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Persecución religiosa en México "La Epopeya Cristera" (página 2)



Partes: 1, 2, 3

2.
Persecución religiosa

La historia de la Iglesia en
México
entre 1911 y 1940 fue tan acerba, que el SS Pío XI la
comparó a la de los primeros siglos cristianos. El 3 de
mayo de 1911
, surge el "Partido Católico
Nacional"
, sobre la base del "Movimiento
Obrero Guadalupano"
; su lema era "Dios, Patria y Libertad",
y su cuyo financiamiento
fue cubierto en forma mayoritaria por el Arzobispo, Mons.
José Mora del Río.

a. Presidencia de Francisco Ignacio Madero
González (1911-1913).

Se alió fuertemente al catolicismo; el
clero político apoyó la corriente que en conjunto
denominaron "Democracia
Cristiana"
.
El 12 de agosto de
1913
, bajo un clima de
tensión revolucionaria, nació formalmente la
Asociación Católica de la Juventud
Mexicana (ACJM)
, un grupo
adoctrinado para responder a la violencia
anticlerical revolucionaria. Se organizó a nivel nacional,
formando comités regionales; cada uno elegía a su
presidente y de entre ellos, se elegía a un presidente
nacional que coordinaba las actividades de la juventud
católica de todo el país. El presidente
Madero González tuvo que solicitar el apoyo de la Iglesia
Católica porque el país desde entonces había
estado
convulso y señala textualmente: "Fue necesaria la
influencia de la Iglesia para lograr la pacificación del
país, sacudido por inmenso movimiento de revolución
y bandidaje".
La jerarquía
católica respondió a los deseos del Gobierno mediante
un documento que pedía a los obispos "la obediencia que
se debe a la autoridad
constituida"
. El Gral. Victoriano Huerta, porfirista,
se confabuló con los Estados Unidos
para dar un golpe de Estado;
conformó un grupo de militares mercenarios a quienes
compró con dinero
yanqui.

b. Presidencia del Gral.
Victoriano Huerta (1913-1916).

El 19 de febrero de 1913 se
sublevó; traicionó y asesinó a Madero,
arrebatándole por la fuerza la
silla presidencial.
Con la
usurpación de Huerta, el clero publicó
inmediatamente un escrito de condenación hacia el golpe de
Estado y tanto la Iglesia como el Partido Católico
Nacional se mantuvieron a distancia del traidor. Éste
aconsejado por el embajador de los Estados Unidos trató de
conquistar la simpatía de la jerarquía
eclesiástica colmando de regalías, favores y
obsequios a la Iglesia. El clero mantuvo una postura firme; el
Partido Católico Nacional a través de su periódico,
vocero oficial, "La Nación"
combatió fuertemente al usurpador gobierno de Victoriano
Huerta y por orden de éste las oficinas del partido y del
periódico fueron incendiadas, saqueadas y destruidas. El
Gral. Venustiano Carranza Garza, obligó a Huerta a dejar
el mando y el país, muriendo en el destierro en el Paso,
Texas.

c. Presidencia del
General Venustiano Carranza Garza (1916-1920).

Este período que se caracterizó por la
dureza de su persecución contra la Iglesia. Sus tropas
multiplicaban los incendios de
templos, robos y violaciones, atropellos a sacerdotes y
religiosas; cuando los jefes militares quedaban como gobernadores
de los Estados liberados, dictaban contra la Iglesia
leyes
tiránicas y absurdas: que no hubiera Misa más que
los domingos y con determinadas condiciones; que no se celebraran
Misas de difuntos; que no se conservara el agua para
los bautismos en las pilas
bautismales, sino que se diera el bautismo con el agua que corre
de las llaves
; que no se administrara el sacramento de la
penitencia sino a los moribundos, y "entonces en voz alta y
delante de un empleado del Gobierno
". Actualmente en
México carrancear significa robar, y un
atropellador es un carrancista. Muy comprometido
con sus hermanos masones, tuvo que apoyar al liberalismo y
atacar a la Iglesia Católica; los constitucionalistas se
apoderaron de los edificios y bienes de la
Iglesia, desterraron a los obispos, encarcelaron a sacerdotes y
monjas, saquearon conventos y mandaron fusilar a los
líderes curas. Para los constitucionalistas todo lo que
era católico debería ser destruido; para los
católicos estaba bien claro que Carranza era enemigo de la
Iglesia y de la religión
católica.

Después de tres años de cruenta
persecución religiosa, se reunieron en
Querétaro a partir de noviembre de 1916 los 118
diputados del Congreso de la Unión para revisar la
Constitución de 1857. Luego de acalorados
debates y encendidas polémicas,
donde los
clerófobos y protestantes carrancistas quedaron en
minoría frente a los jacobinos partidarios de
Álvaro Obregón, se pusieron al fin de
acuerdo y publicaron el 5 de febrero de 1917 un documento
que habría de entrar en vigor el día 1 de mayo: la
Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos
.
Así se
cristalizó la orientación anticristiana y
masónica del Estado. Proclamaba la separación
Iglesia-Estado, haciéndola dependiente de éste: por
un lado destacaba la libertad de conciencia y por
otro la limitaba. Los artículos que lo enmarcaban eran:
Artículo 3º: Declara que la educación
será laica y prohíbe que cualquier religión
o ministro de culto imparta clases, ni dirija centros escolares;
enseñanza laica; Artículo 5º: Se
prohibían los votos religiosos, lo conventos y las
órdenes monásticas; Artículo 24:
Habla de la libertad religiosa; pero prohíbe toda
manifestación pública de Fe; supresión
del culto externo; Artículo 27º:
Todas las
propiedades de la Iglesia pasan a ser del Estado;
Artículo 130º: No se le reconoce personalidad
jurídica a la Iglesia; control del clero. Este
último artículo profundiza el sentido anticlerical
de la Constitución, señalando el derecho del
poder federal
de intervenir en materias de culto religioso y de disciplina
externa, de conformidad con las leyes. Ninguna persona que no
sea mexicana por nacimiento, podía ejercer las funciones de
ministro de ningún credo religioso. Imposibilitaba a los
ministros del culto para votar como ciudadanos y para ser
elegidos como funcionarios públicos. Los ministros de
culto eran incapaces de heredar de otros ministros de culto o de
individuo
particular. Determinaba el número de sacerdotes para cada
Estado. Se prohibía de igual manera a los ministros de
cualquier culto el hacer crítica
de las leyes o actos de las autoridades que gobiernan. En
materia de
sacramentos, por poner un ejemplo, la confesión auricular
estaba prohibida y en caso de que se autorizara debía
realizarse en presencia de un agente de la ley. De esta
manera, el ejercicio de la religión católica
venía a ser un crimen en México, y sus creyentes
tratados como
delincuentes. En un México de quince millones de
habitantes, el 95% era católico; su constitución
contenía incapacidades legales contra la Iglesia
Católica, quedando claramente planteado así el
conflicto de
conciencia. La táctica era manifiesta: esclavizar a la
Iglesia Católica o acabar con ella. Dicha
constitución se impuso por la élite gobernante, ya
que no existió ratificación por parte del pueblo;
lo único que no prohibía es la libertad de
creer.

La persecución se recrudecía y los obispos
no cesaban en sus demandas de auxilio; la Conferencia
Episcopal de Estados Unidos
fue quien ayudó
fraternalmente a los desesperados prelados mexicanos a solicitud
directa de SS Benedicto XV, quien preocupado por tan tremendos
acontecimientos que la iglesia mexicana estaba sufriendo,
encomendó la noble tarea de ayudar a la república
mexicana y al mismo tiempo
agradecía tan generosa disposición.

Los prelados habían protestado por la
Constitución sujetando al juicio del Sumo Pontífice
sobre tal proceder, SS Benedicto XV respondió al
Episcopado con fecha del 15 de junio de 1917 de haber
hecho "una cosa muy conforme al oficio pastoral, y
dignísima de nuestra alabanza"
, además de hacer
patente su paternal preocupación, prometiendo su ayuda
para aliviarlos. A esta protesta también se unieron los
arzobispos y obispos de Estados Unidos de Norteamérica, a
través de un documento firmado por el Cardenal Gibbons,
Arzobispo de Baltimor. La Iglesia Católica
protestó públicamente contra varios
artículos de la Constitución. El Arzobispo de
Guadalajara
, Mons. Francisco Orozco y Jiménez hizo
circular un memorándum que denominó "Carta
pastoral"
, el cual salió a la luz
pública el 24 de junio de 1917. Dicho documento era
trascripción firmada por casi todos los obispos, aprobada
por el nuncio apostólico y por el Papa. Una parte de este
memorándum decía textualmente: "no pretendemos
inmiscuirnos en cuestiones políticas.
Tenemos por único móvil cumplir con el deber que
nos impone la defensa de los derechos de la Iglesia y de
la libertad religiosa. En nuestro carácter de jefes de la Iglesia
Católica protestamos contra la tendencia de los
constituyentes destructora de la religión, de la cultura y de
las tradiciones. Protestamos contra semejantes atentados en
mengua de la libertad religiosa y de los derechos de la Iglesia y
declaramos que desconoceremos todo acto o manifiesto contrario a
estas declaraciones y protestas".
Este abierto
pronunciamiento contra el Gobierno de la República
ocasionó el repudio de los carrancistas que estaban
aplacados. Desde entonces no cesaron de atacar y presionar al
clero consiguiendo en julio de 1918 que fuera expulsado
del país el Arzobispo Orozco y Jiménez. Como
consecuencia de este acto injusto los combativos católicos
jaliscienses liderados por el Vicario Manuel Alvarado se pusieron
de luto y realizaron plantones y protestas; hicieron correr
rumores y ejercieron actos de boicot para desestabilizar al
país. En los archivos del H.
Congreso del Estado de Jalisco se conserva el informe que
rindió el Gral. Manuel M. Diéguez ante la XXVI
Legislatura de
dicho cuerpo legislativo el 1 de febrero de 1919 donde
dice textualmente: "el clero, lejos de someterse a los
mandatos de la autoridad civil, asumió una actitud
rebelde. Los jerarcas católicos suspendieron las misas y
los oficios religiosos; hicieron creer a los fieles que el
Gobierno cortaba la libertad de cultos y movieron en su contra a
los feligreses desde los púlpitos para que el pueblo
profesara hacia las autoridades un odio enardecido que era
susceptible de transformarse en rebeldía
armada"
.

Muchos otros apoyaban la lucha del México
católico: el Episcopado Latinoamericano. del 17 de mayo
al 20 de noviembre
de 1917
protestó; lo hicieron los obispos de las
diócesis de Panamá,
Trujillo; La Plata, Paraná, Santa Fe (Argentina); Loja, La
Serena, Granada, Managua, Cuenca, Tunja, Arassuahy, Santiago de
Cuba,
Barquesimeto, San Salvador, Santa Ana, Barbasto, Medellín,
Florianópolis, Ibagué, Puno, Campinas, Cartagena y
Guatemala; el
Episcopado Francés protestó el 9 de diciembre de
1918
y el Episcopado Español
hizo lo mismo el 19 de marzo de 1919. El
enardecimiento de los católicos que ya estaban dispuestos
a todo hizo comprender al gobierno constitucionalista la realidad
del peligro de lo cual resultó que el Gral. Venustiano
Carranza
emprendió una política de
reconciliación y acercamiento con la Iglesia
Católica. Se volvió tolerante y permitió que
los católicos llevaran a cabo con toda clase de
facilidades una peregrinación multitudinaria para
conmemorar la coronación de la Virgen de Guadalupe; dicho
acto masivo se realizó el 17 de octubre de 1919.
Carranza programó su reelección aliado con
el clero católico.
Los militares
consideraron esa situación como un gran error y tomaron la
determinación de eliminar al Gral. Carranza
animados por las compañías petroleras que estaban
en el país, a las que les había aplicado impuestos
excesivos para que abandonaran el territorio
nacional.

El día viernes 23 de abril de
1920
un grupo de militares traidores al Gobierno de la
República, firmó un documento conocido como el
"Plan de Agua
Prieta"
mediante el cual desconocían y cesaban en sus
funciones al Presidente de la República y lo
sustituían por el Gral. Adolfo de la Huerta, a quien
denominaron "Jefe Supremo del Ejército y de la Nación". El pacto de honor de Agua
Prieta, Sonora estableció compromisos muy serios; fue
firmado por varios generales, entre ellos, Adolfo de la Huerta,
Plutarco Elías Calles, Pascual Ortiz Rubio y Lázaro
Cárdenas del Río. Cuando tomó el poder
el Gral. Adolfo de la Huerta Marcos, quedó convencido de
que era necesario continuar con la tolerancia hacia
el clero católico. La Iglesia aprovechó esta
excesiva facilidad gubernamental para revitalizar al Partido
Católico Nacional
al que le inyectó un fuerte
aporte financiero y realizó el 19 de julio de 1920
una convención nacional dando como resultado un partido
mucho más fuerte que cambió de nombre
llamándose desde entonces "Partido Nacional
Republicano"
. En esta convención atacaron duramente a
la Constitución de 1917 diciendo textualmente: "la
Constitución que actualmente nos rige es de facto una
Constitución que casi en la totalidad de sus
artículos y en la totalidad de sus postulados va en contra
de los principios,
tradiciones, sentimientos y aspiraciones del pueblo
mexicano".
Con el apoyo de los Estados
Unidos de Norteamérica el Gral. Álvaro
Obregón Salido lanzó su candidatura a la
presidencia de la república y triunfó rotundamente
en las elecciones llevadas a cabo el 5 de septiembre de
1920.

d. Presidencia del
General Álvaro Obregón Salido
(1920-1924).

El 1 de diciembre de 1920,
comenzó su mandato y también llegó a la
conclusión de que debía ser amigo de la Iglesia
Católica, a la cual restituyó todos los templos que
habían sido clausurados entre 1914 y
1919.

El 25 de octubre de 1924 firmó un
decreto presidencial que autorizaba la permanencia de un
representante del Papa en el país;
nada hizo, en
cambio, para
detener la escalada anticatólica que sus generales
-verdaderos revolucionarios jacobinos, antiguos constituyentes y
masones, fanáticos anticatólicos- llevaban a cabo
en los estados. Sin embargo, los masones del rito
yorkino
de los Estados Unidos lograron influir para que
Obregón estimulara en forma oculta a los liberales
anticlericales con el fin de que hostigaran a la
Iglesia;
llevó así adelante el impulso
perseguidor de la Constitución mexicana, con la astucia de
no aplicarla integralmente. En una oportunidad
señaló: "La división que tengo el orgullo
de mandar ha cruzado la República de un extremo a otro en
medio de las maldiciones de los frailes y de los anatemas de los
burgueses. No hay para mí gloria mayor: la
maldición de los frailes aporta la
glorificación"
. Comienza a evidenciarse muy sutilmente
esa persecución contra la Iglesia y sus fieles,
quizá no de manera manifiesta ya que se quería
guardar una imagen de
apertura en los nuevos gobiernos que se iban consolidando en
México, más que nada de cara a Estados Unidos; no
obstante, las protestas no se hicieron esperar sin respuesta
alguna. El Delegado Apostólico pudo percatarse de
este doble juego del
presidente por lo que decidió oponerse a las decisiones
del Gobierno a través del Partido Nacional
Republicano.

El 6 de febrero de 1921, estalla una bomba en la
puerta del Palacio Arzobispal. El gobierno señala que es a
consecuencia de la provocación que generó una carta
pastoral emitida contra el Socialismo. Como
respuesta, los jóvenes acejotaemeros organizaron una
guardia permanente en el lugar de los hechos y una
manifestación de protesta, el 8 de febrero, la cual
terminó en una riña entre católicos y
"socialistas"; varios participantes fueron encarcelados por tres
días. El presidente Obregón declaraba al respecto
que "si la Iglesia hubiera estado de acuerdo con la
Revolución, nada de eso habría
ocurrido".

El 13 de Mayo de 1921: ondean banderas rojinegras
socialistas en la Catedral de Morelia.

El 14 de noviembre de 1921: se produce una
explosión en la basílica de Guadalupe frente a los
pies de la Imagen; quedó intacta y se descubre que el
responsable fue un empleado de la Secretaría particular de
la Presidencia. El Gobierno hizo correr el rumor que los
culpables fueron católicos intentado provocar una
agitación.

Para 1922, la ACJM había alcanzado
un alto grado de madurez y estaba conformada por grupos de
jóvenes de todo lugar y de diferentes estratos sociales.
Algunos de sus miembros empezaron a formar grupos de resistencia, como
la Unión Popular, en Guadalajara. Conocida como la
"U", era una sociedad
secreta que tenía una jerarquía de jefes: de
colonia, sector, parroquia, ciudad y región, bajo la
dirección de Mons. Francisco Orozco y
Jiménez, arzobispo de la Diócesis; Anacleto
González Flores fue designado su representante. Otras
organizaciones
buscaron mayores espacios, como las Damas Católicas
y los Caballeros de Colón que, de acuerdo con las
instrucciones de la Encíclica dada por León XIII el
1º de noviembre de 1885, se encontraban bajo la
jurisdicción de la jerarquía eclesiástica,
debiendo tener cada unión regional un sacerdote como
director espiritual, aprobado por el obispo, condición sin
la cual la Iglesia no se hacía responsable ni aprobaba
tales organizaciones.

El 11 de febrero de 1923: se expulsa al
Delegado Apostólico, Mons. Ernesto Filippi por su
participar en la bendición de la primera piedra del
monumento a Cristo Rey en la montaña del Cubilete, en
Guanajuato, que contó con una participación de
50.000 personas; sirvió de pretexto para "hacer valer
la Constitución"
.

El 4 de Octubre de 1924, tuvo lugar el
Primer Congreso Eucarístico Nacional, lo que
provoca sanciones a varios participantes y el despido de
empleados del gobierno que asistieron. El Gral.
Álvaro Obregón Salido decidió concentrar el
poder en su persona aplicando medidas centralistas de tipo
dictatorial a las que se opuso en forma radical la Iglesia
Católica. El gobierno de Obregón no se podía
dar el lujo de enfrentarse abiertamente al clero político
por lo que decidió recurrir a gobernadores y generales
serviles e incondicionales suyos, quienes desataron una guerrilla
anticlerical. Es célebre el caso del Lic. José
Guadalupe Zuno Hernández, quien siendo gobernador del
Estado de Jalisco
desencadenó una persecución
brutal e inesperada en contra de la Iglesia Católica, a la
que atacó con una furia enloquecida que denotaba
fanatismo, intolerancia y represión. A esta acción
persecutoria e injusta se opuso el Obispo, Mons. Orozco y
Jiménez, quien con una profunda vocación episcopal
luchó con valentía, creándose un conflicto
histórico en la Iglesia y el Estado que
desembocó en un enfrentamiento armado de alcance nacional
denominado "La Epopeya Cristera".

Obregón empezó a pensar en reelegirse para
lo cual decidió acabar con los enfrentamientos y
apaciguó la situación. Decidió entonces
aliarse con sus enemigos; otorgó nuevamente concesiones al
clero y ofreció puestos y dinero a los carrancistas,
zapatistas, villistas y delahuertistas. Mandó asesinar a
los generales que no quisieron transar con él y
preparó el terreno fría y calculadoramente.
Consiguió que ganara las elecciones su leal pupilo, el
Gral. Plutarco Elías Calles quien tomó
posesión el 1 de diciembre de 1924; este presidente
dirigió el país en duunvirato con Obregón,
su maestro y protector.

e. Presidencia del General Plutarco Elías Calles
(1924-1929).

La lealtad a su jefe Obregón le
valió obtener la silla presidencial, pero como gobernante
no pudo consolidarse porque la sombra del caudillo lo opacaba.
Todos sabían que el Gral. Álvaro
Obregón
había impuesto al
Gral. Plutarco Elías Calles y poco a poco se fue
generando un clima de inconformidad, particularmente en el grupo
militar. Varios generales se sentían con el derecho de
partir el pastel revolucionario y exigieron cuotas de poder, lo
cual fue bloqueado y nulificado por Obregón quien
tenía luz verde de Calles para tomar decisiones en ese
sentido; varios militares inconformes fueron castigados y algunos
asesinados misteriosamente.

El 21 de febrero de 1925, los caudillos de
la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM),
empeñados en hacer méritos políticos de
manera que el gobierno de Elías Calles se sintiera cada
vez más comprometido con ellos, intentaron se proclama la
"Iglesia Católica Apostólica Mexicana", a cargo del
ex-sacerdote Joaquín Pérez, como "patriarca de
la Iglesia nacional mexicana
" -antes de ser sacerdote
había contraído matrimonio,
había sido soldado y estaba afiliado a la
masonería-; tuvo repercusión alguna en la población. A Pérez le sucedió
otro falso sacerdote, nunca ordenado, llamado Eduardo
Dávila, un grado 33 de la masonería mexicana, que
llegó a escribir: "Iglesia Católica y
masonería se complementan… y se puede ser como yo, gran
iluminar de la masonería y arzobispo primado de
México"
. Solo tres sacerdotes respondieron,
retractándose posteriormente. El proyecto
fracasó rotundamente Gracias a la devoción del
pueblo mexicano y su testimonio de firmeza frente a las leyes
señaladas, SS Pío XI en la Encíclica
"Quas Primas",
del 11 de diciembre de 1925, declara de
manera universal la Festividad de Cristo Rey. México fue
la primera nación en consagrarse como vasallo de Cristo
Rey y el primer monumento fue construido en 1920.

El 2 de febrero de 1926, SS Pío
XI dirige al Episcopado mexicano su carta "Paternae Sanae
Solicitudo"
, en la que exhorta a los católicos a
emprender la acción cívica contra las leyes
persecutorias, pero absteniéndose de formar un partido
confesional, para evitar que el gobierno acuse a la Iglesia
católica de sedición y de intervenir en
política;
detalló las normas concretas
que habían de aplicarse en la República mejicana
para lograr el desarrollo
disciplinado y eficaz de esta acción católica. Con
respecto a la situación política, SS Pío XI
estableció tres normas: los católicos deben
abstenerse de favorecer a cualquier partido político; no
pueden formar un partido político con denominación
católica; el clero debe evitar toda intervención en
la política de los partidos. Era está la manera de
quitar toda base a un posible ataque del Gobierno contra el
catolicismo por razones de orden político. Sin embargo, el
Papa aclaró que los católicos podían y
debían ejercer todos los derechos y deberes civiles
comunes. En relación con el clero, advirtió
además que esté no podía ni debía
desentenderse por completo de los graves problemas
sociales y políticos: como ciudadano, el sacerdote
debe ejercer sus derechos, y como ministro sagrado, debe ungir la
conciencia de los fieles para que éstos cumplan con
fortaleza sus deberes políticos. El Gral.
Calles
obedeció al Gral. Obregón y
decidió concentrar el poder a base de imposiciones,
alianzas y dictadura;
hizo aprobar la ley reglamentaria del artículo 130º
constitucional, la cual fue promulgada y publicada el 6 de
enero de 1926
, prohibiendo terminantemente las
manifestaciones religiosas, misas y peregrinaciones. Calles
ordenó a los gobernadores de los estados que hicieran
aplicar estrictamente las disposiciones legales; y ante tal
ofensiva el clero no se cruzó de brazos; el Arzobispo
de México
, Mons. José Mora y del Río
dijo públicamente: "… el Gobierno de Calles
manipulado por Obregón ha puesto la gota que
derramó el vaso".
El Arzobispo de la Ciudad de
México
, José Mora y del Río
, en
una entrevista
del diario "El Universal" el 4 de
febrero
, criticó los artículos 2º,
5º, 7º y 30º de la Constitución,
señalando que los católicos no reconocían
las leyes constitucionales que atentaban contra la libertad
religiosa y que lucharían por su derogación.
Textualmente expresó: "… la doctrina de la Iglesia
Católica es invariable, porque representa la verdad
inobjetable revelada por Dios a los mortales. Los prelados
mexicanos hicimos una enérgica protesta en 1917 contra la
Constitución y nos opusimos abiertamente a las
disposiciones contenidas en los artículos que atentan
contra la libertad de cultos y contra los dogmas religiosos.
Nuestra inconformidad se mantiene firme, no ha sido modificada
sino robustecida porque se inspira en la santa doctrina de la
Iglesia. Emprenderemos una campaña nacional contra las
leyes injustas y contrarias al derecho
natural del hombre. El
clero católico, el episcopado y los feligreses no
reconocemos, jamás respetaremos y siempre combatiremos con
fuerza los artículos tercero, quinto, veintisiete y ciento
treinta de la Constitución vigente".

La entrevista se convirtió en la oportunidad del
gobierno para justificar el cierre de las escuelas
católicas y de los conventos, la expulsión de los
sacerdotes extranjeros y la limitación del número
de los sacerdotes, aplicando estrictamente la
Constitución, especialmente el artículo
130º.
Cuando el Gral. Calles leyó
el
periódico a temprana hora, exclamó:
"¡Es un reto al Gobierno y a la Revolución!".
Seguidamente ordenó que se encarcelara al arzobispo, quien
para evitar ser llevado a la prisión, se retractó
públicamente de sus declaraciones pero pidió
auxilio a SS Pío XI.

El Papa ordenó suspender las misas en
todo el país y cerrar los templos. Éste fue el
primer chispazo de la "Epopeya Cristera".
La
reacción fue inmediata entre los católicos
mexicanos, asociaciones como la ACJM (Asociación
Católica de la Juventud Mexicana), la "U" Unión
Popular, Círculos de Oración y Estudio, La Cruzada
Femenina de la Libertad, fundadas por el seglar Anacleto
González Flores; junto con la CNCT (Confederación
Nacional Católica de Trabajadores), la Unión de
Damas Católicas y la Unión Nacional de Padres de
Familia,
fundaron el 9 de marzo, con el beneplácito del
Episcopado, la LIGA NACIONAL DE LA DEFENSA DE LA LIBERTAD
RELIGIOSA, la cual defendería los derechos de profesar,
confesar y promover la Fe Católica y buscar la reforma de
los artículos antirreligiosos de la Constitución de
1917. Fueron sus principales dirigentes: el Lic. Cisneros y
Villarreal, Miguel Palomar y Vizcarra, Andrés
Barquín y Ruiz, René Capistrán, José
González Pacheco. El 22 de marzo fue declarada
sediciosa por el gobierno, y sus dirigentes
encarcelados.

El 2 de julio, el Gral. Calles expidió la
"Ley que Reforma el Código
Penal para el Distrito y Territorios Federales sobre delitos del
fuero común y para toda la República sobre delitos
contra la Federación"
; ley que debía entrar en
vigor el 31 de julio, de hondo contenido
anticatólico.

El 25 de Julio, el Episcopado Mexicano
emite una "Carta Pastoral" colectiva, donde señala
que la ley del 2 de julio vulnera los derechos divinos de
la Iglesia, es contraria al derecho natural, es opuesta al
derecho
constitucional mexicano y violatoria de los valores
morales; por tal motivo se pide la derogación de las
leyes antirreligiosas.

El 29 de julio, muere fusilado en la ciudad de
Puebla el primer mártir: José García
Farfán, comerciante de 66 años. En el aparador de
su tienda había un gran letrero que decía:
"¡Viva Cristo Rey! ¡Cristo vive, Cristo reina,
Cristo impera! ¡Sólo Dios no muere ni morirá
jamás!"
; el no arrancarlos fue su delito. El 20
de julio
pasaba en su automóvil el Jefe de Operaciones de
aquel estado, Gral. Amaya, acompañado del Gral.
Sánchez, quién irritado trató de golpear al
anciano, que se defendió; fue conducido preso a la
Jefatura de la Guarnición. La gestión
de sus familiares no pudo obtener nada a su favor; su abogado
defensor fue amenazado de muerte si
proseguía su gestión. Muy de madrugada fue sacado,
con el pretexto de llevarlo a una cárcel pública;
en el camino, simulando un ataque, le dieron muerte. Al
fusilarlo, el jefe del pelotón lo provocó:
"¡A ver cómo mueren los católicos!";
"Así", repuso el viejo, apretó un crucifijo
contra el pecho y gritó: "¡Viva Cristo
Rey!".

El 31 de Julio, se promulga la "Ley
Calles"
, consistente en unas reformas al Código Penal:
prohibía los actos de culto, suministro de sacramentos,
catequesis, supresión de monasterios y conventos, suprime
la libertad de prensa religiosa
y la expropiación de los templos entre otros, las penas
iban desde una multa, cárcel hasta un "castigo más
grave" que era la muerte por
fusilamiento. Ante tal situación, el Episcopado Mexicano,
previa consulta a la Santa Sede, ordena la suspensión del
culto en toda la República como parte de una resistencia
pasiva, ya que el número de sacerdotes que les
permitirían ejercer el ministerio "bajo
autorización del Gobierno" fue dado de manera arbitraria y
era ilógico en comparación con las necesidades de
cada estado. Inmediatamente, una docena de Obispos, entre ellos
el Arzobispo de México, son sacados bruscamente de sus
sedes, y sin juicio previo, son expulsados del país. Ese
mismo día en Oaxaca, las tropas del gobierno
querían tomar la Iglesia de los Siete
Príncipes
. Debido a que la población se
encontraba amotinada y enfurecida por este hecho y se encontraban
custodiando la iglesia, murieron dos soldados. En respuesta a
esto, el gobierno ordeno fusilar a muchas personas que se
encontraban ahí. A partir del 1 de agosto, los
templos permanecerían cerrados por tiempo indefinido, como
medida de presión
para evitar la Ley Calles.

"La gente de Iglesia no
dirigió ni inspiró jamás la cristiada, y
cuando concertó su paz con la gente del gobierno, no
consultó a los combatientes. La Iglesia hizo una paz
política, cuyo precio pagaron
los cristeros, remitiéndose al Apocalipsis. "La gente de
Iglesia no será jamás la Iglesia", dicen los
cristeros, que evitan esta confusión muy general y
distinguen entre la persona y lo personal;
conservan el sentido de la Iglesia, la fe en la
Iglesia".

3. La
Epopeya Cristera

a. Introducción

Al frente del movimiento, para darle unidad de plan y de
acción, se puso la Liga Nacional Defensora de la
Libertad Religiosa
, con el fin que su nombre expresa, y que
se había extendido en poco tiempo por toda la
república. Jean Meyer, en el volumen I de su
obra "La Cristiada", describe al detalle las vicisitudes
que corrió al paso de los años la "Epopeya
Cristera"
, que él divide en estas fases:

  • Incubación, de julio a diciembre de
    1926;
  • Explosión del alzamiento armado, desde
    enero de 1927;
  • Consolidación de las posiciones, de
    julio 1927 a julio de 1928, es decir, desde que el Gral.
    Gorostieta asume la guía de los cristeros hasta la
    muerte del Gral. Obregón;
  • Prolongación del conflicto, de agosto
    1928 a febrero de 1929, tiempo en que el Gobierno comienza a
    entender que no podrá vencer militarmente a los
    cristeros; Apogeo del movimiento cristero, de marzo a
    junio de 1929;
  • Licenciamiento de los cristeros, en junio
    1929, cuando se producen los mal llamados Arreglos entre
    la Iglesia y el Estado.

Aquellos, a quienes el Gobierno por burla llamaba
cristeros, no tenían armas a los
comienzos, como no fuesen machetes y tranchetes, rosaderas,
hachas, o en el mejor caso rifles viejos y escopetas; pero pronto
las fueron consiguiendo de los soldados federales, los juanes
callistas
, en las guerrillas y ataques por sorpresa. Todos se
decían "soldados de Cristo Rey" y tenían
como bandera la nacional tricolor con la imagen bordada de Santa
María de Guadalupe. En relación a los jefes
cristeros, el 30 % era militar y el 70% no lo era, aunque
supieran perfectamente montar a caballo o manejar las armas; el
92% era rurales, ya que la inmensa mayoría eran
rancheros modestos, gente de pueblo, aunque también se
unieron a ella algunos estudiantes, licenciados o profesionales;
el analfabetismo
era tan grande entre los jefes como entre los soldados, siendo
tan solo la mitad de los que habían hecho o iniciado
estudios secundarios los que ocuparon puestos de mando; la edad
se escalonaba entre los 18 y los 70 años.

El movimiento Cristero tenía en sí toda la
fuerza de quien sabe estar haciendo la voluntad de Dios. No
sólo consistió en tomar las armas para defender a
Dios, a la Religión Católica, a su Madre, que es la
Santa Iglesia, y así luchar contra el ejército
federal que iba a las poblaciones a aprehender a los sacerdotes,
sino fue para muchos unos ejercicios espirituales
continuados. La Santa Misa, en latín y de cara a
Dios
, sobre todo era, cuando había sacerdote, lo
más apreciado por los cristeros, el centro de todo, cada
día; en los campamentos cristeros, cuando esto era
posible, el Santísimo Sacramento estaba expuesto, y los
soldados, por grupos de quince o veinte, practicaban la
adoración perpetua. La comunión frecuente
era la regla. Los sacerdotes que permanecían con los
cristeros se pasaban el tiempo confesando, bautizando, casando,
organizando ejercicios espirituales y haciendo misiones. Era
más frecuente que no hubiese ya sacerdote, y entonces un
seglar tomaba la dirección de la vida religiosa: en las
mañanas se leía el Oficio de la Iglesia, en
presencia de los fieles, y todas las tardes el Santo Rosario.
Estas misas blancas iban acompañadas de otras
innovaciones; los cánticos y el Rosario acompañaban
todos los instantes de la vida, en la marcha o en el campamento.
Los cristeros oraban y cantaban a altas horas de la noche,
rezando colectivamente el Santo Rosario, de rodillas, y cantando
los Laudes a la Virgen o a Cristo, entre las decenas. Pero para
el gobierno solo era "una reacción de indios
embrutecidos por el clero y sumidos en el fanatismo".

Prevalecía en ellos la visión
teológica
de la guerra.
Conocían bien, en primer lugar, el deber moral de
obedecer a las autoridades civiles, pues toda autoridad procede
de Dios, pero también sabían que hay que obedecer a
Dios antes que a los hombres, cuando éstos hacen la guerra
a Dios; consideraban a la persecución del gobierno una
acción poderosa del Maligno. "La religión de los
cristeros era, salvo excepción, la religión
católica romana tradicional, fuertemente enraizada en la
Edad Media
hispánica. El catecismo del P. Ripalda, sabido de memoria, y la
práctica del Rosario, notable pedagogía que enseña a meditar
diariamente sobre todos los misterios de la religión, de
la cual suministra así un conocimiento
global, dotaron a ese pueblo de un conocimiento teológico
fundamental asombrosamente vivo. A Cristo conocido en su vida
humana y en sus dolores, con los cuales puede el fiel
identificarse con frecuencia, amado en el grupo humano que lo
rodea: la Virgen, el patriarca San José, patrono de la
Buena Muerte, y todos los santos que ocupan un lugar muy grande,
completamente ortodoxo, en la vida común, se le adora en
el misterio de la Trinidad. Esta religión próxima
al fiel la califican de superstición los misioneros
norteamericanos (protestantes y católicos) y los
católicos europeos no la juzgan de manera
distinta"
.

Los federales, malos jinetes, eran peores soldados, que
disparaban de lejos, gastaban mucha munición,
perdían las armas con facilidad, y no conocían bien
el terreno por donde andaban. Eso explica que los cristeros,
cuyas características de lucha eran las contrarias, les
infligieran tantas bajas. Los callistas eran muy crueles,
pero la dureza de la represión, la ejecución de
todos los prisioneros, la matanza de los civiles, el saqueo, la
violación, el incendio de los pueblos y de las cosechas,
dejaban en la estela de los federales otros tantos nuevos
levantamientos en germen. Sin duda los gritos de ambas fuerzas
revelan la magnitud íntima de aquel antagonismo; las
alabanzas de los cristeros: "¡Viva Cristo Rey! y
¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe!"
, eran
contestados con las blasfemias callistas: "¡Viva el
Demonio! ¡Viva el Diablo Mayor! ¡Qué mueran
Cristo y su Madre"
.

b. Desarrollo

1. Año 1926

El pueblo mexicano siempre que sabía que el
ejército intervendría y tomarían las
iglesias para destruirlas, se preparaba, se armaban y se iba a
vivir ahí. Unos custodiando desde adentro y otros desde
afuera. El ejercito al llegar al lugar y al encontrar alguna
resistencia y como poseía mejores y más armas,
simplemente abría fuego directo contra las
personas.

El 3 de Agosto de 1926, en el Santuario de la
Virgen de Guadalupe
, en Guadalajara, corrió un
rumor como en Oaxaca; ante la noticia, la gente se
preparó, vigilando todo el pueblo y viviendo en las
iglesias. Al llegar un grupo de federales rápidamente se
amotinaron contra ellos; más tarde volvieron a la carga
con 250 soldados federales fuertemente armados; por su parte la
población se defendía con lo que podía, pero
el ejército tomó todo el pueblo. Al otro día
los detenidos fueron llevados al cuartel (Hoy llamado Cuartel
Colorado), aunque con una derrota, pero con el grito de:
¡Viva Cristo Rey! A principios de agosto, se
realizaron seis levantamientos armados en Acatzingo
Puebla
, y el del estado de Oaxaca cerca de
Sayula, con grandes movimientos, pero no muy exitosos,
como fueron los sangrientos eventos de
Acámbaro y Tlaxiaco, el levantamiento del 2,
en Cocula y el del 4 en Sahuayo en
Michoacán
. El 14 de agosto, con el pretexto se
sofocar una conjura, una docena de soldados al mando del Tte.
Maldonado Ontiveros, subordinado del Gral. Eulogio Ortiz
llamado Eulogio el Cruel o el Tigre de Durango-,
rodean la casa del Párroco de Chalchihuites, de la
Arquidiócesis de Durango, Estado de
Zacatecas
; son detenidos el R. P. Luis Batis Sainz y
de tres feligreses de la Acción Católica, Manuel
Morales
, casado, Salvador Lara Puente, y su primo
David Roldán Lara. En la madrugada del 15 de
agosto
, fueron fusilados; como consecuencia de ello se
alza en Zacatecas el primer foco de movimiento más
importante, cuando por la noche apareció el ranchero Pedro
Quintanar , personaje de gran importancia en toda la lucha
Cristera, que en un principio era el encargado de liberar al
párroco detenido.

Así, se sumó a la lucha y ayudó a
sus amigos que eran numerosos, pues había sido jefe de las
defensas contra Villa. Se preparó el levantamiento que
Aurelio Acevedo Robles y sus amigos tenían previsto desde
el primero de agosto, ya que el gobierno al saber de la presencia
de Quintanar se movilizó más rápido. Se
realizó la movilización en Peñitas y
Peñas Blancas. Quintanar entraba a combate el 29 de
agosto
a Huejuquilla el Alto (Jalisco), comenzó
así, la primera lucha cristera en forma, quedando como
vencedores, llamados inicialmente los "libertadores", con
el grito ahora triunfante de: ¡Viva Cristo Rey!.
Entre agosto y diciembre de 1926 se produjeron 64
levantamientos armados, espontáneos, aislados, la mayor
parte en Jalisco, Guanajuato, Guerrero,
Michoacán y Zacatecas.
Además de Cocula,
el movimiento en el estado de Jalisco, comenzó a ganar
terreno con ocho pueblos más: Tlajomulco,
Etzatlán, Belén, Refugio, Tepatitlan, Zapotlanejo,
Ciudad Guzmán, Chapala, Atengo, Ayutla y
Tecolotlán,
que respondieron a la lucha con gran
valor y
entrega.

El 16 de agosto, el Episcopado
mexicano
se dirigió al Presidente
pidiéndole interpusiera su influencia para que fueran
reformados los artículos antirreligiosos de la
Constitución. Mientras los Estados mexicanos comenzaron a
aplicar la "Ley Calles", los obispos y la Liga Nacional
de la Defensa de la Libertad Religiosa
, trataron de
bloquearla promoviendo la vía del
"Referéndum"; siempre
habían
hablado de una campaña pacífica y legal para la
reforma de las leyes antirreligiosas, y que un gobernante normal
y sincero tenía que respetar conforme a los principios
democráticos de la Constitución mexicana. Calles
había dicho a los Prelados Mexicanos que el recurso que
quedaba a los católicos eran las Cámaras.
Así pues, el memorial de los obispos mexicanos se
dirigió a las Cámaras el 6 de septiembre,
pretendiendo con gran ponderación e irrebatibles razones
la reforma de las leyes contrarias a la Iglesia; pero fue
rechazado el 23, porque los obispos mexicanos no eran
ciudadanos ni tenían el derecho de petición. Varios
Obispos: los Arzobispos de México, Michoacán y
Puebla
; los Obispos de Tabasco, Aguascalientes, Saltillo,
Cuernavaca, Chiapas
, Huejutla, Papantla y Zacatecas,
en diversas fechas fueron sacados de sus domicilios violentamente
y escoltados por agentes del gobierno, se los obligó a
trasponer la frontera. El
memorial de los ciudadanos católicos, escrupulosamente
acreditados, fue abrumador por el número de firmas, pues
sumaron casi dos millones en un país
de quince millones de habitantes
. Nunca se
habían reunido en México tantos testimonios, los
cuales superaban con creces el número de votos con que los
gobernantes solían ganar las elecciones para Presidente de
la República. El Oficial Mayos de la Cámara de
Diputados firmó acusando de recibo el voluminoso
expediente, pero después dijo, al ser interpelado, que ese
memorial no se había recibido. Igual suerte corrió
el memorial de los profesionistas.

El 21 de agosto, los obispos de Tabasco,
Mons. Pascual Díaz, y de Michoacán, Mons.
Leopoldo Ruiz, en representación del Episcopado
mexicano,
solicitaron dialogar con el Gral. Calles. El
empeño fue frustrante, debido a la cerrazón del
gobernante; él les señaló: "Ustedes no
tienen más que dos caminos: sujetarse a la ley, pero si
ésta no está de acuerdo con sus principios,
lanzarse entonces a la lucha armada…"
.

El 15 de octubre, arriba a Roma una
Comisión de Obispos a fin de informar directamente
a SS Pío XI lo referente al conflicto. Estaba integrada
por el Arzobispo de Durango, Mons. José
María González y Valencia, como Presidente; el
Obispo de León, Mons. Emeterio Valverde y
Téllez, como Secretario, y el Obispo de
Tehuantepec
, Mons. Gerardo Méndez del Río, como
Vocal. El 18 de octubre, SS Pío XI recibe a la
Comisión de Obispos mexicanos, que le informa de la
situación de persecución y de resistencia armada.
Pocos días después, habiéndose planteado al
Cardenal Gasparri la cuestión de si los prelados
podían disponer de los bienes de la Iglesia para la
defensa armada, contesta "que él, el secretario de
Estado de Su Santidad, si fuera Obispo mexicano, vendería
sus alhajas para el caso".

El 18 de noviembre, SS Pío XI
publica su Encíclica "Iniquis afflictisque", en la
condena dos leyes: la constitución política
mejicana de 1917 y la ley complementaria de julio de 1926 que
empeoró la situación creada por la anterior. Estas
leyes, declaró el Papa, son indignas de un pueblo
civilizado, en su mayor parte católico, y carecen por
completo de todas las características esenciales de la
ley; denuncia los atropellos sufridos por la Iglesia en
México: "Ya casi no queda libertad ninguna a la Iglesia
[en México], y el ejercicio del ministerio sagrado se ve
de tal manera impedido que se castiga, como si fuera un delito
capital, con
penas severísimas".
El Papa alaba con entusiasmo la
Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa,
extendida "por toda la República, donde sus socios
trabajan concorde y asiduamente, con el fin de ordenar e instruir
a todos los católicos, para oponer a los adversarios un
frente único y solidísimo".
Y se conmueve ante
el heroísmo de los católicos mexicanos: "Algunos
de estos adolescentes,
de estos jóvenes -cómo contener las lágrimas
al pensarlo- se han lanzado a la muerte, con el rosario en la
mano, al grito de ¡Viva Cristo Rey! Inenarrable
espectáculo que se ofrece al mundo, a los ángeles y
a los hombres".
Sin embargo, la postura del episcopado y la
actitud de la Santa Sede se mantuvieron dentro de una
línea de calma serenante, porque se esperaba un cambio en
la postura hostil del Gobierno mejicano, esperanza que bien
pronto quedó defraudada. Por esto SS Pío XI
advertía en la referida encíclica que el remedio de
la situación sólo podía provenir de Dios y
del esfuerzo unitario de todos los fieles mejicanos para promover
la acción católica.

El 30 de noviembre, los dirigentes de la
Liga Nacional, antes de asumir a fondo la dirección
del movimiento cristero, quisieron asegurarse del apoyo del
Episcopado, y para ello dirigieron a los Obispos un
Memorial en el que solicitaban: Una acción
negativa, que consista en no condenar el movimiento; una
acción positiva que consista en:

a.-Sostener la unidad de acción, por la
conformidad de un mismo plan y un mismo caudillo.

b.-Formar la conciencia colectiva, en el sentido
de que se trata de una acción lícita, laudable,
meritoria, de legítima defensa armada.

c.-Habilitar canónicamente vicarios
castrenses.

d.-Urgir y patrocinar una cuestación
desarrollada enérgicamente cerca de los ricos
católicos, para que suministren fondos que se destinen a
la lucha, y que, siquiera una vez en la vida, comprendan la
obligación en que están de contribuir.

El mismo día los dirigentes son recibidos por
Mons. Ruiz y Flores y por Mons. Díaz y Barreto. El primero
les comunica jovialmente que, "… como de costumbre, se
salieron con la suya"
; que estudiadas las propuestas por los
Obispos reunidos en la Comisión, "los diversos puntos
del Memorial habían sido aprobados por unanimidad"
,
menos los dos últimos, el de los vicarios castrenses y el
de los ricos, no convenientes o irrealizables. Los meses de
noviembre y diciembre, se caracterizaron por movimientos
tranquilos y el continuo desconocimiento por parte del gobierno,
que señalaba: "Ningún problema militar afecta a
la república hoy… Hay gavillas formadas por
fanáticos que se han lanzado en aventuras rebeldes".

Las medidas del gobierno no servían de nada y sólo
provocaba más levantamientos. Y cuando en 20 municipios
del estado de Jalisco (20 de 118) había habido
levantamientos, entre agosto y diciembre, el general en jefe de
la región militar declaraba a la prensa: "no existe
problema militar en Jalisco"
. Era cierto que en ese estado no
ocurrían levantamientos que inquietaran al gobierno salvo
en Zacatecas, Durango y Guanajuato.

El 4 de diciembre, la Liga Nacional de la
Defensa de la Libertad Religiosa
organizó un boicot
económico, el cual consistía en comprar sólo
lo estrictamente necesario para que las arcas del gobierno lo
resintieran. Se podían leer las siguientes inscripciones:
"Adelante con el boicot", "El boicot nos dará el
triunfo"
. El Comité Central de la LNDLR fue
puesto en prisión; a las pocas horas se daba a conocer al
público el nuevo Comité. Este segundo
Comité
fue encarcelado y un tercer
Comité
se puso a la cabeza. Los efectos del
boicot fueron dañinos para el país. El 75% de los
inversionistas retiró sus capitales y la situación
económica se agravó notablemente pues además
bajó el precio de la plata, se perdieron las cosechas y
las divisas por
venta de petróleo se redujeron
considerablemente.
El gobierno al ver como iba creciendo
el movimiento cristero, aumento más las aprehensiones a
sacerdotes y fieles y aumento más los asesinatos, muertes
y atentados contra los fieles y las iglesias, pero esto,
sólo hacia que aumentaran más los grupos cristeros,
y estos surgían con el tiempo mucho más organizados
y un poco más armados, pero siempre con la
convicción primordial de defender su Fe, su amor a Dios,
su amor a la Virgen de Guadalupe y siempre con el grito:
¡Viva Cristo Rey y la Virgen de
Guadalupe!

2. Año 1927

El inicio del conflicto armado se desarrolló por
diferentes zonas, primero el norte de Jalisco y sus confines con
Guanajuato, el occidente y sur, con el golpe del 28 de
Diciembre al 9 de enero
desde San Gabriel, a los pies del
volcán de Colima
, llevando el canto de: "Tropas de
María, vamos a la guerra"
, y por último con
más actividad, los Altos de Jalisco. En esa
oportunidad apareció el "Manifiesto del Gobierno
Nacional Libertador"
, en el que se desconoce al actual
gobierno y se reconoce al señor René
Capistrán Garza como jefe del Poder Ejecutivo, y al
señor José F. Gándara como encargado del
control militar;
firman los Generales Nicolás Fernández, J. B.
Galindo y Agustín Escobar.

A comienzos de 1927, sin embargo, llegan a Roma
noticias de
prensa, en las que se comunica que Mons. Pascual Díaz y
Barreto, jesuita, obispo de Tabasco, que había sido
desterrado de México, en diversas declaraciones hechas en
el exilio se muestra reservado
sobre los cristeros: "Como Obispo y como ciudadano reprueba
Díaz la Revolución, cualquiera sea su causa".

El 15 de enero, el Comité Episcopal
mexicano
, respondiendo a unas declaraciones incriminatorias
del Jefe del Estado Mayor callista, afirma que el Episcopado es
ajeno al alzamiento armado; pero declara al mismo tiempo "…
que hay circunstancias en la vida de los pueblos en que es
lícito a los ciudadanos defender por las armas los
derechos legítimos que en vano han procurado poner a salvo
por medios
pacíficos"
; y hace recuerdo de todos los medios
pacíficos puestos por los Obispos y por el pueblo, y
despreciados por el Gobierno. Fue así como los prelados de
la jerarquía católica dieron su plena
aprobación a los católicos mejicanos para que
ejercitaran su derecho a la defensa armada, que la Santa Sede
pronosticó que llegaría, como único camino
que les quedaba para no tener que sujetarse a la tiranía
antirreligiosa.

El 16 de enero, la Comisión de Obispos
mexicanos
envía una dura carta a Mons. Díaz y
Barreto, entonces residente en Nueva York, lamentando con
profunda tristeza sus declaraciones públicas hechas "en
contra de los generosos defensores de la libertad religiosa y
algunas favorables al perseguidor, Calles".
Los combatientes
"dan la sangre y la vida
por cumplir un santo deber, el de conquistar la libertad de la
Iglesia"
. Ante el abuso gravemente injusto del poder,
"existe el derecho de resistir y de defenderse, ya que
habiendo resultado vanos todos los medios pacíficos que se
han puesto en práctica, es justo y debido recurrir a la
resistencia y a la defensa armada"
. Le recuerdan
también los Obispos que éste "es el sentir de la
mayoría de nuestros Hermanos [Obispos] de
México
", y también el de "los Padres de la
Compañía, no sólo en México, sino en
Europa y
especialmente aquí en Roma"
.

A propósito le citan las declaraciones hechas
unos días antes (3-2-1927) por el famoso moralista de la
Gregoriana Padre Vermeersch, jesuita: "Hacen muy mal aquellos
que, creyendo defender la doctrina cristiana, desaprueban los
movimientos armados de los católicos mexicanos. Para la
defensa de la moral
cristiana no es necesario acudir a falsas doctrinas pacifistas.
Los católicos mexicanos están usando un derecho y
cumpliendo un deber"
. Poco después llega un cablegrama
con la contestación de Mons. Díaz y Barreto:
"Autorizo honorable Comisión negar aquello que se
asegura dicho por mí, contrario lo determinado todos
nosotros, aprobado, Bendito Santa Sede. Autorizo honorable
Comisión publicar este cable, si
conveniente".

El 22 de febrero, en Roma, el presidente
de la Comisión de Obispos mexicanos declara a la prensa
ante la pregunta: "¿Hacen bien o mal los
católicos recurriendo a las armas? Hasta ahora no
habíamos querido hablar, por no precipitar los
acontecimientos. Mas una vez que Calles mismo empuja a los
ciudadanos a la defensa armada, debemos decir: que los
católicos de México, como todo ser humano, gozan en
toda su amplitud del derecho natural e inalienable de
legítima defensa"
.

El 15 de Abril, SS Pío XI indulgencia el
grito: ¡Viva Cristo Rey!, escuchado por primera vez
el martes 06 de enero de 1914 cuando se consagra la Patria
del Sagrado Corazón de
Jesús durante el solemnísimo acto en la Catedral
Metropolitana de México
; San Pío X, a
petición de los Obispos mexicanos, había
autorizado, como "un proyecto para Nos indeciblemente grato",
consagrar a Cristo Rey la república de
México
, y poner corona real en las imágenes
del Sagrado Corazón de Jesús, colocando
también cetro en su mano, para significar así su
realeza. En el documento se lee: "Otro rescripto que hemos
recibido concede a los que están en México,
indulgencia plenaria in articulo mortis, si confesados y
comulgados, o por lo menos contritos, pronuncien con los labios,
o cuando menos con el corazón, la jaculatoria
¡Viva Cristo Rey!, aceptando la muerte como enviada
por el Señor en castigo de nuestras culpas".

Al conocerse la noticia del martirio de Anacleto
González Flores, el P. José Reyes Vega lanza, el
19 de abril, el famoso ataque contra el tren expreso de
Guadalajara- México DF, cerca de la estación de La
Barca, en Jalisco; este hecho da estado público
internacional a la epopeya. El Ministro de Guerra, el
Gral. Joaquín Amaro, con sus generales más
crueles y el auxilio logístico estadounidense – a
cargo del Cnel. Mac Nab, agregado militar-, lleva
adelante la represión. Destruyen el pueblo de Santa Ana de
Tepetitlán, imponen la reconcentración de las
poblaciones alteñas, roban las cosechas y los animales,
bombardean los Altos –los aviones operan desde Fort
Houston, Texas, con pilotos estadounidenses-, fusilan y ahorcan
cristeros, sacerdotes y civiles; aplican la política de
tierra
arrasada, llegando a usar gases.

El 21 de abril, al ser desterrados seis Obispos,
entre ellos el Arzobispo de México Mons.
José Mora y del Río, éste sostuvo violento
diálogo
con el Ministro de Gobernación, Cnl. Adalberto
Tejeda, quien les dijo: "ustedes son los jefes de la
Revolución"
a lo que contestó valientemente,
por los seis el Arzobispo de México: "Señor, el
Episcopado no ha promovido ninguna revolución. Pero ha
declarado que los seglares católicos tienen el derecho
innegable de defender por la fuerza los derechos inalienables que
no pueden proteger por medios pacíficos"

replicó Tejeda: "Esto es rebelión"
contrarreplica el Arzobispo: "Esta es legítima defensa
contra la tiranía injustificable".
En junio
asume la jefatura de los cristeros el Gral. Enrique Gorostieta
Velarde, como jefe de la Guardia Nacional; el combate es
cruel. El Gral. Joaquín Amaro, Ministro de Guerra y
Marina
, introduce la guerra total en Los Altos; se extiende
el conflicto por ocho estados y cobra más de setenta mil
víctimas.

El 5 de julio, en las faldas del volcán de
Colima, los defensores de la libertad lanzan otra proclama, en la
que señalan: "Seis meses hace que invocando el santo
nombre de Dios, nos lanzamos a la lucha por la más noble
de las causas". (…) "No somos serviles como ellos; tenemos el
orgullo de ser hombres de honor, mejicanos conscientes de
nuestros deberes y amantes de la patria; católicos de
convicción que no toleramos se nos ultraje en lo
más sagrado". (…) "Lucharemos sin descanso hasta obtener
el triunfo; preferimos mil veces la muerte que abandonar el campo
y el deber haciéndonos cómplices de la ruina de la
patria".
El 8 de agosto, declaró el
Gral. Calles que no modificará la ley de cultos ni
autorizará el regreso de los Obispos
desterrados.

El 2 de octubre, el Cardenal Pietro Gasparri,
secretario de Estado de la Santa Sede, en unas declaraciones al
The New York Times, cuenta los horrores de la persecución
sufrida en México por la Iglesia, y denuncia el silencio
de las naciones, al "tolerar tan salvaje persecución en
pleno siglo XX"
. "Nada comparable a esta
persecución se ha visto en la Historia, ni aun en la de
los primeros siglos de la Iglesia".

3. Año 1928

Se registra la incorporación
de antiguos villistas y zapatistas a la Guardia
Nacional
. En enero se registran cerca de 100 batallas en los
Altos, y en febrero 200. La guerra se traslada al frente sur, que
dirige el Gral. Degollado: Tecolotlán, Cocul, Talpita,
Tenamaxtlán, La Candelaria, Manzanillo
. El 30 de
enero
, fue dinamitado el monumento a Cristo Rey en el Cerro
del Cubilete, por las fuerzas del Gral.
Sánchez.

El 17 de julio, el Gral. Álvaro
Obregón, candidato a la presidencia, es asesinado por el
joven acejotamero José de León Toral; fue fusilado
el 10 de febrero de 1929. El 28 de julio, la
División Sur, en la hacienda de Los Volcanes, es
consagrada a Cristo Rey y a Santa María de
Guadalupe.

4. Año 1929

Una de las batallas, de las mejores y con buen resultado
para los cristeros, que por cierto fue ganada, fue aquí a
35 kilómetros de este pueblo, en Tepatitlán. Esta
tuvo lugar el 17 de marzo, tuvo resonancia nacional, pues
fue la batalla más fuerte de toda la "Epopeya
Cristera"
, pues en ella se manifestó ya la alta
organización de la batalla, y los grupos
reclutados en regimientos de los que se componía el
Ejercito Regular Libertario, comandado por el jefe militar
cristero de la brigada de los Altos, el Padre J. Reyes Vega
el Pancho Villa de sotana-, al mando de 4000 hombres ya
fogueados con dos años de lucha quienes se
enfrentarían a tropa de línea como 500 federales y
unos 4000 agraristas traídos con engaños de la
Huasteca Potosina, para darles tierras en los Altos. Comandados
por el Gral. Pablo Rodríguez, quienes llegaron como a las
cuatro de la mañana a lo que hoy se conoce como
"Españita", donde se detuvieron para hacer la
exploración a la ciudad que dormía tranquilamente;
después se dio la orden de avanzada a discreción
llenando la calle de entrada. Pero las tropas cristeras ya
estaban apostadas en las azoteas de la Presidencia Municipal, de
la Parroquia y algunos templos y de muchas casas particulares
esperándolos. Por la calle Industria (hoy
16 de Septiembre), donde hoy es la Sagrada Familia y la Calzada
Españita, el Puente de la Villa, la calle
Constitución, donde hoy es la Gasolinera de la entrada a
Tepa viniendo de Arandas, fue donde se trabó la feroz
batalla donde salió perdiendo el gobierno, que fue
agarrado a dos fuegos, desde las azoteas y otros que le salieron
por detrás. No tenían los federales y agraristas
donde esconderse o correr, pues se dice que tres cuartas partes
de los que entraron no salieron vivos. Hay discrepancias entre el
número de muertos, pero los vecinos aseguran que las bajas
pasaban de 3.000. En esta batalla fue muerto el Padre Reyes Vega,
que para demostrar su valentía y dar ánimos a sus
soldados, se les hecho encima con todo y caballo a unos 30
agraristas, quienes le mataron el caballo y callo encima de
él y al momento de quererse levantar le dieron un tiro en
la frente en el lado izquierdo, la bala le salió por el
lado derecho de la parte de atrás de la cabeza, lo
llevaron a su casa todavía vivo donde un sacerdote que
permanecía escondido le administro los últimos
sacramentos, lo confesó durante media hora y allí
murió.

c. Arreglos

A mediados de diciembre de 1927 en Roma triunfa
la línea conservadora y se prohíbe a los Obispos
apoyar o favorecer el movimiento armado; la Secretaría
de Estado del Vaticano
utiliza los oficios de la
jerarquía católica estadounidense para contactar
con el presidente Calles. En tal sentido, el Arzobispo Pietro
Fumasoni Biondi, Delegado Apostólico en los Estados
Unidos
, y encargado de negocios de la
Delegación Apostólica en México, transmite a
Mons. Díaz y Barreto, Secretario del Comité
Episcopal
, a quien el mismo Mons. Fumasoni había
nombrado Intermediario Oficial entre él y los Obispos
mexicanos, la disposición del Papa, según la cual
"deben los Obispos no sólo abstenerse de apoyar la
acción armada
, sino también deben permanecer
fuera y sobre todo partido político
". Dicha norma fue
comunicada a por Mons. Díaz y Barreto a todos los
prelados mexicanos el 18 de enero de 1928. A mediados
de 1928
los cristeros, unos 25.000 hombres en armas, no
podían ya ser vencidos, lo cual constituía una gran
victoria; pero el gobierno, sostenido por la fuerza
norteamericana, no parecía a punto de caer. En plena
campaña presidencial, en 1928, es asesinado
Álvaro Obregón como candidato presidencial; es
nombrado presidente interino Emilio Portes Gil.

En enero de 1929, el embajador
estadounidense
Dwight Whitney Morrow -que insistía al
gobierno y a la prensa para que no hablasen de cristeros
sino de "bandidos"– estimaba improbable pacificar el
Estado "antes de que se solucione la cuestión
religiosa".
El Gral. Gorostieta, militar de carrera, a quien
iban llegando de cuando en cuando rumores de posibles
arreglos entre la Iglesia y el Estado, a espaldas de la
Guardia Nacional cristera, escribió a los Obispos
mexicanos una larga carta el 16 de mayo de
1929
.

Algunos fragmentos significativos son:

"Desde que comenzó nuestra lucha, no ha
dejado de ocuparse periódicamente la prensa nacional, y
aun la extranjera, de posibles arreglos entre el llamado gobierno
y algún miembro señalado del Episcopado mexicano,
para terminar el problema religioso. Siempre que tal noticia ha
aparecido han sentido los hombres en lucha que un
escalofrío de muerte los invade, peor mil veces que todos
los peligros que se han decidido a arrostrar. Cada vez que la
prensa nos dice de un obispo posible parlamentario con el
callismo, sentimos como una bofetada en pleno rostro, tanto
más dolorosa cuanto que viene de quien podríamos
esperar un consuelo, una palabra de aliento en nuestra lucha;
aliento y consuelo que con una sola honorabilísima
excepción
[Mons. Martínez y Zárate,
obispo de Huejutla, 17 años desterrado] de nadie hemos
recibido (…)

Si los obispos al presentarse a tratar con el
gobierno aprueban la actitud de la Guardia Nacional, si
están de acuerdo en que era ya la única digna que
nos dejaba el déspota, tendrán que consultar
nuestro modo de pensar y atender nuestras exigencias; nada
tenemos que decir en este caso (…)

Si los obispos al tratar con el gobierno desaprueban
nuestra actitud, si no toman en cuenta a la Guardia Nacional y
tratan de dar solución al conflicto independientemente de
lo que nosotros anhelamos…; si se olvidan de nuestros muertos,
si no se toman en consideración nuestros miles de viudas y
huérfanos, entonces… rechazaremos tal actitud como
indigna y como traidora (…)

Muchas y de muy diversa índole son las
razones que creemos tener para que la Guardia Nacional, y no el
Episcopado, sea quien resuelva esta situación. Desde luego
el problema no es puramente religioso, es éste un caso
integral de libertad, y la Guardia Nacional se ha constituido de
hecho en defensora de todas las libertades y en la genuina
representación del pueblo, pues el apoyo que el pueblo nos
imparte es lo que nos ha hecho subsistir (…)

Como última razón creemos tener
derecho a que se nos oiga, si no por otra causa, por ser parte
constitutiva de la Iglesia católica de México,
precisamente por ser parte importantísima de la
Institución que gobiernan los obispos
mexicanos".

El 2 de junio de 1929 el Gral. Gorostieta, jefe
de la Guardia Nacional, fue asesinado en una emboscada en
la hacienda del valle, en el Estado de Michoacán,
por los callistas, y le sucedió el General Degollado
Guízar.

Si bien la posición de los cristeros era a
mediados de 1929 mejor que la de los federales, pues,
combatiendo por una causa justa, tenían mejor moral y
disciplina, y operando en pequeños grupos que golpeaban y
huían, sufrían muchas menos bajas que los soldados
callistas, se veía ya claramente que, al menos a corto
plazo, ni unos ni otros podían vencer. Sin embargo,
en este empate había una gran diferencia: en tanto
que los cristeros estaban dispuestos a seguir luchando el tiempo
que fuera necesario hasta obtener la derogación de las
leyes que perseguían a la Iglesia, el gobierno,
viéndose en bancarrota tanto en economía como en
prestigio ante las naciones, tenía extremada urgencia de
terminar el conflicto cuanto antes.

El embajador estadounidense Dwight W. Morrow,
banquero y diplomático, protestante y
masón
, cómplice de Calles y del presidente
Portes Gil
-, sirvió como intercesor entre el Gobierno
mexicano y la Iglesia Católica para terminar el conflicto.
Tuvo una entrevista con los prelados Monseñor Ruiz Flores
Delegado Apostólico ad referendum, y
Monseñor Pascual Díaz Barreto, escogido como su
secretario para negociar, por ser el único Obispo que
había mostrado decidido empeño en lograr una
transacción con los callistas. Ambos fueron traídos
de los Estados Unidos a México, incomunicados en un
vagón de tren, por el embajador Dwight Morrow;
continuaron en esa situación en la ciudad de
México, en la lujosa residencia del banquero
Agustín Legorreta
. No recibieron ni a los Obispos
mexicanos ni a un enviado de la Liga. Tampoco quisieron recibir
al Obispo Miguel de la Mora, secretario del
Subcomité Episcopal que mandó aviso a Mons. Flores
de que "tenía grandes y urgentes cosas que comunicarle,
y que no fuera a pactar nada sin antes oírlo"
. Las
puertas de aquella casa, en esos días, sólo
estuvieron abiertas para Morrow, para los sacerdotes extranjeros:
Wilfrid y Parsons y Edmundo Walsh, S.J. [experto en
política, internacional de la universidad de
Georgetown], para Cruchaga Tocornal, el embajador de Chile, y
para otros extranjeros. Para los extraños; no para los
mexicanos.

Puede afirmarse, pues, que los dos Obispos de los
Arreglos con Portes Gil no cumplieron las Normas
escritas que SS Pío XI les había dado – el Papa
había hecho hincapié en tres puntos:

1º Que los templos, edificios de la Iglesia,
curatos, residencias episcopales y seminarios fuesen
devueltos;

2º Que la posesión de bienes de la
iglesia fuese respetada;

3º Que se concediese amnistía a los
cristeros, al deponer las armas
-.

No se tuvieron en cuenta el juicio de los Obispos, ni el
de los cristeros o la Liga Nacional; tampoco consiguieron, ni de
lejos, la derogación de las leyes persecutorias de la
Iglesia; y menos aún obtuvieron garantías escritas
que protegieran la suerte de los cristeros una vez depuestas las
armas. Solamente consiguieron del Presidente unas palabras
de conciliación y buena voluntad, y unas Declaraciones
escritas en las que, sin derogar ley alguna, se afirmaba el
propósito de aplicarlas "sin tendencia sectaria y sin
perjuicio alguno".
Los dos Obispos, convencidos por el
embajador norteamericano Morrow de que no era posible conseguir
del Presidente más que tales Declaraciones, y aconsejados
por Cruchaga y el padre Walsh, que las creían suficientes,
aceptaron este documento redactado personalmente en inglés
por el mismo Morrow.

Se llegó así al acuerdo
llamado "modus vivendi", el 21 de junio
de 1929
; suponía la no aplicación de
las disposiciones legales emanadas bajo el régimen de
Plutarco Elías Calles, pero sin abrogarlas.
Señalaba el documento: "El Obispo Díaz y yo hemos
tenido varias conferencias con el C. Presidente de la
República… Me satisface manifestar que todas las
conversaciones se han significado por un espíritu de
mutua buena voluntad
y respeto. Como consecuencia de
dichas Declaraciones hechas por el C. Presidente, el clero
mexicano reanudará los servicios
religiosos
de acuerdo con las leyes vigentes. Yo
abrigo la esperanza de que la reanudación de los
servicios religiosos
[expresión protestante, propia de
Morrow, su redactor] pueda conducir al Pueblo Mexicano, animado
por un espíritu de buena voluntad, a cooperar en todos los
esfuerzos morales que se hagan para beneficio de todos los de
la tierra de
nuestros mayores. México, D.F. Junio 21 de 1929.-Leopoldo
Ruiz, Arzobispo de Morelia y Delegado
Apostólico".

Las leyes vigentes, por supuesto, eran
aquéllas que habían desencadenado la Epopeya
Cristera
. Sin duda les caben las palabras del libro del
Profeta Jeremías 23, 1-6: "¡Ay de los pastores
que pierden y dispersan el rebaño de mi pastizal!"
–oráculo del Señor–. Por eso,
así habla el Señor, Dios de Israel, contra
los pastores que apacientan a mi pueblo: "Ustedes han dispersado
mis ovejas, las han expulsado y no se han ocupado de ellas. Yo,
en cambio, voy a ocuparme de ustedes, para castigar sus malas
acciones"
–oráculo del Señor–. "Yo mismo
reuniré el resto de mis ovejas, de todos los países
adonde las había expulsado, y las haré volver a sus
praderas, donde serán fecundadas y se
multiplicarán. Yo suscitaré para ellas pastores que
las apacentarán; y ya no temerán ni se
espantarán, y no se echarán de menos a ninguna"
–oráculo del Señor–. "Llegarán
los días –oráculo del Señor– en
que suscitaré a David un germen justo; él
reinará como rey y será prudente, practicará
la justicia y el
derecho en el país. En sus días, Judá
estará a salvo e Israel habitará seguro. Y se lo
llamará con este nombre: ‘El Señor es nuestra
justicia".

La Liga expuso la situación en un manifiesto en
que dice: "No animan, ni nunca han animado a los miembros de
la guardia Nacional ni a los de la Liga, ambiciones personales ni
bastardas, ni son presa de la necia impaciencia de pretender
consumar de un golpe la reivindicación de todos los
derechos (…)En esta áspera y cruenta lucha se ha logrado
infundir en el alma nacional
una formidable y honda pasión por llevar a cabo la
reconquista, de hecho y de derecho, de nuestras libertades
esenciales, y no habrá poder humano que pueda
arrancársela; y porque como católicos tenemos plena
confianza en el Soberano Pontífice y en su firmeza, la
Liga estima que ha llegado el momento decisivo de cesar en la
lucha bélica, para ir a consagrar a otra clase de
actividades normales, que redunden siempre en bien de la Patria y
de nuestra fe. (…) Ni se pretende, ni se ha pretendido valerse
de la Religión para obtener, por su medio transformaciones
de carácter temporal de la cosa pública. Muy
dolorosa ha sido la prueba sufrida, pero en ella y con ella ha
quedado demostrado que, cuando se tocan con mano despiadada los
más sagrados derechos que el católico tiene en lo
profundo de su alma, se desencadenan borrascas deplorables para
todos (…) La contienda ha formado caracteres: damas de todas
clases
sociales, niños,
jóvenes, hombres en la plenitud de la edad y en la edad
provecta, han adquirido el hábito de la lucha
desinteresada y noble, curtidos en todos los dolores y en todos
los desamparos. Ese rico patrimonio
constituido en este largo período de suprema angustia, no
debe ser despilfarrado, sino que debe emplearse ahora para
hacerle fructificar en la tarea colosal de la
reconstrucción patria".

d. Balance

El balance de esta epopeya es el siguiente: del
ejército federal cayeron 14 generales, más
de 2.000 oficiales y unos 60.000 soldados y auxiliares;
equivalía aproximadamente a un 70% de los efectivos que
iniciaron la lucha.

Del ejército cristero cayeron
aproximadamente unos 30.000 hombres, entre combatientes y
civiles; 134 pueblos y 295 aldeas incendiadas y saqueadas; 242
reconcentraciones; se deben sumar cientos de sacerdotes y laicos
martirizados.

Partes: 1, 2, 3
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