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Antecedentes históricos y perspectivas de la infertilidad y la reproducción humana (página 2)



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Tuvieron que transcurrir más de 19 siglos, para
que el avance de la ciencia
médica durante la segunda mitad del siglo XX pudiera
comenzar a ofrecer soluciones a
las parejas afectadas por la esterilidad. Y cupo la gloria de ser
pioneros en estos estudios y tratamientos a dos latinoamericanos,
el Dr. Quiñones, ya fallecido, mexicano, quien desde
finales de los años 60 se convirtió en un
abanderado de la histeroscopia, estudiando las particularidades
de la cavidad uterina bajo visión directa, y descubriendo
en la misma anormalidades capaces de impedir la nidación,
como es la presencia de pólipos intracavitarios, y Ricardo
Ash, argentino, actualmente residente en Buenos Aires,
quien ha tenido un historial glorioso dentro del tratamiento de
la esterilidad, siendo el ideólogo de los primeros
métodos
de reproducción asistida, así como de
numerosos instrumentos (catéteres) y técnicas
utilizados durante la misma. Lamentablemente, Ash, a quien
conocemos desde hace algunos años, incurrió en
actividades consideradas ilícitas dentro de la
práctica de la reproducción asistida y se vio
obligado a abandonar los Estados Unidos,
ante el peligro de ser condenado en el proceso que se
le instruía.

Los avances de la reproducción asistida durante
los últimos 20 años han sido insospechados, tomando
por sorpresa a la legislación de los diferentes
países del mundo. Con el surgimiento de situaciones de
carácter legal derivadas de la
reproducción asistida, así como la posición
de la iglesia y de
las autoridades de diversos países, los legisladores,
inicialmente los europeos y, después, los del resto del
mundo, han tenido que ir elaborando leyes a la
carrera, procurando seguir el ritmo de marcha veloz que llevan
los avances científicos.

Lamentablemente, en algunos países como el
nuestro, a pesar de que en ellos se practica la
reproducción asistida en todas sus variantes, y de que en
más de una ocasión han surgido conflictos,
tanto por el gran número de productos
gestados, como por el posterior reclamo de la maternidad y/o
paternidad del niño nacido de un procedimiento en
el que se donaron óvulos, espermatozoides o embriones,
todavía no se ha legislado al respecto, y ni siquiera se
ha adoptado la legislación de alguno de los países
que se mantienen a la vanguardia en
este sentido lo que, sin duda, constituye un grave contratiempo
para el juez, a la hora de ventilar un caso relacionado con esta
problemática.

Al mismo tiempo,
nuestro Colegio Médico, todavía expectante, no
acierta a precisar los linderos de la ética en
este campo constantemente cambiante, a más de que en la
actualidad la ingeniería
genética y la biología molecular
han abierto un conjunto de posibilidades infinitas. La misma
iglesia en ocasiones titubea y no acierta a definir posturas
claras, lo cual es comprensible, siendo que se carece de
antecedentes y no se delimita la ética.

Durante el siglo XX, la mujer ha
conseguido, importantes cambios en las sociedades
occidentales. Su impacto en las sociedades actuales y viceversa
pasa, necesariamente, por un análisis serio de los aspectos relacionados
con su biología y salud, especialmente si
tenemos en cuenta que muchos de los problemas que
la mujer ha tenido y
sigue teniendo, se han basado en falsos argumentos
científicos que lo único que han hecho es
enmascarar convicciones ideológicas
retrogradas.

La presente situación, que afecta a nuestro
país como al que más, ya que en Santo Domingo
existen actualmente cuatro centros reconocidos de
reproducción asistida, en sendos de los cuales nosotros
participamos como médicos especialistas en el área,
nos ha llevado a reflexionar sobre el tema y a indagar la
experiencia acumulada tanto en nuestro medio como en el mundo, en
los aspectos jurídicos, éticos y
religiosos.

El desarrollo
científico y tecnológico es un producto
genuino de la naturaleza
humana. El hombre
dotado de una inteligencia
superior al resto de los habitantes del planeta, se ha visto
permanentemente afectado por un llamado que nace de su interior y
que lo obliga a descubrir y aventurarse más allá de
los límites
que percibe a través de sus sentidos. Es esta fuerza
aventurera la que motivó a nuestra especie a migrar y
poblar las más vastas geografías, más
allá de las necesidades alimenticias y reproductivas que
movilizan a la mayor parte de los mamíferos. Es también esa fuerza
aventurera la que moviliza al hombre a
descubrir los misterios de
su propia existencia así como los del universo entero.
La ciencia nace
con el hombre como una herramienta insustituible en el proceso de
develar, y de poner en el
conocimiento de todos, las maravillas de nuestra naturaleza.

La ciencia médica desde tiempos inmemoriales ha
contribuido en situar al hombre como el principal responsable de
su destino. La generación de la vida así como el
advenimiento de la muerte, ya
no puede tan sólo entenderse como un mandato divino
unidireccional. A la mujer infértil, hoy la ciencia le
permite parir; al moribundo, hoy la ciencia le permite prolongar
la vida. Debido a esto, la ciencia y la tecnología moderna
han hecho que algunos duden de la existencia divina. Pero para
otros, la acción
divina persiste y es evidente, siendo el hombre con su
inteligencia y creciente sabiduría, una expresión
más de la presencia de un Ordenador Superior:
Dios

El hombre es probablemente el único ser con
conciencia de
poseer una existencia que se inicia en un momento determinado y
que está irremediablemente limitada por la muerte. Los
seres humanos son, probablemente, los únicos con capacidad
de entender que su existencia está ligada a un pasado y un
futuro haciendo que su realidad existencial forme parte de otra
mucho más amplia e inmutable.

De maneras muy variadas, el hombre tiene conciencia que
su única posibilidad de proyectarse mas allá de su
propia realidad, es a través de la reproducción.
Esta característica tan propia de todos los seres vivos
adquiere especial importancia desde el primer instante en que
éste toma conciencia de ser un participante activo en el
proceso generativo de la vida humana. La madre tierra o la
madre mar continúan siendo dos grandes madres, pero desde
hace ya muchos años el hombre se reconoce a sí
mismo como el agente principal en la evolución de su propia especie. Así
nace su preocupación por la fecundidad, y concentra parte
de sus esfuerzos científicos en estudiar esa materia.

Toda pareja humana que contrae matrimonio espera
tener hijos. No porque la reproducción sea el objetivo
básico del matrimonio como antes se pensaba, sino porque
ven en los hijos el resultado objetivo de su amor.
Representan una proyección de los padres, una
garantía de la perpetuación de sus genes y su
apellido, si tienen hijos varones.

La reproducción es un derecho inalienable de la
pareja. Las consecuencias finales del ejercicio de ese derecho y
la responsabilidad del bienestar del niño
nacido de esa unión son de la exclusiva incumbencia de la
pareja. La sociedad tiene
medios legales
para obligar a los padres a cumplir con esa responsabilidad. Este
derecho inalienable se extiende ciertamente a la negativa de
reproducirse, aunque ha sido rebasado en algunas circunstancias,
cuando el interés
social se ha considerado superior a él; su
abrogación en beneficio de un interés social
superior se ha producido en algunos países donde la
explosión demográfica ha adquirido niveles
alarmantes y la regulación de ese derecho se ha hecho
imprescindible para la supervivencia de la sociedad.

Desde que P. Steptoe y R. Edwards en 1978, lograron el
primer embarazo con
técnicas de fecundación in vitro y
transferencia de embriones al útero (FIV/TE), la comunidad
científica se vio conmovida por la posibilidad de
intervenir efectivamente en el proceso reproductivo humano. Miles
de parejas infértiles que hasta ese entonces se
veían imposibilitadas para tener hijos, recurrieron a
estos procedimientos
como un camino real y eficiente hacia la paternidad. Una vez
más, la ciencia ponía una nueva tecnología
al servicio de la
humanidad. En esta oportunidad, sin embargo, el descubrimiento
científico, dejó rápidamente de pertenecer a
los científicos, pasando de inmediato al dominio
público.

Las personas por primera vez, tuvieron acceso a ser
actores conscientes de los procesos
biológicos con que se ponía en marcha su existencia
material y, naturalmente, ello concitó la concurrencia de
las más variadas formas del saber. Así, las
diferentes corrientes filosóficas, religiosas,
biológicas y legales han intervenido con justa
razón en el debate y en la
reflexión sobre los efectos éticos, religiosos y
legales que este nuevo descubrimiento aporta a la comunidad.
Comunidad que, finalmente, se ha visto y se verá, en un
futuro, afectada por una avalancha de nuevos descubrimientos que
el hombre se ha dado y se dará, al abrir la puerta que
lleva a la irrenunciable aventura de descubrir la maravilla de
nuestra existencia. Conscientes de ello, los diferentes actores
que forman la sociedad se han dado el trabajo de
normar desde una perspectiva, la manera como la sociedad debe
avanzar incorporando el desarrollo tecnológico para servir
al bien común. Es así como nace la
Reproducción Asistida, sobre la que, en estos momentos, en
algunos países todavía no existen reglas claras y
mucho menos legislación, como es el caso de República
Dominicana.

Los principios
fundamentales sobre los que se construyen las leyes no deben
disociarse nunca de la ciencia ni del amor, ya que son
éstos los dos pilares sobre los que se sustenta la
libertad
moral de las
personas.

Este principio implica que todo ser humano es un agente
moral autónomo, merecedor del respeto de sus
semejantes. Así, en una sociedad donde prevalezca el
pluralismo religioso y político, ningún individuo o
grupos de
personas pueden arrogarse el derecho de imponer un autoritarismo
moral sobre sus semejantes. Por esto somos del criterio que las
técnicas de Reproducción Asistida, cuyo empleo promete
beneficios para la humanidad y, específicamente, para
parejas infértiles la satisfacción de ser madres y
padres, se entienden mejor no en términos moralistas, sino
contextuales que responden a situaciones reales de la vida,
específicamente una ética de la
responsabilidad.

Estas interrogantes éticas y aseveraciones, y el
hecho de que la Reproducción Asistida ya es una realidad
en nuestro medio, nos deben motivar a revisar constantemente
algunos aspectos del proceso reproductivo humano y de la
tecnología reproductiva actual, así como a debatir
con objetividad, sus posibles regulaciones (ya que si esta
técnica se regula adecuadamente, promueve la vida y la
dignidad
humanas), y las implicaciones jurídicas de dicha
actividad, actualizándonos en el acontecer mundial y
nacional del tema, con el objeto de poner los descubrimientos
científicos y tecnológicos al servicio de una
legislación moderna, acorde con el conocimiento
científico actual, pero enmarcados dentro de los
principios éticos y religiosos profesados por nuestra
población, que siempre deben ser tomados en
cuenta.

 

 

 

Autor:

Dr. Domingo Peña Nina

El autor es médico cirujano y abogado.

 

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