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Salud y cultura en la estética de la vida cotidiana (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

1.2.2. Ritos y Mitos desde la
salud.
El
tarot, el
horóscopo y otra suerte de lecturas astrales no son
simples acertijos alrededor de la suerte, la fortuna
económica y el amor; son,
además de todo lo anterior una interpretación del devenir que de acuerdo a
la cultura de
cada interpelado, sus creencias en los signos con los
cuales se representa el universo,
constituyen señales
de vida o salud, como ésta que se presagia para los
nacidos bajo el signo de virgo:

Desde niño cuando sus compañeros de
juego no
sabían lo que era la salud mental, se
ha preocupado por tener una mente libre de miedos para
arriesgarse, libre de prejuicios para no juzgar la realidad en
blanco o negro, con el fin de adaptarse felizmente al mundo. Ha
recurrido a métodos en
busca del equilibrio
como: leer textos de psicología para
entender el funcionamiento psíquico y gimnasias
espirituales como el yoga que ponen la mente a funcionar en
armonía con el cuerpo. Este año ha tenido presiones
económicas y personales que han estado a punto
de doblegarlo. Y por eso echará mano de técnicas
para no desequilibrarse, de acuerdo con el nueve de espadas, al
revés, su primer arcano. Velas blancas, muchas velas
blancas. (El Tiempo, abril
11, 1999, 3B)

Para quienes creen en que la vida de cada individuo
está asociada y regentada por los planetas del
sistema solar,
por signos zodiacales u otra influencia externa (divinidades,
esencias, espíritus, etcétera), las anteriores
consideraciones actúan como sugerencias que cumplen la
función
de ser premonitorias para quienes las asumen con fe y
devoción; postulados que de alguna manera incidirán
en las condiciones de salud, ahora con el ingrediente de una
actitud
dispuesta hacia la búsqueda de armonía entre el
cuerpo y la mente, con el mundo como contexto. Desde luego que la
inclusión de terapias y gimnasias espirituales del uso de
novedosas técnicas, como el yoga, a las cuales recurren
las personas con capacidad económica suficiente como para
invertir en ellas, establece la gran distancia entre las
prácticas rituales de la antigüedad y las que
realizan quienes no cuentan con los denominados privilegios que
otorga la diosa fortuna.

Las curaciones apoyadas en creencias
mágico-religiosas y en elaboraciones especulativas, dice
López Piñeros, "no solamente han pervivido hasta la
actualidad en las folkmedicinas, sino también en sistemas
médicos que asocian de forma variable la religión y el
ocultismo, es decir la pretensión de conocer y utilizar
supuestas `fuerzas ocultas´, sobre todo de carácter sobrenatural o misterioso" (2000,
p. 230). Tal persistencia que viene no solo desde la
antigüedad, sino de la primera generación de humanos
y que la tradición occidental referencia en las culturas
de mayor trascendencia y significado universal como la griega, la
helenística, la mesopotámica, la egipcia y la
romana, se ha articulado a la medicina
racional clásica. Aunque sufrió en la Edad Media de
la tercera generación la más cruenta
persecución y sacrificio tanto para cultores como para
favorecidos, ha sobrevivido a los siglos de represión
eclesiástica, civil y científica, generando en la
clandestinidad del medioevo, infinidades de prácticas que
encontrarían en la edad contemporánea el ambiente
propicio para incursionar con el apoyo de teorías
supuestamente científicas, a las cuales se adhirieron
prestantes personalidades de la época, entre los cuales es
oportuno mencionar médicos, juristas, clérigos,
escritores, entre otros.

La iglesia
católica y las demás iglesias no son ajenas a tan
controvertidas prácticas. Si bien es cierto la primera
persiguió y castigó ejemplarmente a los exponentes
de rituales desde otras creencias (las mágico- religiosas
desde otras formas de fe), también es cierto que desde la
interpretación de sus jerarcas, asumió las
"curaciones milagrosas" como un encuentro de quien la
recibía con Dios, con la mediación de algún
santo. De ello existen muchos testimonios no sólo de
aldeanos o de provincianos ignaros que atribulados por el
desquiciamiento mental o perturbaciones síquicas
desaforadas gritan despavoridos haber sido tocados por una mano
invisible o poseídos por una fuerza
tridimensional que les ha devuelto la salud, sino que
también dan fe quienes condenaron tales desafueros. Los
acontecimientos que se mencionan son de ocurrencia en las grandes
ciudades de Colombia y
América
Latina y el Caribe, en las cuales, en medio del anonimato y
clandestinidad de la sociedad, las
escenas de sanación cuyas imágenes
públicas recorren la faz del mundo a través de los
modernos medios de
comunicación, tienen pábulo en los ritos y
mitos. Los rituales han evolucionado y también se han
globalizado.

1.2.3. La evolución de los rituales en salud. La
aldea local a la cual hace referencia McLuhan muestra su
presencia al universo mediante
sus creencias en la salud; sus tradiciones, formas de vida y
cultura que la sacan en parte de la clandestinidad cotidiana
saturada de violencia,
incomprensión, intolerancia, irrespeto a los demás,
pero sobre toda una persistente exclusión de los saberes
del otro, por su falta de institucionalización o
carácter científico, relegados a la
categoría de supersticiones nocivas para el progreso de la
salud. Hacer referencia a toda esta suerte de "supersticiones"
generaría una mirada suspicaz como oficio recurrente de
desposeídos sociales o marginados de los avances de
la ciencia y
la cultura. Se diría lacónicamente que una persona con
necesidades básicas seudo-satisfechas o medianamente
cumplidas, y con una estructura
académica mediana mente equipada, no recurriría a
tales prácticas, mucho menos quien esté en mejores
condiciones desde ambas perspectivas. Sin embargo, las
denominadas casas o centros de curación y/o
sanación; los campos para misas colectivas (de
concentración) con rituales curativos y los sitios de
congregación se han fundamentado esencialmente en las
creencias y la fe, auspiciados por las diferentes religiones, cultos,
comunidades y agrupaciones existentes en el mundo, las cuales
tienen entre sus pacientes, clientes o
usuarios, a ciudadanos y ciudadanas de todos los estratos y
condiciones socioeconómicas, color, credo y
posición política.

Asistir a los rituales generadores de salud ya no es
exclusivo de los menos favorecidos, los ignorantes o
fanáticos como se ha pretendido hacer creer. Lugares como
el campamento del sacerdote católico Holman
Londoño, auspiciado por la Fundación Hogar de
Amor (ubicado
en el Area Metropolitana del Distrito de Barranquilla, en la
vía que conduce al municipio de Puerto Colombia, en el
departamento del Atlántico); el sitio cuya razón
social se anuncia como Oración Fuerte al Espíritu
Santo (en la Zona Central de Barranquilla) y en la gran
variedad de viviendas habilitadas como iglesias en las que se
profesan diferentes creencias, pueden entrar con lujo de detalles
a la historia de
los espacios de fe que existen en el mundo, a los cuales acuden
peregrinos de todas partes del planeta: Jerusalén, La
Meca, Stonegenhe*, San Benito Abad. También en
ellos se da la combinación de la esperanza por la
recuperación o la conservación de la salud y la
fortuna, como se puede evidenciar por los comerciales que en las
paredes y en los alrededores de estos recintos se coloca, sobre
todo en los que se encuentran en Colombia.

En la medida que la naturaleza fue
presa del dominio que la
ciencia
hacía de ella, en aras del beneficio de la humanidad, el
equilibrio entre entorno, creencias y saberes se deshizo: los
conjuros, los rezos y los hechizos, esa trilogía que se
relacionaba para producir efectos mágicos (para bien o
para mal), se diluyeron. El
conocimiento y los saberes científicos que
provenían de los conocimientos y los saberes de la
cotidianidad, no retornaron a su punto de origen, sino todo lo
contrario, negaron y excluyeron a los últimos por
considerarlos un obstáculo para la salud de los pueblos.
El Tje Eu (médico indígena, asimilado como
brujo bueno) de los paeces (comunidad
colombiana) dice María Teresa Herrán ( 1995, 51)
que tenía el poder de los
soplos, de los brebajes y el de reconocimiento de todas las
hierbas del monte y la forma cómo mezclarlas para curar
males como el de ojo, el dolor de espalda, las infecciones del
estómago, los dolores de muelas, las picaduras de culebra,
pero también las penas de amor, y el conocimiento
de los hombres por la sola mirada a los ojos, vio tambalear sus
dotes en forma paralela a la penetración de los colonos y
terratenientes que invadieron los territorios de su comunidad,
sus costumbres, su tradición y la concepción que
tenía de la medicina (hija del trueno a quien se
debía obediencia), la cual habían enseñado
entre sus hermanos.

Tales desencuentros fueron fatídicos: la ciencia
acabó con la magia. Hoy pervive pero con menos intensidad,
o ha sido desviada para aprovechamiento pues la
reinterpretación que se ha iniciado desde la medicina
convencional (sobre todo de quienes trabajan y/o prestan sus
servicios en
comunidades que conservan el legado de las costumbres
primigenias), moviliza una actitud de ruptura con la
concepción de encimarle la culpa al Estado o a los
organismos oficiales o privados de la situación
deteriorada de la salud en la población con menos oportunidades de acceso
al sistema.
Probablemente los resultados obtenidos al intentar excluir de
plano los saberes en salud creados en la cotidianeidad, no fueron
tan promisorios como se había fundamentado en los proyectos y
programas de
promoción y educación, pues las
comunidades de manera diplomática se resistían a la
aceptación e imposición de la
exclusión.

La transferencia de ritos y mitos en salud ha sido una
técnica permanente a lo largo de la historia de la
humanidad, desde la primera generación de hominidos que
habitaron en el Planeta Tierra hasta
la actual cohorte de humanos. Tales ritos, abundantes en fe desde
diferentes percepciones e interpretaciones, tienen presencia
tanto en la vida cotidiana como en la ciencia,
articulándose de manera cultural, sin fronteras en el
pensamiento.
El punto de encuentro es al mismo tiempo punto de partida y de
retorno; está en la concepción que ofrece la
medicina desde una construcción naturalista que asocia todos
los sistemas existentes: la sociedad, la naturaleza, el universo
(el cosmos) y la mente humana: la salud humana está
asociada a la conservación de las especies y el Planeta.
Esta es la tesis
fundamental desde una perspectiva cultural, la que siempre
acompañará a la humanidad.

LA
ESTÉTICA DE LA VIDA COTIDIANA Y LA SALUD
COMUNITARIA

2.1. LA VISIÓN COMUNITARIA SOBRE LA SALUD
FAMILIAR EN SECTORES DE RIESGO
SANITARIO

Una observación desprevenida –sin
orientación por propósitos- en sectores
considerados críticos en términos de salud,
saneamiento básico, infraestructura social y equipamiento
comunitario, en Barranquilla, podría concluir, al hacer un
cruce de informaciones entre varios observadores similarmente
desprevenidos, en que no existen muchas diferencias entre los
sitios observados. Más bien son tantas y persistentes las
similitudes que no dan lugar a comparaciones odiosas con las
cuales las tendencias al favoritismo se acentúan de tal
forma que es más lenta la respuesta a las soluciones
requeridas.

El abuso de las generalidades y las
características comunes en detrimento de las
individualidades, han incidido notablemente en la capacidad para
construir colectivamente desde las comunidades su propia
visión de la vida y sus componentes. No es la
pretensión plantear individualismo en términos de
la concepción existencialista planteada por Freire en su
filosofía educativa (1986), sino resaltar la
particularidad como una posibilidad concreta de
contribución para construir colectivamente una
visión más cercana a la cotidianidad comunitaria, a
partir del significado y sentido que le dan a su accionar los
actores de las relaciones vitales en cada uno de los barrios que
han sido seleccionados en el proyecto de
investigación.

La cotidianidad comunitaria a la que se hace referencia
no es exclusiva de los sectores acuciados por las desigualdades
económicas, sociales y/o culturales. Ella es inherente a
todos los sectores, independientemente de su
estratificación, por lo que al hacer mención de
ella, será en sentido antropológico, es decir, bajo
la condición vital de formar parte de todas las
manifestaciones del hombre que
pertenece o está en referencia a un grupo,
colectivo o comunidad.

2.1.1. Vida Cotidiana y Salud en la Zona Oriental de
Barranquilla.
El recorrido por la Zona Oriental del Distrito
de Barranquilla, desde la carrera 38 hasta la carrera 8 y desde
la calle 3 hasta la calle 28 (este es el perímetro
socio-geográfico de los sectores de Rebolo, Las Nieves, La
Chinita y La Luz) incluye los
barrios seleccionados y sus vecinos más cercanos, es de
mucha importancia por la observación de diferencias
significativas que establecen características particulares
entre uno y otro sector. Existen aspectos generales que
identifican y relacionan los sectores, entre ellos,
manifestaciones culturales ligadas a la tradición de las
familias en términos de relaciones de vecindad,
cooperación, venidas a menos por las amenazas latentes de
la inseguridad
social que pesa sobre estas comunidades, y que ha hecho carrera
en la medida que de su interior han surgido grupos de
pandillas juveniles que diariamente convierten en escenarios de
sus enfrentamientos, el lugar donde residen.

En medio de un ambiente tenso que capta el observador al
momento de introducir con su presencia, comportamientos de
extrañeza e interrogantes en los habitantes de estos
sectores, que en las calles ven el transitar de personas no
conocidas en su barrio, motivando a que algunos se acerquen a
indagar por la presencia de los forasteros, mientras que otros,
asomados en las puertas de las viviendas quisieran preguntar al
acompañante en el recorrido (un líder
comunitario del lugar), qué hace tanta gente en su
comunidad, qué anotan en las hojas sujetas a un
planillero. Por la mirada de los observadores dispuestos en
grupos de cuatro y cinco, van desfilando los acontecimientos de
esa mañana, en cuatro barrios de Barranquilla: La Luz, La
Chinita, Rebolo y Las Nieves.

Los cuatro barrios son vecinos entre sí con un
límite común que es la calle 17; un arroyo que les
pertenece en su recorrido y que tantas víctimas
jóvenes e infantes ha cobrado (el arroyo de Rebolo) y un
lugar que se asoma como un punto verde o blanco en el corazón de
la Zona Negra de Barranquilla: El Centro Social Don Bosco. Estos
son sitios que comparten sin pelear por la pertenencia en cuanto
a su ubicación, al igual que el Puesto de Salud La Chinita
o la Escuela del
Terminal en La Luz, antes de recrudecerse los enfrentamientos
entre las pandillas de estos dos sectores mencionados, que
deterioró las relaciones entre vecinos hasta el punto de
prohibirse la atención a los que no fueran habitantes de
La Chinita , en el Puesto de Salud que por afectos y territorio
le pertenece a este barrio.

La circulación de los habitantes de La Luz y La
Chinita está restringida a una "raya" convencional y
simbólica trazada entre los dos barrios, en el pasado,
inexistente, pues el transitar gestionario de los líderes
de uno y otro sector en busca de apoyo no lo permitía.
Ahora, es cuestionado y amenazado quien atienda o brinde primeros
auxilios a un habitante enfermo, herido o afectado por
cualquier dolencia, si siendo del barrio La Luz acude a La
Chinita, bien al Puesto de Salud o donde las personas que tienen
conocimiento sobre enfermedades, y utilizan
alternativas naturales o de otra índole, muy usuales en
estos sectores.

Las condiciones de vida, por la observación hecha
a las viviendas en algunos sectores considerados críticos
en tres de estos barrios (La Luz, La Chinita y Rebolo), permiten
una aproximación a considerar que las familias que las
habitan, difícilmente acuden a una consulta médica
en términos de prevención. Se valida tal
apreciación con la observación hecha a las personas
que fueron encontradas en el sector en la medida que se avanzaba
en el recorrido. En Las Nieves por el contrario, no fue posible
detectar esta situación, lo cual requiere
focalización al respecto.

Las primeras conversaciones en el barrio La Chinita,
sobre salud comunitaria, giraron alrededor de la confianza que
las personas del barrio depositan en ciertas personas a quienes
les atribuyen conocimientos sobre medicina. Estas personas son
una especie de paramédicos cuya experiencia y algunas
consultas sobre salud les hacen adquirir reconocimiento entre la
comunidad. Este reconocimiento le garantiza una clientela
permanente que prefiere ponerse en sus manos para ser tratado,
que ir donde un médico.

Ignorancia o excesiva fe fueron los dos aspectos que
rechazaron líderes de la comunidad cuando se puso sobre la
mesa de conversaciones la temática. Julio Banket es un
líder comunitario de La Chinita, estudiante de
Psicología, con una amplia experiencia en salud, derivada
de su oficio como camillero en el Hospital de Barranquilla y su
autoformación como partero y experto en la materia. Con
significativa convicción manifestó: "La gente de La
Chinita – dice el líder comunitario- viene aquí
para que yo los atienda porque sabe que no los voy a dejar que se
mueran. Aquí han venido mujeres de parto
difícil, primerizas y han salido lo más de bien"
(Diálogos comunitarios, 1998).

En el barrio si se quiere mejorar la atención a
la salud de las familias tienen que preguntar primero por
aquellas personas que desde hace rato vienen trabajando sobre el
particular, aquí y en el barrio vecino La Luz a pesar de
los enfrentamientos que en estos momentos los afectan. A la
Chinita – según dice una líder del grupo- llega
gente de otros barrios a tratarse problemas de
salud, de suerte y de "males echados o propiciados por otros
espíritus", muy recurrentes en esta sociedad cuya cultura
se mantiene pegada a muchas creencias, mitos y eventos
sobrenaturales. La asimilación por parte del grupo focal
alrededor de estas situaciones al margen de la ciencia, forma
parte de la cultura de estos pobladores venidos de casi todos los
pueblos de la costa y gran parte del interior del país. La
Chinita aun conserva una estructura urbana tipo laberinto, en la
que cualquier sorpresa relacionada con el tratamiento de la salud
se puede esperar.

Entrar en los detalles sobre cómo promociona la
salud y prevén las enfermedades los habitantes de esta
zona a partir de la construcción de su propia
visión, representa un próximo acercamiento a estos
barrios o la iniciación de un conversatorio con
líderes promotores y/o organizaciones de
esta naturaleza. Las pautas para esta acción
han sido propuestas y la aprobación para llevar a cabo el
evento en escenarios de los barrios de la zona fue dada por los
líderes que participan en el proyecto.

En la Zona Oriental los diálogos de saberes
vinculan todas las concepciones alrededor de la salud. La
característica esencial en las conversaciones la
constituye la inclusión de la interpretación
que cada actor ha construido desde su
cotidianidad.

2.1.2. Vida Cotidiana y Salud Comunitaria en la Zona
Sur de Barranquilla.
La zona sur es una amplia
franja geográfica que tradicionalmente se ha categorizado
como un gran sector: el Suroccidente. Sin embargo y para las
características de este estudio, entre las comunidades del
Suroccidente propiamente dicho (barrios La Esmeralda, La Paz,
Ciudad Modesto, Lipaya, Malvinas, 7 de
Agosto, Me Quejo, Sourdis, El Valle, Por Fin, La Manga, Los
Olivos, y otros sectores) y las del Sur (barrios Las
Américas, Santo Domingo de Guzmán. La Sierrita, 7
de Abril, El Bosque, Santa María, San Luís y otros
más), existen diferencias significativas en cuanto a
identidad de
sus habitantes, concepción del mundo de la vida,
relaciones de vecindario y la propia explicación que
tienen de sus condiciones de vida. A excepción de El
Bosque (en territorio del Suroccidente), los demás barrios
de la Zona Sur se encuentran en una franja de terreno cuyo
límite natural con los sectores del Suroccidente es la
llamada carretera de la cordialidad, en la nomenclatura del
Distrito de Barranquilla, calle 47.

Las actividades de observación se realizaron en
los barrios del Sur que previamente habían sido
seleccionados para el estudio: Las Américas, Santo Domingo
de Guzmán, La Sierrita, Santa María y El Bosque.
Con el acompañamiento de líderes en cada barrio
(mezclados entre nueva y vieja generación de actores
representativos de la comunidad), se fueron visitando sitios de
referencia crítica
en cada sector: El pana, loma amarilla, Golden May, el arroyo, la
calle de las vacas, el tuqui-tuqui y la cueva en Las
Américas; el cuarto bate, la planada y el cuartelillo, en
El Bosque; la redonda el colegio Antonia Santos y el control en el
barrio Santo Domingo de Guzmán.

Las características críticas de cada uno
de estos sitios dentro de cada barrio varía en la medida
que se comparan entre sí. Mientras que en El Bosque
(cuarto bate) se concentra una gran actividad comunitaria
alrededor del Puesto de Salud (sin funcionamiento permanente)
generada por la colaboración de grupos juveniles en el
desarrollo de
eventos, en Las Américas (loma amarilla y el pana) se
observa cierto aspecto de abandono. La gente en estos dos
sectores del barrio habitan en "viviendas ubicadas en las orillas
de los arroyos y corrientes de aguas negras que por allí
pasan. En el interior de las casas el piso es de arena arcillosa,
la estructura es de madera, lo que
la hace inundable cada vez que llueve. No existe alcantarillado,
ni letrinas, por lo que las necesidades fisiológicas son
hechas al aire libre"
(Relatoría de los grupos de observadores-estudiantes
investigadores de Psicología y Trabajo Social,
1998).

Estos dos sitios focalizados en el Barrio Las
Américas son los más críticos exponentes de
las condiciones de salud en una comunidad, tanto, que ni siquiera
tienen un centro de salud en varias cuadras; las familias cuecen
los alimentos en
fogones de kerosén y en algunas casas existen hornillas
que prenden con madera vieja. En Las Américas, la
preocupación que más acaparaba la atención
del sector la representaba la emergencia por el derrumbe de
varias casas y el estado de
alerta por el peligro latente en que se encontraban
otras.

En los sectores de estos barrios observados es
común encontrar aspectos vinculados a la diversión,
esparcimiento y la recreación, ligados a la música, los juegos de
azar, el ambiente de la cantina, la esquina y los sitios de
concentración, confundidos con la gestión
comunitaria, el trabajo
diario, la actividad política, la atención en salud
y la problemática permanente sin pocas alternativas
convincentes para su solución.

Una amalgama de situaciones difíciles, representa
lo que pudo captar la mirada de los observadores, que luego fue
validada con las conversaciones que simultáneamente se
fueron desarrollando con la comunidad, manifiesta con la
tímida y cohibida afirmación (tal vez
confesión) de algunas personas que utilizan medicamentos
naturales, plantas,
emplastos, etc. y, que también recomiendan al vecino para
que se trate los males del cuerpo y una persistente desconfianza
a las drogas
químicas. Es la esperanza de volver a los tiempos de la
medicina casera.

En Las Américas el grupo focal que inicialmente
se conformó representa una población mayor adulta,
con más de 30 años de residir en el sector. La
percepción de la salud y la forma como
ésta es llevada a su barrio es con una
característica antigestionaria, es decir, la
gestión que sobre ella se hace no parte de los procesos de
promoción liderada desde el barrio. Para ellos la salud es
una actividad que prácticamente se mendiga ante las
entidades que están en la obligación de brindar
salud sin costo para
quienes tienen dificultades de ingreso. Volver a la
atención casera se constituye en una estrategia que
contribuiría según su opinión, a aliviar
algunas dolencias que perturban la salud. La expresión:
"Este es un barrio en el que el 70% de la población adulta
y el 60% de los niños
está enferma," evidencia una situación
crítica que reafirma las estadísticas sobre este barrio con
relación a la población por fuera del sistema de
salud.

Sin embargo, al indagar por la preferencia entre un
sistema de salud basado en la medicina alopática y otro
apoyado en la medicina
natural homeopática, curas caseras, rezos,
baños, etc., considerados buenos, orienta la
atención de los participantes hacia las prácticas
que se pueden hacer para conservar la salud, sin acudir muchas
veces al médico. Al principio y con cierto ambiente de
inhibición, Elcida Tejada una líder comunitaria del
barrio Las Américas manifestó que ella conoce lo
que "hay que hacer para mantenerse alejada de las enfermedades
graves en medio de todo este ambiente de angustia, abandono y
desatención. Habría que tratarlo de inculcar en las
familias… eso es concentración y creer profundamente"
(De los diálogos con el grupo focal de Las
Américas). Las posibilidades alrededor del conocimiento
sobre otras personas que se dediquen a estas prácticas
extra-académicas en medicina, dejan abierta la posibilidad
de conformar otro grupo más cercano a una información que permita llegar hasta
ciertas personas que en el barrio consultan a "brujos" y
rezanderos con algunos conocimientos sobre el
particular.

El liderazgo
sobre gestión en salud, en esta comunidad se ha ido
debilitando, a pesar de los esfuerzos que algunas promotoras
vinculadas a Distrisalud, desarrollan en la comunidad. Las
promotoras defienden las campañas para ellas de vital
importancia en la comunidad, pero ésta poco las apoya,
porque consideran que hay otras prioridades o porque no creen en
su beneficio.

En el barrio El Bosque el grupo focal está
integrado por personas jóvenes, entre ellos, madres
comunitarias y líderes juveniles del sector. Sin
desmeritar, las bondades de tratamiento con plantas raíces
y otras bebidas caseras el grupo se siente asombrado cuando se
toca la temática en la conversación sobre la
existencia de personas que se dediquen en el barrio a
prácticas curativas por fuera del denominado saber
científico, con la intención de percibir beneficios
económicos. El tema sobre el tratamiento de la salud,
mediante el uso de bebidas preparadas con productos
naturales les produce un ligero malestar y asombro; tanto que la
conversación se desvía ligeramente hasta cuando se
vuelve a insistir sobre la temática y tímidamente
manifiestan conocer a personas que hacen uso de estas
prácticas y que en sus familias, una hermana, una
tía o su mamá se han curado mediante el uso de
bebidas preparadas con productos naturales.

La odisea que dicen haber pasado cuando alguien en el
barrio se enferma gravemente y obliga a ser sacado fuera de
él, sobre todo en tiempos invernales porque las
vías de acceso a este popular sector son unos verdaderos
lagos de fangos, verifican y validan la observación hecha
anteriormente en el barrio.

La gestión que se hace en materia de salud
según los integrantes del grupo no encuentra eco ni apoyo
en las autoridades que les compete el caso. A ello se le agrega,
de acuerdo a la información, la poca capacidad de
liderazgo comunitario y el desgaste que algunos de ellos tienen
en este momento. Pese a ello, muy someramente se tocó un
aspecto que captó la atención: en el barrio se ha
estado tratando de integrar salud comunitaria y médicos
volviendo al perfil de las relaciones en la
familia.

El barrio Santa María pretende ingresar a los
procesos de participación comunitaria como un ejemplo de
solidaridad y
cooperación entre vecinos. Hace aproximadamente cuatro
años presentaron un proyecto de alcantarillado para el
barrio. El Distrito de Barranquilla le respondió que el
proceso se
iniciaría por el barrio La Esmeralda y que ellos
tendrían que esperar hasta el año 2004. Pese a la
situación han optado por la estrategia de contribuir en la
solución de los problemas de los vecinos, con este
principio fundamental surgido de sus acercamientos con ellos: "Si
mi vecino está sano, yo ayudaré a que permanezca
así, ello me evitará la enfermedad a mi" (De los
diálogos comunitarios: José Yánez,
1998).

En materia de salud comunitaria los líderes del
barrio han querido practicar algo similar pero han encontrado un
poco de resistencia a
esta gestión, la respuesta de la comunidad no ha sido la
esperada y las personas que tiene dificultades para ser atendidas
cuando se encuentran gravemente enfermas recurren a la colecta en
la comunidad o son remitidos a los hospitales y centros de salud
local como indigentes.

El grupo focal de este barrio en el cual la edad de los
asistentes está en un promedio de 50 años,
manifiesta su disponibilidad para diseñar un proyecto
relacionado con la atención a la salud familiar y
comunitaria en el cual se incluyan los aspectos que tienen que
ver con el conocimiento que sobre tratamientos de la salud,
tienen las personas que viven en este sector. La
pretensión de ellos no es desconocer o negar los
beneficios de la medicina alopática, sino que
también se reconozcan las bondades de las plantas,
raíces y hierbas, que se usan en el tratamiento de
enfermedades, al igual que los saberes de muchas personas que
desde hace mucho tiempo se dedican a las actividades de salud en
el barrio. Destacaron plantas como el orégano para el
dolor de oído,
toronjil para los nervios, el eucalipto para la gripe, la
raíz de curarina (nombre popular) para las amebas, el
dolor de estómago y la picadura de animales
ponzoñosos.

La situación con relación a la salud es
crítica, no solo para los habitantes de los barrios que se
han seleccionado en este estudio o para quienes en condiciones
desfavorables, impotentes ven el deterioro paulatino de la salud
en su familia, sino
también para quienes aún con mejores posibilidades,
sienten que no son satisfechas sus demandas por la salud. En este
sentido y para un enfoque de carácter Biologista
Individual, resultan casi proféticos los argumentos de
Pedro H. Morales consignados en El Heraldo, cuando ubica al
hombre, sus decisiones y pensamiento como el único
responsable de la crisis.
Enfrentarla, concluye el prestigioso hombre de estudios, es
problema de todos, pues ninguna empresa,
acción o proyecto puede prosperar sanamente en medio de
una sociedad enferma (1999).

En la Zona Sur, médicos, enfermeras, parteras,
rezanderos y curiosos al lado de académicos intercambian
saberes desde dos mundos aparentemente diferentes.

2.1.3. Vida Cotidiana y Salud Comunitaria en la
Zona Suroccidental de Barranquilla.
El
suroccidente del Distrito de Barranquilla parece una ciudad que
no ha ingresado a la dinámica del progreso, pese al considerable
número de años de existencia que tienen muchos de
sus barrios. Apenas el servicio de
energía se estaba convirtiendo en una posibilidad de
acceso a todas las viviendas y el alcantarillado para el
año 2001 iniciaba en firme la realidad de su
construcción. Al menos para los habitantes de esta inmensa
zona, el suministro de agua potable
pasó de ser la pesadilla especulativa con que los
empresarios del líquido azotaron a los habitantes, por
cuatro décadas de generación, a un feliz encuentro
con el disfrute del servicio en condiciones un poco más
favorables. La persecución diaria a los carros-tanques que
vendían agua en la
nefasta época de la especulación de los
empresarios, era un ritual de la cotidianidad. Madres angustiadas
se peleaban entre sí para adquirir un galón de
agua, en medio de un espectáculo que se convirtió
en costumbre de presencia obligada.

El Suroccidente también es magia y la
visión que los habitantes de esta Zona tienen de la salud
está articulada a la presencia de múltiples
interpretaciones, tradiciones y costumbres tan diversos como es
el origen de los pobladores (La Guajira, Córdoba, Sucre,
Magdalena, Bolívar,
Santander, Cesar, entre otros departamentos de Colombia), quienes
han trasladado y reproducido sus saberes en cada uno de los
barrios donde habitan. Las creencias sobre salud en las familias
del Suroccidente de alguna manera generaron conflictos y
enfrentamientos entre saberes, que guardadas las proporciones en
términos culturales, se pueden equiparar a los presentados
entre las culturas de los aborígenes prehispánicos
del territorio de América, al momento de la llegada de los
invasores europeos. El trabajador de la salud en estas
comunidades con una influencia rural, se vio abocado al dilema de
romper con la terquedad y resistencia de la familia, imponiendo
su formación académica y su cultura de la medicina
alopática o incorporar las tradiciones y los saberes de
los pobladores a su gestión y conocimientos. Optó
por lo primero y su trabajo
aún no encuentra de manera coherente la aceptación
de la comunidad, pese a que la reinterpretación de
conceptos y acercamientos ha motivado el aparecimiento de una
generación de profesionales que trabajan en y con la
comunidad.

Varios recorridos por la Zona Sur occidental
(observación con aplicación de un barriograma), en
cada uno de los sectores seleccionados (La Esmeralda, El Por Fin,
7 de Agosto, Ciudad Modesto, Sourdis, Las Malvinas, El Valle, La
Paz, Los Olivos, La Manga y Nueva Colombia), combinado con las
reuniones con grupos organizados de estas comunidades entre los
cuales se cuentan Salud es Nueva, Rosur 7 y la Cooperativa
Los Olivos, quienes se brindaron para mostrar a los
investigadores los sitios críticos y deprimidos por las
condiciones sanitarias, evidenciaron la presencia de
transformaciones en la infraestructura física de algunos
sectores que en el pasado eran deprimentes, pero también
el surgimiento de otros, producto de
recientes asentamientos humanos cuyo origen los promotores de
salud comunitaria le asignan a la violencia que azota al
país. En el sector denominado en otro tiempo La Enea
(barrio La Esmeralda) se instaló un grupo de 15 familias
con sus construcciones de materiales
inadecuados (desechos); a lado y lado de un arroyo que en
época de lluvias se desborda y que en el pasado
hacía inhabitable el sector, se distribuyen las viviendas,
separadas por cercas de palo que demarcan la propiedad. El
grupo se mostró receloso ante la presencia de los
observadores a quienes habían advertido antes los
acompañantes sobre la peligrosidad que latía en el
sitio, ya que los moradores se habían convencido de que en
cualquier momento serían desalojados de
allí.

Niños famélicos, descalzos y sin camisa se
asomaron a las vetustas puertas de las viviendas con similares
características; entre curiosos y tímidos
hacían llamados a sus padres a que vinieran a ver "a unos
señores tomando fotos, caminando
y viendo todo lo que hay"*. La situación de
este sector en La Esmeralda es diferente a la que afronta los
pobladores del sitio conocido como "la esperanza" en 7 de Agosto.
Mientras que los habitantes de la antigua Enea se mostraron
desconfiados hacia cualquier intención de acercamiento y
la
organización es aparentemente rígida para los
extraños, en el otro sector, con los habitantes se han
logrado acciones
sanitarias en favor de niños y mujeres. Los integrantes de
Rosur 7 (la organización comunitaria promotora de salud
que agrupa a los barrios 7 de Agosto, Sourdis y Los Rosales),
manifestaron en una de las tantas charlas compartiendo saberes en
salud que:

Al principio las relaciones con ellos fueron de rechazos
hacia nosotros; poco a poco y como se dieron cuenta que la
intención no era obligarlos a que aceptaran, sino de
ayudarlos a mejorar, fueron abriéndonos el espacio.
Además, nosotros siempre les hicimos ver que ellos eran de
los nuestros y como hablábamos en el mismo lenguaje,
usábamos los mismos términos del pueblo y de alguna
manera las condiciones de pobreza nos
identificaba, creyeron en lo que les ofrecíamos. Eso
sí, les garantizamos que los profesionales de la salud a
los cuales conectaríamos, los tratarían de igual
manera, con respeto y
valorando su condición de persona por encima de las
circunstancias*.

El concepto que
sobre salud manifiestan tener los miembros del grupo promotor
Salud es Nueva (barrio La Esmeralda) es muy amplio y es el que
están enseñando, difundiendo en la comunidad. Para
ellos Salud "no es estar sano solamente, ni estar libre de un
dolor de cabeza o fiebre, sino
también poseer alimentos, educación, calles
transitables, en buenas condiciones, agua potable, un rancho
(vivienda) digno donde guarecerse. La familia que no se pueda
garantizar estas cosas que son mínimas de las condiciones
de vida, con seguridad ni
puede tener salud, como tampoco puede pensar en que va a ayudar a
que otras la posean"**. Y para esta
organización resulta fácil concebir el concepto,
solo que la mezquindad, como ellos mismos lo califican,
desvía la interpretación hacia otros aspectos. Pero
también hay algo más. Esta relacionado con la
concepción que se ofrece alrededor de conservar la salud
realizando múltiples acciones que desgastan el tiempo.
Hervir el agua como
se aconseja a diario, no es de estricto cumplimiento por que no
se quiera aceptar o por llevar la contraria a quienes lo exigen,
sino porque es un problema cultural.

Al respecto Rosa Valderrama puntualiza: "Yo no cocino el
agua porque a mis hijos no les gusta así; un día la
cociné y se enfermaron todos en la casa",***
reafirmando de manera perentoria que estas acciones muchas veces
son inútiles, pues cada persona genera por sí misma
sus propios mecanismos de defensa contra las enfermedades, pero
también condiciona al organismo y a la mente a estar
desprovistos de los mismos, cuando no tiene una verdadera salud
que es una paz interior.

La gente de Salud es Nueva conoce muy bien las
reacciones de los habitantes del barrio y de la Zona; han estado
acompañando varios procesos de capacitación e investigación; han participado en proyectos
de desarrollo en el área de la salud, por lo tanto saben
de las dificultades con las cuales se encuentra la educación para la
prevención en salud: una comunidad que se opone a las
estrategias
institucionales de la gestión en salud. En los
diálogos sostenidos con los miembros del grupo, la
presencia en el barrio durante tres días a la semana por
parte de los promotores institucionales, motivó el
trabajo, pero los paros que han venido afrontando en estos
días, alejaron a los funcionarios y desactivó la
participación.

En el barrio El Por Fin la organización en pro de
la salud comunitaria se podría definir y concebir como un
sistema de apoyo comunitario que integra las dos concepciones de
la salud (natural y convencional). Los miembros de la Cooperativa
Los Olivos aceptan que esa es la característica esencial
del grupo que promueve y enseña salud. Mujeres en su gran
mayoría que así como han incluido en su forma de
interpretar la salud los elementos fundamentales que provienen de
la institucionalidad, también tienen presentes los que les
fueron enseñados por sus ancestros y que en las
conversaciones fluyen en los siguientes
términos:

A nosotras nos pasó un caso con una vecina.
Resulta que la pelada

– como dicen hoy-, en horas de la tarde me dijo que
tenía un frío. Bueno, como joven al fin, se
arregló y se fue con una hija mía para el frente de
la casa, donde David, el dueño de la tienda. Ella
continuó con el frío y no sabía por
qué, ni siquiera tuvo la oportunidad de decirle a alguno
de la situación para que le pusieran el termómetro… En realidad lo que
tenía era fiebre con frío.

Se acostó con la fiebre y para el frío se
puso un gorro, un suéter, un saco encima y se
arropó de pies a cabeza con una sábana. Por
ahí a media noche empezó a llamar a mi esposo,
quien tenía tres años de muerto… llamaba a
yodo el mundo. Unos evangélicos que vivían cerca de
su casa oyeron los gritos y dijeron que eran espíritus
malos que se le habían metido en el cuerpo. La muchacha
gritaba incoherencias, desvariaba… yo la toqué y
dije: esta pelada está hirviendo de fiebre; hice que le
quitaran todo lo que tenía encima, mientras los
evangélicos "reprendían los malos
espíritus". Pedí agua fría y le echamos por
todo el cuerpo hasta que se le fue bajando la fiebre y
dejó de llamar al muerto y decir barbaridades.
Sugerí que la llevaran al médico y siguieran el
tratamiento que le formulara*.

La articulación entre ciencia y creencia desde la
concepción de los gestores y/o promotores en salud
comunitaria no es una acción reciente, como tampoco es una
aspiración espontánea. Está presente desde
los primeros enfrentamientos por la exclusión de los
saberes de la cotidianidad en salud, sólo que con el
advenimiento de la institucionalización y profesionalización en el área, el
servicio de los trabajadores en las comunidades se
convirtió en una imposición, que fue asimilada como
el irrespeto de quienes sin conocer la tradición, las
costumbres y la historia de los pueblos, quisieron borrar sin
preguntar, sin aprender y sin consideración lo que
encontraron, pues consideraron sería un obstáculo
para el logro de los objetivos que
venían trazados desde las esferas del conocimiento y la
normatividad que de alguna manera otorgaba los
privilegios.

Los promotores de salud comunitaria han evaluado las dos
concepciones y aunque tienen una interpretación sobre lo
que es el cuerpo y el espíritu, consideran que ambos
necesitan de salud. Conservar la mente, el espíritu y el
alma sanos, es
una ayuda para el cuerpo, sino, dicen como si estuvieran de
acuerdo, en el mundo hay gente mentalmente enferma y a cada rato
están donde el médico con la convicción de
que su enfermedad es física. Lo importante para ellos es
saber identificar que tipo de mal es el que aqueja al individuo y
recurrir de manera combinada a quienes pueden dar esperanza de
curación. Por ello la señora Josefa Bautista y
Margarita Rada se solidarizan cuando reclaman con dignidad:
"Nosotras fuimos las generadoras de salud en este barrio porque
cuando yo llegué hace 28 años no había un
centro de salud, ni para este ni para ningún otro lado y
cuando se planeó la construcción del puesto de
salud insistimos en que se haría en el sitio donde
estuviese concentrada la población más pobre de
este sector"**.

La defensa que los promotores de salud comunitaria hacen
de sus espacios vitales, se podría considerar una
estrategia de enseñanza (como ellos la definen),
válida o extensiva también a las lecciones que
recibieron de sus antepasados, ya que consideran que con ellas
han logrado salir de muchas adversidades que la vida les ha
puesto como prueba. El siguiente argumento es una de las tantas
muestras de su convencimiento.

Las creencias que nos inculcaron los abuelos, tan sabias
como los consejos que un buen médico le da a sus pacientes
no se pueden olvidar de la noche a la mañana; ellas
siempre estarán ahí en lo mas profundo de nuestra
persona.

En las recetas que aprendimos a elaborar en la casa con
las indicaciones de los viejos está también el
secreto natural para evitar el consumo de
drogas
inútiles y costosas. Una buena comunión con Dios
también ayuda a las enfermedades del alma, algo de lo que
está mucha gente enferma: intolerancia, desesperanza,
miedo, angustia, odio y venganza. Eso hay que combatirlo con
enseñanza permanente desde la misma educación en
salud*.

El proceso de llegar a compartir la
interpretación y la comprensión de la
situación de salud de la población del
Suroccidente, se inicia con las conversaciones con sus habitantes
y la observación de sus sectores. Los diálogos con
familias, parteras y promotoras de salud comunitaria significaron
aprendizajes y enseñanzas vitales en esta Zona de l
Distrito de Barranquilla en la que se articulan tradición
y modernidad.

2.1.4. Vida Cotidiana y Salud Comunitaria en la Zona
Nororiental de Barranquilla.
El Nororiente de Barranquilla,
desde el barrio Villanueva y Barlovento hasta Las Flores (en las
proximidades de la desembocadura del Río Magdalena) en
otros tiempos fue de una dinámica comercial que
permitió el desarrollo de la ciudad. El primero de los
mencionados es de mas reciente existencia, mientras que Las
Flores y Siape (dos integrantes de la muestra intencional de
sectores) tienen una tradición ligada al desarrollo de la
ciudad. La Zona Nororiental es parte de la historia del progreso,
las migraciones permanentes y de retorno; del comercio y la
industria en
Barranquilla.

Tanto Siape como Las Flores en sus inicios fueron
considerados caseríos, veredas y corregimientos
respectivamente, de acuerdo con el ordenamiento territorial de
las épocas. Comunidades receptoras de pescadores y
agricultores procedentes de diferentes lugares; gente laboriosa y
humilde se vería perturbada por la afluencia de nuevos
grupos afectados por la violencia política que
sacudía al país en la década de los
años 40. La cotidianidad de estos asentamientos se
resentiría: la ocupación de facto de sitios
pertenecientes a los cuerpos de agua o los lugares de labor
agrícola.

Pasarían muchos años para que en el barrio
Siape los habitantes respiraran un ambiente social más
saludable. Los líderes de organizaciones comunitarias como
la Asociación de Hogares Comunitarios y la Junta de
Acción Comunal, convocados alrededor del estudio de la
referencia como grupo focal, se mostraron de acuerdo con lo
planteado por Elcida Tejada (del Grupo Focal de Las
Américas, en la Zona Sur), cuando se refería al
nivel de salud de su comunidad, a propósito de un
comentario hecho por uno de los investigadores en el marco de un
encuentro en la Zona Nororiental. Heverts Macías
líder comunitario, asesor de la Junta de Acción
Comunal del barrio Siape planteaba dos aspectos de gran
importancia sobre la concepción que se tiene de la
salud:

La ignorancia de la gente sobre cómo procurarse
salud para sí misma y para la familia y la
colaboración de la familia para construir ambientes
saludables en la comunidad.

El primero de los aspectos no directamente se refiere a
la formación académica o al nivel de escolaridad
que tenga la persona o en su conjunto la familia sobre salud,
sino a los saberes que esa persona o grupo familiar haya recibido
de sus padres, abuelos y que en un momento determinado los ponga
en práctica para bien de su salud. Asociado a la
ignorancia se encuentra – según él- un factor
que es repulsivo y muchas veces se esconde porque la gente no lo
quiere aceptar: el reconocimiento de la ignorancia. Este factor
se expresa cuando se le pregunta a alguien (en la comunidad se
tiene experiencia sobre el particular) si está utilizando
remedios caseros para una determinada enfermedad. El interpelado
para no figurar como ignorante dice que él sigue lo que
aconseja el médico, pero al mismo tiempo se le oye decir
en otra parte que los médicos no saben nada, sino mandar
exámenes y más exámenes para una gripa que
se puede curar tomando limón, comiendo naranja o tomando
ron.

El segundo de los aspectos se asocia y confunde con la
misma situación de la comunidad, lo que ella espera del
Estado y de los líderes de las organizaciones. Procurar
ambientes saludables en una comunidad como la nuestra y como
todas las que están en la rivera del Río Magdalena
y en medio, o al lado de fábricas que todos los
días emiten ruido,
gases,
contaminación, malos olores, polvo y quien
sabe que más, no es tarea fácil; sin embargo se
tiene debe enseñar que nosotros somos los principales
agentes de generación de ambientes
saludables*.

La visión compartida de los habitantes de esta
Zona, construida por los grupos focales de los barrios Siape, San
Salvador y Las Flores es la percepción de una lucha por
devolver a la naturaleza lo arrebatado mediante la acción
depredadora de quienes llegaron acosados por apropiarse de
espacios que en otros lugares les fueron usurpados o abandonaron
presionados por diferentes factores asociados a la ola de
violencia. Si bien es cierto reconocen que ellos, los primeros
pobladores, provistos de una concepción rural del
desarrollo, solos no habrían logrado que su comunidad
estuviera en el nivel actual (el caso de Siape es muy elocuente:
se ha convertido en un lugar con niveles de seguridad para
todos), después de tres generaciones de pobladores, con
cierta resistencia a participar en el cambio,
también es cierto que de alguna manera el apoyo los
condicionó a la dependencia, situación que se
justifica por la enseñanza recibida.

La gestión comunitaria en Siape, San Salvador y
Las Flores, con algunas diferencias significativa y relaciones
que las acercan, llevan el sello de un buen trabajo institucional
(proveniente de organizaciones oficiales, privadas y entidades no
gubernamentales) que los miembros de los grupos focales de estos
sectores reconocen como lo expresara Freddy Acosta Angulo, de la
Fundación Frente Común (barrio Las Flores):
"educación que ha pulido la interpretación de la
vida, asociándola al discurso que
ha permitido participar con voz y voto en algunos escenarios,
donde nos ha tocado aportar información para la toma de
decisiones"**.

Esta apreciación es diferente en cierta medida a
las manifestadas por los grupos de la Zona Nororiental,
aparentemente mas complicados que los anteriores para tratar de
estos asuntos que suelen producir una sensación de
debilidad y poco crecimiento en términos de
educación, colectiva o individual y que probablemente se
podría identificar como falta de apropiación o
defensa de la identidad comunitaria.

La diferencia en la concepción tiene una
explicación: la forma como se han ido articulando las
comunidades de esta Zona a la vida citadina del Distrito, una vez
que fueron compenetrándose con la inicial
característica de sitio rural, ligado a una cultura de
río (Siape, San Salvador y Las Flores se identifican en
sus ancestros), en cuanto a sus manifestaciones y tradicional
forma de fomentar y ejecutar actividades.

La construcción de imaginarios y acciones propias
de la vida citadina; el apoyo en el trabajo tesonero de una
generación de líderes aún existente, se han
podido cimentar gracias a los compromisos entre las familias de
los tres barrios para darle al sector la categoría de
"gentes de bien". En ello ha contribuido fundamentalmente el
trabajo de equilibrio de los residentes en estos sectores, sobre
todo en Siape, recopilado en la historia del barrio que hace el
sociólogo Heverts Macías, documento testimonio de
toda una tradición que articulada a la vida moderna,
pervive en sus manifestaciones, y que de manera inequívoca
muestra la producción de conocimientos que se generan
en la cotidianidad, con lo cual se reafirma lo expuesto por
Heller: "La vida cotidiana
no está fuera de la historia, sino en el centro del
acaecer histórico: es la verdadera esencia de la sustancia
social" ( 1997, 25).

Así, tal vez caracterizada por las visiones
someras provenientes de otros ámbitos culturales, la
cotidianidad se ha visto relegada a una simpleza de
acontecimientos que se generan mediante acciones desprovistas de
pensamiento y razonamiento, es decir, reacciones ante
circunstancias del diario vivir, de las cuales no se realizan
sistematizaciones ni se utiliza la razón para suministrar
o construir explicaciones que le den sentido a las acciones. Sin
embargo, los actores de la cotidianidad también son
médicos, abogados, biólogos, economistas y otra
incontable modalidad de profesionales y trabajadores que realizan
acciones y cumplen funciones de
manera simultánea: como hombres de la cotidianidad y como
sujetos que piensan la vida, la propia y la de los
demás.

El espacio de lúdica y recreación de los
niños cuyas familias en el Nororiente de Barranquilla,
viven en sitios de deterioro ambiental, está circunscrito
a estas áreas, muchas de ellas botaderos de
basura

  1. SABERES Y
    FACTORES SOCIOCULTURALES EN SALUD. INCIDENCIA EN LOS NIVELES E
    INDICADORES
    DE LA SALUD FAMILIAR Y COMUNITARIA EN ESTRATOS BAJO Y
    MEDIO

La salud es un producto social
generado desde las relaciones de los individuos en su interacción en las diferentes esferas
heterogéneas de la vida cotidiana.

3.1. CONSTRUCCIÓN COMPARTIDA Y SOCIALIZADA DE
FACTORES SOCIOCULTURALES

Saberes es el concepto con el cual hoy en día y
para los albores de esta sociedad denominada del conocimiento, se
podría dar una mirada compartida desde diferentes
opciones, a los escenarios en los cuales se incuban fuentes
inagotables de alternativas generadoras de educación para
afrontar las exigencias de la cotidianidad, entendida ésta
como un receptáculo de estrategias viables hacia la
democratización de la enseñanza, sobre todo en
salud, ya que de esta área como en ninguna otra, han sido
excluidos los saberes.

Primero había sido en el barrio La Luz, en el
extremo oriental del Distrito de Barranquilla; se había
conversado con el grupo focal sobre salud, las dificultades en
lograr posibilidades de acceder a ella, sobre todo, las familias
que habitan en sectores con ambientes sanitarios deteriorados o
con niveles de satisfacciones básicas aplazadas.
También hubo abundancia de comentarios en los cuales el
común denominador fue la ceguera intencional del Estado y
sus políticas
hacia la población vulnerable, en todos los aspectos, con
énfasis en salud; igualmente se tocaron aspectos ligados a
lo que hacen aquellas familias cuando no pueden o no tienen con
que pagar la atención de sus enfermos. Al respecto el
grupo hizo alusión a toda una suerte de estrategias que
más que opciones de gestión, responden a factores
sociales y culturales con los cuales han podido articularse a las
posibilidades de acceder o generar salud tanto en la familia como
en la comunidad. Tales factores de incidencia en los niveles e
indicadores de salud, contextualizados desde la
interpretación y validación de quienes los han
internalizado en su vida cotidiana, están presentes en
términos individuales y colectivos, como manifestaciones
culturales de las que la práctica y la teoría
médica aún no se ocupan.

Ahora el turno de las conversaciones le había
llegado al grupo focal de la comunidad en el barrio La Chinita.
Apenas quedaba un poco de tiempo del programado para ocuparse del
tema que poco antes había sido insinuado en el grupo focal
de La Luz, barrio vecino del anterior citado. Algo similar
ocurrió en La Chinita: el tiempo fue la gran excusa. Pero
también lo fue la introducción de una premisa que dejó
al grupo un poco tenso: las prácticas médicas extra
académicas, aparentemente por fuera de la ciencia, a las
cuales recurre la población, ligada a ritos desde
diferentes concepciones de la vida. No era cuestión
deprisa, pues los integrantes del grupo institucional de
investigadores (docentes y
estudiantes), habían detectado un poco de "resistencia" a
la temática, lo cual planteaba el abordar la
situación desde otras opciones: La articulación de
saberes en niveles de racionalidad compartida.

En las comunidades Las Américas, Santo Domingo de
Guzmán, La Sierrita, Santa María y El Bosque (en el
sur del Distrito de Barranquilla), con características
culturales particulares que las hacen un sistema sociocultural
portador y generador de sus propios mitos, ritos, creencias,
incertidumbres y certezas con las cuales enfrentan las argucias
de su contexto empecinado en serles adverso, guardan cierta
relación con respecto a los factores socioculturales que
de alguna manera inciden en los niveles de salud de sus
habitantes, desde la mirada de los sectores del oriente de la
ciudad. En estas relaciones de diferencia y similitud entre
comunidades que intercambian saberes en los encuentros en los
cuales por necesidad o conveniencia comparten, se ha podido
detectar el intento por conservar distancias o preservar la
intimidad de lo diferente. Al respecto Edgar Morin ha dicho que
tal distinción se preserva en la medida que la actividad
racional de la mente "apela al control del entorno (resistencia
física del medio al deseo y al imaginario, al control de
la práctica (actividad verificadora), al control de la
cultura (referencia al saber común), al control del
prójimo (¿es que usted ve lo mismo que yo?), al
control cerebral (memoria, operaciones
lógicas)" (1999, p. 17), lo que en términos de
cultura y factores socioculturales ligados a la salud, permiten
que cada comunidad, independientemente del estrato
socioeconómico al cual pertenezca, conserve su
idiosincrasia; también el real deseo de negarse,
esconderse, reconocerse o no reconocerse, inhibirse o desmentir
lo que ha construido si ello le ocasiona que otros se burlen de
lo que tienen, es decir una forma de proteger las debilidades y
los errores.

Insistir en lo que ha se había esbozado en la
Zona Oriental del Distrito de Barranquilla, requería una
estrategia diferente, por cuanto las manifestaciones en los
grupos focales de la Zona Sur, frente al tema de los factores
socioculturales, estaban ligadas a la inhibición como
mecanismo para preservar la intimidad cultural. Situación
parecida, guardada las respectivas diferencias se
encontrarían en la Zona Sur occidental, en las comunidades
de La Esmeralda, Los Olivos, El Por Fin, La Paz, 7 de Agosto y
Surdís. Diferente en cierta medida a las manifestaciones
de las comunidades en la Zona Nororiental, aparentemente menos
complicada que las anteriores para tratar de estos asuntos que
suelen producir escozor en lo concebido como la educación
que en términos colectivos o individuales se ha podido
apropiar.

La diferencia radicaría en la forma como se han
ido articulando las comunidades de la Zona Nororiental a la vida
citadina del Distrito, una vez que fueron delisgándose de
la inicial característica de sitio rural, ligado a una
cultura de río (Siape, San Salvador y Las Flores se
identifican en sus ancestros), en cuanto a sus manifestaciones y
tradicional forma de fomentar y ejecutar actividades; la
construcción de imaginarios y acciones propias de la vida
citadina, apoyados en el trabajo tesonero de una
generación de líderes aún existente, que les
ha permitido cimentar las bases de compromisos entre las familias
del barrio para darle al sector la categoría de "gentes de
bien". En ello ha contribuido fundamentalmente el trabajo de
equilibrio de los residentes en estos sectores, sobre todo en
Siape, recopilado en la historia del barrio que hace el
sociólogo Hevers Macías, documento testimonio de
toda una tradición que articulada a la vida moderna,
pervive en sus manifestaciones.

Hacer referencia a Factores Socioculturales como
componentes que de alguna u otra forma manifiesta su incidencia
en los niveles e indicadores de salud de la población en
el Distrito de Barranquilla, no es exclusivo de determinados
sectores o estratos. Ellos son inherentes a la comunidad en
general, sólo que de acuerdo a la percepción de
cada grupo, la cultura que han construido, la
interpretación de su vida cotidiana, se manifiestan e
inciden en forma particular y diferente. Tales factores se han
concebido como sistemas cualitativos, que en ocasiones pasan
desapercibidos hasta por quienes sienten su presencia,
materializada, algunas veces en inconvenientes que desde una
débil interpretación, generan rechazo. No se
encontrará en esta sociedad la posibilidad de excluir de
la cotidianidad los factores socioculturales, aunque éstos
sean categorizados como obstáculos para el desarrollo de
las comunidades. Al igual que sociedades
culturalmente rezagadas en las cuales persisten con fuerza las
tradiciones, los ritos y los mitos como fuentes de vida,
identificación y presencia, en sociedades de cultura
avanzada, también la presencia de estos aspectos son de
permanente cotidianidad, sólo que en éstas se
perfilan hacia posibilidades generadoras de conocimiento y
educación, es decir, son aprovechados para generar
desarrollo, mientras que en las comunidades de la mayoría
de los países de América Latina y el Caribe, son
motivo de exclusión, por anticientíficas,
populares, etcétera.

La conceptualización sobre tales factores implica
el riesgo de la involuntaria exclusión, por lo que un
intento de atenuar esta posibilidad, sin la pretensión de
eliminarla consiste en el ejercicio de socializar desde los
diferentes saberes que se han vinculado a la
investigación, cada una de las manifestaciones que en una
u otra forma están ligadas a los niveles de la salud de la
población y la familia. Desde cada uno de los sectores
vinculados, el ejercicio de socialización preliminar proporcionó
la diversidad de factores que luego analizados conjuntamente,
compartida y evaluada la interpretación que de ellos se
hizo, se concluyó en que si bien han estado presentes no
sólo como elementos constitutivos del lenguaje, con los
cuales se construyen discursos de
rigurosa semántica, sino, articulados a la
gestión cotidiana, como pilares de la construcción
vivencial, se les utilizaba como complementos que por razones de
interpretación de acuerdo a la particularidad cultural de
la población por sectores, estratos y Zonas existentes en
el Distrito de Barranquilla, no se les había sistematizado
como factores de incidencia en las condiciones de
salud.

El mérito de tal hallazgo no está en el
descubrimiento de los conceptos llevados a la categoría de
factores socioculturales, sino en la ubicación y
trascendencia que se le ha dado a la interpretación que de
cada uno de ellos ha hecho la población del estudio
referenciado, de acuerdo a su cultura y percepción de la
vida, y la identificación de su presencia en la
cotidianidad, hasta el punto de asimilarlos como fundamentos de
educación, ahora elevados a la categoría de
saberes-factores.

En cada uno de estos actores se existe una
sabiduría con la cual han tenido que sortear las
situaciones de salud de las comunidades en las cuales conviven y
se relacionan de manera cotidiana.

3.2. SABERES Y FACTORES
SOCIOCULTURALES

¿El conocimiento comunitario sobre el cuidado de
la salud, es una alternativa de utilidad?. Desde
la antigüedad los saberes de la población han
constituido argumentaciones válidas y factibles de ser
utilizadas como orientaciones para la vida en comunidad. Los
diálogos de Sócrates,
transferidos a través de Platón
son un ejemplo claro de la búsqueda incesante de este gran
filósofo, artífice de sencillez y sabiduría,
de fuentes de
información en el pueblo, en todos los menesteres de
la sociedad con el propósito de discernir sobre
conocimientos y saberes fundamentales para un Estado saludable.
La mayéutica socrática más que un método
para buscar verdades por el propio convencimiento, representa un
diálogo
entre saberes, con la tendencia de dar a cada situación el
lugar desde el cual pudiese prestar un beneficio a la gente.
Sócrates en sus diálogos y actuaciones se
ocupó de la salud y de quienes con ella se habían
comprometido en calidad de
suministradores de atención. En su tiempo, articulaba la
salud con la ocupación y los oficios, ofreciendo un
razonamiento surgido de las múltiples conversaciones con
los demás, difícil encontrar en los discernimientos
y los discursos de la actual medicina, por cuanto la
inclusión que hacía de las manifestaciones que
sobre su salud tenían las personas, es una elocuencia del
respeto a los otros. Oportuno es, citar algunos apartes de tales
razonamientos:

-¿Y lo será menos el acudir sin cesar al
médico, no en caso de heridas o de cualquier enfermedad
producida por la estación, sino por tener el cuerpo lleno
de humores y de vapores, como los pantanos, a causa de su vida
muelle que hemos descrito, obligando a los discípulos de
Esculapio a inventar para tales enfermedades las palabras nuevas
de fluxiones y catarro?.

-¿Es cierto que estas palabras son nuevas y
extraordinarias?.

– Y desconocidas, en mi opinión, en tiempo de
Esculapio. Lo que me obliga a pensar así es que sus dos
hijos, que se encontraron en el sitio de Troya y que se hallaron
presentes cuando una mujer dio a
Euripilo, que estaba herido, una bebida hecha de vino de Pramnio,
de harina y de queso, cosas todas a propósito para
engendrar la flema, no reprendieron ni a esta mujer, que la
presentó, ni a Patroclo, que curó la herida
(Platón,
1986, 106-107).

Como ha quedado registrado, desde el período al
cual corresponde la cita anterior, ya se contemplaba la
relación entre la salud física y la espiritual, y
aunque en algunos aspectos estaba plegada a ciertos ritos,
primaba sin embargo el sano juicio sobre los métodos
adecuados para curar como se puede colegir de los mencionados
diálogos, en los cuales se indagaba por la necesidad de
tener buenos médicos en un Estado de Bienestar y Justicia como
al que aspiraba Sócrates y sus discípulos se
construyera en la región helénica. Por ello, las
conversaciones en torno a esta
preocupación eran del siguiente tenor:

– Tienes razón Sócrates; pero
respóndeme: ¿No es preciso que nuestro Estado se
halle provisto de buenos médicos?. ¿Y pueden
hacerse tales de otro modo, que tratando toda clase de
temperamentos, buenos y malos?. En igual forma, ¿puede uno
ser buen juez si no ha tratado con toda clase de
caracteres?.

– Sin duda; quiero que tengamos buenos médicos y
buenos jueces; pero ¿sabes lo que yo entiendo por
esto?.

– No, si no me lo dices.

– Es lo que voy a hacer; pero tu has complicado en la
misma cuestión dos cosas bien diferentes.

– ¿Cómo?

– ¿Se hará buen médico aquel que,
después de haber aprendido a fondo los principios de su
arte, haya
tratado desde su juventud el
mayor número de cuerpos mal constituidos y que, enfermizo
él mismo, haya tenido toda clase de enfermedades?. Porque
no es mediante el cuerpo cómo los médicos curan el
cuerpo, porque entonces nunca deberían ellos estar natural
o accidentalmente enfermos; es mediante el alma, la cual no puede
curar, como es preciso, cualquier mal, si ella, a su vez,
está enferma. (110)

Ante las anteriores anotaciones resulta que el
médico es una persona que se ocupa no sólo del arte
de la medicina, sino también de generar salud, entendida
ésta como un estado de satisfacción
físico-espiritual y ello no es indicativo de un exclusivo
estudio, aislado de las condiciones de su vida cotidiana. Sobre
la base de estas premisas se entiende la salud como un producto
social y a quienes se dedican a generarla, facilitarla, cuidarla
o promoverla, independientemente de las estrategias que utilicen
para apropiarse de los saberes pertinentes con respecto a ella,
agentes sociales generadores de salud.

Sin embargo, lo saberes en la medida que la sociedad se
fue especializando y el conocimiento adquirió visa de
exclusividad, la salud como producto social y todos los aspectos
inherentes a su naturaleza, entre ellos la ilimitada gama de
factores socioculturales residentes en el sustrato de las
identidades de todos los pueblos, colectividades y organizaciones
socio comunitarias del planeta, ha contado con suerte similar, de
tal forma que el reconocimiento que a ellos se haga, queda
circunscrito en el marco de su propia identidad y las
características de su tradicional forma de percibir la
vida. Saberes que hoy en día se han estratificado, tal
como ha ocurrido con las ciencias;
ligados a la procedencia y no a su real significado y
trascendencia; limitados a la categorización que establece
quienes dicen ser portadores de cultura de avanzada; excluidos de
las posibilidades de racionalidad que ellos generen y de la
articulación con otros saberes; en fin, separados del todo
como sistema, en la medida que su procedencia sea de "niveles
inferiores de educabilidad", pero presentes y utilizados con
actitud farisaica, por quienes denigran de ellos.

De las ricas y valiosas experiencias de los cuidadores
de salud no hay lugar a dudas respecto a su gran
contribución en la conservación de la misma. Antes
de ir al médico el cuidador de salud, el botánico o
el curioso, utilizando métodos implementados desde su
relación con la naturaleza, las personas y la vida, han
suministrado toda suerte de atenciones, enseñanzas,
cuidados, protección, etc. Desde variadas opciones que se
asimilan a una conceptualización de perfil integral, han
construido estrategias reconocidas y validadas como efectivas,
porque se identifican y armonizan con las costumbres y la
tradición; porque no irrumpen abruptamente ni atentan
contra las creencias; porque no desdicen ni discriman los
rituales, o porque no excluyen "la buena voluntad" de la
racionalidad para que cada quien tome decisiones con
relación tanto a la salud colectiva como la
individual.

Las parteras que en todo el mundo han existido, desde la
tradición oral y en la práctica cotidiana,
están ligadas por lazos de afecto y calidez a las familias
a las cuales les han atendido sus mujeres en los momentos del
parto. Comadrona es la expresión sociocultural que aun se
suele utilizar en otras regiones del país para designar a
las personas que tienen la virtud y la sabiduría de ayudar
a venir al mundo a otros seres. La Comadrona en la comunidad
reúne los atributos propios de una persona en la cual se
puede confiar por su honestidad, don
de gentes, esmerada atención, afecto, calidez,
sabiduría, humildad, sencillez y amor espiritual a toda
prueba. La palmada que la Comadrona daba al recién nacido
en la nalga para que éste llorase, como prueba de haber
nacido vivo, constituía un ritual de vida. También
constituía una clara enseñanza de inducción al infante, al medio que apenas
experimentaba; para la madre y la familia representaba una
muestra de la solidaridad que debían aportar al
niño para ayudarlo como compromiso vital, a recorrer
juntos el mundo. Ella (la Comadrona) también se
comprometía en ese reto.

Luego vendrían un sinnúmero de detalles
que la Comadrona vertería sobre la madre y su familia,
relacionados con el cuidado tanto para la primera como para el
recién nacido, los cuales sería largo detallar,
todos ellos articulados a la educación que se debía
observar durante este proceso en el cual se habrían de
garantizar las condiciones óptimas de salud, conexos a la
cotidianidad, a la interpretación de saberes, sin
aislamientos de las creencias y que Agnès Heller asocia a
un referente empírico como la vida, que se contextualiza
con el conjunto de actividades que reproducen permanentemente las
relaciones sociales, punto de partida esencial en la ruptura con
la conceptualización ahistórica de lo cotidiano en
términos de popularidad exclusiva desde una opción
de clase. Ello le da sentido y significado específico a lo
que planteara la misma Agnès Heller al hacer referencia a
la vida cotidiana como "la totalidad de las actividades que
caracterizan las reproducciones singulares productoras de la
posibilidad permanente de la interacción social" (1985, 9)
y que para el caso de las relaciones en salud se traduce en una
educación ritual sobre la base del respeto mutuo y la
comprensión de la condición humana del
otro.

Los anteriores ejemplos son apenas un acercamiento
significativo de lo que representan los saberes alrededor de la
salud, en calidad de factores socioculturales. Ellos son
inherentes a la sociedad, independientemente de las posibilidades
que cada comunidad tenga de apropiarlos, interpretarlos,
validarlos y utilizarlos desde su propia concepción y
visión de la vida. No se pretende significar con ello que
los resultados de su utilización dependerían del
grado o nivel de atraso o progreso que cada comunidad o familia
tengan, para establecer mediciones con las cuales se pueda
establecer los niveles de salud que desde la medicina
académica se ha conceptualizado en términos de
indicadores: Aceptable, Normal y Precaria.

En esta forma saberes en salud y factores
socioculturales se articulan, se entrelazan de tal forma que
llegan a ser unidad y diversidad al mismo tiempo y su presencia
no es exclusividad de acuerdo al condiciones de cada sector de la
población, pues son construcciones que desde la misma vida
y su contexto han sido producidas con el apoyo de
múltiples relaciones compartidas y asimiladas en
términos de colectividad, imaginarios e interpretaciones;
sólo que cada comunidad les confiere cierta
representatividad en directa relación con su racionalidad
e imaginación. Esta razón empírica, de
relativa existencia, es la que permite escudriñar en la
urdimbre de cada conglomerado social, saberes que en otros
contextos adquieren una trascendencia con características
diferenciales, en razón de la cultura que porta la
comunidad, como acontece en las comunidades participantes en el
estudio, adscritas a estratos 1, 2 y 3 en Barranquilla, con
relación a la interpretación que han hecho de sus
propios saberes en términos de salud.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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