreta del gobierno que dio un
lugar preponderante a las medidas policiales y de "limpieza"
política
encomendadas por el "General".

Con esto, Uriburu pretendía, no solo mantener el
orden y la seguridad en el país y evitar la
anarquía, sino conservar su poder hasta lograr los fines
propuestos por la dictadura. Y en realidad buscaba la defensa de
la Patria y el orden porque decía que el sistema que
él venció había destrozado al país en
los últimos tiempos. Por tal razón, el "General" se
aferró al ejército, porque el mismo iba a ser el
encargado de establecer el orden social que se necesitaba e
implantaría una jerarquía indispensable que en
tiempos anteriores la democracia
había malogrado.

Según Leopoldo Lugones "el pensamiento de
Uriburu no puede desvincularse, ni separarse de los primeros
años del Nacionalismo
".[8] De hecho, el "General" era,
por un lado, el jefe reconocido de los jóvenes
nacionalistas y por el otro, el dirigente provisional de una
heterogénea alianza antiyrigoyenista, cuyo peso mayor
estaba compuesto por el sector liberal-conservador.
Además, siguiendo el pensamiento de este autor, "el
Nacionalismo
uriburista, que defendía la jerarquía y el orden
social, que luchaba contra el liberalismo,
la democracia, el socialismo, el
comunismo y el
anarquismo, se concebía a sí mismo como un
fenómeno específicamente argentino y como la
expresión nacional de una nueva época de la
historia mundial.
En este momento, el mundo era para los argentinos de entonces
sinónimo de Europa. Pero esta
visión tenía sus dificultades, ya que de ninguna
manera se quería renunciar al apoyo ideal proporcionado
por autores famosos y naciones gloriosas, pero tampoco deseaban
los nacionalistas aparecer como meros imitadores de los
europeos
".[9]

Siguiendo con este análisis, la historiografía
tradicionalista manifestó que la dictadura del General
Uriburu demostró signos de
debilidad en su acción,
imprecisiones en su mensaje ideológico que estaban
estrechamente ligadas a los avatares de la heterogénea
coalición de las fuerzas que hicieron posible la
Revolución del 6 de Septiembre de 1930, obteniendo como
resultado mayores desigualdades sociales, desconfianza y
desilusión de la política argentina. En cambio, la
historiografía contemporánea o reciente
afirmó, desde una dimensión interna, que el
uriburismo se autointerpretó como una respuesta
automáticamente argentina a los problemas del
país. No obstante, ambas historiografías
describieron al General Uriburu como un hombre débil,
ingenuo, indeciso y carentes de ideas políticas
claras. Mas aún, autores como Marisa Navarro Gerassi y
Miguel Angel Scenna entendieron su fracaso como la consecuencia
lógica
de su carácter: "el se habría cerrado
los caminos a sí mismos
"[10] o no habría sabido
utilizar "la chance que se le
ofrecía
".[11]

No obstante ello y a pesar de las diferentes visiones
que las historiografías, o en tal caso los historiadores
poseen sobre el General Uriburu, se puede decir, siguiendo el
pensamiento de Félix Luna que "si alguien hizo una
revolución para beneficios de otros, ese fue el General
José Félix Uriburu. No fue sino un instrumento de
la astucia política de los conservadores y sobre todo, de
Justo. No logró nada de lo que se había propuesto.
Debió resignarse a dejarse rodear por quienes estaban en
las antípodas de sus ideales. El hombre a
quién íntimamente admiraba, De la Torre,
terminó siendo su oponente y de hecho muchos
jóvenes de ideología fascista que lo
acompañaron en las vísperas de la revolución
fueron derrotados
." [12]

A pesar de todo lo sucedido, de las represiones, de la
crisis
económica, de las contradicciones y ambigüedades del
"General" e inclusive de sus objetivos no
logrados, desde luego el que sufrió las consecuencias de
esta dictadura fue el país. En efecto, el daño
infligido por la revolución a la sociedad argentina se
manifestó en dos aspectos. Por una parte, muchos oficiales
se resistieron a aceptar la idea de que la actividad
política partidaria fuese un fenómeno normal y
esencial en una sociedad democrática. Por otra parte, se
destruyó la confianza de los civiles en las fuerzas
armadas como institución nacional que estaba por encima de
la política y se difundió un sentimiento de
escepticismo acerca de sus objetivos.

CAPÍTULO III

Efectos del
Golpe de
Estado en la Sociedad riocuartense

Analizados los acontecimientos anteriormente nombrados a
través de dos periódicos de la ciudad, en el tiempo
comprendido desde agosto a diciembre de 1930, se puede establecer
la existencia de dos posturas antagónicas con respecto al
tema. Por un lado, el diario El Pueblo de corte
netamente demócrata-conservador (una de las facciones
golpistas), mantuvo posturas absolutamente contrarias al gobierno
de Hipólito Yrigoyen, respondiendo a la clase
terrateniente del país y manifestándose en cada
titular de nota el claro apoyo concedido desde este matutino al
Golpe liderado por el General Uriburu.

En atención a esto el diario realizó un
ataque al Señor Yrigoyen cuestionando no haber respetado
la voluntad del pueblo y criticándole que con él se
evidenció un desgarramiento en su obra de gobierno, ya que
lejos de gobernar con el pueblo y para el pueblo, lo hizo
únicamente con su partido y para su partido. Además
expuso que se ha desmoronado un elemento movilizador importante
dentro del Radicalismo: que es la figura mística, o
más específicamente la leyenda viviente de
Yrigoyen, es decir, que se había consumido la imagen de
Yrigoyen que entró en leyenda antes del triunfo, un
Yrigoyen misterioso, virtuoso, regido por los más
sólidos principios, con convicciones fuertes y decisivas y
con un único objetivo: lograr un gobierno paternalista y
definir la identidad
radical y cuestionó este diario la presencia de inocentes
que trataban de mantener latente la majestuosidad del mismo.
Asimismo publicó el cambio que realizó Yrigoyen al
entrar a la presidencia: es decir, que su idea de
renovación la transformó en malversaciones legales
y en corrupción política, es por eso, que
éste diario denominó nefasto al sistema de gobierno
de Hipólito Yrigoyen.

En efecto, el mismo publicó su conformidad para
con la revolución exponiendo que: "Al anochecer, el
pueblo, desbordando de entusiasmo, se lanzó a la calle
victoreando el Ejército y al Gral. Uriburu, alma mater de
la jornada heroica que marcará nuevos rumbos a la vida
institucional del país. Bendigamos a la Revolución
Libertadora y hagamos votos porque en el acierto de sus actos, la
República recobre su normalidad institucional y el pueblo
argentino la tranquilidad que había perdido.
"[13] En
esta cita se puede observar el apoyo de éste diario a la
revolución, tomándola como un suceso inesperado
pero deseado, en tanto que con ella se lograría restaurar
el país que se encontraba en ruinas y se alcanzaría
la regularidad y la normalidad legislativa y plebiscitaria que se
necesitaba.

Básicamente, el diario el Pueblo creyó en
la revolución y sostuvo que la caída del gobierno
yrigoyenistas fue producto de
sus propios delitos ya que
desde hacia largo tiempo el país asistía a un
proceso de
degradación y derrumbamiento. Es por tal motivo que este
diario aceptó a la revolución como una
salvación, como un acto de emancipación permitiendo
a la sociedad, sacudida, despertada y devuelta a sí misma,
recobrar las antiguas virtudes del civismo argentino.

Sin embargo, el otro diario Justicia se ubica en
una postura de claro y abierto apoyo al gobierno radical, ya que
no está de más decirlo, su director propietario
V.G. Ferreyra era activo afiliado a este partido. Por esta
razón este diario exteriorizó claramente su
devoción para con el Radicalismo, un Radicalismo que en
1916 se manifestó sólido, organizativo,
nacionalista con una fiel idolatría hacia la Patria; un
Radicalismo, como lo manifestó la doctrina, en donde se
compartía una religión
cívica, en donde los principios, los mandamientos de la
UCR se tornaban obligatorios, en donde ser radical era
símbolo de pureza política. Además
explicó que ese Radicalismo que ellos planteaban no era el
mismo que el Señor Yrigoyen manejaba, ya que éste
con su personalidad
moralista y con su técnica proselitista lo único
que obtuvo fue un sistema de gobierno adverso.

Con respecto a cómo impacto este hecho en
Río Cuarto, el diario El Pueblo sostuvo que la sociedad
riocuartense aplaudió a esta revolución, la
aceptaron como una bendición en donde con ella se
restauraría el orden de la ciudad que en tiempos
anteriores se había perdido, ya que para este diario la
revolución significó un acto de liberación,
de salvación y de protección de la sociedad. En
cambio, el diario Justicia, sostuvo que no toda la sociedad
riocuartense admitió a esta revolución como tal,
debido a que los civiles afiliados al radicalismo y determinados
grupos de
personas con afinidad a este partido estaban en contra de esta
revolución, ya que para ellos, la misma, se
tornaría catastrófica. Vale decir que para el
diario Justicia la revolución significó un quiebre
de la continuidad constitucional, un movimiento
infame, apolítico, en donde se accedía al poder
ilegítimamente, generando así un retroceso en el
país. Sin duda esta concepción propuesta por el
diario Justicia es muy propia y coherente con relación a
su postura ideológica. Como se ha expuesto dicho diario
mantuvo desde un inicio un gran apoyo y fidelidad al
Radicalismo.

Diferentes medidas para mantener el
orden

Igualmente, ambos diarios, expusieron que lo primero que
se trató de hacer en Río Cuarto fue dictar medidas
oportunas referentes al mantenimiento
estricto del orden y la tranquilidad pública. En efecto,
llegado al día 8 de Septiembre y por orden del General
Uriburu, el Teniente Coronel Podestá fue designado Jefe
Político del Departamento de Río Cuarto y obtuvo a
su cargo la jefatura de la policía. En ese mismo
día realizó una proclama a la sociedad
riocuartense, con el fin de calmar las expectativas
públicas, estableciendo el "firme propósito de
salvaguardar el orden, la tranquilidad, la vida y la hacienda de
todos y de cada uno de los habitantes de este departamento y
llevar hasta el pueblo y su culta sociedad, la convicción
de que serán respetados estrictamente los derechos y garantías
que consagra la Constitución Nacional. Advierte en tal
concepto, que
no deben ni pueden mirarse con recelo los movimientos de tropas
ni las consignas militares, que para el mejor cumplimiento de su
misión
se vea precisado a disponer.
" [14]

Para que esto funcionara el Teniente Coronel
Podestá utilizó el principio de autoridad
regido por la mano firme y consistente de su misión.
Además no sólo mejoró la administración en la policía, sino
también incrementó el número de oficiales en
las calles, se dispuso de servicios de
patrullas durante las noches generando así una
expansión de la vigilancia por todos los lugares de esta
ciudad. De esta manera se logró que la ciudad quedara
estrictamente vigilada y controlada.

La impresión dominante en la ciudad por todos
estos cambios en la
organización y eficiencia de la
policía fue satisfactoria y favorable. De hecho todos
estaban contentos en reconocer al Señor Teniente Coronel
Podestá los dotes del carácter, ilustración y cultura
requeridas para desempeñar con patriotismo y eficacia las
funciones
delegadas bajo su responsabilidad. Además, en el corto lapso
de tiempo que este militar llevó radicado en la ciudad,
tuvo la virtud de captarse todos los afectos y simpatías
de la sociedad por su brillante comportamiento
como soldado y su acción en beneficio de los pobres. A su
vez, los oficiales y jefes políticos que lo secundaron con
carácter ad honorem constituyó una prenda de honor,
en garantía de una administración honorable y de una
policía correcta y ejemplar.

De igual forma, ambos diarios señalaban que fue
un gobierno que planteo muchas prohibiciones al pueblo y a la
prensa argentina. "(…) con la amabilidad y gentileza que le
son característicos, el Tte. Coronel Podestá
informa que había quedado instalado la censura para las
informaciones de la prensa, con el fin de evitar inútiles
y falsas
alarmas; por cuyo motivo, todas las
noticias que
los diarios reciban, referentes a acontecimientos del momento,
ante su publicidad,
deberán ser consultadas a la
jefatura."
.[15]

En ese momento, la prensa argentina, anunciaba
impunemente lo que el 6 de Septiembre sucedería, por tal
razón el gobierno atinó a adoptar las medidas
preventivas necesarias para no alarmar al pueblo y generar falsas
expectativas. Mas aún, todas las medidas que le impusieron
a los medios de
comunicación el gobierno no las tomó como
censura (en el sentido más extremo de la palabra), sino
que las justificó diciendo que era lo mejor para mantener
la tranquilidad y el orden en la sociedad. Pero en realidad los
diarios no generaron falsas expectativas porque lo que ellos
anunciaban, de una u otra manera, se hizo realidad el 6 de
Septiembre.

Sin embargo, en la cita expuesta se refleja una vez
más la postura del diario el Pueblo que desde un inicio
apoyó y justificó a la dictadura aceptándola
como la única solución viable a los problemas de la
Argentina, un diario que desde el principio no cuestionó
ni rechazó las medidas impuestas por el "General" a la
sociedad riocuartense, ni mucho menos cuestionó las
decisiones tomadas por el Teniente Coronel Podestá hacia
la prensa. De hecho, dicho diario era un fiel admirador de
Podestá, que desde su asunción al cargo de jefe de
la policía, no hizo más que recibir el apoyo y la
admiración de este diario.

Asimismo, los diarios expusieron que se mantuvo en la
ciudad de Río Cuarto un estricto control de la delincuencia,
estableciendo la pena máxima aquellos que incurrían
en el delito del desorden, del caos, en el delito de la
embriaguez, la prostitución, la portación de
armas en la
vía pública, el transitar en vehículos sin
los papeles correspondientes, en el uso incorrecto de la información, asaltos, juegos
clandestinos, etc.; pero a la vez, se generó un aumento de
la lujuria y los vicios. Con respecto a esto, ambos diarios,
informaron sobre una serie de allanamientos en determinados
conventillos de la ciudad, en donde efectivamente las mujeres
ejercían la prostitución clandestinamente y con
ello un excesivo uso en la consumición de bebidas
alcohólicas.

Además, otro aspecto distintivo de esta dictadura
con relación a la búsqueda del control fue, sin
duda, la ley Marcial impuesta por el "General". Esta ley
establecía y prescribía las formalidades que
debían regir en la nación,
provincia o localidad cuando una de estas entidades era declarada
en estado excepcional o de guerra. Pero
esto no significó definir ley Marcial con Estado de sitio.
En el caso de la ley se podía regir estando o no
suspendidas las garantías constitucionales. En cambio,
durante el Estado de
sitio, el poder
ejecutivo sólo tenía las facultades que estaban
determinadas en el artículo de la Constitución, es
decir, representó una suspensión temporaria de las
garantías
individuales que la Constitución garantizaba, pero
tenía sus propias restricciones. Las personas detenidas
durante el Estado de sitio podían ser trasladadas a
cualquier lugar del territorio nacional o brindarles la
posibilidad de marchar al exilio. Sin embargo, la vigencia de la
ley Marcial, que no estaba reglamentada por ninguna
disposición en el país, significó el estado
de guerra, es decir, que el mantenimiento del orden
público pasó del poder civil a las autoridades
militares, quienes regulaban su conducta, no de
acuerdo con las leyes ordinarias, sino por los bandos que dictaba
el supremo comando.

Con esta ley se impuso la pena de
muerte, sin forma de proceso, a los que fuesen sorprendidos
in fraganti, a los que cometiesen un delito contra la seguridad y
bienes de los
habitantes o aquellos que atentaran contra los servicios y
seguridad pública e igual castigo a los que fuesen
sorprendidos en posesión de armas. No obstante ello, para
las autoridades militares encargada por las circunstancias de la
conservación del orden, nada significó que se
hubiese abolido de las leyes la pena capital.

Sea como fuere, ni la deportación de trabajadores
ni la aplicación de técnicas
inquisitoriales promovieron la armonía y la unidad
entre los argentinos
, un objetivo que el gobierno se
había comprometido a promover. De hecho, el régimen
de Uriburu aplicó procedimientos
dictatoriales no sólo en la esfera de las libertades
civiles. Su decisión de eliminar los cargos
públicos a los hombres que se habían mostrado
activo en el partido Radical lo indujo a invadir la esfera
judicial y a ordenar la suspensión de jueces que, de
acuerdo a las leyes, sólo podían ser removidos
mediante juicios políticos.

También, otra de las características de
este momento fue el incremento de la mendicidad. En tal sentido,
ambos diarios señalaron que: "(…) el arte de la
mendicidad (pues, a tal extremo llega su ejercicio) constituye un
filón seguro y
lucrativo, donde la sensiblería popular paga su tributo,
que redunda en beneficio de la gente viciosa y holgazana que,
simulando el dolor y preñando el ambiente de
amarguras, llegan hasta el bolsillo ajeno y arrancan los
pródigos centavos que la mayoría obtiene con el
esfuerzo digno".
[16]

Esto muestra que el
aumento de la mendicidad no se dio, claro está, por una
demostración de la miseria física, sino que se
generó como un facilismo lucrativo y fructífero, en
donde el gobierno debía encargarse de exterminarlos, ya
que esta se estaba convirtiendo en una verdadera plaga que
acosaba a la sociedad constantemente, simulando un estado de
pobreza y
dolor muy intensos y hasta ridículos. Pero en realidad, la
mendicidad no fue sinónimo de delincuencia, por lo tanto
la opinión del gobierno con respecto a esto fue
sólo para aquellos delincuentes que se aprovecharon de
esta situación utilizándola para beneficios
propios. De hecho la mendicidad, como expusieron los diarios
implícitamente, fue controlada y cuidada por el gobierno y
por la sociedad tan solidaria como la de Río
Cuarto.

Del mismo modo se desvalorizaron las instituciones
representativas del pueblo como es el caso del municipio,
fundamentando terminar con la inercia y la corrupción
administrativa, la ausencia de justicia y el despilfarro en
materia
económica y financiera. Según los diarios, las
instituciones representativas de la sociedad, al mando de
políticos yrigoyenistas lo único que generaron fue
fraude,
atropello, abuso de las contribuciones públicas y hasta un
favoritismo como sistema burocrático. Por tal
razón, lo primero que hizo el gobierno fue intervenir el
municipio y otras instituciones, precisamente para terminar no
sólo con esta situación de deshonra, sino
también para acabar con los políticos seguidores y
partidarios del yrigoyenismo. Y para ello el gobierno
utilizó la policía militar como fuerza reguladora,
cuya función
fue tutelar, orientar y hasta iluminar el noble desenvolvimiento
de la sociedad riocuartense. Tal es el caso, que tanto para el
General Uriburu como para el Teniente Coronel Podestá la
policía militar, o en tal caso el Ejército,
constituyó una vital necesidad para nuestra sociedad y
para nuestro país, ya que éste se tornó un
baluarte de la seguridad exterior y garantía del orden
interno, además de fortalecer en la juventud el
concepto de patria y la unión nacional.

Con referencia a esto, el diario el Pueblo con su
postura conservadora favoreciente a los acontecimientos,
justificó la función del Ejército en dicha
situación. El mismo sostuvo que el Ejército, como
parte integrante de la nación no podía permanecer
indiferente ante tal estado de cosas y que los hombres que lo
constituyeron eran revolucionarios en su espíritu y
estaban dispuestos a seguir al hombre, que por sus antecedentes
de propiedad, de
justicia, de capacidad profesional y de carácter, supiera
interpretar el verdadero sentir de la nación, para
encauzar, correlacionar y dirigir este movimiento espiritual que
estalló al fin en el Ejército y que fue ampliamente
compartido y aplaudido por la nación entera.

En cuanto al ámbito educativo y la
administración de la enseñanza, durante la presidencia del
Señor Hipólito Yrigoyen, no se salvó de la
corrupción, de la sumisión que invadió
durante largos años las numerosas dependencias del poder
público. A tal punto se abusó de este abyecto
sistema que la figura de Yrigoyen asumió ante los
niños en las escuelas primarias las proyecciones de un
héroe. Claro está, que las distinciones de su
personalidad respondían a las influencias del
momento.

Ambos diarios tomaron esta actitud como
un error, pero más indigno y traidor resultó
denigrar y empequeñecer la
personalidad de Yrigoyen realizada por un movimiento de
opinión opuesto al gobierno, logrando así
desplazarlo de su alto cargo y colocándolo en la
imposibilidad de ensayar algún tipo de defensa.

De hecho, antes de la revolución, en las escuelas
se mantuvo una gran exaltación política del
presidente, que de alguna manera afectó la moralidad
educacional. Pero cuando sucedió la revolución,
esta situación se tornó una advertencia para
apartar de las escuelas esos factores de perturbación
moral y de
miseria cívica. Por tal razón el General Uriburu
intervino en la Universidad y en
las diferentes instituciones educativas del país e
inició una etapa de persecución política
contra los profesores democráticos y los militares
estudiantiles reformistas. Un ejemplo de ello fue cuando el
"General" dio la orden de clausurar muchas de las escuelas
permitiendo que otras quedaran en mano de una oligarquía
profesional conservadoras.

Finalmente en el ámbito cultural, ambos diarios
revelaron que la revolución no lo afectó, que no se
impuso ningún tipo de censura ni prohibiciones, que se
siguió presentando obras, homenajes, manifestaciones
culturales como en tiempos anteriores.

Reflexiones Finales

Durante un año y medio que duró el Golpe
de Estado liderado por el General Uriburu, los problemas
económicos y sociales aumentaron de manera alarmante en
nuestro país, creció la desocupación, los delitos y por primera vez
se vieron villas miserias en distintas ciudades. Además se
intentó reformar la estructura del
Estado, sin conseguirlo; las conquistas de la reforma
universitaria obtenidas con el gobierno de Hipólito
Yrigoyen fueron abolidas y se generó en las universidades
la más cruel reacción promovida por la
oligarquía profesoral que se correspondía a manejar
el país. Asimismo, con la llegada de la revolución,
se dio una nueva época política dando cierre de
otra: la era de la democracia que, aunque imperfecta,
significó un tramo más en el progreso
constitucional.

En ese momento quedaba completamente clausurado el ciclo
protagonizado por el Señor Hipólito Yrigoyen que, a
pesar de sus errores y defectos, había querido lograr la
afirmación de un sistema
político más amplio e igualitario, un equilibrio
social más justo y acentuar la identidad
nacional; pero con la dictadura del "General" se dieron
tiempos difíciles, aunque las personas que lo aclamaron no
pudieron saberlo. Vale decir que la lección era clara,
pero no se aprendió en el momento: un poder
ilegítimo siempre es un retroceso
.

En cuanto a la crisis, su aparición, inesperada y
brutal, borró de un momento a otro el optimismo y la fe en
el futuro que hasta entonces formaba parte del espíritu
nacional dejando una marca inolvidable
de miseria y desesperanza en la memoria
colectiva de todos los argentinos.

Finalmente, se puede advertir, con todas las acciones y
hechos mencionados anteriormente en todo este trabajo, la
necesidad del General Uriburu en mantener el orden en todo el
país. En tal sentido, se puede decir que en el plano
nacional, el papel del Estado era proporcionar un marco de ley y
orden en el que su población pudiera vivir de manera
segura y administrar todos los aspectos que consideraba de su
responsabilidad y obviamente el gobierno de la época no
estaba capacitado para cumplir con esas funciones, pero a pesar
de ello, éstos se apropiaron del poder, porque vinieron a
poner orden en la nación, ya sea por que eran los mas
capacitado o simplemente porque fue lo que estaba pidiendo el
país; orden, seguridad, organización, autoridad.

A partir de ese momento, la responsabilidad asumida
impuso al ejercicio severo la autoridad para erradicar
definitivamente los vicios que afectaban al país. Por
ello, a la par que se continuaran combatiendo sin tregua a la
delincuencia y se desterraran toda demagogia, no se toleraba la
corrupción ni la venalidad bajo ninguna forma o
circunstancia, ni tampoco cualquier transgresión a la ley
u oposición. Demás está decir que la
sociedad estaba exigiendo un gobernante con autoridad que pudiese
organizar, tomar decisiones y hacerlas valer, para poder ver
así los efectos o resultados rápidamente. Es por
eso que la policía militar fue la encargada de monopolizar
la fuerza física en el territorio para garantizar el orden
que se estaba buscando.

En el caso de la sociedad riocuartense buscaba orden y
seguridad porque tanto la crisis económica como la propia
situación política de ese momento habían
causado una desestructuración en la misma, una
pérdida de confianza y de intereses propios de las
clases
sociales de la sociedad con un poder adquisitivo importante.
Por tal razón se tornó indispensable aferrarse a la
dictadura, porque en última instancia ella era la
única que podía mantener el orden en la ciudad.
Además en la sociedad de Rió Cuarto todos aquellos
factores que perturbaban el orden era necesario acabarlos o
excluirlos ya que éstos daban una mala impresión de
la misma.

Por último, aludiendo al análisis de los
diarios de la ciudad, se expuso claramente las posturas de ambos
diarios por lo tanto lo vertido en los mismos denotó una
cierta subjetividad para con el tema analizado. No obstante,
tanto el diario Justicia como El Pueblo, a pesar de que
cuestionaban y criticaban a los líderes políticos
puestos en escena como el General Uriburu y el Señor
Hipólito Yrigoyen, sostuvieron ciertas opiniones
coincidentes, en común para con el hecho
tratado.

Notas de Referencias

Revista el Areópago: La moraleja de la
revolución de 1930
. Reflexiones de Tulio
Halperín Donghi
. Jueves, 16 de Octubre de 2003,
Número 1. Pág. 5

2 ANSALDI, W: Reflexiones
Históricas sobre la debilidad de la democracia Argentina
1880-1930
. Ed. Biblios. Bs. As. 1982. Pág.
52

3 Potash, R: El ejército y la
política en la Argentina (I) 1928 – 1945. De
Yrigoyen a Perón
. Ed. Hispanoamérica. Bs.
As. 1985. Pág. 54

4 Pinedo, Bagú, Sánchez Sorondo
y otros: La crisis del treinta II Testimonios.
Centro Editor de América
Latina S. A. Bs. As. 1983. Pág. 33

5 Rouquie, A: Poder militar y sociedad
política en Argentina
. Tomo I. Ed. EMC. Bs. As.
1981

6 Buchrucker, C: Nacionalismo y
Peronismo. La
Argentina en la crisis mundial (1927-1955)
. Ed
Sudamericana. Bs. As. 1999

7 FRIEDRICH, CARL y Otros: Dictadura
Totalitaria y Autocracia
. Centro Editor de América
Latina. Bs. As. 1965. Pp. 89; 90

8 LUGONES, L: La Patria Fuerte.
Centro Editor de América Latina. Bs. As. 1930. Pág.
40

9 LUGONES, L. Op. Cit. Pág.
48

10 Gerassi, N. M: Los
Nacionalistas
. Centro Editor de América Latina.
Bs. As. 1969. Pág. 12

11 Scenna, M. A: Los Militares.
Centro Editor de América Latina. Bs. As. 1975. Pág.
45

12 LUNA, F: Historia de la
Argentina
. Ed. Hispamérica. Bs. As. 1930.
Pág. 32

13 Diario el Pueblo: Jornadas de
heroicidad, de civismo, de gloria y de liberación
.
Domingo 7 de Septiembre de 1930. Año XIX – N°
5872.

14 Diario Justicia: Revolución
triunfante en todo el país
. Lunes 8 de Septiembre
de 1930. Año X – N° 2904.

15 Diario El Pueblo: La Autoridad
Militar
. Miércoles 10 de Septiembre de 1930.
Año XIX – N° 5898.

16 Diario Justicia: La
Mendicidad
. 17 de Septiembre de 1930. Año X
– N° 2912.

Referencia Bibliográfica

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    La Crisis de 1930 II. Testimonios. Centro Editor de
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  • POTASH, R: El Ejército y La Política
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    .
    Ed. Hispamérica. Bs. As. 1985
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    nacionalistas, su historia y su influencia en la vida
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  • ROUQUIÉ, A: Poder Militar y Sociedad
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    EMECÉ. Bs. As. 1985
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    1992
  • SCENNA, M: Los Militares. Centro Editor de
    América Latina. Bs. As. 1975
  • UNAMUNO, M: Horacio Oyhanarte y el Golpe Militar
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    . Centro Editor de América Latina. Bs. As.
    1988

 

Referencia de autor/a

Prof. Romina Soledad Bada

* Profesora de Historia. Adscripta a la cátedra
Historia Americana Actual. Dpto. de Historia. Universidad
Nacional de Río Cuarto. (Cba.).

Argentina. Córdoba. Rio Cuarto. 4 de febrero de
2008.

Partes: 1, 2
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