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Kraepelin, Freud, el Futuro de la Psiquiatría y el Finale de DSM-ETC. La casa de naipes que Bob Spitzer construyó?




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

  1. La
    trayectoria extraña del conocimiento y del rigor
    científico para los residentes de aquellos
    días
  2. ¡Prepóstero — pero
    cierto!
  3. El
    héroe del momento: Emil Kraepelin
    (1856-1926)
  4. El
    nacimiento de la psiquiatría organicista y su
    léxico clasificatorio: La entrada en la
    psiquiatría de Robert L. Spitzer
  5. Los
    peligros que no se especifican acerca del uso de las
    drogas
  6. Bibliografía

Este artículo comenzó hace
muchos años cuando fuéramos testigos de la
confusión creada por el sistema que la
investigación en la psiquiatría — putativamente
científica — había tomado cuando la escuela
"organicista" de Washington University lanzó su
ataque frontal contra el dogma psicoanalítico y contra
cualquier forma de psicoterapia.

Ataque éste que se tornó, por
un tiempo, tan despiadado como irracional, ya que se hizo en el
espíritu de avanzar la causa del rigor científico y
no la que en realidad fuera: la de desplazar los conceptos
psicoanalíticos para ser substituidos por los inventados
por un grupo de psiquiatras que se llamaron a sí mismos
taxonomistas.

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Para los residentes, la Universidad
incluyó en el currículo de entrenamiento una
rotación compulsoria en un área designada:
"Investigación". Sección que, por la
duración de muchos años y la producción de
cientos de artículos esencialmente descriptivos,
permanecería ilusoria — desde el punto de vista de la
ciencia — en el mejor de los casos.

La trayectoria extraña del
conocimiento y del rigor científico para los residentes de
aquellos días

Para nosotros, todo comenzó con las
entrevistas estructuradas y los estudios de seguimiento. Los que
representaban el paradigma de la investigación
sociológica y psiquiátrica. Para muchos de los
residentes las entrevistas estructuradas consistían en
comedias a las que ellos contribuyeron precisamente lo
que la Jefa de Residentes, entonces deseaba que
incluyéramos, en su derrotero trazado a dirigir un
programa de psiquiatría por sí misma — lo que
culminara con su ascensión al departamento que dirigiera
en Minnesota.

No era que los intelectuales que nos
guiaban carecieran de escrúpulos. No. Sería que
habían adoptado un fanatismo cuasi religioso y misionario
para desacreditar el psicoanálisis y para erradicar el
poder que, en la psiquiatría norteamericana éste
había adquirido, desde la visita histórica y
controvertida, que Freud hiciera a Clark University en
el año 1909.

Tampoco sería falta de entendimiento
del dogma freudiano, ya que, la mayoría de los
académicos habían sido psicoanalizados — al menos
— parcialmente.

No obstante, la psicoterapia se
tornó anatema y su mención en el programa se
hacía sotto voce. A George E. Murphy, le
tocaría la carga de enseñarnos a hacerla,
posición que él mismo consideraba muy por debajo de
su interés personal.

Lo que aprendiéramos como
psicoterapia se limitó a muy poco conocimiento
sistemático. Para quienes entraran, como tantos finalmente
hiciéramos, en otros programas especializados, el futuro
prometía experiencias más gratificantes.

Por su inhabilidad de aceptar los
principios de la interacción entre seres humanos y por su
deseo reduccionista de "medicalizar" la psiquiatría los
partidarios de la "Escuela de Washington University" en
Saint Louis, muy pronto se abandonaron a adoptar todo aquello que
pareciera ser cuantificable y sujeto a ser medido, como si fuera
científico.

Eso fue un error triste y, por mucho
tiempo, desapercibido.

Muy pronto, lo que acogieron fue una
ortodoxia agresiva y militante que no divergía mucho de la
freudiana de ese entonces. La misma que por ellos fuera
criticada.

La palabra neurosis había de ser
borrada, ya que no era cuantificable.

Spitzer en su entusiasmo, se encargó
de pronunciar la muerte a una palabra: neurosis, QEPD.

Muchas aserciones que, entre ellos
propusieran como dogma, a veces se invocaban de manera
paradójica para justificar sus ideas, haciendo caso omiso
de sus propias creencias, mientras que se contradecían
abiertamente.

"Nunca uses la respuesta
farmacológica en el tratamiento de una enfermedad para
confirmar su diagnóstico". Para oír esto
transformado de esta manera: "…y, por supuesto, que la
impresión diagnóstica sería confirmada por
la respuesta del paciente a la medicina antidepresiva" —
decía Bob Woodruff.

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¡Prepóstero — pero
cierto!

Para nosotros existían muy pocas
entidades diagnósticas:

  • La Histeria. Que Sam Guze postulaba
    como el Síndrome de Briquet y con el cual éste
    pretendiera reemplazar la histeria, como de entonces esta
    última fuera conocida desde que Hipócrates la
    describiera.

  • El alcoholismo, que adquirió un
    polimorfismo extraño en sus estudios descriptivos por
    las batallas que las muchas luminarias de aquel entonces —
    cuyas desavenencias fueron históricas, amén de
    ser belicosas — librarían, entre las diferentes
    facciones en pie de guerra.

  • Partes: 1, 2

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