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Ética sexual (página 2)



Partes: 1, 2

3. Valores éticos
asociados a la sexualidad

En cuanto a la sexualidad o conducta sexual, existen
ciertos valores directamente relacionados con ella, y que para
ser auténticamente humana es necesario contemplar y
efectivizar.

Responsabilidad. Es la necesidad de elegir
teniendo presente la consecuencia de nuestros actos. Es
así como se habla de la "paternidad responsable", cuando
la misma es elegida libremente y se tiene conciencia plena del
papel que nos tocará desempeñar frente al nuevo ser
del cual somos coautores. En cuanto seres racionales, tenemos
conciencia de lo que sucederá o podría suceder al
realizar ciertas acciones; esto es, no debemos dejarnos llevar
sólo por el instinto –como hacen los animales– y
pensar en lo que ocurrirá al utilizar nuestra sexualidad;
por todo lo cual deberemos "responder".

Compromiso. Implica cumplir con una "promesa"
(con promesa) que libremente le manifestamos a otra
persona, por ejemplo a la pareja sexual, como el de compartir con
ella todo nuestro ser y no solamente nuestra sexualidad. La
promiscuidad, las relaciones sexuales ocasionales, por ejemplo,
en las cuales no nos comprometemos como personas, dejan
precisamente de ser humanas y contradicen la dignidad de la
persona.

Respeto. Significa tener presente la libertad, la
integridad, el parecer y la dignidad de las personas que resultan
de alguna manera afectadas con nuestra conducta: nuestra pareja
sexual, aquellos a quienes damos nuestro ejemplo, o el ser que
posiblemente engendremos. Las violaciones, los acosos sexuales,
el aborto, el incumplimiento del rol propio del sexo asignado por
la naturalezahomosexualidad-, son conductas equivocadas
porque van en contra del valor del respeto personal.

Dignidad. Es el aprecio a la naturaleza personal
o humana, no confundiéndola, por ejemplo, con la del
animal. Es ser conscientes de que debemos obrar humanamente
priorizando los valores espirituales a los vitales.

Libertad. Es el valor primordial a cumplimentar
en un acto humano, para que sea considerado moral. Si carece de
libertad, no puede juzgarse un acto como bueno o malo; tampoco es
responsable quien obra sin libertad. Sin embargo, al tener en
cuenta la jerarquía de valores, a veces debemos asumir las
consecuencias de un acto aunque no haya sido querido libremente;
por ejemplo, en el caso de una violación que produce la
concepción, debe priorizarse el valor de la vida humana
que comienza a gestarse a la libertad de la madre de decidir
sobre esa vida.

Sinceridad. Entre las partes de una pareja sexual
es valioso que exista una abierta y sincera comunicación,
de manera que cada una de ellas pueda conocer y respetar los
sentimientos, las opiniones y las características
personales de la otra. Lo cual no puede ocurrir en parejas que
poco se conocen o incluso no les importa conocerse.

Fidelidad. Proviene del respeto, del compromiso y
de la dignidad de la persona.

4. Amor y sexo. El proyecto
personal. Maternidad adolescente

A fin de otorgar a la sexualidad el valor que realmente
le corresponde, es conveniente distinguir amor y
sexo. Amor es el sentimiento personal que
experimentamos frente a la realidad en general (incluidos
nosotros mismos), mediante el cual valoramos su existencia y
deseamos su bien. En el caso del amor o sexual, supone reconocer
en la pareja a una persona, que como tal debe ser respetada y
valorada, descubrir en ella el complemento -no sólo
físico-, y desear participar de una manera importante en
su vida, como compañero en el camino del crecimiento
personal.

El sexo, el acto sexual, en una consecuencia del
instinto natural que persigue como finalidad principal la
reproducción de la especie. Puede ser realizado sin amor,
pero en este caso carece de los atributos morales y personales.
Es desacertada, por ende, la expresión "hacer el amor",
cuando alude a toda relación sexual, porque en ésta
puede o no estar presente el amor, lo cual equivale a decir que
puede o no ser un acto personal, responsable, respetuoso y
comprometido.

Para que la sexualidad presente estos valores debe,
asimismo, enmarcarse dentro de un proyecto de vida
de la persona. Valorar la sexualidad significa decidir libremente
la manera de utilizar las posibilidades que nos ofrece la misma,
con absoluta conciencia de su importancia y de la necesidad de
encauzarla hacia la consecución de nuestros ideales
espirituales. Y nuestra pareja sexual debe formar parte de
nuestro proyecto de vida; lo cual implica que no debe ser
ocasional o transitoria.

Por otra parte, la sexualidad no sólo se expresa
en la relación sexual, la procreación y el cuidado
de los hijos. Estas realidades pueden incluso estar ausentes sin
que ello implique frustración sexual y humana, porque la
sexualidad también y fundamentalmente se expresa en otras
conductas, en las cuales se reflejan los atributos femeninos o
masculinos otorgados por nuestra naturaleza sexuada. La
femineidad o la masculinidad nos acompaña en todos
nuestros actos, y no sólo en los propiamente
sexuales.

La maternidad -y también
paternidad- adolescente comúnmente no forma
parte de un proyecto de vida, o bien lo contradice. De
aquí el daño personal que ocasiona, tanto a los
padres como al hijo, porque aquéllos asumen un rol que no
desean o para el cual no están preparados
aún.

5. La influencia social. Lo
normal y lo moral. Ética y moralismo

La forma en como utilizamos nuestra sexualidad depende
en gran medida de la influencia social. Los grupos a los cuales
pertenecemos, comenzando por los padres o nuestra familia, nos
marcan la idea de lo considerado normal en una persona de uno u
otro sexo. Nos indican cómo debemos manejar nuestra
sexualidad, a fin de que nuestra conducta sexual sea socialmente
aceptada.

Al respecto, es fácil advertir que en nuestra
época no existen claros parámetros aceptados por la
mayoría respecto a cómo debe ser nuestra conducta
sexual, no está claro qué es lo normal en materia
sexual. Hay una gran variedad de comportamientos sexuales sobre
los cuales no existe censura general, y esto se entiende como
libertad sexual. Quizás la norma más aceptada sea
el de la no prohibición, que la sexualidad debe ser
experimentada sin impedimentos, sin "represiones"; hasta se habla
que la identidad sexual se elige. Se asume así la
crítica psicoanalítica a la sociedad "tradicional",
cuyas actitudes represivas sobre la sexualidad
–según esta teoría– es necesario
revertir.

Con este -frustrado- intento de liberación
sexual, en el que se pasa de la represión al libertinaje,
se elude y hasta anula la moral –a la cual
comúnmente se relaciona con la religión-, cuyos
principios son considerados los causantes de tanta
inhibición sexual y de la desvaloración de la
sexualidad humana. Se confunde, de esta manera, moral con
moralismo, que es la exageración de la moralidad (pero
todo extremo es malo). Y se oscurece, en nombre de la libertad y
el naturalismo, los valores morales del respeto, la
responsabilidad, la dignidad, el compromiso, la
fidelidad…

6. Desviaciones
éticas de la sexualidad

La no consideración de los valores éticos
asociados a la sexualidad, o la equivocada postura frente a lo
que debe ser el comportamiento sexual, deriva en conductas
notablemente disvaliosas y dañinas para la persona
humana.

El aborto surge de la falta de conciencia moral
(al menos momentánea, porque las mujeres que lo practican
suelen tomar conciencia después, cuando ya es tarde, de su
acto aberrante) de la dignidad de la persona humana, cuya vida
está ya presente desde los primeros días luego de
la concepción; asimismo, de la falta de compromiso frente
al acto sexual, priorizando valores inferiores, como es la
satisfacción del deseo personal y la expresión de
su libertad frente a la integridad de otra persona afectada, en
este caso, del nuevo ser engendrado.

También en la violación existe
falta de conciencia de la dignidad de otra persona, que en esta
desviación es la pareja sexual, y ausencia de respeto
hacia la misma, por la sola satisfacción de un instinto.
Similares características tiene el acoso sexual,
psicológico y físico, aunque sin tan marcada
violencia. En la prostitución sexual existe
también carencia en la valoración de la dignidad
personal, que se subestima frente a los valores
económicos.

La homosexualidad -como el lesbianismo-, si bien
en muchos casos presenta causales orgánicas o
psíquicas ineludibles, en otros proviene de una
insuficiente o nula aceptación del respeto que debemos
tener por el propio sexo, y de la responsabilidad que tenemos
ante lo brindado a cada uno por la naturaleza. Respeto y
responsabilidad contra la que atentan los padres, educadores y la
sociedad en general al exponer una desviada concepción de
la libertad sexual.

7. La responsabilidad de
los educadores

Los padres y los educadores en general no pueden ni
deben desentenderse de la educación ética de la
sexualidad. Y no pueden porque la indiferencia es también
una postura ética; errónea, por cierto. Sólo
con esta visión es factible un abordaje completo y
adecuado de este aspecto tan importante en el ser humano, y muy
especialmente cuando se encuentra en desarrollo o tránsito
hacia la madurez.

Toda circunstancia es ocasión para poner de
manifiesto los valores éticos y su necesario cumplimiento.
Toda cátedra debe convertirse en una fuente donde el
alumno pueda refrescar y reflejar los valores espirituales, en
relación o no con la sexualidad; la responsabilidad, por
ejemplo, se aprende y refuerza en una gran variedad de conductas,
y una vez valorada y asumida tiende a reforzarse y aplicarse
genéricamente a todo comportamiento personal.

En el aprendizaje de los valores es esencial el ejemplo
del educador, porque "las palabras mueven, pero los ejemplos
arrastran
". Nuestra posición teórica frente a
la sexualidad debe corroborarse con nuestra forma de ser y de
actuar. Verbigracia, para que el alumno aprenda la importancia y
el respeto que debe darle a su sexualidad, debemos sustraernos de
ese sutil desprecio a la misma que aparece en los cuentos y
chistes "verdes", en donde el humor erótico degenera en
pornografía.

Esta educación ética de la sexualidad debe
incluir una formación de la libertad y de los afectos,
donde se priorice lo espiritual a lo orgánico, los valores
a los impulsos, lo social a lo personal, el bien común al
bien individual, el amor al deseo, e incluso la abstinencia
sexual a las técnicas anticonceptivas como "cuidado" de
las consecuencias del ejercicio de la sexualidad. Porque muy
pocos hablan de que la mejor forma de impedir las enfermedades y
las desviaciones sexuales, es teniendo una sana o ética
conducta sexual.

 

 

 

Autor:

Humberto Bazán Mesquida

Partes: 1, 2
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