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Utopía y realidad de la integración Latinoamericana (página 2)



Partes: 1, 2

Ante este acontecimiento, Lugones, quien a la
sazón formaba parte de la Comisión de
Cooperación Intelectual de la Sociedad de
las Naciones, reacciona diciendo que el programa de la
Unión es inaceptable pues constituye "una reedición
de dos cosas viejas y malogradas por la experiencia: el
americanismo bolivariano y el socialismo".
Entre los argumentos que esgrime en oposición a los
objetivos de
la Unión, encontramos afirmaciones que están en
consonancia con la tesis del
amargamente célebre "Discurso de
Ayacucho" en el que sostenía la caducidad del sistema
constitucional del siglo XIX y anunciaba que "ha sonado otra vez,
para bien del mundo, la hora de la espada".

Dos son los principales argumentos: por un lado se
afirma que la América
Latina es "mera expresión etnográfica", sin
posibilidad de transformarse en una entidad política. Y, si
así fuera, no resultaría conveniente a la Argentina
figurar en ella, porque siendo la patria originariamente una
"expresión de potencia y
victoria" y no una entidad de derecho, su política
será siempre la de su conveniencia, "la soberanía nacional es incompatible con la
justicia
internacional". Por lo tanto sería imposible aceptar la
cláusula de la Unión que preconiza la
solución arbitral de los litigios entre naciones de
América
Latina. Por otro lado, contra la voluntad de la Unión de
garantizar la independencia
y libertad
frente a los Estados capitalistas extranjeros –que es una
clara referencia a los Estados
Unidos–, Lugones afirma que "no existe una sola prueba
concluyente del «imperialismo
capitalista» de aquel país" y que "no hay en
América política internacional posible sin los
Estados Unidos".

Lo mejor que puede, entonces, pasar –enfatiza en
otro discurso de la misma época– es el fracaso de
las ligas continentales preconizadas contra los Estados Unidos.
Por otra parte, eso no es más que ideología literaria. … Política,
sobre todo en lo internacional, significa conciliación
de intereses.

Propone, por tanto una política de
asociación de intereses de los países de la cuenca
del Plata –Argentina, Uruguay,
Paraguay y
Brasil–,
comenzando por la "unificación aduanera de Buenos Aires y
Montevideo", que presupone comunicación ferroviaria directa,
policía conjunta de contrabando,
régimen proteccionista, consorcio monetario y distribución proporcional de los costos. Se trata,
según Lugones, de ir formando una confederación
internacional sobre bases comunes existentes
–situación geográfica, idioma, instituciones
políticas y religiosas, vinculación
histórica–. Muchos factores favorecen la
posición Argentina en la política del Plata, sin
embargo hay condiciones que aún deben lograrse. Para
Lugones los obstáculos más importantes proceden del
liberalismo
que predomina en las constituciones del siglo XIX. Sostiene que
el "extranjerismo liberal" ha producido resultados funestos:
"abundan los hijos de extranjeros, sobre todo escritores y
universitarios, que manifiestan su menosprecio al país de
nuestros mayores, rompiendo la vinculación
histórica que constituye espiritualmente la Patria"; a
ello se suman "la incapacidad del conjunto político
llamado pueblo, para comprender y realizar la tarea … de
elevación espiritual de subordinar al bien común
todo interés
egoísta"; "la falacia del ente político, creado por
la ideología liberal bajo el nombre de ciudadano" con que
se denomina a la masa "siempre ignorante, anárquica y
concupiscente", a la que es necesario educar y disciplinar bajo
"la triple acción
de escuela, familia y
autoridad".
Según Lugones, a diferencia de los Estados Unidos, donde
el carácter deliberativo del pueblo hace
posible la democracia,
entre nosotros ella es una "calamidad", pues no son las ideas las
que gobiernan, sino las necesidades, "de suerte que la autoridad
debe asumir con mayor amplitud la forma de mando".

Subyace a la propuesta de Lugones una concepción
excluyente de lo nacional, en que la dicotomía nosotros
– los otros
sirve para establecer una frontera
interna infranqueable, que separa de un lado a los intelectuales
partidarios de lo que el autor llama "extranjerismo liberal" y
junto a ellos el pueblo, menospreciado como masa ignorante e
incapaz de comprender el interés común, al que
sólo cabe disciplinar. Del otro lado se encuentran quienes
participan del verdadero sentido de la soberanía nacional
y están llamados a imponerlo por la autoridad y el
mando.

En efecto, se trata de un nacionalismo
basado en una idea de nación
entendida como una realidad profunda y homogénea, asociada
a una concepción de la soberanía como "potencia"
que es incompatible con la justicia internacional. Desde esta
perspectiva el proceso
histórico de la inmigración constituye un obstáculo
que interrumpe la continuidad histórica y espiritual de la
patria. Asimismo el concepto de
"ciudadano" es rechazado como falacia, ya que nivela en el plano
político realidades sociales incompatibles. Así
pues, Lugones expresa un nacionalismo conservador que distribuye
la solidaridad y la
exclusión de modo tal que en la práctica deviene un
expediente legitimador de regímenes autoritarios,
bloqueando toda posibilidad de proyectar y construir vías
de integración entre los países de
América Latina basadas en la cooperación, el
respeto mutuo y
la democratización de las estructuras
políticas de decisión. La confederación de
la cuenca del Plata que el autor esboza supone un proceso de
asimilación asimétrica del otro en un
nosotros pretendidamente homogéneo.

2.
Latinoamericanismo, discurso integrador y antiimperialista en
José
Ingenieros.

Sin embargo en el universo
discursivo de la época se dejaron oír otras voces
que, sin descuidar aspectos culturales e históricos,
acentuaron la dimensión política y social de lo
nacional; potenciando otras formas de ejercicio de la
solidaridad, tanto hacia el interior –entre los
connacionales–, como hacia otras naciones –tendiendo
lazos de unión hacia los países de América
Latina–.

Desde que se produjo la convocatoria a la Primera
Conferencia
Internacional Americana, los mensajes de José Martí,
desde las páginas de La Nación,
advertían acerca de la necesidad de reconocer los rasgos
que nos diferencian del país del norte y tomar distancia
respecto de las pretensiones del panamericanismo. A través
de sus Crónicas, denuncia José Martí
que a pesar de la aparente mansedumbre de la convocatoria, sus
verdaderos intereses estaban enderezados a lograr el predominio
de los Estados Unidos sobre los pueblos de la América.
También en La Nación se anticiparon desde
1900 las páginas del Ariel de José Enrique
Rodó, cuyo mensaje latinoamericanista tuvo amplia
repercusión. Se llegó a sostener que el concepto de
"latinoamericano" había surgido como reacción del
espiritualismo del sur frente al utilitarismo del norte, tal como
surge de algunos de sus pasajes. Este clima de ideas
moviliza las concepciones sobre el destino de América de
José Ingenieros, quien procedente de una línea de
pensamiento
diferente a la de Rodó, el positivismo,
incorpora la problemática social y política,
avanzando hacia una concepción claramente
latinoamericanista y antiimperialista.

El discurso latinoamericanista y antiimperialista de
José Ingenieros se conjuga con una concepción de lo
nacional incluyente de la diversidad. Seleccionamos dos textos
suyos en los que se pone de manifiesto la índole del
"patriotismo nacional" compatible con el ideal de
integración latinoamericana. Nos referimos a
"Terruño, nación,
humanidad", publicado en la Revista de Filosofía en
agosto de 1920, y a la conferencia pronunciada el 11 de octubre
de 1922 en homenaje a José Vasconcelos, entonces Ministro
de Educación
Pública de México,
con motivo de su estancia en la Argentina. Ambos textos
corresponden al último período en el desarrollo del
pensamiento de Ingenieros, que según Oscar Terán
comprende los escritos producidos entre 1918 y 1925. Durante esta
etapa su pensamiento político incorpora las variables
más importantes de la política internacional: la
experiencia de la primera guerra
mundial, el distanciamiento de las expectativas wilsonianas y
la revolución
rusa como ensayo
positivo exterior al capitalismo.
Entre los elementos de la política local y regional, cabe
señalar su adhesión a la Reforma Universitaria y al
movimiento
antiimperialista latinoamericano. De modo que en los discursos de
esta época la antinomia principal alude a la
oposición entre el capitalismo y la lucha de los pueblos
por una vida más justa. Al mismo tiempo;
Ingenieros introduce cierta relativización del positivismo
manifiesto en los escritos anteriores y sostiene que los ideales
morales se determinan según individuos, clases, naciones,
razas, aun cuando aspiran a la universalización.
Convertidos en "fuerzas morales", esos ideales encarnan en
grupos
sociales concretos, especialmente en la juventud.

En el primero de los discursos mencionados se establece
la diferencia entre el "terruño", que es "la patria del
corazón", y la "nación", que es "la
patria de la vida civil". El terruño está ligado al
medio físico y no está determinado por conceptos
políticos. Del amor al
terruño nace un "patriotismo ingenuo" y limitado al
horizonte geográfico. La nación, en cambio,
representa intereses e ideales colectivos, requiere cierto grado
de reflexión histórica y abstracción
política, de modo que "el patriotismo nacional" surge de
la afinidad entre sus miembros. El civismo –afirma
Ingenieros– tiene un fondo moral, "es
convergencia en la aspiración a la justicia, en el deber
del trabajo, en la
intensidad de la esperanza". Por el contrario, "el culto
mítico a la patria, como abstracción ajena a la
realidad social, fue siempre característico de tiranuelos
que inmolaron a los ciudadanos y deshonraron las
naciones".

Con respecto a la humanidad, sostiene que es "la patria
del ideal". Este ideal consiste en la aspiración a la
armonía de los pueblos, es decir, a la

Solidaridad organizada de culturas
heterogéneas… [ya que] la justicia no consiste en
borrar las desigualdades, sino en utilizarlas para armonizar el
conjunto… La solidaridad debe concebirse como un equilibrio
de partes cada vez más diferenciadas, capaces de cumplir
mejor sus funciones en
beneficio propio y de los demás. Cuando un pueblo pierde
la noción de la interdependencia, tiende a romper el
equilibrio en su provecho, desencadenando la guerra en
perjuicio de todos.

La concepción de la "humanidad" como realidad
heterogénea permite anticipar la posibilidad de nuevas
formas de civilización mediante la confederación de
pueblos, sobre todo si estos poseen semejanzas de origen, idioma,
costumbres, intereses. Tal es el caso de los pueblos de
América Latina desde el Río Bravo hasta el Estrecho
de Magallanes.

Esa posibilidad histórica merece convertirse en
ideal común, pues son comunes a todos los pueblos las
esperanzas de progreso y los peligros del
vasallaje…

Frente a las fuerzas inmorales del pasado, la
esperanza de acercarnos a una firma solidaridad sólo
puede ser puesta en la nueva generación, si logra ser
tan nueva por su espíritu como por sus años. Sea
ella capaz de resistir a las pequeñas tentaciones del
presente, mientras adquiera las fuerzas morales que la
capaciten para emprender nuestra gran obra del porvenir:
desenvolver la justicia social en la nacionalidad
continental
.

Conocida es la tarea de publicista del mexicano
José Vasconcelos, quien impulsó la creación
de la Unión Latinoamericana, con el propósito de
generar una institución internacional capaz de ejercer una
efectiva oposición a la Unión Panamericana. En el
discurso que Ingenieros le dedica, afirma la gravedad de la hora
por la trayectoria alarmante para toda América Latina de
la política imperialista norteamericana:

Desde la guerra con España
se posesionó de Puerto Rico e
impuso a la independencia de Cuba las
condiciones vejatorias de la vergonzosa Enmienda Platt. No
tardó mucho en amputar a Colombia el
istmo que le permitía unir por Panamá
sus costas del Atlántico y del Pacífico.
Intervino luego en Nicaragua para asegurarse la posible
vía de otro canal interoceánico. Atentó
contra la soberanía de México, con la infeliz
aventura de Veracruz. Se posesionó militarmente de
Haití, con pretextos pueriles. Poco después
realizó la ocupación vergonzosa de Santo Domingo,
alegando el habitual pretexto de pacificar el país y
arreglar sus finanzas.

Reitera en este discurso la denuncia acerca de la forma
artera en que la "diplomacia del dólar" captura la
conciencia y
la voluntad de los estadistas. Ante tal situación, que
caracteriza como un caso de "verdadera y simple defensa
nacional", propone "resistir", activando las "fuerzas morales"
–"palancas poderosas"– en el sentido de una
progresiva integración de los pueblos latinoamericanos,
como punto de partida para una futura Confederación
política y económica, para cuya realización
convoca a la juventud latinoamericana. Este ideal, a la vez
político y social, se nutre de diversas teorías
filosóficas y literarias que convergen en el terreno de la
acción, apartándose tanto del neoescolasticismo del
pasado como del positivismo reciente.

La reflexión de Ingenieros, apegada a los sucesos
ocurridos en el primer cuarto del siglo XX en América
Latina, aspira a movilizar la preocupación por el futuro
de nuestros países. En este sentido afirma:

No somos, no queremos ser más, no
podríamos seguir siendo panamericanistas. La famosa
doctrina de Monroe, que pudo parecernos durante un siglo la
garantía de nuestra independencia
política contra el peligro de potencias europeas, se
ha revelado gradualmente como una reserva del derecho
norteamericano a protegernos e intervenirnos. …
Parecía la llave de nuestra pasada independencia y
resultó la ganzúa de nuestra futura
conquista.

Ante la gravedad de la hora, Ingenieros propone una
resistencia
activa, mediante la compenetración de las fuerzas morales
de los pueblos. No se trata de apelar a los gobiernos sospechados
de corrupción
y subordinación a la voluntad de los norteamericanos; "hay
que dirigirse primero a los pueblos" para formar una "nueva
conciencia nacional", ensanchando el sentimiento de patria hasta
hacerlo continental. Tarea que Ingenieros, al igual que Ugarte,
adjudica a la juventud latinoamericana.

En concreto, el
proyecto de la
Unión Latinoamericana contempla en el orden interno de
cada país "un generoso programa de renovación
política, ética y
social" y en el orden internacional, la constitución de:

    • "Un alto tribunal latinoamericano para resolver
      los problemas políticos pendientes entre
      las partes contratantes;
  • un supremo consejo económico para regular la
    cooperación en la producción y el intercambio;
  • resistencia colectiva a todo lo que implique un
    derecho de intervención de potencias
    extranjeras;
  • extinción gradual de los empréstitos
    que hipotecan la independencia de los pueblos".

Por otra parte, con el de cursar del siglo XX se han
tornado distintos los procesos
integracionistas y han tenido su esplendor en la época de
la influencia de la Revolución
Cubana. A saber, la CEPAL, de 1960 hasta 1980 y la
integración neoliberal desde 1980 hasta la
actualidad.

El primer esfuerzo hecho y concebido por Raúl
Prebisch, a quien se le considera el fundador y principal
exponente de la escuela económica llamada "estructuralismo latinoamericano".
Desarrolló las tesis Prebisch-Singer de la "Teoría
de la Dependencia". Según esta idea, las empresas
coloniales y el comercio
internacional no han sido útiles para el desarrollo
económico sino que, al dislocar las estructuras e
instituciones socio-económicas de las colonias, generaron
una serie de problemas (dependencia de las exportaciones,
crecimiento desequilibrado) que bloquearon las posibilidades de
desarrollo. Los países del tercer mundo, decía
Prebisch, han caído en un estado de
"dependencia" del primer mundo, convirtiéndose en
productores de materias primas en una relación de
"centro-periferia" con sus metrópolis. Para que estos
países puedan entrar en una senda de desarrollo sostenido
se haría necesario que se les permitiera un cierto
proteccionismo en el comercio exterior
y estrategias de
substitución de importaciones.
Esta idea tuvo sus méritos por ser un pensamiento
latinoamericano original que enfrentó a la escuela liberal
de la época. A Prebisch se le considera el padre la CEPAL
organización que concibió como un
proceso que tenía la Burguesía Industrial
Latinoamericana como dirigente. Se creía capaz de
protagonizar un desarrollo en Latinoamérica frente a las transnacionales.
Al pueblo se le dejó un papel acompañante en el
proceso. En sentido general se dieron pasos, aumentó el
comercio.
Pero, qué falló, no fue la, parte técnica,
fue en lo socio político, fue darle capacidades a la
burguesía que no tenía, a la burguesía que
ya era muy dependiente y sometida como para disputarle a las
transnacionales. La dosis de autonomía no se
manifestó en la realidad.

El Neoliberalismo.

Esto es el puntillazo pues con su implantación se
perdió lo logrado. El Neoliberalismo concibe la
integración como COMERCIO. La mide como el crecimiento del
comercio intra latinoamericano. Reduce el marco a ese espacio
única y exclusivamente. Esto es un vicio y un fracaso y
pone en práctica tres principios
negativos:

  • Eliminación del trato preferencial a los
    países de menor desarrollo.
  • Concebir el desarrollo latinoamericano como una
    carrera exportadora a los mercados
    yanquis y europeos, estimulando una competencia suicida por exportar lo mismo,
    privando el desarrollo multilateral.
  • Proceso masivo de privatizaciones desde inicios de 1980 –
    ahora más de 4000 activos
    públicos- desde empresas productoras hasta, como nunca
    antes, privatización de cementerios, correos,
    carreteras, parques, cuestión nunca vista en otra
    parte de la geografía y en la historia.

Se le quitó la capacidad de conducir y regular
sus economías a los países latinoamericanos y todo
ello deriva en el estancamiento del proceso integrador y el
broche final lo puso el ALCA que se
viene a ver como la apoteosis de la
integración.

¿Qué "lección" debemos tomar del
fracaso cepalino, la penetración neoliberal y de la
aparición del ALCA?

América Latina debe integrarse con los Estados
Unidos en condición de apéndice subordinado a la
economía
norteamericana.

Se trata entonces de decidir ante la encrucijada que
tiene ante sí América Latina hoy. Integrarse al
ALCA significaría la renuncia a la integración
propia, significa la integración con los Estados Unidos. Y
lo otro, sería asumir la Alternativa Bolivariana para las
Américas (ALBA).

Pienso que hay varios puntos a no olvidar sobre esta
propuesta que lanzó el presidente Hugo
Chávez Frías de la República Bolivariana
de Venezuela:

  1. La integración regional no puede ser con los
    Estados Unidos, ni pretender una neutralidad de ellos. Debe ser
    en lucha con el ALCA, no puede haber dualidad. Se es del ALCA o
    se es del ALBA.
  2. La integración no será dirigida por las
    oligarquías de la región, teniendo en cuenta el
    fracaso cepalino y el neoliberal.
  3. La integración no puede reducirse al comercio
    ni medir sus resultados por el comercio. Tiene que ser
    concebida como un proceso más amplio, más
    integral.
  4. La integración no puede reducirse a la
    economía. Lo social no puede quedar para
    después.
  5. La integración tiene que disponer de
    PETRÓLEO en este mundo de hoy y estudiar fuentes
    alternativas de energía que sean viables y que no
    sacrifiquen las necesidades de la población y sí se pongan en
    función de ellas.
  6. Aprovechar los espacios de gobiernos y de poder que
    tiene la izquierda en provincias y municipios.
  7. La integración tiene que poseer Armas
    Mediáticas como Telesur, por ejemplo.
  8. El ALBA es un camino abierto. No es un manual conocido
    que nos orienta. Nunca ha habido ALBA. Hay que crear e
    imaginar.
  9. El ALBA es un gran proyecto para integrar sobre las
    bases de la solidaridad y la cooperación.

Conclusión.

Hemos analizado un conjunto de textos de dos autores que
se inscriben en el universo
discursivo de la Argentina en el primer tercio del siglo XX. Lo
hemos hecho con el propósito de examinar el modo en que se
configuran dos posiciones antagónicas: el
latinoamericanismo y el panamericanismo. La adhesión a una
u otra posición por parte de las clases dirigentes, de los
intelectuales y de quienes tuvieron responsabilidad en las decisiones acerca de la
política exterior, así como en la
organización de las políticas sociales y
culturales del país, ha dejado profundas marcas en el
cuerpo social de la nación, evidenciadas a través
de conflictos que
surcaron la historia del siglo XX.

Cada uno de los términos antagónicos
connota una determinada manera de entablar relaciones entre los
países de América Latina y de éstos con
Estados Unidos de Norte América. Así,
"panamericanismo" alude a una interpretación de la doctrina
Monroe en términos que justifican la hegemonía
política de los Estado Unidos en el continente Americano y
legitiman la expansión neocolonial de sus intereses
comerciales mediante el control de la
economía, la población y los recursos
naturales. "Latinoamericanismo", por el contrario, significa
un programa de integración de los pueblos ubicados al sur
del río Bravo y de independencia política,
económica, social y cultural de los mismos, que permita
establecer relaciones de simetría con los poderosos del
mundo, en particular con los Estados Unidos.

Del cruce de estos conceptos con una determinada
interpretación de la "nación" y de "lo nacional"
resultan connotaciones precisas acerca del modo de establecer
lazos de solidaridad y criterios de exclusión en el
interior de los países de América
Latina.

En los discursos de Leopoldo Lugones, la "nación"
es concebida como un objeto en sí, ligada al territorio y
captada de manera más emotiva que racional. Tales
discursos promueven una visión que tiende a homogeneizar
los rasgos culturales asociados a factores biológicos como
la raza; naturalizan la relación entre ser y deber ser y
universalizan ideológicamente ciertos valores
propios de un grupo o sector
social. Se configura, así, una ideología
nacionalista excluyente, montada sobre una asimetría en
relación con los otros países de
América Latina y con los otros que están
entre nosotros –los inmigrantes, los habitantes del
"desierto", la masa ignorante y anárquica, los partidarios
del "extranjerismo liberal"–. Desde tal concepción
de lo nacional quedan bloqueadas las posibilidades de comprender
sobre base histórica los esfuerzos por la
integración de los países de América Latina
y de reconocer que la diversidad de las cosmovisiones culturales
es compatible con la voluntad política de participar de un
proyecto común de vida independiente, como lo anticiparon
San Martín, Bolívar,
Martí y tantos otros.

Por otra parte, en los discursos de José
Ingenieros, el concepto de "nación" representa los
intereses e ideales colectivos que surgen de la reflexión
histórica, de la comprensión de la realidad social
conflictiva y de la construcción de una voluntad
política de autoafirmación. De ahí que
patriotismo nacional y antiimperialismo constituyen, para este
autor, anverso y reverso de la misma moneda. Uno y otro se
expresan en "la lucha por desenvolver la justicia social en la
nación continental". Ingenieros apela a las "fuerzas
morales" y confía en la capacidad de la juventud para
llevar adelante un programa de integración latinoamericana
capaz de resistir los embates del imperialismo y de alcanzar una
forma de vida autónoma en lo económico, social,
político y cultural. Se trata de una tarea ardua de
construcción de un ethos basado en el auto y
heteróreconocimiento de las culturas que habitan el
continente, en la solidaridad y la cooperación en al
terreno social y cultural, en la resolución arbitral de
los conflictos limítrofes, en fin, en la conquista de la
autonomía de cada uno de las países y de la
región.

La emergencia del ALBA como proceso más universal
de integración viene a ser la expresión más
acabada de la conciencia latinoamericana en los albores del siglo
XXI. La instauración de la Revolución
Bolivariana presupone un cambio de paradigma en
los modelos
integracionistas, dándole mayor preponderancia a los
elementos sociales y políticos sobre los
económicos. Establece un nuevo rasero para medir los
resultados y da posibilidades a los países desde las
perspectivas propias de sus economías.

Citas
bibliográficas.

1.- Lugones, Leopoldo, "El Americanismo", en: Mi
beligerancia
. Buenos Aires, Otero y García, 1917. pp.
181 – 182, 183 y 186.

Lugones, Leopoldo, "Neutralidad imposible", en: Mi
beligerancia
. Op. Cit. Pp. 161 – 162

2.- Ibídem, p. 164.

Lugones, Leopoldo, "La América Latina", en: La
patria fuerte
. Buenos Aires, Talleres Gráficos de Luis Bernard, 1930. p.
112.

3.- Lugones, Leopoldo, "El discurso de Ayacucho", en:
La patria fuerte. Ob. Cit., p. 17 – 18.

4.- Cfr. Lugones, Leopoldo, "La América Latina",
en: La patria fuerte. Ob. Cit., pp. 107 a 109.

5.- Lugones, Leopoldo, "La política del Plata",
en: La grande Argentina. Buenos Aires, Huemul, Segunda
Edición
1962. (Primera Edición: 1930), p. 166.

6.- Lugones, Leopoldo, "Errores del liberalismo", en:
La grande Argentina. Ob. Cit., p. 180.

7.- Ibídem, p. 183 – 184.

8.- Cfr. Martí, José, "Congreso
Internacional de Washington. Su historia, sus elementos y sus
tendencias", en Obras Completas. La Habana, Editora
Nacional de Cuba, 1965, vol. 6, pp. 46 a 70. (Los
artículos se publicaron en el Diario La
Nación
de Buenos Aires, entre el 19 de diciembre de
1889 y al 15 de junio de 1890).

9.- Cfr. Rodó, José Enrique, Ariel.
Venezuela, Biblioteca
Ayacucho, 1976.

10.- Ingenieros, José, "Terruño,
nación, humanidad", en: Antiimperialismo y
nación
, Introducción, compilación y notas de
Oscar Terán. México, Siglo XXI, 1979. Pp.447 a 455;
"Por la Unión Latinoamericana", Ibídem, pp.
434 a 446.

11.- Terán, Oscar, "José Ingenieros o la
voluntad de saber", en: Antiimperialismo y nación,
Ob. Cit. p. 100.

12.- Ingenieros, José, "Terruño,
nación, humanidad", Ob. Cit. pp. 449 –
450.

13.- Ibídem, p. 454.

14.- Ibídem, pp. 454 –
455.

15.-Ingenieros, José, "Por la unión
latinoamericana", en: Antiimperialismo y nación,
Ob. Cit. p.438.

16.-Ibídem, pp. 437 – 438

17.-Ibídem, p. 443.

 

Datos del Autor:

Licenciado Manuel Avelino Ricardo
Hidalgo

Universidad de las Ciencias
Informáticas.

Partes: 1, 2
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