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La diplomacia pública: Una oportunidad para recontar la Argentina a los italianos (página 5)




Enviado por Mat�as Marini



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Estos rivales consuetudinarios convocaron a los
italianos a formar parte de la vida política: la Dc los
aunaba en las parroquias, las Asociaciones Cristianas de los
Trabajadores Italianos (ACLI), la Federación Universitaria
Católica Italiana (FUCI) y los Comité
Cívicos. Por su parte, el Pci lo hacía en las
llamadas "Casa del pueblo". "La primacía de la
política representa así –explica Remo Bodei-,
en forma miniaturizada y parcelada, la continuidad (aunque con
los medios de la
persuasión democrática) del intento fascista de
integrar a los ciudadanos en la vida de la colectividad" (Bodei
op. cit., 27).

Católicos y comunistas generaron lo que Bodei
llamó el "noi diviso" ("nosotros divididos"), un
cuerpo social compacto y compuesto por antítesis. Un
oxímoron (como el concepto de
diplomacia pública), destinado a durar casi cuatro
décadas e inmortalizado por la versión
cinematográfica de la saga "Peppone e Don Camillo", los
relatos de Giovanni Guareschi que, en clave cómica,
cuentan el enfrentamiento entre un párroco y un intendente
comunista por el control de los
habitantes de un pequeña ciudad italiana.

Ambas organizaciones
partidarias promovieron una idea de Italia alejada de
los principios de
patriotismo y de nacionalismo
que habían caracterizado al discurso
político fascista. En el imaginario popular, nación,
patria y fascismo se
fundían en una simbiosis. "Luego de la decadencia
nacionalista y fascista –comenta Rusconi-, el patriotismo y
el sentido de pertenencia nacional no serían un recurso
vico y
político activable en una democracia"
(op. cit., 13, 14). La idea de patria se volvió
políticamente incómoda. Así,
para la izquierda fue una "idea de derecha"; para la cultura
católica, un obstáculo. (Recién a partir de
1999 Carlo Azeglio Ciampi, jefe de Estado
italiano proveniente del centroizquierda, tuvo el coraje
político de restaurar el uso del "tricolore" en las
fiestas patrias, los tres colores de la
bandera italiana que habían quedado pegados al imaginario
nacionalista de la derecha. En efecto, el lema "tricolore" es
aún hoy empleado como distintivo por una rama
política en el exterior del ex fascista partido Alianza
Nacional).

Ya no era el destino imperial de la Roma del
Duce y su concepto patrimonialista del Mare Nostrum
(en alusión al Mar Mediterráneo come eje del
proyecto
neoimperial). Por el contrario, ambas formaciones políticas
propugnaban una lectura
universal de la política. La idea de patria quedaba a la
vez comprendida y superada por la referencia a comunidades
ideales omnímodas como el "internacionalismo proletario" y
el "ecumenismo católico", respectivamente (Bodei op.
cit.
, 21). Se reconocían referentes más
allá de las fronteras nacionales: la Dc, desde el
Vaticano, sobrevolaba el Atlántico hasta Washington; el
Pci abrevaba en Moscú (o, en menor medida, en la
Yugoslavia comunista del mariscal Joseph Tito), hasta que con el
dirigente Enrico Berlinguer adquirió un perfil
autónomo al despegarse del núcleo soviético
(el llamado "strappo") mucho antes de que este
implosionase. Desde entonces, el Pci se orientó hacia el
eurocomunismo y los valores
democráticos de los países occidentales;
abrió la posibilidad de relaciones maduras y amistosas con
EE. UU.

Con la Casa Blanca y el Kremlin jugando directamente en
territorio italiano, en este período histórico la
política internacional dejaba a la interna magros
márgenes de acción
autónoma. La toma de posición frente a la
bipolaridad mundial se fundía con el concepto de interés
nacional. Con una Democracia
Cristiana erigida en escudo de Occidente y con el más
fuerte partido comunista del mundo capitalista abocado a la
llamada transformación socialista, el sistema
político italiano quedó fuertemente ligado al
sistema
internacional, casi en una posición subalterna y de
inevitable referencia. Así, Italia fue uno de los
países occidentales que con mayor intensidad
reflejó en su interior la división bipolar del
mundo. Con el fin de la contienda Este-Oeste se terminaron para
Italia muchas de las ventajas que durante el período
había logrado obtener gracias a su condición
geopolítica de "territorio de frontera"
entre ambos bloques, para ingresar luego en un etapa definida
como "limbo geopolítico" (Mammarella 2006,
269).

Las antinomias políticas comenzaron a encresparse
en ambos lados del Atlántico. En la Argentina los opuestos
peronismo/antiperonismo o peronismo/radicalismo
imprimieron la dinámica de al menos tres décadas,
con una tercera variante: la del "yo argentino", una pretendida
posición de neutralidad asumida por los ciudadanos que
consideraban a la política como la negación de la
patria. También en Italia, cuando la atmósfera de la
amenaza terrorista alcanza su ápice, algunos ciudadanos
desconfían hasta del cuerpo político que
debería combatirla, tanto que muchos proclaman no
alinearse "ni con el Estado ni
con las Brigadas Rojas", invocando también una suerte de
extraterritorialidad política (Bodei op. cit.,
126).

De las polaridades italianas durante el siglo pasado
pueden reconocerse desencuentros del tipo
monárquicos/republicanos, Sur/Norte,
laicos/católicos, intervencionistas/neutrales,
proteccionistas/liberales, fascistas/antifascistas,
comunistas/anticomunistas. Mientras los argentinos comenzaban a
popularizar el uso del término "gorila" para designar al
antiperonista, entre los italianos el debate
fascistas vs comunistas ya tenía un polémico
sucedáneo en la figura de los partisanos, de los miembros
de la mafia y de los actores del orden público de
posguerra.

La literatura y el cine se
ocuparon con abundancia del tema. Magistral es el retrato que de
esta división maniquea hace el escritor siciliano Leonardo
Sciascia. En Il giorno della civetta (El día de la
lechuza), una de sus mejores novelas sobre la
mafia italiana meridional, relata la vivencia de un oficial
norteño de los Carabineros que enviado en misión a
Sicilia debe descifrar el asesinato de un empresario, de
apellido Colasberna, ultimado por el crimen
organizado que opera en un ambiente
social de viejos intereses y con la complicidad tácita de
la omertà. Sciascia retrata la antinomia en un
diálogo
telefónico entre el oficial protagonista y un superior
suyo que le solicita el prontuario del empresario
asesinado:

"Aveva precedenti penali, sí: nel
millenovecentoquaran… ecco: quaranta, tre novembre del
quaranta… Viaggiava in autobus, a quanto pare gli
autobus erano jettatura sua, e si parlava della guerra che
avevamo attaccata in Grecia; uno
dice ‘entro quindici giorni ce la succhiamo’,
voleva dire la Grecia; e Colasberna fece ‘e che è,
un uovo?’ Sull’autobus c’era un milite: lo
denunciò… Come?… Scusate, voi mi avete chiesto
se aveva precedenti penali, io con le carte in mano dico: li
aveva… Va bene: non aveva precedenti penali…
Fascista io? Ma io quando vedo il fascio faccio gli
scongiuri… Sí signore, agli
ordini.

Attaccò il telefono alla forcella con
esasperata delicatezza, si passò il fazzoletto sulla
fronte. – Questo qui ha fatto il partigiano
–disse– mi mancava provare proprio uno che ha fatto
il partigiano.
" (Sciascia 1961, pp. 14, 15).

La lectura periodística de Beppe Severgnini
-columnista del matutino italiano Il Corriere della Sera
subraya la pasión de sus conciudadanos por los debates
inconclusos: "El mismo Garibaldi –a diferencia de los
padres de la patria estadounidenses, venerados por todos–
ha tenido problemas: la
unidad de Italia, de la cual es uno de los artífices, no
es aún pacífica. Ciento cuarenta y cuatro
años después, Norte y Sur se vigilan y se acusan
recíprocamente (…). Los alemanes han metabolizado
el nazismo, los
franceses han dejado de lado Vichy, los ingleses han borrado
ciertas páginas coloniales, los estadounidenses han
digerido Vietnam (…). Nosotros los italianos seguimos
dividiéndonos sobre el fascismo que hemos tenido, sobre el
comunismo que
hemos arriesgado, sobre el terrorismo que
hemos experimentado, sobre la corrupción que hemos tolerado" (2005,
210).

El concepto enunciado por Severgnini fue ya anticipado
por Bodei. Sin dejar de reconocer que Italia no ha querido borrar
su pasado al estilo de la llamada "Alemania sin
luto" o de Francia y su
república di Vichy, el intelectual admite que
"indudablemente hubo una fase en la que, incluso a nivel popular,
la tentación del olvido, especialmente en algunas clases
[sociales], ha sido fuerte. Esto ocurrió sobre todo
después del trauma representado, para el Frente popular,
de la clamorosa victoria de la Democracia cristiana en las
elecciones de 1948" (Bodei op. cit., 60). Es "el pasado
que no pasa" que Galli della Loggia subraya cuando concluye que
"la modernidad
italiana no logra borrar la antimodernidad, no es capaz ni de
superar ni de resolver en sí el pasado; simplemente se
superpone a él, se mezcla torpemente produciendo
sólo incongruencia y ineficiencias" (op. cit.,
139). En un filme italiano, un profesor de
medicina le
dice a uno de sus más brillantes alumnos: "¿Usted
tiene alguna ambición profesional? Entonces váyase
de Italia. Este es un país para destruir. Un lugar hermoso
e inútil. Aquí todo permanece inmóvil,
igual; destinado a morir".

La propensión del italiano al revisionismo
histórico recuerda al insistente retorno de viejos debates
en la retórica política argentina.
Paradigmático al respecto es el caso de las fiestas
nacionales, que en Italia como en la Argentina siguen siendo
objeto de enconados debates acerca de quién tiene la
autoridad de
gestionar la memoria y
herencia de
los acontecimientos. Particular atención merece en Italia la
conmemoración del 25 de abril de 1945, día de la
liberación de Italia del fascismo y la ocupación
nazi, y recuerdo de la Resistencia
partisana. Cada aniversario es una renovada ocasión de
debate mediático entre movimientos de izquierda que
reivindican la lucha armada de los partisanos comunistas en la
resistencia antifascista (combate que algunos veían como
la antesala de la revolución
comunista en Italia) y agrupaciones católicas que
defienden la tesis de una resistencia masiva, popular, en el
sentido de "resistencia pasiva", no violenta, conducida por la
Iglesia
(Rusconi op. cit., 47). "La guerra de liberación la
pelearon en su mayoría los comunistas, pero las elecciones
las ganaron los democristianos", escribió Norberto Bobbio
y, en un golpe de pluma, resumió la antinomia que
signó la vida política italiana en los años
de posguerra.

Aún hoy los italianos, en particular la población anciana, emplean el rótulo
"comunista" para resumir la miríada de partidos del
centroizquierda. Para un argentino, en tanto ciudadano de un
país con escaso arraigo electoral del comunismo o del
socialismo,
luego de que el peronismo fagocitara ambos electorados, el uso
del término "comunista" puede parecer extemporáneo,
démodé, cuando no vacío de
significado. Igualmente desconcertante puede resultar para un
argentino definir la política local en términos de
centroizquierda y centroderecha, tan caros al léxico
cotidiano de los italianos. Tales rótulos no forman parte
ni siquiera del más rudimentario discurso
político mediático argentino, por la razón
que no sirven como ejes discursivos de un sistema de partidos en
donde los actores partidarios, como el mismo peronismo, asumen
roles alternativos según el clima electoral
imperante. No así para un italiano, cuyo país
ostenta la condición de cuna del partido comunista
más grande y fuerte de Occidente (y a la vez sede del
Vaticano; lo que enriquece toda posible contradicción de
la vida política italiana), el Pci inspirado en los
conceptos de Antonio Cabriola, retomados por Gramsci, uno de los
fundadores junto con Togliatti y Berlinguer. En la actualidad al
menos dos partidos relevantes del sistema político de la
Península llevan la palabra "comunismo" en su nombre
(Refundación Comunista y Comunistas Italianos).

Sorprendentes y turbios fueron los años setenta.
La Argentina ingresaba en su noche más larga con la
dictadura de
1976, nacida del golpe de Estado
contra la fallida experiencia peronista de María Estela
Martínez de Perón
quien, como su marido, supo mantener relaciones con la
francmasónica italiana P2 (Propaganda
Due) de Licio Gelli, cofradía que alcanzó gran
influencia en las altas esferas del Estado italiano a fines de
los años setenta. Años de sorpresas para Italia,
que no obstante su denso arraigo católico y la presencia
política del Vaticano, protagonizó dos hitos
históricos: los resultados de los referéndum sobre
el divorcio (12
de mayo de 1975, con 59,3% por la aprobación) y sobre
el aborto (17
de mayo de 1980, con 67,9% de votos favorables). Turbios porque,
como sucedió en Argentina, la política tomó
forma de terrorismo. En nombre de una "rebelión operaria
contra el patrón y contra el Estado de los patrones"
emergieron las Brigadas Rojas, la
organización clandestina de extrema izquierda que en
1978 asesinó al ex primer ministro Aldo Moro, dirigente de
la Dc que intentaba un histórico acercamiento a la
oposición, una especie de acuerdo que durante su gobierno
(1963-1968) fue denominado "apertura hacia la
izquierda".

Conocida como "los años de plomo", el aire de guerra
civil y el clima ideológico de esta década fueron
la clara contraposición entre democristianos y comunistas,
entre "negros y rojos". El sólo proclamar o demostrar
pertenencia a alguno de ambos sectores podía ser el
pasaporte a la muerte. Las
Brigadas Rojas causaron graves atentados en ciudades
política y económicamente relevantes como
Milán, Roma y Génova.

Pero el terrosismo italiano también tuvo, como en
la Argentina de la misma época, una cara de derecha: las
fuerzas anticomunistas del grupo
paramilitar Gladio, operación presente en varios
países y que en Italia habría estado pronta a
perpetrar un golpe de Estado si el comunismo ganaba las
elecciones. En la Argentina esta lógica
funcionó sistemáticamente, activando golpes de
Estado cada vez que el peronismo, proscripto, ganaba elecciones
provinciales con otros lemas electorales. El terrorismo de
derecha comenzó a consolidarse a partir de 1974 con la
Alianza Anticomunista Argentina, gestada y dirigida desde el
Estado para combatir el ala izquierdista y socialista del
peronismo que más tarde se organizó como guerrilla
urbana bajo el nombre de Montoneros.

Por aquellos años, el orgullo de ser italiano
estaba estigmatizado por las secuelas del nacionalismo fascista y
por las críticas de la Comunidad
Económica Europea de los setenta que definían a
Italia como "anillo débil" y "gran enferma de Europa", se
repondrá más tarde en clave comercial y futbolera.
Los años ochenta son la época en que florece el
Made in Italy y el mundo comienza a asociar a los productos
italianos con símbolo de estatus, buena vida, calidad, estilo y
elegancia. La Ferrari ofrece buen diseño
e inmejorable motor. La moda de
Giorgio Armani y Gianni Versace comenzaba a esplender en las
pasarelas del mundo.

En el plano mundial, Italia retomaba su autoridad
internacional con misiones de paz en el Líbano: mientras
soldados franceses e ingleses sufrían bajas en la
región, los italianos demostraban al mundo su idoneidad en
la tarea. Sus dos ex aliados bélicos, Alemania y Japón,
no colocarían pie fuera de sus fronteras por mucho
tiempo: la
primera misión militar alemana en el exterior fue
recién en 1999, en Kosovo; mientras que para ingresar en
Oriente Medio, Alemania aguardó sesenta años hasta
mandar sus primeros militares al sur del Líbano, en 2006
(alemanes custodiando las fronteras de Israel era una
imagen
internacional muy fuerte). Veinticuatro años más
tarde, esta vez con mandato de la ONU, Italia
regresó al Líbano, un escenario del que se
había retirado prácticamente sin bajas: 75 heridos
y 1 muerto.

También en los años ochenta
apareció en escena una opción intermedia en el
continuo bipartidista de la arena política: el Partito
Socialista Italiano (Psi) cuyo conductor, Bettino Craxi, primer
líder
político nativo de Milano, gobernó por medio de
alianzas con la Dc y la marginación del Pci. Craxi
leyó la
tendencia de un nuevo "patriotismo económico", superador
de la precedente antinomia Dc-Pci, y gestionó el ingreso
de Italia en el reciente G5, nacido en Helsinsky, que junto a la
simultánea admisión de Canadá pasó a
denominarse G7. En 1986 el líder milanés
anunció ufanado que Italia había sobrepasado nada
menos que a Gran Bretaña en la carrera económica,
colocándose en el quinto puesto entre las naciones
occidentales más industrializadas.

Al orgullo económico se sumó el
político. Un año antes, en octubre de 1985, Craxi,
que mantenía buenas relaciones con el líder de
Palestina, Yasir Arafat, rechazó la solicitud del
presidente de EE.UU. Ronald Reagan de deportar a Mohammed Abu
Abbas, miembro del Frente para la Liberación de Palestina
acusado de asesinar a un hebreo de EE. UU. y detenido en la base
militar estadounidense de Sigonella, en Sicilia. Ambos
países se disputaban la jurisdicción del caso.
Italia, aquel país famélico y descalzo que se
reconstruyó con los dólares del Plan Marshall,
ahora se daba el lujo de desoír a EE. UU. con el argumento
de la soberanía territorial. Otro motivo para
reafirmar el renovado orgullo nacional italiano de los
ochenta.

Craxi era un milanés que eligió un
hotel para pasar sus días
como primer ministro en Roma; una opción que hablaba por
sí sola de la nueva geografía
septentrional del poder
político del país. Con él ya Milano
despuntaba como centro de gravitación del país y
del comercio
mundial; sería luego la capital
económica de Italia, posterior hipocentro de proyectos
políticos como el partido Fuerza Italia,
de Silvio Berlusconi, y la secesionista Liga del Norte, de
Umberto Bossi. Para Severgnini, "Milán explica y anticipa
a Italia. Resurgimiento y socialismo, fascismo y antifascismo,
resistencia y boom económico, Tangentopoli y
Mani Pulite, craxismo, leguismo, fútbol
y moda, editoriales y televisión, publicidad e
informática: todo pasa antes por
aquí" (op. cit, 61).

En el mismo año de su llegada al Líbano,
Italia obtuvo la tercera de sus cuatro copas del Mundo en
fútbol, una pasión popular cuya intensidad es
sólo comparable a la argentina o a la brasileña. Y
es desde el fútbol que algunos dirigentes de la
Península comenzaron a construir sus carreras
políticas. Es el caso del fundador de Forza Italia y dos
veces jefe de gobierno Silvio Berlusconi, presidente del club
Milan y accionista y padre del vicepresidente del potente grupo
mediático Mediaset, titular de los derechos televisivos de los
campeonatos del fútbol italiano. También es el caso
del empresario Diego della Valle, dirigente del club de
fútbol Fiorentina y luego miembro del sindicato
Confindustria, tribuna de relevancia política desde donde
desafió al magnate milanés. Fue su carácter innovador y su corta vida lo que
según Bodei permitió a Forza Italia evitar
raíces en el pasado, asociar su nombre a la jerga futbolística y acercar la política a
la cultura de "hinchada" colocándola en sintonía
con las pasiones populares deportivas (Bodei op. cit.,
143).

El fenómeno Berlusconi ha sido a menudo comparado
con la figura del ex presidente argentino Carlos Menem. Si bien el
carisma, el populismo y la
tendencia neoliberal de ambos líderes marcaron
coincidencias epidérmicas de conducción
política, no es fácil hallar analogías en
sus respectivos historiales políticos ni en las
condiciones sociales que abrieron paso a sus
liderazgos.

La mixtura entre política, deporte, medios de
comunicación y éxito
en el mundo empresarial (tribuna idónea para profesar un
sentido de extrañeza y hasta de desprecio por "el teatro de la
política") no es sólo patrimonio
italiano. El ex vicepresidente argentino y luego gobernador de la
mayor provincia del país, Daniel Scioli, debe su fama
local e internacional a su ex condición de regatista. El
empresario Mauricio Macri, ex presidente del club de
fútbol Boca Juniors e hijo de un acaudalado empresario
italiano, se convirtió en 2007 en jefe de gobierno de la
ciudad autónoma de Buenos Aires. Un
dirigente cuyo perfil es congruente con algunos elementos de la
nueva política italiana: empresario, escasa o nula
formación intelectual, ausencia de militancia partidaria,
gran patrimonio personal y gestor
de empresas
populares (como el mercado del
fútbol o de los medios de
comunicación). La riqueza y la pertenencia a familias
adineradas se colocan como el parámetro global que vuelve
idóneo a quien pretenda actuar en
política.

A comienzos de los años noventa, mientras los
argentinos comenzaban a vivir con euforia los primeros resultados
de un plan económico que liquidaría la
inflación, el clásico bipolarismo político
de Italia se resquebrajaba. En 1992 la justicia
italiana condujo uno de los más grandes procesos
contra la corrupción
política de la historia reciente que
sacudió a la Milán política. Se lo
conoció como Mani pulite (manos limpias) o
Tangentopoli (ciudad de la coima). Casi una década
después de aquel megaproceso, la Argentina rozaba la
posibilidad de una tempestad judicial análoga por su
magnitud y por los actores implicados. Se trató del
escándalo institucional por las coimas que un ministro de
Trabajo
habría pagado a un grupo de legisladores de distintos
partidos para que aprobaran la ley de reforma laboral propuesta
por el Ejecutivo. Se supone que la maniobra contó con el
aval del jefe de Estado.

El Mani pulite marcó el
fin de los partidos
políticos clásicos y dio inicio, según
algunos, a la segunda república italiana aunque, en rigor,
la constitución del país siga siendo
esencialmente la misma de 1948 –a diferencia de las cinco
repúblicas francesas y sus propios diseños
constitucionales. De la implosión nació una
miríada de agrupaciones, simplificadas luego con los
rótulos "centroderecha" y "centroizquierda"; una
pléyade electoral que obligó a concertaciones
multipartidarias para gobernar el país. Desde entonces,
basta el disenso de uno de los aliados de la coalición
para que el ejecutivo nacional caiga y se convoque a nuevas
elecciones (los italianos suelen llamar a este proceso
"ribaltone").

La experiencia de coaliciones partidarias post Mani
pulite
resultaría ajena a la cultura política
argentina, sobre todo luego del fracaso de la llamada Alianza
(1997-2001), híbrido entre la Unión Cívica
Radical (UCR) y el Frente País Solidario (Frepaso). En
1999 el entonces primer ministro italiano Massimo D’Alema
visitó la Argentina y se entrevistó con el
candidato presidencial de la Alianza, Fernando de la Rúa.
Ya los Democráticos de Izquierda (DS) italianos se
acercaban al Frepaso, luego de años de diálogo
político exclusivo con el radicalismo. El mandatario
italiano explicaba a los argentinos el éxito de El Olivo,
una coalición fundada en 1995 por el ex democristiano
Romano Prodi, expresión que unía a los mayores
partidos del centroizquierda italiano (excluido
Refundación Comunista). Más tarde, esa
formación fue sustituida por La Unión,
también liderada por Prodi, una mega coalición
partidaria de centroizquierda que tiene dentro a católicos
y a comunistas, los viejos protagonistas del "nosotros dividido"
de Bodei. Una ingeniería política de extrema
delicadeza, casi ajena en la experiencia política
argentina de no ser por la heterogeneidad de la coalición
que en 1946 acompañó a Perón en su primera
elección presidencial. Gobernaron Italia desde mayo de
2006 hasta abril de 2008, cuando el gobierno cayó y el
liderazgo del
espectro de la izquierda moderada fue retomado por el Partido
Democrático, la nueva experiencia política
encabezada por el ex alcalde de Roma, Walter Veltroni, que
reemplazó a La Unión en su intento por crear un
bipolarismo al estilo estadounidense o español.

La proliferación de sistemas de
alianzas, tanto de un lado como del otro, no significó
necesariamente la consolidación del protagonismo de los
partidos como actores de la democracia. Por el contrario, se
incrementó la personificación de la política
en la figura de líderes carismáticos o de
persistente presencia mediática. El fenómeno fue
acompañado por el ingreso en la arena política de
los técnicos, hombres del mundo financiero y
académico que acuden al servicio de la
política para gestionar crisis cuando
el sistema partidario colapsa. Los interinatos de Carlo Azeglio
Ciampi (1993-1994), ex director del Banco Central
italiano, y de Lamberto Dini (1995-1996), su vicepresidente en el
directorio del Banco, fueron llamados "gobiernos técnicos"
que condujeron el epílogo de legislaturas
truncas.

Desde entonces, la figura del técnico fue
intercambiable, transversal a los partidos políticos
gracias a su versátil perfil apartidario y a su cartera de
contactos internacionales con los centros de poder financiero
mundial. El técnico se convirtió en interlocutor
válido para cualquier coalición de gobierno.
Domingo Cavallo, en la Argentina, fue ministro de Economía de dos gobiernos sucesivos (el PJ
de Menem y la UCR de De la Rúa), encabezados por los
partidos históricamente rivales que en la campaña
electoral se presentaban como antinomias insalvables. Cavallo
solía ser un punto de referencia para las negociaciones
con Washington y el Fondo Monetario
Internacional.

Otra figura de perfil técnico fue la de Roberto
Lavagna, convocado en 2002 por el gobierno de transición
de Eduardo Duhalde ante la casi acefalía de la cartera de
Hacienda. Los hombres de partido se agotaban; no deseaban truncar
sus carreras políticas tratando de encauzar una
economía desquiciada. Se recurrió entonces a este
embajador argentino ante la UE que había servido al
radicalismo en tiempos de Alfonsín como ideólogo
del Mercosur. De ser
una figura de emergencia, provisional, Lavagna pasó a ser
el pilar del modelo de
recuperación económica argentina conducido por el
peronismo (ver Marini op. cit, pp. 52-57).

Tampoco faltaron en ambas naciones descontentos masivos
contra el sistema político de partidos y la idea, por
momentos fascista, de hacer política sin políticos.
En Argentina, el hastío hacia la clase
dirigente se cristalizó en la frase "Que se vayan todos",
en 2001. "Vaffanculo", en la Península, fue la
expresión soez de los italianos contra sus
políticos, en 2007. Estos movimientos de la
anti-política fueron capitalizados en ambos casos por dos
cómicos, Nito Artaza y Beppe Grillo,
respectivamente.

Tanto la Argentina como Italia padecieron violencia,
terrorismo, inflación, corrupción, mafias,
fracturas. Luego de gobiernos neoliberales que orientaron la
política exterior hacia Washington en desmedro de la
atención a sus socios regionales, ambas naciones retomaron
la vía de los proyectos comunitarios. Pero la Argentina,
que tiene más riquezas naturales y energéticas,
está notablemente más atrasada. Mientras Italia,
que vivió en medio de la Guerra
Fría 47 de sus 60 años de república,
alcanzó el estatus de séptima economía
mundial (aún hoy Italia forma parte del G8),
posición que todavía conserva a pesar de su nulo
nivel de crecimiento
económico en 2003 y en 2005. Según el instituto
alemán de investigaciones
económicas IWD, el PIB de Italia
aumentó entre el 2000 y el 2006 tan sólo un 0,9 por
ciento real anual: el último lugar en Europa. Mientras en
este período el comercio mundial creció un 40%, las
exportaciones
italianas lo hicieron sólo un 2%. Debido al euro, Roma ya
no puede compensar como antes la productividad con
una devaluación de la lira, lo que antes de la
introducción del euro impulsaba las
exportaciones y era una práctica más que recurrente
de sus gobiernos.

III.3.2. Migraciones

Hasta los años sesenta, década del
boom económico, Italia exportaba población
masivamente. Las remesas enviadas por los emigrados a sus
familias representaron un beneficio sustancial para la
economía italiana de posguerra y su balanza internacional
de pagos. En el decenio de 1902 a 1912 las remesas cubrieron el
61% del excedente de las importaciones
sobre las exportaciones causado por la necesidad de
aprovisionamiento de materias primas para la embrionaria industria
siderúrgica. El senador italoargentino Luigi Pallaro,
electo en Argentina como representante de la jurisdicción
América
del Sur, estimó que "en los diez años que siguieron
a la Segunda Guerra
Mundial, cuando en Italia la situación era muy
difícil, de los emigrantes llegaron 30 mil millones de
dólares". Hoy el mayor flujo de dinero que
sale de Italia pertenece a las remesas de los inmigrantes. En
2004 sólo los brasileños enviaron 3.443.000
euros.

El último estudio de la Fundación
Migrantes, presentado en abril de 2007, estima en 3.568.532 la
cantidad de italianos residentes fuera de la Península
(una cifra ligeramente superior a la registrada en el A.I.R.E.
consular -Anagrafe degli Italiani all’Estero) y entre 60 y
70 millones los oriundos, quienes tienen derecho a la ciudadanía italiana. A estos números
se suman 150 millones de personas que en el planeta hablan el
idioma italiano.

Los tres millones y medio de nativos se distribuyen
así: Europa es el continente con mayor presencia, con el
57,3% del total. Sigue América con el 34,3% y Oceanía
con el 3,6%. Más lejos se ubican África,
con 1,3%, y Asia, con 0,7%.
Las comunidades residentes en Suiza, Alemania y Argentina superan
el medio millón, las más numerosas del
mundo.

"Durante el llamado siglo de la emigración
italiana de masa, desde 1865 a 1975, desde Italia partieron
alrededor de 27 millones de ciudadanos", precisó el
senador italiano Franco Danieli (ver entrevista en
Anexo). Literalmente, otra Italia más allá de las
fronteras, que conserva códigos de valor ya en
desuso (un "ethos arcaico", diría Bodei), quizá
olvidados o hasta desconocidos por la actual generación de
italianos peninsulares. Sicilia, Campania y Lombardia son las
mayores comunidades regionales en el exterior.

Pero aquel flujo migratorio, inmortalizado en el
imaginario popular por las valijas de cartón y los abrigos
reciclados, se extinguió hacia la mitad de los años
setenta y, en menos de una generación, Italia
invirtió la tendencia para convertirse en uno de los
principales receptores de flujos inmigratorios de Europa.
Mientras los últimos movimientos migratorios de hace
treinta años eran intraeuropeos (Francia, Suiza y Alemania
recibían italianos meridionales, españoles,
griegos, yugoslavos, polacos, etc.) y activamente promovidos para
reclutar fuerzas de trabajo, el actual proceso absorbe a tientas
la llegada de extracomunitarios en puestos precarios, secundarios
o directamente en negro.

La posición geográfica de Italia en el
Mediterráneo es un puente para los países de la
Europa del Este (Albania, ex Yugoslavia) y para naciones del
norte africano (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia). El
problema es europeo. La inmigración desarticulada ya cambió
la geografía social de Europa. Etnias que en las urbes
conviven sobre la base de una mutua desconfianza e indiferencia.
Si España
e Italia son las puertas de acceso al continente, países
como Alemania suelen ser el destino final. La metáfora
usada por el periodista Severgnini deviene realista: "Italia
pende como un fruto sobre la cabeza de los pobres de
África, de los Balcanes y del Cercano Oriente". Con
sólo observar en el mapa la permeabilidad de las riberas
occidental y oriental de la Península "se comprende bien
–escribe Ernesto Galli della Loggia– hasta qué
punto Italia ha sido por razones naturales predispuesta a
convertirse en terreno de encuentro elegido por corrientes
migratorias y de experiencias culturales (…) No asombra
que en tantos ámbitos haya sido justamente Italia el
primer paso, el punto de tránsito, gracias al cual
llegaron a la Europa continental cosas, conocimientos y culturas
de orígenes no europeos" (op. cit., 8).

La Argentina, por su lado, recorrió un camino en
sentido inverso: desde 1880 hasta 1955 fue un masivo receptor de
inmigrantes europeos. Su legislación nacional
promovió la llegada de los extranjeros
ofreciéndoles tierras, trabajo y ciudadanía. Pero a
partir de los años sesenta –por motivos
políticos- y ochenta –por razones
económicas-, los argentinos iniciaron una lenta pero
constante emigración hacia EE. UU. y Europa mientras el
país recibía el aflujo de ciudadanos de naciones
limítrofes, atraídos por la sobrevaluación
de la moneda argentina.

Pero Italia envejece. El promedio de ancianos es
superior al resto del continente, como récord de
ancianidad alcanzó su clase dirigente. La Comisión
europea ha estimado que en 2050 las italianas vivirán
hasta los 89 años y los hombres hasta los 84, con el 27%
de la población entre los 60 y 79 años. La llamada
"tasa de sustitución", que designa el número de
hijos que cada mujer
debería tener para que la población mundial
permanezca constante, es de 2,1. Pero en Occidente la natalidad
está muy por debajo de este dígito. El promedio de
la UE es de 1,47 hijos por mujer y el de Italia, un record: 1,32
hijos (datos del Istat,
2006). Sin embargo, la población italiana no desciende
porque es compensada por una inmigración permanente que
suele ocupar las tareas y oficios abandonados por los italianos.
Ya en 2006 nacieron en el país muchos más hijos de
extranjeros.

La caída de la tasa de natalidad y el
envejecimiento de la población (por cada niño
italiano hay cinco abuelas) representan también la
reducción progresiva de la fuerza laboral que sostiene los
costos de los
sistemas de previsión social y sanitario. Mientras, los
pedidos de asistencia a los ancianos aumentan. La economía
del Estado social europeo siente las consecuencias de su
recalentamiento debido a este desfase. Italia destina al pago de
jubilaciones 14,2% de su PIB, lo que colocó en la agenda
política el debate sobre la extensión de la edad
mínima para jubilarse. Pero la longeva población
italiana –y del resto de Europa occidental- puede aumentar
las riquezas del país: si la tendencia se sostiene y los
italianos modifican su actitud
laboral, cada nueva generación tendrá una vida
productiva mayor a la anterior.

Según estimaciones de la organización Caritas, difundidas el 31 de
mayo de 2006, en diez años Italia se convertirá en
el segundo país de inmigración de Europa
después de Alemania, y en uno de los mayores del mundo.
Los datos prevén que el total de inmigrantes con permiso
de residencia se redoblará al pasar de los 3 millones del
2005 a alrededor de 6 millones en 2015. La población
extranjera, considerando los recién nacidos,
aumentará en 300 mil personas.

La merma, sin embargo, es evitable si se mantienen
ciertos niveles de inmigración. El estudio calcula que
gracias a los extranjeros el saldo migratorio puede ser positivo
en 5,7 millones. Ante la disminución y el envejecimiento
de las poblaciones, la ONU ha propuesto programas de
migraciones de reemplazo. Italia, por ejemplo, necesitaría
6.500 inmigrantes por año por cada millón de
habitantes.

Muchas pequeñas y medianas empresas, que
representan la estructura
económica regional italiana, deberían cerrar o
reducir drásticamente su producción sin la presencia de trabajadores
extranjeros. Sin el aporte de los inmigrantes, el producto per
cápita de las economías alemana e italiana
habría caído 1,5% y 1,2%, respectivamente, desde
1995 a 2005. El dato lo aportó Caixa Catalunya, la
institución financiera española cuyo estudio
reveló cómo en dicho decenio el crecimiento anual
de 1,8% en el PIB per cápita de los entonces quince
Estados de la UE fue posible gracias a la
aportación de los inmigrantes. L
a mayoría
de los países europeos sufriría caídas de su
producto por habitante si se prescindiese de la
contribución de los inmigrantes al mercado de
trabajo.

III.3.3. Economía, industria y
energía

Entre 1850 y 1914, Iberoamércia representaba el
8% del comercio mundial. En las décadas previas a la
Segunda Guerra
Mundial, las 2/3 partes de las exportaciones mundiales eran
alimentos y
materias primas, justo lo necesario para el modelo agropecuario y
no industrializado de la Argentina, el único país
que mejoró su posicionamiento
internacional sin haber participado en la Revolución
Industrial (Ferrer 2000, 360).

Pero el cambio en las
condiciones sistémicas y en los patrones de
relación hizo que hoy la misma región apenas
alcance 3% del comercio mundial, la misma medida que actualmente
ocupa sólo Italia. Hace más de medio siglo el
ingreso per cápita de la Argentina era casi el doble del
de Italia. Hoy es tres veces inferior.

En la relación comercial de la Argentina con la
UE, Italia ha sido dentro del bloque continental uno de sus
mayores socios, aunque hoy la balanza
comercial del país sudamericano sea deficitaria con
Italia. "Italia es el principal exportador hacia Argentina dentro
de la Unión
Europea, con una cuota de mercado del 4% en una escala global en
2000. Esto le permitió [a Italia] ser la tercera entre los
países exportadores hacia Argentina y la quinta
economía entre los importadores. Respecto del flujo de
inversiones,
Italia se ha convertido en uno de los mayores inversores en
Argentina, con una participación de alrededor del 5% de
las inversiones extranjeras directas en el período
1995-2000. Esto le permite (…) seguir a España, EE.
UU., Francia y Canadá en la clasificación de los
mayores inversores mundiales en el país sudamericano"
(Girandi op. cit.). Destacados grupos
financieros y económico-productivos italianos operan en
Argentina: Benetton, Camuzzi, Ferrero, Fiat, Italgas, Pirelli,
Banca Nazionale
del Lavoro, Banca Intesa, Generali Assicuazioni, Sea-Aeroporti di
Milano.

Con un cuadro regional de similares
características al argentino, persisten en el interior de
Italia desequilibrios entre el Norte rico, industrializado, y el
Sur, con rentas más bajas, y estigmatizado por un pasado y
un presente de cultura mafiosa. Las regiones septentrionales
producen algo más del 70% del PIB del
país.

Pero si se tiene en cuenta la heterogeneidad del
territorio italiano, la tradicional bipolaridad Norte-Sur se
vuelve una realidad cuádruple. Las cuatro italias son la
del Sur, aún de predominante base agraria; la del
Noroeste, con el ex triángulo industrial
Milán-Turín-Génova; la Italia del Noreste,
dueña de un llamado capitalismo
molecular caracterizado por la presencia de micro
emprendimientos, a diferencia de la industria de escala propia de
las grandes empresas al estilo fordista; la Italia central,
formada por las "regiones rojas", así conocidas por sus
tradicionales gobiernos de centroizquierda (Toscana, Umbria,
Emilia-Romagna y Marche). En el centro se destacan las
pequeñas industrias cuya
producción se caracteriza por la relevancia del territorio
donde opera, como lo demuestran la producción del cuero toscano
y del calzado marchigiano. La Italia del Noreste se mantiene como
timonel de la economía del país.

Por décadas, Italia fue "la economía
enferma de Europa". Pero a diferencia de los países del
Mercosur, especialmente de los más pequeños, la
economía italiana –como la española- ha
recibo un impulso notable con la participación en la
Comunidad Económica Europea. Hoy se basa principalmente
sobre la industria, la agricultura y
el turismo
–actividad, la última, que representa entre 10 y 12%
de su PIB. La industria textil puede considerarse la más
antigua industria italiana. La alimentaria, por su parte, se
encuentra muy ligada a las actividades primarias (agricultura y
ganadería); sin embargo, utiliza gran
cantidad de productos importados que lesionan la industria local
por la competencia de
precios. La
agricultura italiana, desde el punto de vista territorial, no
está favorecida por la naturaleza: el
80% del territorio es zona montañosa, pero no hay un solo
centímetro de tierra
desaprovechado. Como en Argentina, la vid, el olivo y los
cítricos constituyen los cultivos leñosos de gran
renombre y difusión.

Mientras Italia es un importador neto de energía
en materia de
gas,
carbón y petróleo, la Argentina cuenta con
abundantes recursos
energéticos y con una significativa diversidad de fuentes, como
la hidroeléctrica y el gas, además del petróleo,
carbón y uranio. Según el estudio "Panorama
Internacional de la Energía 2006" de la
Administración para la Información Energética de EE. UU.,
la Argentina puede incrementar sus volúmenes de
producción petrolera en al menos 65.000 barriles por
día en los próximos tres años y convertirse
en productor de 1 millón de barriles por día, en
diez años. El país también está
dotado de fuentes no convencionales de energía, tal el
caso de la geotérmica, eólica, mareomotriz, solar y
biomasa. Sus centrales nucleares Atucha I y II (esta
última construida en un 80%), generan energía
nucleoeléctrica con 319 MW y 600 MW de potencia,
respectivamente. En 2006 las autoridades argentinas anunciaron la
prolongación de la vida útil de la central nuclear
Embalse y la terminación de la construcción de Atucha II. Además,
se informó sobre la creación de una cuarta central
y sobre la reanudación de la producción de uranio
enriquecido en el complejo tecnológico Pilcaniyeu, en la
provincia de San Juan.

Particular relevancia tiene en la Península el
mundo de las pequeñas y medianas empresas (pymes): son el
95% de las firmas y tienen un promedio de menos de diez personas
empleadas. Las pymes representan el 26% de las exportaciones de
Francia; el 40% de Corea y el 56% de Taiwán. En Italia los
datos difieren, pero no bajan de 60%. De este porcentaje, 36% de
las exportaciones las realizan empresas con menos de doce
empleados. Hasta esa cantidad, son subsidiadas, no pagan impuestos, ni
siquiera los laborales. Existen 11 mil pymes, con buen nivel
tecnológico en diseño de producto. Se distinguen
por la amalgama de buen proceso, buen diseño, buen
producto y buena coordinación empresarial, lo que les
abrió mercado en 65 países. Con su conocimiento y
experiencia en el rubro, el país hizo de las pymes un
sólido modelo de desarrollo
industrial que aún hoy constituye el corazón de
su economía.

En cuanto al proceso de internacionalización de
sus pymes, la diplomacia comercial italiana junto a actores
privados se propuso asistir, tutelar y promocionar el sistema
productivo de su país en el proceso de radicación
en el exterior. Busca fortalecer el concepto de "made
by Italy
" frente al de "made in Italy"
(cfr. Mastrojeni 2005). Con la ley 56 del 31 de marzo de
2005 Italia racionalizó la acción del Estado a
favor de sus empresas y, al menos en la letra de la
disposición, creó en el exterior un estructura
central de referencia dentro de la red
diplomático-consular: el "Portal Único" o "Portal
Italia", una sede en donde los empresarios italianos
deberían encontrar toda la asistencia para insertarse en
mercados
extranjeros. Las embajadas y consulados, dueños de una
comunicación privilegiada con las
autoridades del país hospedante,
desempeñarían junto con las oficinas del Instituto
Italiano de Comercio
Exterior, las Cámaras de Comercio italianas y las
asociaciones de los italianos en el exterior un rol de defensores
de las necesidades de las empresas frente a la administración
pública extranjera, ofreciendo apoyo en las
licitaciones públicas, acceso a los mercados y
protección de los inversiones. ExTender es el sistema operativo
informático que pretende unir toda la red
diplomático-consular con las cámaras de comercio
que están fuera y dentro de Italia.

III.3.4. Caminos que se bifurcan: la crisis de los
bonos

La Argentina fue el primer país latinoamericano
en reconocer formalmente al Estado de Italia, cuya
conformación unitaria concluyó el 17 de marzo de
1861. Tal gesto anticipaba la voluntad europeísta
argentina y los vínculos que señalarían la
vida común de ambos Estados. Pero los recientes
resquemores bilaterales interfirieron –y siguen
haciéndolo- en la prosperidad de sus relaciones
comerciales. Tensas fueron las reuniones entre ambas naciones en
las rondas del FMI, por la
reestructuración de la deuda externa
argentina durante el bienio 2004-2005, operación que
aplicó sobre los tenedores de bonos de la deuda
(entre ellos, muchos italianos) un quita de casi 75% del valor de
sus títulos. Aproximadamente 400 mil italianos
tenían un total de 20 mil millones de bonos argentinos en
sus carteras de inversión, ahorro y
jubilación, algo así como 14,5 millones de
dólares, según estimaciones del Ministerio italiano
de Economía. Italia es el país con mayor cantidad
de bonistas afectados por el canje de deuda.

Aunque el gobierno argentino capitalizó
internamente la hazaña de la deuda como un paso
histórico sin precedentes contemporáneos, dicha
reducción en sus obligaciones
puso en discusión la confiabilidad que se supone un
país debería inspirar para relanzar su imagen
internacional y estimular nuevos procesos de inversión
extranjera. De allí, una seguidilla de vórtices
con Italia.

La opinión
pública italiana, además de la alemana y la
japonesa, resultó ser la más irritada con la
Argentina. El gobierno italiano fue vocero de la Banca, se
sumó al malestar de su opinión pública y
criticó con enjundia a la administración argentina por la quita en
sus pasivos. La respuesta no se hizo esperar y, desde aquel
cenit, las relaciones bilaterales atraviesan frecuentes momentos
de desconfianza mutua y discordia. La diplomacia pública
tiene una gran tarea de cara a la ciudadanía
italiana.

Respecto a la crisis de los bonos, Severgnini
observó que "hay 450 mil personas a las que les han dicho:
tomen los bonos, un estado no puede fracasar. Son 450 mil
personas que no dicen cosas agradables de la Argentina,
pequeños embajadores que no les están haciendo a
ustedes buena publicidad. Si les sumamos familias y amigos,
estamos hablando de dos millones de personas. Tener dos millones
de embajadores en contra es un problema muy serio".

Ante la opinión pública europea, el
gobierno argentino ensayó dos estrategias: por
un lado, la de mostrarse como víctima de planes
económicos propuestos por el FMI y aplicados con la
complicidad interna de una dirigencia política ligada a la
especulación del sector financiero y bancario. Por el
otro, la clave de la gestión
del equipo económico en su gira por Italia y Alemania fue
convencer a los bonistas sobre la responsabilidad de los bancos de sus
países en la colocación de bonos a sabiendas de la
vulnerabilidad de la economía
argentina. Mientras los títulos de la deuda
pública italiana arrojaban una renta de 4,75%, los
bonos argentinos daban intereses de 12%; más atractivos,
aunque de mayor riesgo.

El riesgo conciente que significaba la compra de
títulos argentinos fue el centro de la
argumentación usada por el gobierno de Kirchner para
trasladar responsabilidades a la banca italiana y legitimar su
propuesta de quita. Táctica que tuvo por marco la estrategia
general de lograr la aceptación de los mercados sin
comprometer el sustento del modelo económico argentino. La
reestructuración de la deuda era presentada como la
"única compatible con un proceso de crecimiento y equidad
continuado" (cfr. discurso del ex ministro argentino de
Economía y Producción, Roberto Lavagna,
12.01.2005).

Pero la estrategia argentina adoleció de
coordinación. En nombre del Estado, el secretario
argentino de Finanzas
utilizó la pantalla de la RAI para, literalmente, pedir
perdón a los italianos afectados por el default y
la reestructuración de la deuda externa. Este paso en
falso comprometió la táctica de sobreseer a la
Argentina de su culpabilidad,
mostrarla como presa de condiciones macroeconómicas no
buscadas, al tiempo que estigmatizar el rol de la banca europea y
su usura en la venta de bonos
argentinos.

De la prensa europea,
la italiana fue la más crítica
en cuanto al canje de deuda y la que más espacio
dedicó en las primeras planas de sus periódicos. Lo
demuestra el monitoreo de medios del centro argentino de estudios
Global News (2004), cuyo informe asegura
que mientras el resto de los medios europeos, estadounidenses y
latinoamericanos incluyeron algunas valoraciones positivas sobre
la reestructuración de la deuda, en Italia no se
publicó ninguna nota positiva sobre el canje. Dos de los
diarios italianos más leídos comentaron:

Il Sole 24 Ore: "Según el dicho popular,
la esperanza es lo último que muere. Sin embargo, no es
así para los italianos que rechazaron la oferta de
canje argentina y que actualmente tienen US$ 8.000 millones de
viejos bonos tango,
aislándose del resto del mundo que adhirió en masa.
En la atormentada y complicada reestructuración de la
deuda en default de Argentina, la mayor de todos los tiempos, los
bonistas poseedores de viejos títulos ahora no saben
qué deben esperar. La última esperanza, si la hay,
¿dónde está? Los italianos que no adhirieron
a una pérdida de capital equivalente al 70%, han
comprometido la recuperación del otro 30% y se
están enfrentando con el fantasma de una pérdida
total".

La Repubblica: "Venció Argentina. La
adhesión global al canje de bonos tango en default es de
76,07%. (…) En tanto, se delinea un ‘caso Italia’,
donde 350.000 ahorristas (3 de cada 4) no adhirieron a la oferta.
Ahora tienen dos caminos: hacer juicio a los bancos que les
vendieron los bonos, o bien, confían en la Task Force
Argentina (apoyada por los bancos italianos) que pretende
denunciar a la Argentina en sede internacional y pedir el embargo
de los bienes del
país".

Numerosos titulares del diario argentino
Clarín daban a entender el deterioro de la
histórica relación bilateral:

27.11.2004

COMPLICACIONES EN EL FRENTE EXTERNO: DECLARACIONES DEL
PRESIDENTE DURANTE UN ACTO EN CHUBUT

Kirchner: "Nos duele la actitud de Italia y pedimos que
se rectifique"

Dijo que el reproche "es para Berlusconi" por rechazar
la propuesta argentina por la deuda. Y culpó a los bancos
que les vendieron "bonos insolventes" a los jubilados
italianos.

28.11.2004

COMPLICACIONES EN EL FRENTE EXTERNO: DESPUÉS DE
LAS CRITICAS DE KIRCHNER A BERLUSCONI
Deuda: aumenta la tensión e Italia ya prepara una
respuesta

Así lo admitió una fuente de la Embajada a
Clarín. Dijo que la Cancillería italiana se
pronunciará mañana. Kirchner le había
reprochado al primer ministro por el endurecimiento de su
gobierno ante el tema del default.

28.11.2004

COMPLICACIONES EN EL FRENTE EXTERNO: VICTORIO TACCETTI,
EMBAJADOR ARGENTINO EN ROMA
"Las relaciones están deterioradas"

El representante argentino dice que la deuda
lesionó el vínculo. Y que el sector
económico "es el que demuestra menos comprensión en
Italia".

30.11.2004

Argentina e Italia acordaron bajar el tono al entredicho
por los bonistas

Kirchner había criticado a Berlusconi por las
trabas a la salida del default. Ayer el embajador pidió
una audiencia y expresó "la sorpresa y amargura" de su
país por estos dichos. Argentina justificó su
postura.

19.01.2005

LA SALIDA DEL DEFAULT | LA CANCILLERIA ITALIANA AMENAZA
CON PEDIR SANCIONES INTERNACIONALES CONTRA ARGENTINA

Por la deuda, la relación con Italia "está
en etapa de crisis"

25.04.2005

LA SITUACION POR EL CANJE DE LA DEUDA

Una señal del presidente Ciampi en el vendaval de
los bonistas italianos

El mandatario fue a saludar a Kirchner, mientras Roma
endurece su postura.

01.07.2005

LAS DEBILITADAS RELACIONES ENTRE BUENOS AIRES Y ROMA
LUEGO DEL CANJE

Tras la reunión de Berlusconi y Bielsa, anuncian
que viene el canciller italiano

Gianfranco Fini vendrá en enero. Así,
Argentina e Italia buscan recomponer relaciones.

La estrategia argentina, rechazada por la intransigencia
del gobierno conservador de Silvio Berlusconi, encontró
más tarde en el gobierno del centro-izquierda posiciones
cercanas, según puede deducirse de las declaraciones del
subsecretario de Asuntos Exteriores de Prodi: "Lamentablemente,
eran alrededor de 450 mil personas físicas, con una
familia a
cargo, personas modestas que probablemente mal aconsejadas han
invertido parte relevante de sus patrimonios con un resultado
catastrófico. Esto, objetivamente, ha determinado un
problema serio que no concierne al Gobierno. Este es un problema
entre bancos, personas individuales y una realidad de un Estado
que vivió una fase tan dramática" (cfr. Di Santo,
art. cit. en Anexo).

 

IV. La
política exterior y la imagen argentina. Temas de agenda,
países
objetivo y
percepciones

Sin desconocer las prácticas de
Realpolitik que nunca dejaron de caracterizar a las
relaciones
internacionales, una hipótesis de máxima para los
objetivos de
la política exterior de un país como Argentina o
como Brasil
podría ser la de contribuir a la disminución de las
asimetrías de poder, empezando por las que se registran
entre los socios menores del Mercosur (Paraguay y
Uruguay), y
contrarrestándolas con la mencionada participación
idónea y oportuna en los asuntos mundiales. La UE ofrece
un saludable ejemplo de cómo la presencia y el aporte de
los países menores -económica y
geográficamente- pueden equilibrar la presencia de los
más grandes e inyectar dinamismo a los debates
intrabloque.

No se trata aquí de abonar una concepción
idealista de la realidad mundial ni de recluirse en el pesimismo
hobbesiano (el camino debiera ser más bien
ecléctico). Pero sí de suponer, apoyados sobre el
citado concepto de autonomía relacional, que la
confluencia de voluntades entre Estados y actores no estatales
puede contribuir con una mejor gobernabilidad del sistema
mundial. No en vano las actuales agendas argentina y
brasileña de política exterior colocan al Mercosur
en primer lugar, entre otras coincidencias que se suponen
coordinadas, como la cancelación por parte de ambos
países de sus deudas con el FMI, en el segundo semestre de
2005, y la decisión de no enviar tropas a la frontera
líbano-israelí en agosto de 2006.

En este apartado se examinarán los intereses y
objetivos de la política exterior argentina, a partir de
los cuales construir una estrategia de diplomacia pública
que, como se dijo, mira a aumentar la presencia en la agenda de
asuntos internacionales y a que sociedades
extranjeras comprendan el porqué de las decisiones
externas del país. Asimismo, conocer la agenda
internacional argentina ayudará a determinar cuáles
son los países centrales para su estrategia
mundial.

Algunas de las cuestiones sensibles que integran las
prioridades externas de un país pequeño como
Argentina son:

a. la profundización de la alianza
estratégica con Brasil como modo de fortalecer la
base de inserción política y económica
argentinas en el contexto internacional; el fortalecimiento de la
asociación estratégica con Chile, la
estabilización de los vínculos con Venezuela
y con Bolivia, la mejora de la relación bilateral
con los otros países limítrofes;

b. la integración regional de tipo
político, económico, cultural y educativo, no
sólo aduanero y comercial; la ampliación del
comercio interregional; impulsar el empleo de
monedas locales (el Peso y el Real) en el comercio bilateral
intrabloque argentino-brasileño, en sustitución del
dólar;

c. el desendeudamiento externo y, paralelamente, la
recuperación de la credibilidad exterior del país
frente a sus principales interlocutores en el mundo
industrializado (entre ellos, Italia);

d. la reforma de la ONU hacia una mayor multilateralidad
y democratización en su estructura y proceso de
decisión; y del FMI, para mejorar la representación
de los países en el organismo, según sus posiciones
relativas en la economía mundial, y reforzar la
representación de los países menos desarrollados.
La política exterior argentina, en consonancia con la
brasileña, propone cambiar el sistema de
representación en el directorio del FMI, flexibilizar sus
condiciones para el otorgamiento de créditos a los países en desarrollo
y solicitar el consentimiento de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) ante ciertas reformas laborales
sugeridas por el FMI como condición para alguno de sus
préstamos;

e. la creación de una alianza política y
económica (asociación estratégica) entre la
UE y el Mercosur;

f. la promoción de una mayor equidad y beneficio
en las relaciones comerciales internacionales y fortalecimiento
de la posición negociadora de los países socios. En
la reunión de la OMC de Hong Kong
en diciembre de 2005, la Argentina solicitó
reformulaciones en las condiciones de intercambio comercial,
objetando los subsidios agrícolas de la UE y las
subvenciones a la exportación. En particular, se pide la
modificación de la Cuota Hilton (un límite que
Europa mantiene a las importaciones de carne argentina), de la
PAC (Política Agrícola Común de la UE), la
apertura del mercado estadounidense para los productos
agrícolas y cárnicos y, con ello, la
exclusión progresiva de aranceles y
subsidios agrícolas. Este grupo de objetivos coincide con
los propuestos en la Ronda Doha de la OMC, en noviembre de 2001.
El proteccionismo del comercio agrícola mundial aplicado
por EE. UU., Europa y Japón mediante incentivos a los
productores domésticos y la imposición de barreras
arancelarias contribuye a limitar las exportaciones argentinas.
La PAC de la UE tiene subsidios que representan casi 50% del
presupuesto total
comunitario. Europa es proteccionista en los sectores donde la
Argentina es competitiva;

g. la exploración de formas alternativas de
energía como la nuclear, la solar, la eólica y la
hídrica. La Argentina forma parte del directorio de quince
países del Organismo Internacional de Energía
Atómica. Junto con Brasil ha construido su propia tecnología de
enriquecimiento de uranio. Ambas naciones buscan la independencia
energética nuclear. Son las únicas en América
latina que han desarrollado el ciclo completo de combustible
nuclear: dominan desde la extracción del mineral de uranio
de las minas hasta su conversión en pastillas de uranio
ligeramente enriquecido para alimentar centrales nucleares.
Argentina es hoy uno de los treinta y dos países que posee
reactores nucleares con fines comerciales. La energía
eléctrica producida en Argentina a través del
recurso nuclear representa 8% del total. Así, el
porcentaje argentino es cercano al de Sudáfrica y Rumania,
y el doble de lo que se genera en Brasil, Holanda o la India, en
términos de porcentaje con respecto al total de electricidad
producida. El país se ha posicionado como líder
mundial en la categoría de reactores de investigación, exportando su
tecnología a Perú, Argelia y Egipto.

 

Esta serie de objetivos en política exterior, que
puede resumirse en la tríada integración
regional /
comercio internacional / política
energética
, sirve como matriz para
diagramar un esquema con las naciones del mundo funcionales a
estos propósitos y que, por lo tanto, formarán
parte del objetivo internacional argentino (ver Tabla 4)
y, por consiguiente, de la "audiencia nicho" para su proyecto de
diplomacia pública. Además, la selección
de los países tiene en cuenta la cercanía cultural,
el vínculo político-económico y su propio
nivel de influencia sobre el escenario internacional.

La presencia de militares y civiles en misiones de paz
en el exterior también compromete los objetivos
internacionales de un país. La Argentina, por ejemplo,
mantiene una contingente en Haití desde el derrocamiento
de su presidente. Cumple así una acción de
recomposición institucional en el país
caribeño. Además, forma parte del llamado Grupo de
amigos de Haití, que integra junto con otros miembros de
la Organización de Estados Americanos: Bahamas, Belice,
Canadá, Chile, EE. UU., Guatemala,
México,
República
Dominicana, Venezuela y,
en su rol de "observadores permanentes", Alemania, España,
Francia y Noruega. La presencia italiana en la Península
de los Balcanes, Bosnia, Kosovo y Albania, por ejemplo, es
decisiva en la prosperidad de la región desde los conflictos de
1999, tanto como lo es su misión en Afganistán, Darfur, Líbano y sus
gestiones diplomáticas en Somalia. Con casi ocho mil
militares en el exterior, hoy las fuerzas armadas italianas
están comprometidas en 24 misiones, en 18 países,
con un total de 7.730 militares. Estos y otros datos hacen de
Italia uno de los países más comprometidos en el
mundo con sus fuerzas armadas: el sexto en número de
militares en el exterior, con unos ocho mil soldados
empeñados en misiones de paz (el tercero en este tipo de
operaciones,
luego de EE.UU. e Inglaterra).

Tabla 4. Países clave para la política
exterior argentina (2003-2007)

Tipo de
relación

Target

Objetivos

Bilateral o birregional

(o competitiva)

Grupo 1: Brasil, Chile,
Venezuela, Uruguay, Paraguay, Bolivia,
México.

Grupo 2: Alemania, EE. UU., España,
Francia, Italia, Canadá, Inglaterra, Japón,
Israel.

Grupo 3: India, China,
Rusia,
Sudáfrica.

Influencia política;

redes de política común;

mejorar el intercambio comercial;

fortalecimiento relaciones
interbolques.

Multilateral

(o cooperativa)

Miembros del Mercosur, Grupo de
Río,

UE, NAFTA,
CAN, CARICOM,

ONU, OMC, OCDE, Asen, Organismo Internacional de
Energía Atómica, G77, G20, NOAL
(Países No Alineados).

Redes de gobernabilidad post-conflicto y (re)construcción
institucional (Haití, Bolivia);

favorecer el desarrollo y la estabilidad
mundial;

reducir la
pobreza;

promover nuevas formas de energía
mundial.

IV.1. Atributos de la imagen internacional argentina.
Variables de
percepción en Italia

A efectos teóricos, los atributos de un
país pueden clasificarse en objetivos y subjetivos.
Argentina, como nación
que reúne características de todos los continentes,
ofrece los siguientes atributos del primer tipo: es el octavo
país del mundo en superficie, con 2,7 millones de km²
y una población estimada de 39.537.943 habitantes en 2005.
Tiene una densidad de 14
hab/km², aproximadamente. Posee todo tipo de climas:
tropical al Norte, templado en el Centro y muy bajas temperaturas
en la Patagonia;
diversidad en flora y fauna, con
ecosistemas de
praderas, desiertos, montañas, selvas, bosques, llanura.
Su economía tradicional está basada sobre la
agricultura y la ganadería, con la zona pampeana central
del país como uno de los territorios más
fértiles del planeta. Es el segundo exportador mundial de
miel y se colocó en primer puesto cuando China se
apartó del mercado en 2003 por haber alterado sus
productos. Es rico en producción de carne, pesca y
minería.
Exporta energía hidroeléctrica y es uno de los
mayores productores de energía
nuclear en América latina (Rosales, op. cit.,
23). Es autosuficiente en petróleo pero sus recursos de
gas, exportados a Chile, escasean, por lo que importa de Bolivia
y de Venezuela (cuarto exportador mundial de petróleo).
Según datos de la UNESCO de 2004, Argentina es el segundo
país en índices de alfabetización de
América latina, con una tasa de 97,2%, igualada por
Cuba y
sólo superada por Uruguay en el primer puesto (con
98,1%).

Veamos ahora la dimensión subjetiva. Para mejorar
los esfuerzos oficiales por promover una percepción
positiva en el exterior, el British Council conduce a menudo un
sondeo mundial para determinar la imagen del Reino Unido en la
opinión pública extranjera de países de su
interés. Se conoce como Through Others' Eyes ("A
través de los ojos de otros") y en su edición
de 2000 encuestó en dos años a más de 6 mil
jóvenes líderes en 30 países. Los resultados
revelaron que el mundo se ha forjado una imagen ambigua de los
ingleses. Si bien se descubrió que una nueva
generación de líderes globales ve a Inglaterra con
ojos positivos, a escala individual asocian al ciudadano inglés
con una serie de percepciones negativas tales como la incapacidad
de adaptarse a los nuevos tiempos y actitudes
hostiles hacia los extranjeros (Cfr. "Do they mean us?" en BBC
News Online, 10 de noviembre de 2000).

Pero además de este sistema de encuestas a
una población clave, la percepción de un
país en el exterior puede evaluarse mediante un monitoreo
de medios como el que durante cuatro años (2000-2004)
realizó el citado centro argentino de estudios Global
News, analizando 78 periódicos internacionales. Entre los
matutinos italianos, el estudio determinó que la
Argentina

"tiene en las columnas deportivas de los diarios
italianos una presencia significativa, producto de la
actuación de jugadores y deportistas argentinos en el
país desde hace mucho tiempo. Eso hace que los medios,
sobre todo los especializados, muestren un flujo más o
menos constante de información sobre el deporte
argentino. Más allá de eso, los
‘otros’ temas que ocupan a la prensa diaria
varían. Por supuesto, desde diciembre de 2001, el
default sobre la deuda externa, que afectó a casi medio
millón de ahorristas italianos, es el único que
accedió a las primeras planas. Il Corriere della
Sera
, por ejemplo, sostiene que Argentina es la
única responsable de la situación. Esta
posición está claramente alineada con los
reclamos de Task Force Argentina, el grupo de ahorristas
apoyado por la asociación bancaria italiana que se
rehusó a participar en la oferta de canje de
títulos. Lo llamativo es que cuando comenzó a
hacerse más evidente que la reestructuración iba
a ser exitosa, el diario, que hasta ese momento publicaba con
asiduidad información al respecto, dejó de
informar sobre el tema casi por completo. La posición de
La Repubblica en este asunto es más conciliadora,
y refleja la responsabilidad compartida de los bancos italianos
en la venta de títulos de deuda argentina. El diario
económico Il Sole 24 Ore mantiene también
una posición neutra (…). Salvo los directamente
afectados por el canje de bonos luego del default, en
general se aprecia a la Argentina como el país
más glamoroso de Latinoamérica, de donde siempre provienen
noticias
inesperadas, pero que no terminan de hacer cambiar la
concepción de que se trata del gran país de
Sudamérica, sobre todo por lo que hace a las
manifestaciones de su cultura, personalidades deportivas y
recursos
naturales" (Global News op. cit.).

Del malestar por la reestructuración de la deuda
emergió el uso retórico del caso argentino como
sinónimo de descomposición institucional y
bancarrota de las naciones. En 2005 y 2006, la prensa italiana
reflejó a menudo la opinión de personalidades y
ciudadanos que veían en la desaceleración de la
economía de Italia el camino hacia un desenlace como el de
la crisis argentina. Conclusiones del tipo "otros cinco
años de gobierno de Berlusconi nos habrían hecho
terminar como la Argentina" (Tutto Perugia, 27 de abril de
2006, opinión de un ciudadano encuestado); "Italia sigue a
la Argentina por el mismo camino de la ruina" (Financial
Times
, 24 de marzo de 2006); "Bajo crecimiento y reformas no
implementadas, terminarán como Buenos Aires". Titulares
que ocuparon páginas destacadas en diarios de tirada
nacional: "Italia sigue las huellas de la Argentina" (Corriere
della Sera
, 25 de marzo de 2006), "La economía
italiana corre el peligro de una deriva como la argentina"; "Que
el gobierno se despierte o terminaremos como la Argentina";
"Alarma roja para Italia: riesgo de ‘deriva Argentina"
(La Repubblica, 26 de marzo de 2004).

La crisis sirvió de ejemplo para tematizar en la
agenda pública el proceso de "argentinización",
término que sustituyó a la idea de
"balcanización", concepto a menudo empleado por los
europeos para referirse a la desintegración territorial de
los Estados, el eclipse de las sociedades nacionales (dos
variables que, sin embargo, no aplican al caso argentino) y el
desorden socioeconómico. Una nueva instancia para valorar
los Estados fallidos (failed states). Ante la pregunta
sobre qué tipo de semejanzas encuentra entre Argentina e
Italia, uno de los funcionarios consultados por este estudio
respondió que "lamentablemente, en los últimos
años veo más a Italia parecerse a la Argentina que
viceversa".

Otros temas que la retórica de ciertos italianos
suele identificar con Argentina son los desaparecidos, el
autoritarismo, la riqueza natural del país, la
desorganización política e institucional, la
corrupción, la pobreza, la
inseguridad
jurídica y física, el
fútbol, el tango, la Patagonia, Maradona, Eva
Perón, el default, atentados, etc. A la hora de
definir a la Argentina como país, también resuenan
vocablos como soberbia, inestabilidad, descontrol, caos, crisis,
inseguridad, militarismo, caudillaje, machismo y populismo. A
estas adjetivaciones se suma un frecuente desconocimiento de la
existencia del Mercosur, de sus miembros y de procesos internos.
El embajador argentino en Roma, Victorio Taccetti, observó
que el Mercosur "se encuentra en estos momentos en una etapa
similar a la que atravesaba la Comunidad Económica Europea
en los años setenta y este es un punto a explotar a la
hora de hacer comprender al europeo la importancia del Mercosur
como mercado regional de proyección continental" (ver
entrevista en Anexo).

A propósito de las imágenes
sobre la sociedad
argentina, encuentran arraigo los conceptos de autoritarismo y
populismo, rasgo que a su vez se identifica con el resto de
América latina. En los artículos y notas sobre la
Argentina, el diario estadounidense The New York Times ha
empleado frases del tipo "país territorio de nazis" o
pueblo de "actitudes autoritarias y machistas" (Global News
op. cit.). Por su parte, el populismo, que tuvo su cuna en
Europa con el fascismo, es ahora vinculado por los dirigentes
italianos como prerrogativa latinoamericana y, particularmente,
patrimonio del peronismo argentino.

En una entrevista al diario italiano La
Repubblica
, Francesco Rutelli, líder político
del centroizquierda, ex alcalde de Roma y ex vice primer ministro
de Italia, comparó el gobierno de Berlusconi (2001-2006)
con el peronismo:

– "Peronismo. No me viene en mente ningún otro
modelo para describir a esta derecha de viejo estilo, para nada
liberal, que gobierna Italia".

– "Rutelli, Italia no es Argentina: ¿de
dónde viene este acercamiento entre Berlusconi y
Perón?", le preguntó el periodista.

– "De la evidencia de los hechos. Luego de más de
un año, están demostrando lo que valen: propaganda
martilladora y populismo".

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