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Etnomedicinas, antropología aplicada y enfermos crónicos



Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. Etnomedicinas
      y enfermos
    3. Antropología
      aplicada a la salud y etnomedicinas. Cómo pueden
      complementarse para mejorar la vida de quienes padecen largo
      tiempo problemas de salud
    4. Así
      hablan los propios enfermos
    5. Punto
      final
    6. Bibliografía

    RESUMEN

    Las vivencias son individuales y diferentes. Cada cual
    refiere su experiencia del dolor y de la enfermedad. Los
    llamados enfermos crónicos son personas cuya experiencia
    del malestar se ha convertido en algo habitual en sus vidas. Las
    etnomedicinas suelen tener un enfoque amplio e interrelacionado
    de los problemas,
    dirigiendo su mirada a los enfermos a la vez que a los males que
    padecen. El objetivo de
    este trabajo es
    considerar el valor de los
    sistemas
    tradicionales y naturales de atención y cuidado de la salud (perfectamente
    combinables con la medicina
    convencional) como ayudas para mejorar la calidad de
    vida de los enfermos crónicos; y el valor de la
    antropología aplicada como coordinadora de
    planes interdisciplinares e interculturales y como disciplina
    capaz de proponer soluciones.

    • INTRODUCCIÓN

    El presente artículo es una versión
    revisada y ampliada de otro precedente que publiqué en
    Gazeta de Antropología con el título: La
    antropología aplicada y los sistemas naturales de cuidado
    de la salud: una ayuda intercultural para los problemas
    crónicos.
    Considero que en el mundo actual, el
    contacto cada vez mayor de unas gentes con otras conlleva el
    trasvase de ideas, formas y elementos culturales de unas sociedades a
    otras. Muy por encima de criterios exclusivistas o racistas que
    defienden la diferenciación y la separación, creo
    que las mezclas
    enriquecen si no son el resultado de acciones
    invasivas. Nuestras sociedades actuales son sociedades,
    más/menos, interculturales. Por ellas circulan muchos
    símbolos; en ellas se funden ideas de
    Oriente y Occidente. Lo que antes era curioso y exótico,
    ahora es cotidiano (a nivel gastronómico, a nivel
    literario, a nivel de cuidado del cuerpo y ejercicios
    físicos, a nivel de gustos musicales, a nivel de
    conversación corriente). Las enfermedades no son
    exclusivas de un grupo o de una
    cultura. Todos
    los seres humanos sufrimos más o menos, de una u otra
    forma. Se puede entender el malestar como algo circunstancial que
    no nos impide desarrollarnos como personas (a nivel afectivo, a
    nivel laboral-profesional, a nivel social) en nuestro
    medio (lo cual se vería como algo normal) o se puede
    entender como la imposición de una circunstancia que
    permanece y que nos distrae, nos aleja de nuestras obligaciones y
    gustos y nos quita la ilusión de vivir; o, al menos, de
    vivir como vemos que viven los que nos rodean,
    normalmente.

    La idea del presente artículo la presenté
    y expliqué en el VII Congreso de la Sociedad
    Española de Antropología Aplicada (Santander 2006).
    Sumo aquí algunos testimonios más de informantes
    con los que vengo trabajando desde hace ya algunos años
    cuyas opiniones nos dan a entender que los problemas
    crónicos no se solucionan unilateralmente. De hecho, en la
    mayoría de los casos, no se solucionan, por eso son
    crónicos. Sin embargo, al enfermo padeciendo largo
    tiempo un mal
    le ayuda que le atiendan en conjunto, que le escuchen, que le
    consideren, que se consideren importantes cosas a las que
    él da importancia y que pueden pasar desapercibidas a la
    observación externa. Es cierto que hay
    diferentes tipos de problemas crónicos (y de personas que
    los padecen). Algunos se entremezclan con alteraciones
    psicológicas que se escapan del control del
    propio sufriente. Nuestro artículo es, pues, una
    aproximación a ese mundo entendiendo, como entienden
    nuestros informantes, que el malestar instalado no es deseado y
    que toda propuesta de ayuda para eliminarlo o minimizarlo, es
    bien recibida; más, si en otros ha dado
    resultados.

    Lo peor para alguien que sufre es perder la esperanza.
    El dolor y el sufrimiento son experiencias humanas. Cada persona tiene las
    suyas; pero todas te quitan de disfrutar de la vida cuando
    el tiempo pasa y el mal permanece (Sr.
    Fernández, informante).

    Desde la óptica
    de uno de los modos de curar más antiguos del mundo, la
    medicina tradicional china, los
    males se entienden como imágenes
    clasificables dentro de un sistema bipolar
    de ordenamiento del mundo: el esquema Inn-Iang, teniendo
    en cuenta que Inn-Iang son maneras de hablar, formas de
    clasificación de los fenómenos, procedimientos
    explicativos de los hechos y de la naturaleza,
    métodos
    dialécticos para ordenar el pensamiento
    (Aparicio, 2004). Inn-Iang,
    como tales, sólo existen a nivel mental, pero todo puede
    ser Inn-Iang. Así, en la tradición china,
    hablando de manera básica y general, las
    enfermedades se pueden clasificar, por su duración,
    por la intensidad de sus manifestaciones y por el modo de
    vivirlas, en: agudas y crónicas. Teniendo en cuenta que la
    terapéutica oriental prefiere hablar de enfermos
    más que de enfermedades, no existe un catálogo
    amplio, como en Occidente, que defina desequilibrios concretos
    (manifestaciones, expresiones patológicas a la occidental)
    susceptibles de ser observados en toda la población. Se habla de síndromes o
    categorías amplias en las que podemos incluir los males
    observados individualmente, correspondientes a procesos
    básicos y principales en el funcionamiento de la
    persona (en relación con su medio y entendida ésta
    como unidad formada por el cuerpo, la mente, Shen, y otros
    constituyentes comprensibles dentro de la tradición china)
    alterados, cuyas manifestaciones pueden ser muy diversas. Por esa
    razón prefiero hablar de: "personas con padecimientos
    crónicos", mejor que de: "enfermedades crónicas"
    (expresión más propia de la ciencia
    occidental). Los sistemas terapéuticos tradicionales se
    dirigen a las personas, no a sus males (o, a la vez que a sus
    males). Tienen muy en cuenta la opinión que de sus
    problemas dan los que los padecen.

    La antropología que estudia la salud reconoce
    la realidad variada
    de los males (según las culturas y
    las individualidades) así como los sistemas
    terapéuticos surgidos a lo largo y ancho del mundo y de la
    historia. La
    medicina convencional, occidental, científica, impuesta
    hoy en todo el mundo, se puede compaginar con las medicinas
    tradicionales (dependiendo de la cultura en la que nos situemos)
    dentro de programas o
    planes concebidos desde la antropología aplicada a la
    salud. La antropología teórica estudia, analiza,
    expone. La antropología aplicada propone soluciones e
    intervenciones. La antropología resulta una ciencia
    armonizadora de tendencias culturales distintas: interlocutora,
    bisagra de sistemas y modos diversos de entender y conseguir el
    bienestar.

    Dentro de las medicinas tradicionales y modos de
    atención y cuidado natural de la salud, la forma de
    abordar el estudio y las propuestas de ayuda para quienes sufren
    desde hace largo tiempo problemas físicos o
    psicológicos son diferentes a las propuestas hechas para
    quienes padecen males agudos. Los problemas crónicos se
    entienden, en la mayoría de las visiones tradicionales,
    como males instalados en el interior de la persona. Para
    llegar a donde están han necesitado tiempo. El presente y
    el futuro del llamado "enfermo crónico" se hallan ligados
    a numerosos factores, no sólo a la evolución del mal específico que
    padece, y a las medidas de corrección puestas en
    práctica. La mayoría de los sistemas naturales y
    etnomedicinas abordan la ayuda y la atención cuando el
    enfermo las reclama. En algunas sociedades tradicionales, la
    prevención no es una iniciativa de los Estados sino de la
    gente. Cuando realicé mi posgrado en Beijing, lo vi. En
    China hay personas que acuden a los hospitales y consultas cuando
    están sanas para saber más sobre ellas mismas y
    sobre los problemas que, por su naturaleza, por su forma de ser y
    por sus circunstancias, pueden sufrir con más
    frecuencia.

    Para entender y solucionar el problema endémico
    de la malaria en Cerdeña, en la obra de Peter Brown (1998)
    se propone, desde la antropología, conjugar distintas
    ópticas y recursos,
    incluidos los modos de ver la enfermedad y las
    terapéuticas locales. Desde la antropología
    aplicada a la salud se va a tener en cuenta no sólo lo
    observable y cuantificable de las desarmonías
    crónicas sino también la experiencia narrable de
    quienes las padecen. Las adaptaciones y modificaciones de ayudas
    y planes se van a hacer conforme a datos
    biológicos, opiniones de los profesionales de la salud,
    observación, aportaciones de los propios enfermos sobre su
    relación vivencial con el entorno (físico-natural,
    social y cultural) y opiniones de terceros. La proximidad en los
    planteamientos teóricos de la antropología y de la
    terapéutica tradicional-natural (concepción amplia
    de salud, como un todo relacionado y en equilibrio)
    hace posible la compaginación de métodos de ambas
    especialmente en la comprensión y aporte de ayuda para
    personas que tienen alteraciones relacionadas directamente con la
    percepción y vivencia del propio mal, es
    decir, con la cultura (enfermedades de nosología
    indígena, pero también cualquier experiencia de
    malestar susceptible de ser narrada en todas las sociedades). La
    visión global del problema y de la persona enferma, en la
    medicina tradicional china o en la medicina tradicional mexicana,
    llevan a la especificación de los males como una
    experiencia individual. Los condicionantes de cada cual, ligados
    al factor tiempo, hacen que sean analizados los casos teniendo en
    cuenta las singularidades de las personas. Este principio,
    característico de las medicinas tradicionales y de los
    sistemas de atención y cuidado natural de la salud, casa
    con uno de los pilares de asiento de la ciencia
    antropológica que es el reconocimiento de la diversidad
    (diversidad de expresiones individuales de las dolencias). Las
    personas soportando largo tiempo un problema de salud conviven
    con un sufrimiento físico y moral. El
    tiempo les "pesa". Pueden vivir, pero "arrastran una cadena" de
    dolor, en muchos casos "soldada" a ellos mismos. Un problema
    crónico es aquél que no se ha solucionado y que
    continúa. Los recursos terapéuticos aportan ayudas
    diversas y variadas, dependiendo no sólo del recurso sino
    de quien lo recibe y gestiona; y de cómo se proporciona.
    La antropología aplicada a la salud, por principio, es
    capaz de variar y readaptar constantemente sus visiones y
    propuestas. Las medicinas tradicionales y los sistemas naturales
    del cuidado de la salud aportan las ayudas estimadas para que la
    persona encuentre su equilibrio, adaptándose a los
    cambios permanentes del ambiente, de
    la enfermedad y de la relación del enfermo con su mal y
    con su entorno. Llevados a la práctica, estos presupuestos
    proporcionan la posibilidad de afinar y ajustar las correcciones
    y ayudas a la circunstancia y momento que vive el enfermo
    crónico.

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