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Don Vasco de Quiroga (página 2)



Partes: 1, 2

Don Vasco de Quiroga
(+1565)

La atractiva figura de Vasco de Quiroga ha sido objeto
de muchos estudios modernos.

Entre ellos cabe destacar los artículos de Fintan
Warren, Vasco de Quiroga, fundador de hospitales y Colegios;
Manuel Merino, V. de Q. en los cronistas agustinianos; Fidel de
Lejarza, V. de Q. en las crónicas franciscanas; y Pedro
Borges, V. de
Q. en el ambiente
misionero de la Nueva España;
así como la biografía Tata Vasco,
un gran reformador del siglo XVI, escrita por Paul L. Callens.
También hemos de recordar el precioso estudio de Paulino
Castañeda sobre la Información en derecho de Vasco de
Quiroga.

Don Vasco, nacido hacia 1470 en Madrigal de las Altas
Torres -donde nació la reina Isabel y donde murió
fray Luis de León-, provincia de Avila, es un jurista de
gran prestigio. Fue juez de residencia en Orán, y
representó a la Corona en los tratados de paz
con el rey de Tremecén (1526). Ejerce ahora un alto cargo
en la Cancillería real de Valladolid, y sigue con
particular atención la aventura hispana de las
Indias.

«Tenía 22 años de edad, dice
Callens, cuando Cristóbal Colón desembarcó
en la isla de Guanahaní. Tenía 43 cuando Vasco
Núñez de Balboa divisó por primera vez el
Océano Pacífico. Tenía 51 cuando
Cortés terminó su conquista de México.
Poco a poco y a medida que llegaban nuevos datos y
crónicas de los nuevos descubrimientos, se iban haciendo
nuevos mapas que
guardaba como precioso tesoro» (23).

Como buen jurista, formado probablemente en Salamanca,
posee también una excelente formación en
cánones y en teología dogmática. Era, en
fin, a sus 60 años, un distinguido humanista cristiano, al
estilo de su gran contemporáneo, el canciller inglés
Santo Tomás Moro.

Carta de la reina
Isabel

El 2 de enero de 1530 estalló en las manos de Don
Vasco una carta que iba a
cambiar su vida. La reina Isabel, esposa de Carlos I, escribe a
«su muy amado súbdito» proponiéndole
formar parte de la nueva Audiencia que en breve partiría
para la Nueva España, donde las cosas iban de mal en peor.
Cartas
semejantes recibieron altas personalidades del Reino, y
más de uno se dio por excusado: aquélla era una
aventura demasiado dura y arriesgada, en la que no había
mucho por ganar…

Vasco de Quiroga aceptó la propuesta
inmediatamente, y a principios de
setiembre de ese año se reúne en Sevilla con los
otros tres oidores, Alonso Maldonado, Francisco Ceynos y Juan de
Salmerón. Mientras don Antonio de Mendoza arreglaba sus
asuntos personales, el obispo de Santo Domingo, Sebastián
Ramírez de
Fuenleal, sería el presidente de esta Real
Audiencia.

Segunda Audiencia
en México

El 9 de enero de 1531, los nuevos oidores, vestidos con
sus elegantes capas negras, a la española, con las
insignias de su oficio real y haciendo guardia al Sello Real,
llevado en caja fuerte a lomos de una mula ataviada de terciopelo
y oro, hacen su
solemne entrada en la ciudad de México. La ciudad,
víctima de tantos atropellos en los últimos
años, se engalana tímidamente, y la
recepción oficial, harto tensa, corre a cargo de fray Juan
de Zumárraga, obispo electo, y de los miserables
Delgadillo y Matienzo. En torno a aquel
puñado de españoles, una inmensa muchedumbre de
indios, muchos de ellos afectados por las infamias de la primera
Audiencia, se mantiene cortés, distante y a la
expectativa.

En la ciudad se mezclan innumerables ruinas,
especialmente las de los imponentes teocalis derruidos, y un gran
número de casas y templos en construcción, algunos grandiosos, en la
piedra gris y la volcánica rojiza que se trae de las
próximas sierras de Santa Catalina.

Dificultades
abrumadoras

Indios y españoles, amigos o enemigos
éstos de Cortés, se dan cuenta luego de que la
segunda Audiencia no es en nada semejante a la primera.
Ésta viene a escuchar sinceramente las quejas de unos y
otros, decidida a imponer la justicia,
castigando a quien sea si lo ha merecido, y está
empeñada sobre todo en restaurar el prestigio de la Corona
española, que con los abusos y atropellos de los
últimos años está por los suelos.

En esa primera fase, Don Vasco y los otros oidores
tienen ocasión de informarse bien acerca de la
situación de la Nueva España, pues oyendo quejas,
acusaciones y defensas, pasan casi todo el día y a veces
parte de la noche, de modo que apenas logran dormir lo necesario.
Es necesario imponer restituciones enormes, pues enormes
habían sido los robos en los terribles años
anteriores. Se hace preciso sofocar intentos, más o menos
abiertos, de esclavizar a los indios. Es urgente sanear una
economía
completamente anárquica, y establecer una Casa de la
Moneda. Y estando ocupados en tan graves problemas,
indios amotinados tratan una noche de asaltar la sede de los
oidores, aunque son dispersados por los soldados
españoles.

Tras los años terribles de la primera Audiencia,
las cosas han quedado en situación pésima, y hay
que empezar todo de nuevo, cosa que, como ya vimos, se hace por
medio de una Junta en la que se reúnen las primeras
personalidades de México. En aquel mundo inmenso y
revuelto, poblado por innumerables naciones hostiles entre
sí y de lenguas diversas, parece casi imposible que un
grupo
pequeño de españoles sea capaz de amalgamar una
grande, única y próspera nación.

Solamente los frailes misioneros parecen saber en ese
momento lo que debe hacerse, y lo van haciendo por su parte. Pero
incluso a ellos es preciso refrenar, pues en la anterior
Audiencia habían tomado ya la costumbre de criticar
continuamente desde los púlpitos los actos de las
autoridades civiles. La nueva Audiencia se ve obligada a prohibir
esto expresamente, y refiere Salmerón en una carta de
1531: «Hízosele sobre lo pasado al dicho prior una
reprensión larga, de que él quedó
confuso»…

Vasco de Quiroga ve en la Nueva España un mundo
de posibilidades inmensas, trabado por sin fin de dificultades
enormes, y no cesa de pensar en posibles soluciones.
Los franciscanos han construído ya muchas iglesias, y como
escribe Zumárraga en 1531 al capítulo franciscano
reunido en Tolosa, «cada convento de los nuestros tiene
otra casa junto para enseñar en ella a los niños,
donde hay escuela,
dormitorio, refectorio y una devota capilla». Todos los
muchachos llevan un régimen de vida muy religioso
-«levántanse a media noche a los maitines»-, y
los más aprovechados de ellos son enviados de vez en
cuando como misioneros de los suyos, para enseñarles la
verdad y quitarles los ídolos, «por lo cual algunos
han sido muertos inhumanamente por sus propios padres, más
viven coronados en la gloria con Cristo» (Mendieta
V,30).

No, este sistema heroico a
Don Vasco no le acaba de convencer. Ocasiona un contraste
demasiado violento entre los niños y muchachos
profundamente cristianizados, y la masa innumerable de sus
familias, todavía a medio evangelizar… Sin rechazar
estas escuelas conventuales, habría que pensar en otros
modos de evangelizar y civilizar a los indios.

Pueblos-hospitales

El 14 de agosto de 1531, a los seis meses de su llegada,
Vasco de Quiroga escribe al Consejo de Indias pidiendo licencia
para organizar pueblos de indios. En esos meses, escuchando
tantas quejas de los indios, había conocido su mala
situación, y «teniendo siempre en cuenta la dignidad
humana de los indios», escribe al Consejo proponiendo la
creación de unos pueblos indígenas, una
institución original que educaba al indígena dentro
de una convivencia humana y cristiana.

No debe engañarnos hoy el sentido moderno del
término hospital, ya que estos hospitales de indios
fundados por Quiroga eran a un tiempo pueblo
para vivir, hospital y escuela, centros de instrucción
misional, artesanal y agraria, y también albergue para
viajeros.

Deseoso Quiroga de llevar sus proyectos a la
práctica cuanto antes, sin esperar la respuesta a su
carta, busca dos docenas de indios cristianos y de vida honesta,
compra en 1532 unas tierras a dos leguas de la capital, hace
acopio de bastimentos para los indios que habían de
dedicarse un tiempo a la construcción de casas, levanta
una gran cruz y funda así su primer población indígena, dándole
el nombre de Santa Fe.

Frente al pueblo, construye Quiroga un pequeño
oratorio, para poder estar
cerca de los indios. Allí ora, hace largas lecturas
meditativas, estudia el náhuatl, y escribe los sermones
que se habían de leer en la iglesia. La
original experiencia de Santa Fe va adelante con gran
prosperidad, llega a contar 30.000 habitantes, y da
ocasión a que miles de indios reciban el bautismo,
constituyan cristianamente sus matrimonios, se hagan ordenados y
laboriosos, practiquen con gran devoción oraciones y
penitencias, obras de caridad y cultos litúrgicos, al
tiempo que en el hospital acogen a indios que a veces vienen de
lejos, y ya convertidos, llevan lejos noticia de aquel pueblo
admirable.

Escribiendo Zumárraga al Consejo de Indias
(8-2-1537), trata de Vasco de Quiroga, todavía oidor, y
habla del «amor visceral
que este buen hombre les
muestra a los
indios»; en efecto, «siendo oidor, gasta cuanto S. M.
le manda dar de salario a no
tener un real y vender sus vestidos para proveer a las
congregaciones cristianas que tiene…, haciéndoles casas
repartidas en familias y comprándoles tierras y ovejas con
que se puedan sustentar».

Conviene señalar, por otra parte, como lo hace
Paulino Castañeda, que «para cuando Quiroga
exponía su punto de vista, la idea de las reducciones era
un clima de
opinión y abundaban las Cédulas reales».
Concretamente en Nueva España, nos consta la solicitud de
fray Juan de Zumárraga para que «los pueblos se
junten y estén en policía y no derramados por las
sierras y montes en chozas, como bestias fieras, porque
así se mueren sin tener quien les cure cuerpo ni alma, ni hay
número de religiosos que baste a administrar sacramentos
ni doctrinas a gente tan derramada y distante» (108-109). Y
las disposiciones de la Corona española, ya desde un
comienzo, sobre la conveniencia de agrupar a los indios en
poblados -1501, 1503, 1509, 1512, 1516, etc.- fueron continuas
(P. Borges, Misión
80-88).

Una utopía
cristiana

El mayor mérito de Vasco de Quiroga está
en haber soñado y realizado un alto ideal
evangélico de vida comunitaria entre los indios. Acierta
Marcel Bataillon, el historiador francés, cuando dice que
«más que a una sociedad
económicamente feliz y justa, aspira Quiroga a una
sociedad que viva conforme a la bienaventuranza cristiana. O
mejor dicho, no hace distinción entre los dos
ideales.

Para él, como para otros, se trata de
cristianizar a los naturales de América, de incorporarlos al cuerpo
místico de Cristo, sin echar a perder sus buenas
cualidades. Así se fundará en el Nuevo Mundo una
«Iglesia nueva y primitiva», mientras los cristianos
de Europa se
empeñan, como dice Erasmo, en «meter un mundo en el
cristianismo y
torcer la Escritura
divina hasta conformarla con las costumbres del tiempo», en
vez de «enmendar las costumbres y enderezarlas con la regla
de las Escrituras»» (Erasmo y España
821).

Diversos autores, y uno de los primeros Silvio A.
Zavala, en La «Utopía» de Tomás Moro en
la Nueva España, han estudiado la inspiración
utópica de la gran obra de Vasco de Quiroga. Este tuvo, en
efecto, y anotó profusamente la obra de Moro en la
edición
de Lovaina de 1516. Si lo tópico (de topos, lugar) es lo
que existe de hecho en la realidad presente, lo utópico es
aquello que no tiene lugar en la realidad existente, aunque
sería deseable que lo tuviera. Quiroga cita a Moro, y hay
sin duda numerosos puntos de contacto entre los planteamientos de
uno y otro.

Pero en tanto que en la Utopía de Moro
sólo hay una fantasía de ideales apenas
realizables, de inspiración renacentista y sin huellas
cristianas del mundo de la gracia -el único mundo en el
que los más altos sueños pueden hacerse
realidades-, los pueblos-hospitales de Quiroga tienen
planteamientos muy realistas y netamente cristianos. La
Utopía de Moro nunca se realizó, pero la de
Quiroga, como veremos, tuvo numerosas y durables realizaciones,
especialmente en Michoacán.

Por lo demás, la inspiración primaria del
utopismo de Quiroga no viene de Moro, sino del Evangelio. No es
un sueño impracticable, sino históricamente
realizado. No se fundamenta sólo en las fuerzas de la
naturaleza
humana, sino principalmente en el don de la gracia de Cristo.
En efecto, Vasco de Quiroga, ya en la primera exposición
de su proyecto, en
la carta del
14 de agosto de 1531, dice que una vez fundados los pueblos
«yo me ofrezco con la ayuda de Dios a plantar un género de
cristianos a las derechas, como todos debíamos ser y Dios
manda que seamos, y por ventura como los de la primitiva Iglesia,
pues poderoso es Dios tanto agora para hacer cumplir todo aquello
que sea servido y fuere conforme a su voluntad».

Muchos de los misioneros que pasaron al Nuevo Mundo
tenían estos mismos sueños, pero es probable que,
al menos en sus formas de realización comunitaria, la
más altas realizaciones históricas del utopismo
evangélico fueron en las Indias los pueblos-hospitales de
Vasco de Quiroga y las reducciones jesuitas del
Paraguay, de
las que en otra parte trataremos.

La región
rebelde de Michoacán

En cuanto la segunda Audiencia fue arreglando las
cuestiones más urgentes, pensó en afrontar otras
que estaban pendientes de solución, y entre ellas la
pacificación de Michoacán, región
próxima a la capital, al oeste. La Real Audiencia
eligió enviar como Visitador a don Vasco de Quiroga, que
en Santa Fe y en otras ocasiones había mostrado grandes
cualidades en su trato con los indios. Aún así,
la empresa se
presentaba como algo sumamente difícil.

En efecto, poco después de la caída del
poder azteca, el rey Caltzontzin reconoció en
Michoacán, sin resistencia
armada, la autoridad de
la Corona española, y pidió el bautismo, seguido de
muchos de los suyos. Todo hacía pensar que la obra de la
Corona y de la Iglesia en la región de los tarascos no iba
a encontrar especiales dificultades. Pero en seguida se vinieron
abajo tan buenas esperanzas, cuando Nuño de Guzmán,
en los años terribles de su Audiencia, queriendo
quizá emular las obras de Cortés, o deseando
más bien destrozarlas, hizo incursión armada en
aquella región, cometiendo toda clase de
abusos y atropellos, apresando a Caltzontzin y a sus nobles, y
exigiendo siempre oro y más tributos.

En el Proceso de
residencia instruido contra Nuño de Guzmán en
averiguación del tormento y muerte que
mandó dar a Caltzontzin, rey de Michoacán, se
recogen testimonios que narran en términos macabros
cómo Guzmán, por su avidez de riquezas,
mandó atarlo a un palo y quemarle los pies a fuego lento,
en tanto que el rey repetía que «lo mataban con
injusticia. Con lágrimas llamaba a Dios y a Santa
María. Llamó a un indio, don Alonso, y le
habló un poco», disponiendo que
«después de quemado, cogiese los polvos y cenizas de
él que quedasen, y los llevase a Michoacán… y que
lo contase todo, y que viesen el galardón que le daban los
cristianos, y que les mostrase su ceniza, y que las guardasen y
tuviesen en memoria»
(+Callens 35).

Tras este suceso horrible, muchos de los indios tarascos
nada más quisieron oir de cristianismo, volvieron a sus
ídolos, se internaron en bosques y montañas, y se
mostraron dispuestos a la muerte
antes que sujetarse a la Corona española. Y éste
era el problema que Quiroga debía solucionar…

Pacificación
de Michoacán

Vasco de Quiroga tenía ya 63 años cuando,
haciéndose acompañar sólamente por un
secretario, un soldado y algunos intérpretes, acomete la
empresa de
adentrarse en Michoacán, región apenas conocida,
para ofrecer la paz y el Evangelio. Una vez en Tzintzuntzan,
presentó sus respetos al jefe Pedro Ganca y a sus
oficiales, saludándoles en el nombre del Rey de
España. En prolongadas conversaciones, Quiroga les hace
entender que la Corona deplora profundamente los crímenes
hasta entonces cometidos allí, promete dar justo castigo a
los culpables, y de nuevo ofrece su amistad. Los
indios acogen con sorpresa y agrado aquella embajada tan llena de
dignidad y buenos sentimientos. Y escuchan a Quiroga cosas
aún más concretas:

«Solamente tengo amor y afecto para con la
nación
indígena. Los mexicanos que vienen en mi
compañía pueden testificar de esto y deciros
cómo miles de personas viven en la actualidad felices en
poblaciones que yo he edificado para ellos. Lo que hice en Santa
Fe, deseo hacerlo aquí también. Pero necesito
vuestra cooperación. Vuestra práctica de tomar
varias esposas debe desaparecer. Debéis aprender a vivir
felices con una sola mujer que os sea
fiel, de la misma manera que vosotros le seáis fieles a
ella. Debéis también renunciar a vuestros
ídolos y adorar al único verdadero Dios. Esas
informes masas
que vosotros habéis fabricado con vuestras propias manos
no pueden protegeros. No pueden protegerse ni a sí mismas.
Traédmelas, de manera que yo pueda destruirlas y al mismo
tiempo libertaros de las cadenas con que el demonio,
príncipe de la mentira, os tiene atados» (R. Aguayo
Spencer, Don Vasco de Quiroga. Documentos 46-47;
+Callens 63-65).

Se difundió pronto entre los indios de
Michoacán la propuesta pacífica y positiva que
aquella alta autoridad hispana les hacía, y muchos la
acogieron, empezando por el jefe Don Pedro, que de sus cuatro
esposas despidió a tres y se casó con una
solemnemente en la Iglesia. La
personalidad de Don Vasco les resultaba desconcertantemente
atractiva. En una ocasión en que algunos indios
conversaban con él, y le contaban las vejaciones que
habían sufrido en las incursiones de Guzmán,
mostrándoles dibujos hechos
en lienzos, quedaron conmovidos no sólo al comprobar que
Quiroga entendía aquellos pictogramas, sino al ver que se
echaba a llorar…

A los indios resentidos, que no se fiaban, sino que
preferían seguir su vida nómada, Don Vasco trataba
de persuadirles: «Si rehusáis seguir mi consejo, les
decía, e insistís en esconderos en los bosques, muy
pronto os vais a asemejar a las bestias salvajes que viven con
vosotros. El Dios que hizo los bosques, también hizo los
hermosos valles con sus resplandecientes lagos. Con un poco de
cuidado y cultivo, vuestro suelo puede
convertirse en uno de los más fértiles y proveeros
de todo el alimento que necesitéis. Esta tierra es
vuestra, es vuestra para que la gocéis bajo mi
protección» (ib.).

Con la colaboración que algunos franciscanos y
agustinos prestaron, acudiendo a la llamada de Don Vasco, en tres
o cuatro años se logra la pacificación completa de
Michoacán.

Ya entonces, en setiembre de 1533, antes del obligado
regreso de Vasco a la capital, fundó un poblado-hospital
con el nombre de Santa Fe de la Laguna, o de Michoacán, al
norte de la laguna de Páztcuaro, quedando Rector de
él Francisco de Castilleja, intérprete del tarasco.
El poblado prosperó, y «no sólo proporcionaba
instrucción y asistencia a los indios tarascos, sino hasta
a los chichimecas mismos, tribus nómadas conocidas por su
desnudez y agresividad. Acerca de estos últimos afirma
Castilleja, tan pronto como en 1536, que hubo día en el
que se hicieron cristianos en el hospital más de
quinientos de ellos. Quiroga prosiguió atendiendo con
especial cuidado a la conversión de los chichimecas, aun
con posterioridad a su consagración, en 1538, como obispo
de Michoacán» (Warren 34).

Primer obispo de
Michoacán (1538)

Asegurada la paz, urgía establecer en
Michoacán una diócesis distinta a la de
México, y una vez conseguidas las autorizaciones
pertinentes del Consejo de Indias, en 1535, por sugerencia del
obispo Zumárraga, se propone a Carlos I como posible
obispo a Vasco de Quiroga. No obstante ser un hombre seglar y ya
de 68 años -muy viejo para la media de vida de aquella
época-, son grandes su cualidades y también sus
méritos en el trato con los indios, concretamente con los
de Michoacán.

En 1536 se aprueba en Roma al candidato
presentado, y en 1537 llegan a México las Bulas
correspondientes de Pablo III. Los frailes de la Nueva
España reciben la noticia con alegría, en tanto que
no pocos españoles civiles muestran su recelo ante lo que
pueda hacer un obispo que asume con tanto valor y
eficacia la
causa de los indios… En rápida sucesión recibe
Don Vasco las órdenes sagradas menores y mayores, y en
diciembre de 1538, en la capital de México, es consagrado
obispo por fray Juan de Zumárraga. Y poco después
parte para su diócesis, que está todavía sin
hacer.

La sede episcopal de
Pátzcuaro

Quiroga, de su tiempo de Visitador real, ya
conocía bastante bien Michoacán, región
bellísima en la que alternan prados, bosques y
montañas. Y no vaciló en situar su sede en
Pátzcuaro, a orillas del lago de su nombre, poco debajo de
Tzintzuntzan, localidad entonces más importante, pero
más oscura, situada entre dos grandes montañas. En
la iglesia franciscana de esta población tomó
posesión de su sede el 6 de agosto de 1538.

Pronto se estableció en su sede de
Pátzcuaro, y quiso hacer una grandiosa Catedral de cinco
naves, distribuidas como los dedos de una mano, para lo que
recabó ayudas del Emperador y de los colonizadores
españoles. Pero un informe negativo,
acerca del terreno poco firme por la proximidad del lago, redujo
el proyecto a una sola nave.

Una de las primeras iniciativas del obispo Quiroga fue
encargar, a los mismos antiguos fabricantes de los ídolos,
que hicieran, según sus instrucciones, pero con su
técnica tradicional, una imagen de la
Santa Madre de Dios. Así lo hicieron, con caña de
maíz
bien seca y molida, resultando una bella y ligerísima
imagen. Vestida y decorada, comenzó a recibir culto en el
Hospital de Santa Marta, en Páztcuaro, donde
realizó varias curaciones y recibió el nombre de
Nuestra Señora de la Salud. Pasó después a
la Catedral proyectada, que con el tiempo fue Basílica, y
allí recibe un culto muy devoto hasta el día de
hoy.

El obispo Quiroga siempre tuvo especial afecto por la
zona de Páztcuaro, donde fundó su Catedral y sede
episcopal. Y así, cuando el Virrey Mendoza fundó
con 60 familias que había traído de España
la ciudad que nombró como Valladolid, el obispo Quiroga se
apresuró a defender la supremacía de
Páztcuaro y Tzintzuntzan. La historia, sin embargo, hizo
de Valladolid, hoy Morelia, la bella capital de
Michoacán.

El Seminario
«Colegio de San Nicolás»

Allí también, en Pátzcuaro,
fundó en 1542 el obispo Quiroga, el Colegio de San
Nicolás. En este Seminario, uno de los primeros de
América, anterior al concilio de Trento, convivían
indios y españoles, que aprendían latín,
teología dogmática y moral, y se
ejercitaban en la vida espiritual. Comulgaban una vez al mes,
hacían diariamente oraciones y lecturas espirituales, y
sólo salían de la casa de día y con un
compañero. Casi todos hablaban tanto el español
como el tarasco.

Con gran pena de Don Vasco, sin embargo, ningún
indio llegó a la ordenación, pues, como
decía Zumárraga, expresando la experiencia primera
de las tres órdenes, «estos nativos pretenden
más al matrimonio que a
la continencia». En todo caso, el Seminario, bajo los
continuos cuidados de su fundador, dio grandes frutos, pues para
1576 eran ya más 200 los sacerdotes seculares y otros
tantos los religiosos que de él habían
salido.

Y también bajo la protección de don Vasco
floreció la Casa de Altos Estudios en Tiripetío,
cuya dirección encargó a su amigo
agustino fray Alonso de la Vera Cruz.

Fundador de
pueblos cristianos

A los 77 años, en 1547, fue a España,
donde consiguió ayudas para sus fundaciones,
gestionó en favor de los indios, y procuró reclutar
sacerdotes misioneros. Hasta entonces su diócesis se
había apoyado fundamentalmente en los religiosos, sobre
todo en los agustinos, sus colaboradores más
próximos. Pero, como los otros obispos mexicanos de
aquellos años, tuvo Quiroga con los religiosos pleitos
interminables y sumamente enojosos (Ricard, Conquista III,1:
364-376). Quería, pues, Don Vasco disponer de un clero
propio. Conoce también en Valladolid a Pedro Fabro, uno de
los jesuitas más próximos a San Ignacio, hace los
ejercicios espirituales y trata con insistencia de conseguir
jesuitas para su diócesis; pero éstos no
llegarán a Michoacán sino siete años
después de su muerte.

En 1555 participa Quiroga en el primer Concilio de
México, convocado por Montúfar, el sucesor de
Zumárraga; Concilio de gran importancia, precedente
inmediato a los grandes Concilios que en Lima presidieron Loayza
y Santo Toribio de Mogrovejo.

En seguida, contando ya Don Vasco con los sacerdotes que
van saliendo del Colegio de San Nicolás, con la
colaboración de los religiosos, agustinos sobre todo, y
con los sacerdotes por él traídos de España,
da un impulso nuevo a la fundación de pueblos-hospitales y
nuevas parroquias.

Según informan las Relaciones geográficas
de Michoacán, hacia 1580, hubo un gran número de
hospitales fundados por el obispo Quiroga. Al parecer, «el
mayor número de fundaciones efectuadas personalmente por
el obispo correspondió a la parte oriental de la
Diócesis, mientras que en la occidental muchos de los
hospitales debieron su existencia a los religiosos que
atendían espiritualmente los pueblos. En el distrito de
Ajuchitlán hubo sendos hospitales en cada una de sus
cuatro cabeceras, y catorce en los aledaños, todos
fundados por Quiroga. A él se le atribuyen también
los de Chilchota, Taimeo y Necotlán»… Los
hospitales se multiplicaron tanto «que el obispo Juan de
Medina afirmaba en 1582 que apenas había en la
Diócesis una villa con veinte o treinta casas que no se
gloriara de poseer su propio hospital. El número total de
los existentes en la Diócesis lo calculaba en superior a
doscientos» (Warren 38).

Al obispo Quiroga sus feligreses le llaman con toda
razón Tata Vasco (tata, en tarasco, papá,
padrecito). A los 93 años todavía asiste a la
colocación de los fundamentos de nuevas construcciones. Y
«una vez que una iglesia y un hospital han sido construidos
en un cierto lugar [esto era lo más costoso], no hay mayor
problema en inducir a la población indígena a que
venga y construya sus casas en los alrededores, y así
formar bien ordenadas y pacíficas comunidades
cristianas» (Callens 119). Con todo esto, una buena parte
de la actual geografía urbana de
Michoacán debe su existencia al impulso de Don
Vasco.

El obispo Quiroga tenía un extraordinario sentido
práctico para promover en los indios su bien espiritual y
material. En Michoacán, el cultivo de los plátanos
y de otras semillas, la importación de especies animales,
así como el aprendizaje de
variadas artes y oficios, tienen en Tata Vasco su origen,
reconocido por el agradecimiento. A él se debe
también que cada pueblo tuviera una o algunas
especialidades artesanales, y que en los mercados unos y
otros pueblos hicieran trueque justo de sus productos.

Como refiere Alfonso Trueba, «ordenó que
sólo en un pueblo se ocupasen de cortar madera
(Capula); que sólo en otro (Cocupao, hoy Quiroga) estas
maderas se labrasen y pintasen de un modo original y primoroso;
que otro (Teremendo) se ocupase únicamente en curtir
pieles; que en diversos lugares (Patamban y Tzintzuntzan)
sólamente hicieran utensilios de barro; que otro se
dedicara al cobre (Santa
Clara del Cobre); y finalmente que otro se especializara en los
trabajos de herrería (San Felipe de los Herreros). De esta
manera consiguió que los hijos tomasen el oficio de los
padres y que éstos les comunicasen los secretos de su
arte. El
plan de don
Vasco se ha observado casi hasta nuestros días, y es
argumento de la veneración en que se tiene la memoria del
fundador» (Don Vasco, IUS, México 1958,39). Si
visitando hoy aquellos preciosos pueblos, advertimos en las tejas
de las casas el brillo de un barniz especial, y preguntamos a los
paisanos de quién procede aquella técnica y estilo,
nos dirán: «Del Tata Vasco».

«Información en derecho», y en
amor

Al poco tiempo de su llegada a México como oidor,
Vasco de Quiroga redactó una Información en
derecho, dirigida probablemente a algún alto funcionario
del Consejo de Indias. Llegaban a España por entonces
«muchos informes, a veces contradictorios, provocando
multitud de cédulas reales, a veces contradictorias»
(P. Castañeda 42). Pues bien, frente a las informaciones
torcidas, que habían dado lugar a una cédula real
(20-2-1534) en la que se permitía que los indios fueran
«herrados y vendidos o comprados», y que era
así «revocatoria de
aquella [otra del 5-11-1529] santa y bendita», escribe
Quiroga una información en derecho, es decir, verdadera
(ed. P. Castañeda; +V. de Q. y Obispado de
Michoacán 27-51; Xirau 143-154).

Es éste un documento en el que se refleja muy
bien el amor de
Vasco de Quiroga a los indios, un alto sentido de la justicia, de
la pacificación y de la evangelización de las
Indias, al mismo tiempo que un sano utopismo cristiano, por el
que desea con toda esperanza para el Nuevo Mundo una
renovación de la edad dorada y de la Iglesia primitiva de
los apóstoles.

«Creo cierto que aquesta gente de toda esta tierra
y Nuevo Mundo, que cuasi toda es de una calidad, muy
mansa y humilde, tímida y obediente, naturalmente
más convendría que se atrajesen y cazasen con cebo
de buena doctrina y cristiana conversación, que no que se
espantasen con temores de guerra y
espantos de ella». Son los primeros años de la
conquista en México, y los siniestros años de la
primera Audiencia han dejado una horrible huella. «Esto
digo porque al cabo por estas inadvertencias y malicias y
inhumanidades, esto de esta tierra temo se ha de acabar todo, que
no nos ha de quedar sino el cargo que no lleve descargo ni
restitución ante Dios, si El no lo remedia, y la
lástima de haberse asolado una tierra y nuevo mundo tal
como éste. Y si la verdad se ha de decir, necesario es que
así se diga, que… disimular lo malo y callar la verdad,
yo no sé si es de prudentes y discretos, pero cierto
sé que no es de mi condición, mientras a hablar me
obligare mi cargo».

Todo se puede conseguir con los indios «yendo a
ellos como vino Cristo a nosotros, haciéndoles bienes y no
males, piedades y no crueldades, predicándoles,
sanándoles y curando los enfermos, y en fin, las otras
obras de misericordia y de la bondad y piedad cristianas…,
porque de ver esta bondad se admirasen, y admirándose
creyesen, y creyendo se convirtiesen y edificasen, et glorificent
Patrem nostrum qui in coelis est [Mt 5,16]». Es justamente
lo que en Michoacán hizo don Vasco, en lugar de los
crímenes de Guzmán.

«En esta edad dorada de este Nuevo Mundo»…
Don Vasco de Quiroga, como muchos otros misioneros, como los
franciscanos, concretamente, veía la acción
de Cristo en las Indias con una altísima esperanza, pues
confiaba que se realizara «en esta primitiva nueva y
renaciente Iglesia de este Nuevo Mundo, una sombra y dibujo de
aquella primitiva Iglesia del tiempo de los santos
apóstoles, porque yo no veo en ello ni en su manera de
ellos [los indios] cosa alguna que de su parte lo estorbe ni
resista, si de nuestra parte no se impide, porque… aquestos
naturales vémoslos todos naturalmente inclinados a todas
estas cosas que son fundamento de nuestra fe y religión cristiana,
que son humildad, paciencia y obediencia, y descuido y
menosprecio de estas pompas, faustos de nuestro mundo y de otras
pasiones del ánima, y tan despojados de todo ello, que
parece que no les falta sino la fe, y saber las cosas de la
instrucción cristiana para ser perfectos y verdaderos
cristianos». En efecto, estos indios están
«casi en todo en aquella buena simplicidad, obediencia y
humildad y contentamiento de aquellos hombres de oro del siglo
dorado de la primera edad, siendo como son por otra parte de tan
ricos ingenios y pronta voluntad, y docilísimos y hechos
de cera para cuanto de ellos se quiera hacer».

Por otra parte, el optimismo casi milenarista de Vasco
de Quiroga no le lleva a sueños paganos de una Arcadia
renacentista, ni incurre tampoco en esas ingenuidades
rousseaunianas que tantos estragos han causado a la humanidad con
sus esperanzas naturalistas. El piensa, en cristiano, que
«aunque es verdad que sin la gracia y clemencia divina no
se puede hacer, ni edificar edificio que algo valga, pero mucho y
no poco aprovecha cuando éste cae y dora sobre buenos
propios naturales que conforman con el edificio».
Así pues, ya que tantas cosas buenas hay en los indios,
«trabajemos mucho [para] conservarnos en ellas y
convertirlo todo en mejor con la doctrina cristiana, restauradora
de aquella santa inocencia que perdimos todos en Adán,
quitándoles lo malo y guardándoles lo
bueno».

Es ésta una convicción fundamental. Los
cristianos han de obrar con los indios
«convirtiéndoles todo lo bueno que tuviesen en
mejor, y no quitándoles lo bueno que tengan suyo, que
nosotros deberíamos tener como cristianos, que es mucha
humildad y poca codicia; y [no] poniéndoles lo nuestro
malo, en que hacemos más daño en
esta nueva Iglesia con ejemplos malos que les damos, que por
ventura hacían en la primitiva Iglesia los infieles con
crueldades y martirios, porque aquéllos eran infieles, y
no era maravilla, y nosotros somos cristianos».

En fin, «si todo esto es así según y
como dicho es se entiende, pienso con la ayuda de Dios que no se
hará poco en lo que toca el bien común de toda la
república de este Nuevo Mundo… [y que cuanto se haga
servirá] al servicio de
Dios Nuestro Señor y al de su Majestad, y a la utilidad de
conquistadores y pobladores, y al descargo de la conciencia de
todos, y al sano entendimiento de un tan grande y tan intrincado
negocio como éste, que no sé yo si otro de
más importancia hay hoy en todo el mundo, aunque no dejo
de conocer también que nada de esto ha de ser
creído si no fuese primero experimentado y
visto».

Al extractar la prosa de Vasco de Quiroga la hemos
aliviado de sus interminables redundancias, propias del estilo
preciso y pesado de los textos jurídicos. El mismo es
consciente de su estilo desmañado, que hace de sus
escritos una «ensalada mal guisada y sin sal». Sin
embargo, en los textos de don Vasco surge en ocasiones el
destello de expresiones felices, como no podría ser menos
habiendo nacido aquéllos de una mente lúcida y de
un corazón
apasionado.

Reglas y
ordenanzas de los pueblos-hospitales

El pensamiento
concreto de
Vasco de Quiroga sobre los pueblos de indios por él
fundados se expresa en las Reglas y Ordenanzas para el gobierno de los
hospitales de Santa Fe de México y Michoacán,
dispuestas por su fundador, el Rvmo. y venerable Sr. D. Vasco de
Quiroga, Obispo de Michoacán (AV, V. de Q. y Obispado de
Michoacán 153-171; +Xirau, Idea 125-137). En pocas
páginas, da el obispo Quiroga normas de vida
comunitaria al mismo tiempo altas y practicables, en las que se
funden hábilmente ideales utópicos cristianos y
costumbres indígenas y españolas. La
sabiduría de estas disposiciones se ha visto probada por
su larga vigencia histórica.

En cada pueblo hay indios que viven en el mismo
caserío, y otros que habitan en el campo; pero la
organización es semejante en unos y otros. Cada grupo
familiar, «abuelos, padres, hijos, nietos y
bisnietos», se sujetan a la autoridad patriarcal de
«el más antiguo abuelo», y pueden llegar a ser
«hasta ocho o diez o doce casados» que conviven en un
gran edificio; pasando de ahí, habrán de construir
otra casa y grupo familiar. Se forma así como un gran
árbol, en el que la autoridad va de la raíz hacia
las ramas, y así también, en dirección
inversa, va la obediencia y el servicio, de modo que «se
pueda excusar mucho de criados y criadas y otros servidores».

Bajo la alta dirección de un Rector, único
español y eclesiástico del poblado, gobierna un
Principal, que es elegido para tres o seis años por todos
los padres de familia de
«la República del Hospital», haciendo la
elección muy en conciencia y «dicha y oída
primero la misa del Espíritu
Santo». Con éste Principal, «elijan tres o
cuatro Regidores, y que éste se elijan cada año, de
manera que ande la rueda por todos los casados
hábiles». Si hay conflictos y
quejas, «entre vosotros mismos, con el Rector y Regidores,
lo averiguaréis llana y amigablemente, y todos digan
verdad y nadie la niegue, porque no hay necesidad de ser ir a
quejar al juez a otra parte, donde paguéis derechos, y después
os echen a la cárcel. Y esto hagáis aunque cada uno
sea perdidoso; que vale más así, con paz y
concordia, perder, que ganar pleiteando y aborreciendo al
prójimo, y procurando venderle y dañarle, pues
habéis de ser en este Hospital todos hermanos en
Jesucristo» (+1Cor 6,1-8).

Mientras los indios viven como miembros del pueblo,
gozan del usufructo de las huertas y tierras, que son de propiedad
comunal. Y toda «cosa que sea raíz, así del
dicho Hospital como de los dichos huertos y familias, no pueda
ser enajenada, sino que siempre se quede perpetuamente inajenable
en el dicho Hospital y Colegio de Santa Fe, para la
conservación, mantención y concierto de él y
de su hospitalidad». Los trabajos han de ser realizados por
todos, «con toda buena voluntad y ofreciéndoos a
ello, pues tan fácil y moderado es y ha de
ser».

En efecto, normalmente serán suficientes
«las seis horas del trabajo en
común», que debe repartirse entre todos. Y lo
así ganado, «se reparta entre vosotros todos
moda y
honestamente, según que cada uno, según su calidad
y necesidad, lo haya menester para sí y para su familia;
de manera que ninguno padezca en el Hospital necesidad [+Hch
4,32-34]. Cumplido todo estos, y las otras cosas y costas del
Hospital, lo que sobrare de ello se emplee en otras obras
pías y remedio de necesitados», y así,
acordándose de los indios pobres, vivan «en este
Hospital y Colegio con toda quietud y sosiego, y sin mucho
trabajo y muy moderado, y con mucho servicio de Dios Nuestro
Señor».

Los muchachos cásense «de catorce
años para arriba, y ellas de doce,… y si posible es, con
la voluntad de los padres». Mientras que los oficios y
artes serán particulares, «ha de ser este oficio de
la agricultura
común a todos», y los niños han de
ejercitarse en él desde la escuela, de modo que
«después de las horas de la doctrina, se ejerciten
dos días de la semana, sacándolos su maestro al
campo, en alguna tierra señalada para ello, y esto a
manera de regocijo, juego y
pasatiempo, una hora o dos cada día, que se menoscabe
aquellos días de las horas de la doctrina, pues esto
también es doctrina y moral de buenas costumbres».
Busca ante todo Don Vasco una vida sencilla, sin pleitos ni
gastos evitables,
sin actividades ni trabajos innecesarios. Y así, por
ejemplo, «los vestidos sean, como al presente los
usáis, de algodón
y lana, blancos, limpios y honestos, sin pinturas, sin otras
labores costosas y demasiadamente curiosas. Y de éstos,
dos pares de ellos, unos con que pareceréis en
público en la plaza y en la iglesia, los días
festivos; y otros no tales, para el día de trabajo; y en
cada familia los sepáis hacer, como al presente lo
hacéis, sin ser menester otra costa de sastres y
oficiales; y si posible es, os conforméis todos en el
vestir de una manera lo más que podáis, porque sea
causa de más conformidad entre vosotros, y así cese
la envidia y soberbia de querer andar vestidos y aventajados los
unos más y mejor que los otros»…

En fin, «la fiesta de la Exaltación de la
Cruz tengáis en gran y especial veneración, por lo
que representa, y porque entonces, sin advertirse antes en ello,
ni haberlo pensado, fue Nuestro Señor servido que se
alzasen en cada uno de los Hospitales de Santa Fe, en diversos
años, las primeras cruces altas que allí se
alzaron, forte [por fortuna] no sin misterio, porque, como
después de así alzadas se advirtió en ello,
creció más el deseo de perseverar en la dicha obra
y hospitalidad y limosna».

Muerte
pacífica

Ya al final de su vida, Tata Vasco se había hecho
familiar en todos los pueblos y casas, en parroquias y mercados,
y en cualquier lugar estaba como en su casa: todos, indios y
españoles, conocían y querían a aquel
anciano obispo, a quien principalmente se debía la
fisonomía del Michoacán renovado.

Un día de enero de 1565, llega un día Tata
Vasco a la encantadora población de Uruapan, uno de los
más bellos lugares de Michoacán -que ya es decir-.
Él mismo había trazado el plano de sus calles y
canalizaciones de agua, y
había construido allí iglesia, hospital y escuela.
A su iniciativa se debía también la
especialización del pueblo en trabajos de esmaltes y
lacas. A él acuden aquel día sus diocesanos para
besarle la mano y pedirle su bendición.

Pero el buen viejito de 95 años, que ya lleva
veintisiete años de obispo, se siente desfallecer. Lo
llevan al Hospital del Santo Sepulcro, donde queda recluido, y
allí, en una tarde de marzo, entrega su alma al Creador.
Entre llantos y oraciones, llevan su cuerpo en cortejo
fúnebre a la Catedral de Páztcuaro, donde yace este
gran renovador cristiano del mundo presente, a la espera de
Cristo, el Señor, que cuando venga establecerá
«un cielo nuevo y una nueva tierra» (Ap 21,1; +2Pe
3,13).

Hacemos nuestras, para terminar, las palabras del
mexicano Nemesio Rodríguez Lois sobre Don Vasco de
Quiroga: «Es él una figura excepcional,
única, cuya vida hay que leer de rodillas y con el
sombrero en la mano» (Forjadores 55).

Éste fue el primer obispo de
Michoacán.

————————-

SANTA FÉ
DE LA LAGUNA

Lugar singular importancia histórica, se
encuentra situado en la ribera norte del lago de
Pátzcuaro. Fundado en el siglo XVI por Vasco de Quiroga,
donde instaló el hospital-pueblo de Santa Fé en el
año de 1533; sus vestigios aún se conservan y
recientemente han sido restaurados para dedicarlos a diversos
fines comunitarios .

Los habitantes de esta publación se han dedicado
a diversas y centenarias actividades que prevalecen hasta la
fecha, destacando la música y danza
tradicional, la alfarería y los bordados. Es digno de
admirar el coro de mujeres p'urhepechas y en sus pobladores, el
uso dela indumentaria típica. Guardan celosamente a modo
de gran reliquia un sillón que dicen perteneció al
muy ilustre Don Vasco.

———————————–

Un pueblo de barro y plomo

Santa Fe de la Laguna es un pueblito de Michoacán
que vive de la alfarería; lo malo es que su única
industria es
la que lo ha envenenado… además de envenenar a
otros

Tradición Peligrosa: Tariacuri Máximo
Guzman lame un tazón mientras su madre Griselda trabaja
con la greta, un barniz a base de plomo. Alfareros, quienes ganan
2.50 dólares al día, dicen que continúan
trabajando con ese tipo de barniz por cuestiones de costo. (Fotos por ANA
VENEGAS)

SANTA FE DE LA LAGUNA

En Esta Nota

LA HISTORIA DE LA GRETA

PELIGROS PARA LOS NIÑOS

EL PLOMO TODAVÍA VENDE

LAS HISTORIAS DE UNAS VENDEDORAS

NO ES FÁCIL CAMBIAR

Y SIGUE LA TRAYECTORIA

Historias de la primera parte

OLLAS DE TAMARINDO, VENENO DULZON

ENVOLTURAS VENENOSAS

DETALLES DEL PELIGRO QUE REPRESENTAN LOS
DULCES

Por VALERIA GODINES y JENIFER B. McKIM

The Orange County Register

Santa Fe de La Laguna, México

Griselda Máximo Guzmán moja sus delgados
brazos en el balde para batir el barniz amarillo llamado greta.
Parece una mezcla de pastel.

Embarazada y un poco cansada en este fresco día
de otoño, zambulle cientos de ollitas de barro en el
balde. El barniz que usa es un compuesto de casi puro plomo, un
veneno que puede causar abortos espontáneos o daños
cerebrales cuando se ingiere o se absorbe a través de la
piel.

Pero es así como la madre de Máximo
embarnizaba las ollas. Y así lo hacía su abuela. Y
su bisabuela.

Casi todos lo han hecho así en Santa Fe de la
Laguna, una aldea en el estado de
Michoacán. Por siglos, es así como se han ganado la
vida. También es la manera en que la aldea se ha
contaminado, convirtiéndose en la parada más triste
en la trayectoria de la industria mexicana del dulce, industria
que produce 620 millones de dólares en ganancias por
año.

Cada año, las familias le dan forma a las ollas,
las embarnizan y las cuecen en estufas de leña.
Después, miles de ollitas de Santa Fe se llenan con dulce
que se convierte en veneno al absorber el plomo del
barniz.

El dulce es una pulpa pegajosa hecha de tamarindo. El
uso de ollas de barro para el dulce de tamarindo es una vieja
tradición en México, donde los cocineros
también muy a menudo usan otros productos de cerámica como jarrones, cazuelas y
platos.

La trayectoria de los dulces contaminados con plomo se
extiende hasta ciudades fronterizas como Tijuana y llega hasta el
Condado de Orange. Éstos dulces en ollas son algunos de
los más peligrosos. Hoy en día, ya casi no se
encuentran en el Condado de Orange, pero están disponibles
en San Diego por dondequiera. Tan recientemente como el 2002, se
consideró a los dulces como una posible fuente de
envenenamiento por plomo de un niño en La
Habra.

Los dulces envenenan a niños en ambos lados de la
frontera y
pueden ocasionar bajos coeficientes intelectuales
y problemas de salud. En Santa Fe, los funcionarios de la escuela
creen que los barnices con plomo han causado que los niños
tengan problemas de aprendizaje. Y
las mujeres dicen que han tenido dolores estomacales, abortos
involuntarios y padecido de esterilidad.

A lo largo de toda la trayectoria del dulce, hay
problemas que pudieran evitarse si los funcionarios de salubridad
tomaran medidas, si las fallas en las leyes
norteamericanas sobre comida fueran resueltas y si los
fabricantes mexicanos dejaran de producir dulces contaminados,
descubrió una investigación de The Orange County
Register.

Pero en ningún lugar la falta de responsabilidad es tan devastadora como en este
pueblito de seis mil habitantes, muchos de las cuales viven en
casas de adobe, algunos de los cuales pasan hambre mientras
tratan de ganarse la vida con las ollas embarnizadas que cuecen
en sus propias casas.

Sin la alfarería, la economía de Santa Fe
se extinguiría. Los aldeanos dicen que tienen que hacer
las ollas con greta porque la greta produce ese brillo tan
precioso que los clientes
quieren.

Funcionarios de salubridad de México dicen que
tienen problemas de salud más urgentes en un país
donde los niños en áreas rurales aún mueren
de desnutrición. Y los residentes del pueblo
dicen que es demasiado difícil y costoso usar barnices sin
plomo.

Además, mucha de la gente del pueblo no cree que
el plomo es un problema, ya que los síntomas no son
obvios.

"Dicen que no hace daño y están totalmente
contaminados con plomo", dijo Virgilio Pérez Negrón
Medrando, del Departamento de Salud Ambiental de
Michoacán. "Aquí la gente que no trabaja, no come.
Dicen ‘mejor morir de plomo que morir de
hambre’".

The Register visitó la aldea en octubre y
contrató a un equipo médico para que les hiciera
análisis de sangre a los
niños del pueblo. De los 92 que se examinaron, a 87 se les
diagnosticó envenenamiento por plomo; algunos con niveles
hasta cinco veces el nivel máximo establecido por los
Centros para el Control y la
Prevención de Enfermedades de los Estados
Unidos.

LA HISTORIA DE LA GRETA

Hechas a mano: La familia
Máximo embarniza ollas a mano con un barniz a base de
plomo. Las familias en este pueblo han usado la greta desde hace
más de 500 años.

Santa Fe es una comunidad de
indígenas tarascos, donde el lenguaje
predominante es el Purépecha y después es el
español, si es que se habla. Pese a la pobreza, esta
aldea al lado de un lago tiene un poco de fama ya que una vez se
grabó ahí una telenovela.

Los orígenes de los tarascos, quienes se cree
tuvieron su auge en una época que se remonta al siglo XII,
no son muy claros. Para cuando llegaron los españoles en
los años 1500, los tarascos estaban en guerra con los
aztecas,
tenían su propio lenguaje y se
especializaban en la metalurgia.
También fabricaban ollas de barro.

Hoy, los descendientes de esos tarascos fabrican todo
tipo de ollas, para cocinar, guardar comida o decorar, con el
brillo tan particular de la greta. También los hacen para
envasar dulce.

Tan solo una de las empresas de
dulces les compra casi x 260 mil ollitas al año a los
alfareros de la aldea, cuyas habilidades con el barniz de plomo
datan de la época colonial.

Los españoles, a manera de desagravio
después de matar miles de tarascos durante la conquista,
les presentaron la greta como regalo. Aún hoy en
día, una olla embarnizada con greta es considerada muy
especial y poco se hace por reducir los riesgos, tanto
para el alfarero, como para el consumidor.

En 2003, el gobierno de México comenzó a
regular el uso de los barnices con plomo, pero la ley no se ha
hecho cumplir. Un periodo de gracia indefinido se les
concedió a los alfareros para que tengan tiempo de
adaptarse.

Los trabajadores de salubridad del estado
están frustrados, ya que dicen que los negocios
prometieron no vender la greta que se utiliza en las comunidades
indígenas.

"Pero vemos que la greta todavía esta
ahí", dijo Pérez, funcionario de salubridad de
Michoacán que se encarga de educar a los alfareros acerca
de los peligros del barniz con plomo en este estado que cuenta
con cuatro millones de residentes.

Pérez ha conducido talleres para enseñarle
a los alfareros cómo usar los barnices sin plomo, pero con
20 mil familias que hacen ollas no ha podido llegar a más
que a una fracción de ellas. Además, ha sido
recibido con enojo y amenazas de parte de algunos alfareros
temerosos de perder su sustento.

Cientos de millas de Santa Fe, en Guanajuato, en una
fábrica que produce el barniz, los trabajadores usan
máscaras y ropa protectora y se les examinan sus niveles
de plomo cada seis meses.

Pero a la mayoría de alfareros en Santa Fe no se
les hacen análisis para determinar si están
intoxicados por plomo. Nadie aquí usa máscaras, ni
guantes, ni ropa de protección. Pocos entienden los
efectos del envenenamiento por plomo, aunque en las bolsas de
greta vengan impresas advertencias serias de no inhalarla, de
lavarse las manos después de usarla y de mantenerla
alejada de la cocina.

Las advertencias están en español, un
lenguaje que la mayoría de los alfareros no pueden
leer.

Muchas madres saben que la greta es mala porque sus
abuelas las ahuyentaban de ella o les contaban cuentos de
algún niño que murió después de
comerla.

Pero pocos saben que el exponerse al plomo puede causar
problemas del riñon, de aprendizaje, convulsiones y
esterilidad. Pocos saben que el plomo puede colarse en los
huesos,
quedarse ahí por años y causar daños
irreversibles.

Y pocos saben que los niños son los que
más corren peligro.

PELIGROS PARA LOS NIÑOS

Ponen mucha atención: Los niños observan
cómo se realizan los análisis de sangre en la
clínica de Santa Fe de la Laguna. El pueblo produce
cerámica vidriada con un barniz a base de plomo; esto ha
envenenado a los niños del lugar.

Tariacuri, el hijo de la alfarera Griselda Máximo
Guzmán quien lo nombró en honor a un rey tarasco,
es un típico niño de cinco años. Juega con
luchadores de plástico
que andan regados por el piso de tierra de su hogar.

Al niño de ojos alegres le gusta pintar animales
de campo, arte que su madre muestra en las paredes con orgullo.
También juega futbol; lanza su
cuerpecito de 40 libras al juego con todas sus
fuerzas.

Nació prematuro y tenía problemas de
respiración. Su madre, quien está
embarazada con su segundo hijo, dijo que hoy en día
Tariacuri es un niño generalmente alegre y saludable. Sus
maestras le han dicho que es inteligente.

En este día de octubre, le hace
compañía a su madre mientras ella embarniza ollas
en su casa. En Santa Fe, la alfarería es cosa de familia;
las abuelas hacen las ollas a mano, madres e hijos las embarnizan
y los maridos las venden en festivales a lo largo de
México.

El marido de Máximo no está aquí
para ayudar. Él, junto con otros hombres de la aldea,
están en un peregrinaje de un mes a la basílica de
la Ciudad de México para orarle a la Virgen de Guadalupe,
caminando de día y durmiendo en los campos de
noche.

Mientras que Máximo trabaja en las ollas,
Tariacuri se sienta cerca de ella. Aunque él no tiene
síntomas evidentes de envenenamiento por plomo, sus
niveles resultaron ser de 47.2 microgramos cuando se le
analizó la sangre en el día de exámenes
organizado por The Register en octubre.

El plomo se mide en la sangre en microgramos por
décima de litro de sangre. Si el nivel llega a, o rebasa
los 10 microgramos es considerado insalubre y algunos
científicos dicen que aún cantidades más
pequeñas pueden ser dañinas.

Los niños con niveles de plomo en la sangre como
los de Tariacuri corren peligro, dicen los expertos.

"Desafortunadamente, muchos de los chiquillos con un
nivel de plomo en la sangre de 47 pueden no mostrar
síntomas y mientras tanto el plomo insidiosamente se
devora su capacidad intelectual", dijo Howard Hu, profesor de la
facultad de Salud
Pública de la Universidad
Harvard. "Algunos niños pueden tener síntomas, y
habrá cosas como dolores de cabeza, falta de
atención, algunos dolores abdominales e irritación.
Síntomas indeterminados, poco precisos, que hacen
difícil que los médicos sospechen".

De los 92 niños que fueron examinados en octubre
en el evento organizado por The Register, sólo cinco
tenían niveles de plomo normales, y dos de ellos apenas si
pasaron. Quince resultaron con niveles suficientemente altos para
que el coeficiente intelectual, la audición y el
crecimiento puedan ser afectados; 28 con niveles que afectan el
sistema
nervioso; 23 con niveles que debilitan los huesos; 10 con
niveles que disminuyen la habilidad del organismo para producir
glóbulos rojos; dos con niveles que también causan
dolores de estómago y nueve con niveles donde los
problemas podrían incluir daños a los
riñones y anemia.

Se les hizo una encuesta a las
familias para determinar la fuente del plomo. Casi todas las
familias trabajan en la alfarería y de esas, casi todas
trabajan con barniz con plomo. La mayoría tiene a sus
niños cerca mientras trabajan, lo que eleva sus
posibilidades de ser expuestos al plomo.

Los resultados de los análisis de sangre que
patrocinó The Register indignaron a los expertos en plomo
de los Estados Unidos.

"¡Que barbaridad! Es increíble", dijo
Robert Lynch, un profesor asociado de Salud Ambiental de la
Universidad de Oklahoma, quien ha realizado estudios sobre la
relación entre el dulce mexicano y el plomo.

"Esos niños están en graves problemas",
agregó. "Esos niños van a tener problemas muy
notables, cuando pasas los primeros siete años de tu vida
con un nivel de plomo de 60. Creemos que con un nivel de 5 ya
tienes problemas. El nivel debería de ser
cero".

José Luis Bautista Cortez, el director de una de
las escuelas primarias de Santa Fe, dice que el 70 por ciento de
los 213 estudiantes sufren de problemas de aprendizaje. El cree
que el plomo tiene algo que ver con esto, aunque muchas cosas,
incluyendo la barrera del lenguaje, contribuyen a que los
niños no aprendan bien.

EL PLOMO TODAVÍA VENDE

Los problemas de los dulces en ollas se han conocido por
una década. El estado de California emitió una
alerta de salud en 1993 cuando se encontraron altos niveles de
plomo en los Picarindos, unos dulces que vienen en ollas
cerámicas embarnizadas hechas en Morelia – ciudad que
queda como a una hora en coche de Santa Fe. Una cucharadita de
ese dulce expuso a los niños a una x dósis de plomo
70 veces mayor de lo que recomienda la
Administración de Fármacos y Alimentos (FDA)
sea el límite diario de plomo.

Se han hecho algunos cambios: menos dulces en ollas
llegan a California ahora que hace una década, de acuerdo
a la gente que los compraba y los vendía.

Pero las fábricas aún producen el barniz
de greta y lo envían a los alfareros, quienes
continúan envenenándose a si mismos y a sus
familias. Y los empaquetadores de dulces continúan
comprando las ollas embarnizadas con plomo y llenándolas
con jalea de tamarindo. Un representante de ventas de una
de las empresas de dulces más grandes de México,
calcula que el 15 por ciento de todo el dulce de tamarindo en
México aún viene en las ollas tradicionales de
cerámica, muchas de las cuales son vidriadas con el barniz
con plomo.

En Michoacán, uno de los estados más
pobres y rurales de México, ni el departamento estatal de
salud, ni los hospitales regionales tienen los recursos para
conducir análisis de contenido de plomo, pese a que el
estado es un centro tradicional de la
alfarería.

Los funcionarios de salud de Michoacán dijeron
que no necesitan de análisis de sangre para saber que hay
altos niveles de plomo en Santa Fe. Están muy al tanto del
problema que existe ahí y en las aldeas
vecinas.

Pero señalan que los recursos son limitados y los
presupuestos
insuficientes.

"Hay mayores prioridades: la desnutrición,
diabetes,
bronquitis", dijo Joel Nicolas Martínez Cruz, director del
Hospital General Regional número 1 de Morelia, la capital
de Michoacán, reconocida por sus tradicionales dulces. "En
el hospital no tenemos la tecnología para
analizar la sangre".

En Santa Fe, los niños aún pasan hambre.
El doctor local dice que tiene 50 casos de niños
desnutridos, cinco con tal gravedad que pueden morir.

En respuesta a los hallazgos de The Register, el
gobierno estatal tiene planeado proveer con regularidad comida
con altos contenidos de hierro y
calcio, los cuales reducen la absorción de plomo, a los
niños y mujeres embarazadas de Santa Fe.

Máximo frunce el ceño cuando los doctores
le dicen sobre los altos niveles de plomo de Tariacuri el
día de exámenes que organizó The Register.
Le explican los efectos del envenenamiento por plomo cuando los
niveles son altos: desarrollo
mental más lento, dolores estomacales, daño a los
riñones. Le instan a que le dé más hierro y
calcio a su hijo.

Ella permanece callada, con incertidumbre.
¿Podría la greta ser tan mala? Después de
todo, ha sido usada por su familia por varias generaciones. Y
muchos mexicanos incluso la usan para curar dolores estomacales o
como un anticonceptivo.

Pero sí es así de mala. El barniz
está compuesto en su mayoría de plomo. Con cuatro
meses de embarazo,
Máximo ahora se preocupa de cómo el plomo
afectará al hijo que lleva dentro.

Máximo, quien sólo cursó hasta el
sexto de primaria, comenzó a hacer ollas para dulces
cuando tenía doce años, sentada en el piso de
tierra al lado de su madre. Obtenían el barro de un campo
en las afueras del pueblo y luego lo secaban en el patio. En la
cocina amasaban el barro, aplanándolo y dándole
forma a las ollas con las manos.

La gente aquí gana como 2.50 dólares por
día haciendo ollas. Hay 650 talleres familiares de
alfarería. Solo cinco usan barnices sin plomo y hasta
ellos admiten que están perdiendo dinero ya que
nadie está comprando sus ollas. No brillan como las ollas
con greta.

Máximo no sabe cómo podría dejar de
usarla. Los clientes exigen ollas brillantes y no quieren saber
sobre el envenenamiento por plomo. Y si ella no las hace, su
vecina las hará.

Es cuestión de la oferta y la
demanda. Y hay
gente que definitivamente aún quiere sus ollas. Gente como
Doña Mecha.

LAS HISTORIAS DE UNAS VENDEDORAS

Cultura: Mujeres Purépecha lucen sus coloridos
rebozos durante la celebración a San Nicolás en
Santa Fe de la Laguna. La tradición de la alfarería
en ésta aldea ha perdurado por siglos

Una de las personas más exitosas de Santa Fe no
és de Santa Fe. No es tarasca. No habla el
purépecha. Y no se pasa los días haciendo o
embarnizando ollas.

Mercedes Ramírez Campos, conocida como
Doña Mecha, le compra ollas a las mujeres de la aldea y
luego las vende. Originaria de Veracruz, se casó con un
lugareño y puso una tienda.

Su tienda está situada en la carretera que pasa
por Santa Fe, tentando a los turistas con tazas de café
con decoraciones, platos relucientes y jarrones
brillantes.

La tienda también está surtida con cientos
de las ollitas que van a cinco clientes que las llenan de dulce
de tamarindo mezclado con chile en polvo. Judith Sarmiento, una
mujer de Michoacán, compra 260 mil ollas por año de
Santa Fe de la Laguna. Además, compra el chile de un
mercado en
Morelia, donde una muestra del mismo que fue analizada por The
Register resultó tener altos niveles de plomo.

Las golosinas en ollitas que x fabrica Sarmiento, bajo
la marca La
Colonial, se venden en San Diego y Tijuana, a donde muchas
familias mexicoamericanas van a surtirse para las fiestas de los
niños. The Register contrató a un laboratorio
que encontró niveles de plomo de 26 partes por
millón en los dulces empaquetados en las ollitas que
tienen aproximadamente una pulgada de diámetro.

Para ver los efectos de la filtración [del plomo]
de la olla, el laboratorio también examinó el dulce
que queda en la orilla de las ollas. Tenía niveles de
plomo de 100 partes por millón, 200 veces el límite
de plomo en los dulces establecidos por la FDA.Oficiales
estatales y federales no han analizado dulces de La
Colonial.

Sarmiento, madre de dos hijos, está orgullosa del
negocio de empaque de dulces
que ella y su marido han construido. Tienen 12 empleados y
recientemente compraron una computadora.
Están asombrados de que su producto
contenga plomo.

Esto no le sorprende a Doña Mecha, quien ya ha
escuchado sobre el plomo en la greta.

"¿Qué otro trabajo van a hacer?"
preguntó Doña Mecha. "Porque hubo un tiempo en que
la gente no iba a trabajar por lo del plomo. Pero francamente me
sentí mal por ellos. ¿Qué van a comer?
¿Qué van a hacer? Porque ellos viven de esto. Ahora
dicen que hace daño ¿Verdad? Yo no me he muerto.
Todavía estoy aquí".

Es una mujer de negocios muy práctica. Va a
seguir comprando las ollas porque las van a seguir haciendo. El
pueblo no puede cambiar de repente, dice. No después de
tantos años.

NO ES FÁCIL CAMBIAR

Pruebas de sangre: Mujeres y niños se forman
durante el día de exámenes patrocinado por el
periódico The Register en la clínica de Santa
Fe de la Laguna. Los doctores dicen que los niños y las
mujeres son los más propensos al envenenamiento por plomo
y que los niveles de contaminación en éste pueblo son
especialmente altos.

¿Por qué los alfareros simplemente no
dejan de usar el barniz con plomo? ¿Por qué no usan
los barnices sin plomo que están disponibles? Parece tan
sencillo.

No lo és.

Los esfuerzos de los trabajadores del gobierno estatal
mexicano y las organizaciones no
lucrativas para que los aldeanos abandonen la greta no han tenido
éxito.
Tratan de animar a los alfareros a que usen guantes, pero los
artesanos insisten que necesitan sentir con sus manos cuando la
greta ha alcanzado la consistencia exacta para barnizar las
ollas.

El estado lleva a cabo talleres para exhortar a los
artesanos a que usen estufas de gas, en lugar de
estufas de leña, dado que el gas es más eficiente
en cuanto a las temperaturas que los barnices sin plomo
requieren. En los talleres también les demuestran como
usar esos barnices.

Nada ha funcionado. Pocas personas asisten a los
talleres. Están luchando contra más de 500
años de historia, una cultura que se
niega a aceptar y barreras económicas.

María del Rosario Lucas, de 40 años y
madre de dos hijos, trabaja con un pequeño grupo de
mujeres que educan a la aldea sobre los peligros de la greta. El
grupo se llama Uarhi, que significa "mujer" en
purépecha.

Las mujeres, de pocos estudios, recientemente
aprendieron español para así poder hablar sobre la
greta. Pero no todos quieren escucharlas. Cuando otra mujer del
grupo Uarhi dió una entrevista
para la
televisión sobre la greta, los aldeanos la insultaron,
diciendo que de por si las cosas andaban mal
económicamente.

La reacción no detuvo a las integrantes de Uarhi,
quienes dicen que conocen personalmente los peligros del plomo.
Lucas y su doctor creen que ella perdió a su bebé
debido al envenenamiento por plomo. Tuvo un aborto
involuntario en su segundo trimestre. "El plomo mata a tu
bebé poco a poco. No lo uses", le dijo su
doctor.

Otra mujer en el grupo Uarhi cree que es estéril
debido a que vende greta desde su casa. Una tercera cree que se
enfermó de vómitos diarios
y bajó de peso porque ella también vende
greta.

Las mujeres comenzaron a hacer ollas sin plomo, pero era
como aprender un nuevo oficio. Se han pasado el año pasado
gastando horno tras horno de ollas, mientras experimentaban con
el barniz sin plomo.

Una hornada se pegó a las parrillas porque las
mujeres no tomaron en cuenta las distintas fórmulas del
nuevo barniz. La siguiente hornada salió descolorida. La
siguiente se veía arañada.

Cuando las mujeres intentaron vender algunas de las
tazas ligeramente dañadas, se las rechazaron. Las mujeres
ahora sorben café de estas tazas durante sus reuniones
regulares.

Los aldeanos dicen que los barnices sin plomo son
más costosos, no están tan disponibles y requieren
de temperaturas más altas y exactas en hornos de
gas.

Un horno de gas cuesta 60 mil pesos, como unos 6 mil
dólares; el salario de varios años de una familia.
Casi todos aquí usan hornos de tierra que queman
leña a temperaturas más bajas y menos
precisas.

Además dicen que el experimentar con los nuevos
barnices toma bastante tiempo, y esto resulta en pérdida
de ingresos y en
que una familia no coma por un día.

Pero los trabajadores de salud de Michoacán no
están de acuerdo. Dicen que los barnices sin plomo
están disponibles, son baratos y pueden ser cocidos en
hornos de madera.

Pérez, el trabajador estatal encargado de educar
a los alfareros, dice que los residentes simplemente están
poniendo pretextos.

"No, no es cierto. No han siquiera tratado. Esto se
puede aprender en dos o tres sesiones. Es una excusa. Los que han
experimentado con este sistema te dirán que si es
posible", dijo Pérez. "Hay otros barnices".

Pero los alfareros del pueblo dicen que eso no ha sido
su caso. Y dicen que los clientes quieren ollas brillantes y las
que son hechas con barnices sin plomo no se venden
bien.

Mientras tanto, las mujeres de Uarhi han cambiado su
campaña educativa, enfocándose más en los
niños de las escuelas primarias. Es mejor comenzar a
educar a la nueva generación de artistas que quizás
tengan actitudes
más abiertas.

"Queremos una vida mejor que la que tuvieron nuestros
padres. Queremos que nuestros hijos tengan una vida mejor que la
que tenemos nosotros", dijo Lucas.

Y SIGUE LA TRAYECTORIA

Encienden el horno: Francisco Máximo Gabriel
(arriba) arregla la cerámica embarnizada en el horno de
madera localizado en la cocina de la familia. La familia se ha
dedicado a la alfarería por generaciones. Recientemente,
su nieto Tariacuri González Máximo resultó
tener altos niveles de plomo en su sangre que pueden afectar sus
órganos y el desarrollo del cerebro y el
sistema nervioso.

Mientras que cae la noche en el pueblo, los hombres
descienden de las colinas verdosas; sus burros van cargando
montones de leña para los hornos. Al bajar, divisan el
neblinoso lago y las parpadeantes luces de una aldea
vecina.

Una procesión religiosa con velas serpentea por
las calles empedradas de Santa Fe.

En la plaza, el corazón de la aldea, las mujeres
venden pececillos que pescaron en el lago. Los ancianos descansan
en las bancas, mientras que las abuelas animadamente llegan a la
iglesia.

Los hombres jóvenes brillan por su ausencia en la
aldea. La mayoría se han ido a los Estados Unidos, a
lugares como California u Oregón, para ganar más
dinero de lo que se gana vendiendo ollas. Unos cuantos jovencitos
se agrupan esta noche en las esquinas, tomando cerveza,
aburridos.

Las madres regresan de la tienda de la esquina hacia sus
casa; andan envueltas en rebozos. Los niños dan brincos
alrededor de ellas.

Muchas camionetas llenas de ollas pasan por donde va la
procesión religiosa. Pasan ruidosamente por la plaza, a la
vez que los ancianos cabecean, las abuelas rezan sus rosarios y
los jovencitos aburridos se recargan en la esquina.

Las camionetas van rumbo a Morelia, donde los
fabricantes de dulces llenarán las ollas con la pasta de
tamarindo y chile. Sin embargo, Morelia no es siempre la
última parada.

Algunas veces estos dulces terminan en los Estados
Unidos.

 

 

 

Autor:

Miguel Angel Reynoso Robledo

Partes: 1, 2
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