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Pensamiento ético de José Martí (página 2)



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MÉTODOS EMPLEADOS

  • ANÁLISIS DOCUMENTAL. Permitió la
    profundización en el estudio de los documentos
    (obra martiana, crítica sobre el tema…) y el
    análisis de las ideas esenciales, el
    establecimiento de relaciones entre ellas y su
    contextualización.
  • ANÁLISIS-SÍNTESIS. Empleado en
    el estudio de las fuentes
    bibliográficas para la conformación del marco
    teórico y para poder
    arribar a conclusiones.
  • INDUCCIÓN-DEDUCCIÓN. Utilizado
    para analizar los criterios de los diferentes autores
    consultados como punto de partida en el descubrimiento de
    regularidades, inferencias y generalizaciones de los presupuestos
    teóricos del trabajo.
  • ASCENSO DE LO ABSTRACTO A LO CONCRETO. En
    función del tránsito de lo
    concreto
    real (textos y obras de crítica) a la abstracción
    de las concepciones teóricas y epistemológicas
    que aportan el enfoque bioético y asumido en la interpretación desarrollada.

TÉCNICAS DE RECOLECCIÓN Y
SISTEMATIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN

Se usaron las fichas
bibliográficas y de contenido y además, la
realización del control
semántico o mapa de conceptos fundamentales que
sirvieron de guía para el desarrollo
del trabajo.

CONTROL SEMÁNTICA: ética,
bioética, autóctono o de la
raíz, amor-dación- solidaridad,
dignidad,
virtud, decoro, honradez, bien, deber. (Todos actúan
como una red
semántica que permitió asumir la
relación existente entre conceptos para la
jerarquización de los contenidos propuestos).

CAPÍTULO
I. GÉNESIS DE UNA ÉTICA

Tenemos cabeza de Sócrates,
y pies de indio, pies de llama, pies de puma y jaguar, pies de
bestia nueva (…). Somos pueblo original

Y ello se hace evidente en el pensamiento de
José Martí,
síntesis del inmenso saber de la modernidad
europea, la cultura
milenaria, autóctona y original de nuestra América
y del mensaje ético que le viene de la praxis de la
Revolución, de los padres fundadores de la
nación
cubana.

A través de su maestro Mendive, recibe Martí
el legado espiritual de todo un siglo de ideas iluministas
fructificadas en los primeros criollos que se interesaron en el
progreso material y moral del
país, anidados en la Sociedad
Económica de Amigos del País y el Seminario de San
Carlos; Martí los considera iniciadores de una
tradición ética y patriótica asumida por
él:

De J. A. Caballero, considerado el padre de la
Filosofía en Cuba, le llega
el rechazo del criterio escolástico de autoridad y
cómo desde su cátedra la supo echar a andar
más por lo que le sugería la realidad social y la
necesidad de progreso espiritual, que por las ideas de los
enciclopedistas.

De Varela, quien influido por el obispo Espada: padre
iluminista, iluminado, reformador, que consolidó los
estudios filosóficos iniciados por Caballero, la filosofía
moderna y la enseñanza científica experimental,
le llega su labor de lucha por la libertad y los
derechos del
hombre, con
proyecciones éticas y políticas
que trascendieron de las aulas del seminario al pueblo. Ideas que
más tarde pone al servicio del
ideal independentista a través de su prédica
revolucionaria desde las páginas de "El Habanero".
Retirado al ejercicio de su ministerio, por el peso de las
circunstancias históricas, redacta las "Cartas a Elpidio"
sobre la impiedad y la superstición, en las que muestra al
moralista preocupado por desarrollar la sensibilidad moral de sus
compatriotas, partiendo de la premisa de que "no hay patria sin
virtud", máxima que haría suya, a lo largo de toda
su vida, después, José Martí.

De José de la
Luz y Caballero, quien dejó la más profunda
huella en la sensibilidad moral de los cubanos y en Martí,
toma su actividad intelectual, moral y pedagógica de
máxima fecundidad, su preocupación
patriótica, su teoría
del sacrificio, de la que pensaba que era la madre de lo que
somos, considerando que ese sacrificio sencillo, invisible para
muchos, era lo más útil que podía hacer por
su patria junto a la abnegación en función de los
demás que materializó en su labor
pedagógica, obra forjadora de conciencias realizada desde
una atmósfera de austeridad y pureza destinada
a la
educación moral de la clase a la que
él mismo pertenecía, su búsqueda de la
conciliación entre ciencia y fe,
lo convierte en el preferido por Martí que se refiere a
él como: aquel que supo echar semilla(…),aquel
que habló para encender
, lo llamó hombre
santo, que nada quiso para serlo todo, pues fue maestro y
convirtió en una sola generación un pueblo educado
para la esclavitud en un
pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres
(…). Supo cuanto se sabía en su época; pero
no para enseñar que lo sabía, sino para
transmitirlo. Sembró hombres.

Muchos años después, recordaría
Martí a quien era su verdadero padre espiritual, de codos
en la mesa, siguiendo en el mapa el recorrido de Céspedes
en la manigua redentora, a aquel que con su magisterio supo
inculcarle la proyección moral de los hombres de
pensamiento que más se distinguieron en la cultura cubana
antes del estallido revolucionario del 10 de octubre de
1868.

Después vinieron a conformarlo otras experiencias
de vida: El presidio que le mostró lo más abyecto
del colonialismo español y
que con sus horrores le impuso como imperativo moral la lucha por
la honra universal del hombre, idea que madura en el destierro
español. En España
estudia, aprende a amar la rebeldía de su pueblo, y
contacta con las ideas filosóficas predominantes del
krausismo enmarcado en la tradición filosófica
kantiana, filosofía individualista, según la cual
los derechos del hombre nacen como atributos del individuo
aislado de la sociedad, pero de fuerte orientación
humanista.

El año1875 lo sorprende en América:
México y
Guatemala;
después en el 1881, Venezuela. Y
es aquí donde se encuentra a sí mismo: primero es
el asombro y el deslumbramiento por su naturaleza y
su tremendo pasado cultural; después, su vínculo
con los sectores intelectuales;
y al mismo tiempo palpa
la vida de las grandes masas oprimidas, visita las ruinas
maravillosas de su pasado histórico y aprende -y
aprehende- lo original, lo autóctono de la realidad
americana. De sus tradiciones, leyendas, va
desarrollando un pensamiento de gran valor
ético que viene de la teluricidad de
América.

Existen estudios (Cintio Vitier, Leonardo Acosta e Ivan
A Shullman), a partir de los símbolos utilizados por Martí en su
poesía
y su obra, que demuestran la influencia que en él
ejerció el mundo de relaciones simbólicas de los
antiguos americanos, que él conoció en
México y Guatemala, basados en la monumental obra de
Eduard Seler, Comentarios al códice Borgia,
(México, 1963) -quien fue un sabio apasionado por la
historia antigua
americana, y gracias al cual se pudieron descifrar la
mayoría de los códices religiosos de los antiguos
mexicanos-, que vive y trabaja en el tiempo de Martí;
así como en los diversos libros de
Laurette Séjourné, desde los cuales se fundamenta
cómo la cosmogonía martiana expresada en su extensa
obra no tiene tanto en común con la simbología
cristiana y sí mucho que ver con la de los antiguos
mexicanos, la cultura náhuatl que conoció en su
estancia en estos pueblos entre el 1875 y el 1881, y que fue
objeto de su atención por el resto de sus días.
En su estancia en estos países visitó centros
arqueológicos, estuvo al tanto de los últimos
hallazgos, leyó todo
lo que pudo encontrar sobre el tema, contó con
intelectuales amigos quienes lo pusieron en contacto con los
antiguos códices mayas y las
fuentes testimoniales.

Las ideas cosmológicas y éticas de los
pueblos amerindios más desarrollados fueron en
Martí un arma ideológica que conscientemente le
permitió, desde lo raigal americano, estructurar un
pensamiento de defensa , de resistencia a
partir de nuestro propio valer como hombres, como cultura, para
enfrentar el sistema
euro-yanqui de valores y la
concepción eurocentrista de la historia; en ellas se
expresa la dependencia de los dioses al hombre, cómo
el hombre saca
la energía luminosa de su interior y prepara su
individualidad por medio de duros ejercicios; la vocación
del hombre para el sacrificio como único medio de salvar a
la creación entera y lograr la redención universal.
El mito de
Quetzalcoatl, hombre arquetipo, soberano de sus decisiones,
simboliza el Sol y por
extensión, el cielo, expresa la transformación del
ser humano en energía luminosa, subraya el incesante
esfuerzo, la extrema voluntad necesaria para vencer, la fe viva y
apasionada en la realización de la espiritualidad humana
sobre la tierra, en
su utilización para el logro de objetivos
temporales; es rey por su decisión de cambiar el curso de
las cosas, de emprender una tarea a la que lo obliga una
necesidad íntima; es señor porque obedece a su
propia ley, porque es fuente y principio de movimiento, y
la clave de su éxito
es el sacrificio.

En esta cosmogonía el hombre es dueño del
devenir, de él depende que el mundo regrese a la nada o
venza definitivamente la inercia, ello se traduce en una
exaltación de su obra, en la voluntad de transformar cada
átomo
de la materia; por
ello, en un esfuerzo creador esta cultura convierte a
Mesoamérica en una mina inagotable de obras de arte. Esta fe tan
ardiente en la obra es inseparable de la fe en el hombre, que no
puede hacerse instrumento del devenir universal más que
forjando su propio destino.

Tal vez por todas estas razones expresa su deuda
cultural, espiritual con América cuando dice:
hablaré de mi inmensa madre América…
hablaré de ellos- (…), de la olvidada y triste raza
india, que con
su apatía y silencio protesta de la propia vida de que se
les privó. Ellos son hoy miserables, fanáticos, y
tercos, y fueron, en otros tiempos, artistas, gobernantes,
guerreros, arquitectos y poetas. Ellos son los herederos de
caudillos valerosos, de propietarios opulentos. Ellos
sabían la lengua de las
estrellas…

Es conocido que desde enero de 1880 Martí vive,
casi permanentemente, en EE. UU.; allí conoce la pujanza
del nuevo país y más adelante el desdén
del vecino formidable
que no nos conoce, el pulpo,
el gigante de siete leguas, el cometa que va por los
cie
los engullendo mundos. En estos años entra
en contacto con la filosofía trascendentalista del
norteamericano Emerson -a quien admira profundamente y con el que
se identifica.

Pero el factor decisivo de su pensamiento, la mayor
influencia, le viene del ejemplo de los héroes y
mártires de su patria. De niño seguía a su
maestro -Mendive- en la ruta de los héroes; ya en su
madurez física
e intelectual en tierras de América, se relaciona con
personalidades políticas del campo de la guerra:
José María Izaguirre y José Joaquín
Palma fueron los primeros patriotas que le dieron una
versión de primera mano de las interioridades de la guerra
estando en Guatemala; a partir de entonces, ¡cuántas
conversaciones con hombres de la guerra debió haber
sostenido…! Escribió enalteciéndolos,
abriendo para ellos un espacio en su corazón y
en el de todos los cubanos: las hazañas de Céspedes
y de Agramonte pasan ante nuestros ojos. De Agramonte, destaca la
"virtud", su pureza moral como hombre y como guerrero, lo asume
como símbolo de la eticidad épica,
encarnación de Cuba y lo proyecta como estrella moral. De
ellos dice que son: …padres de nuestro pueblo;
(…) orgullo nuestro, y raíces de nuestra libertad y
padres de nuestro corazón y soles de nuestro cielo y del
cielo de la justicia

Todo lo expuesto hasta aquí demuestra que
Martí fue un hombre de síntesis, pues asume el
legado que le antecedió y lo proyecta en forma original y
autóctona hacia el futuro.

CAPÍTULO II:
LA ÉTICA MARTIANA: EXPRESIÓN DEL DEBER SER DE LOS
HOMBRES DE NUESTRA AMÉRICA

Tomó de todos y desarrolló una
ética revolucionaria de alto contenido humano: humanismo
práctico que será la base de su prédica
revolucionaria en función del proyecto
político al que se entrega enteramente, manifestada en sus
discursos,
artículos, cartas…; en su extraordinaria labor
proselitista en pro de la revolución y de la
dignificación del hombre, expresada de forma
asistemática, accidentalmente, desde sus primeras
reflexiones sobre el hombre en el presidio y que se va
precisando, profundizando, sistematizando en la medida en que
vive nuevas experiencias, pero en la que se mantiene
incólume un a idea: de la raíz – amor –
dación – solidaridad, que expresa la síntesis
de su ética y el centro de su actividad y su
vida.

El venir de sí -de la raíz- se da en
Martí como una acción
totalmente consciente; él asume la heroicidad épica
y el ejemplo moral de su pueblo, siente que en ellos y en la
cultura original y autóctona americana, puede encontrar la
fuerza,
el
conocimiento y los valores
para la obra que se propone. Él lo hace evidente cuando
refiriédose a La Revista
Venezolana dice: … De honda raíz ha de venir, y
a grande espacio ha de tender toda obra de la
mente…

Y a esa raíz acude constantemente, por ello
exclamará: Amparad (…) a vuestro hijo, orgulloso de
sus padres, enamorado de su tierra,
sangrando de sus dolores; (…) abridme vuestros bosques,
reveladme vuestras entrañas, prestadme vuestras voces
majestuosas (…)

Quien habla de esta manera, es un pensador original,
orgulloso de sus ancestros, caudillos valerosos, plenos de
sabiduría, cuya espiritualidad fue suprimida
intencionalmente, reducida a simple pedazo de naturaleza
despojada de valor moral, es decir, a no-persona, como una
manera de justificar la conducta del
conquistador europeo para apoderarse de los habitantes americanos
con la alegría inconsciente de los cazadores de mariposas.
A estos ancestros pide su fuerza telúrica, original,
volcánica, para convocar a todo un pueblo y un continente,
a la tarea de redención del hombre a la que está
dispuesto.

Esta defensa de lo que somos, de nuestra existencia, de
la rica y hermosa herencia
espiritual que nos legaron nuestros ilustres antepasados
amerindios y que nos enaltece como sujeto moral, es la
condición primera para la resistencia, para enfrentar
todos los colonialismos pasados, presentes y futuros. Por eso, en
la base de todo el proyecto moral y político martiano,
para Cuba y América, está el venir de sí, de
nuestra realidad, de nuestra cultura, de nuestras raíces
más profundas.

El amor es el medio para lograr sus supremos objetivos.
Toda su obra fue una obra de amor, desde El Presidio
Político en Cuba
, cuando, siendo muy joven, evoca al
padre que se abraza a su pierna llagada y le hace exclamar:
¡Día amarguísimo aquel! Y yo
todavía no se odiar!
; idea que se repite, con ligeras
diferencias cuando en 1881, en el discurso del
Club de Comercio de
Caracas, la vuelve a expresar al decir: …hay que
devolver al concierto humano interrumpido la voz americana,
(…) hay que deshelar con el calor del
amor, montañas de hombres; hay que detener, (…)
colosales codicias…
. Todo está dicho en tan
pocas palabras: devolver lo americano al concierto humano…
con el
amor.

¿Por qué esta idea persistente del amor?
Porque el amor es una condición para la entrega; no el
amor a sí mismo que haría del hombre un ser
egoísta capaz de sacrificarlo todo: patria, amistad y hasta
la estimación de sí mismo y de su dignidad; sino el
amor generoso, que conduce al desprendimiento, a la entrega al
otro, a la dación que es la máxima expresión
de la solidaridad humana. El amor como concepto afectivo
y cognoscitivo a la vez, como forma de ver, como tacto no solo
ético sino además y por encima de todo,
político, como voluntad de ser, de existir con
dignidad.

Esta ética es el fundamento de su actividad moral
y de su acción revolucionaria, en las mismas
páginas citadas de El Presidio… expresa que
su sentimiento se traduce en obligación para con su patria
y los demás: Mi patria – escribe- me
estrechó en sus brazos, y me besó en la frente, y
partió de nuevo señalándome el camino
.
Ya desde entonces expresa su sentido de obligación hacia
su patria, su vida -que dedicará al servicio de esa noble
causa-, su solidaridad; y en la base de su quehacer,
estará siempre el AMOR, así, con mayúscula,
porque es el amor al prójimo, el amor a los
demás.

En 1882, en EE.UU., escribe un artículo de
homenaje al filósofo norteamericano Emerson. En este
ensayo sobre
Emerson -consideramos- están expuestas las bases
esenciales de la ética martiana a que nos hemos referido
anteriormente, proyectada en toda su extensa obra poética
y de militancia política, así
expresa: Va a reposar, el que lo dio todo de sí, e hizo
bien a los otros (…) vencedor magno (…)
vivió faz a faz con la naturaleza (…) se
sumergió en la naturaleza, y surgió de ella
radiante. Se sintió hombre, y Dios, por serlo (…).
Miró con ojos propios en el universo, y
habló un lenguaje
propio. (…). En él fue enteramente digno el ser
humano

De lo dicho por nuestro Héroe anteriormente se
evidencia su admiración por un hombre del que destaca su
capacidad para ver por sí y venir de sí, de la
raíz, la originalidad, la autoctonía de su
pensamiento; y la dación, como entrega a los demás,
como solidaridad sin límites;
ahí es donde encuentra su perfectibilidad, su
dignificación como ser humano; la dignidad se constituye
así en un valor mayor.

Al propósito de fundar, con el esfuerzo reunido
de todos y para el bien de todos, una República moral que
irradiara con su luz a toda
América y al Mundo, basada en el decoro y la dignidad de
los hombres, dedicó toda su vida. En un discurso
memorable: Con todos y para el bien de todos, anunciaba:
Yo quiero que la ley primera de nuestra república sea
el culto de los cubanos a la dignidad plena del
hombre.

Una sociedad así no podía utilizar al
hombre como medio, ni permitir que fuera ultrajado, humillado,
negado en aquello que constituye lo medular de su moral y su
condición humana, este valor lo defendió, en primer
lugar, en su persona, exigiendo y ganando el respeto de los
demás. Siempre confió en lo mejor del otro y en su
perfectibilidad; por eso, nunca se cansó ni dejó de
elogiar lo positivo de todos, contribuyendo de esa manera, a su
enriquecimiento espiritual; de ello dan prueba sus numerosas
cartas a amigos y compañeros -en el bregar agónico
de la revolución- a los que en cada momento les
señala lo que les tiene que decir, sin dejar de
estimularles los méritos. Tampoco usó al hombre
para encumbrarse ni se lo permitió a los demás.
Para quien la patria era agonía y deber, tenía que
ser ella el fin supremo de todas sus acciones, como
máxima realización del amor triunfante, así
lo expresa desde las primeras palabras del discurso citado:
Para Cuba que sufre, la primera palabra: de altar se ha de
tomar a Cuba para ofrendarle nuestra vida y no de pedestal para
levantarnos sobre ella.

El decoro constituye otra exhortación moral
martiana vinculado con la honradez, porque desde las
páginas de La Edad de Oro, lo exhorta a los
niños,
por eso decía: Hay hombres que viven contentos aunque
vivan sin decoro. Hay otros que padecen como en agonía
cuando ven que los hombres viven sin decoro a su alrededor. En el
mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber
cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay
siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos
hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra
los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a
los hombres su decoro. En esos hombres van miles de hombres, va
un pueblo entero, va la dignidad humana…
y en el
propio discurso fundador, al que hemos hecho referencia, alerta
que: O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos,
(…); la pasión, en fin, por el decoro del hombre; –
o la república no vale una lágrima de nuestras
mujeres ni una sola gota de sangre de
nuestros bravos
.

Ello se constituye como su más alta
aspiración expresada en el artículo 5 de Las
bases de PRC
: …preparar (…), la guerra que
se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos.

Esto lo ratifica en el programa de la
revolución: El Manifiesto de Montecristi; lo lleva
a la práctica en la Circular a los jefes -que cursa
el 26 de abril de 1895- en la que les explica que La guerra
por la independencia
(…), y por el decoro (…), es una guerra sagrada
(…), es un servicio universal ,
con lo que este valor
se transforma en solidaridad para los demás hombres del
continente y el mundo, en cuyo destino también piensa
haciendo realidad que Patria es Humanidad.

El decoro y la dignidad actúan como
ejes de toda una ética que implica también el
deber, que viene de la raíz; el bien, para
el que ser bueno era el único modo de ser dichoso, por
eso, sólo el que se da crece y ello está
relacionado con la entrega, el servicio generoso a los
demás, el sacrificio, todo lo cual evidencia una
maravillosa ética basada en el amor y la generosidad entre
los hombres; una ética de la praxis, presente en toda la
extraordinaria obra de fundación de un proyecto
político profundamente humano y original del que
aún tenemos mucho que aprender para nuestras tareas
presentes.

CAPÍTULO
III: CERCANÍAS DEL PENSAMIENTO MARTIANO A LA
REFLEXIÓN BIOÉTICA.

La sensibilidad moral de Martí, su estatura
ética no podía quedar al margen de la esencia
destructora y peligrosa de la sociedad capitalista que
conoció en su estancia en los Estados Unidos.
Martí devela la inhumanidad de las relaciones
capitalistas, la mercantilización de los valores y
pronuncia una de las más severas críticas
formuladas en el siglo XIX contra el poder destructivo de los
monopolios, y cómo el afán desmedido de riquezas
conduce a la extinción del individuo y la sociedad, esta
percepción lo lleva a expresar:
…en este pueblo revuelto, suntuoso y enorme, la vida no
es más que la conquista de la fortuna: ésta es la
enfermedad de su grandeza. (…): lo está
trastornando, afeando y deformando todo. Los que imiten a este
pueblo grandioso, cuiden de no caer en ella…
, con lo
que evidencia que su ideología moral era opuesta al poder
corruptor del dinero,
cimiento y fundamento consustancial de la irracionalidad y los
males del capitalismo
que ahora sufrimos.

Ese conocimiento
esencial le permite caracterizar la naturaleza moral de la
sociedad capitalista que llega a conocer profundamente, de
ahí su poder para explicar cómo el hombre va
enajenando su condición humana, mientras corre en pos de
vulgares apetitos que le hacen perder su espiritualidad, su
condición de persona y de ahí también su
alarma cuando expresa: Se mira aquí la vida, (…)
como un mandato de goce, como una boca abierta, como un juego de azar
(…).Nadie ayuda a nadie, nadie espera por nadie. Todos
marchan, empujándose, maldiciéndose,
abriéndose espacio a codazos y a mordidas (…), por
llegar primero. ¡Debe temblarse de esto!

Sus reflexiones sobre un sistema que ya empezaba a
desbordarse y las consecuencias futuras que de ello se
derivarían para la vida del hombre tienen hoy gran
actualidad, ello nos hace recordar el mensaje de Fidel a la
Cumbre de Río en 1992, cuando alertaba que el daño
causado a las condiciones naturales de vida del hombre en el
planeta hacían peligrar su propia existencia, y acusaba, a
las sociedades de
consumo, como
las responsables.

Estas exhortaciones martianas lo aproximan a la
reflexión bioética de nuestros días; por
eso, la reflexión bioética de nuestros días
puede beber en ellas como fuente nutricia para sus razonamientos.
En uno de sus apuntes de viaje de su etapa mexicana, expresa
refiriéndose a la nación
norteamericana que ya iba conociendo: Se acabarán las
fuentes, se secarán los ríos, se cerrarán
los mercados.
¿Qué quedará después al mundo de esa
colosal grandeza pasajera? El ejemplo de la actividad, que si ha
asombrado tanto a la tierra, aplicado a la tierra debe salvarla y
equipararla al cielo, cuando anime con igual empuje las naves
veleras de las aguas, y las salvadoras realidades del
espíritu.

¿Qué nos advierte Martí desde las
palabras anteriores? Nos advierte sobre la necesidad de
desarrollar a la par y simultáneamente la actividad para
transformar el mundo con la espiritualidad humana, todo lo cual
implica a los valores; porque si no… ¿qué
quedará después al mundo?, ¿qué
consecuencias le traerá al hombre y a su propio mundo, si
no se asumen, desde los valores, los resultados de su propia
acción sobre la naturaleza?… ¿No es acaso este el
cuestionamiento que en nuestros días se debe hacer la
comunidad
científica y todos los decisores sociales del
planeta?

Por ello, defiende la identidad
humana universal, la espiritualidad que nos alza sobre los
hombres bestias y fieras; teme por estos hombres en
los cuales lo humano no se manifiesta; pero confía en lo
admirable de su condición humana para poderle poner
riendas a esa fiera, a través del cultivo del amor, la
inteligencia y
la cultura. Y ello sólo es posible lograrlo si vive en
sociedad.

Lo deja claramente expresado cuando dice en Las
Escenas Norteamericanas
: …cada paso de la ciencia
novísima enseña que no sólo lo tangible es
cierto, ni lo mental y moral del hombre dependen (…) de
tal conformación o tal deformidad del cerebro o el
hueso

Asume la naturaleza, el hombre y la sociedad en interacción y condicionamiento mutuos. En
sus escritos acerca de Emerson, Darwin, Edison,
destaca la relación armónica entre el hombre y la
naturaleza; él ve carácter moral en todos los
elementos de la naturaleza, para él todos los seres vivos
son objeto de respeto y consideración moral, reflexiona
sobre los descubrimientos de la ciencia y dice: La naturaleza
llena de sorpresas es toda una. Lo que hace un puñado de
tierra hace al hombre y hace al astro. (…)Lo que nos
mantiene sobre la tierra está en la tierra.

Cuestiona la intervención del hombre en la
naturaleza cuando no lo hace con responsabilidad. En otro apunte significaba la
preocupación sobre ello al decir: El hombre no tiene
derecho a convertir lo bello en feo, ni a detener el curso de la
naturaleza. (…) ¿Derecho y necesidad del hombre de
intervenir en la naturaleza? ¿De acelerarla? ¿De
contrariarla?

Leer su Diario de Cabo Haitiano a Dos
Ríos
, es percibir la sensibilidad de Martí por
el medio natural, su felicidad espiritual sólo por estar
en contacto con la naturaleza de su patria, él describe
las variedades de plantas y
animales que
observa a su paso, sus ruidos, que le hacen exclamar que ha
llegado a él, ¡al fin!, su verdadera naturaleza, y
es este un pensamiento cercano al de la racionalidad social, base
de una ética solidaria sabia y responsable sobre el
medio ambiente
en el que vivimos y del que somos parte.

En una reseña de un Congreso Forestal que se
desarrolla en EE.UU. en 1883, se manifiesta como un precursor,
expresa su preocupación, acerca del cuidado,
conservación y recuperación de los bosques, en
pleno esplendor de la modernidad, cuando el pensamiento dominante
era que los adelantos de las ciencias
resolverían todos los problemas del
hombre, que la naturaleza era inagotable y que el hombre
podía hacer uso de ella a su antojo,
abusivamente.

También la reflexión bioética
aplicada a la medicina debe
tener presente el pensamiento –a no dudarlo- del más
universal de todos los cubanos. Es conocida su cercanía a
esta esfera de la vida social; las enfermedades que
padeció, sus numerosos amigos médicos -recordemos a
su amigo del alma:
Fermín Valdés Domínguez, y a otros como
José Luís Miranda- y su tremenda sensibilidad no
podían dejarlo de acercar a una profesión
esencialmente humanitaria. Ya en El Presidio Político
en Cuba
censuraba duramente al médico que no fue capaz
de manifestar el más antiguo de los preceptos de su
profesión: la beneficencia, hacer siempre el bien; por eso
dice que el médico del presidio tenía viruela en el
alma. Más adelante critica la mercantilización del
ejercicio médico en Los Versos Sencillos cuando
expresa:

Vino el médico amarillo

A darme su medicina,

Con una mano cetrina

Y la otra mano al bolsillo

Y toda la ética basada en el amor, la entrega, y
la solidaridad entre los hombres, preconizada por Martí,
¿no es acaso la base ética de la
preocupación y el darse al otro que prima en la
ética de los cuidados paliativos, ética de las
virtudes, absolutamente necesaria en el ejercicio de la medicina
de todos los tiempos y sobre todo de estos en que la alta
tecnología
ha invadido las salas de terapia donde los enfermos mueren
enajenados de su condición humana?

¡Médico del alma! ¡Poeta del alma!
bien podría llamársele a este cubano universal cuyo
pensamiento ético se convierte, por todas estas razones
argüidas, en un presupuesto
legítimo desde donde nuestro enfoque bioético puede
seguir creciendo para el bien de Cuba, de América y del
Mundo.

CONCLUSIONES

  1. En Martí hace síntesis el inmenso saber
    de la modernidad europea, la cultura milenaria,
    autóctona y original de nuestra América, y el
    mensaje ético que le viene de la praxis de la
    Revolución, de los padres fundadores de la nación
    cubana.
  2. Desarrolló Martí una ética
    revolucionaria de alto contenido humano, de profundo humanismo
    práctico en función del proyecto político
    al que se entrega. De la raíz
    amor-dación-solidaridad expresa la síntesis de su
    eticidad y ello es el centro de su actividad y de su
    vida.
  3. Los valores que manifiesta son expresión de
    una ética basada en el amor y la generosidad, presente
    en una obra de fundación de elevado contenido humano y
    original, traducidos en una vocación de servicio en
    función del hombre. Por eso, el decoro se vincula a la
    honradez; el deber nace y brota de la raíz; el bien es
    el único modo de ser dichoso; la dignidad se convierte
    en el valor supremo que defendió en su persona y en los
    demás; la virtud le nacía de la confianza en lo
    mejor del hombre, de sí y de los demás, esencia
    ella de la perfectibilidad humana que cultivó en su
    propia persona; la solidaridad fue para él la
    máxima expresión del amor triunfante.
  4. Su pensamiento evidencia, desde otro contexto, una
    sensible cercanía a la reflexión bioética
    actual dada en: la revelación de la inhumanidad de las
    relaciones capitalistas, cimiento de la irracionalidad y los
    males de este sistema; la defensa de la identidad humana
    universal; el cuestionamiento de la intervención
    irracional del hombre en la naturaleza cuando no lo hace con
    responsabilidad; la asunción de la naturaleza, el hombre
    y la sociedad en interacción y condicionamiento mutuos;
    el mostrar al hombre de los nuevos tiempos que las
    próximas batallas debía emprenderlas con el
    único poder de las fuerzas de su
    espiritualidad.
  5. Las esencias del pensamiento ético martiano
    enunciadas hasta aquí demuestran la necesidad de tomarlo
    en consideración al esbozar un enfoque bioético,
    pertinente para las posiciones de la medicina cubana
    actual.

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Autora:

Lic. Alina del Pilar Mora Sanchez

Maestría en Bioética (Segunda
Edición) – Ciudad de La Habana – Enero
2008

Partes: 1, 2
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