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Los piratas y los representantes oficiales de la corona española en la Venezuela de los siglos XVI y XVII: ¿Una relación civil y militar? (página 2)




Enviado por Geniber Cabrera P.



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Las exageradas ambiciones de los monarcas
ibéricos han de tener su génesis en la
antigüedad, cuando algunos gobernantes ensoberbecidos
intentaron con la aplicación de sus fuerzas militares,
apropiarse de extensos territorios y áreas marinas. El
mejor ejemplo ilustrativo lo constituye la Roma imperial que
quiso hacer del Mediterráneo un Mare Nostrum, es
decir, un mar exclusivo para los romanos. Ni tan alejados
Castilla y Portugal de esas intensiones cuando conquistaron el
Nuevo Mundo. Al respecto refiere Manuel Lucena Salmoral (1994)
que:

…A los españoles les tocó medio
océano Atlántico, el que estaba más
allá de un meridiano que pasaba a 370 leguas oeste de
las islas de Cabo Verde. Se suponía que llegaba hasta
las costas de China y de
la India. Los portugueses se quedaron con la otra mitad del
océano, la que iba desde dicho meridiano hacia el
Oriente. También se suponía que llegaba hasta la
mismísima India e islas de las Especiería. La
locura ibérica llegó al extremo de que los
portugueses garantizaran el libre paso por <<su>>
océano de las naves españolas que iban al
<<suyo>>, como se consignó en el tratado.
Luego resultó que las islas halladas por Colón se
transformaron en un continente nuevo, también repartido
salomónicamente por el citado meridiano. Más
tarde, en 1513, un capitán español llamado Vasco Núñez
de Balboa encontró otro océano, a las espaldas
del mismo, al que bautizó como Mar del Sur.
Naturalmente, Balboa se apresuró a tomar posesión
de dicho océano en nombre de su rey, como los
portugueses habían hecho con el Índico. Fue
así como los dos países peninsulares se
autoadjudicaron los océanos, cosa con la que no
estuvieron de acuerdo los otros cuando se enteraron.
(p.18)

Con el repartimiento del novomundo americano por parte
de los hispanolusitanos, el resto de los reinos europeos quedaron
excluidos de los tesoros y demás bienes
explotados y por explotarse en dicho territorio. El
descubrimiento de 1492 se convirtió en un secreto
celosamente guardado por sus patrocinantes, quienes, se
reservaron para sí mismo las cartas de
navegación contentivas de las rutas marítimas,
allende a los mares hasta entonces conocidos y navegados. Pero no
resultaría fácil esconder una verdad tan grande
como lo era la de un Nuevo Continente y, además, tan rico
y lleno de oportunidades para salirle al paso a la ya maltrecha
economía
feudal europea. Las vecinas coronas a los reinos de Castilla y
Portugal quienes pasaban en igual circunstancias las vicisitudes
socio-económicas; más temprano que tarde, se
darían cuenta del rápido progreso experimentado por
los españoles y los portugueses y, sin duda alguna; los
intereses se cifrarían en averiguar el origen de dicha
prosperidad.

No es menos cierto que Cristóbal Colón
contribuyó a divulgar su descubrimiento, de hecho, cuando
él regresó a Europa anunció con gran
algaraza que había atracado sus naves en tierras hasta
entonces desconocidas por los mareantes de la época. La
ciudad de Cintra sería el escenario donde el
genovés a bombos y platillos haría el anuncio. El
nuevo almirante escribió, incluso, una epístola a
varios de sus amigos que fungían en la sociedad del
momento con altos cargos gubernamentales. Históricamente
se le conocerá a la misiva como la Carta de Colon
la cual rubricó y fechó a los 3 días del mes
de Marzo del año 1493, en ella comunicaba del hallazgo de
seis islas ricas en oro y las
cuales eran habitadas por unos seres extraños, muy
distintos a los del continente europeo. Pronto el contenido
escrito por Colón se tradujo a varios idiomas y
tendría eco en Roma, París, Amberes, Basilea,
Florencia y otras ciudades importantes. Ahora, lo que si
guardó Cristóbal Colón recelosamente, fueron
las cartas de navegación de las rutas extrapeninsulares
hacia las novotierras indianas.

A pesar de los esfuerzos porque no se divulgasen las
noticias de
que el hallazgo era un nuevo continente y, de recursos
incalculables, en el año de 1507 se difundió por
Europa la
sensacional información; las tierras descubiertas por
los españoles y portugueses, eran nada más y nada
menos que un Nuevo Mundo que junto a África, Asia y Europa,
constituiría el cuarto continente del momento. Se hizo
posible comprender que no se trataba, simplemente, de nuevas
geografías indianas cuando un grupo de
intelectuales
de la Academia del Vosgo publicó en una impresión
de la obra de Ptolomeo en su prólogo de la
Cosmographiae Introductio las revelaciones del navegante
Amerigo Vespucci quien era nativo de Florencia y a cuyo honor se
propuso llamar al continente nuevo como América, tal cual como hubo de bautizarse.
Sin embargo, las rutas transoceánicas seguían sin
conocerse con exactitud.

Corría el año 1521 y comenzaron las
guerras entre
Carlos I y Francisco I por la hegemonía de Europa.
Mientras eso sucedía en el ahora Viejo Mundo, un marino
llamado Jean Fleury o Juan Florín como también se
le conocía, se encontraba por ese mismo año
merodeando por las Azores cuando avistó tres embarcaciones
de pabellón español y,
Florín, hombre ducho
en cuestión de asalto y piratería se lanzó contra ellas
apresando a dos de las mismas, ya que una tercera logró
escapar y refugiarse en la isla de Santa María, la cual
apresaría un tanto después para completar la
hazaña. Al descubrir las bodegas de dichas naves, se
sorprendería al ver lo que había aprehendido:
58.000 lingotes de oro junto al
resto del tesoro que Hernán Cortés había
robado a Montezuma (Motecuhzoma) y que envió a su rey.
Este gran golpe propinado por Florín a las embarcaciones
españolas, traería consigo el desmedido afán
por enfilar las naves hacia el nuevo mundo, aproximadamente a
partir de 1528. Además del tesoro robado por Florín
a Cortés quien a su vez hizo lo propio con los aztecas,
vendrían las informaciones de las cartas de
navegación que trazaban las rutas marinas al tornaviaje de
la Carrera de Indias. Si bien es cierto que el tesoro que Juan
Florín apresó a los barcos españoles,
significó, el botín más grande de
época alguna; mayor tesoro habría de ser el hecho
de develar la secreta ruta hacia el novomundo americano, por que
en este se encontraba la fuente de riquezas con la cual los
reinos de
Castilla y Lisboa pusieron coto a la maltrecha economía que les
agobiaba.

Recapitulando; en 1507 los académicos del Vosgo
hablan de la existencia de un nuevo continente, el cuarto del
momento. En 1521 el italiano- francés Jean Fleury (Juan
Florín) comprueba con su hazaña las informaciones
que los intelectuales habían divulgado. En 1493 los
españoles y portugueses ya se habían repartido el
nuevo mundo. En las dos primeras décadas del siglo XVI aun
permanecían aisladas del festín americano
las coronas vecinas a España y
Portugal. Ahora que todo quedaba claro, algo tenía que
hacerse.

Europa comercialmente estuvo unida antes del
descubrimiento (1492). Los puertos de las distintas ciudades
recibían y despachaban barcos cargados con los variados
productos
destinados a los intercambios. Incluso, la actividad comercial
era tal, que se sobreponía por encima de las luchas entre
los monarcas que querían tomar el control
hegemónico europeo. La unión y los esfuerzos se
mancomunaban para defenderse de los ataques piráticos
ejercidos por los vikingos en las aguas del Mar
Mediterráneo, mediante el cual, transitaban las
embarcaciones que iban de uno a otro puerto para llevar los
diferentes rubros. Es decir, que los intereses personales de los
emperadores europeos se veían diezmados ante los intereses
comunes por sostener un intenso tráfico
comercial.

A partir del siglo XI, se produce en toda Europa un
claro despertar de la vida económica. Inglaterra
desarrolla una importante flota comercial, dedicada al
intercambio de telas y especias, las ciudades de Flandes, con
Brujas a la cabeza, las ciudades alemanas con Lübeck,
Hamburgo y Colonia, las coronas de Castilla, Navarra y
Portugal, empleando como puertas de sus intercambios
comerciales, Santander, Bilbao, Deva, Fuenterrabía,
Bayona y Lisboa, establecen un intenso tráfico
comercial. (Apestegui, 2000, p.12)

Todo pudo tolerarse y superarse entre los distintos
gobernantes europeos mientras se dedicaron a mercadear unos con
otros, pero, lo que no podría aguantarse, era
precisamente, quedar relegados al gran botín
hispanolusitano. Así que, la cierta paz que se respirara
en Europa llegó a su fin definitivo en cuanto el nuevo
mundo se convirtió en la manzana de la discordia.
Pronto, los franceses se avalancharían hacia las nuevas
posesiones de los españoles, ya que sería
directamente al Caribe donde el monarca de Francia
enviara a sus corsarios reales. Un tanto después,
Inglaterra haría lo mismo y los holandeses, por su parte,
seguirían a los anteriores, pero argumentando la teoría
de Hugo Grocio del Mare Liberum la cual chocaba
abiertamente con la jurisprudencia
ibérica del Mare Nostrum o Mare Clausum.
Así, el atlántico Caribe incluidas sus
ínsulas, ya no sería exclusivo de los
españoles, quienes forzosamente ahora
compartirían con sus otroras socios comerciales,
todas las benéficas riquezas de la
América.

Por el Caribe hispano se verían desfilar las
escuadras de corsarios con patentes oficiales expedidas por los
reinos a los cuales prestasen sus servicios.
El trabajo de
estos empleados de las nóminas
reales, era principalmente, demostrar la presencia ajena a
Castilla en sus posesiones ultramarinas, con la firme
intensión de quebrantar sus dominios
hegemónicos-exclusivistas en las novocolonias americanas y
poseer ellos también, propiedades allende a sus
fronteras.

Los corsarios a cambio de sus
trabajos recibían además de la gracia de sus
monarcas, el pago porcentual en concordancia de lo usufructuado
por la vía del expolio. Algunos, hasta se les
nombraría como caballeros y sires de su majestad, lo cual
debían honrar con el abultamiento de las arcas reales y de
la toma de nuevas posesiones para acrecentar las fronteras de sus
reinos. Pero, las riquezas en la América eran tales, que
muchos de los corsarios se olvidarían de sus compromisos y
comenzarían a actuar por voluntad propia sin otras
obligaciones
que las acordadas entre todos los decididos a llevar una vida
libertaria. De esta nueva forma de operar nacerá la
Piratería Americana y el Corsopiraterismo,
este último, a propósito de los que decidieron
hacer el doble juego, es
decir, robar para el rey y para ellos. Esta, entre otras causas,
motivaron la piratería en América o la
piratería americana.

La piratería y el corso se trasladaron a
América pocas décadas después de su
descubrimiento, adquiriendo allí unos perfiles y
características propios. Tan propios, que, para un
europeo el verdadero pirata es el americano, el del
pistolón, el sable y la botella de ron.

Muchas fueron las causas que movieron a la
piratería, pero pueden reducirse a tres: la
aparición de grandes riquezas en América,
principalmente oro y palta, la existencia en Europa de una
enorme masa de población pauperizada y la debilidad del
imperio ultramarino español. (Lucena Salmoral, 1994,
p.23)

Estudiar a profundidad las causas que originaron la
piratería americana o en América, no es el caso a
tratar ahora, pero si vale reseñar -aunado a lo anterior
expuesto – que otros ingredientes importantes fueron los
aspectos: religiosos entre el catolicismo y los corsopiratas o
piratas hugonotes- protestantes, el afán de aventuras como
búsqueda de libertad
absoluta para delinquir a las anchas y, un elemento fundamental
que no puede obviarse, ha de ver, con la extraña política de
poblamiento que se determinó para colonizar al nuevo
mundo, la cual consistía en enviar sólo ciudadanos
de primera categoría y no de segunda
categoría
, es decir, ni judíos,
ni moriscos, ni herejes, ni delincuentes, ni gitanos y mucho
menos extranjeros, entre otros ciudadanos que no calificaran.
España que tenía un poco más de 10.000.000
de habitantes y entre los cuales se contaban los excluidos, no
pudo con esa obstinada política colonizadora abarcar
grandes extensiones americanas, lo cual produjo un punto a favor
de las otras coronas a la hora de participar en la
apropiación de tierras y mares en el nuevo continente ya
que no había suficientes pobladores españoles para
repeler las acciones
rivales.

La irrupción de la corsopiratería en el
nuevo mundo fue -aproximadamente- hacia los finales de la tercera
década del siglo XVI, cuando al Caribe se presentaron
intespectivamente, sinnúmeras escuadras de barcos con
variopintas banderas ondeadas por los vientos alisios, las cuales
representaban los escudos y armas de los
soberanos que les hubieren contratado y, cuando no, lucían
pabellones propios con inscripciones y dibujos
carabélicos como anunciantes del robo, la quema y la
destrucción. Al Caribe llegaron y en sus islas se
asentaron y, desde ellas planificaban, los macabros asaltos a las
poblaciones de otras islas y a las costas de tierra
firme.

CUADRO Nº 1

Algunos de los Corsarios y Piratas que arribaron al
Caribe

(Siglos XVI y XVII)

Año

Nombre

Nacionalidad

Ciudad Visitada

La Acción Cometida

1528

Pirata Anónimo

San Germán Puerto Rico

Saquea e incendia la ciudad

1536

Pirata Anónimo

Francés

Chagrés y la Habana

Asalto de naves españolas

1538

Pirata Anónimo

La Habana

Primer intento de penetrar la ciudad

1554

Corsario Jacques Sore

Francés

Isla de Cuba

Se apodera de Santiago de Cuba

1555

Corsario Jacques Sore

Francés

Santa Marta y Cuba

Incendia a Santa Marta y toma la
Habana

1562

Corsocontrabandista Jhon
Hawkins

Inglés

Santo Domingo

Inicia comercio forzado

1586

Corsario Francis Drake

Inglés

Santo Domingo

Asalto y toma la isla

1595

Hawkins y Drake

Ingleses

San Juan de Puerto Rico

Asalto a la isla.

1628

Pieter Heyn

Holandés

Isla de Cuba

Se apodera de la flota de la plata en la
bahía de matanzas

1629

Cornelius Goll

Holandés

La Habana

Fracasa en su intento de apoderarse de la
ciudad

1655

Corsarios
Anónimos

Ingleses

Jamaica y Gauson

Son conquistada

1662

Corsopirata Myngs

Isla de Cuba

Es tomada Santiago de Cuba

1679

Corsopirata
Franquesnay

Isla de Cuba

Fracasa al intentar Tomar santiago de Cuba.

1694

Ducasse y sus hombres

Isla de Jamaica

Asolan el Sureste de Cuba

Fuente: Lucena Salmoral, Manuel (1994). Piratas,
Bucaneros, Filibusteros y Corsarios en América. Perros, mendigos
y otros malditos del mar. Pp.275, 276,277 y 278.
Elaboración propia.

En el anterior cuadro apenas se recogen los nombres de
algunos de los más sobresalientes corsarios y piratas que
hubieron de actuar en el Caribe. Si se hubiesen registrado las
acciones de cada uno de los hombres que asaltaron, quemaron,
desolaron y robaron los más mínimos rincones de la
América, los anaqueles de los archivos
históricos del mundo, reservaran buena parte de ellos,
única y exclusivamente a los nombres, sobrenombres,
remoquetes y cualquier alias usado por los aventureros de la mar,
incluida, además, sus propias acciones.

Los españoles y portugueses no eran ajenos a la
piratería, de hecho, la conocían muy bien, tanto
como en el resto de los países europeos que mercadeaban
navalmente por las aguas mediterráneas y el mar del norte.
Pero, la América planteó a los desheredados
de su festín asirse al ancestral oficio delictivo
para someter los ímpetus ibéricos que
pretendían abarcar, únicamente para sí, la
servida mesa de ese nuevo mundo. Lo que Ayer les unió, hoy
les separa. Así pudiera apreciarse la rivalidad entre los
propios reinos del viejo mundo por disputarse el
nuevo.

La actividad pirática en el Caribe se
revitalizó y tomó aspectos novedosos en la
ejecución de sus prácticas. Ya no sería un
simple acto de asaltar embarcaciones como en otrora
tiempo se
hacía en el Mediterráneo, ahora, en las
atlánticas aguas e islas caribeñas se
consolidaría como una verdadera empresa para
delinquir. Muchos de los hombres que llegaron en condición
de corsarios, se unieron a los otros que arribaron como piratas y
libertarios por excelencia, así, en el Caribe se
suscitaría como hecho inédito el corsopiraterismo
que alcanzó tales niveles de organización para acometer sus
hazañas, terminaron agrupándose en una especie de
Cofradía Pirática, la cual consistía
en realizar periódicamente asambleas para resolver desde
las rutas de sus correrías hasta la elección de los
capitanes y demás miembros de la tripulación de
abordo. Como hecho histórico curioso, cabe destacar que en
dichas juntas se resolvieron dictámenes para las
indemnizaciones que les tocarían a cualquiera de los
hombres de la cofradía que resultaran heridos, o en el
peor de los casos, mutilados. Este tipo de compensaciones
servirían como base a las empresas de la
Revolución
Industrial al momento de compensar a sus trabajadores por los
accidentes
sufridos.

…las recompensas y premios de los que
serán heridos o mutilados de algún miembro,
ordenando, por la pérdida de un brazo derecho
seiscientos pesos o seis esclavos, por izquierda cuatrocientos
pesos o cuatro esclavos, por un ojo cien pesos o un esclavo, y
por un dedo tanto como un ojo; todo lo cual se debe sacar del
capital o
del montón y de lo que se ganare… (Exquemelin,
1999; p.74)

Se multiplicaron tanto las maneras de piratear en el
Caribe, que en el decurso temporal que va desde el primer cuarto
del siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII, se suscitaron
variados estilos para proceder en el vil oficio. En
términos generales, se puede observar a lo largo de esas
dos centurias y un poco más, que las principales formas de
actuar arribadas a la América, fueron la de los corsarios
y los piratas, después, la de los bucaneros y
filibusteros, estos últimos como expresiones genuinas
nacidas en el Caribe por la fusión de
los primeros mencionados.

Aproximarse a una posible nomenclatura para
denominar con propiedad a
cada oficio delictivo en particular o de la fusión entre
uno y otro, resulta un tanto riesgoso, sin embargo; las
actuaciones ambiguas generan términos como los de:
Corsopiratas, Corsofilibusteros, Corsobucaneros, Filibucaneros,
entre otros. Ahora, lo que sí se pude aseverar es,
precisamente, que todos bajo el signo de la acción
libertaria, perseguían además de las aventuras, el
lucro fácil.

…conviene aclarar que piratas, corsarios,
bucaneros y filibusteros son tipologías representativas
de un oficio de ladrones del mar que tenían infinitos
eslabones intermedios, imposibles de definir. Como ocurre
frecuentemente, lo indefinido es más usual que lo
definido, pues el hombre
gusta de expresar su voluntarismo contra todo tipo de
clasificaciones. Veremos así piratas semicorsarios,
corsarios semipiratas, bucaneros semifilibusteros, etc. (Lucena
Salmoral, 1994, p.40)

La dinámica ejercida por los piratas en el
Caribe se irradiaría a todos las costas de tierra firme,
en ésta, arremeterían contra los colonos para
robarles sus bienes y,
además, para atemorizarles como demostración de
quienes realmente dominaban en el nuevo mundo. Muchas plazas
notorias quedaron marcadas bajo el signo de la delictiva
actividad que como práctica común optaba por dejar
tierra arrasada tras sus pasos.

La Venezuela de
los siglos XVI y XVII
no quedaría excluida de las
acciones piráticas. Venezuela con una maravillosa
posición geográfica frente al Caribe, poseedora de
una vasta condición natural, con riquezas en sus suelos de
minerales
preciosos, con bosques de buenos árboles
para el aderezamiento de los barcos y además, con recursos
marinos abundantes en especies y granjerías de perlas en
las islas de Margarita, Coche y Cubagua; no podía pasar
inadvertida de las trazadas rutas de los aviesos aventureros del
mar.

Cuando se hace referencia a la Venezuela de los siglos
XVI y XVII, se hace guardando las consideraciones pertinentes de
los teóricos dedicados en materia de
territorialidad, claro, que no es el caso a ocupar en este
trabajo lo
referente a las profundizaciones de esos estudios, pero bien vale
la pena citar lo expuesto por el historiador Manuel Donís
Ríos (2001) quien al respecto dice:

Se abusa del término "Venezuela" al abarcar
territorios que ni siquiera eran llamados así, cuando
nos referimos a una Venezuela prehispánica o del
período colonial. No obstante, consideramos que como la
unidad integrada final tuvo este nombre, este tiene que ser el
término propio de comprensión a lo largo de la
descripción de su proceso
evolutivo. (p.17)

En Venezuela había oro y plata, no tanto como lo
que se imaginaba en El Dorado, pero sí lo suficiente para
atraer a cuanto pirata merodeara en el Caribe. Entre otras
riquezas, Venezuela, aportaría un tercer elemento de
codicia, es decir, las granjerías naturales de perlas que
se utilizaban como una especie de numerario desde el propio
período aborígen, cuando, con estas, se sufragaban
los costos de algunos
productos.

La primera fábula de la riqueza americana es la
de las perlas. Por ellas el primer nombre del litoral
venezolano es la Costa de las Perlas. Por ellas nace y muere
Nueva Cádiz la primera ciudad fundada en el Nuevo Mundo
cerca de Tierra Firme a partir de un asentamiento de
explotadores de perlas instalados en 1517 en la isla de
Cubagua…

Cubagua es descubierta por Cristóbal
Colón en su tercer viaje. Al ver la cantidad de perlas
que lucen los indígenas y la generosidad con que las
cambian por platos de loza, el Almirante proclama a su
tripulación: "Hemos llegado al país más
rico del mundo". (Britto García, 2001, p.38)

Las Perlas como elemento de riqueza convirtieron a
Venezuela, específicamente, en sus ínsulas de
Margarita, Coche y Cubagua; en centro de atracción, no
sólo de piratas buscadores de
fortunas fáciles, sino también de los propios
colonos de las distintas comarcas de tierra firme y de las islas
caribeñas…"En Santo Domingo no hay quien no salga a
rescatar perlas. Hasta los dominicos y los franciscanos cruzan el
mar y se quedan en Venezuela… (Arciniegas, 1975,
p.352)

Los beneficios a obtenerse en Venezuela eran tantos que,
prácticamente, dicha provincia se convirtió en una
escala obligada
para todo aquel escrutador de la mar Caribe y de cualquier
rincón americano. Pareciera que las excelsas fortunas de
los suelos, los subsuelos y los mares de Venezuela, aguardaran
por el mejor postor.

El Caribe sirvió como una especie de base de
operaciones de
las distintas escuadras y cofradías piráticas.
Desde sus islas partían pertrechadas las naves de los
pillos del mar para iniciar sus periplos por cada rincón
americano. A Venezuela llegaban, la mayor de las veces , tocando
primero a la Margarita y Cubagua buscando las preciosas perlas,
de allí aprovechando hinchar las velas con
los favorables vientos alisios, comenzaban el itinerario hacia
otras comarcas como las de Caraballeda, distante de Santiago de
León de Caracas a unas cuatro leguas más o menos, y
de acá se dirigían al puerto de la Borburata, luego
al Tocuyo, Cabo de la Vela, Coro, Maracaibo, continuando sus
acechos a Cartagena de Indias, subiendo ayudados por los mismos
vientos, hasta Portobelo en Panamá, y
desde allí, bordeando todo el golfo costero de México
ponían fin a la diabólica agenda pautada
para regresar a guarecerse y planificar los nuevos
asaltos.

CUADRO Nº 2

Algunos de los Corsarios y Piratas que arribaron a
Venezuela

(Siglo XVI y XVII)

Año

Nombre

Nacionalidad

Ciudad Visitada

Acción
Cometida

1555

Corsario desconocido

Francés

Borburata

Entraron y estuvieron 6 días robando y
causando grandes daños a la
población.

1564

John Hawkins

Inglés

Borburata

Contrabandeó con los colonos bajo
amenaza.

1566

Lowell

Inglés

Borburata

Contrabandea y piratea.

1567

Nicolás Valier

Francés

Borburata

Invade y causó despoblamiento de la
ciudad.

1568

John Hawkins

Inglés

Margarita y Borburata

Contrabandea aplicando un comercio
forzado.

1595

Walter Raleigh

Inglés

Guayana

Ataca la ciudad

1599

Flota de Holandeses

Holandeses

Araya

A rescatar sal de las minas.

1617

Walter Raleigh

Inglés

El Dorado

Expedición en su
búsqueda.

1618

Walter Raleigh

Inglés

Guayana

Caído en desgracia y
ejecución

1623

L` Hremite

Francés

El Callao

Incursión y Muerte
del pirata

1642

William Jackson

Maracaibo

Saqueo de la ciudad.

1659

Myngs

Inglés

Cumaná, Puerto Cabello y Coro

Destrucción de Cumaná y asalto a
Puerto Cabello y Coro.

1668

El Olonés (Juan David Nau)

Francés

Maracaibo y Gibraltar

Toma de estas ciudades.

1669

Henry Morgan

Maracaibo y Gibraltar.

Asalto a ambas ciudades.

1680

Sharp, Coxon, Essex, Allison, Row y
Magott.

Cumaná y la Guaira

Asalto a ambas ciudades.

Fuente: AGI, Santo Domingo, Patronato, 193, (R.6/R.
9/N.1) Pp.203,71,78.- Apestegui, Cruz (2000) Los ladrones del
mar, Piratas en el Caribe, Corsarios, Filibusteros y Bucaneros,
1493-1700.Pp.211 a la 221. Elaboración propia.

Venezuela en tiempos del corsopiraterismo no
quedó excluida de los afanosos trajinares de los
buscadores de tesoros, y es que no podía ser más
perfecta una plaza hispánica para tales fines, porque
entre su conjunto mar y tierra, se aguardaban los elementos que
en el Viejo Mundo tenían su apremio comercial.
Bastábase llegar a la América para regresar con los
barcos llenos de riquezas.

Venezuela como otras colonias españolas,
quedó sumida bajo el signo de la piratería, esa que
germinó en el Caribe, allí frente a su cabeza de
playa se asentaron los hombres que perseguirían sus fines
(riquezas) sin importarles los medios a
aplicar (muerte, quema, robo y total
destrucción).

El Caribe se convirtió en un hervidero de
hombres malvados, a él llegaron y se multiplicaron.
Rondaron sus aguas e islas sometiendo y destrozando sus
principales plazas, convirtiéndolas en sus bases de
operaciones; desde ellas preparaban sus campañas de
terror y muerte, y a ellas, después, regresaban con sus
bodegas lastradas de fortunas y el orgullo en alto, insuflado
de libertad y ganas para las empresas por venir. Cada
rincón, cada puerto y lugar del Caribe y Tierra Firme
eran espacios preciosos para probar la suerte de un buen
botín. (…) Las posesiones españolas en
ultramar quedaron subyugadas a la piratería americana
durante dos largas centurias, realidad que España tuvo
que soportar como un mal que mata lentamente y no se puede
remediar. Y, Venezuela, por su parte, no escaparía de
esa amarga realidad. (Cabrera,2004,p.174)

Las distintas comarcas que conformaban a la primitiva
provincia de Venezuela, sufrieron los embates de la
piratería, una tras otra. Primero fueron atacadas las
ciudades costeras y próximas a estas en un recorrido del
nororiente al noroccidente, después, los aventureros
fueron adentrándose en el territorio, logrando asaltar
poblados alejados de las costas. Es decir, en donde se sospechase
que habían riquezas, allí, se harían
presente los facinerosos piratas para aplicar sus métodos
delictivos y obtener a expensa de lo que fuere, el
botín.

II).- Oficialidad
Real y Resguardos en la Venezuela de los Siglos XVI y
XVII

Hispanoamérica, en su conjunto, sería
organizada administrativa-política-militar y
territorialmente bajo las propias orientaciones de la corona y de
la dinámica misma generada en el proceso de
exploración y conquista. Así, en la medida en que
se iban colonizando los distintos espacios, a su vez, se
organizaban los cuerpos gubernamentales y demás
funcionarios al servicio de
los intereses castellanos, un tanto después,
españoles en la América.

Las vicisitudes enfrentadas y por enfrentar en el
proceso de dominación del nuevo mundo, generarían
los mecanismos propios para fundar los pueblos de
españoles y crear a su vez, los sistemas de
defensa, primero, contra los aguerridos aborígenes
opuestos a perder sus tierras y bienes, luego, contra el
advenimiento de los corsarios y piratas que representaban los
intereses de Francia, Inglaterra y Holanda, cuando estas coronas
se interesaron también por colonizar más
allá de sus fronteras.

La América Hispana fue sembrada de villas,
castillos y fortines (…). Tales fundaciones, la
mayoría de las cuales existen actualmente,
obedecían a necesidades de la conquista y de los
primeros tiempos de colonización: I) como medio de
defensa contra las incursiones y rebeliones
indígenas; II) como asiento estable para la vida de
los conquistadores y colonizadores; III) como centros
administrativos y religiosos; IV) como base de intercambio y de
defensa contra la piratería y el contrabando.
(Maza Zavala, 1994, p.58)

El afán y la codicia por territorios y, por ende,
de riquezas, sería el acicate de los conquistadores
ibéricos cuando arribaron al otro costado del mundo,
también hubo de serlo cuando a este llegaron los otros
europeos en calidad de
corsarios reales, y un tanto después, como colonizadores.
Así, a los españoles les correspondería
actuar por partida doble, por un lado, para desplazar a la base
aborígen, por el otro, para no dejarse desplazar por sus
rivales vecinos del viejo mundo.

Siguiendo a Eulides Ortega Rincones (2003), se puede
apreciar que la exploración, conquista y
colonización del nuevo mundo que estuvo impulsada, entre
otros, por los mitos de las
ciudades doradas, obligó a la corona española a
comenzar en el propio siglo XVI a dibujar el entramado
institucional necesario para asegurarse la soberanía. De modo pues que, en 1503 se
creará la Casa de Contratación, la cual, a
partir de 1511, tendrá amplia jurisdicción en lo
civil y lo criminal a propósito de todo lo que surgiera a
raíz de los viajes de
ultramar. En 1524 esta institución quedará
subordinada al Consejo Real y Supremo de Indias el
cual tendría facultades judiciales, legislativas y
fiscales, además de funcionar como tribunal administrativo
y ordinario que a su vez regula y controla las finanzas
generadas por el comercio transoceánico, en tanto que
servirá como instancia de apelación de la Casa de
Contratación. El 15 de enero de 1529 por despacho de
Real Cédula se establece la obligatoriedad de
registrar todos los barcos españoles para tomar nota de
las personas y de los bienes a bordo, así, la Casa de
Contratación fue dotada de Oficiales Reales para
que pecharan los derechos correspondientes a
su majestad e impidieran cualquier clase de
contrabando.

Junto a las instituciones
que se crearon con el propósito de controlar y fiscalizar
el torrente de bienes despachados desde la América al
reino español, también se contrató una
nómina
de empleados reales al servicio de los intereses
monárquicos en el novomundo americano. A estos
funcionarios les tocaría además de regentar
política y administrativamente las provincias, velar por
los intereses de la realeza y enfrentar cualquier
pretensión de sublevación indígena, de
ataques de piratas y contrabando, estos últimos, como las
tareas más difíciles de cumplir dada la poca
capacidad de respuesta bélica en las colonias.

Cuadro N° 3

Conformación Capitular de Gobiernos
Provincianos (Oficiales Reales)

Partes: 1, 2, 3, 4, 5

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