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Las zonas erógenas: el ser humano y su sexualidad (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

Los
instintos

De ellos existen tres reconocidos: 1. el de
auto-preservación, que opondría el suicidio y el
hambre auto-impuesta de la dieta, en el mejor de los casos, 2. el
de propagación o reproducción de la especie, que nos
obligaría a alimentarnos de modo sustancial y adecuado
para poder
procrearnos y 3. el de supervivencia, que nos da la razón
por la qué comemos, oponiendo la restricción de
alimentos, y
que nos obligaría a defendernos interfiriendo con el acto
suicida.

Pero, si es cierto, que estas pulsiones instintivas son
poderosas y automáticas, cuando actúan en nuestro
favor. ¿Cómo es posible que se desvíen y que
abandonen su intento con tanta facilidad, cuando así lo
deseamos?

No lo sabemos, pero parece ser, que debido a nuestra
inteligencia,
que nos provee con cierta medida de libre albedrío, hemos
alcanzado la proeza de pervertir los instintos,
tornándolos de protectores y guardianes, en dolencias y
malestares, como más adelante veremos.

Los placeres
instintivos y sus consecuencias

Veamos la situación que tenemos que descifrar.
Comemos para vivir. Nos reproducimos para propagar nuestros genes
y dejar detrás nuestros descendientes para la
supervivencia y continuación de generaciones futuras, y
nos cuidamos y protegemos para preservar nuestras vidas. Esto es
fácil de comprender, porque todo ser o animal inteligente,
domesticado o no, hace lo mismo.

Entonces, ¿por qué nos sacrificamos
comiendo desordenadamente, o dejando de hacerlo? ¿Por
qué sufrimos de disfunciones sexuales, las que nos llevan
al especialista, y seguimos suicidándonos de manera
inexorable?

Hasta ahora, las respuestas vanas que no ofrecen los
expertos ni son suficientes ni son satisfactorias.

El ser humano en
la lucha contra sí mismo

Para comprendernos mejor, a veces nos resulta
conveniente trazar desde su origen filogénico lo que
deseamos elucidar.

Cuando existiéramos en el paleolítico,
¿sufríamos de las cuatro disorexias?, las que
aquí listamos para quienes no son iniciados en nuestro
pensamiento:
la anorexia
nervosa, la bulimia, la
dieta para rebajar, y la obesidad.
Cuando vivíamos en la edad de piedra,
¿existían las disfunciones sexuales? Y, ¿se
suicidaba la gente?

Tratemos de responder punto por punto.

Las disorexias, primero: La obesidad, la
anorexia, la bulimia y la dieta restrictiva para
adelgazar

Empecemos con la más antigua, la obesidad.
¿Qué nos dicen acerca de la corpulencia las
estatuillas del neolítico, similares a la Venus de
Willendorf?

Nos dicen, quizás, que el ser obeso era
condición valorada y deseable, Tan valorada y tan deseable
que los primeros escultores escogieron como modelos,
aquellas mujeres extraordinarias por su adiposidad
copiosa.

O tal vez nos dicen, como en el caso del pintor Pedro
Pablo Rúbens, que al artista en cuestión le
inspiraban las mujeres gordas.

O que ese tipo de anatomía era tan
extraordinario y escaso que se le asignó un sitio especial
para que otros lo conocieran, como se exhiben los seres
contrahechos en los circos del mundo.

Vemos entonces, por qué la última de las
opciones parece ser la acertada.

Claramente, la comida no era entonces abundante, ya que
no conocíamos la domesticación de animales, la
agricultura no
era aún realidad y nuestras herramientas
de caza eran rudimentarias.

Se comía lo poco que había para vivir y se
retenía la energía en exceso, como grasa
subcutánea para cuando llegara la escasez
inevitable, que alternaba con los ciclos de relativa
abundancia.

Podemos concluir que: nadie engordaba de modo adaptivo y
natural, ya que disminuiría su habilidad para desplazarse
libre y ágilmente durante la caza. Que nadie podía
empacharse con comida que, en abundancia nunca existiera; y que
de poder haberlo hecho, no vomitaría por temor de
engordar. Y que ninguna persona
trataría de no comer con el fin de ser flaca, haciendo de
la dieta para rebajar actividad incomprensible.

Los trastornos del comer vinieron
después.

Las disfunciones
sexuales

Todos sabemos que el cerebro y sus
funciones
superiores juegan un rol de mucha importancia en la sexualidad de
nuestra especie.

La sexualidad humana, como el acto de comer, se entiende
que facilita vínculos sociales, que proporciona placer,
amén de que posee aspectos de salud, legales y religiosos
entre tantos.

Pero, dudamos que originalmente, con nuestra capacidad
reproductiva constante, que los problemas
relacionados con la actividad sexual existieran. De hecho, debe
de ser lo opuesto. Si el sexo no
produjera placer sensual inmenso, nadie lo practicaría y
nadie celaría al objeto de su amor.

Las disfunciones llegaron juntas con la cultura
hedonista que de nosotros se adueñara.

El suicidio

La auto-inmolación, la auto-mutilación, la
guerra de
destrucción mutua, el tomar riesgos claros
exponiendo la vida contra toda posibilidad lógica;
son comportamientos manifiestamente humanos que se asocian con un
vasto repertorio de patologías, las que aunque pretendemos
explicar, no conocemos bien, ya que factores individuales afectan
a sociedades
diversas y condiciones tanto hereditarias como ambientales y
aprendidas son factores involucrados en este
rompecabezas.

No es lo mismo el banquero que se suicida por desfalcar
a sus depositantes, el idealista que se inmola para que tropas
extranjeras salgan de su tierra,
la mujer que se
corta la piel, o quien
se mata por amor.

Hasta aquí, nuestra tesis ha sido
desarrollar la idea de que en nuestro transcurso
histórico/cultural hemos adquirido una predilección
por lograr el placer por sí mismo y no para otros fines de
naturaleza
instintiva.

Que por eso, comemos, o no comemos, que nos dedicamos al
sexo en una variedad de contextos que no son los que aseguran
nuestra supervivencia ni la prolongación de nuestra
especie y que nos suicidamos, a veces, por razones
ético/sociales, sino puramente cobardes.

El Kama
Sutra

Este es un recetario para sexo hedonístico que
existe desde hacen unos dos mil años AC.

Como todo libro de
receta, éste, no se atañe con las consecuencias de
lo que se recomienda, sino que se proponen métodos de
lograr el mayor placer voluptuoso posible, para quienes los
utilizan.

En este manual muchos
dependían para enriquecer su arsenal de conocimientos en
al área del sexo y del contacto carnal. Ahora, gracias al
Internet, tenemos
el "Cíber-sex" y la "Teledildónica", la pornografía en el servidor, y mucho
más llegará.

En
resumen

Muchos de nuestros lectores nos peticionan que
ofrezcamos lecciones en las que se expliquen en detalle las zonas
erógenas y el arte de amar.
Este tipo de información iría más lejos
que describir el simple desarrollo
humano o discutir actividades naturales como la
menstruación o la masturbación, sin recurrir a la
imaginería explícita o al vocabulario
escabroso.

Baste aquí que expresemos que esas solicitudes,
exceden nuestra misión de
lo que intentamos sembrar en forma de educación.

Nosotros no deseamos aventurarnos dentro del camino
incierto donde lo moral y lo
obsceno son difíciles de separar.

En cuanto a la fenomenología del suicidio, su importancia
singular requiere que sea constituya didáctico para
futuras lecciones.

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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