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La evaluación en contextos significativos:paradigma cuantitativo vs paradigma cualitativo



Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. La
      alternativa
    3. Bibliografía

    Resumen:

    Este ensayo pone de
    presente ciertas prácticas que se dan o pueden darse en el
    aula cuando se intencionan evaluaciones desde paradigmas
    cuantitativos y cualitativos.

    Distintas formas de ver la evaluación
    que pueden derivar a su vez en dinámicas particulares al
    interior del sistema
    educativo. Por un lado se expone la percepción
    que el autor tiene de la evaluación de acuerdo a su
    práctica docente, lo que lleva a considerar a la
    generalidad de las instituciones
    escolares dentro de un paradigma
    cuantitativo.

    Se propone establecer los alcances de una
    evaluación, que además de cualitativa, se espera
    sea construida desde los estudiantes, donde estos son
    protagonistas de un proceso que
    intenta una transición desde la heteronomía a la
    autonomía. Se toma como referente el aprendizaje
    significativo, en función de
    validar los conocimientos que el estudiante puede llevar al aula,
    y que lo hacen importante, buscando generar en estos posiciones
    reflexivas de sus realidades.

    Palabras Clave: Evaluación, paradigma
    cualitativo y cuantitativo, aprendizaje,
    examen, alternativa, relaciones.

    Introducción

    La evaluación desde un paradigma cuantitativo
    domina la escena escolar dejando el estudiante al margen, aun
    cuando él debiera ser el centro de la misma.
    Exámenes memorísticos que se postulan
    objetivos,
    juicios de valor
    cuantitativos que por numéricos reclaman validez,
    profesores rígidos que utilizan la evaluación como
    objeto de poder, han
    dejado huella en los estudiantes y una cultura de la
    evaluación por la evaluación, como si esta sirviera
    a sus propios fines.

    Lo anterior es evidente principalmente en lo que Vain
    (2000:) denomina el currículo oculto; así las
    instituciones escolares son ejemplo de practicas evaluativas que
    muestran a estudiantes y profesores poniendo en juego sus
    cartas. Lanzar
    la mejor en el momento adecuado es importante para ganar;
    las apuestas más altas se dan, durante los periodos en los
    cuales se realizan exámenes parciales o finales, que
    asumen un valor totalizante, asumiendo quizás que el
    resultado numérico de una prueba da una media
    inequívoca del estado
    cognitivo del estudiante, por lo que se podría pensar que
    se hace uso indiscriminado de calificar y evaluar.

    Se observa así, un contexto con situaciones
    conflictivas, tales como discusiones, fuertes llamados de
    atención, ánimos caldeados, sonrisas
    amables que buscan consideración, telefonemas de padres
    preocupados, charlas informales entre coordinador y profesores en
    relación con los resultados de las pruebas
    escritas, decisiones administrativas en los consejos de
    evaluación, en fin, hechos que terminan restando valor
    pedagógico a la evaluación

    ¿Pero quién gana en todo esto ?
    Quizás la mayoría pierde. El estudiante por cuanto
    la calificación toma un valor tan alto, que la
    discusión crítica, el disfrutar del descubrimiento,
    la capacidad de sorprenderse con lo que hasta ese momento era un
    misterio y otras, que hacían de la escuela un lugar
    ideal para el disfrute y el juego, pierde ese carácter socializante y sobre todo
    lúdico.

    Paralelamente, hay un efecto concomitante cuando la
    evaluación se convierte en una forma de castigo, cuando no
    se aprueba la asignatura,
    el bimestre o el año y por supuesto con el efecto,
    expresado en situaciones conflictivas de índole personal,
    familiar y social. Así, para el estudiante la
    calificación se vuelve su ser y su nada, una
    cosmovisión escolar,
    desde dónde explicar la razón de estar en la
    escuela.

    Por supuesto pierde el docente, quien utiliza la
    evaluación para diversos fines y quizás el
    pedagógico es el menos favorecido. Entre otros, se utiliza
    como forma de selección,
    es decir con un fin clasificatorio; este último
    quizás el que genera un valor, si se le puede decir,
    agregado, por cuanto el docente termina siendo instrumento de
    discriminación del sistema,
    estimando necesario que unos ganen, los capaces y otros pierdan,
    lo menos favorecidos. De esta forma es posible establecer un
    paralelo con la biología, cuando
    Darwin propone
    utilizar el concepto de
    selección natural, de allí que Niño (2000)
    en su artículo la evaluación docente en las
    políticas evaluativas y la
    administración institucional, refiriéndose
    a la evaluación, anota que:" llega a ser, incluso,
    mecanismo de selección para justificar la exclusión
    y la negación de oportunidades, haciendo parte de una
    especie de "Darwinismo Social" …"

    Claro, también se afecta el aprendizaje,
    pues un estudiante que memoriza y reproduce en un examen,
    adquiere una relación con el
    conocimiento completamente utilitaria e instrumental. Es una
    relación que deja de lado la reflexión, la
    crítica y la reconstrucción de saberes. Por
    supuesto es un aprendizaje que carece de significado, en la
    medida en que tanto el examen como la planeación
    de los contenidos vienen prediseñados y el estudiante se
    relaciona con los contenidos en forma mecánica, lo cual se puede expresar en
    respuestas simuladas, pensadas según lo que el maestro
    espera, de allí que Vain (2000) citando a Foucualt diga :
    … "la superposición de las relaciones de poder y saber
    asumen en el examen su máximo poder"

    En este orden de ideas, se tiene expresado en nuestro
    sistema educativo un paradigma que se caracteriza por sustraer al
    estudiante de las formas de evaluación. Es decir responde
    a una forma de ver la realidad y de explicarla, donde se estudia
    al objeto sin que éste ni quien lo estudia se relacionen,
    tal como se pretende desde el paradigma cuantitativo, lo que trae
    como consecuencia que instrumentos de evaluación, como la
    prueba escrita, adquieran una connotación positivista y
    protagonista en los procesos de
    evaluación. En conformidad Suárez (2000) dice "En
    este paradigma no está el estudiante presente como sujeto
    sino como tercera persona, como
    objeto atemporal de análisis y descripción por parte del evaluador en
    relación con parámetros previamente
    establecidos"

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