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La timidez en el ser humano (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

Escuelas
Teóricas

        Una de las
escuelas que aborda el tema es la psicoanalítica, la misma
afirma que la timidez no es más que la punta del
iceberg de un problema oculto y mucho más
profundo, debido a la represión de los instintos,
principalmente los sexuales.

Por la imposibilidad de satisfacerlos surgirán,
según esta tesis, una
serie de fantasías en las que el tímido se percibe
interiormente, deseando realizar ambiciones y deseos que al final
no ejecuta. Esta represión termina corporalizándose
y se convierte en la rica sintomatología del tímido
(rubor, sudor, temblor, etc.).

        Otras
escuelas de corte conductista consideran que la timidez no se
hereda, sino que se aprende desde niño por la influencia
de modelos
parentales o por determinadas actitudes de
quienes intervienen en el proceso
educativo. Las experiencias infantiles, según estas
teorías, devendrían decisivas en la
aparición de la timidez. Así, niños
que no han sido suficientemente valorados, se han visto
ignorados, o se han sentido menos apreciados por sus educadores
cuando han conseguido logros, y los que han sufrido experiencias
de maltrato o han padecido abuso sexual
terminan siendo tímidos.

Consideraciones
Etiológicas del Autor

        Las
diferencias individuales de la timidez y la estabilidad de
algunos comportamientos interpersonales han llevado a algunos
teóricos a plantear un componente genético que se
encuentra en la base de la timidez; sin embargo es necesario
precisar que aún en la esencia de estos dos aspectos
(diferencias individuales y estabilidad  del comportamiento), existe una influencia social
definida: diferencias individuales (tipos específicos de
timidez)  determinadas por historias personales
únicas (manejos educativos, índices de contextos
relacionales, facilitación de ambiente de
protagonismo individual) y estabilidad del comportamiento
provocado por la estabilidad de los estímulos del medio y
por el grado de desarrollo
individual que media en el proceso, permitiendo la
incorporación de la timidez como rasgo.

        Lo expuesto
refuerza la reflexión en el sentido de que la
complejidad de las diferencias individuales en los tímidos
se debe, más que a una causa, a una relación
compleja entre los aspectos genéticos y el ambiente
social.

        Desde el
punto de vista etiológico consideramos que la influencia
de los aspectos genéticos se expresa en lo constitucional
(tipos de sistemas
nerviosos, temperamento) y no se debe descartar, pues tiene
relevancia sobre todo en los primeros momentos de la vida, para
detectar la timidez en términos de niveles de retraimiento
en el niño (cuando todavía no existe un
vínculo definido entre el sistema de
relaciones y el grado de desarrollo individual). Aunque esta
influencia existe, creemos que no es determinante en sí
misma (las diferencias individuales y la estabilidad son
resultado de una relación de factores) y por otro lado, si
pensáramos que la herencia prefija
"límites" al desarrollo, habría que
definir también qué se entiende por límite
así como su dimensión, pues en los individuos se
pueden potenciar importantes aprendizajes teniendo en cuenta su
zona de desarrollo próximo.

        Al abordar el
constructo timidez, inmediatamente hay que pensar en una
relación interpersonal o un sistema de ellas, porque de
no existir esto último no habría timidez, pero
al mismo tiempo
habría que valorar al sujeto que es el que se apropia de
esas relaciones o no, quien les da o no un sentido, quien
teniendo en cuenta su desarrollo precedente las asimila-acomoda a
sus esquemas de referencias conductuales para su
ejecución, e inserción por tanto en ese ambiente
social complejo.

Si tenemos en cuenta que este vínculo entre el
sistema de relaciones y el grado de desarrollo individual deviene
como proceso que explica el desarrollo de todas las cualidades y
formaciones psicológicas, entonces se puede incluir a la
timidez como un resultado de esta compleja relación, pues
la esencia de la misma tiene sus raíces tanto en lo social
como en lo individual. Sin embargo esta relación de
factores se concretiza en la realidad (que explica la timidez) a
través de la aparición o no de habilidades
sociales que definirán la configuración progresiva
de la estructura
específica de la timidez como formación
psicológica, teniendo lo genético únicamente
un papel condicionante.

        El problema
del tiempo en que se manifiesta la timidez pudiera despertar
dudas, porque en los primeros años todavía no se
puede hablar de un grado de desarrollo individual ni de personalidad,
sin embargo hay razones para considerar al niño como
tímido. Desde un punto de vista absolutista, esto
podría privilegiar lo genético, sin embargo sigue
presente la relación genética-ambiente, pues desde que se nace
hay contacto social. No obstante es el posterior vínculo
en el tiempo entre el sistema de relaciones y el grado de
desarrollo individual quien definirá: a) la
instalación de la timidez, ofreciendo a esta su esencia
cualitativa, ya sea como cualidad psicológica estable o
como simple reacción situacional o b) la
eliminación de la misma a raíz de la
adquisición de habilidades sociales, con su consecuente
práctica y el papel activo del sujeto en el
proceso.

        La
relación anteriormente expuesta que engendra y determina
la aparición o no de habilidades tiene que ver con la
dinámica de lo externo y lo interno en la
explicación de lo psicológico: un mayor
número de situaciones de relación interpersonal,
aunque no es una garantía absoluta, sí abre la
oportunidad de que haya un mayor número de posibilidades
que se asimilen las mismas y se enriquezca lo interno, pero a la
vez, en la medida que va existiendo un desarrollo precedente, ya
no se necesita de una gran estimulación de lo externo,
porque lo interno llega a alcanzar una autonomía tal que
puede generar procesos que
permiten la construcción de estructuras
psicológicas internas.

        Este
último es lo que hemos llamado grado (sello particular)
del desarrollo individual, expresado a través de la
cualidad del sujeto: activo o pasivo en la construcción y
producción de su desarrollo, en la medida
que el sujeto se vuelque hacia sí mismo para vivenciar y
producir su crecimiento psicológico (autoformación,
auto educación, meta cognición). Nos
referimos a en qué medida la persona es sujeto
de su personalidad y de sus relaciones
interpersonales, en qué medida toma conciencia y
autoconciencia, se traza objetivos y
metas, toma decisiones, desarrolla perspectiva para enfrentar
obstáculos vitales, etc. La relación activa/pasiva
del sujeto con su sistema de relaciones permitirá la
creación o no de habilidades, y por tanto, el
establecimiento o no de la timidez.

       
Básicamente, no es suficiente que haya un gran
número de situaciones relacionales, sino que además
influye mucho cómo el sujeto las asimila e interpreta,
cómo las interioriza y las incorpora a sí mismo. El
hecho de que las habilidades no son únicas sino que para
una misma situación pueden existir un sinnúmero de
respuestas habilidosas, indica que tiene relación con la
capacidad elaborativa, con la posición activa del sujeto
ante su sistema de relaciones; de ahí el papel
determinante de estas.

        Hemos hecho
bastante alusión a la relación causal de la
timidez, pero ahora quisiéramos puntualizar sobre lo
particular de la misma que explica de manera más
explícita y comprensible la timidez: las habilidades
sociales. Si la timidez está completamente relacionada al
medio social (temor a dirigirse a otra persona, a hablar en
público, a iniciar una conversación) y a las
relaciones interpersonales en sí mismas (ineficacia para
llevarlas a cabo, ausencia de cómo implementar una
conducta
producto de su
desconocimiento) entonces podemos deducir la importante
determinación de la carencia de habilidades en el
surgimiento y desarrollo de la timidez.

        Las
habilidades sociales expresan en última instancia la
capacidad de ejecutar una conducta de interacción con resultados favorablemente
recíprocos para los sujetos miembros del contacto. Como su
nombre lo indica se manifiestan en el contacto y el
vínculo con los demás y por lo tanto en la
experiencia individual surge y se desarrolla como un proceso que
se aprende en el constante intercambio con los "otros", de
ahí que nadie nace con habilidades. Estas habilidades se
van desarrollando en la medida en que el hombre va
interiorizando qué conductas son efectivas para una u otra
relación, en la medida en que se logran los objetivos
para lo que fue implementada, en la medida en que permite
mejorar la relación con la otra persona en
interacción (refuerzo) y en la medida en que mantiene la
autoestima de
la persona socialmente habilidosa.

        El uso del
término habilidades sociales significa que la conducta
interpersonal consiste de un conjunto de capacidades de
actuación que se aprenden a lo largo del proceso de
socialización y donde la riqueza de la
influencia, la forma de transmitirla y determinadas variables
personales (como procesos cognitivos específicos: atención, memoria, percepción, reproducción motora) que se ponen en
función
de interiorizar esa influencia, determinan que se desarrollen las
mismas.

En el caso de la familia,
los padres se constituyen en modelos significativos de la
conducta afectiva, estos trasmiten determinadas normas y valores
respecto a la conducta social, ya sea a través de información, refuerzos, castigos o
sanciones, comportamiento y modelajes de conductas
interpersonales. De ahí que sea la familia el primer
contexto donde en dependencia de la dinámica de la misma,
se incidirá en un mayor o menor nivel de aprendizaje de
habilidades. La escuela obliga a
desarrollar habilidades más complejas y extendidas, en la
medida en que se presentan nuevas posibilidades de
relación con otros adultos y niños mayores y
menores, así como nuevas exigencias a las que hay que
adaptarse. La interacción con los iguales le ayuda a
aprender determinadas claves para diferenciar el comportamiento
adecuado e inadecuado en el ámbito social; además
la pertenencia a un grupo de
amigos, aparte de que ayuda a desarrollar su propia identidad,
también le permite ensayar determinados patrones nuevos de
comportamiento en un clima de
confianza y seguridad.

        La adolescencia
es un período importante pues ya tiene una autoconciencia
de ser "objeto social" y se reconoce a sí mismo expuesto a
la valoración de los demás, por lo que existen una
serie de estructuras cognitivas que pueden permitir el desarrollo
de conductas más habilidosas en la medida en que se tiene
en cuenta al otro. No obstante, si la autoconciencia es muy
aguda, puede paralizar la acción,
frenando la ejecución de conductas, pues se concentra
tanto en " lo que dirán los demás" o " lo que
pensarán los demás", que no se da espacio para
sí mismo. Una cualidad importante en este proceso, que
ayuda a comprender cómo se va configurando la timidez, son
las expectativas de eficacia personal, que son
las convicciones que se tienen de poder ejecutar
de forma exitosa una conducta requerida para producir
ciertos resultados. Estas expectativas permiten a la persona
decidir si se involucra  o no en una situación
social, si se mantiene en ella o no, y en el caso de que se
produzca algún problema, cuánto será capaz
de perdurar en su esfuerzo. Esta formación está muy
vinculada con el auto imagen de
sí (autoestima), de la que hablaremos posteriormente, lo
que nos demuestra una vez más la complejidad del proceso
de la timidez, que no se debe circunscribir a lo genético
únicamente. Estas expectativas de eficacia personal surgen
por determinadas fuentes de
información, cuya modificación puede traer
cambios en dichas expectativas.

Dentro de las fuentes de
información encontramos los logros en el rendimiento, que
poseen una influencia especial porque se basan en experiencias de
destreza personal. Los éxitos hacen surgir expectativas de
destrezas, los fracasos repetidos las disminuyen,
especialmente si ocurren al inicio. Si se han desarrollado
expectativas fuertes de eficacia después de repetidos
éxitos, el impacto negativo de fracasos ocasionales no
reducirá significativamente las expectativas positivas.
Una vez que se establece una expectativa de auto eficacia esta
tiende a generalizarse a otra situación.

        Otra
fuente de información proviene de la experiencia
observacional (vicaria). El aprendizaje a
través de la observación de otros constituye una fuente
esencial para el desarrollo y organización de pautas
cognitivo-conductuales y emocionales complejas.

        Los estados
emocionales son otra fuente de información que puede
afectar la auto eficacia para enfrentar situaciones nuevas y
amenazantes, ya que las personas se basan en sus estados
emocionales o excitación fisiológica para juzgar su
ansiedad y vulnerabilidad al estrés.
Una excitación emocional alta debilita generalmente la
acción, por lo que los individuos esperan tener
éxitos cuando no se encuentran en este estado de
agitación emocional o tensión.

        En el proceso
de desarrollo individual, teniendo en cuenta la influencia
externa y las cualidades internas creadas por esa influencia,
pueden surgir procesos que potencien la formación de
habilidades sociales como los de selectividad de la
información que cada persona realiza en la
interacción social, así como la posterior interpretación (traducción) que hace de dicha
información. Esta habilidad interna de "leer" el ambiente
social (determinar las normas y convenciones particulares de
ese contexto, entender los mensajes abiertos y encubiertos del
otro, percibir las emociones e
intenciones del o los interlocutores) es lo que se ha denominado
"percepción social".

        Las
habilidades sociales están mediadas por procesos
cognitivos internos, que Spivack y Shurre (1974) denominan
habilidades socio cognitivas. Estas se desarrollan a medida que
el niño crece e interactúa con su medio
ambiente. Entre las más citadas encontramos: las
habilidades de resolución de problemas
interpersonales, las características del estilo
atribucional y la habilidad para tomar
perspectivas.

        Las
habilidades sociales y su relación con la timidez no
sólo está dada porque se desconozcan las primeras
(sistema de conductas), sino porque el sujeto no sepa
implementarlas en la práctica y a la vez no domine en
qué contexto pueda utilizarlas, por lo que el proceso de
incorporación de habilidades para una eficaz
inserción social sugiere un conocimiento,
una práctica y un desarrollo cognitivo interno
discriminatorio.

        Como se ha
podido observar, las habilidades responden a un número
específico de conductas aprendidas que pueden ser
enumeradas y cuya ausencia puede estar definiendo una respuesta
de inhibición o tímida. Caballo (1986) define 13 de
ellas:

1) Iniciar y mantener conversaciones.

2) Hablar en público.

3) Expresión de amor agrado
y afecto.

4) Defensa de los propios derechos.

5) Pedir favores.

6) Rechazar peticiones.

7) Hacer cumplidos.

8) Aceptar cumplidos.

9) Expresión de opiniones
personales.

10) Expresión justificada de
molestia.

11) Disculparse o admitir ignorancia.

12) Petición de cambios en la conducta del
otro.

13) Afrontamiento de la crítica.

La falta de
habilidades sociales es abordada por una serie de modelos
explicativos:

Modelo de déficit de habilidades
sociales
:
Explica que hay una carencia de
un repertorio conductual y se utilizan respuestas inadecuadas
porque no se han aprendido o se han hecho inadecuadamente.
Aquí están incluidos los componentes
verbales y no verbales que caracterizan la conducta
socialmente habilidosa.

Modelo de inhibición por
ansiedad
:
Plantea que las personas cuentan con
conductas habilidosas en su repertorio, pero están
inhibidas o distorsionadas por la ansiedad ante las situaciones
sociales resultantes del condicionamiento
clásico.

Modelo de inhibición mediatizada:
Plantea que la inhibición está influenciada por
aspectos cognitivos: evaluaciones distorsionadas,
estándares perfeccionistas y autoexigentes de evaluación, auto instrucciones
inadecuadas y expectativas y creencias irracionales. Plantea
entonces como necesario la reestructuración
cognitiva.

Modelo de apreciación social: Se
atribuye la incompetencia a la falla en la discriminación de las situaciones
específicas en que una conducta es adecuada o no. Se
debe tener no sólo el repertorio sino el
conocimiento de cómo y cuándo una conducta
puede emitirse. Deben existir además determinadas
habilidades socio cognitivas que permitan interpretar
adecuadamente las señales y mensajes del emisor.

        Otras de las
formaciones psicológicas que devienen en el proceso del
desarrollo individual una vez surgida la autoconciencia, y que
influyen y explican de alguna manera el por qué existe la
timidez, es sin duda la autoestima. Podemos decir que la
autoestima es la abstracción que el individuo hace
y desarrolla acerca de sus atributos, capacidades, objetos y
actividades que posee o persigue, esta abstracción es
representada por el símbolo o la imagen de sí
mismo, que consiste en la idea que posee la persona acerca de
ella. Para efectuar tal abstracción el individuo considera
las observaciones con respecto a su propia conducta y la forma en
que otros individuos responden a sus actitudes, apariencia y
ejecución.

        La autoestima
deviene en proceso y se configura por un efecto de
múltiples factores. No obstante, una vez casi constituida
(no podemos hablar de una autoestima acabada, pues se sigue
retroalimentando de una cadena continua de auto percepciones y
auto evaluaciones, es decir, que no es rígida, sino
susceptible al cambio y por
lo tanto siempre quedará espacio para que siga siendo
afectada) se convierte en una causa para generar o precipitar
estados emocionales, así como propiciar o no la
inhibición de respuestas conductuales y de esta forma
también inhibir el contacto interpersonal.

        El
déficit social es uno de los aspectos más
mencionados en la literatura como determinante
de una baja autoestima en las personas. La experiencia
clínica también ha demostrado que, en último
término, las personas que tienen estos
déficit interpersonales han construido una imagen de
sí desvalorada, manifestándose en lo que realmente
denominan inseguridad,
no quererse a sí mismos o no valorarse.

Puede concluirse, retomando lo dicho al principio, que
en la base de la tríada timidez-habilidades
sociales-autoestima se encuentra el vínculo entre el
sistema de relación y el grado de desarrollo individual
alcanzado por el sujeto, que determinará la
problemática de la no adquisición de habilidades y
la baja autoestima.

        Es importante
aclarar que los déficit sociales no son la única
condición o determinante de autoestima pobre, pero en el
caso de los sujetos tímidos supuestamente sanos (es decir,
que no tengan una historia cargada de conflictos ni
de situaciones traumáticas y sin la presencia de
algún diagnóstico psiquiátrico
precedente), donde la problemática central sea la timidez,
sí suele ser la principal determinante. Esto se corrobora
cuando encontramos sujetos con una baja autoestima y no
manifiestan en ningún sentido algún índice
considerable de timidez. Este hecho vislumbra una serie de causas
que inciden en la autoestima pobre (poco afecto, maltrato
psicológico, ambiente o métodos de
sobreprotección, rechazo, clima o aprendizaje de la
minusvalía, etc.) pero a la vez, de alguna manera nos
conduce a pensar que la misma, etiológicamente, no es la
base inicial del proceso de configuración de la timidez:
es decir no revela su esencia etiológica, sino que timidez
y autoestima son dos cualidades que han surgido, en el caso del
sujeto tímido, por una misma causa, el déficit de
habilidades sociales, y esto producto de la relación
explicada al inicio.

        Esta
explicación etiológica del fenómeno da
respuesta a las interrogantes de la conducta del tímido:
¿Qué esconde? ¿Qué trata de ocultar?
¿Qué gana con ella? Desde estos puntos de vista
pudiéramos responder que el tímido esconde su
incompetencia, su inhabilidad. Prefiere evitar y esconderse antes
que otros descubran su ineficacia o el no dominio de algo,
a la vez que con el tiempo puede crear mecanismos de ganancia al
exteriorizar esta conducta de retraimiento que permita su
estabilidad.

        Aunque muchos
autores consideren que es la carencia de habilidades la
condición básica sobre la cual se construyen los
otros aspectos, podemos valorar esta relación como que
dista de lo sencillo y unidireccional, porque una vez configurada
una baja autoestima se constituye en causa de la
aceleración y acentuación de la problemática
de la timidez, convirtiéndose en un proceso que se auto
perpetúa y configurando una relación compleja y
bidireccional. Esto en el sentido de que la timidez se "carga" de
matices negativos cualitativamente nuevos si se conoce la
influencia negativa de la autoestima pobre. Es por eso que para
comprender cómo se va construyendo la timidez, hay que
detenerse en el proceso, su naturaleza y
su dinámica, las estructuras que van surgiendo, el sentido
que estas tienen y cómo el sujeto las emplea.

        A
través de este análisis que concibe a la timidez como una
realidad procesal configurada a través de un desarrollo y
en un tiempo, pudiera quedar la duda de que la timidez temprana
(primeros años) no sea en esencia timidez. Sin embargo,
mientras haya respuestas de inhibición y cierto temor,
existe básicamente, por lo que se hace necesario abordarla
desde la perspectiva de niveles: es decir, en la infancia hay
un nivel específico que no determina el futuro de la
cualidad psicológica en formación, pues quien lo
define (lo elimina o termina configurándolo) es el
contacto y el vínculo activo con la realidad
relacional.

        En estos
momentos pudiera quedar un punto que suscite dudas, relacionado a
los aspectos que integran la timidez como formación
psicológica: lo conductual, lo afectivo y lo cognitivo en
el sentido de que la timidez existe como una integración de estos procesos. La realidad
fenomenológica de la timidez (mucho más rica y
trascendente a nuestro análisis que nos obliga
desafortunadamente a separar para descubrir esencias) demuestra
que hay una unidad de estos tres elementos. Lo que inmediatamente
afecta al tímido en el orden de la experiencia, no es
exactamente la conciencia de su carencia en la mayoría de
los casos, sino la vivencia de estados afectivos perturbadores y
cogniciones que por su naturaleza irracional inhiben el
comportamiento. Es por eso que cabe una interesante pregunta:
¿Por qué privilegiar en el caso de un
fenómeno tan complejo como la timidez a la conducta
(presencia o no de habilidades) como esencia etiológica,
cuando a primera vista esta se nos presenta más bien como
algo superficial y hasta cierto punto de vista
externo?

        Para
responder a esto reiteramos, teniendo en cuenta que nuestro
objeto es subjetivo y plurideterminado por disímiles
elementos, que el tener que llegar a una conclusión en el
orden de cuál es la causa inicial, puede en un momento
determinado no ser lo más pertinente, dada la complejidad
de la historia personal, la constitución individual y la
situación actual con sus particularidades.

Sin embargo, teniendo en cuenta que estamos abordando la
génesis de un fenómeno en sujetos supuestamente
sanos, creemos que desde la perspectiva de la conducta es
explicable su manifestación. Falta de habilidades en
primer lugar, porque la emoción y muchas cogniciones
tienen una base funcional y objetivo dado
en este caso por fracasos repetidos, por desconocimiento no
sólo de lo que hay que hacer en los diferentes
intercambios interpersonales, sino también de la forma en
cómo se hace y del contexto adecuado para ejecutar las
conductas.

Consideramos además que la timidez es un proceso
que se aprende, que es resultado de influencias genéticas
y constitucionales, pero más que eso es fuerte devenir de
experiencias, de conductas no aprendidas que al condicionar
fracasos van generando ideas falsas y emociones caracterizadas
por ansiedad, construyendo en el tiempo la timidez. Transcurre
paralelamente a la formación de otras cualidades
psicológicas que una vez configuradas la mediatizan
(autoconciencia, autoestima). Sus esencias están
relacionadas con pobreza en la
inserción de numerosos ambientes relacionales y por tanto
con imposibilidad de desarrollo de los consiguientes procesos
cognitivos y afectivos que pudiesen incidir en la
configuración de una cualidad psicológica diferente
en característica a la timidez. A pesar de que la
conducta, per se, no explica un fenómeno tan complejo como
este (la dinámica intrapsíquica que trae aparejada,
los estados psicológicos que desencadena, las ideas y
creencias que fomenta -puesto que fue creada para resolver un
conflicto,
cumplir con un objetivo e insertarse en un mundo de relaciones
donde puede ser censurada, rechazada y castigada) sí
permite reconocer que es sobre esta base donde esencialmente
puede explicarse el por qué de la timidez.

Conclusiones

        – La
etiología de la timidez está localizada en el
continuo mayor-menor repertorio de habilidades sociales
(conocimiento, aplicación y contexto), producto de una
relación inicial entre el sistema de relaciones y el grado
de desarrollo individual, situación a la cual se integran
inmediatamente la ansiedad y las cogniciones creadas desde los
momentos iniciales e intermedios en el proceso de
configuración de la misma.

        – La timidez
es una cualidad psicológica básicamente aprendida,
no sólo porque sus esencias están estrechamente
vinculadas al intercambio interpersonal; sino porque es a
través de la historia individual que puede establecerse
(como rasgo de la
personalidad o estado psicológico), o simplemente ir
desapareciendo.

        – La
autoestima (en el caso de la persona tímida) surge por la
ausencia de habilidades sociales, pero una vez formada, incide
negativamente sobre la timidez, exacerbándola.

        – La timidez
es una cualidad psicológica que tiene completa
relación con lo conductual, porque es sobre esta base
donde se estructuran los demás componentes de la
misma.

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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