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Antología inmigrante argentina (página 7)



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Sin mención de origen

Guillermo House evoca, en "El mangrullo", la
agonía de un hijo de inmigrantes, y el heroísmo del
camarada sanjuanino que intenta protegerlo: "El conscripto
Colombo (un hijo de gringos de la provincia de Santa Fe) es
regular tirador, pero flojazo para las penurias. (…) Como
Colombo no puede moverse, él le introduce en la boca su
dedo meñique húmedo de rocío. Pero el sol no tarda
en disipar este engaño, y desde temprano se deja sentir"
(1).

En "El salón dorado 1904" (2), de Manuel Mujica
Láinez, la dueña de una mansión en
decadencia se entera de que muchas de las habitaciones se han
transformado en locales. Uno de ellos es ocupado por un sastre
presumiblemente italiano: "El ama de llaves la detiene delante de
la puerta que da al comedor. En su panel central hay clavado un
cartel: ‘Bruno Digiorgio, sastre’. Entran
allí. Los cortes de género se
apilan sobre un mostrador; los maniquíes rodean a la
estufa, encima de la cual permanece, como un testigo
irónico, el lienzo pintado de la ‘Carrera de
Atalanta’ que imita un gobelino".

Sebastián Jorgi es el autor de "Un día de
vida", cuento en el
que evoca la triste existencia de una italiana y su hija,
víctimas de un padre despótico (3).

Giusseppe el zapatero protagoniza un tango de
Guillermo del Ciancio. En un cuento de Horacio Vaccari, el hijo
médico escribe una carta a Giuseppe.
Le dice: "Hoy me duele decir todo esto, pero necesito torturarme
con la verdad, con mi triste verdad y he de asumirla hasta el
fin. Cumplí con la voluntad que usted me impuso desde la
cuna. Estudié Medicina, fui
uno más en el montón, aunque sacaba buenas notas.
Tenía que hacerme perdonar mi origen, si bien mis
compañeros me respetaban porque era callado y estudioso"
(4).

Humberto Costantini escribe acerca de un gringo; en su
"Historia de una
amistad": "a
mí me gustaba cuando don Aldo me hablaba de sus cosas.
Cuando vine a América, ¿sabe?, me soñaba
tener una casa y una familia. Muchos
hijos, sabe. Así como usted. O más todavía.
Ocho, diez. Una mesa larga, larga, y todos allí a la noche
comiendo con buen apetito. En mi ciudad había un sastre
que tenía doce. Todos carabineros. ¿Se imagina? Con
estos sombreros grandes…, me decía" (5).

En el cuento "Niebla", escribe José Luis
Pérez: "Era el patio de ladrillos de un inquilinato,
pulido por los pasos de fatigados inmigrantes, con enrejados
verdes de varillas de maderas entrecruzadas, grandes macetas
rojas y amarillas de formas acampanadas llenas de plantas, un gran
piletón en el centro, el parral cubriéndolo todo y
en una silla baja, sentado, con una chaqueta en su falda y una
aguja en su mano, cosiendo con destreza y chupando su pipa,
estaba él. Un aroma de uva madura y tabaco fuerte
llenaba el espacio, de una vieja radio
salía la voz de Beniamino Gigli, cantando "Wien, Wien, nur
du allein’ " (6).

Un amor imposible
causa la emigración de un italiano, en un cuento de
José Luis Cassini: "El mismo día en que Enrico se
hizo cargo de la sastrería, el único auto de la
villa se detuvo enfrente. El chofer entró: ‘La hija
del Patrón se va a casar con un doctor de Zóppola,
como él ha dispuesto; y aquí te manda este dinero a
cuenta del traje de novia que le vas a confeccionar’.
Enrico lo entregó y se embarcó" (7).

En "La confesión" (8), Víctor
Casafús relata un extraño suceso en el que
intervino un italiano: "Antes de irme, se me ocurrió pasar
por la Sacristía para averiguar el nombre del Santo que
tanto bien me había hecho. Para mi sorpresa me dijeron:
-No. Con motivo de la pintura se
quitaron todos los Santos. Al único que puede encontrar
por ahí es a Don Giuseppe, el pintor".

La historia secreta de un italiano es el tema de "El
último patio" (9), de Haydee Massa, que se inicia con
estas palabras: "Resolví ir a Jujuy porque en una de las
últimas cartas tío
Antonio rogaba que lo visitase. Era el hermano menor de mi padre
y a éste le hubiese gustado que satisficiera su deseo.
Ambos vinieron muy jóvenes desde Italia para
establecerse en la Argentina. Después de convivir varios
años en Buenos Aires, la
afición por la arqueología incitó a
tío Antonio a promover investigaciones
en los yacimientos indígenas del país. Con el paso
del tiempo
quedóse definitivamente a vivir en Jujuy".

En "Desarraigo", cuento de Ana María de
Benedictis, el narrador, que piensa en emigrar de la agobiada
Argentina del siglo XXI, se arrepiente, evocando una historia
familiar vinculada con la guerra:
"Recordó que una mañana muy temprano llegó
una carta bordeada de una franja verde, blanca y roja; que la
abrió su abuela materna y comenzó a secarse las
lágrimas con el delantal; que una a una iban llegando sus
tías tratando de frenar el llanto que brotaba sin pedir
permiso" (10).

Escribe Marta Díaz Gioffré, en su cuento
"El nieto del italiano", que al protagonista "Siempre lo
asombraron los ojos de su abuelo, claros como gotas de agua, y el
pincel descarnado con que compuso sobre las paredes de la casa
antigua paisajes montañeses hechos con puntitos de
colores;
debían mirarse de lejos para entenderlos: rebaños
derramando su blancura sobre praderas verdes; de cerca, un tul de
pintitas sin forma. Se quedó sin preguntarle si
conocía la escuela
puntillista o era sólo su intuición y la nostalgia
de su tierra hecha
paisaje. A Vicente esa añoranza se le fue cayendo, como
propia, por una mejilla" (11).

Notas

1. House, Guillermo: "El mangrullo", en L. Gudiño
Kramer, J.P. Sáenz y otros:: El cuento argentino
1930-1959* antología. Selecc. prólogo y notas de
Eduardo Romano. Buenos Aires, CEAL, 1981. Pág.
83.(Capítulo, vol. 77).

2. Mujica Láinez, Manuel: "El salón dorado
1904", en Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana,
1977.

3. Jorgi, Sebastián: "Un día de vida",
publicado en la revista
Unión Personal Civil de
la Nación,
Enero-Abril de 1967.

4. Vaccari, Horacio: "Final de juego", en
Cuentos
elegidos. Buenos Aires, Troquel, 1978. 138
págs.

5. Costantini, Humberto: "Historia de una amistad"
(fragmento), en www.abanico.edu.ar.

6. Pérez, Jose Luis: "Niebla", en Varios autores:
Nosotros el Sur. Selección
de Nené D’Inzeo. Buenos Aires, Tu Llave, 1992. 124
pp.

7. Cassini José L.: "El mar en los ojos", en
Rotary Club de Ramos Mejía Comité de Cultura.
Buenos Aires, 1994.

8. Casafús, Víctor: "La confesión",
en La esquina literaria. Buenos Aires, Ediciones Tu Llave,
1996.

9. Massa, Haydee: "El último patio", en La
esquina literaria. Buenos Aires, Ediciones Tu Llave,
1996.

10. De Benedictis, Ana María: "El desarraigo", en
El Tiempo, Azul, 24 de marzo de 2002.

11. Díaz Gioffré, Marta Iris: "El nieto
del italiano", en Ni siquiera molinos.de viento. Buenos Aires,
Ediciones Tu Llave, 2006.

Japoneses

Anna Kazumi Stahl es la autora de "Sueño tanguero
de un japonés" (1), cuento que comienza así:
"Toshiuri Matsushiro arribó a Buenos Aires en 1947 a bordo
de un enorme barco vacío. Había viajado –a
buen precio– en las
apagadas cámaras frigoríficas de la Estrella
Austral que proveía al mayor país exportador de
carne vacuna en todo el mundo. Cuando bajó, se puso a
caminar por la ciudad. Era una figura pequeña y
enflaquecida entre tantas personas corpulentas y bien nutridas
que poblaban las calles".

Notas

1. Kazumi Stahl, Anna: "Sueño tanguero de un
japonés", en Catástrofes naturales. Buenos Aires,
Sudamericana, 1997. Pp. 200-206.

Polacos

En "Una patada", escribe Samuel Glusberg, bajo el
seudónimo de Enrique Espinoza: "es necesario estar al
tanto de las crueles trabas impuestas en Rusia y
Polonia por los secuaces zaristas, para impedir a los
jóvenes judíos
llegar a las profesiones liberales; y conocer los sacrificios
heroicos de aquellos estudiantes de toda la vida, para explicarse
el valor que una
madre judía concede a su diploma universitario"
(1).

En "El barón polaco", Adolfo Pérez
Zelaschi relata la historia de un impostor que decía tener
esa nacionalidad
(2).

En "Permiso, maestro", Isidoro Blaisten presenta a "La
Colorada", "una polaca llamada Vlasta, es la prima de la pollera"
(3).

En "Carroza y reina", escribe: "Ya se ven las guirnaldas
en la laca restallante, las guardas, las cenefas y las volutas de
color de fuego,
las letras en alegre novecientos en la madera calada,
y los lises, las rosas, los
tréboles, las fustas con diamantes, los escudos
argentinos, las amapolas de cinco pétalos, las guitarras
encintadas, los facones con chispitas y el bandoneón
desplegado que el maestro filetero León Untroib ha pintado
en las cuatro barandas de la carroza, en seis días desde
el alba al
crepúsculo" (4).

Los inmigrantes padecen las secuelas de la guerra. En un
cuento de Sebastián Jorgi, un hombre dice a
su mujer: "A la
semana de vivir juntos, mamá Freda se largaba a llorar
todas las noches en la habitación contigua. Vos me
explicaste que estuvo en el Ghetto de Varsovia y no quiere dormir
sola porque tiene mucho miedo de sólo pensar que los nazis
la llevarán a la casona del fondo del campo"
(5).

En "El hijo de Butch Cassidy", escribe Osvaldo Soriano:
"La guerra en Europa
había interrumpido los mundiales. Los dos últimos,
en 1934 y 1938, los había ganado Italia y los obreros
piamonteses y emilianos que construían la represa de Barda
del Medio en la Argentina y las rutas de Villarrica en Chile se
sentían campeones para siempre. Entre los obreros que
trabajaban de sol a sol también había indios
mapuches conocidos por sus artes de ilusionismo y magia y sobre
todo europeos escapados de la guerra. Había
españoles que monopolizaban los almacenes de
comida, italianos de Génova, Calabria y Sicilia, polacos,
franceses, algunos ingleses que alargaban los ferrocarriles de Su
Majestad, unos pocos guaraníes del Paraguay y los
argentinos que avanzaban hacia la lejana Tierra del Fuego. Todos
estaban allí porque aún no había llegado el
telégrafo y se sentían a salvo del terrible mundo
donde habían nacido" (6).

Weronicka, la protagonista de un cuento de Natalia
Kohen, manifiesta: "vinimos a la tierra
elegida por nosotros, a la Argentina, donde rehice mi vida y tuve
a mi hija. A pesar de eso, a veces añoro mi tierra
natal. En Polonia, cuando tenía dieciocho años,
soñaba con ser médica. Aquí soy masajista,
hice masajes a todos los que me llamaban, a las gentes más
dispares. Ahora, gracias a Dios me doy el lujo de poder
elegir…" (7).

El protagonista de "Esperanza", de Santiago Korovsky,
"Con la gente del conventillo se había ido
encariñando, había cinco polacos, una pareja de
gallegos, una pareja de judíos con un hijo, tres italianos
y dos alemanes. Era gente humilde, cariñosa, generosa y
solidaria. Algunos habían probado suerte como él,
pero, también, habían perdido" (8).

En "Gratitud" (9) -cuento de Leonel Giacometto
distinguido con la Tercera Mención en el Concurso
Internacional de Cuentos de Temática Judía,
convocado por la AMIA-, la narradora recuerda a su abuela
inmigrante: "Abuela había nacido en Polonia, y muy joven
llegó, en barco, a la Argentina, más precisamente a
la ciudad de Rosario. Era lo único, en mis tardes de siete
años, que sabía sobre la vida de abuela, que se
llamaba Hanna, y no Anna, así, como decía madre que
se escribía, con dos enes".

En "1994 Treblinka: 52 años despues; la carta del
abuelo", de Alberto Mazor, el antepasado le escribe: "Es triste
pensar que voy a ser asesinado a sangre
fría, es por eso que prefiero no aceptarlo y vivir en
funcion del desentendimiento" (10).

Notas

1. Espinoza, Enrique (Samuel Glusberg): "Mate amargo",
en La levita gris Cuentos judíos de ambiente
porteño. Buenos Aires, BABEL.

2. Pérez Zelaschi, Adolfo: "El barón
polaco", en el gRillo Año 16, N° 47, Julio-Agosto de
2007.

3. Blaisten, Isidoro: "Permiso, maestro", en Carroza y
reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219 pp.

4. Blaisten, Isidoro: "Carroza y reina", en Carroza y
reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219 pp.

5. Jorgi, Sebastián Antonio: "Tardes del
Lorraine", en Tardes del Lorraine. Buenos Aires, Ediciones del
Valle, 1996.

6. Soriano, Osvaldo: "El hijo de Butch Cassidy",
publicado originalmente en el diario Página/12, forma
parte de "Cuentos de los años felices", Editorial
Sudamericana, 1993. Incluido en Letrópolis
(www.letropolis.com.ar), Diciembre de 2006.

7. Kohen, Natalia: "Weronicka, la masajista polaca", en
Todas las máscaras. Buenos Aires, Temas Grupo
Editorial, 1997.

8. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en El Jardín
de la Esquina / ÆQUALIS

9. Giacometto, Leonel: "Gratitud", en León, Luis
et al.: Rostros de una identidad.
Relatos premiados del Concurso Internacional de Cuentos de
Temática Judía. Buenos Aires, Editorial
Milá, 2004. 96 pp.

10. Mazor, Alberto: Sobre encuentros y despedidas.
Buenos Aires, Milá, 2006. 88 pp. (Imaginaria)

Portugueses

Carlos Molina Massey, en uno de sus cuentos, evoca a un
comerciante portugués establecido en la provincia de
Buenos Aires. Es el 25 de Mayo. En Mercedes se aprestan a
conmemorar la fecha patria. "En la plaza, embanderada,
había música y
cueterío. Desfile de escolares. Aglomeración de
curiosos. Por las calles jinetes gauchos paseaban
el lujo de sus fogosos caballos. Don Contreras realizaba su
programa anual
desde el almacén de
don Quintino, el portugués, situado en la esquina crucera
de la plaza. Allí tenía concentrada su gente"
(1).

En "La caza del yacaré", escribe Elías
Carpena: "de pronto se oyeron unos gritos que surgían de
la maraña del monte. Era el portugués Jaime.
Entró en la senda con los mismos gritos y se nos
allegó. Lo descubrimos transfigurado: en él se
dibujaba el espanto. Se puso en los más descontorsionados
aspavientos; con el habla trabada e hipando" (2).

Notas

1. Molina Massey, Carlos: "La muerte del
pingo", en El cuento argentino 1930-1959 antología. Buenos
Aires, CEAL, 1981.

2. Carpena, Elías: "La caza del yacaré",
en Los trotadores. Buenos Aires, Huemul, 1973.

Rusos

"La siesta" (1) se titula uno de los cuentos que Alberto
Gerchunoff incluyó en Los gauchos judíos.
Así comienza: "Sábado, día del santo reposo,
día bendecido por los escritos rabínicos y saludado
en las oraciones de Yehuda Halevi, el poeta. La colonia duerme en
una tibia modorra. Blancas las paredes y amarillos los techos de
paja, las casuchas lucen al sol, sol benigno de la primavera
campestre. Del cielo, lavado por la lluvia de la víspera,
desciende una paz religiosa, y de la tierra se elevan rumores
apacibles".

Alberto Gerchunoff dejó, en el cuento "El
día de las grandes ganancias", testimonio de su
época de vendedor ambulante, durante la adolescencia.
"Necesitaba poco para abandonar el comercio a que
me dedicaba. Era yo entonces alumno del colegio nacional.
Había dado examen de primer año,
encontrándome imposibilitado para continuar los cursos. Me
faltaba el dinero para
la matrícula, carecía de libros, del
traje de cierta apariencia, a fin de que los camaradas de aula no
se burlasen demasiado de mi aspecto gringo" (2).

En "Mate amargo", escribe Samuel Glusberg: "Las
alpargatas criollas y el mate amargo fueron los primeros
síntomas de adaptación del tío Petacovsky.
Pero la prueba definitiva, la evidenció dos meses
más tarde, concurriendo al entierro del general Mitre.
Aquella imponente manifestación de duelo popular, lo
conmovió hasta las lágrimas, y durante muchos
años la recordó como la expresión más
alta de una multitud acongojada por la muerte de un
patriarca".

Glusberg evoca en ese cuento, a propósito de la
circuncisión del hijo del inmigrante llegado a la
Argentina en 1905, un hecho luctuoso: "Sabido es que: de cien
judíos que llegan a juntar algunos miles de pesos, noventa
y nueve gustan instalarse como verdaderos ricos. De ahí
que el tío Petacovsky, que no era de la excepción,
amueblara regiamente su casa, comprara piano a la pequeña
Elisa, y con motivo del nacimiento de un hijo argentino,
celebrara la circuncisión en una digna fiesta a la manera
clásica. Era justo. Desde el asesinato del
primogénito, en Rusia, el tío Petacovsky esperaba
tamaño acontecimiento. Igual que Jane Guitel, él
había soñado siempre un hijo varón que a su
muerte dijera en su recuerdo esa oración del
huérfano judío, que el mismo Heine recordaba en su
tumba de lana: Nadie ha de cantarme misa,/ Nadie
‘cádish’ me dirá,/ Sin cantos y sin
plegarias/ Mi aniversario fatal…" (3).

En "Las noches de Goliadkin", H. Bustos Domecq
–seudónimo de Jorge Luis Borges
y Adolfo Bioy Casares- evoca el exilio argentino de una princesa
rusa. Goliadkin relata su historia: "Veinte años lo
separaban de esa noche de pasión, de robo y de fuga; en el
interín, la ola roja había expulsado del Imperio de
los Zares a la gran dama despojada y al caballerizo infidente"
(4).

En "Permiso, maestro", de Isidoro Blaisten, el narrador
cuenta: "Estaba cortando un kilo de colita para la Raquel porque
era viernes. (…) La Raquelita, maestro, la de la tiendita, la
hija del ruso Mauricio. Todos los viernes me compra colita. La
religión
de ellos. Los jueves compran marucha, los miércoles
entraña de adentro o tortuguita, o entraña finita.
Los otros días no compran nada. Le dan al pescado. La
religión de ellos" (5).

En "Carroza y reina", Blaisten escribe: "conseguí
que el ruso Kaminski donase las banderas y los banderines"
(6).

En "El baile", Jorgi relata: "Había sido
Mariuska, hija de una princesa rusa con veleidades de artista
plástica, la que lo inició en pormenores del
arte. Con tal
de conquistarla al fin, le siguió el tren. Después
de haberla conocido –recién finalizada la Segunda Guerra
Mundial- en un bailongo de la Boca, simuló interesarse
por la pintura" (7).

El bisabuelo de Zahira Juana Ketzelman llegó a
Azul con su familia, pero, molesto por la actitud de los
lugareños para con sus hijas casaderas, se fue de esa
localidad (8).

En uno de sus relatos, narra Hilel Resnizky: "En 1870 su
abuelo, José Molinas, era el propietario de grandes
estancias, de casas de comercio, e incluso de buques y astilleros
en la Patagonia. En
1870 apareció un judío ruso, Jacobo Alter Grun,
quien se convirtió y casó a su hijo Marcos con la
hija de Molinas" (9).

Notas

1. Gerchunoff, Alberto: "La siesta", en Los gauchos
judíos. Incluido en R.J.Payró, J.C.Dávalos,
R.Mariani y otros: El cuento argentino 1900-1930
antología. Selección y prólogo por Eduardo
Romano, notas por Alberto Ascione. Buenos Aires, CEAL, 1980.
(Capítulo, vol. 60).

2. Gerchunoff, Alberto: "El día de las grandes
ganancias", en Cuentos de ayer. Buenos Aires, Ediciones Selectas
América, Tomo I, Nº 8, 1919.

3. Espinoza, Enrique (Samuel Glusberg): "Mate amargo",
en La levita gris Cuentos judíos de ambiente
porteño. Buenos Aires, BABEL.

4. Bustos Domecq, H.: "Las noches de Goliadkin", en H.
H. Bustos Domecq, A. Pérez Zelaschi y otros: El cuento
policial. Selección de Jorge Lafforgue y Jorge B. Rivera.
Buenos Aires, CEAL, 1981. (Capítulo, vol. 104).

5. Blaisten, Isidoro: "Permiso, maestro", en Carroza y
reina. Buenos Aires, Emecé, 1986.

6. Blaisten, isidoro: "Carroza y reina", en Carroza y
reina. Buenos Aires, Emecé, 1986.

7. Jorgi, Sebastián: "El baile", en Fuga y
vigilia. Buenos Aires, Ediciones del Valle, 1996.

8. Ketzelman, Zahira Juana: "Hilda", en Autorretrato al
infinito. Buenos Aires, el gRillo, 2006.

9. Resnizky, Hilel: Peregrinación entre patrias.
Buenos Aires, Milá, 2001.

Sirios

En "El camello ciego", relata Francisco Montes: "Los
sirios sueñan siempre con la dorada esperanza de
América. Y Rachid no era diferente. Esas esperanzas, los
sueños de riqueza y unas libras en oro que Ibrahin
colocó en su bolsillo, lo decidieron. Y días,
después, en Lataquia tomaba un buque atiborrado de
mugrientos emigrantes con su carga de sueños"
(1).

Notas

1. Montes; Francisco: "El camello ciego", en Leyendas y
Aventuras de Alpujarreños, en Unisex. Buenos Aires,
Bruguera. 163 pp.

Turcos

En la "Cantata para los hijos de Gracimiano", escribe
Daniel Moyano: "Yo conocí a Gracimiana cuando ella
todavía era una niña. (…)Los obrajeros y los
turcos más ricos de la zona querían casarse con
ella. Su desgracia fue Gracimiano. Todavía iba a la
escuela cuando lo conoció. Gracimiana envejeció a
los treinta años, gastada por él y por los hijos.
Después la perdimos de vista, pero quien tuvo la suerte de
conocer a Anita, su hija, podía ver otra vez a Gracimiana
con las mejillas paspadas por el aire"
(1).

En "El mundo, una vieja caja de música que tiene
que cantar", Héctor Tizón describe al "Turco": "Con
la negra barba cortada a golpes de tijera, el pelo sucio,
abundante y revuelto de tal manera que pueda encajar dentro del
pasamontaña y mantenerse allí por días y
noches y días y sobre todo con su andar cauteloso,
asentando con seguridad la
planta de los pies evoca sin lugar a dudas largas
travesías de camelleros en los arenales de Yemen, o en las
faldas de Sinaí, o quién sabe dónde"
(2).

Escribe Marta Lynch, en "Entierro de carnaval":
"Pasó una murga en traje de raso negro y amarillo que
llevaba un cartelón ‘Los pesados de San Justo’
y un conjunto de chicas de la fábrica, disfrazadas de
hawaianas. Pasó el carro del lechero adornado como para
las fiestas patrias con una familia entera que cantaba cumbias y
estribillos de Perón y
pasó también el turco de la carnicería con
un traje nuevo" (3).

El protagonista de "Rubishimón Benyojai", cuento
de Luis León, recuerda los relatos de su abuela
sefaradí: "- Rubí Shimón Ben Iojai, mos
acompaña akí y en la kái, Alfridico. Cuando
lo bushkaron para matarlo, fuyieron él y su isho a la
muntanyia. Era un cuento como cualquier otro. A la abuela
Masaltó le agradaba narrarnos trozos bíblicos, que
de vez en cuando mechaba con un poco de cábala y fábulas de
Esopo. Yo la escuchaba con admiración, y habitualmente,
haciendo dibujos sobre
cartón, yo levantaba cada tanto mi cabeza, para controlar
que no callara, y volvía a bajarla en silencio, para
zambullirme en el dibujo, sin
saber en realidad si debía entender todo lo que ella me
contaba, o simplemente disfrutar del misterio de escucharla"
(4).

En el cuento de Luis León, "Izmir,
Vísperas de Pésaj", judíos de Esmirna
preparan su viaje hacia la "Aryintina, como Ierushalám,
tierra prometida de leche y
miel…" (5).

En "Chacarita, Vísperas de Pésaj", otro
sefaradí proveniente de Esmirna recuerda con disgusto su
paso por el hotel de
inmigrantes: "Cuarenta días en el vapor no fueron menos
que cuarenta años en el desierto, y al llegar, ese hotel.
Parecido a la timaraná de Chesmé, igual a ese
manicomio donde murió Doudou, su madre que nunca lo
abandonaba, y comenzó a dejarlo un día, de a poco,
en su cerebro, poco a
poco hasta olvidar quién era su único hijo, y otro
día se fue entre esas paredes ajenas. Esas inmensas salas
llenas de camas, donde cada uno hablaba de lo suyo y sin que
nadie los entienda" (6).

Dyusepo –protagonista de "El sueño de
Dyusepo", cuento de Luis León distinguido con el Primer
Premio en el Concurso Internacional de Cuentos de Temática
Judía, convocado por la AMIA- "reconocía su dicha
al llegar al Río de la Plata. Dios había sido
hartamente piadoso con él, aquel día en que Nissim
Janná esperó largas horas en el puerto hasta que el
enorme cuerpo de metal llegó a la dársena y con su
mujer y sus dos pequeñas hijas, subieron al carro que los
llevaría a esa pieza de 25 de Mayo y Viamonte"
(7).

Un inmigrante, personaje de un cuento de José
Mantel, relata su historia: "-Apenas tenía quince
años cuando vine de Izmir con mi padre viudo. No tuvo
suerte, y al tiempo decidió probar en otro lado,
dejándome con una prima suya. No lo vi nunca más,
no sé nada de él, ni siquiera si está vivo o
muerto. La prima estaba casada con un mal hombre, que cuando se
hacía ‘preto candil’ le daba
‘jaftonás’. Un día quiso pegarme a
mí, y le partí la cabeza con un banco que
había en la cocina. Salí de la casa, sabiendo que
no podría volver más" (8).

En dos cuentos de Carolina de Grinbaum aparece el turco
comerciante. En "La inocencia de los culpables", escribe: "Nadie
faltó al convite, desde el boticario, el Juez de Paz, el
turco del almacén, el cura párroco, el comisario y
algunos vecinos de vieja data. La cosa daba para gran jolgorio".
En "Un amarillo hiriente", leemos: "Estaban sólo ellos y
el pudor en la rústica cortina comprada al turco,
única escenografía florida, entre esa aridez"
(9).

En "El elegido", Alberto Benchouam relata: "Los bordes
ajados lo dificultaban, pero tras un minucioso examen a trasluz,
Víctor Pardo logró descifrarla: la fotografía
había sido tomada en el mes de marzo de mil novecientos
veinticinco. Desde la imagen en sepia,
amarillenta y borrada en la parte inferior, una mujer joven semi
acostada en un sillón, sostenía sentados, uno en
cada rodilla, a dos niños
vestidos de idéntica forma y aparentemente de la misma
edad, de rasgos iguales, aunque uno de ellos miraba la
cámara de frente, mientras que el otro giraba un poco el
rostro, como si en ese momento se hubiera distraído con
una imagen o palabra. Un poco más atrás, y
sosteniendo el vestido de la mujer, una
niña de unos cuatro años, con una muñeca
cuyas piernas se iban del encuadre" (10).

En "El comisario Gorra Colorada", de Alberto E. Azcona,
relata uno de los personajes: 'Nadie se movía. Mejor
dicho, algunos movimientos se escuchaban, pasos, sables,
espuelas, desde los árboles
donde estábamos emboscados; pero nadie aparecía en
el claro que rodeaba el refugio del 'Turco Azul'.

No insistí, por que es malo ordenar y que no le
obedezcan; así que para no complicarme en esa
cobardía del montón, enderecé callado y
ligero como una luz hacia el
rancho.

Y cuando todos creían que iba a forzar la puerta
y ya veían salir al Turco a trabucazos y cuchilladas, me
trepé por los costados y subí al techo de paja
brava de aquella miserable habitación.

Separé un poco las pajas, y allí abajo lo
ví dormido al gigantesco matrero. Rápido me
largué hacia adentro y caí parado con el
revólver en la mano, que lo puse despacito con la boca del
caño en la sien del paisano. Abrió los ojos muy
grandes, se hizo cargo de la situación, y mansito se
entregó.

Cuando salimos, él adelante con los brazos en
alto y yo cargándolo de atrás con el 45 gatillado,
los vigilantes avanzaron y le apuntaron aparatosamente con los
rémington. Nada me dijeron y nada les dije".

Notas

1. Moyano, Daniel: "Cantata para los hijos de
Gracimiano", en Hernández, J.J., Tizón, H.,
Blaisten, I. y otros: El cuento argentino 1959-1970
antología. Buenos Aires, CEAL, 1980.

2. Tizón, Héctor: "El mundo, una vieja
caja de música que tiene que cantar", en Hernández,
J.J., Tizón, H., Blaisten, I. y otros: El cuento argentino
1959-1970 antología. Buenos Aires, CEAL, 1980.

3. Lynch, Marta: "Entierro de Carnaval", en Los cuentos
tristes. Buenos Aires, CEAL, 1967, pp. 132-3.

4. León, Luis: "Rubishimón Benyojai", en
SEFARaires, Nº 4, 2002. Buenos Aires.
(sefaraires[arroba]fibertel.com.ar).

5. León, Luis: "Izmir. Vísperas de
Pésaj", en SEFARAIRES.

6. León, Luis: "Chacarita. Vísperas de
Pésaj", en SEFARAIRES.

7. León, Luis: "El sueño de Dyusepo", en
León, Luis et al.: Rostros de una identidad. Relatos
premiados del Concurso Internacional de Cuentos de
Temática Judía. Buenos Aires, Editorial
Milá, 2004. 96 pp.

8. Mantel, José: "La historia de Yaquito
Péres (3) La confesión de Yusef", en SEFARaires,
N° 13, Mayo de 2003..

9. Grinbaum, Carolina de: La inocencia de los culpables.
Buenos Aires, e.g, 2003.

10. Benchouam, Alberto: "El elegido", en SEFARAires,
Nª 49, Mayo de 2006.

Ucranios

En "Lotz no contesta" (1), el narrador, Pecheny, tiene
el apellido de algunos inmigrantes llegados de
Ucrania.

Natalia Kohen evoca, en "El gran sueño" (2), la
festividad de Pesaj. Relata la narradora, refiriéndose a
su abuela llegada desde Ucrania: "Me pide que la ayude
‘aunque sea un poquito’: estamos en Pesaj (1) y me
transformo en su ayudante de cocina. Colaboro con el guefilte
fish (2), con los farfalaj (3) para la goldene iuj (4), y con los
kneidlaj (5). Con qué fruición hundo mis manitas en
la harina de matze (6) húmeda, para moldear los
bocadillos. Qué trabajo me da
pronunciar esas palabras en idisch, la abuela me ayuda, y
también a percibir los aromas apetitosos con que se va
saturando nuestro entorno". (1) conmemoración de la salida
triunfal del pueblo judío de su cautiverio en Egipto / (2)
pescado relleno / (3) masa cortada en trocitos para
acompañar sopas y guisos / (4) caldo de gallina / (5)
bocadillos de harina de matze / (6) pan ácimo.

Notas

1. Blaisten, Isidoro: "Lotz no contesta", en Carroza y
reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219 pp.

2. Kohen, Natalia: "El gran sueño", en Todas las
máscaras. Buenos Aires, Temas Grupo Editorial,
1997.

Sin mención de origen

En "Doña Rita Material", relato de Juan Bautista
Alberdi, una mujer se queja de la imparcialidad de un juez: "Mi
primo, el alcalde de este barrio, con quien nos hemos criado
juntos, uña y carne con Donato, mi marido, que todos los
días viene a casa, y muchas veces se queda a comer, a
quien no hace tres días le mandé un pastel de
choclos, ha tenido alma de
sentenciar en contra nuestra, en una demanda que
tenemos contra un gringo, ¡y contra un gringo, vea Ud!, por
unos espejos que nos vendió muy caros, y se los quisimos
devolver a los seis días" (1).

En "El pozo" (2), de Benito Lynch, relata el narrador:
"Si ‘El Gringo’ estaba en ‘La Fortuna’ a
pesar de las múltiples ocupaciones que le reclamaban desde
la capital:
remar, nadar, levantar pesas, arrojar la bala ‘y
hasta’ prepararse para dar alguna materia de
ingeniería en los complementarios de
febrero; era simplemente por hacer una obra de
caridad…".

En "Lotz no contesta", cuento de Isidoro Blaisten que
integra Carroza y reina, volumen
distinguido con el Premio Fortabat, aparece una alusión a
los gringos: "Pecheny (…) dio vuelta varias veces el sobre del
papel, lo abrió, leyó todo
lo que decía: Papel de fumar – 75 hojas. El
Surubí . Marca registrada.
Tírese suavemente de la hoja. Selecta SAIC – Goya.
Corrientes Papel engomado. Lotz se reía:
¿Cuándo piensa comprar los cigarrillos hechos,
Pecheny? Ya ni los gringos de las colonias" (3).

En "Esperanza", escribe Santiago Korovsky: "Un 27 de
Abril partió de su casa. En el viaje, la mitad de los
días se los pasó en la borda, con la cara verde, el
estómago revuelto, mirando cómo lo poco que
había comido caía al mar. Cuando se sentía
mejor lo obligaban a entrar de nuevo a una bodega, sin ventanas,
donde había unas cuatrocientas personas más.
Ahí era peor, el movimiento del
barco se sufría más, y el aire no circulaba bien"
(4).

En su cuento "El cardenal", Márgara Averbach
escribe: "Yo siempre había querido un cardenal. En ese
entonces, había muchos en los árboles de la casa de
las tías, como flores rojas más rápidas que
las otras. Y el abuelo, -que había nacido en una ciudad de
Europa y después se había visto obligado a
convertirse en gaucho judío, una conjunción
inimaginable para él, supongo- me había prometido
cazar uno para mí ese verano" (5).

De otro agricultor judío, "Aarón", y su
esposa, dice María Inés Krimer: "Aarón
cerró la Biblia y se puso de pie para apagar la hornalla
de la cocina. Dio unos golpecitos al mate para asentar la yerba y
empezó a cebar. Vivía en un campito con su mujer,
Clara. Nadie pudo explicar por qué terminaron ahí,
perdidos en el medio de la pampa, cuando parientes y amigos se
habían dirigido a las colonias de Santa Fe, Entre Rios y Chaco"
(6).

Hilel Resnizky dedica Peregrinación entre patrias
a la memoria de
sus padres y su hermano, "como homenaje a la judería
argentina, que supo unir valores". El
volumen consta de tres partes, cada una de las cuales muestra
"características distintas que van de un realismo
sentimental a un surrealismo
–o metarrealismo- de mirada alerta". La primera, "Argentino
y Judío a mucha honra pretende presentar esbozos, aunque
sean aislados, de la epopeya de la colonización
judía en la Argentina". Aparecen entonces los gauchos
judíos, los conservadores y radicales, la discriminación, el tesón, la
victoria y la desazón que caracterizaron a toda una
época (7).

Notas

1. Alberdi, Juan Bautista: "Doña Rita Material",
en Varios autores: 20 relatos argentinos 1838-1887.
Selección y prólogo de Antonio Pagés
Larraya. Ilustración en colores de Horacio Butler.
Buenos Aires, Eudeba, 1961.

2. Lynch, Benito: "El pozo", en Lynch, Benito: Cuentos.
Selección, prólogo y notas por Ana Bruzzone. Buenos
Aires, CEAL, 1980. (Capítulo, vol. 70).

3. Blaisten, Isidoro: "Lotz no contesta", en Carroza y
reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219 pp.

4. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en El Jardín
de la Esquina / ÆQUALIS /

5. Averbach, Márgara: "El cardenal", en
Aquí donde estoy parada. Córdoba, Alción,
2002.

6. Krimer, María Inés: en El Tiempo, Azul,
9 de febrero de 1997.

7. Resnizky, Hilel: Peregrinación entre patrias.
Buenos Aires, Milá, 2001.

Varios

En "Santana", uno de los Cuentos de la oficina, Roberto
Mariani se refiere a los habitantes de un conventillo: "Una de
estas antiquísimas mansiones actualmente agoniza en
conventillo. En sus espaciosas habitaciones donde acaso en 1815
ó 1820 algún general de la Independencia
abandona esposa e hijas para ir a satisfacer su sed
patriótica en los abiertos campos de batalla, hoy conviven
apretujadas seis u ocho familias de las más diversas
nacionalidades, y costumbres contradictorias hasta la
beligerancia. Italianos, franceses, turcos, criollos. La
última habitación la ocupa un griego relojero"
(1).

En "Una patada", escribe Samuel Glusberg, bajo el
seudónimo de Enrique Espinoza: "es necesario estar al
tanto de las crueles trabas impuestas en Rusia y Polonia por los
secuaces zaristas, para impedir a los jóvenes
judíos llegar a las profesiones liberales; y conocer los
sacrificios heroicos de aquellos estudiantes de toda la vida,
para explicarse el valor que una madre judía concede a su
diploma universitario" (2).

En "Trampa" (3), escribe Elías Carpena: "El
niño Prudencio Suárez mantenía con Aquiles
una amistad más entrañable que la fraternal. (…)
Hacían juntos los deberes y estudiaban en la casa de
Aquiles. Los afligían las mismas cosas y recibían
por igual el contento. En las siestas de verano salían
unidos a las quintas; a la del francés le quitaban los
melones y sandías a las del vasco".

Víctor Juan Guillot, en "Un hombre", evoca a
inmigrantes de varias nacionalidades. Un danés es el
protagonista: "Como hombre, el teniente Christiansen era
verdaderamente un hombre. Eso no lo había dicho el
capitán Romero, y el capitán Romero, en Chile, se
batiera con tres oficiales en tres días seguidos, matando
a uno, hiriendo a otro y recibiendo del tercero ese sablazo que
le alcanzaba de la sien izquierda al ángulo de la boca; ni
el escocés Mac Dougall, un antiguo administrador de
yerbales, del que se contaban en voz baja muchas cosas; ni,
finalmente, Morand, el suizo Morand, tirador infalible, que
arrojaba al aire una caja de fósforos y la incendiaba de
un tiro de revólver" (4).

En "Mamá reencuentra a granmamá", relata
Anderson Imbert: "Jeanette creció en un hogar modesto: su
padre, Humberto Groppa, fotógrafo: su madre, Yvonne, ama
de casa. (…)¡Conque ella, Jeanette, descendia de una
familia linajuda! AI menos por el lado de la madre, porque por el
lado del padre… bueno… EI padre, socialista, Ie habia contado
que los Groppa que dejó en Italia eran proletarios (del
"Iumpenproletariat" recalcaba, orgulloso de haber superado ese
humilde origen). Lo extraño era que su madre nunca Ie dijo
que los Longueval fuesen de abolengo. 0 quiza se lo dijo, pero
sin énfasis, y por eso ella tampoco Ie dio importancia"
(5).

En "Carroza y reina", relata Isidoro Blaisten: "La
señora Zúñiga, subiendo la pollera de su
largo sari turquesa, corre por el medio de la calle y sus altos
tacones repiquetean como un eco. Detrás el padre Agustino
del Mónaco y el maestro filetero León Untroib
hablan mientras corren. En la vereda del Banco Popular, el vocal
Cavalcanti ha abierto una brecha por donde pasan el representante
de Sadaic, la viuda de Borsini y el presidente del Hogar Croata.
Enredadas en los ruedos de sus vestidos, las esposas de los
vocales suplentes corren detrás de sus esposos"
(6).

El protagonista de "Unisex", de Francisco Montes
expresa: "Yo, Tufic Farjat Gurruchaga (hijo de libanés y
catalana) funcionario municipal de la noble San Luis de la Punta
de los Dos Venados, mercedino de nacimiento, categoría 22
en el escalafón municipal, con tres años de
filosofía (que no me sirven para nada) y tres de
francés en la Alianza Francesa (que de algo me sirven
ahora), tomé la excursión a Europa con mi mujer y
dos parientes, antes de jubilarme y quedar anclado por secula
seculorun" (7).

En "El hijo de Butch Cassidy", escribe Osvaldo Soriano:
"La guerra en Europa había interrumpido los mundiales. Los
dos últimos, en 1934 y 1938, los había ganado
Italia y los obreros piamonteses y emilianos que
construían la represa de Barda del Medio en la Argentina y
las rutas de Villarrica en Chile se sentían campeones para
siempre. Entre los obreros que trabajaban de sol a sol
también había indios mapuches conocidos por sus
artes de ilusionismo y magia y sobre todo europeos escapados de
la guerra. Había españoles que monopolizaban los
almacenes de comida, italianos de Génova, Calabria y
Sicilia, polacos, franceses, algunos ingleses que alargaban los
ferrocarriles de Su Majestad, unos pocos guaraníes del
Paraguay y los argentinos que avanzaban hacia la lejana Tierra
del Fuego. Todos estaban allí porque aún no
había llegado el telégrafo y se sentían a
salvo del terrible mundo donde habían nacido"
(8).

En uno de sus relatos, narra Hilel Resnizky: "En 1870 su
abuelo, José Molinas, era el propietario de grandes
estancias, de casas de comercio, e incluso de buques y astilleros
en la Patagonia. En 1870 apareció un judío ruso,
Jacobo Alter Grun, quien se convirtió y casó a su
hijo Marcos con la hija de Molinas" (9).

El protagonista de "Esperanza", de Santiago Korovsky,
"Con la gente del conventillo se había ido
encariñando, había cinco polacos, una pareja de
gallegos, una pareja de judíos con un hijo, tres italianos
y dos alemanes. Era gente humilde, cariñosa, generosa y
solidaria. Algunos habían probado suerte como él,
pero, también, habían perdido" (10).

Notas

1. Mariani, Roberto: "Santana". Citado por Páez,
Jorge en El conventillo. Buenos Aires, CEAL, 1970.

2. Espinoza, Enrique (Samuel Glusberg): "Una patada", en
La levita gris Cuentos judíos de ambiente porteño.
Buenos Aires, BABEL.

3. Carpena, Elías: "Trampa", en Carpena,
Elías: Los trotadores. Buenos Aires, Huemul, 1973.
Pág. 121.

4. Guillot, Víctor Juan: "Un hombre", en R. J.
Payró, J. C. Dávalos, R. Mariani y otros: El cuento
argentino 1900-1930 antología. Selección y
prólogo por Eduardo Romano; notas por Alberto Ascione.
Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo, vol. 60).

5. Anderson Imbert, Enrique: "Mamá reencuentra a
granmamá", en Dos mujeres y un Julián (1982), en
Narraciones completas, Vol. II. Buenos Aires, Corregidor,
1990.

6. Blaisten, Isidoro: "Carroza y reina", en Carroza y
reina. Buenos Aires, Emecé, 1986.

7. Montes, Francisco: "Unisex", en Unisex. Buenos Aires,
Bruguera.

8. Soriano, Osvaldo: "El hijo de Butch Cassidy",
publicado originalmente en el diario Página/12, forma
parte de "Cuentos de los años felices", Editorial
Sudamericana, 1993. Incluido en Letrópolis
(www.letropolis.com.ar), Diciembre de 2006.

9. Resnizky, Hilel: Puentes de papel. Buenos Aires,
Milá, 2004.

10. Korovsky, Santiago: "Esperanza", en "Bienvenidos al
Concurso Literario 1997", El Jardín de la Esquina /
Aequalis.

Cuentos infantiles y juveniles

Arabes

En Palermo, en las primeras décadas del siglo XX,
Fernando Da Salerno, protagonista de un cuento de Fernando
Sorrentino, se casa con una descendiente de libaneses. Relata el
narrador: "En aquella época los árabes –o, al
menos, los libaneses de doña Ibrahima- tenían la
costumbre de que los recién casados se retirasen temprano
de la fiesta para tener su primera cena en su nueva casa"
(1).

Notas

1 Sorrentino, Fernando: "Hombre de recursos", en La
venganza del muerto y otros cuentos con astucias. Buenos Aires,
Alfaguara, 1997.

Españoles

Gallegos

Elena Guimil es la autora de "Mi búho" (1), uno
de los seis relatos del Premio La Nación
1999 de Cuento Infantil. En ese relato, la escritora recuerda la
oportunidad en que su padre, "un gallego fornido" le trajo un
pichón. Acerca del texto
premiado, afirma la autora: "Este cuento nació en un
momento muy especial de mi vida, donde los recuerdos de la
niñez se hacen vívidos, provocados por un hecho
sutil: encontrarme de frente con los grandes ojos amarillos de un
pichón de lechucita, parado en un alambre de un camino de
tierra rumbo a un campo".

Notas

1. Guimil, Elena: "Mi búho", en El
desafío. Buenos Aires, Sudamericana, 2000.

Franceses

Carlitos Gardel protagoniza una historia de Graciela
Beatriz Cabal, quien relata que el pequeño "se
había ido por esas calles de Dios, colgado del pescante de
algún carro lechero. Cuando aparecía de vuelta en
el conventillo, la madre lo corría por el patio, con la
chancleta en lo alto, las peinetas a medio salir y los pelos
tapándole los ojos. -¿Dónde anduviste
metido, desgraciado?- parece que quería decirle. Pero como
estaba muy enojada se lo decía en francés (idioma
rarísimo pero que era el de ella). Y entonces los vecinos,
que habían sacado las sillitas a la puerta de las piezas
para observar todo con detalle (sin intervenir porque una madre
es una madre), se quedaban en ayunas" (1).

En "El ovillo del destino", escribe Emilio Saad: "no
podía negarse que Buenos Aires progresaba. Ya tenía
ferrocarril, calles empedradas y alumbrado público. La
aduana
proveía riquezas y al puerto llegaban cada vez más
inmigrantes. Algunos llamados por el propio gobierno, como
Monsieur Duclós, el otro habitante de la casa. Un
biólogo que tenía la misión de
estudiar la flora de la provincia. Era un caballero alto y
distinguido y al hablar, apenas se notaba su acento. A Lina lo
que mas le sorprendia era su sencillez" (2).

Notas

1 Cabal, Graciela Beatriz y Contarbio, Delia: Carlitos
Gardel. Buenos Aires, Libros del Quirquincho, 1991.

2 Saad, Emilio: "El ovillo del destino", en Varios
autores: La ultima rebelion y otros cuentos de nuestra historia.
Ilustraciones: Graciela Sennes. Buenos Aires, Amauta, 2006. 112
paginas. (Narrativa infantil argentina)

Galeses

Cuentan en la Patagonia (1), de Nelvy Bustamante,
reúne siete relatos en los que se honra al indígena
y en los que se homenajea la gesta de los galeses que cruzaron el
mar para asentarse en Chubut. "Rachel" evoca las penurias de los
galeses en sus primeros tiempos en la nueva tierra. Cuando todo
parece perdido, una idea de la mujer hace que la situación
se revierta. "El trueque", narrado a partir del cuento "Kaliats",
de Huberto Cuevas Acevedo habla acerca de la bonhomía del
indio que cambia su caballo por un reloj y, al ser sospechado de
robar el animal, lo busca hasta restituírselo al
dueño. "Una nota para el Hen Wlad" se titula este cuento
basado en un relato que forma parte de las memorias de
John Daniel Evans; en él se denuncia la crueldad de
algunos hombres blancos para con los indígenas, y el
inmenso dolor de un galés que encuentra prisionero a su
amigo tehuelche: "John se arrimó a su amigo. Le dio el pan
y los alimentos que
tenía, y apretando sus manos cuarteadas a través
del alambre, se despidió prometiéndole que
volvería a buscarlo". Cuando el galés vuelve, el
indio ha fallecido. "Malacara" relata la historia del caballo que
salvó al galés Evans, caballo que vuelve como
fantasma para salvar a un descendiente del hombre.

Notas

1 Bustamante, Nelvy: Cuentan en la Patagonia.
Ilustraciones: Lucas Nine. Buenos Aires, Sudamericana, 2005. 64
pp. (Cuentamérica).

Húngaros

En "El amigo", de Susana Goldemberg, relata el
protagonista: "Hungría es mi país de origen.
Argentina, mi patria. Mi casa natal, las casas de mis primos, las
de todos los miembros de mi familia, eran hermosas y amplias
residencias enclavadas en la campiña" (1).

Notas

1. Goldemberg, Susana: "El amigo", en Cuentos de la
bobe. Santa Fe, Librería y Editorial Colmegna, 1976
(Colección Entre Ríos). Prólogo de
César Tiempo. Foto de tapa: Pedro Luis Raota (E.
FIAP).

Italianos

Campania

En Palermo, en las primeras décadas del siglo XX,
vive Fernando Da Salerno, protagonista de un cuento de Fernando
Sorrentino, con su madre. En la calle Costa Rica
-relata el narrador-, "en un cuartucho de un conventillo
grisáceo, nos arrinconábamos mi madre y yo. Mi
madre, llamada doña Ferdinanda, y siempre vestida de
negro, pertenecía, simultáneamente, a tres
categorías (no incompatibles), a saber: a) santa
viejecita; b) viuda; c) napolitana. A pesar de lo Rica que era la
Costa de nuestra calle, vivíamos en la peor de las
pobrezas y no teníamos ni dónde caernos muertos"
(1).

Piamonte

Del Piamonte vino la abuela de María Teresa
Andruetto, quien contaba a sus nietas los relatos que la
escritora reunió en Benjamino (2). Dedica este libro, en el
que reescribe dos cuentos tradicionales, "a la nonna Felicitas".
Sobre ella expresa: "Mi abuela Felicitas, la mamá de mi
mamá, fue colchonera, en el tiempo en que los colchones
eran de lana, se apelmazaban y debían desarmarse y
rehacerse cada tanto. De ella recuerdo casi todo, porque la tuve
hasta que fui grande: su casa de Arroyo Cabral, donde
nací, el piso fresco de ladrillos de esa casa, las
máquinas de tisar lana, sus amigas hablando
en una lengua
desconocida para mí, sus comidas deliciosas (¡el
dulce de leche azucarado!), su cara gordita, las mejillas
coloradas, el pelo blanco que prendía con horquillas en un
rodete… Horquillas, rodetes, colchones apelmazados,
máquinas de tizar lana… nombres de cosas que ya no
existen".

Comenta el origen de los dos cuentos incluidos en el
libro –"Benjamino" y "Zapatero pequeñito"-: "Ella
había nacido en un pequeño pueblo del Piamonte, al
norte de Italia, y de esa región vinieron hasta mí
las aventuras de Gioaninn ca boija (Juancito, el que se las
ingenia) y Ciavtin cit (el zapatero pequeñito) que nos
contaba, tal vez para mostrarnos que, por más
pequeño que uno sea, puede, con algo de astucia y un poco
de suerte, engañar a los lobos y a los ogros" .

Sicilia

Ema Wolf afirma que no sólo venían
personas en los barcos. Venían también
extraños personajes como el Mamucca, un duende que
llegó desde Sicilia: "Con toda seguridad llegó
acá en un barco. Lo habrá traído
algún inmigrante en su bolsillo, en la bocamanga de los
pantalones o en el pliegue del sombrero. Lo habrá
traído sin querer, sin darse cuenta. Porque uno puede
mudarse de continente llevando hasta un ropero, pero a nadie se
le ocurriría cargar a propósito con algo tan
fastidioso como el Mamucca" (3).

Notas

1 Sorrentino, Fernando: "Hombre de recursos", en La
venganza del muerto y otros cuentos con astucias. Ilustr. Jorge
Sanzol. Buenos Aires, Alfaguara, 2003.

2 Andruetto, María Teresa: Benjamino. Buenos
Aires, Sudamericana, 2002.

3 Wolf, Ema: "El mamucca" en Clarín, Buenos
Aires, 22 de marzo de 1998.

Rusos

Acerca de Cuentos de la bobe, escribe Susana Goldemberg:
"El presente libro es netamente histórico. No me he
apartado un ápice de la verdad. La totalidad de su
contenido es auténtico, real; ha ocurrido tal cual como se
narra. Por respeto a los
niños. Por respeto a los protagonistas. Y porque son tan
bellas y profundas sus experiencias, que no cabe ninguna
modificación que las altere, ni en favor de la poesía,
ni en pro de la fantasía".

Uno de los cuentos incluidos en este volumen escrito
"Por y para" sus hijos, es "Papá". En él,
Goldemberg recrea una despedida: "Argentina. El nombre raro. Otro
país. Del otro lado del mar. Papá trató de
explicarme: -Es un país grande, rico, generoso.
Allí respetan a todos los hombres del mundo que quieran
trabajar sus tierras. No importa en qué templo o en
qué idioma le hablen a Dios. Enseguida papá me
alzó en sus brazos. Con torpes manos, recorrió mi
cara: los rulos sobre la frente, las cejas, el dibujo de mi
nariz, la línea de los labios. Y pellizcó mi
mentón, como siempre lo hacía cuando me daba el
beso de las buenas noches" (1).

El pequeño protagonista de "Historia con tango y
misterio", de Oche Califa, pregunta por qué sus abuelos
emigraron de Rusia. El padre le contesta: "Por el ejército
del zar. Cada vez que aparecían por la aldea donde
vivía era para llevarse a los jóvenes a pelear en
alguna guerra en la otra punta del país" (2).

Notas

1. Goldemberg, Susana: "Papá", en Cuentos de la
bobe. Santa Fe, Librería y Editorial Colmegna, 1976
(Colección Entre Ríos). Prólogo de
César Tiempo. Foto de tapa: Pedro Luis Raota (E.
FIAP).

2. Califa, Oche: "Historia con tango y misterio", en Un
bandoneón vivo. Buenos Aires, Sudamericana,
2002.

Sin mención de origen

Marcelo Birmajer evoca su experiencia en la primaria. A
propósito de un hecho que está relatando, dice: "La
historia transcurre en el colegio Doctor Hertzl, una
institución judío-laica donde cursé hasta el
cuarto grado de la escuela primaria. No pasé de cuarto
grado porque el estudio simultáneo del inglés,
el hebreo y el castellano,
sumado a una confusa situación familiar, me dejó
varado en una dislexia
consistente en escribir el castellano de derecha a izquierda,
como el hebreo; y el hebreo de izquierda a derecha, como el
castellano. Sin duda podría haberme presentado como
atracción en un circo grafológico, pero no era la
habilidad más indicada para cursar regularmente el cuarto
grado" (1).

Notas

1 Birmajer, Marcelo: No es la mariposa negra. Buenos
Aires, Sudamericana, 2000.

Varios

Había inmigrantes entre los personajes de "No
hagan olas", de Elsa Bornemann: "En aquel conventillo de Buenos
Aires, cercano al puerto y donde vivían hace muchos
años, los inquilinos argentinos tenían la costumbre
de poner apodos a los extranjeros que –también-
alquilaban alguna pieza allí. No eran nada originales los
motes, y errados la mayoría de las veces, ya que
–para inventarlos- se basaban en el supuesto país o
región de procedencia de cada uno. Tan supuesto que
–así, por ejemplo- don José era llamado
‘el Ruso’, aunque hubiera nacido en Ucrania… A
Sabadell, Berenguer y sus esposas les decían ‘los
gallegos’, si bien habían llegado de Barcelona sin
siquiera pisar Galicia… Apodaban ‘los turcos’ al
matrimonio de
sirilibaneses; ‘los tanos’, a la pareja de
jóvenes italianos de Piamonte que jamás
habían conocido Nápoles e –invariablemente-
‘el Chino’, a cualquier japonés que diera en
fijar allí su transitorio domicilio. Sin embargo,
podríamos deducir un poco más de conocimientos
geográficos, de información y hasta cierto trabajo
imaginativo por parte de aquellos pensionistas argentinos, de
acuerdo con los sobrenombres que les habían adjudicado a
la dueña de la casona y a su hijo. Ambos eran griegos. Por
lo tanto ‘la Homera’ y ‘el Homerito’, en
clara alusión al autor de La
Ilíada y La Odisea, el
genial Homero. Por
supuesto, a todas las criaturas que habitaban esa construcción tipo ‘chorizo’
(cuartos en hilera, cocina y bañitos ídem, abiertos
a ambos lados de un patio), los `rebautizaban’ con los
mismos motes que sus padres, sólo que en diminutivo"
(1).

En Historias de inmigrantes, escriben María
Cristina Alonso y Marta Pasut: "El mar es como una sábana
grande, tan grande que no tiene bordes", decía la
mamá de Catalina mientras guardaba camisas, manteles,
cacerolas y herramientas
en un baúl enorme. Y del otro lado de esa sábana
sin bordes hecha toda de agua, le contaba, estaba América.
¿Serían los campos de América como una
sábana grande sin bordes, toda llena de hierba? Catalina
llevaba sus tesoros: una muñeca de trapo, un librito con
flores y peces y una
caja con piedritas de colores. Como tenía miedo de
olvidarse de las cosas que amaba, había anotado en
papelitos las palabras que nombraban su mundo. Le parecía
que si escribía fuente, río, montaña, oveja,
árbol, casa, se llevaría esas cosas con ella. Y
junto a esos papelitos, llevaba otro muy importante para ella:
¡una carta de amor!" (2).

Notas

1 Bornemann, Elsa: No hagan olas (Segundo pavotario
ilustrado. 12 cuentos). Ilustraciones: O´Kif. Buenos Aires,
Alfaguara, 1998.

2 Alonso, María Cristina y Pasut, Marta:
Historias de Inmigrantes. Ilustraciones: Mirella Musri. Editorial
Homo Sapiens, 2005. (La Flor de la Canela)

Apéndice

INMIGRANTES Y EXILIADOS LLEGADOS A LA ARGENTINA HASTA
1810

Manuel Mujica Láinez, en "El espejo desordenado
(1643)", relata: "Simón del Rey es judío. Y
portugués. Disimula lo segundo como puede, hablando un
castellano de eficaces tartamudeos y oportunas pausas. Lo primero
lo disfraza con el rosario que lleva siempre enroscado a la
muñeca, como una pulsera sonora de medallas y cruces, y
con un santiguarse sin motivo. Pero no engaña a nadie.
Asimismo es prestamista y esto no lo oculta. Tan holgadamente
caminan sus negocios, que
sus manejos mueven una correspondencia activa, desde Buenos
Aires, con Chile y el Perú. Se ha casado hace dos
años con una mujer bonita, a quien le lleva veinte, y que
pertenece a una familia de arraigo, parapetada en su
hidalguía discutible. La fortuna y la alianza han alentado
las ínfulas de Simón, hinchándole, y alguno
le ha oído decir
que si se llama del Rey por algo será, y que si se diera
el trabajo de
encargar la búsqueda a un recorredor de sacristías,
no es difícil que encontraran un rey en su linaje"
(1).

En "La Casa Cerrada 1807", de Manuel Mujica
Láinez, el protagonista escribe una carta a un sacerdote,
en la que manifiesta: "La circunstancia de haber nacido en
Orense, aunque mis padres me trajeron a Buenos Aires cuando
empezaba a caminar, hizo que después de la primera
invasión inglesa me incorporara al Tercio de Galicia.
Intervine con esas fuerzas en acontecimientos que ahora, tantos
años después, su osadía torna
mitológicos" (2).

Notas

1 Mujica Láinez, Manuel: "El espejo desordenado
(1643), en Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana,
1977.

2 Mujica Láinez, Manuel: "La casa cerrada (1807),
en Misteriosa Buenos Aires. Buenos Aires, Sudamericana,
1977.

INMIGRANTES EN EL FUTURO

Uno de los personajes de "Tiresias", cuento de Carlos
Gamerro incluido en Buenos Aires 2033 (1), es el Tano.

En "Timbuctú", cuento de Carlos Gardini, aparece
el polaco Olsanski.

Notas

1 Guralnik, Gabriel (comp.): Buenos Aires 2033. Buenos
Aires, Norma, 2006. 128 páginas.

….

Los inmigrantes que se afincaron en la Argentina
aparecen en estos cuentos con sus sentimientos, sus costumbres y
peculiaridades. Son personajes de ficción
entrañables, testimonio de una época que muchos
conocen sólo a través de los relatos de sus
mayores.

Poemas

1. alemanes

2. armenios

3. búlgaros

4. españoles

5. estadounidenses

6. franceses

7. galeses

8. ingleses

9. italianos

10. japoneses

11. libaneses

12. lituanos

13. noruegos

14. polacos

15. rusos

16. sirios

17. ucranios

18. sin mención de origen

19. varios

20. en conjunto

21. antología

En este trabajo compilo algunos de los poemas en los
que los inmigrantes llegados a la Argentina entre 1850 y 1950,
sus descendientes u otros escritores argentinos, cantan a la
tierra de origen, a la inmigración o a los inmigrantes.

Transcribo parcialmente un poema de cada poeta, aunque
muchos de ellos han escrito otros poemas sobre la
inmigración, además del que incluyo en este
trabajo. Varios de estos poemas han sido musicalizados, por eso
incluyo canciones, tangos, milongas y schotis.

En general, utilizo un criterio cronológico para
ordenar los poemas, a excepción de los poemas sobre
españoles e italianos, que han sido ordenados por la
región de origen, dejando al final de cada apartado
aquellos que no indican procedencia del inmigrante.

Alemanes

José Pedroni se refiere, en el poema "Peter y
Anna" (1), a "los fundadores de Esperanza. Naturales de
Hintertiefenbach (Alemania).
Peter murió de pena a los catorce días de su
llegada".

Su mujer no tiene dónde enterrarlo:

No hay una caja para Peter Zimmermann

muerto en la madrugada.

‘Los ataúdes de Hintertiefenbach

eran de pino y haya’-.

Anna Elisabeth Leiser

está vaciando el arca.

En su poema "En el día de la recolección
de los frutos", Alfredo Bufano dice "Salud!" "también a
vosotros, hombres de la vieja Alemania" (2).

Homero Manzi es el autor de "Rosedal" (3), poema en el
que alude a un alemán que fue descuartizado y arrojado al
lago:

Cada vez que contemplo tu lago

sarcófago de fetos y de un
descuartizado

siento unas ganas locas de adornarlo con
tachos

latones

botas viejas

con una cama jaula

con una escupidera

igual que en los fanales de Pompeya.

Notas

1. Pedroni, José: "Peter y Anna", en Hacecillo de
Elena. Santa Fe, Colmegna, 1987. Pág. 112.

2. Bufano, Alfredo: "En el día de la
recolección de los frutos", en Para todos los hombres del
mundo que quieran habitar el suelo argentino.
Buenos Aires, Clarín.

3. Manzi, Homero: "Rosedal", en Salas, Horacio: Homero
Manzi y su tiempo, en Eurindia.galeon.com http://ar.geocities.com/webratacruel08/enverso08.htm

Armenios

Eduardo Bedrossian canta a la inmigración de ese
origen. En su novela Hayrig
Detrás del silencio de un millón y medio de voces
incluyó el poema "Armenia" (1), que transcribo
parcialmente:

Aquellos que dejando el amparo de tus
manos,

en la tarde oscura del invierno se marcharon

peregrinos, a otras tierras, otros mares,

grabando en tu alma el recuerdo

de sus risas frescas de días lejanos.

Preguntas al viento si vuelven los tiempos
pasados,

y su tímida brisa, acaricia;

y la caricia: suspiro

y el suspiro de amor un respiro,

como una esperanza cercana, con toda certeza,
contesta:

¡Volverán tus hijos errantes!.

Notas

1. Bedrossian, Eduardo: Hayrig. Buenos Aires, 1991.
búlgaros

Búlgaros

Paulina Vinderman habla a su padre en un poema
(1):

-Anoche soñé que sacaba un pasaje para
Bulgaria-

quiero decirle.

Llego a una ciudad amplia y resuelta, apoyada en
un

mar interior (un mar de manual, con
muchos barcos enhiestos.)

Inexplicablemente la ciudad está
callada

y resuenan mis pasos sobre las calles.

En Hospital de veteranos (2), ella escribe:

Soy el guardián de mi padre, el
guardián

del lenguaje,
títulos nobiliarios sacudidos

por el temporal…

(…)

Me quedaré con nuestra colección de
monedas

y tus zapatos enormes, vacíos para
siempre

de tus pies y tus sospechas.

Notas

1 Vinderman, Paulina: "Bulgaria", en Bulgaria. Biblioteca
Virtual Beat 57.

2 Vinderman, Paulina: Hospital de veteranos.
Córdoba, Alción, 2006. 56 pp. Versos citados en
Madrazo, Jorge Ariel: "Entre la extrañeza y la zozobra",
en La Nación, Buenos Aires, 31 de diciembre de
2006.

Croatas

Ante Sudar es el autor de "In Memoriam", poema que
comienza con estos versos:

Patria, madre amada,

Tu hijo de nuevo regresa

Después de muchas décadas
pasadas

Del extranjero trae flores

A la tumba de su padre, tu héroe
croata.

Notas

Traducción: Ante Sprljan. Fuente: Historia de la
inmigración croata en Córdoba, por Cristian
Sprljan, Córdoba, febrero de 2002 –
csprljan[arroba]yahoo.com

http://cursa.ihmc.us/servlet/SBReadResourceServlet?rid=1103314482185_1030380497_992

Españoles

Andaluces

En su poema "En el patio" (1), Evaristo Carriego elogia
a una inmigrante andaluza:

Me gusta verte así, bajo la parra,

resguardada del sol de mediodía,

risueñamente audaz, gentil, bizarra,

como una evocación de
Andalucía.

Con olor a salud en tu belleza,

que envuelves en exóticos vestidos,

roja de clavelones la cabeza

y leyendo novelas de
bandidos.

Notas

1 Carriego, Evaristo: "En el patio", fragmento incluido
en Wolf, Ema (texto) y Patriarca, Cristina (investigación): La gran inmigración.
Ilustraciones de Daniel Rabanal. Buenos Aires, Sudamericana,
1997. Sexta edición. 226 páginas. (Sudamericana
Joven Ensayo).
Pág. 53.

Asturianos

En "Los pájaros ciegos" (1), escribe José
Portogalo:

Junto a un charco de sangre estaba yo,

Juan Pérez, asturiano, profesión
panadero,

veinte años de Argentina, con tres
hijos,

un río de esperanza entre mis manos,

el corazón
del mundo en mi garganta

y una copla en mi pecho.

La primavera, ciega, se amontonó en mi
sangre.

Desde entonces mi copla perdura entre los
pájaros.

Notas

1 Portogalo, José: "Los pájaros ciegos"
(Fragmento), en Portogalo, José: Los pájaros ciegos
y otros poemas. Selección: José Portogalo.
Prólogo: Josefina Mercado Longhi.
Buenos Aires, CEAL, 1982. Pág. 72. (Capítulo, Vol.
132).

Cántabros

A su abuela española canta Baldomero
Fernández Moreno, en "Inicial de oro" (1):

"Nací, hermanos, en esta dulce tierra
argentina,

pero el primer recuerdo nítido de mi infancia

es éste: una mañana de oro y de
neblina,

un camino muy blanco y una calesa rancia.

Luego un portal oscuro de caduca arrogancia

y una abuelita toda temblona y pueblerina,

que me deja en la cara una agreste fragancia

y me dice: -¡El mi nieto, que caruca más
fina!-.

En "Viejo Café
Tortoni", soneto de 1925, habla a su padre:

¡Cuántas veces, oh padre, habrás
venido

de tus graves negocios fatigado,

a fumar un habano perfumado

y a jugar el tresillo consabido!

Notas

1 Fernández Moreno, Baldomero: "Inicial de oro",
en Cantan los pueblos americanos. Selección de
Germán Berdiales; ilustraciones de David Cohen. Buenos
Aires, Ediciones Peuser, 1957.

Castellanos

En "Regreso" (1), Rubén Benítez canta a su
madre española:

Nuestra madre,

la pobre exclamaría

Has vuelto muy cambiado

como si fueras otro.

Jamás serás el mismo

que se ha ido.

Naciste con silencio

de abismo

en tu costado

y cuando te mecía

velaba ya en tu piel la
indiferencia.

Tu cuna ya era un barco

de mares demorados

y de ausencias.

Pobre madre,

portaba en su mirada

distante y abatida

la luz del desencanto

triste flor de su tierra prometida.

Notas

1 Benítez, Rubén: "Regreso", en La Nueva
Provincia, Bahía Blanca, 3 de septiembre de
1998.

Gallegos

En "El espiante" (1), escribe Bartolomé R.
Aprile:

Se junaban con bronca las viejabas

-gaitas tolas, cabreras por un cuento-

y se fajaban a lo potro biabas

al lado ‘e la pileta del convento

Una decía: -¡Se le van las tabas

a ese reo por m’hija de contento!-

Otra decía: -¡Se le caen las
babas

a esa lora por m’ hijo y le da vento!-

Se fajaban de nuevo: el amasijo

para los ‘cosos’ era espiant’en
fija

hacia el nido de amor que cabuliaron.

Y al gritar una: -¡M’hija nos pa su
hijo

y la otra: -¡Qué más quisiera su
hija!

los chingolos el vuelo levantaron.

En el poema "Cuando mi padre habló de su
infancia" (2), José González Carbalho enumera las
posesiones que el niño inmigrante tenía en Galicia:
un río, un monte, un horizonte, su perro y sus canciones.
En América, ya nada tiene de eso, y se lamenta:

Ay, el dueño de valles

y misteriosos bosques

por el que andaba yo

mi perro y mis canciones.

Mis canciones que vuelven

sólo para que llore.

Mi perro ya olvidado

de obedecer al nombre.

Yo, que perdí mis cielos,

¡y soy tan pobre!.

Francisco Luis Bernárdez llora a su madre gallega
(3):

Nuestras pequeñas bicicletas iban por aquella
carretera de España.

Detrás quedaba Carballino, con sus casas
envueltas por la madrugada.

Dejando mi corazón mucho más a obscuras,
el amanecer despuntaba.

¿Era posible que pudiera venir, como todos los
días, la mañana?

El silencio de mis hermanos era el eco de la soledad de
sus almas.

Yo sentía sobre mis hombros algo parecido al peso
de una montaña.

El paisaje abría los ojos como si no se hubiera
enterado de nada.

Nunca olvidaré que en el monte de Corzos
había un ruiseñor que cantaba.

Al llegar a Dacón oímos el nombre querido
en la voz de la campana.

Mamá y el mundo habían muerto para siempre
y sólo aquella voz los lloraba.

En "Tríptico a Galicia" (4), Enrique Urbina
García canta la nostalgia del inmigrante de esa
región:

Y aquel que por Vigo, apabulló su
sombra;

en su misterio –pompas de luna- ocultará
olvido

y por las vides de Galicia como raíz
sangrante

tendrá su mente endulzando retornos
válidos.

(…)

Todo el que con un gallego trata, alcanza

sólo un poco lo que el corazón de ese
hombre

desparrama, porque el amor, vive
en su España.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12
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