Iglesia, Sindicatos y Trabajadores Católicos en la Semana Trágica (Buenos Aires)
- Iglesia, Sindicatos y
Trabajadores Católicos en la Semana Trágica
(Buenos Aires) - Bienaventurados los
pobres, los que sufren, pues de ellos es el reino de los
cielos - La semana
trágica y los obreros
católicos - Abordaje
de conclusiones preliminares
La
relación entre Teoría
y Práctica represiva de la Iglesia y los
Sindicatos
Católicos en el marco de la Semana Trágica de Enero
de 1919
"Cualquier ciudadano que pase por la ciudad de
Buenos Aires
creerá que se encuentra en un país donde la
agitación popular ha suprimido todo control y
poder"
(Palabras del diputado Agote en el Congreso, el
día en que los talleres Vasena fueron ocupados por sus
obreros)
Cuando la Primera Guerra
Mundial finalizó, en 1918, la Rusia Zarista
había dejado de existir. En su lugar se había
erigido el primer Estado
Socialista perdurable. Poco tiempo
después, en Alemania las
esquirlas de la guerra
preparaban el terreno para que la acción
de los trabajadores bajo el liderazgo de
la Liga Espartaquista colocara las tierras de Hegel y de
Marx al borde
de una nueva revolución
proletaria triunfante. La Italia de
posguerra desarrollaría un proceso
revolucionario semejante. Sin embargo, emparentar
automáticamente los conceptos Guerra y Revolución
parecería un tanto arriesgado. En todo caso, la guerra
-una guerra de las magnitudes de la primera gran guerra del siglo
XX- funcionó como catalizador de una serie de
contradicciones económicas y sociales existentes
previamente al conflicto
bélico. En los tres países europeos mencionados se
habían conformado organizaciones
obreras de tendencias revolucionarias, para ser más
precisos, partidos
políticos que seguían los lineamientos de la
Primera Internacional socialista. Su tendencia internacionalista
y revolucionaria se había destacado ya en los inicios de
la guerra mundial,
cuando el partido socialista italiano se negó a votar en
el parlamento los créditos de guerra, mientras que los
miembros de la Liga Espartaquista -desprendimiento del partido
socialdemócrata, por ese entonces ya imbuido en la
estrategia
reformista de la segunda internacional- hacían lo propio
condenando la guerra interimperialista. En Rusia la
revolución truncada de 1905 había establecido ya un
antecedente de lo que sería luego el triunfo bolchevique
de octubre de 1917. La crisis de
hegemonía desatada por los condicionamientos de la guerra,
estableció la condición de posibilidad para que los
partidos obreros revolucionarios se presentaran como una
alternativa de poder real.
Sin embargo lo dicho, la única revolución
triunfante -en el período tratado- fue la rusa. En el caso
alemán la acción represiva del estado, conjugada
con los titubeos y, en ciertos aspectos, contrarrevolucionarios
movimientos de piezas del partido socialdemócrata
apagó el incendio desatado. En Italia, la burguesía
encontró en el rápido ascenso del partido fascista,
y su violencia
hacía la clase
trabajadora –muy movilizada por entonces- y el socialismo, la
respuesta para suprimir la amenaza revolucionaria. La Iglesia, El
Vaticano, sellaría en Letrán, la alianza con el
fascismo en
pos de establecer un nuevo orden que alejara el fantasma
socialista. Reconocemos pues que ante las contradicciones
inherentes a la "ampliación democrática" y el
proceso de consolidación de las relaciones sociales de
producción capitalistas -o lo que en suma
es lo mismo: La aparición material y política, y la
práctica consciente y colectiva de la clase trabajadora-,
la burguesía elaboró una serie de tácticas
para suprimir el conflicto que giraron en torno a la
permeabilidad política frente a aquellos actores que no
presentaban amenazas -como ocurriera con "los respetables"
partidos socialistas reformistas- y la aplicación de la
violencia contra aquellos elementos "incontrolables";
Tácticas no solo llevadas a la práctica en Europa sino
también, y por supuesto, en América
y la Argentina. Asimismo el apoyo a la creación de
sindicatos que bogaban por la alianza de clases y elementos
rompehuelgas, configuraron otra vía, alternativa, a la
aplicación de la violencia del Estado, que intentaba de
este modo evitar la confrontación directa entre el Estado y
los trabajadores y generar un consenso aparencial. Así, en
la medida en que el desarrollo de
las fuerzas productivas, producto de la
competencia
capitalista, profundizaba la división social del trabajo,
provocaba el ensanchamiento de la clase obrera y el empeoramiento
de sus condiciones de existencia, el surgimiento de
organizaciones obreras y la modificación del carácter de las mismas se presentó
como una consecuencia ante esta nueva realidad material. La
contradicción entre capital y
trabajo, la lucha de clases, inició otra etapa en la que
el reconocimiento consciente de los sujetos colectivos en
cuestión derivó en enfrentamientos
constantes.
De tal modo, por ejemplo en los Estados Unidos,
luego de la crisis de 1890, se inició una nueva fase de
crecimiento
económico veloz, caracterizado por la fusión
empresarial, y un rápido ascenso al sistema de gran
industria que
echó por la borda las pretensiones de los pequeños
productores y su organización sindical, la "Order of
knights of labor", originando nuevas asociaciones de
carácter revolucionario, tal como fuera, la I.W.W frente a
la cual, la burguesía aplicó varias de las medidas
represivas ya mencionadas y tendió lazos hacía la
conciliadora A.F.L.
Como dijéramos, aunque sin pretensiones de
realizar generalizaciones impertinentes, el proceso de
consolidación de un capitalismo
maduro en la Argentina trajo aparejados conflictos
semejantes, y por ende un accionar similar de la estrategia de
dominación burguesa. En la medida en que las fuerzas
productivas se desarrollaron desde fines del siglo XIX, y se
arribó lentamente hacía la mecanización de
las industrias, los
pequeños talleres, al igual que en los Estados Unidos, ya
no tuvieron oportunidad de competir en el mercado
capitalista. Las posibilidades para un obrero de convertirse en
un pequeño patrón fueron cada vez más
improbables, se avanzó pues hacía la
subsunción real del trabajador al capital. La
división del trabajo profundizó los conflictos de
clase y consolidó el surgimiento de organizaciones
cooperativas
de la clase obrera. El nacimiento de la F.O.R.A, su
desdoblamiento entre anarquistas y sindicalistas, son un ejemplo
de ello. La acción de la clase obrera, evidente ya desde
el mil novecientos, movió los anquilosados mecanismos
políticos "oligárquicos". La reforma de 1912,
evidencia, una vez más, la consecuencia política de
las contradicciones establecidas por la consolidación del
capitalismo argentino. Fue pues, un intento de
incorporación al juego
político de aquellos sectores relegados del poder,
así el triunfo del Radicalismo, y la participación
en el legislativo del partido socialista, se presentan como una
recarga social del estado, un intento de establecer un nuevo
consenso frente a la amenaza obrera que sin embargo no
modificaría en absoluto los rumbos económicos del
país. Amenaza que de igual modo sería tratada,
"cuando la situación lo ameritara", con la herramienta
distintiva del Estado: La violencia.
Sin embargo en la Argentina también existieron
otros instrumentos de control, dominación y
represión, que han sido poco estudiados por la
historiografía. El cometido de este trabajo es analizar
uno de esos instrumentos en un marco de directo enfrentamiento de
clases: Las organizaciones de trabajadores católicos y el
papel de la iglesia en el proceso de la semana
trágica.♠
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